El otro día cuando les puse el
vídeo con el catálogo sonoro de las frases más curiosas del señor Rajoy, me
quedé con la duda de qué figura semántica era la más utilizada por este señor,
felizmente para todos reconvertido en bañista de pantalón corto que de vez en
cuando se acerca por su oficina del Registro a echar unas firmas. Después de estudiar las
diferentes posibilidades, creo que no cabe duda de que la construcción lingüística
favorita de este caballero es la tautología, también conocida como verdad de
Pero Grullo, o perogrullada. Decir que la
cerámica de Talavera, no es cosa menor; dicho de otra manera: es cosa mayor,
es una tautología de libro. Rajoy era el rey de la tautología, un error en el que casi nadie incurre, al contrario que la redundancia, que se nos cuela en
la prosa en cuanto nos descuidamos.
Y, por cierto, los oradores
suelen solucionar pequeños errores percibidos instantáneamente por el propio parlante, con la conocida
locución valga la redundancia. Pero no
suele ser una redundancia lo que pretenden subsanar, sino una simple repetición
de la misma palabra, o la inclusión en una definición del propio concepto que
se está definiendo. El orador se ve abocado a repetir una palabra que acaba de
decir, pero no se le ocurre ningún sinónimo y, generalmente tras un leve
titubeo, repite la palabra e inmediatamente suelta eso de valga la redundancia
y se queda tan ancho.
Veamos un ejemplo esclarecedor.
Imaginemos a un político en su estrado. Dice: la honestidad, la lealtad, la honradez, la rectitud, la integridad, son
los valores que en política tienen para mí un mayor… valor (valga la
redundancia). El tipo es consciente de que acaba de decir la palabra valor y el desarrollo de la frase le
lleva a repetirla. Podría decir una mayor
importancia, pero importancia es
femenino y ya ha dicho un mayor y no una mayor. Duda un instante y, finalmente,
decide repetir valor y añade ese
recurso retórico tan manido. Lo que este señor no sabe es que repetir una
palabra dos veces en un discurso no es una redundancia. Y sin embargo, ignora
que su discurso está lleno de redundancias (lo he escrito adrede), porque
honradez, honestidad, rectitud, integridad, son conceptos equivalentes (y
lealtad casi-casi) y no hacía falta desgranar esa retahíla de conceptos (estos sí)
redundantes.
La redundancia es una figura en
la que incurrimos con facilidad en el lenguaje hablado y también en el escrito:
subir arriba, tiritar de frío, mendrugo de pan, prever con antelación, recordar
de memoria, reiterar de nuevo y tantos otros. Sin embargo hay aparentes
redundancias que no son tales, puesto que se dicen para reforzar un
razonamiento o una expresión: lo vi con
mis propios ojos. Si es algo que yo vi, se sobreentiende que fue con mis
propios ojos y no con los del vecino. Pero es una expresión de uso correcto. En
este caso no se trata de una redundancia sino de un pleonasmo. Hace unos
cuantos posts, recuerdo que me referí a Ucrania como un país estupendo, hasta
que lo jodieron los nacionalistas de mierda. He aquí un pleonasmo: en mi
discurso ya se sobreentiende que los nacionalistas son todos de mierda, no hace
falta que lo diga. Sin embargo es un recurso de lenguaje para reforzar el
concepto.
Hay que ver qué invasivo es el
tema este del PRRRU-PRRRU-sés, que hasta hablando de gramática se te cuela en
el argumentario. No puedo dejar de mostrarles las fotos del baño que se dieron el
otro día Kim-Jong-torra y Artur el astuto, acompañados del omnipresente Eduard
Pujol, el tipo que se acerca a la ventana cuando no oye bien el móvil (quédense
con la cara de este sujeto que yo creo que es el tapado de este tinglado). Fue
una escena a medio camino entre el baño de Jesús en el Jordán y la inmersión de Fraga en
Palomares. Las imágenes parecen obra de un pintor más que de un fotógrafo y su
estética se aproxima al imaginario del hiperrealismo norteamericano de los
sesenta. Aquí las tienen.
Pero aquí estábamos hablando de
lenguaje y redundancias. Sin salirnos del ámbito del PRRRU-PRRRU-sés, veamos
una declaración del otro día del señor Torra. Escandalizado ante la decisión judicial
de suspender como parlamentarios a Puig-Dem-un y otros políticos procesados,
hace la siguiente declaración: “Sencillamente, esta sentencia, que pretende
suspender a diputados electos por el pueblo de Cataluña, está en la línea de
las sentencias que nosotros no sólo no compartimos, sino que la consideramos
indecente, ya que trata de suspender de sus derechos y libertades a políticos
que han sido elegidos democráticamente” (SIC). Un ejemplo meridiano de inclusión en la definición del concepto que se está definiendo. Y con capacidad de convertirse en un bucle
infinito. Por qué no continuar:
Esta sentencia,
que pretende suspender de sus derechos a diputados elegidos por el pueblo de
Cataluña, la consideramos indecente, porque suspende de sus derechos a
políticos que han sido elegidos democráticamente por el pueblo de Cataluña, y
eso es una indecencia, ya que suspender de sus derechos a políticos elegidos
libremente por el pueblo, es algo indecente, no podemos calificar de otra manera
la pretensión de suspender de sus derechos a políticos elegidos por el pueblo,
una pretensión indecente……….
Yo siempre he tratado de ser lo
más pulcro posible en la redacción de los informes que me ha tocado elaborar en
mi trabajo a lo largo de los años. Y he tenido sucesivos jefes que han valorado
de distinta forma esta cualidad. Tuve uno que decía que mi forma de redactar
era la más concisa que había visto en su vida. Me llamaba Azorín y, cada vez
que había que sacar un informe de nuestra unidad, decía: esto que lo revise Azorín,
lo que me granjeó la manía de los demás compañeros. Otro me revisaba todo lo
que escribía y me lo corregía llenándomelo de redundancias y repeticiones superfluas,
era un tipo tan inseguro que necesitaba remachar todo lo que se decía. Aunque está claro que el lenguaje administrativo no es lo mismo que el lenguaje literario y
que a veces es muy difícil obviar las repeticiones.
Por ejemplo. Un expediente puede
titularse “Modificación de Plan General consistente en la rectificación parcial
de la normativa del Plan General y la ampliación de los grados de catalogación
del Plan General”. Es un supuesto hipotético. Suena fatal pero hay que decirlo
todo. La segunda repetición puede soslayarse diciendo: rectificación parcial de
su normativa. Pero para la tercera ya
quedan pocos recursos. Otro jefe que tuve, habría solucionado el problema
terminando el título de la siguiente manera: "y ampliación de los grados de
catalogación de aquel". Y, mientras
decía aquel, señalaba hacia atrás con
el pulgar por encima del hombro, para indicar que se refería a un concepto ya dicho.
Repetía tanto esta historia que los de la unidad a sus órdenes acabamos
poniéndole por mote Aquel, alias que
siempre acompañábamos con el gesto de señalar hacia atrás. Por ejemplo yo
trasladaba así sus instrucciones: que ha dicho Aquel (gesto correspondiente)
que hay que esmerarse en acabar nuestro proyecto en la fecha convenida.
La redundancia en el lenguaje
administrativo alcanza a veces un nivel de absurdo que deja chiquito a Groucho
Marx, con aquello de la parte contratante de la primera parte. Les voy a dejar
de propina un ejemplo extremo de esto. Ciertamente kafkiano. Se trata de una resolución del Ministerio
de Defensa que se publicó en el BOE en 2014. Alguno de ustedes puede pensar que
se trata de un caso de fake news, pero les juro que es una resolución
auténtica, que incluso se llegó a comentar en la prensa, como pueden comprobar AQUÍ.
Abajo tienen la foto de la hoja correspondiente del BOE. Para ampliarla y poderla leer con letra de buen tamaño, han de pinchar en el centro. Duerman bien y no pasen
mucho calor.
El anuncio de la junta de contratación por el que se hace público el anuncio de la junta de contratación por el que... es sencillamente acojonante. De no creerse. Estamos locos.
ResponderEliminarNo estamos locos, es la burocracia o burrocracia de toda la vida. Yo llevo 35 años peleando con ellos desde dentro.
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