Let’s get moving into action. O lo que es lo mismo: pasemos a la
acción, coño. Esa es la máxima por la que se rige mi vida en estos últimos
tiempos, incluso estoy, como saben, un poco acelerado. Lo mismo me da estar de
vacaciones que en la oficina. No paro. Esta semana que termina he estado todo
el tiempo haciendo cosas y por eso no he podido escribir en el blog.
Como saben, los tres primeros
días estuve de vacaciones. El domingo por la noche, después de llegar de La
Coruña y escribir mi post anterior, llamé a mi amiga L. para preguntarle cómo
conseguir que me hicieran una analítica, sin tener el preceptivo volante para ello. Resulta
que, a la vuelta de Portland, me hice unos análisis que revelaron una subida preocupante
de las transaminasas, seguramente debida a la ingesta masiva de cerveza IPA y
comida basura yanqui. La doctora me sugirió mejorar la dieta y reducir el
alcohol. Y me citó de vuelta para el 5 de febrero (este lunes próximo), para una consulta de control a la que debía presentarme con una analítica hecha, para lo que no me dio ningún volante. Mi amiga me citó a primera hora de la mañana siguiente en la cafetería del hospital, para pasarme un volante por debajo de la mesa.
El lunes me levanté a las 7 con
un problema. No tenía bote para la orina. Sin ducharme, en ayunas y meándome
vivo, me vestí, bajé al Metro y recorrí varios lugares fantasmales de un semivacío centro urbano en busca de
una farmacia de guardia. La encontré por fin en la calle Mayor 15. Llamé a un
timbre, me vendieron el botecito por un ventanuco cuadrado, regresé a casa, lo
llené debidamente y solté el resto en el inodoro, con el alivio que imaginan.
Me duché entonces y bajé corriendo al coche para ir a la clínica Virgen de América. Mi
amiga me pasó el volante, me pincharon y salí a la calle. Mi primer plan era
desayunar enfrente, en el Centro Comercial Arturo Soria. Pero con los líos se me
había apretado el programa. Así que cogí el coche y me fui cagando leches a la
plaza Conde de Casal, donde tenía cita a las 10.15 para llevar el Toyota Auris a
la revisión de los 30.000 kms.
Dejé el coche y caminé hasta una
cafetería cercana. Allí me obsequié con un desayuno completo: zumo de naranja
natural, café con leche y pincho de tortilla king size. Tomé el bus 32 hasta mi casa y descansé un rato,
aprovechando para avanzar en el libro que me toca para el próximo Billar de Letras.
A mediodía me llamaron del taller: el coche estaba listo. Fui a por él en el
32, volví a casa y me bajé a comer al Matilda, el agradable local de mi
amigo Fernando, a la vuelta de la esquina. Luego dediqué la tarde a terminar la
tercera temporada de The Wire, que es
sensacional.
El martes, aunque estaba de
vacaciones, me vestí con chaqueta y corbata y crucé la Castellana para acceder
a la sede del Ayuntamiento. Allí me esperaban para atender al Director de
Planeamiento (o, como ellos dicen, de planeasión)
del Área Metropolitana de Guadalajara–México). Me vestí de gala pensando que se
trataría de un tipo con el engolamiento y la prestancia de un charro (estilo
Jorge Negrete), pero me encontré con un chaval con jersey amarillo, listo como
el hambre, educado y muy interesado en los modelos de gobernanza de Madrid. Un ejemplo de lo que son los nuevos mexicanos. Se
trataba de charlar con él, yo no llevaba ninguna presentación y tampoco las
otras personas de Madrid Salud, Marca Madrid y Relaciones Internacionales, que le
atendimos. Como se imaginan, no dejé de comentarle que en Madrid echamos de
menos una coordinación metropolitana que la Comunidad no asume, entretenida como
está en dar por culo con esmero al Ayuntamiento. Ya conocen mi discurso al
respecto. Al final, la foto de rigor.
El miércoles me levanté y fui de nuevo en
coche a la clínica, para recoger los resultados. Estaba cagado de miedo. Si las
transaminasas no me habían bajado, me vería abocado a dejar la cerveza, creo
que ya no puedo reducir más la ingesta de alcohol, salvo dejarlo del todo. Pero
me encontré con que mis resultados estaban niquelaos. Esto se explica, entre
otras cosas porque desde agosto he vuelto a hacer bastante deporte, en la
medida que me lo permite el trabajo. Desde la clínica me fui al Centro
Municipal de Salud Fabiola de Mora y Aragón. Estoy citado allí para el Reconocimiento
Médico ordinario del Ayuntamiento, el día 6 de febrero. Pero yo tengo una analítica de una semana
antes y me parece absurdo repetirla. Tuve la suerte de que no me recibió un
burócrata de manguitos. Quedamos en que el día 6 yo me presento con los
análisis y me hacen el resto de las pruebas. Y, de esta forma, ya no tengo que ir en ayunas.
Para celebrar que ya no me sube
la bilirrubina, ni la transaminasa, ni nada, me fui a comer a La Pitarra, en
donde me dieron un plato de moros y cristianos con prueba extremeña, bien
regado con cerveza, para chuparse los dedos. Por la tarde me acerqué a pié al
final de la calle Barquillo, a la galería de arte donde desempeña sus servicios mi gran
amigo Mariano. Habíamos quedado allí con el periodista Carlos Santos, el autor del
libro sobre el bar El Avión, que quería conocerme (y yo a él, por supuesto). Me
tomé un vinito blanco con ambos en un lugar por el que parece que últimamente
viene la creme de la creme del barrio
de Salamanca, Albert Rivera incluido. Carlos es un tipo superagradable, con el
que pasamos un rato estupendo. Regresé a pie de nuevo, en medio de la noche, y me
acosté pronto. Cerraba así otros tres días de anticipo de mi futura vida de jubilado,
en la que espero seguir colaborando esporádicamente con el Ayuntamiento y hacer muchas más
cosas.
El jueves me incorporé a la
oficina y tuve una mañana demoledora. A primera hora una reunión maratoniana
con los abogados de Patrimonio del Suelo que han de enhebrar legalmente el
Reinventing Cities, un asunto en el que nuestros jurídicos son primerizos (no
sé por qué este hermoso calificativo se reserva en exclusiva para las embarazadas), lo que
conlleva numerosas dudas y cautelas. Nada más terminar, nos montamos en un
coche oficial para recoger en Atocha a una señora del consulting de Valencia
que hemos contratado para que nos ayude y desplazarnos con ella hasta La Nave,
el centro de innovación municipal creado en la antigua industria Boetticher, Villaverde profundo, en donde estamos preparando el segundo sarao de
lanzamiento del programa Reinventing.
Estuvimos por allí hasta que el
conductor nos avisó de que se acababa su turno. O nos íbamos ya, o nos dejaba
en tierra. Pasamos de nuevo por Atocha para que la señora del consulting
cogiera el AVE de vuelta a Valencia, y llegamos a la oficina con la hora justa
para la correspondiente call con
Hélene Chartier, de Nueva York, la directora mundial de Reinventig
Cities. Hablo todo el rato en plural porque todo este tinglado del Reinventing
cae sobre mis hombros y los de mi jefa, S. y mi compañera M., los tres que
fuimos a París. Si un día se les ocurre entrar en mi blog, no creo que les moleste que suba aquí los selfies que nos hicimos, con un frío que pelaba, en el barrio de Bercy y frente a la torre de la Gare de Lyon, muy cerca
de nuestro hotel. Están las dos muy guapas.
Si repasan mi trabajo del jueves,
no les extrañará saber que no tuve margen para tomarme un café a media mañana,
ni tampoco para comer. Salí de la ofi en coche a las cinco de la tarde, cuando
todos los restaurantes que frecuento están cerrados. Aparqué en mi plaza de
residente frente al Reina Sofía y salí en dirección a mi casa. Pero mis pasos
me llevaron en otra dirección: el Mercado de Antón Martín. Allí me compré un
entrecot extra-size con el que regresé a casa para cocinarme una comida-merienda-cena.
Aparte de estas cosas que estoy contando, he de decirles que el miércoles
recibí un pedido de ocho garrafas de dos litros de aceite virgen extra en rama,
del que elaboran en la almazara Samaria, de Linares (Jaén), propiedad de un
amigo del grupo senderista, que visitamos en nuestra excursión del año pasado.
Desde entonces he aprovechado las tardes para quedar con los amigos que me las
habían encargado, lo que ha terminado de llenar mis horas vespertinas.
Esta mañana me he vuelto a
trajear y encorbatar para cruzar andando el Retiro y asistir con mi jefa a la
reunión del Foro de Empresas, que estaba convocada a las 9.30. Es este un grupo
de grandes empresas de la ciudad que colaboran económicamente con el
Ayuntamiento ayudando a financiar proyectos sociales municipales. Es algo que
creó la señora Botella y que la actual corporación ha ampliado y reforzado.
Allí están El Corte Inglés, Mahou, la Mutua, Ferrovial, Sacyr, Telefónica, varios bancos,
la Cámara de Comercio, Mercamadrid, Ifema… Nosotros acudíamos para publicitar
el Reinventing Cities y ha sido muy productivo: hemos hablado con Luis Cueto,
Coordinador General de la Alcaldía, con quien hemos arañado una cita, hemos
repartido contactos con los empresarios y hasta la propia Alcaldesa, que ha
asistido al comienzo, ha tenido conocimiento de que existimos.
Luego nos hemos ido a la oficina
en el coche oficial a completar la mañana. Como ven, una semana bastante
nutrida de actividades. Pero aun me falta la guinda. Mañana sábado, a las 6 de
la tarde, tengo que estar en Parla, otra vez debidamente maqueado, para asistir
a la fiesta del Año Nuevo Chino, que se celebra en la Casa Municipal de la Cultura. Me invita mi amiga Julia Zhang, presidenta de
la Fundación Orient de amistad hispano-china. Esta señora me ha traído durante años grupos de chinos a visitar Madrid Río y otros lugares. Dentro de mis contactos
para difundir el Reinventing Cities, la llamé y le mandé una breve nota de
prensa, que ella tradujo al chino para enviarla a los principales medios de su país.
Ahora me ha invitado y me ha pedido que haga un discurso sobre nuestro proyecto,
que ya le he mandado. Voy a ver si logro aprenderme algún saludo en chino
mandarín.
El año nuevo chino llega esta vez
el 16 de febrero, pero las fiestas arrancan mañana. El día 16 despediremos el
Año del Gallo Rojo de Fuego y daremos la bienvenida al Año del Perro. Es la
primera vez que acudo a este festejo. Hasta hace unos años solían invitarme los
de Hong Kong, que hacen la fiesta en el Casino de Madrid, pero el año en que me rompí el brazo no pude acudir y me temo que
ya me han borrado del mailing. Pero estos son los otros chinos, los de Mao. Por
cierto, he escrito todo esto mientras jugaba el Deportivo. Después de lo que
conté el otro día, ya no me interesa ver sus partidos. Compruebo que ha
perdido 5-0, lo que no me extraña lo más mínimo, después de lo que me tocó ver el sábado pasado en el campo. Yo ya no voy a sufrir viéndolo.
Les dejo. Que pasen un buen
finde. Pero ya saben que soy sensible a lo que me dicen mis lectores. Alguien
me comentó por detrás que en el blog había últimamente poco rock and roll. Así
que les voy a obsequiar con una pequeña joya, de las que se publican en la
marca Hellcat Records a la que estoy suscrito. Es ésta la discográfica que
fundó el gran Tim Armstrong, el padre del grupo Rancid, entre otros. Aquí, el
propio Tim se marca un ska de libro, apoyado por una bella chica de las que la
casa patrocina, que responde al sugerente nombre de Skye Sweetnam. El sonido,
la imagen quemada en blanco y negro, el montaje con las escenas que se repiten adelante
y atrás, como si un dj las manejara como un vinilo: todo es una exquisitez. Es ésta
y no otra la musiquilla que llevo en la cabeza en estos tiempos acelerados. Que
la disfruten. ¡Ah! Han de pinchar AQUÍ.
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