sábado, 31 de marzo de 2018

717. Creep

Mi post anterior acababa con la imagen de una mujer muy atractiva, la actriz Sally Hawkings. Hoy empezaremos con otra. Tal vez una de las actrices de rostro más expresivo y sugerente (siempre en mi opinión, ya saben que soy un poco raro en estas cosas), es la actriz francesa Charlotte Gainsbourg, hija de la bella Jane Birkin y su marido el músico Serge Gainsbourg. Esta pareja se hizo famosa en España a finales de los sesenta con el tema Je t’aime, moi non plus, que tanto nos ponía en las discoteques de la época. Charlotte, que físicamente se parece más a su padre, es una actriz superlativa con una sólida carrera; les recomiendo especialmente Samba (2014), en donde se descubre como actriz de comedia. 

Hoy quiero que vean una escena de la película Ils se marièrent et euren beaucoup d’enfants (2004) que, si se hubiera estrenado en España, se llamaría seguramente Y fueron felices y comieron perdices. Gabrielle, el personaje que interpreta Gainsbourg, es una esposa que tiene la intuición de que su marido la engaña, lo que le induce un nivel importante de ansiedad y angustia. En ese contexto se acerca a una tienda de discos y se pone a escuchar música con auriculares. Entonces aparece el apuesto Johnny Depp, que hace lo que se llama un cameo en la película. No queda claro si es una escena real o soñada, incógnita que se resolverá al final del film. Pero el despliegue de gestualidad que intercambian ambos es impagable. De la música hablaremos después. Pinchen AQUÍ y disfruten.

La canción que acaban de escuchar se llama Creep y es uno de los éxitos más sonados del grupo británico de rock Radiohead, ahora un tanto venido a menos. El adjetivo creep alude a la gente que se siente absolutamente en el lugar equivocado, como el proverbial pulpo en un garaje. Podríamos traducirla como raro, extravagante, excéntrico, colgado, friki. Letra y música de la canción expresan bastante bien los problemas existenciales y de identidad que sufren algunas personas, especialmente los adolescentes, y que les llegan a angustiar bastante. Por eso le interesa a Gabrielle. Aquí tienen una parte de esa letra con su traducción

You float like a feather                                               Tú flotas como una pluma
In a beautiful world                                                    En un mundo hermoso
And I wish I was special                                            Y yo desearía ser especial
‘Cause you’re so fucking special                               Porque tú eres tan jodidamente especial
But I’m a creep                                                           Pero yo soy un colgado
I’m a weirdo                                                               Un bicho raro
What the hell I’m doing here?                                    Qué coño estoy haciendo aquí
I don’t belong here                                                     Yo no pertenezco a esto.

No me digan que no han sentido nunca una sensación similar en determinados lugares. Esta Semana Santa he vivido una escena en la que me he sentido un auténtico creep. Como saben, decidí quedarme en Madrid y pasar de otros planes. Simplemente dejar fluir el tiempo. Let’s flow. Terminar de ponerme al día con la serie Fariña, listo para seguirla a partir del miércoles que viene en Antena 3. Avanzar en la lectura de Mundo Extraño, de José Ovejero, que analizaremos con el autor en la próxima sesión de Billar de Letras, el 3 de abril (por cierto, a José Ovejero le conocí en una sesión similar en Bruselas, que quedó reseñada en el blog, con motivo de una de mis visitas a la capital de Europa). Madrid es perfecto en Semana Santa, como en agosto. Sólo hay una pega: que muchos bares, tiendas y negocios están cerrados.

El martes, por ejemplo intenté quedar con mi hijo Kike en las Bodegas Rosell para comer, pero estaba cerrado. Acabamos en un restaurante peruano en la calle Téllez, en donde me obsequié con un anticucho, plato confeccionado con finos filetes de corazón de vaca o de buey, cocinados con una salsa muy especiada. Ayer, Viernes Santo, dediqué la mañana a visitar Madrid Río con un grupo de jóvenes colombianas de visita en Madrid, a las que había prometido hacer de cicerone a petición de una amiga común. Las tuve embelesadas más de tres horas y al final me invitaron a comer en la Cantina del Matadero, donde nos zampamos un guiso intercultural de carrillada desmigada y cocinada en una salsa de fuertes acentos aztecas.

Este es el mundo cosmopolita en el que tanto me gusta vivir y en el que un ciudadano del mundo como yo puede dar rienda a su curiosidad y ganas de aprender sin que nadie le presione con murgas identitarias. Aquí nadie me obliga a proclamar que me gusta el chotis, o la muñeira, o la sardana. Aquí se permite que cada uno se exprese como le venga en gana. En el Retiro, todos los sábados se reúne un grupo de catalanes que organizan unas sardanas muy concurridas, sin que nadie les abuchee ni les tire tomates. Un poco más allá, otra peña hace tai chi. También hay espacio para celebraciones más casposas, como desfiles militares, o procesiones. Creo que nunca había asistido a una procesión en Madrid. Hasta el otro día. Y les puedo jurar que me sentí completamente creep. Se lo cuento.

Era miércoles santo a media tarde y había subido a la sede de Apple en la Puerta del Sol. Resulta que tengo un Ipad, cuya funda imantada está realmente hecha una porquería con la tela medio arrancada y deshilachada. La típica tarea pendiente que se hace en semanas como esta. Pensé que tal vez encontrara una funda nueva. Pretensión vana: el modelo que yo tengo ya no se fabrica, me dijeron que me comprara uno más actual. No pienso hacerlo, recurriré a los chinos y, si no encuentro una funda que me sirva, continuaré sin funda. En la Puerta del Sol suele haber diversos saraos, como mariachis mejicanos, magos, grupos tocando carnavalitos andinos, cuadrillas de breakdancers. Y, siempre, una partida patética; un grupo de unos quince ancianos que caminan en círculo tras una bandera republicana, recitando una y otra vez un mantra, dirigidos por un abuelo con megáfono. Repite el vocero: LOS CRÍMENES DEL FRANQUISMO y todos los catecúmenos corean: NO-PRES-CRIBEN. Así un día y otro.

Pero esa tarde no había nada de eso. Esa tarde la plaza estaba abarrotada por un personal bastante homogéneo, compuesto sobre todo por señoras emperifolladas como si fueran de boda, familias con los nietos también vestidos de domingo, media de edad muy alta y una expectación indisimulada sobrevolando el gentío. A mi lado, una señora se tropezó y tuve la suerte de sujetarla al vuelo, cuando ya se precipitaba contra el suelo. Era una mujer regordeta, miope, de aire maternal. Me miró con agradecimiento desde detrás de los culos de vaso que usaba por lentes. Iba bien maqueada, con un abrigo gris cruzado de cuello de piel, pañuelo violeta y una permanente de peluquería, con mechas claras discretas. A ojo de buen cubero, le calculé unos setenta y tantos. Hacía muecas de dolor, se había torcido un poco el tobillo, dijo. Le pregunté si quería que la acompañara a una casa de socorro o algo así y, con un gesto como el de una paloma que recompone el plumaje porque tiene frío, dijo con orgullo: –Gracias, caballero, pero no es nada serio. Yo he salido a ver la procesión y la voy a ver de todas-todas.
 
–¿Así que hay una procesión? –pregunté ingenuamente. Me miró como si fuera una especie de extraterrestre y enfatizó: –¡La hermandad del Cristo de los Gitanos! Le agradecí el dato y, de corrido, me propuso que la ayudara a acercarse a la primera fila, que es lo que estaba intentando cuando se había tropezado. Asentí, se colgó de mi brazo y empezamos a infiltrarnos en la masa, diciendo cosas como a ver un momentito, dejen paso a esta señora que se ha lastimado, etc. No nos costó demasiado acceder a un espacio libre lineal, que se abría en el centro de la Puerta del Sol.  Y allí estuvimos un buen rato esperando. La señora cotorreaba todo el rato con datos que no me interesaban demasiado. Me habló de su familia, de que estaba jubilada, que no le iba mal en la vida, bienestar que atribuía a la intercesión del Cristo, al que era muy devota. Iba a identificarme como no creyente, pero pensé que para qué.

Por el espacio libre circulaban arriba y abajo policías municipales, voluntarios con chaleco amarillo, tipos con transmisores de radio, un gordo que no se podía ni abrochar el chaleco dirigiendo el cotarro. La espera fue interminable y no crean que no me entraron ganas de largarme, pero me sentía vagamente obligado a no dejar sola a aquella señora tan correcta y confiada. Además iba muy perfumada con un aroma agradable (si hay algo que no soporto es a los viejos que huelen mal). Por fin vimos venir el cortejo. Un par de motos de los municipales confirmando la anchura del espacio, una doble hilera de nazarenos con capirotes morados y grandes velones prendidos. Detrás, el Cristo, en mi opinión sin demasiado valor artístico. Tras él, una banda musical con uniformes entre macero y guardia civil del XVIII, arrancándose con un pasodoble bizarro y retrechero. Llevaban el paso a hombros y lo bailaban al son del pasodoble.

Dudo que haya un espectáculo más aburrido. Cada poco la comitiva se para y hay que esperar a que se ponga otra vez en marcha. Las cuadrillas de nazarenos están comandadas por un tipo vestido de la misma guisa, que todo el rato camina arriba y abajo, controlando cada detalle. Me acordé de un viejo chiste de mi infancia. En un momento dado, el comandante de los nazarenos descubre que uno de los cofrades lleva un lacito naranja en la punta del capirote y lo aborda escandalizado: –¡¡Hermano!! ¡¡Que lleva usted un lacito naranja!! –Claro que sí, señor –responde el otro impertérrito–, es que esta procesión dura toda la noche, luego viene mi mujer a traerme la cena y el año pasado se la dio al de detrás. Ese era el chiste. El personal aplaude determinadas músicas, la forma en que los costaleros levantan el catafalco después de cada parada, el baile de la imagen. Detrás del paso van una serie de personajes de paisano, uno de ellos, muy serio, llevando al hombro una escalera portátil de aluminio. Le pregunto a la señora si sabe para qué es y me dice que ni idea.

A continuación otra doble hilera interminable de nazarenos. En medio, monaguillos y monaguillas, todos sonrientes y sonrientas, unos esparciendo incienso, otros portando estandartes que, más que plateados, parecen forrados con envoltorios del chocolate. Hay algunos tipos con aire de fuerzas vivas franquistas y, en medio de ellos, el señor Pedro Corral, concejal del PP, que lo fuera de Cultura en tiempos de Ana Botella, periodista ocasional del ABC. Menos mal que no me ha reconocido, menudo papelón. Le pregunto a la señora si falta mucho y vuelve a enfatizar: –¡Hombre! ¡Falta la Virgen! Claro. No sé cómo he podido dudarlo. Al final, aparece por el fondo, la imagen de blanco sobre una pirámide de velas de tamaños menguantes. Muy vistosa en plena anochecida. Detrás otra banda, ésta vestida de civil y la ambulancia del SAMUR cerrando el cortejo con todas las luces al viento, pero sin sonido.

Le pregunté a la señora si vivía muy lejos. Me dijo que en Amor de Dios. Me quedaba de camino y ofrecí acompañarla. Aceptó al instante. Se cogió otra vez de mi brazo y caminamos cruzando la plaza de Santa Ana con sus terrazas repletas de gente. Cojeaba ligeramente y no cesaba de hablar, pero no voy a reproducir aquí lo que me contó. Las personas confiadas son mi debilidad. Yo podría haber sido un estafador de esos que se aprovechan de las personas mayores para desvalijarlas, pero por alguna razón aquella señora había visto algo en mi cara que le había hecho confiar en mí. Era de noche cuando llegamos a su portal. Con naturalidad me dijo que había hecho torrijas y que si quería podía invitarme a una, con una copita de Terry. Hice el gesto de que no, de ninguna manera, y enseguida añadió que, por supuesto, sin compromiso de ningún tipo. Entonces, con mi sonrisa más encantadora, le dije que en otra ocasión. Le di la mano y nos deseamos buenas noches. Caía ya un viento helado cuando tomé la calle Atocha en dirección a mi casa.

Una reflexión apresurada. Gabrielle tiene su encuentro casual con Johnny Depp y no se sabe si es una ensoñación. Yo también sueño con encuentros casuales con mujeres como Sally Hawkings o Charlotte Gainsbourg. Pero he de asumir que tengo la edad que tengo y que los únicos episodios casuales con los que puedo soñar corresponden a mujeres bastante más mayores. Aparte de que tampoco soy Johnny Depp. El encuentro con la señora de la procesión me dejó todo esto bien claro. Tal vez esa noche se acostó con la duda de si había sido un encuentro real o soñado. En la película Nosotros por la noche (Our souls at night, 2017), una octogenaria Jane Fonda hace realidad sus ensoñaciones llamando una noche a la puerta de su vecino, un no menos anciano Robert Redford. Lo que pasa después no se lo voy a contar. Bastará decir que Jane Fonda está guapísima. Buenas vacaciones.

martes, 27 de marzo de 2018

716. ¡Carallo coa fariña!

Entre la maraña de informaciones suscitadas en torno al chusco final de la saga/fuga de Puigdemont, ha pasado casi desapercibida una noticia bastante singular: la detención de Tania Varela, abogada natural de Cambados, de 44 años, últimamente la única mujer en la lista de los 70 fugados más buscados de la Europol, precisamente la policía europea cuya existencia ha permitido detener a Puigdemont evitando que se sumara a dicha lista. Tania ha sido detenida en Sitges, donde residía desde hace al menos un año llevando una vida discreta, después de haber pasado seguramente por Portugal y Latinoamérica. La historia de esta mujer parece extraída de una serie de TV tipo The Wire o Breaking Bad. Con 27 años la encontramos al frente de una oficina pública de asistencia jurídica a mujeres acosadas o maltratadas. La foto de su ficha de Europol parece que corresponde a esos años.  


Esta chica de aire modosito compatibilizaba su trabajo en esa oficina, dependiente de del Ayuntamiento de Cambados, con el ejercicio privado, en el que empezó a defender a contrabandistas y traficantes de la zona. Y en esas, parece que namorouse de uno de ellos, David Pérez Lago, el hijo de la segunda mujer de Laureano Oubiña. En 2005 era ya su asesor jurídico a tiempo completo y, al poco, ya la tenemos integrada en la estructura financiera del negocio. Casi puedo escuchar el comentario unánime de las barafulleiras de Cambados: ¡Mírala, a mosquiña morta! Poco después estaba procesada por narcotráfico y empezó un largo calvario de juicios y condenas. Pero ya tiene bastante dinero, el anzuelo por el que las personas se meten en esos vericuetos.

En 2007, Tania sale de la cárcel en libertad provisional. Por entonces hay un abogado madrileño que defiende a todo el clan: Alfonso Díaz Moñux. Tania ya ha cambiado el objeto de sus amores y se va a vivir con él, a su casa del distrito de Chamartín. Pero esta fase termina abruptamente cerca de las navidades de 2008: cuando la pareja entraba en el garaje de su casa, unos sicarios le meten a él dos balas en la cabeza. Tania resulta ilesa. Se habló de algún cliente de Moñux descontento con su trabajo o reclamándole alguna deuda. Incluso se insinuaron unos posibles celos de su primer novio. La investigación policial llevó a detener a un grupo de hasta cuatro sicarios, pero ninguno cantó. Fue imposible averiguar quién los había contratado. Como ven, un guión digno de un capítulo de Breaking Bad. AQUÍ pueden leer la noticia de la detención. 




Esta foto es una de las pocas que existen de esta chica menuda, de 1,69 m. de altura. Más adelante, continuó impertérrita sus actividades. En 2011 fue procesada junto a todo el clan delictivo por sus actividades pasadas. Parece que los demás llegaron a acuerdos con el tribunal y fueron condenados a diversas penas. Tania siempre negó toda implicación y agotó todos los recursos legales a su alcance. En 2013, cuando ya existía este blog, Tania tenía que entrar en prisión. Pero había volado. Hasta que este lunes fue detenida en Sitges. Esta menuda narcoletrada se había construido una identidad falsa, pero fue identificada por las huellas dactilares. 

La historia del narcotráfico en Galicia hay que entenderla en un contexto histórico-geográfico. Durante la Guerra Civil se generalizó en la región el estraperlo, a partir de la importación clandestina de productos de primera necesidad, escasos y sometidos a racionamiento, que se traían por la frontera de Orense desde la región portuguesa de Tras-Os-Montes. Portugal no estaba en guerra y era un país con mayor nivel de vida que el nuestro. En los 40 y 50 el nivel de vida en España no ha mejorado mucho, son los años de la autarquía, y el estraperlo florece y empieza a salir de la esfera familiar para generar estructuras comerciales más amplias. Estos clanes pasan ya de los productos racionados a otros menos urgentes, como el tabaco. Sucede también que Portugal empieza a tener problemas en sus colonias africanas, donde están surgiendo movimientos de liberación. Esto hace descender su nivel de vida, fenómeno agravado por la llegada masiva de blancos que vuelven de las colonias, los popularmente conocidos como retornados. Cuando Franco aprueba el Plan de Estabilización Económica (1959), que dará origen al desarrollo industrial en España, Portugal ya es el país con el PIB más bajo de Europa (y nosotros el segundo).

Cuando yo era un adolescente en Coruña, la compra de tabaco de contrabando era algo muy enraizado en la cotidianeidad de la ciudad. Yo empecé fumando Celtas; los vendían en determinados carritos estacionados en esquinas estratégicas, como el del viejo Casal, que tenía un mono titiritero muy travieso: un día le robó las gafas a mi madre y se subió con ellas a lo alto del carro, con cara de pícaro. Casal vendía los Celtas a cuatro por peseta y aun recuerdo el disgusto que me llevé cuando pasaron a ser tres por peseta. Fumarse un Celtas era una aventura incierta porque, de vez en cuando, te aparecía en su interior una de las míticas estacas y había que tirarlo. Pero, si realmente querías dártelas de elegante para impresionar a las chicas, tenías que sacar un Winston (o, como mucho, un mentolado). Y había dos clases de Winston: el de los estancos y el de contrabando.

El Winston de contrabando se distinguía porque tenía una banda azul en la cajetilla y estaba sin duda más bueno. En Coruña, el Winston americano se compraba, por ejemplo, en el Hogar de la Guardia de Franco, un bar que regentaban los falangistas en un primer piso de la calle Real. Cuando uno tenía dinero, por haber estirado la paga, podía acudir allí y pedirlo en la barra. Nadie te preguntaba la edad ni nada por el estilo. En toda Galicia se fumaba ese Winston y algunas otras marcas, como Philip Morris. Y todo el mercado de entrada del tabaco se controlaba desde la zona de Cambados y Villagarcía. Dirigía la organización el mítico Vicente Otero Terito, amigo personal de Manuel Fraga. En Galicia, el contrabando estuvo siempre muy vinculado a la política y al fútbol. Terito fue directivo del Celta y militante de Alianza Popular. Otros personajes de ese momento son Nené Beltrán, que fue alcalde de Ribadumia durante casi 20 años y Manuel Díaz González, alcalde de A Guarda y presidente del Sporting Guardés, al que desde sus años mozos apodaban Ligero, por su habilidad para escapar de la Guardia Civil. Cuando el mercado portugués decayó, empezaron a llegar barcos directamente de Amberes y Rotterdam.

Esta estructura del negocio del contrabando, arraigada en una tradición de varias generaciones, muta hacia el mundo del narcotráfico en los 80, por una serie de razones. Hasta entonces, el contrabando no era delito, sino falta. Si te pillaban en el ajo, te podían inhabilitar o ponerte determinadas multas, pero no ibas a la cárcel. A partir de la llegada al poder de los socialistas en 1982, se modifica el Código Penal, de forma que el contrabando pasa a ser tan castigado como cualquier otro tráfico ilegal. Ya da igual traer tabaco que haschís. Las nuevas generaciones empiezan a traer  cargamentos de Marruecos, a pesar del control que ejercen Terito y los demás jefes de clan, en principio contrarios a dar el salto a las drogas. El beneficio es además mucho mayor. Y entonces es cuando entra la cocaína, procedente de Colombia. Aquí incide también una razón geográfica. Galícia es la perfecta puerta de entrada en Europa para la cocaína colombiana, por sus kilómetros de intrincada y escarpada costa. Supongo que conocen la leyenda: Dios estaba tan cansado después de seis días de creación del Mundo, que se tumbó a descansar en el mar, se quedó dormido y una mano se le cayó en la costa gallega, dando  lugar a las cuatro rías mayores. 

Todo esto se cuenta en la novela Fariña, que hace poco ha sido secuestrada de las librerías, por la denuncia de un presunto narco al que se señala con nombre y apellidos. El libro llevaba ya dos años y medio en las tiendas y ha sido la base de la serie del mismo nombre que este mes ha empezado a emitir Antena 3 y que se ha beneficiado de este último escándalo. La verdad es que, con estos antecedentes, no tenía un especial interés en verla. Pero un amigo de Padrón me advirtió el otro día de que es cojonuda y ya he visto los cuatro primeros episodios. Estoy a la espera de que saquen el quinto. La serie está muy bien, cuenta con precisión lo que pasó en ese preciso instante en que se pasa del contrabando al narco y está centrada en las figuras de Terito, Laureano Oubiña, los Charlines y Sito Miñanco, el joven de Cambados que finalmente dará el salto cualitativo. Los personajes están muy bien dibujados, los diálogos son exactamente los que yo escuchaba de pequeño en bares y tiendas, con el acento y los giros lingüísticos fielmente reproducidos.

Y hay algo ciertamente admirable en Fariña: el casting. Han buscado unos actores que se parecen mucho a los personajes reales, que actúan y hablan como ellos. Yo no sé de dónde han sacado al actor que interpreta a Terito, pero es impresionante: en mi infancia he conocido a muchos personajes con el mismo aspecto, la misma forma de vestir, los mismos gestos y la misma forma de hablar. Por supuesto, los paisajes, los escenarios y toda la parafernalia gallega son auténticos. Y la música está basada en Siniestro Total, Os Resentidos y todos los grupos de la movida viguesa. Es una serie muy recomendable, se nota que sus guionistas conocen The Wire y otras series similares. Y es sencillo ver los cuatro episodios emitidos, en el podcast de Antena 3, como yo he hecho. Lo único que necesitan para verla es tiempo.

Tiempo es lo que me sobra a mí esta semana, que me he tomado de vacaciones. Ayer subí al cine a media tarde. Era la primera vez que iba a los cines Ideal, desde que los han vuelto a abrir tras la reforma. Saqué la entrada con antelación y me fui a hacer tiempo a La Casa de Las Torrijas, el legendario bar de la calle de la Paz, por detras de la plaza Mayor, donde me obsequié con una torrija y un vino dulce. Después vi La Forma del Agua, una película de la que ya está todo dicho. A mí me gustó mucho, especialmente por la presencia de Sally Hawkings, una actriz maravillosa, a la que llevo siguiendo desde Blue Yasmine de Woody Allen. Hemos empezado este post con una mujer menuda y vamos a acabar con otra mujer menuda (1,57), aunque cien veces más expresiva y sugerente. Si no me creen, vean la foto que les dejo de regalo. Sean buenos.



sábado, 24 de marzo de 2018

715. Això fa figa

Para los que no la conozcan, la frase que encabeza este post es una expresión del slang callejero de Barcelona y otros lugares de Cataluña, que viene a significar algo así como vamos de culo, esto se hunde o se acabó el pastel. Lo que pasa es que, por desgracia y contra lo que ustedes mis lectores esperarían, mi comentario no se refiere tanto al prusés como a nosotros, España en su conjunto. Ya saben que, a lo largo de cinco años, he mantenido una posición contraria frontalmente al independentismo. Es una cuestión de principios: cualquier propuesta que vuelva a las banderas, las patrias, las fronteras, la subdivisión del territorio para que en cada trocito gobiernen a su antojo políticos sin talla, dispuestos a sentirse importantes al frente de sus reinos de taifas, me tendrá siempre en contra. En ese sentido ya les he expuesto alguna vez mi propuesta: no sólo Cataluña no debería separarse, sino que deberíamos unirnos con Portugal, para formar una poderosa Iberia, el sueño de Saramago. Un país heterogéneo y luminoso, cuya capital natural sería, por supuesto, Lisboa, la ciudad más adecuada para ostentar ese rango. Así, de paso, acabaríamos con la fastidiosa y estomagante pugna entre Madrid y Barcelona, que quedaría reducida a un pique futbolístico.

Pero las pulsiones disgregadoras seguirán amenazándonos, hasta que la Humanidad se tome en serio que los nacionalismos son sentimientos y movimientos que van en contra del progreso, que van hacia atrás, que son tan perversos como el machismo, el tabaco o los coches en las ciudades. Mientras eso no esté claro, seguirán sucediendo cosas como el Bréxit, la elección de Trump, o la deriva catalana que, para mí, comparte sesgo ideológico con ambas. Esa es la postura que yo llevo sosteniendo desde hace cinco años en mi blog, primero como una voz en el desierto, luego algo más apoyado. No hace falta que aclare que esta postura, que mantengo al 100%, no tiene nada que ver con esa otra tendencia nacionalista española, no menos cazurra y cerril que la catalana, que podríamos simbolizar en la profusión de banderas nacionales en las ventanas de todas las ciudades (provocada precisamente por el miedo que suscitaba el prusés, cuando parecía algo serio y peligroso). Por cierto, no sé a qué esperan para quitarlas de una vez, la derrota del prusés es meridiana y las banderas ya no pintan nada en los balcones de nuestras calles.

Ya dejé escrito que mi única patria es el rock and roll. Y, desde esta posición, yo creo que sería hora de ir buscando puntos de encuentro y soluciones de futuro, un futuro en el que estamos condenados a seguir conviviendo todos, los catalanes y los demás, porque ya les dejé demostrado también que el capital multinacional que gobierna nuestro mundo no va a dejar que se alteren las fronteras españolas, y por eso se han ido las empresas de Cataluña, lo mismo que se fueron del Quebecq y se están fugando, más discretamente, de Gran Bretaña. Políticamente, también es una locura separarse: el día que nos ataquen los chinos o los rusos (no con misiles, sino económicamente), nos defenderemos mejor juntos. Buscar puntos de encuentro, digo. ¿Cuáles? Pues ni idea. No soy un analista político y la situación ha llegado a un punto bastante difícil.

Haciendo uno de estos ejemplos que tanto aparecen en mis escritos, los catalanes se han comportado como esos niños que tratan de llamar la atención del padre diciendo: a partir de ahora no respiro. O cualquier otra autolesión o autoamenaza. Enfrente han encontrado la nada por respuesta. La ineptitud y la vagancia extrema de Rajoy de Moncloa. Y han profundizado en sus amenazas hasta que han llegado a un punto en que ya no han podido retroceder, porque habían abierto la caja de Pandora de los sentimientos excluyentes, y habían conseguido ilusionar a dos millones de gentes confiadas en que lo imposible era posible. Incluso habían llegado a creerse su propia fábula. Por cierto, los impulsores de ese desatino, como Pujol, Mas o Carles Viver Pi-Sunyer, no están en la cárcel, que yo sepa. ¡Ah! Que no saben quién es el tercero de ellos. Pues les recomiendo que lean el retrato suyo que mostraba hace un mes mi admirado Jaume Reixach en El Triangle, que pueden consultar AQUÍ.

Y, desde ese enfoque general, ¿cuál es mi opinión sobre la entrada en prisión de otros cinco prusesistas decretada ayer por el juez Llarena? Pues la voy a explicar. En primer lugar, es algo que me entristece; no me alegra para nada (hay gentes que sí se alegran, pero no es mi caso). Yo no puedo alegrarme de que alguien vaya a la cárcel; me puede resultar indiferente, o parecerme merecido o adecuado. Pensemos en el próximo trance del señor Urdangarín: a mí su entrada en el trullo no me proporcionará ninguna satisfacción añadida. Aunque piense que es un castigo necesario y merecido. En segundo lugar, si vamos a lo práctico, es decir a la antedicha necesidad de tender puentes y buscar lugares de entendimiento entre las partes enfrentadas, pues me parece que es bastante poco útil, que va en el sentido contrario de una solución final justa y admitida por todos. Veremos si no tiene la virtud de encender de nuevo los sentimientos antiespañoles, que se estaban debilitando por puro hartazgo. Toquemos madera.

Así que UNO, no me alegra; DOS, no me parece útil ni práctica. Pero hay otros dos matices por los que me desagrada y estos son más de fondo. TRES, no me parece una decisión proporcionada. Con los debidos respetos, Rull/Turull, o Dolors Bassa no son sino secundarios de lujo en esta película. ¿Dónde se van a parar los jueces? Ya puestos, ¿por qué no encarcelar también a los que escondieron las urnas en sus casas, o a los ujieres que abrieron de madrugada las puertas de colegios y dispensarios para instalar los puntos de votación? Un poquito de mesura, por favor. Y CUATRO. Yo no me he leído el acto del juez Llarena, pero parece claro que adolece de un empecinamiento de partida en decantarse por el delito de rebelión, frente al de sedición, que comportaría unas penas más o menos de la mitad. ¿Cuál es la diferencia entre ambos? Pues, según se dice, que las cosas se hayan hecho con violencia.

Este es un punto controvertido. Parece que el juez se basa para dictaminar que hubo violencia, en el hecho de que los mossos advirtieron a Puigdemont y Junqueras de que, si seguían adelante con su referéndum, muy probablemente se producirían disturbios graves en las calles con víctimas potenciales. Y que ambos desoyeron esta advertencia y siguieron adelante. Es decir, que esto hay que considerarlo rebelión, no porque haya habido violencia, sino porque podría haberla habido. Porque lo cierto es que, el día de la votación, la única violencia que hubo fue la que protagonizaron los antidisturbios, atizando porrazos a ancianos y jóvenes que sólo pretendían votar en una consulta convocada por su gobierno regional.

Duplicar la petición de condena por un argumento en condicional, parece un poco cogido por los pelos. Un tipo al que detienen borracho al volante, suelen condenarlo por un delito de imprudencia y contra la seguridad de los peatones. No le acusan de asesinato alevoso porque “hubiera podido atropellar a alguien”. El hubiera no ha sucedido y, por tanto, no existe, como dice mi amigo Diego, desde Tijuana. Yo confío en la justicia y espero que en el juicio a esta gente se adopten decisiones justas y proporcionadas. No pretendo hacer críticas a la Justicia (Dios me libre) pero, si el auto del juez contiene argumentos cogidos por los pelos, es muy posible que a lo largo del juicio se vengan abajo. Que la cosa faci figa també. Algo que no conviene para nada.


Queda el lado humano. La cara desolada de Turull, apenas conteniendo el llanto, me parece conmovedora. Es algo que no me ha suscitado nunca el abatido Urdangarín. No nos han explicado cómo era la parafernalia del trámite de ayer, parece que entran en el tribunal dos veces, la primera a declarar y la segunda a escuchar la resolución (de esta segunda no salen ya). ¿Qué hicieron entre ambas? ¿Tomarse un café? La foto que ven arriba es la de Rull/Turull, el viejo estribillo de Lou Reed, y corresponde a la primera entrada en el tribunal. Yo los tenía por dos tipos clónicos, hasta que contemplé esta foto, donde se ve claramente la diferencia. Rull mantiene la entereza, hasta un cierto buen humor. Recuerden que este señor fue el que dijo al salir del trullo que la comida era un poco flatulenta, un rasgo de humor muy catalán. Pero Turull está realmente devastado, a pesar de los gestos de ánimo de su compañero.




Estas otras fotos corresponden a la segunda entrada en el Supremo. Aquí, todos saben que ya no van a salir, y Turull, arropado ahora por su familia, se derrumba. Se le viene el mundo encima. Este señor no está fingiendo ni haciendo teatro. Seguro que en su cabeza maldice el momento en que se dejó engañar y se metió en una aventura por la que va a pagar un precio muy alto (el ya sabe lo que es estar un mes en la cárcel) y por la que nada le va a compensar, ni siquiera se lo agradecerán debidamente. Con esta imagen, repito el resumen de mis sentimientos: un día triste, una decisión nada útil y (siempre en mi modesta opinión respetuosa con las leyes), desproporcionada y tal vez cogida por los pelos.

Pero, como este es un blog siempre positifo/nunca negatifo, no puedo despedirme con este sentimiento devastado, así que les añadiré el análisis certero de un comentarista italiano, que me han enviado por Facebook: hasta ahora, dice este señor, todas las revoluciones se habían montado proclamando que su objetivo era hacerse con el poder. Pero los que han montado el quilombo catalán ya estaban en el poder. Han hecho una revolución para perderlo.

Asombroso. Y continuará. Ahora mismo la situación camina hacia unas nuevas elecciones, que serían a final de mayo, según he leído. ¿Qué pasará entonces? ¿Volverá a haber dos millones de votantes a favor de seguir al lío? Cosas veredes, amigo Sancho, como nunca dijo El Quijote. Sean buenos.

miércoles, 21 de marzo de 2018

714. Las pensiones

El asunto de las pensiones está explotando y esta es otra de las materias en las que me he adelantado en el blog. Ya saben que me gusta presumir de ver las cosas antes que los demás, pero eso es precisamente porque normalmente no cazo casi nada al vuelo, me pillan todos los temas por sorpresa y soy un negado anticipando lo que va a suceder. Cuando se cumple algo que pronostico, me pongo muy contento, me pongo hasta tonto, como en el asunto del Dépor. Fui al campo de Riazor en enero y allí, de pronto, tuve la intuición de que estaba ante el peor equipo de Europa y supe que nos íbamos de cabeza a segunda división. Desde entonces no ha ganado ningún partido. En este tema me gustaría estar equivocado, pero está claro que el vudú de Seedorf no ha dado resultado y, ahora mismo, esto no lo remedia ni San Benitiño de Lérez. Los milagros tienen un alcance limitado, para que suceda un milagro hace falta una mínima base de partida. Un equipo que juega tan mal como el Dépor no puede esperar milagros. Ya conocen la frase del recientemente fallecido Stephen Hawkings: hasta los que creen firmemente en la infalibilidad del destino, miran antes de cruzar la calle.

Estábamos con las pensiones. El año pasado, por una casualidad, recibí una información e intuí lo que se nos venía encima. Rajoy de Moncloa tiene aprobado desde diciembre de 2013 un cambio en el sistema de actualización de las pensiones. Hasta ahora se revalorizaban por el IPC, el índice del coste de la vida. Pero, a partir del 1 de enero de 2019, el sistema será otro y entrará en vigor el coeficiente de sostenibilidad, aprobado en la antedicha Ley y sólo pendiente de un Reglamento a elaborar este año, que determinará en detalle cuál es el recorte que nos dan. El año pasado yo estaba pensando en jubilarme y acudí a la Seguridad Social a que me explicaran qué estaba pasando. Tuve la suerte de dar con una señora que me lo contó todo. Y con sus explicaciones elaboré el Post #665, La tercera decisión. Allí, yo me sorprendía de que estuviéramos todo el rato hablando de Cataluña y otras nimiedades, mientras nos colaban semejante gol. Por cierto, algunos compañeros han repetido luego la gestión en la Seguridad Social y no les han contado nada, se ve que dieron con funcionarios menos empáticos.

Yo creía que el tema iba a salir a flote a finales de este año, pero lo cierto es que estamos todavía iniciando la primavera y el asunto ya es tremending topic. Nos queda un largo año de ancianos cabreados vociferando por las calles. El pasado fin de semana, por ejemplo, menudearon las protestas. El sábado hubo tres manifestaciones en Madrid, una amparada por el PSOE, otra por Podemos y una tercera contra la llamada Ley Mordaza. Esta dispersión generó comentarios despectivos entre los medios de la derechona: los izquierdistas, divididos como siempre. Pero no se dieron cuenta de que todas las manifestaciones que se convocan en esta ciudad tienen invariablemente un componente común que las unifica: todas pasan por Atocha. El sábado me habían invitado a comer y bajé a la calle en torno a la una del mediodía. Pensaba ir en coche a mi cita, pero sacar el coche del garaje se convirtió en algo tan imposible como la salvación del Dépor. Así que me tuve que ir en Metro. Antes anduve un rato en medio del gentío, me encontré a una amiga jubilada que se puso muy contenta pensando que yo era también un manifestante (apreciación de la que no la desengañé) y hasta escuché uno de esos gritos coreados que tanto me gustan: Rajoy, canalla, que robas a las yayas.

Qué decir de este problema monumental. Pues que tiene muy mal arreglo. En 2007 entramos en una crisis económica de la que todavía no está claro si hemos salido o no. Hay que recordar que la crisis vino desde fuera, de los Estados Unidos, con el colapso de las hipotecas subprime, aunque es justo reconocer que el tema nos pillaba en situación de debilidad, por la dependencia de nuestra economía del sector inmobiliario, entonces en plena burbuja. Pero la crisis vino de factores exógenos. Y la afrontamos con duras medidas de ajuste, que Rajoy de Moncloa aplicó sin pestañear. No creo que un Zapatero lo hubiera hecho diferente, excepto por la previsible cara de pena, escasa claridad del discurso y profusión de excusas. Resultado: las medidas de ajuste se han cargado el mercado laboral, tal como lo habíamos conocido en las últimas décadas. Ahora mismo, las condiciones de contratación y despido están a niveles tercermundistas. O, para no ser tan drásticos, a niveles eslovacos (ya saben que buena parte de la industria del automóvil se ha deslocalizado a ese enclave rural en el centro de Europa).

En cuanto a los sueldos, basta con un dato. El adjetivo mileurista nació como peyorativo antes de la crisis. El que ganaba sólo 1.000€ era un auténtico pringao. Ahora mismo, el chaval que gana 600€ es un potentado. Porque el común de los mortales (jóvenes) está ganando apenas 400. Incluso han conquistado las mentes de nuestros jóvenes. Mis hijos ven normal que los trabajos que les ofrecen (universitarios los dos) sean en precario; que los puedan echar en cualquier momento. Dicen que eso del trabajo fijo como el mío era una especie de momio insostenible que antes o después tenía que desaparecer. Qué curioso cómo cambian las cosas. A mí, a su edad, me vendieron el puesto fijo como una conquista de la clase trabajadora, en su lucha por mejorar sus condiciones de vida.

Pero esa situación tiene una consecuencia inmediata. En un mundo cada vez más envejecido, el volumen de cotización de los jóvenes, con sus trabajos de mierda, no permite pagar las pensiones de los mayores, cada vez más numerosos. El sistema es inviable y estallará antes o después. Se trata de un sistema diseñado cuando había poco más de 5 millones de pensionistas, antes de la crisis. Teníamos también, en grandes cifras, tres trabajadores por cada jubilado. Tras diez años de crisis, los pensionistas se acercan ya a los 10 millones, porque están llegando a viejos los del baby-boom. Y la proporción ahora es de dos trabajadores por cada pensionista. Estamos al borde del abismo, como el tipo de la foto de abajo. Haciendo una proyección de las magnitudes contempladas, en unos años tendremos 15 millones de pensionistas y casi uno por cada trabajador. Lo dicho: imposible.


Pero, a medio plazo, todo esto tiene otra derivada aun más perversa: la gente joven, en la situación actual, no puede formar una familia. Los jóvenes soportan tres factores: 1.-Un paro juvenil altísimo, el doble de la media europea, 2.- Unas condiciones de precariedad máxima (35% de contratos temporales) y 3.- Los ya citados sueldos de mierda. Hay que estar muy loco o ser muy inconsciente para tener un hijo en estas circunstancias. Con lo cual, la natalidad está también cayendo en picado, un factor que hará todavía más inviable la existencia de un sistema de pensiones públicas como el que teníamos hasta ahora. Si a día de hoy no funciona porque los jóvenes tienen poco trabajo, precario y con sueldos bajos, en no mucho tiempo fallará porque ya no habrá ni jóvenes.

Dicho lo cual y a la vista de que ya estoy alcanzando el tamaño crítico de mis posts, pues les voy a dejar aquí. ¿Cómo? ¡Ah! Que lo que ustedes querían es que les contara cuándo me voy a jubilar. ¡Pero mira que sois ustedes-vosotros cotillas, joé! Eso ya se lo cuento otro día. Estoy madurando la cuestión y tengo tiempo para ello hasta septiembre (si quiero irme antes de que Rajoy de Moncloa aplique sus condiciones de sostenibilidad). De momento, lo más indicado es que ustedes y yo nos sumemos a las manifestaciones de jubilados que se organicen, al grito de ¡AL LÍO! Para mí no es mucho problema, total, todas pasan por Atocha, sólo tengo que bajar la escalera. Rajoy de Moncloa es el que ha montado este quilombo y hay que ir a por él.



Los abuelos abarrotaremos las calles puño en alto y derribaremos el sistema. Como alguien ha dicho, en mayo de 1968 los jóvenes salimos a la calle y la liamos parda. 50 años después haremos lo mismo los viejos (o sea, los mismos). Seremos el Ejército de la Nación Siete. Batallones de esqueletos avanzando marciales con la enseña del Rayo Vallecano (por cierto, el Rayo avanza con ese mismo paso firme rumbo a la Primera División: ya tengo equipo al que apoyar el año que viene). Para saber de que hablo han de ponerse el vídeo que les dejo de regalo. Súbanle el volumen: es uno de los riffs más poderosos de toda la historia del rock.  



sábado, 17 de marzo de 2018

713. Acerca del capitalismo

Llevo ya dos noches con el helicóptero en el cogote a cuenta de los disturbios en Lavapiés, que está, como quien dice, por el lado de estribor de mi casa, según estoy sentado escribiendo. Llueve finito, como en las tres últimas semanas, un tiempo gallego que me lubrica las membranas físicas y mentales, que llena los pantanos y limpia las calles del centro urbano de vómitos de borrachos, meadas de incívicos y cagadas de perro, además de espantar a los vocingleros nocturnos que con tiempo seco suelen entonar sus cánticos de madrugada al pie de mis ventanas. Vivir en el centro con tiempo lluvioso es una delicia. Ayer, por ejemplo, salí a las 7 en dirección a la calle del Pez-27, treinta minutos de trayecto a pie (y luego otros treinta de vuelta). No llevo nunca paraguas, sino capucha para protegerme la cabeza del chirimiri y los chaparrones ocasionales. Supongo que conocen el chiste del gallego: ¿entonces en su tierra están todo el tiempo con el calabobos? ¡Ay no señor, no! Allí no hay eso. Allí lo que tenemos es orballo. Como desvela Roberto Bolaño en El gaucho insufrible, en la Pampa profunda los abuelos suelen despedirse entre ellos con esta frase: que le llueva finito.

Bajo esa lluvia finita me llegué a la dirección reseñada, donde se sitúa la librería Cervantes y Compañía. Allí presentaba su primer libro de relatos mi amiga María José Beltrán. El libro se titula Lo llamaré frontera y no lo he leído todavía, obviamente, pero se lo recomiendo sin dudarlo. María José escribe una prosa profundamente poética, con presencia continua del reino vegetal, árboles, flores y plantas de todas clases en unos relatos evocadores, con un punto onírico, llenos de nostalgia y sensibilidad. Es una alegría que una colega consiga por fin publicar. María José tiene unos 50 años, dos hijos, es profesora de instituto y lleva la bondad y la benevolencia en su rostro. Nunca se le había ocurrido escribir hasta que hace unos años se quedó completamente sola un mes de julio entero, y se defendió de esa situación, que nunca había vivido antes, poniéndose a escribir cada día sin un objetivo específico.

A la vuelta de mi excursión literaria seguía el helicóptero en posición cenital sobre mi terraza, tal vez para vigilar que no se desatasen de nuevo las hostilidades. No quiero opinar sobre lo ocurrido en Lavapiés, un mantero que se muere de un infarto, un bulo difundido por las redes (me resisto a llamarlas sociales) y la llama de la ira que prende entre gente previamente cabreada por su situación de marginación. Con perdón de la comparación, es lo mismo que cuando en Afganistán o Pakistán, alguien difunde que, en un país lejano, han publicado unas caricaturas de Mahoma. Inmediatamente las calles se llenan de gentes indignadas que, aunque no han visto tales caricaturas, montan tremendo quilombo, frecuentemente con varios muertos. Aquí, como gracias a Dios estamos en otro nivel, no ha habido más muertos que el pobre mantero. Sólo una serie de vidrieras de banco y mobiliario urbano destrozados.

Me quedo sólo con la afirmación del Concejal del Distrito Centro: el mantero muerto es una víctima del capitalismo. Estoy de acuerdo (no esperarán que me ponga en contra de un miembro del equipo político que gobierna la institución que me da de comer). Pero me permito una matización: el mantero es una víctima del capitalismo, pero no es un caso excepcional. En realidad, todos somos víctimas del capitalismo. Y puedo decirlo después de haber estado en el corazón del monstruo: la feria MIPIM, de Cannes. No había acudido nunca a esta feria y creo que es algo que merece la pena hacer, al menos una vez en la vida, para entender lo que está pasando. Les cuento. Hace ya unos meses que Hélène Chartier nos dijo desde Nueva York que C40 había reservado un día en el MIPIM para presentar internacionalmente el programa Reinventing Cities. Y que era conveniente que Madrid estuviera representada allí. La presentación tenía dos partes, un acto con diversos alcaldes por la mañana y otra de altos cargos políticos por la tarde.

No puedo dar demasiados detalles al respecto (ya lo contaré todo, si viene al caso, cuando me jubile), pero, por resumir: en el acto de los Alcaldes no hubo nadie por parte de Madrid. Y en el de por la tarde estuve yo, al lado de los vicealcaldes de París y Milán y otros altos cargos de Oslo, Rejkyavik y Montreal. El acto de la tarde era a las 18.30 y nosotros (M. y yo) llegamos a la feria a las 13, así que tuvimos tiempo de pulular por allí y ver el ambiente. El MIPIM es la mayor feria inmobiliaria del mundo y dura una semana. La inscripción cuesta 1.900€ por persona. Nosotros conseguimos unas acreditaciones gratuitas para un solo día (si no, no venimos). Esa acreditación es un vale de entrada en el paraíso del capitalismo. En realidad, ya empezamos a pulsar el ambiente en el tren que nos llevó desde Niza, donde estábamos alojados. El vagón ya iba lleno de tipos encorbatados, con los mismos trajes azul-oscuro-casi-negro.

En la estación central de Cannes nos bajamos y seguimos al pelotón, no había posibilidad de perderse, la ciudad vive de estos saraos, como el Festival de Cine y otros similares. Con la acreditación al cuello, uno pasa las barreras de seguridad y accede al jardín del edén del capital. Hordas de tipos clónicos circulan por allí poniéndose ciegos a beber y comer (todo es gratis, siempre que hayas conseguido entrar). Abajo les pongo unas fotos para que comprueben que todo lo que les cuento es real, que no fue un mal sueño. El personal está casi en exclusiva compuesto por varones blancos con las señales que exteriorizan su pertenencia a la clase social más alta. Las mujeres no creo que alcancen el 20% de los asistentes. No sé si me van a creer, pero estuve por allí todo un día y no vi un solo negro y casi ningún asiático. Eso sí, los tipos son de todas las edades. Hay viejos y jovencitos, con los mismos trajes oscuros, porque esta es una clase endogámica en la que los hijos heredan los negocios.

También es fácil observar que todos se conocen, que vienen aquí año tras año, que están muy contentos y se dan grandes abrazos cuando se encuentran y se reconocen. Al parecer, hay otra gran feria mundial en Munich, pero es muy diferente. En Munich, los stands forman una cuadrícula perfecta y, si te dicen que el pabellón español está en la posición H-4, es muy sencillo encontrarlo. En Cannes, la distribución es latina, caótica, orgánica. Los stands se desparraman por el paseo marítimo formando un laberinto que incluye diversos yates gigantescos estibados en el muelle, que se alquilan para la feria. Por ejemplo, el pabellón de la República Checa, estaba en uno de esos yates. Hay diversas rutinas que se repiten año a año, por ejemplo, todo el mundo se va a comer al pabellón de Munich. Allí te pones en una primera cola para que te sirvan una salchicha bratwurst y un bretzel partido en dos y puesto a la plancha. Y en otra cola te dan una pinta de cerveza, pudiendo elegir entre lager o weiss beer.

Desde luego que hay salas de reuniones tranquilas y cuartos vips, en donde se cierran negocios y se establecen relaciones comerciales decisivas para los mortales como ustedes y yo. Y que hay diversos actos y conferencias interesantes que se anuncian debidamente y que justifican el venir a este lugar. Pero mi pálpito al ver el panorama interno es que eso son sólo excusas; que el verdadero objeto del sarao es lo otro, el entrar en ese mundo soñado, donde los capitalistas de las diferentes edades se encuentran en su salsa y disfrutan como gorrinos, en un entorno seguro en que la comida y la bebida son gratis y nadie impide que te pongas varias veces a la cola de las bratwurst, como observamos que hacía un gordo al que la camisa le sobresalía por fuera del pantalón azul-oscuro-casi-negro. Aquí las fotos prometidas.





La feria se cierra cada día a las 20.00 y el personal  se derrama por las calles de la ciudad, donde abarrota los restaurantes y bares hasta altas horas de la noche. He de precisar que el miércoles fue un día de sol en medio de una semana lluviosa, así que pudimos asistir al espectáculo más auténtico y fastuoso. En medio de este universo, cada pabellón es un mundillo cerrado con características propias. En el Spanish Cluster (así se llamaba) el 80% del espacio es de la Comunidad de Madrid, que muestra todo el tiempo imágenes de la Plaza Mayor, la Gran vía y otros lugares de la ciudad. Para esta gente Leganés, Getafe o Aranjuez no existen. Directamente compiten con nosotros, el Ayuntamiento, y por eso nos llevamos tan mal (otro día detallaré la hostilidad con la que fuimos recibidos).

El 20% restante se le deja a Murcia y Málaga, ciudades gobernadas también por el PP. Y aquí la fauna es diferente: habla sólo castellano y cultiva una imagen entre La Escopeta Nacional y un pijerío de barrio de Salamanca, con vestimentas sport, pelo planchado con brillantina, melenita haciendo una onda levantisca en el cuello y el típico aplomo machista cultivado en horas y horas de bares de la calle Serrano. Por aquí se movían hace años los de la Gurtel como peces en el agua. Y allí, en medio de territorio enemigo, plantamos nuestro roller de Reinventing Cities y nos pusimos a disposición del personal que estuviera interesado en saber algo del tema, prácticamente reducido a algunos arquitectos que, sin excepción, nos abordaban disculpándose y diciendo que no tenían nada que ver con semejante sarao.

Pero había otro pabellón español. ¿Adivinan cual? Sí, han acertado. El pabellón de Barcelona/Catalonia, el doble de grande y lujoso que el Spanish Cluster, atendido por gente de traje negro y lazo amarillo estentóreamente florecido en sus solapas. He de decir que me saludaron en español y fueron conmigo más amables y educados que los PPP (pijos peperos pedorros) que poblaban el Spanish Cluster. Hay muchas cosas que contar, que se quedan para otro día. Sólo reseñar que el acto de las 18.30 estuvo muy bien, que era necesario que alguien representara a Madrid en ese foro y que, para el blog, el resto de mi presencia en el MIPIM también fue aprovechable, como ven.

Les voy a dejar de regalo un vídeo musical. Hoy nos vamos al mundo del country. Una estrella naciente de ese universo es la rubia Holli Mosley. Aquí la tienen grabando su versión del histórico Who will the next fool be, Quién será el siguiente tonto, que compuso el gran Charlie Rich. La grabación tiene lugar en los también míticos estudios de Sam Phillips, en Memphis, Tenesse. Y toda la grabación es una delicia, los coros, el piano que maneja nada menos que un hijo de Charlie Rich, clavadito al padre, el punteo de un guitarrista veterano, reencarnación viviente del abuelo de Heidi. Todos arropan la sensacional voz de Holli en un momento único perfectamente recogido por varias cámaras y montado con toda delicadeza. Aquí se resumen varios de los conceptos comentados en posts anteriores, desde la exquisitez, hasta el poderío del mundo femenino, representado por una mujer que evidentemente no usa la talla 38. Sean buenos, pasen un gran fin de semana y que les llueva finito.



martes, 13 de marzo de 2018

712. Velando armas

Nos quedamos el otro día en que la manifestación de las mujeres había sido un hecho histórico destacado, en el que las ciudades españolas marcaron tendencia, como en el 15-M. Y que yo les contaba esto no por haberlo visto en la prensa o en la TV, sino porque estuve en medio del follón y capté ese aire especial, ese pálpito único que te hace comprender de forma intuitiva, que estás presenciando un acontecimiento histórico en directo. Es algo que no sucede muy a menudo, pero en ocasiones uno asiste a algún evento y, de pronto, tiene una especie de revelación, un sentimiento de estar entendiendo lo que pasa, más allá de lo que se ve. Y generalmente, uno mira alrededor y ve que los demás comparten esa sensación.

Con perdón por el salto de tema, algo parecido me sucedió en enero cuando acudí al campo de fútbol de Riazor a ver al Dépor. Fue la sensación nítida de estar viendo al peor equipo del mundo. Antes de Navidad, se habló en el blog del Benevento, un modesto equipo italiano que estaba batiendo todos los records, porque perdía todos los partidos. Pues en una burla sarcástica de la Historia, resulta que, desde las navidades, el Dépor ha sacado menos puntos que el Benevento. Y eso lo vi yo en el campo: la revelación intuitiva pero cierta de que estaba ante un equipo calamitoso, que no iba a ganar ya ningún partido y que se iba de cabeza a la Segunda División. Así lo dije en el Post #702, donde me referí al equipo como una panda de mataos. Algunos lectores se sorprendieron de que alguien tan optimista como yo emitiera un juicio tan radical. Pero no sé si saben cual ha sido la trayectoria posterior del equipo.

Desde enero, el Dépor no ha ganado un solo partido. Únicamente ha marcado un gol, que se metió el portero del Eibar en propia meta, cuando un remate al palo le rebotó en el culo y se coló en la portería. El último gol marcado por un jugador del Dépor, lo vi yo en el campo, el 27 de enero. Desde entonces, ha anotado un gol, como digo, y encajado 13. Todavía no va de último, porque hay otro aun peor, pero mi apuesta es que acabará de último (descienden a Segunda los tres peor clasificados). Entre medias ha llegado como entrenador Clarence Seedorf, un tipo listo y elegante, al que le dediqué un post casi exclusivo. Hasta ahora no ha podido hacer nada, con semejante panda de inútiles. Pero él dice que ve una mejoría grande, que lo que pasa es por mala suerte. Cada domingo lo mismo: el equipo pierde y luego sale Seedorf a hablar de brotes verdes que sólo él ve. El Cholo Simeone fue el que patentó la expresión ir partido a partido, que todos los equipos han adoptado. Todos, menos el Dépor. El Dépor va desastre a desastre.

Yo soy un optimista nato pero, cuando una cosa es tan clara como lo del Dépor, no queda otra que asumirlo y vivir con la idea de que tu equipo se va a Segunda. Puedes negar la evidencia como Seedorf pero, a la larga, la realidad te alcanza. Es lo que le pasará también a Puigdemont y compañía, que no reconocen que han perdido el envite y siguen actuando como si lo hubieran ganado. Es curioso que hayan pasado ya casi tres meses desde las elecciones y nadie tenga prisa en ponerse a gobernar (tampoco se dedicaban a gobernar antes; estaban centrados en el prusés y esa es una tarea que exige dedicación exclusiva). Dado que ya han intentado formar gobierno con Puigdemont y no han podido porque está escapado, y luego con Jordi Sànchez, el del acento al revés, y tampoco han podido porque está en el trullo, yo les sugeriría que lo intenten con Anna Gabriel. Como está en Suiza, también huida, será la forma de seguir replicando el asunto ad nauseam, como en el día de la marmota.

Es increíble que el escapista Puigdemont sacara más votos que Junqueras, abnegado presidiario. Pero esto no es más que una parte del hecho sorprendente de que dos millones de catalanes sigan votando a los que les han metido en ese callejón sin salida en el que están. Esto tiene que tener una explicación sociológica, más allá del porcentaje de PCC (Paletos Cazurros y Cerriles) que en este blog hemos siempre identificado con los 200 alcaldes, esos que de vez en cuando viajan a Bruselas a hacerle coreografías hagiográficas a Puigdemont, con sus varas de mando en alto. Pero he encontrado una imagen aun mejor. Ya saben que una imagen vale más que mil palabras. ¿Saben ustedes quién es el tipo que sustituye a Sànchez-con-acento-al-revés? Me estoy refiriendo al presidente en funciones de la ANC. Se llama Agustí Alcoberro y aquí tienen una foto suya actual.














Sin comentarios. Es curioso también el caso del dirigente de ERC, del que se ha filtrado una conversación en la que decía que necesitaban a alguna mujer en la ejecutiva del partido, para lo cual proponía elegir a la que tuviera las tetas más grandes. Esto no es muy sorprendente, en todas partes hay impresentables y por eso las mujeres salieron el otro día a la calle. Lo realmente asombroso es que no lo hayan cesado. La jefa en funciones, Marta Rovira, dedicó un minuto a decir que era un impresentable, y los diez siguientes a amenazar a los que han filtrado la conversación, prometiendo tomar medidas contra Antena 3, que lo sacó en sus telediarios, pero no contra el tipo que dijo el exabrupto. Eso ha llevado a una periodista catalana muy graciosa, a la que sigo, a concluir que tal vez la señora Rovira actúa así porque ella misma ha sido elegida secretaria general precisamente por tener las tetas grandes. Para mí la explicación es otra: cuando uno está integrado en un movimiento fanático, lo fundamental es que empuje en la dirección común. Si luego es un impresentable y un machista, es un problema secundario, de su entorno privado. Todo vale, siempre que ayude a la causa.

En fin, que a estas alturas se preguntarán ustedes por el título del post. Allá voy. Resulta que mañana, a las 8.40 salgo en vuelo a Niza, con mi colega M. (esta vez no nos acompaña nuestra jefa). Vamos al MIPIM de Cannes, la mayor feria inmobiliaria del mundo, a publicitar nuestra iniciativa Reinventing Cities. La feria dura una semana, pero Hélène Chartier y la dirección del programa, han logrado reservar el día entero de mañana, en exclusiva para Reinventing Cities. En la feria hay un stand de Madrid, que compartimos con la Comunidad Autónoma y al que hemos mandado imágenes y textos para la exposición que estará abierta toda la semana. Llevamos con nosotros un vídeo que hemos producido con nuestras actividades hasta ahora y un cartel extensible de uno por dos metros, que se autoenrrolla y se transporta en una bolsa a su medida. Y estaremos todo el día en el stand atendiendo a los potenciales inversores que se acerquen por allí.

A las 18.30 hay una Mesa Redonda en la que participarán políticos de las cinco ciudades europeas, que ya les he detallado en textos anteriores. Miento. En realidad, estarán políticos de las otras cuatro. Por Madrid seré yo el representante. Me toca leer un speech de unos tres minutos en inglés, que hemos escrito esta mañana. Por la tarde me he venido a casa, he estado ensayando el speech un buen rato, midiendo tiempos, y ya tengo la maleta hecha. Estoy un poco nervioso, no demasiado, porque el compromiso es de altura. Y, como me ha sobrado tiempo, pues nada más sedante para mis nervios que escribir un post. La escritura del blog tiene un alto valor terapéutico, para situaciones de stress sobrevenido. Una utilidad más de esta tribuna.

También he estado escuchando música ad hoc. Con protagonismo destacado para Roachford, del que seguro que no han oído hablar. Andrew Roachford es un organista y cantante de Londres que en los 80 fue lanzado como gran estrella y luego se desvaneció. Era un tipo que hacía una música muy poderosa, en la línea del mejor Stevie Wonder. Además era un negro guapo y elegante, como Clarence Seedorf. En el vídeo que les pongo abajo verán una serie de imágenes suyas. A mí me gustaba mucho, y aun conservo su primer disco, como pueden ver en esta foto.


En aquellos años, yo bailé muchas veces ese estribillo: I said oh, wo-ho, now you try to be a family man. Yo trataba por entonces también de ser un buen family man. Leo en la Wikipedia que la carrera de este hombre se estancó y se vio confinado en los circuitos del rhythm and blues británico. Y que en los últimos años le ha salido un bolo como cantante de Mike and the Mechanics. Hala, deséenme suerte y que pasen un buen día. Yo tengo el avión de vuelta el jueves a las 7 de la mañana. Esto de estar involucrado en el trabajo es lo que tiene. Sean buenos.




viernes, 9 de marzo de 2018

711. La lavadora

Día después de la gran jornada de las mujeres en las calles de todas las ciudades del mundo (las españolas, las primeras). Un día histórico que marcará un antes y un después. He de confesar que, de entrada (como el PSOE con la OTAN), tenía ciertas reservas con la convocatoria de huelga y manifestación. Abajo explicaré por qué. Pero tengo que reconocer que el apoyo masivo a esta iniciativa le ha hecho cobrar un peso que ha desbordado todas las previsiones. Quien haya estudiado las tesis del materialismo dialéctico (Marx-Engels), recordará que las situaciones y los movimientos suelen crecer y reforzarse de forma tranquila y gradual, hasta el momento en que se alcanza la masa crítica que induce un salto cualitativo. Y que esta parte del proceso suele ser vertiginosa y genera un avance irreversible, tras el cual nada vuelve a ser igual. Pues ayer parece que sucedió un fenómeno de esta naturaleza.

Cuando digo esto no me guío por los periódicos, las noticias, ni siquiera las imágenes de TV. Yo estuve ahí y percibí la singularidad del momento. Por la mañana ya me sorprendió la cantidad de compañeras que salieron a la calle de 11.30 a 12.30, prácticamente la mayoría. Para mí fue un día normal de trabajo, en el que estiré la jornada hasta las 17.00. Después cogí el coche, lo dejé en mi plaza de parking del Reina Sofía y me dirigí caminando a través del Retiro, en dirección a la clínica dental, donde llevan más de un año preparándome un implante por el sistema pasito-a-pasito-suave-suavesito. Mi cita era a las 18.00 y, a la ida, ya encontré la plaza de Atocha cortada a los coches y empezando a llenarse de grupos con mayoría femenina, mucho color morado, banderas, expresiones festivas, chicas pintándose los pómulos unas a otras. A la vuelta, aquello era el desiderátum, a pesar de la llovizna. Me costó bastante atravesar la masa. En un momento dado me quedé bloqueado, sin poder avanzar. 

Ya saben que las multitudes no me agobian, que me siento como pez en el agua en medio de la masa. Poco a poco, conseguí avanzar de lado, sobre todo desde que el grueso de la manifestación empezó a avanzar hacia Cibeles. Mi plan original era haber subido un rato a casa a descansar, hasta mi siguiente cita. Pero perdí mucho tiempo cruzando la multitud. Así que me subí al Metro en dirección a Tribunal. Me crucé con dos trenes en sentido contrario literalmente abarrotados de gente con banderas y gorros morados. Mi destino era el Colegio de Arquitectos, donde se presentaba la nueva revista a las 19.30. Estuve allí como dos horas, saludando colegas a los que hacía tiempo que no veía (pocas chicas) y haciendo un poco de networking/lobbying del proyecto Reinventing Cities (disculpen, desde que participo en calls, me he vuelto muy moderno) Luego regresé a casa andando. Y hube de cruzar la Gran Vía, por donde discurría entonces la manifestación en todo su potencial. Me dejé llevar un rato por ella mientras me iba moviendo hacia el lado contrario.

El espectáculo era grandioso. Tres horas después del inicio, la fiesta seguía sin descanso. Había batucadas y grupos musicales. Mujeres de todas las edades, con niños, con las abuelas. Bastantes hombres integrados en el continuo. No se veían los extremos de la marcha, ni por delante ni por detrás. Y todo el mundo estaba contento y seguía coreando diversos estribillos, como Manolo, manolo, hoy te haces la cena solo. Y el mejor de todos: me aprieta el chocho, la talla 38. Fue allí donde percibí que estaba sucediendo algo histórico. Que el movimiento de las mujeres es imparable, como lo es el de la sensibilidad medioambiental y algunos otros. Es el mundo que viene. Si el tabaco desapareció de nuestras vidas, el dominio del macho, como los coches en las ciudades, tiene los días contados. El que no lo sepa ver, se quedará atrás y no entenderá nada.

He dicho que antes del día D tenía mis reservas. Bien, hace años que soy partidario sin dudarlo de la igualdad de géneros, o de sexos, como se decía antes. No veo que haya razón para la llamada brecha salarial, las mujeres han de cobrar lo mismo por trabajos similares y no hay motivo para que sean menos que los hombres en ningún terreno. Como lo cierto es que no es así, entiendo que estén hasta las tetas de que no se les haga caso y monten cirios como el de ayer. Lo que pasa es que, en estos momentos, el feminismo está, digamos, de moda; mola eso de apoyar a las mujeres en sus luchas y hay mucho postureo y mucha gente que se apunta a la tendencia de boquilla y luego siguen siendo unos machistas de mierda. Por decirlo de forma más culta, en todo este ruido feminista, hay componentes sustantivos y componentes adjetivos o, si lo prefieren, retóricos.

Por ejemplo, la duplicación de género en los discursos de nuestros políticos, para mí, es indudablemente adjetiva. Puro postureo y, encima, cansino. Un orador puede decir en su discurso que se solidariza con los ciudadanos y las ciudadanas marginados y marginadas, recibir los aplausos del auditorio y luego irse a casa y pegarle a su señora (yo he visto a un concejal socialista poner verde al PP local por su política medioambiental, decir que el gobierno municipal nos está intoxicando con el CO2 y, a renglón seguido, montarse en su todo-terreno diesel y salir a toda pastilla en dirección a Majadahonda, donde viven todos los sociatas. Lo juro. No es de extrañar que, años después, apareciera entre los usuarios de tarjetas black). Yo soy bastante desconfiado con esto de los postureos, las modas y las tontunas, y vigilo cualquier tendencia que no me parezca sincera sino impostada. Y lo digo en el blog. En cualquier caso, son mis opiniones y ya saben que las opiniones son como los culos, que cada uno tiene el suyo.

Bien, pues en cuanto a lo del Día Mundial de la Mujer, previamente me dio un tufo a rollo adjetivo o retórico; cierto que después, al ver el seguimiento masivo y tras participar en el lío en un par de tramos, comprendí que estaba equivocado. ¿Y por qué me había dado ese tufo? Pues tal vez porque estoy hasta la gorra de días mundiales. Porque los 365 días del año son días mundiales de algo. Sin ir más lejos, el 4 de marzo fue el Día Mundial del Papiloma. ¿Cómo dicen? ¿Que es una comparación inadecuada que puede resultar ofensiva? Vale. Mis disculpas. Sustitúyanlo por el próximo día 22, Día Mundial del Agua. Hoy mismo, es el Día Internacional del Dj. En fin. Que lo de los días mundiales es muy cansino (iba a decir es muy coñazo, pero a ver si me van a regañar también por eso). En el Primer Mundo en el que vivimos, hay mucho postureo. Tal vez sea el tipo de sociedad donde las mujeres viven mejor (piensen en el universo musulmán), pero están en su derecho de quejarse de todo lo que les resulte discriminatorio o injusto.

Así que, dirán ustedes: ¿y qué es lo sustantivo para ti en este tema? Pues, entre otras cuestiones decisivas, algo que ya he contado en alguna ocasión en el blog y aquí enlazamos con el título del post: la lavadora. El martes pasado asistí a la presentación del libro Ciudades Igualitarias, Guía de Urbanismo y Género, un libro que se ha elaborado por un equipo de la Dirección General a la que pertenezco. El título está cuidadosamente elegido; no dice urbanismo de género, sino urbanismo y género. El urbanismo es una cosa y el género, otra. Un urbanismo que merezca tal nombre ha de ser inclusivo y diseñar una ciudad que tenga en cuenta no sólo a las mujeres, sino también a los niños, a los adolescentes, a los viejos, a los minusválidos, a los dependientes, a las embarazadas, a las personas que circulan cargadas con la compra o con maletas. De eso va el libro que presentamos el otro día.

Las autoras son dos mujeres que hablaron en el acto de presentación. Una de ellas, la historiadora Begoña Pernas, dio un discurso contundente y brillante, a partir del cual la incluyo en el Olimpo de las autoras feministas con un discurso creíble y eficaz que me ha tocado escuchar. Las otras oradoras que tengo en ese Olimpo son dos investigadoras reputadas: Yayo Herrero, que se define como ecofeminista, e Inés Sánchez de Madariaga, arquitecta experta en el tema. A ambas las he escuchado en conferencias de las que se ha hablado en el blog, al final de las cuales me he acercado a felicitarlas. Y resulta que Inés estaba precisamente entre el público asistente a nuestro acto del otro día y, al final, la abordé. Quería que me precisara un dato que le había escuchado en otra ocasión y con el que no me había quedado: el porcentaje de mujeres que tienen lavadora ahora mismo en el mundo.

La lavadora es el gran invento de la Humanidad y uno de los elementos decisivos en la lucha por la liberación de la mujer. Yo he vivido en los tiempos sin lavadora y mi madre, mi tía Lola y las mujeres que les ayudaban en casa, empleaban un tiempo y un esfuerzo agotadores frotando la ropa mojada en una pila de piedra de superficie inclinada y roturada. La lavadora fue una bendición para las mujeres de mi casa. En estos momentos, mientras ustedes leen este post, la mayoría de la población de las regiones subdesarrolladas y depauperadas de la tierra carece de lavadoras. Y, en muchos casos, hasta de agua corriente. Eso supone que es la mujer la que se levanta de madrugada y acude a la fuente a por agua para preparar el desayuno de toda la familia. La proporción de mujeres sin lavadora que le escuché decir a Inés me pareció escandalosa, pero no me quedé con la cifra (pensaba en tres de cada cinco o algo similar) y por eso no la cité en el blog (aquí, sólo datos contrastados).

Así que me acerqué a ella el martes y le pregunté al respecto. ¿Y tú quién eres? –quiso saber. Un blogger amante de la precisión –le respondí. Entonces me dio el dato. La proporción no se refiere a mujeres, sino al total de población. Pásmense: la población mundial tiene, como saben, unos 7.000 millones de gentes. Pues de esa población sólo 2.000 millones tienen (tenemos) lavadora. Le contesté que ya no se me iba a olvidar el dato nunca más. Entonces, con una sonrisa, me confesó que la tesis no era suya, que ella se había limitado a reproducirla en sus libros y citarla en sus charlas. Que el investigador que había llegado a esa conclusión era Hans Rosling. Anoté el nombre y, nada más llegar a casa, lo busqué en Internet. Y averigüé que Hans Rosling fue un médico, estadístico, blogger, profesor y conferenciante de nacionalidad sueca, fallecido de cáncer de páncreas hace justamente un año, el 7 de febrero de 2017. He buscado entre los vídeos de sus conferencias uno en el que se hablara de la lavadora y lo he encontrado para ustedes, con subtítulos en español. Les recomiendo que se lo pongan en pantalla grande y lo vean con atención: es cojonudo. Pero, antes, repitan conmigo: ME APRIETA EL CHOCHO, LA TALLA 38. Buen finde.  


martes, 6 de marzo de 2018

710. De la muerte y las canciones de redención

Hace unos días se murió Forges y, en la vorágine en que vivo, no fui capaz de escribir ni una mínima necrológica, a pesar del asombro infinito que, desde ese día, nos produce a todos levantarnos cada mañana en un mundo ya para siempre sin Forges. Mi fallo no tiene enmienda posible y, además, he encontrado lo que yo debería haber escrito, en la pluma de otro: mi reciente amigo Carlos Santos, el autor del libro sobre el bar El Avión. Salió ayer en el 20 minutos y, si no la han leído, AQUÍ pueden consultarla.

Hace unos quince días terminé mi Post #706 con el link a un emotivo vídeo en el que un puñado de amigos americanos de Joe Strummer le dedicaban un sentido homenaje al poco de su fallecimiento repentino a finales del año 2002. En el vídeo se veía la actuación de unos grafiteros que confeccionaban un mural en honor al músico muerto, sobre el sonido de su propia versión de una canción mítica: el Redemption Song, que muchos años antes compusiera Bob Marley, el gigante de la música jamaicana cuya desaparición nos dejó tan huérfanos como la de Forges. La muerte es algo con lo que nunca se cuenta, en esta civilización urbana en la que todo lo feo se esconde detrás de un muro de buenismo, pseudo-optimismo y falsos oropeles. Pero la muerte es algo natural, con lo que más nos valdría acostumbrarnos a convivir.

Porque nadie tiene la posibilidad de elegir un final alternativo. Los finales felices suceden sólo en las películas de Hollywood. La vida es una película que siempre acaba mal. Pero la muerte no tiene por qué ser percibida como algo negativo; es el contrapunto de la vida y lo que la hace tan maravillosa: si fuéramos inmortales, esto se convertiría en un coñazo insufrible. A mis 67 años recién cumplidos, supongo que ya es hora de que empiece a aprender a mirar cara a cara a la muerte. A mí la muerte no me da miedo. Me dan miedo (mucho) otras cosas: la enfermedad, el dolor, la miseria, la maldad, la traición, el abandono, la pena, la desolación, la guerra. Y la muerte de los seres queridos, por supuesto. Disculpen que hoy mi pluma se deslice por estos vericuetos, pero es que varios de mis lectores habituales me han pedido más información sobre el vídeo de Strummer y en esa información la muerte ocupa un lugar destacado. De todas formas, la he incluido en el título del post, para que no me digan que les pillo a traición.

Redemption Song es probablemente la última canción que compuso Bob Marley y voy con la primera parte de la historia. Marley nació en 1945, en un pueblo de Jamaica, hijo de una chica de 18 años y un inglés blanco bastante mayor, que nunca quiso saber nada de ellos, aunque parece que sí les mandaba dinero. Bob y su madre no tenían agua ni electricidad en su casa. Tampoco se podía pensar en una escolarización adecuada para un chico nacido en ese escenario de pobreza extrema. Es importante dejar esto sentado, porque explica muchas cosas de su comportamiento posterior. Bob tenía un talento natural para la música y, con unos amigos, empezó a montar grupos y se fabricó una carrera que llegó a ser un fenómeno mundial. Pero era alguien con una cultura bastante limitada. Y cayó en las redes de la Iglesia Rastafari, que fundaron diversos prohombres jamaicanos sobre la figura del reverendo Marcus Garvey.

Garvey fue un político y empresario jamaicano de los años 30 que en sus discursos solía mencionar que el pueblo jamaicano venía de unos antepasados a los que habían capturado por la fuerza en sus tierras africanas para venderlos luego como esclavos. Y proclamaba que estaba a punto de llegar un Mesías negro que los llevaría de vuelta a su Arcadia original, en donde volverían a ser dueños de su destino. Cuando Haile Selassie es nombrado Emperador de Etiopía y Rey de Reyes, algunos creen ver en él al Salvador del que hablaba Garvey. Y fundan una iglesia, de la que Garvey sería el nuevo Juan el Bautista, y Selassie su Jesucristo. Por cierto, Haile Selassie adoptó ese nombre al ser coronado. Antes era conocido como el Ras (Príncipe) Tafari, que era su nombre verdadero. En los 50, el niño Marley se toma en serio esas teorías y se integra en el mundo rastafari, del que son parte esencial la ganjah (marihuana) y los dread lockers, trenzas amasadas con barro que simulan la cabellera del león, el símbolo imperial. En España se las llamó rastas.

Hay que decir que Selassie, a quien ven a la izquierda como personaje del año de la revista Time, se sintió halagado por este ingenuo culto. Que llegó a ceder tierras en el sur del país para que las explotara un grupo de pioneros rastafaris. Que viajó incluso a Jamaica donde fue recibido como un héroe (por cierto, allí pidió a los rastafaris que no siguieran viniendo a Etiopía de momento; que primero lucharan por liberar a su propio país de la opresión y luego ya se vería). Selassie era un dictador, que mantenía a parte de su pueblo pasando un hambre de la hostia, mientras alimentaba a sus leones con cuartos de ternera. En 1975 es derrocado por el teniente coronel Mengistu, un autócrata sanguinario que se perpetuará en el poder durante décadas. En la actualidad, Mengistu, ya un anciano, vive refugiado en Zimbabue bajo la protección de Robert Mugabe, de donde no puede salir, porque está condenado en su país por genocidio. Llegado al poder, Mengistu se apresuró a proclamar que, como se les ocurriera a los rastafaris aparecer por su país, los recibiría con ráfagas de ametralladora.

En los 70, Bob Marley es una referencia de ámbito mundial, el gran difusor del reggae, la música jamaicana por excelencia, por delante de otros músicos de nivel artístico parejo, como Jimmy Cliff o Desmond Decker. Vive en las afueras de Kingston en una mansión llena de colgados y fumetas, donde todo el mundo hace lo que le da la gana. Entre las nubes de la ganjah, compone canciones fastuosas, que se convierten en éxitos mundiales. Un dato significativo: Marley, que murió a la edad de 36 años, tuvo nada menos que trece hijos; cuatro de su mujer, Rita, con la que se casó cuando ambos no tenían ni veinte años, y otros nueve con diferentes compañeras ocasionales. Después de su muerte, Rita escribió un libro, titulado No woman, no cry, en el que ajustaba cuentas con su promiscuo difunto esposo.

Pero, a lo que íbamos. En 1977, a este hombre en la cumbre de su fama y poseedor de una cultura más bien escasa, le sale un grano en el dedo gordo de un pié. Va a ver al médico, le hacen unas biopsias y le diagnostican: es un melanoma de la peor clase. Hay que extirpárselo, someterle a duras sesiones de quimioterapia y radioterapia y luego tocar madera. Nada de eso hace Marley. Piensa que le están engañando y continúa con su vida. Conciertos, grabaciones, ganjah a saco, sexo sin freno. A finales de 1979, se empieza a encontrar de verdad muy mal. Vuelve a los médicos, que le dicen que el cáncer está ya extendido por todo el cuerpo y que le queda menos de un año de vida.

Y comprende entonces que su sueño ha terminado, que nunca podrá volver a su tierra prometida africana, que se acabó la diversión. Y, tal como lo cuenta Rita, se sumerge en una depresión demoledora. Y es en medio de ese bajón cuando compone Redemption Song, una especie de testamento musical y vital. Aquí tienen un vídeo de la canción, verdaderamente estremecedor. Marley toca con su guitarra una versión acústica, en medio del silencio reverencial y las miradas de funeral de sus compañeros de grupo. Estaba ciertamente muy mal. Abajo les he puesto la letra de la canción y su traducción al español, para que la vayan siguiendo. 


Old pirates yes they rob I                                                             Viejos piratas, sí, ellos me robaron
sold I to the merchant ships                                                        y me vendieron a barcos mercantes
minutes after they took I                                                             y al poco me sacaron
from the bottom less pit                                                              de aquel agujero despiadado
but my hand was made strong                                                   pero mis manos se hicieron fuertes
by the hand of the almighty                                                        con la ayuda del todopoderoso
we forward in this generation                                                    y nos levantamos en esta generación
triumphantly                                                                                  triunfalmente                                             
won´t you help to sing these songs of freedom                      ¿querrías ayudarme a cantar estas canciones de libertad?
cause all I ever had: redemption songs                                     porque es todo lo que tengo: canciones de redención

Emancipate yourselves from mental slavery                           Emancipaos  de vuestra esclavitud mental
none but ourselves can free our minds                                    Nadie excepto nosotros puede liberar nuestras mentes
have no fear for atomic energy                                                  no tengas miedo de la energía atómica
cause none of them can stop the time                                     que ninguno de ellos puede detener el tiempo
how long shall they kill our prophets                                        cuánto tiempo seguirán matando a nuestros profetas
while we stand aside and look                                                    mientras permanecemos mirando para otro lado
some say it´s just a part of it                                                       alguien dijo: esto es sólo una parte de ello
we´ve got to fulfill the book                                                        también nosotros hemos de escribir en el libro
won´t you help to sing, these songs of freedom                     ¿querrías ayudarme a cantar estas canciones de libertad?

cause all I ever had: redemption songs                                     porque es todo lo que tengo: canciones de redención



En fin, les he maquetado la letra para que se vea bien en un ordenador. A los que me lean con un Ipad o con su móvil, tal vez se les desencuaderne, pero no tengo solución para eso. Hay que decir que Marley recuperó el ánimo y cumplió con los contratos que tenía. Redemption Song salió en el álbum Uprising, de comienzos de 1980, su último trabajo en un estudio de grabación, y Marley participó en su promoción por toda Europa, con conciertos legendarios. Aquí pueden ver que hasta le daba un poco de ritmillo a una canción tan triste como Redemption. El vídeo corresponde a su concierto en Dortmund, donde se le vio bastante recompuesto.


Pero el cáncer no perdona. De vuelta en Estados Unidos, donde dio dos conciertos memorables en el Madison Square Garden de Nueva York, su estado de salud cayó en picado. Consintió entonces en viajar a Alemania donde ingresó en una clínica homeopática de esas que pretenden curar el cáncer con alimentación a base de frutas y mucha meditación. Ocho meses después comprendió que se moría y quiso volver a su tierra. Pero, al hacer escala en Miami, estaba tan mal que lo ingresaron en un hospital y murió allí mismo, sin conseguir pisar suelo jamaicano, en mayo de 1981. El gobierno jamaicano le organizó unas exequias fastuosas y un auténtico funeral de Estado, como correspondía a la persona de mayor relevancia internacional de Jamaica. Y Redemption Song se convirtió en un auténtico himno. Una de las canciones que más veces ha sido versioneada del rock. Aquí tienen una interpretación muy buena, la que hace Eddie Vedder, el cantante de Pearl Jam, uno de los genios surgidos de la ola grunge de Seattle, en el Global Cities Festival de 2015. A la segunda voz, nada menos que la simpar Beyoncé. Intercaladas, las palabras de un discurso de Nelson Mandela.


Pero tal vez la mejor versión de la canción es la que hizo Joe Strummer, el antiguo líder del grupo londinense The Clash. Después de muchos tumbos por la vida, Strummer había logrado la paz y la felicidad personal, sin perder su vitola de luchador urbano. Y plasmaba esa serenidad en las grabaciones que hacía con su nuevo grupo, The Mezcaleros. A finales de 2002, la banda había publicado ya dos álbumes no demasiado exitosos, acababa de terminar un tour europeo y tenía grabado mucho material nuevo para preparar un tercero. Joe se había retirado a su casa de campo en Somerset, al oeste de Londres, a pasar las Navidades. El 22 de diciembre salió por la mañana a pasear a sus perros por el campo. A la vuelta, cayo fulminado por un ataque al corazón. Tenía 50 años. En la autopsia le descubrieron una malformación cardíaca congénita, nunca diagnosticada. Las canciones que habían quedado grabadas con The Mezcaleros se editaron en octubre de 2003, en un disco póstumo, el tercero y último de la banda.

Este disco, contenía entre sus canciones su versión de Redemption Song. Ese año, sus amigos neoyorkinos decidieron hacerle un homenaje, pintando un mural en la pared exterior del bar Niágara, en el 132 Este de la calle 7, casi esquina con la Avenida A. Es decir, en la antes peligrosa Alphabet City, en el East Village. El propietario del bar era Jess Malin, uno de los amigos de Strummer. Rodaron el vídeo que les puse el otro día y que pueden repasar AQUÍ. Se puede identificar a varios de los que prestan sus rostros a este homenaje. En primer lugar, el grupo Rancid al completo. Después Tim Armstrong él solo, con su sombrero característico (hace poco les puse un vídeo suyo: Let’s get moving into action). También aparecen el gran actor Steve Buscemi, el director de cine Jim Jarmush (también hablamos este verano de su película Paterson). Y Cara Seymour, inolvidable intérprete de Gangs of New York. En fin, que todo queda en familia.

Pero yo estuve por esa zona en 2010, en mi penúltimo viaje a Nueva York, y vi el mural bastante deteriorado. Al descubrir el vídeo sobre su confección, busqué fotos actuales y me vino a la cabeza que algo no cuadraba. Ya he descubierto lo que es. Resulta que en 2013, el bar original fue demolido por el Ayuntamiento, por encontrarse en situación de ruina inminente. Tiraron abajo el muro y parece que incluso vino gente que se llevó ladrillos con fragmentos del mural original, como en Berlín. AQUÍ pueden leer la noticia. Jess Malin convocó entonces a los artistas grafiteros originales que, diez años después, reconstruyeron el mural. Con algunas pequeñas diferencias. Abajo tienen las dos versiones. A la izquierda el original, el que yo vi. A la derecha el reconstruido. Pueden comprobar su situación actual pinchando AQUÍ. Es una captura de la Street View del Google Maps. Esto último es la primera vez que lo incorporo al blog. Espero que (1) funcione, y (2) no me busque un lío al hacerlo. No creo que sea algo incorrecto, si tenemos en cuenta que cito fuente y procedencia.














Queda una cuestión obvia: qué muerte es la mejor, la de Marley o la de Strummer. Yo no tengo duda de la respuesta, pero lo dejo en el aire. Sean buenos. Y mucho ánimo. Si Bob Marley fue capaz de superar la tristeza y ponerse a dar brincos en Dortmund, nosotros no nos vamos a quedar a la zaga.