Sigue el culebrón catalonio y yo
creo que vamos ganando por muchos a uno. El uno es por el día de las hostias,
un auténtico gol en propia meta que se metió el Estado español. Tampoco me
pareció muy lucida la intervención del rey, no la de hoy, me estoy refiriendo al discurso por TV a los dos días de las hostias, sin una mínima referencia a los
heridos. Ya sé que las cifras son falsas y todo lo
demás, pero, siguiendo con el símil futbolístico, el rey es el árbitro y,
aunque piense que determinados jugadores son unos cabrones y todo el rato
fingen que les han agredido y se tiran al suelo al menor contacto, pues su
obligación como árbitro es ir a interesarse por el caído y mostrar una cierta empatía.
Que también es el rey de los catalanes, por ahora. Este desliz, sin embargo, no
tiene para mí entidad suficiente como para considerarlo un segundo gol en propia meta; dijera
lo que dijese, les habría parecido mal y tampoco ha tenido mayor repercusión internacional. No es comparable al hecho de resucitar
a los grises, meterlos como sardinas en un crucero atracado y, cuando más
cabreados los tenían, sacarlos a repartir estopa.
Ya ven, por el párrafo anterior,
que hago esfuerzos sobrehumanos por adoptar una postura menos sesgada respecto
a este conflicto, que está en su momento más candente. Pero no consigo grandes
avances: mi postura sigue siendo la misma; creo que los nacionalismos son tan perversos
ahora como cuando los diseccionó Stefan Zweig (acuérdense de pronunciarlo svaig). Lo que pasa es que intento
ponerme en el lugar de los secesionistas, para entenderlos y aumentar mi
perspectiva como observador, que eso es lo que yo soy, un observador. Incluso he
empezado a practicar sus gritos más emblemáticos desfilando puño en alto por el
pasillo de mi casa, hasta el punto de que los vecinos me han llamado la atención
y he tenido que parar. Si no se lo creen, pues aquí tienen un videoselfie que
lo demuestra.
Por el contrario, no me parece mal que
hayan metido en el trullo a los Jordis (recuerden, el Sànchez con el acento al
revés, no como lo escriben los taimados periódicos nacionales, que son
anticatalanes hasta poniendo acentos). ¿Por qué no me parece mal? Pues por
varias razones. UNO, ya va siendo hora de que en Cataluña, como en el resto del
mundo mundial, el que la hace la pague. DOS, porque uno de los mayores
indicativos de la normalización en el País Vasco fue el hecho de que al señor
Otegui le metieran en la trena seis años y medio y los vascos no se pasaran ese
tiempo dando la murga en la calle pidiendo su libertad. Algo que este señor (el
del pendiente) todavía no ha logrado entender. Tal vez debería leer Patria para empezar a comprenderlo (por
cierto, premio nacional de literatura: ¿a quién dárselo si no?). Pero hay una
razón más: TRES, la juez Lamela es una persona súper pulcra en sus decisiones y,
si conocen a alguien vinculado al mundo judicial, podrán confirmarlo.
Esta señora se ha estudiado el
caso en detalle y ha encontrado en los Jordis
el origen del huevo de la serpiente. Y, con la misma pulcritud, ha decidido
dejar en la calle a Trapero, que evidentemente no es más que un simple mandado.
Alguien a quien pusieron en el cargo unos días antes para que hiciera
exactamente lo que hizo. Y no hay que castigar al mamporrero, sino al que le da
las consignas. Lo que sorprende es la falta de sentido del ridículo que tiene
el movimiento catalán a la hora de fichar a personajes como este (o, véase al
amigo Gañán, perdón, Rufián). La verdadera talla de Trapero la da su conocida escena
en que le empezaron a apretar a preguntas que ya no sabía responder y optó por
cortar el rollo, levantándose y diciendo ante un atónito auditorio: –Bueno, pues
molt bé, pues adiós (sic). El asunto fue tan sonado que hasta se ha sacado una
cerveza artesanal con ese nombre. Y con la efigie del propio Trapero con algo que parece un canuto. Aquí la tienen.
Un poco de sentido del humor es
clave para abordar situaciones dramáticas como la catalana. Lo sabe muy bien
gente como Borja Cabeaga que durante los años más duros del conflicto vasco
empezó a producir y emitir por televisión los programas de Vaya Semanita, que acabaron viendo todos los vascos y que se reían
de todo, incluyendo de los propios separatistas. Más adelante ha escrito y
dirigido películas muy buenas como Pagafantas (2009) o Negociador (2014), esta última con una
actuación estelar del actor gallego Ramón Barea que hasta pone cara de vasco y
todo. Ahora acaba de estrenar una película que aun no he visto y que se llama Fe
de Etarras. Los catalanes tienen hace tiempo un programa que se llama Polonia, pero me dicen que se ríen sólo
de una de las partes en conflicto. Tal vez si no lo hacen así, se les acaba la
subvención.
En Cataluña hay una acendrada tradición
de cómicos (recuerden a Cassen o al gran Eugenio). Siguen la saga gente como Andreu
Buenafuente y Berto Romero. Que personas con una vis cómica tan grande se hayan
puesto serios, es indicativo del grado de deterioro de la situación. Vivimos
tiempos difíciles y los cómicos de la televisión son fundamentales. En Estados
Unidos también el gran Jimmy Fallon se puso serio y lanzó un dramático mensaje
a su país, cuando Trump pareció disculpar a los supremacistas que la montaron
gorda en Charlottesville, Virginia (tres muertos). Este Jimmy Fallon es el tipo con mayor vis cómica que he visto
desde Martes y Trece. Sus imitaciones de estrellas del rock son míticas, desde
su programa The Tonight Show, de la
cadena NBC, el que más norteamericanos ven. Vean aquí cómo imita a Jim
Morrison, el cantante de los míticos Doors, fallecido en París en 1968 (yo he
visitado su tumba en el cementerio del Père Lachaise).
Jimmy Fallon, cuya imagen pueden
ver aquí, es un hombre de aspecto cotidiano muy normal, y de vida hogareña y familiar.
Tiene dos niñas pequeñas y vive en Nueva York donde nació. Y es increíble cómo
se transmuta cuando hace sus imitaciones. Últimamente ha patentado un tipo de
show consistente en que realiza una imitación de un rocker y, a media
actuación, convoca al auténtico y continúan cantando los dos. Y hasta las
estrellas más hurañas (supuestamente), como Neil Young, entran a su trapo,
acceden a vestirse igual y a participar en el show, riéndose de sí mismos. Vean
lo que les cuento.
El que también acudió al programa de Jimmy Fallon fue Bruce Springsteen, pero esto no me sorprende tanto como lo de Neil Young, porque el Boss se apunta a todos los bombardeos. Bruce está en estos momentos dando nada menos que 80 conciertos seguidos en el Walter Kerr, un pequeño teatro de Broadway, Nueva York. Toca él solo, sentado en una silla de madera, con una guitarra acústica, de lunes a viernes, y descansa el fin de semana. Durante su actuación, hace un recorrido por su propia vida, todos los días el mismo repertorio. Empezó el 3 de octubre y su plan inicial es mantener estos conciertos durante 16 semanas, hasta primeros de febrero, con un descanso para la Navidad. Pero las críticas han sido unánimemente buenas y se dice que no descarta prolongar su show hasta junio. En fin, les dejo con su participación en el programa de Jimmy Fallon. Sean buenos.
De acuerdo en lo básico querido amigo, salvo en que el discurso del Rey me pareció absolutamente impecable, conciso, directo, sin ambigüedades. No así como la actitud en este conflicto de gente como Colau, Iglesias, que día a día no hacen más que alimentar el monstruo independentista _ya solo merece calificarse así_ y desunir, sembrar la duda. La actitud de esta izquierda es destructiva, a mi me entristece profundamente. Leer artículos de Público, de siniestros personajes como Monedero, Espinar,.. es un ejercicio de masoquismo hasta que ya no he podido más, porque me parecen indecentes muchas cosas que he leído en este periódico. ¿desde cuando a lo largo de la Historia, la izquierda apoya los nacionalismos?Es contra natura, va contra su esencia. Recomiendo un artículo de opinión que sale hoy en el País sobre la perversidad moral en los colegios catalanes, y el ambiente en una ya rota sociedad catalana. Aunque el título del artículo llame al buen humor, me embarga la tristeza. Y el 155,.. no había más remedio que aplicarse.
ResponderEliminarNo identifico quién eres, pero te lo digo bien alto: NO TE ENTRISTEZCAS. Llevo cinco años proclamando que la izquierda y el nacionalismo son incompatibles. Una izquierda que no tenga esto claro no me interesa lo más mínimo. Es el ABC de la ideología. Y los partidos de izquierdas que coquetean con pulsiones identitarias, acaban por desaparecer. Si la propuesta de un PSC no se diferencia de la de ERC, pues los votantes de los primeros acabarán pasándose a los segundos. O bien integrando las tristes filas de la abstención.
EliminarBueno, que arriba ese ánimo.
Emilio, el motivo por el que Trapero pronunció esas palabras que se hicieron tan famosas no fue el que mencionas, sino otro bastante diferente. Se cuenta en diversas crónicas periodísticas, como por ejemplo esta:
ResponderEliminarhttps://verne.elpais.com/verne/2017/08/22/articulo/1503392460_378150.html
Te envío como siempre un cordial saludo.