El asunto de las pensiones está
explotando y esta es otra de las materias en las que me he adelantado en el
blog. Ya saben que me gusta presumir de ver las cosas antes que los demás, pero
eso es precisamente porque normalmente no cazo casi nada al vuelo, me pillan
todos los temas por sorpresa y soy un negado anticipando lo que va a suceder.
Cuando se cumple algo que pronostico, me pongo muy contento, me pongo hasta
tonto, como en el asunto del Dépor. Fui al campo de Riazor en enero y allí, de
pronto, tuve la intuición de que estaba ante el peor equipo de Europa y supe
que nos íbamos de cabeza a segunda división. Desde entonces no ha ganado ningún
partido. En este tema me gustaría estar equivocado, pero está claro que el vudú
de Seedorf no ha dado resultado y, ahora mismo, esto no lo remedia ni San
Benitiño de Lérez. Los milagros tienen un alcance limitado, para que suceda un
milagro hace falta una mínima base de partida. Un equipo que juega tan mal como
el Dépor no puede esperar milagros. Ya conocen la frase del recientemente
fallecido Stephen Hawkings: hasta los que creen firmemente en la infalibilidad
del destino, miran antes de cruzar la calle.
Estábamos con las pensiones. El
año pasado, por una casualidad, recibí una información e intuí lo que se nos
venía encima. Rajoy de Moncloa tiene aprobado desde diciembre de 2013 un cambio
en el sistema de actualización de las pensiones. Hasta ahora se revalorizaban
por el IPC, el índice del coste de la vida. Pero, a partir del 1 de enero de
2019, el sistema será otro y entrará en vigor el coeficiente de sostenibilidad,
aprobado en la antedicha Ley y sólo pendiente de un Reglamento a elaborar este
año, que determinará en detalle cuál es el recorte que nos dan. El año pasado
yo estaba pensando en jubilarme y acudí a la Seguridad Social
a que me explicaran qué estaba pasando. Tuve la suerte de dar con una señora
que me lo contó todo. Y con sus explicaciones elaboré el Post #665,
La tercera decisión. Allí, yo me sorprendía de que estuviéramos todo el rato
hablando de Cataluña y otras nimiedades, mientras nos colaban semejante gol.
Por cierto, algunos compañeros han repetido luego la gestión en la Seguridad Social
y no les han contado nada, se ve que dieron con funcionarios menos empáticos.
Yo creía que el tema iba a salir
a flote a finales de este año, pero lo cierto es que estamos todavía iniciando
la primavera y el asunto ya es tremending
topic. Nos queda un largo año de ancianos cabreados vociferando por las
calles. El pasado fin de semana, por ejemplo, menudearon las protestas. El
sábado hubo tres manifestaciones en Madrid, una amparada por el PSOE, otra por
Podemos y una tercera contra la llamada Ley Mordaza. Esta dispersión generó
comentarios despectivos entre los medios de la derechona: los izquierdistas,
divididos como siempre. Pero no se dieron cuenta de que todas las
manifestaciones que se convocan en esta ciudad tienen invariablemente un
componente común que las unifica: todas pasan por Atocha. El sábado me habían
invitado a comer y bajé a la calle en torno a la una del mediodía. Pensaba ir
en coche a mi cita, pero sacar el coche del garaje se convirtió en algo tan
imposible como la salvación del Dépor. Así que me tuve que ir en Metro. Antes
anduve un rato en medio del gentío, me encontré a una amiga jubilada que se
puso muy contenta pensando que yo era también un manifestante (apreciación de
la que no la desengañé) y hasta escuché uno de esos gritos coreados que tanto
me gustan: Rajoy, canalla, que robas a
las yayas.
Qué decir de este problema
monumental. Pues que tiene muy mal arreglo. En 2007 entramos en una crisis
económica de la que todavía no está claro si hemos salido o no. Hay que
recordar que la crisis vino desde fuera, de los Estados Unidos, con el colapso
de las hipotecas subprime, aunque es
justo reconocer que el tema nos pillaba en situación de debilidad, por la
dependencia de nuestra economía del sector inmobiliario, entonces en plena
burbuja. Pero la crisis vino de factores exógenos. Y la afrontamos con duras
medidas de ajuste, que Rajoy de Moncloa aplicó sin pestañear. No creo que un
Zapatero lo hubiera hecho diferente, excepto por la previsible cara de pena,
escasa claridad del discurso y profusión de excusas. Resultado: las medidas de
ajuste se han cargado el mercado laboral, tal como lo habíamos conocido en las
últimas décadas. Ahora mismo, las condiciones de contratación y despido están a
niveles tercermundistas. O, para no ser tan drásticos, a niveles eslovacos (ya
saben que buena parte de la industria del automóvil se ha deslocalizado a ese
enclave rural en el centro de Europa).
En cuanto a los sueldos, basta
con un dato. El adjetivo mileurista
nació como peyorativo antes de la crisis. El que ganaba sólo 1.000€ era un
auténtico pringao. Ahora mismo, el
chaval que gana 600€ es un potentado. Porque el común de los mortales (jóvenes)
está ganando apenas 400. Incluso han conquistado las mentes de nuestros
jóvenes. Mis hijos ven normal que los trabajos que les ofrecen (universitarios
los dos) sean en precario; que los puedan echar en cualquier momento. Dicen que
eso del trabajo fijo como el mío era una especie de momio insostenible que
antes o después tenía que desaparecer. Qué curioso cómo cambian las cosas. A
mí, a su edad, me vendieron el puesto fijo como una conquista de la clase
trabajadora, en su lucha por mejorar sus condiciones de vida.
Pero esa situación tiene una
consecuencia inmediata. En un mundo cada vez más envejecido, el volumen de
cotización de los jóvenes, con sus trabajos de mierda, no permite pagar las
pensiones de los mayores, cada vez más numerosos. El sistema es inviable y
estallará antes o después. Se trata de un sistema diseñado cuando había poco
más de 5 millones de pensionistas, antes de la crisis. Teníamos también, en
grandes cifras, tres trabajadores por cada jubilado. Tras diez años de crisis,
los pensionistas se acercan ya a los 10 millones, porque están llegando a
viejos los del baby-boom. Y la
proporción ahora es de dos trabajadores por cada pensionista. Estamos al borde
del abismo, como el tipo de la foto de abajo. Haciendo una proyección de las
magnitudes contempladas, en unos años tendremos 15 millones de pensionistas y
casi uno por cada trabajador. Lo dicho: imposible.
Pero, a medio plazo, todo esto
tiene otra derivada aun más perversa: la gente joven, en la situación actual,
no puede formar una familia. Los jóvenes soportan tres factores: 1.-Un paro
juvenil altísimo, el doble de la media europea, 2.- Unas condiciones de
precariedad máxima (35% de contratos temporales) y 3.- Los ya citados sueldos
de mierda. Hay que estar muy loco o ser muy inconsciente para tener un hijo en
estas circunstancias. Con lo cual, la natalidad está también cayendo en picado,
un factor que hará todavía más inviable la existencia de un sistema de
pensiones públicas como el que teníamos hasta ahora. Si a día de hoy no
funciona porque los jóvenes tienen poco trabajo, precario y con sueldos bajos,
en no mucho tiempo fallará porque ya no habrá ni jóvenes.
Dicho lo cual y a la vista de que
ya estoy alcanzando el tamaño crítico de mis posts, pues les voy a dejar aquí.
¿Cómo? ¡Ah! Que lo que ustedes querían es que les contara cuándo me voy a
jubilar. ¡Pero mira que sois ustedes-vosotros cotillas, joé! Eso ya se lo
cuento otro día. Estoy madurando la cuestión y tengo tiempo para ello hasta
septiembre (si quiero irme antes de que Rajoy de Moncloa aplique sus
condiciones de sostenibilidad). De momento, lo más indicado es que ustedes y yo
nos sumemos a las manifestaciones de jubilados que se organicen, al grito de ¡AL
LÍO! Para mí no es mucho problema, total, todas pasan por Atocha, sólo tengo
que bajar la escalera. Rajoy de Moncloa es el que ha montado este quilombo y
hay que ir a por él.
Los abuelos abarrotaremos las
calles puño en alto y derribaremos el sistema. Como alguien ha dicho, en mayo
de 1968 los jóvenes salimos a la calle y la liamos parda. 50 años después
haremos lo mismo los viejos (o sea, los mismos). Seremos el Ejército de la
Nación Siete. Batallones de esqueletos avanzando marciales con la enseña del
Rayo Vallecano (por cierto, el Rayo avanza con ese mismo paso firme rumbo a la Primera División: ya tengo equipo al que apoyar el año que viene). Para saber
de que hablo han de ponerse el vídeo que les dejo de regalo. Súbanle el
volumen: es uno de los riffs más poderosos de toda la historia del rock.
Los esqueletos del Rayo Vallecano son terroríficos.
ResponderEliminarDesde luego. A mí se me aparecen en mis pesadillas de vez en cuando. Y últimamente me he sorprendido andando como ellos por los pasillos del Metro, yo que antes intentaba todo el rato imitar al Richard Gere de American Gigolo...
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