martes, 17 de julio de 2018

754. Tautologías, redundancias y pleonasmos

El otro día cuando les puse el vídeo con el catálogo sonoro de las frases más curiosas del señor Rajoy, me quedé con la duda de qué figura semántica era la más utilizada por este señor, felizmente para todos reconvertido en bañista de pantalón corto que de vez en cuando se acerca por su oficina del Registro a echar unas firmas. Después de estudiar las diferentes posibilidades, creo que no cabe duda de que la construcción lingüística favorita de este caballero es la tautología, también conocida como verdad de Pero Grullo, o perogrullada. Decir que la cerámica de Talavera, no es cosa menor; dicho de otra manera: es cosa mayor, es una tautología de libro. Rajoy era el rey de la tautología, un error en el que casi nadie incurre, al contrario que la redundancia, que se nos cuela en la prosa en cuanto nos descuidamos.

Y, por cierto, los oradores suelen solucionar pequeños errores percibidos instantáneamente por el propio parlante, con la conocida locución valga la redundancia. Pero no suele ser una redundancia lo que pretenden subsanar, sino una simple repetición de la misma palabra, o la inclusión en una definición del propio concepto que se está definiendo. El orador se ve abocado a repetir una palabra que acaba de decir, pero no se le ocurre ningún sinónimo y, generalmente tras un leve titubeo, repite la palabra e inmediatamente suelta eso de valga la redundancia y se queda tan ancho.

Veamos un ejemplo esclarecedor. Imaginemos a un político en su estrado. Dice: la honestidad, la lealtad, la honradez, la rectitud, la integridad, son los valores que en política tienen para mí un mayor… valor (valga la redundancia). El tipo es consciente de que acaba de decir la palabra valor y el desarrollo de la frase le lleva a repetirla. Podría decir una mayor importancia, pero importancia es femenino y ya ha dicho un mayor y no una mayor. Duda un instante y, finalmente, decide repetir valor y añade ese recurso retórico tan manido. Lo que este señor no sabe es que repetir una palabra dos veces en un discurso no es una redundancia. Y sin embargo, ignora que su discurso está lleno de redundancias (lo he escrito adrede), porque honradez, honestidad, rectitud, integridad, son conceptos equivalentes (y lealtad casi-casi) y no hacía falta desgranar esa retahíla de conceptos (estos sí) redundantes.

La redundancia es una figura en la que incurrimos con facilidad en el lenguaje hablado y también en el escrito: subir arriba, tiritar de frío, mendrugo de pan, prever con antelación, recordar de memoria, reiterar de nuevo y tantos otros. Sin embargo hay aparentes redundancias que no son tales, puesto que se dicen para reforzar un razonamiento o una expresión: lo vi con mis propios ojos. Si es algo que yo vi, se sobreentiende que fue con mis propios ojos y no con los del vecino. Pero es una expresión de uso correcto. En este caso no se trata de una redundancia sino de un pleonasmo. Hace unos cuantos posts, recuerdo que me referí a Ucrania como un país estupendo, hasta que lo jodieron los nacionalistas de mierda. He aquí un pleonasmo: en mi discurso ya se sobreentiende que los nacionalistas son todos de mierda, no hace falta que lo diga. Sin embargo es un recurso de lenguaje para reforzar el concepto.

Hay que ver qué invasivo es el tema este del PRRRU-PRRRU-sés, que hasta hablando de gramática se te cuela en el argumentario. No puedo dejar de mostrarles las fotos del baño que se dieron el otro día Kim-Jong-torra y Artur el astuto, acompañados del omnipresente Eduard Pujol, el tipo que se acerca a la ventana cuando no oye bien el móvil (quédense con la cara de este sujeto que yo creo que es el tapado de este tinglado). Fue una escena a medio camino entre el baño de Jesús en el Jordán y la inmersión de Fraga en Palomares. Las imágenes parecen obra de un pintor más que de un fotógrafo y su estética se aproxima al imaginario del hiperrealismo norteamericano de los sesenta. Aquí las tienen.









Pero aquí estábamos hablando de lenguaje y redundancias. Sin salirnos del ámbito del PRRRU-PRRRU-sés, veamos una declaración del otro día del señor Torra. Escandalizado ante la decisión judicial de suspender como parlamentarios a Puig-Dem-un y otros políticos procesados, hace la siguiente declaración: “Sencillamente, esta sentencia, que pretende suspender a diputados electos por el pueblo de Cataluña, está en la línea de las sentencias que nosotros no sólo no compartimos, sino que la consideramos indecente, ya que trata de suspender de sus derechos y libertades a políticos que han sido elegidos democráticamente” (SIC). Un ejemplo meridiano de inclusión en la definición del concepto que se está definiendo. Y con capacidad de convertirse en un bucle infinito. Por qué no continuar:

Esta sentencia, que pretende suspender de sus derechos a diputados elegidos por el pueblo de Cataluña, la consideramos indecente, porque suspende de sus derechos a políticos que han sido elegidos democráticamente por el pueblo de Cataluña, y eso es una indecencia, ya que suspender de sus derechos a políticos elegidos libremente por el pueblo, es algo indecente, no podemos calificar de otra manera la pretensión de suspender de sus derechos a políticos elegidos por el pueblo, una pretensión indecente……….

Yo siempre he tratado de ser lo más pulcro posible en la redacción de los informes que me ha tocado elaborar en mi trabajo a lo largo de los años. Y he tenido sucesivos jefes que han valorado de distinta forma esta cualidad. Tuve uno que decía que mi forma de redactar era la más concisa que había visto en su vida. Me llamaba Azorín y, cada vez que había que sacar un informe de nuestra unidad, decía: esto que lo revise Azorín, lo que me granjeó la manía de los demás compañeros. Otro me revisaba todo lo que escribía y me lo corregía llenándomelo de redundancias y repeticiones superfluas, era un tipo tan inseguro que necesitaba remachar todo lo que se decía. Aunque está claro que el lenguaje administrativo no es lo mismo que el lenguaje literario y que a veces es muy difícil obviar las repeticiones.

Por ejemplo. Un expediente puede titularse “Modificación de Plan General consistente en la rectificación parcial de la normativa del Plan General y la ampliación de los grados de catalogación del Plan General”. Es un supuesto hipotético. Suena fatal pero hay que decirlo todo. La segunda repetición puede soslayarse diciendo: rectificación parcial de su normativa. Pero para la tercera ya quedan pocos recursos. Otro jefe que tuve, habría solucionado el problema terminando el título de la siguiente manera: "y ampliación de los grados de catalogación de aquel". Y, mientras decía aquel, señalaba hacia atrás con el pulgar por encima del hombro, para indicar que se refería a un concepto ya dicho. Repetía tanto esta historia que los de la unidad a sus órdenes acabamos poniéndole por mote Aquel, alias que siempre acompañábamos con el gesto de señalar hacia atrás. Por ejemplo yo trasladaba así sus instrucciones: que ha dicho Aquel (gesto correspondiente) que hay que esmerarse en acabar nuestro proyecto en la fecha convenida.  

La redundancia en el lenguaje administrativo alcanza a veces un nivel de absurdo que deja chiquito a Groucho Marx, con aquello de la parte contratante de la primera parte. Les voy a dejar de propina un ejemplo extremo de esto. Ciertamente kafkiano. Se trata de una resolución del Ministerio de Defensa que se publicó en el BOE en 2014. Alguno de ustedes puede pensar que se trata de un caso de fake news, pero les juro que es una resolución auténtica, que incluso se llegó a comentar en la prensa, como pueden comprobar AQUÍ. Abajo tienen la foto de la hoja correspondiente del BOE. Para ampliarla y poderla leer con letra de buen tamaño, han de pinchar en el centro. Duerman bien y no pasen mucho calor.




2 comentarios:

  1. El anuncio de la junta de contratación por el que se hace público el anuncio de la junta de contratación por el que... es sencillamente acojonante. De no creerse. Estamos locos.

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  2. No estamos locos, es la burocracia o burrocracia de toda la vida. Yo llevo 35 años peleando con ellos desde dentro.

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