Bueno, aquí me tienen de nuevo,
superado el gran evento internacional Meet Up Reinventing Cities, celebrado
ayer a lo largo de todo el día. Este asunto del Reinventing Cities está en
plena ebullición y no me parece muy pertinente hablar demasiado de ello en el
blog, donde no conviene mezclar las cosas de trabajo. Ya habrá tiempo de hablar
del tema en esta tribuna, cuando las cosas se definan un poco más y no haya
riesgo de joderlas por hablar más de la cuenta en un foro creado para otros
temas bien diferentes. Mi amigo Tito asistió a buena parte de la jornada y por la
tarde me llamó para felicitarme. Sus palabras: –Emilio, enhorabuena, el mejor
piropo que te puedo echar es este: ¡no parecía una cosa del Ayuntamiento! Tiene
razón, tal vez esto de Reinventing es más del blog que del Ayuntamiento, pero
ya lo desarrollaremos en detalle cuando corresponda.
Hoy les quiero contar un asunto
que entra claramente en el mundo de la autoficción, a la que este blog se
dedica con fruición casi pecaminosa. Hace unos días llegó a la concejalía donde
trabajo, un correo suscrito por una señora llamada Sarah van Lindt, que se
identificó como ciudadana belga que vive en Madrid desde hace 20 años y que
quiere preparar una visita a Madrid de una asociación de técnicos de diferentes
ayuntamientos de la zona de Flandes Occidental, para lo que solicitaba una
persona que les pudiera contar el desarrollo urbanístico de Madrid y les
acompañara a ver Madrid Río y otros proyectos de interés. Ya saben donde
terminó ese correo. El viernes le escribí y le dije que me podía llamar por
teléfono cuando quisiera. Esta tarde recibí su llamada, después de levantarme de una merecida siesta, durante la cual,
por cierto, había puesto el teléfono en modo avión.
La señora van Lindt habla un
correcto castellano, en el que se ha dejado unos restos de acento extranjero,
tal vez por pura coquetería. Después de presentarnos y hablar un poco (me dijo
que la visita será en mayo, así que hay tiempo de prepararla), me contó que los
de la citada asociación ya me conocen, que en Flandes soy una verdadera
referencia en relación con Madrid Río y que estaban seguros de que les
atendería yo, pero habían escrito a la concejalía por hacer las cosas correctamente.
Ella no sabía a qué se debe esta fama y se lo expliqué, lo mismo que se lo voy a explicar a ustedes a continuación. ¿Autoficción? Quien piense que fantaseo o
exagero mi papel en esta historia, es libre de creerse lo que quiera. Pero lo
que voy a contarles es verdadero y además hay constancia en el blog.
En septiembre de 2009, yo era el
jefe de información del proyecto Madrid Río, en ese momento en plena obra de
ajardinamiento. Mi cargo exacto era Subdirector General de Información y
Participación Ciudadana de Proyectos Singulares. Nada menos. Por ese tiempo, en
la ciudad de Amberes concibieron la idea de hacer un proyecto similar, el
llamado Groene Singel (Anillo Verde). Amberes es la capital de la región autónoma
de Flandes y está muy cerca de la frontera con Holanda. Por ella pasa todo el
tráfico pesado que parte del puerto de Rotterdam hacia el sur. Una hilera
interminable de camiones circula por una autopista de muchos carriles que se
construyó rodeando la ciudad antigua de Amberes por el Este (al Oeste está el mar). Luego, la ciudad
continuó creciendo al otro lado de la carretera, y ahora, la vía transcurre
prácticamente por el centro de la zona urbanizada, partiendo la ciudad en dos.
Ya les he contado cómo actuó aquí el señor Gallardón. Pero en Flandes, región que participa de las
culturas y las tradiciones nórdicas, las cosas se hacen de otra manera. El Ayuntamiento de
Antwerpe (así se llama en flamenco), lo primero que hizo fue contratar a un
equipo de arquitectos para hacer un anteproyecto de enterramiento de la carretera,
y construcción de un jardín encima (aquí no hay río, pero el concepto es el mismo
que el de Madrid Río). Lo segundo que hizo fue pagárselo, cosa poco habitual entre
los arquitectos españoles, por desgracia. Y lo tercero, montar un congreso
internacional para lanzar la idea. Ese congreso se celebró entre los días 22 y
24 de septiembre de 2009 y allí acudí yo a contar el ejemplo del proyecto de Madrid. El
congreso fue en la sede central del Ayuntamiento, en un salón de actos monumental y muy concurrido,
con asistencia del propio alcalde los tres días. Me tocó hablar en inglés
durante 45 minutos y participar después en un taller con los distintos
participantes.
Después de eso, en pocos meses, hube de recibir en Madrid a cuatro delegaciones diferentes de Flandes: dos
formadas por parlamentarios de los dos principales partidos políticos del Flemish
Parliement, y otras dos de técnicos afines a ambos partidos. Todos querían ver Madrid Río, para saber a qué atenerse. La región autónoma
de Flandes tiene una Delegación en Madrid, que se relaciona educadamente con la
Embajada de Bélgica, pero es autónoma, algo así como lo que ha organizado la
Generalitat por todas las grandes ciudades europeas. Y el Delegado de Flandes
en Madrid por esas fechas era un tipo súper simpático, que se llamaba Yves
Wantens. Su principal ayudante, el agregado para asuntos económicos, se llamaba
Dirk Verlee y era también encantador. Con ambos hice bastante amistad, hasta el
punto que tomaron por costumbre invitarme a la fiesta de la comunidad flamenca
en Madrid, que cada verano se celebraba en un salón del Hotel Palace.
Estas fiestas eran
divértidísimas, había un cátering muy generoso y todos los años contrataban al
grupo de jazz que encabeza el saxo Juan Muro y que cuenta con un guitarrista
argentino muy veterano que toca sentado. El ambiente de estas fiestas lo
reflejé en uno de mis mejores textos, que pueden leer si no lo conocen, o
repasar en caso contrario, el Post #151,
La fiesta flamenca. Los comentarios de los seguidores y mis respuestas son también interesantes. Lamentablemente, en
la fiesta del año siguiente, 2014, Yves y Dirk se despidieron de Madrid en unos
discursos muy emotivos, y de mí con grandes abrazos. Los trasladaban a Riga,
donde iban a encargarse de abrir una nueva Delegación que extendiera la cultura
flamenca por las tres Repúblicas Bálticas. El sustituto de Yves Wantens es un
soso, que terminó con las celebraciones decadentes y fastuosas de su antecesor,
sustituyéndolas por un aburrido acto institucional que incluye una visita
cultural. En 2015, la visita fue a la Real Casa de Tapices y no nos dieron ni
una cerveza. Desde ese año no he vuelto a ninguna de sus celebraciones.
Todo eso le he contado esta tarde
a Sarah van Lindt. Ella me ha revelado que trabaja en la Embajada de Bélgica,
aunque la visita que está organizando, la hace a título particular. Y que, como
buena flamenca, solía acudir a las fiestas del Palace. A lo mejor hemos
coincidido. No tengo idea de qué edad, tamaño y aspecto tiene esta señora,
cuando me encuentre con ella veré si me suena. En cualquier caso, yo con quien
intentaba siempre ligar era con la chica de la embajada croata, que estaba como un
yogur de fresa con arándanos salvajes. Espero que no se trate de la señora que
se tiró el chocolate de la fondue por la pechera. Una cosa ha cambiado desde mi animada fiesta de 2013. El principal partido secesionista de Flandes, declaró con gran pena, que renunciaban a la independencia porque todos sus objetivos estaban cubiertos por la ultima enmienda a la Constitución belga, que les daba plena autonomía financiera y política. Algo que podría haber servido de lección a los que ustedes están pensando, como también se reseñó en el blog. Por cierto, ya saben que estos señores son los que albergan a Puigdemont, por ahora. Ya se hartarán de semejante personaje.
Tampoco les sorprenderá saber
que, a día de hoy, el proyecto del Groene Singel sigue en un cajón. Nunca
empezaron las obras. Han hecho al menos dos referéndums y no ha resultado de
ellos un apoyo mayoritario al proyecto. Tampoco saben cómo financiarlo: la
Comunidad Europea no da un solo euro para construir túneles (sólo financia
carriles bici y similares). El Flemish Parliament no ha conseguido llegar a
un acuerdo claro y meridiano al respecto, que permita aprobar una financiación. Y el Ayuntamiento no tiene dinero ni quiere endeudarse. Así que los camiones siguen pasando en hilera por el
centro del caserío de esta civilizada comunidad. Me disculparán que termine
con una moraleja obvia: estas cosas sólo salen adelante si se hacen por el
método Gallardón, a lo bruto y pasándose la participación ciudadana por las
regiones inguinales. Como empieces a preguntar a la gente, no llegas ni a poner la primera piedra.
Sean buenos.