Me dicen algunos lectores de esos
que me aportan sus comentarios en privado, que se me nota un poco de bajón en
mi último post. Es posible, no lo niego, comprendan que es mucho más
estimulante hablar de San Francisco que de Rajoy. Lo cierto es que de vuelta de
mi viaje me he encontrado otra vez en una vorágine de trabajo agravada por el
hecho de haber desaparecido de Madrid durante dos semanas en la fase crítica
del Reinventing Cities, cuando debíamos analizar las 20 propuestas recibidas
para los cuatro sitios que propusimos para el concurso. Mi jefa hubo de ampliar
provisionalmente el equipo porque había que desbrozar esas propuestas,
elaborando unas fichas que ayudaran a la tarea del Comité de Selección y
mandárselas con tiempo para que pudieran estudiárselas. Cuando volví me
encontré ese trabajo casi hecho y me tocó dar el repaso final a las fichas, para lo
cual tuve que aprenderme a la carrera las veinte propuestas.
A cambio de mi desaparición en un
momento no muy oportuno, me ha tocado hacer de moderador del citado Comité,
tarea del tipo de las que ya saben que me gustan, pero que era delicada, puesto
que me exigía saberme las propuestas aun mejor para poder contestar a las
cuestiones que me plantearan y tratar de no condicionar las decisiones de esta especie de
tribunal, de las que se deriva que unos proyectos sigan adelante y otros queden
eliminados. Y todo ello en una mesa de unas veinte personas de altura, con directores
generales de todas las áreas municipales, representantes del Colegio de
Arquitectos, de ASPRIMA, la mayor asociación de promotores inmobiliarios de
Madrid, técnicos de las Juntas de Distrito y expertos como la comisaria de los
premios Pritzker. A todos ellos los invitamos a participar y vinieron encantados.
Esta mañana hemos tenido la sesión de cierre y ya puedo decir que ha salido todo a pedir de boca.
La semana que viene me quedan
unos cuantos saraos de despedida del año lectivo: una clase en la Escuela de
Negocios de la Complutense, una charla a una delegación del cuerpo de
traductores simultáneos del Parlamento Europeo, un par de calls con Hélène Chartier y Flavio Coppola, el hombre de San Francisco,
redactar las actas de las sesiones del Comité del que les he hablado. Lo
suficiente como para que a final de mes vuelva a consultar mi cuadro de
cumplimiento del horario y me encuentre con un superávit escandaloso. Pero
luego vendrá agosto y tendré tiempo de bajar un poco el ritmo. Por otro lado, el
tiempo caluroso de estas semanas me ha llevado a pasar buena parte de las
tardes en mi casa, con el aire acondicionado y dedicado a actividades
tranquilas, lo que me ha permitido mantener el blog bastante activo hasta
terminar mi diario de California. Entre medias he tenido a mis hijos por aquí (vinieron
a la boda de un amigo de ambos) y también a mi amigo de San Diego, Gonzalo
López, con quien me hice esta foto para mandársela a Diego Moreno, el hombre de
Tijuana.
¿Es esto estar de bajón? No creo. Yo más bien diría que sigo al pie del cañón. El mundo va a toda pastilla y no se puede uno quedar parado porque la realidad
te arrasa. Hace cuatro días teníamos a Cristina Cifuentes de presidenta, a
Rajoy en la Moncloa, a Zidane de entrenador del Madrí y a Lopetegui de seleccionador. Esto del furgol es un
carrusel de sorpresas. Zidane se mosqueó y decidió largarse. Florentino
demostró muy poco tacto haciendo una OPA hostil a la Federación. Y al señor
Rubiales, presidente de dicha Federación, le dio el clásico ataque de cuernos y
reaccionó de la forma impulsiva tradicional: el afectado es el último en enterarse
y monta en cólera. Si hubiera contado hasta cien, se le habría pasado el cabreo
y hubiera mantenido a Lopetegui durante el Mundial. Pero recurrió a Hierro, un
personaje cuyo lenguaje gestual durante todo el campeonato era el de un tipo que
se está comiendo el brown (como dicen en Cuba). Yo no vi el partido con
Portugal, porque estaba en Tijuana. Sí vi el que jugaron con Irán. Y tuve
bastante. Un equipo que se enfrenta a una cuadrilla de electricistas y
fontaneros y sólo les puede ganar por un gol de rebote, está condenado a perder
en cuanto juegue con una selección de la zona media.
Pero las novedades siguen. El
Cretino Ronaldo se ha despedido montándose una película ad hoc para camuflar que huye de los inspectores de Hacienda. Y
ahora han nombrado seleccionador a Luis Enrique, el tipo al que durante años le
han cantado en el Bernabeu que su padre era Amunike. Tal vez la selección no
pueda volver a jugar aquí. Cosas veredes. Ya sé que a muchos de ustedes no les
interesa el furgol, pero les cuento estas historias como muestra de la
vorágine y la imprevisibilidad del mundo en el que nos movemos. Es
algo que se puede seguir en la prensa generalista que nos asedia a diario. Medios
como El inMundo están encantados con la continua hemorragia de novedades; ¿de
qué vivirían si no? Pero si por algo se ha caracterizado este blog es por traer
por aquí otras historias de las que no se leen en la prensa diaria. Por
ejemplo. A primeros de julio, con puntualidad británica, la revista Monocle ha
publicado su ranking de las 25 ciudades con mayor calidad de vida del mundo, del que
ya les hablé el año pasado. Aquí tienen el vídeo de este año y abajo lo
comentamos.
Comparándolo con el del año
pasado, Madrid ha subido tres puestos y se sitúa sólo por detrás de las Great Six: Munich, Tokyo, Viena, Zurich,
Copenhague y Berlín. Si es que no me hacen caso, pero Madrid es cojonudo, se lo
llevo diciendo cinco años y me dejo la piel en ayudar a que se conozca nuestra
ciudad. La revista Monocle lleva publicando este ranking desde 2006, en base a
unos indicadores que se explican en la propia revista y que son invariables en
principio, aunque cada año se les introducen mejoras. Con ese punto de
partida, la revista manda a las distintas ciudades a sus observadores, que puntúan sobre las variables establecidas. Y he de decirles que, en 2015, cuando
llegó a la alcaldía la señora Carmena, nuestra ciudad ocupaba el lugar 16.
Desde entonces sube de manera bastante homogénea (tal vez haya alcanzado ya
su techo). Y esto no es casualidad. A mí no me podrán ustedes calificar ni
siquiera de simpatizante de Podemos. Pero el equipo de esta señora está dejando
que muchos de los funcionarios opinemos y desarrollemos el trabajo para el que
nos pagan. Y lo estamos haciendo muy bien (hablo colectivamente, por supuesto).
Hay que destacar también la
desaparición de Portland, la última ciudad estadounidense que quedaba. Hace
años estuvieron en el ranking San Francisco, Seattle y Honolulu, nunca muy
arriba. Hoy ya no queda ninguna. ¿Por qué? Pues ya les he contado suficiente,
yo creo. Son ciudades en las que hace falta dinero para vivir medio bien, hay
centenares de homeless expulsados del paraíso por un sistema capitalista
despiadado y, para colmo, uno se puede ver en medio de un incidente armado en
cualquier momento. Una cosa es que yo sea un apasionado de la cultura yanqui y
otra que no reconozca estos hechos. La presencia del señor Trump no ayuda mucho
tampoco para que sus ciudades tengan una calidad de vida de acuerdo con los
estándares de esta revista.
Por supuesto tampoco hay ciudades
latinoamericanas ni africanas, faltaría más. Ni tampoco ninguna inglesa ni
italiana. Curioso. París ha regresado al ranking, de donde era una habitual
inquilina y situada bastante arriba. Hasta 2015. En 2016, la serie de terribles
atentados y el clima que se creó tras ellos la hicieron salir estrepitosamente
de esta clasificación. Este año han entrado directamente al lugar 20. Parece
que el clima ha mejorado. Y, desde marzo, vive allí mi hijo Kike, algo que sin
duda ha influido en esta mejora global. Por lo demás, tengo que comentar también que
este año han bajado las tres principales ciudades japonesas. Tokyo ha perdido
el primer lugar, después de tres años consecutivos de ser la líder de la
calidad urbana. Kyoto ha bajado algo también. Y Fukuoka se ha ido hasta los
últimos lugares.
Y he dejado para el final a
Barcelona. La capital de Catalonia is not
Spain baja dos puestos y demuestra su imposibilidad de superar la zona en
torno al puesto 16. Pues qué quieren que les diga: que tampoco me extraña. Si tú
eres un observador de Monocle y te reciben unos tipos que se esfuerzan en
arquear el pecho para ponerte el lazo amarillo en la nariz, y por todas partes percibes cómo rezuma el rollo identitario racista, pues tenderás a bajar tus puntuaciones.
Esto del prusés tiene sus
servidumbres. Y, por cierto, como hace mucho que no me meto con los catalanes,
pues hoy les anuncio que ya no lo voy a llamar más el prusés, sino el PRRRU-ses.
Vean qué bien me sale.
En realidad, el que ha inventado
esta denominación es un youtuber muy gracioso, antiguo vendedor del top manta
en Valencia, llegado en patera desde Senegal, que atiende por Lory Money y cuyo
canal tiene más de 80.000 suscriptores, entre los que me cuento. Dicen las
malas lenguas que el tipo era atleta renombrado además de modisto, pero que
tuvo que salir por piernas de su país, después de dejar embarazadas
simultáneamente a dos novias ocasionales que tenía. Ahora dice que sus dos
hijas son sus principales fans. Incluso ha escrito un libro sobre su peripecia
en la patera y su etapa de mantero homeless. En 2014 fue detenido por no tener los papeles en regla y cuenta que
los policías de la comisaría donde lo tuvieron retenido hasta que lo sacó su
abogado, le pedían autógrafos y se hacían selfies con él. Pueden leer la información AQUÍ. Es un artículo de El País donde incluyen varios de sus vídeos, pero el que yo quiero que escuchen está en este OTRO.
Sean buenos.
Bueno, el Lory Money es total. No tenía ni idea de que existiera semejante elemento. En el mundo este desquiciado en que vivimos, está claro que uno puede ganarse la vida con poco: simpatía, puntería y, por supuesto, suerte.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo que dices. Pero este es un chaval listo o, más bien espabilao, además de simpático y positivo. Y ha logrado vivir del invento. Por lo menos se lo curra un poco más que algunas de las denominadas socialités.
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