En episodios anteriores: mi trayectoria
profesional se encaminaba indefectiblemente a una derrota segura, cuando algo
sucedió y las cosas cambiaron. Recapitulando, en diciembre de 2011 me habían cesado
en mi puesto del Ayuntamiento lo que inició para mí una auténtica travesía del
desierto. En julio de 2012 viajé a Nueva York a un congreso y, por primera vez,
me pagué parte de mis gastos, lo que me supuso romper una barrera mental que
luego me sería de utilidad. En septiembre de 2012 inauguré el blog. Estaba
obligado a continuar en el trabajo hasta que me pudiera jubilar en condiciones.
En mayo de 2015 ganó la Alcaldía la señora Carmena, pero mi situación no cambió
en esencia. Y en febrero de 2016, me rompí el húmero izquierdo.
Ha pasado tanto tiempo desde Recovering myself II, que me veo
obligado a empezar con un recordatorio, como se suele hacer en las series de
TV. Estaba yo, pues, de baja, como les fui puntualmente contando, cuando, creo
que fue en marzo de 2016, recibí una llamada de teléfono en mi casa. Era mi, hasta
entonces, jefa. Me contó que acababan de cesar a nuestro Director General y, del
mismo arreón, también a ella, cuyo puesto además desaparecía. Tanto mi jefa
como el Director eran y siguen siendo amigos míos, pero no fue una sorpresa
completa para mí: la situación, por circunstancias que no voy a contar aquí,
había llegado a un punto de no retorno y entraba dentro de lo posible que todo
implosionara. Pero el mensaje que me llegó tenía una segunda parte. Ya se sabía
el nombre de la nueva Directora General. ¡Coño! Esto sí que no me lo esperaba.
Se trataba también de una amiga mía, de la que tenía el contacto telefónico y
de whatsapp. Así que llamé enseguida a mi nueva jefa y esa conversación fue el
primer hecho crucial para el cambio en mi vida.
Hola, enhorabuena, no sabes qué
alegría me llevo –le dije. La abordaba de forma protocolaria y de buena
educación, aunque mi alegría era sincera. Me dio las gracias y, sin solución de
continuidad, me preguntó –Emilio, tú qué quieres hacer, tú quieres trabajar, o te
vas a jubilar pronto, o qué coño quieres hacer. La frase no es literal, mi
actual jefa no usa ese tipo de expresiones malsonantes, pero estoy haciendo una
reelaboración literaria para el blog y creo que así entenderán ustedes mejor el
sentido de su pregunta. Me pilló totalmente por sorpresa. Dudé un instante y
enseguida le dije: –Hombre, a mi edad, lo que yo querría es trabajar en las
cosas que me gustan y que se me relevara de las restantes. –¿Y cuáles son las
cosas que te gustan? –preguntó ella. Esto sí que lo tenía claro y se lo dije
con total seguridad. A mí me gustan dos cosas. Una, la relación con otros
países y ciudades, las redes, los congresos, el recibir a las delegaciones
extranjeras. La otra, la difusión y participación de los proyectos, el ir a
contarlos y a discutirlos con los vecinos y sus asociaciones. Su respuesta:
–Pues justo son dos temas que me parecen trascendentales para el tipo de
Dirección que quiero montar y tampoco tengo a nadie que se quiera ocupar de ellos.
Qué quieren que les diga. Yo ya llevaba
un tiempo bastante mejor que en los años del malhadado Trienio Negro, pero esta
conversación marcó un punto de inflexión definitivo en mi trayectoria laboral y
vital. Visto con perspectiva, puedo decir que mi respuesta a la primera
pregunta de mi nueva jefa fue decisiva, brillante, diría incluso que genial.
Pero yo no soy ningún genio y esto tiene otra explicación. Desde que me habían
cesado en mi último cargo importante, yo había entrado en el estatus de los
desheredados, de los expulsados del paraíso, y ese estatus comporta entre otras cosas una cierta situación de
comodín. Eso quiere decir que, cada vez que a alguien se le ocurre alguna
innovación laboral coñazo, es a ti a quien le encomiendan hacer frente al
muermo. Me refiero a cosas como la seguridad y salud en el trabajo, la calidad,
la protección de datos, el sistema de sugerencias y reclamaciones, la ordenanza
de transparencia. Temas nuevos que aparecen en el horizonte con periodicidad frecuente,
yo creo que a partir de ocurrencias de los sociólogos de Bruselas expertos en
recursos humanos, dicho esto último sin ánimo de insultar.
De todos estos temas nadie se quiere
ocupar y tampoco suelen tener muchos efectos prácticos. Pero la rutina es siempre
la misma. Llega una comunicación a la Dirección correspondiente. Hay que
nombrar a alguien para que se entere de en qué consiste este tema nuevo que es
trascendental. Correíto correspondiente: Emilio, ocúpate tú de esto (no te lo
dicen, pero esa frase tiene una segunda parte implícita: “ya que tú no estás
haciendo nada y todos los demás técnicos están ocupadísimos”). Lo siguiente es asistir a una o varias
tediosas reuniones de coordinación entre todas las Áreas del Ayuntamiento,
reuniones en las que se dan instrucciones y donde te encuentras a los mismos
desheredados y desafortunados de las demás Áreas, a los que conoces de ocasiones
anteriores, lo cual resulta muy deprimente. Y lo tercero es dedicarte a darle
la murga a tus compañeros para que se tomen en serio la seguridad y salud en el
trabajo, el plan de emergencias, la calidad, etc. etc. Resumiendo: mi respuesta
a mi nueva jefa se debía a que estaba hasta los huevos de tragarme toda esa
mierda.
Pero ese fue un punto decisivo.
Después me dieron el alta, me reincorporé y descubrí que de nuevo tenía
despacho, después de casi tres años de vivir en un chiquero, y esto se
debía a una decisión específica de mi
jefa, que se había ocupado de mis intereses mientras yo estaba de baja y me
había reservado un despacho que, según me contaron, tenía novios a puñaos. Además de otra serie de
detalles similares, de los que no voy a hacer aquí la relación. Aclararé que,
una vez recuperado para la causa, me han tocado algunas tareas coñazo, como es
natural, pero no es lo mismo. Digamos que ahora no se da por hecho que todos
los muermos me los tenga que tragar yo, que era lo que me daba rabia. En 35
años de trabajo nunca se me han caído los anillos por tener que desempeñar
tareas de segundo nivel.
Entramos entonces en una fase de
transición muy definida. Tras seis meses y medio de baja médica sin poder
abandonar la Comunidad de Madrid, yo tenía vacaciones acumuladas para aburrir y
una necesidad casi física de salir de viaje. Por suerte se juntaron entonces
varias ocasiones de acudir a congresos, con otros viajes planificados de antes,
y todo eso se tradujo en una especie de efervescencia viajera que me llevó
sucesivamente a San Petersburgo, Japón, Marsella y Birmania, tal como se contó
en el blog. Volví de Birmania a finales de febrero de 2017 y entonces sucedió
la segunda cosa decisiva. El 6 de abril, mi jefa me convocó, junto con otras
personas, a una reunión con representantes de una organización que se llamaba
C40, de la que no habíamos oído hablar con anterioridad. Los convocados
acudimos y conocimos allí a Julia López Ventura, catalana, coordinadora de C40
para toda Europa, y Clare Haley, londinense, directora de la red TOD, una de las
que tenía en marcha por entonces C40. Ambas son ahora amigas mías, algo que
entonces no podía ni sospechar.
El contenido de esa reunión se va
a quedar para la entrega IV, porque ahora tengo que explicar qué es C40 y cómo
llegó hasta nosotros. Además, en el blog conté esto de forma equivocada,
atribuyéndole todo el mérito de la creación del C40 a Michael Bloomberg, lo que
no es cierto. C40 es una red de ciudades creada en 2005 y la idea inicial es de
Ken Livingston, entonces alcalde Londres. Bloomberg era en ese tiempo el
alcalde de Nueva York y se sumó al proyecto de forma entusiasta. Y ahora mucha
gente cree que Bloomberg es el padre del invento. Como conté en el blog,
Bloomberg es un multimillonario yanqui, propietario entre otras cosas de la
página de información financiera bloomberg.org, la que más
visitas recibe del mundo. Su capacidad de difusión es inmensa y al final parece
que todo lo ha hecho él. Y es cierto que es un hombre muy preocupado por el
cambio climático, lo que lo unió en ese momento con Ken Livingstone, ahora mismo
un jubilado muy activo, del estilo Mayor Zaragoza.
¿Qué fue lo que idearon estos dos
influyentes personajes? Pues, a partir del convencimiento de la gravedad de la
amenaza de cambio climático y su decisiva influencia en las grandes ciudades,
estos señores pensaron en crear una red para que los responsables políticos y
técnicos de las grandes urbes del mundo compartieran sus conocimientos, sus
estrategias, sus esfuerzos y sus soluciones innovadoras. Eso es C40. La red se
llamó así porque inicialmente la integraban 40 ciudades o aglomeraciones
urbanas de más de tres millones de habitantes (ahora son ya 92). Y he de decir
que Madrid y Barcelona están en C40 desde el principio. C40 es, pues, un foro
internacional de discusión sobre las consecuencias sobre las grandes ciudades
de ese cambio climático que ya tenemos encima, cómo combatirlo y cómo
retrasarlo en lo posible. En ese foro se organizan congresos y saraos diversos, se circulan artículos
y tesis doctorales, se montan discusiones, se hacen publicaciones y
comunicados.
La red tiene como objetivo poner en contacto a técnicos y funcionarios de las distintas administraciones
locales, para que las experiencias de unos les puedan servir a los demás. Para
ello, cuenta con un staff técnico que se ocupa de dinamizar la red y que tiene
su sede en Nueva York. Es un staff pequeño y con representantes extendidos por
todo el mundo. ¿Y cómo se paga el sueldo de estos ejecutivos de élite, escogidos por un proceso de selección muy estricto? Pues se lo explico. El estatus jurídico de
C40 es el de una ONG. Sus ingresos derivan de donaciones de una serie de
instituciones altruistas de todo el mundo. Tienen una dirección económica que
fiscaliza minuciosamente todos sus gastos, para no malgastar el dinero de estos
filántropos. Los tres principales donantes son: la International Children
Fondation, el mayor de ellos, una institución británica que se ocupa de los niños
de todo el mundo. El segundo, en volumen de donaciones, es Realdania,
institución danesa vinculada a la Corona. Y el tercero, la Bloomberg Fondation.
Además de este staff técnico, C40
tiene una superestructura política, compuesta por la asamblea de los 92
alcaldes y una presidencia rotatoria, como las de las comunidades de vecinos.
Su primer presidente fue Bloomberg. En la asamblea de 2016 se despidió el
anterior presidente, que era el alcalde de Río de Janeiro y resultó elegida
Madame Hidalgo, alcaldesa de París, actual presidenta de C40, a la que tuve
ocasión de saludar en París y hablar brevemente con ella en español, apreciando su acento gaditano afrancesado (ya les
conté que también conozco personalmente a Bloomberg). En fin, que no se quejen
de que no les doy información. Estoy subido a la ola favorable y hago lo
posible porque no me derribe, con técnicas de surfer experto. Continuará.
Pues ya que hablas en tu última entrada de Puigdemont y cía, te diré que una de las cosas que más me preocupan de los dichosos lazos amarillos es que sean de plástico. Ingentes cantidades de plástico puestas y retiradas en bucle en un planeta que de seguir así va a colapsar. En fin. Un saludo.
ResponderEliminarBueno, este es un comentario descolocado, que corresponde a otro texto, pero está aquí y aquí te contesto.
EliminarLa verdad es que estos señores podrían hacer sus lazos de un material reciclable. Que usen ese plástico resplandeciente al sol no hace sino subrayar el carácter tóxico de su movimiento. Producir toda esa cantidad de plástico, además de contaminar, requiere una inversión que no sabemos quién sufraga. Todo muy absurdo.