Así de bien me lo estoy pasando
en estos hermosos días del otoño madrileño. El viernes en torno a las 12 de la
mañana me despedí de mis compañeros de oficina, todavía atónitos después de
haberme visto llegar por la mañana perfectamente trajeado y con mi mejor
corbata como en los buenos tiempos de mi carrera administrativa. Un coche
oficial me llevó a la Casa de la Villa, en donde tenía una cita con cincuenta
inversores, promotores, arquitectos y gestores de cooperativas, de la región
holandesa de Arnhem. Los traía mi amigo suizo Werner Dürrer y el número
inusualmente alto de miembros de esta visita me hizo buscar un lugar adecuado,
que finalmente resultó ser la sala de la que disponen los grupos políticos
municipales para sus reuniones de trabajo. Otro signo de los nuevos tiempos:
tal vez recuerden que a otro grupo de holandeses que me trajo Werner tuve que
atenderlos en el sótano de un bar de la plaza de Santa Ana en el felizmente fenecido
trienio negro.
Les puse a los holandeses una
presentación sobre los tiempos más recientes de la historia del urbanismo
madrileño, el Plan General de 1997 y las nuevas líneas del urbanismo madrileño,
que nos ocupó aproximadamente hora y cuarto. Recogí mis bártulos (había tenido
que llevar mi propio ordenador) y me despedí de ellos, aunque me invitaban a
comer en el Santiago Bernabeu, un clásico en los programas de Werner. En
realidad tenía después otra cita, era un viernes de programa doble. Caminé
hasta el Metro de Ópera y allí tomé el viejo Ramal Ópera-Norte, que me llevó a
Príncipe Pío, desde donde seguí andando hasta Casa Mingo, tercera visita al
lugar en unas pocas semanas. Allí me esperaba otra vez mi amigo Michael Shölz-Hansen,
con un nuevo grupo de alemanes.
Esta vez se trataba de un grupo
de expertos en parques y jardines, de la región de Berlín, que tenían un
programa bastante completo, incluyendo Aranjuez, Toledo, Segovia, El Escorial, La
Granja y los diversos jardines históricos de la capital, como el Capricho, el
Retiro y el Parque del Oeste. Estaban acabando de comer cuando llegué, por lo
que abrevié con un pincho de tortilla y un doble de sidra de grifo, para salir
cuanto antes a Madrid Río. En algún momento le pregunté a Michael si había
montado un negocio de viajes especializados, para redondear su sueldo de
catedrático. Me dijo que no entre risas. Era una casualidad que le hubieran
pillado dos viajes tan cercanos, pero no se pensaba dedicar a eso. La risa
provenía de que el dueño del restaurante La Rana Verde, de Aranjuez, había
pensado lo mismo que yo y le había invitado a comer, con trato de cliente Premium.
Como esta vez no se trataba de
jubilados, la excursión fue más larga, aunque hubimos de cortar cerca de las
seis, porque en su programa estaba visitar el jardín del Palacio de Anglona,
una pequeña joya junto a la Plaza de la Paja, que cierra sus cancelas a las
seis y media. Por cierto, que al menos tres de los cuidadores de jardines
berlineses, que se definieron como ecologistas, me dijeron que les parecía una
memez la idea de renaturalizar el rio Manzanares, por el sistema de abrir las
compuertas de todas las presas intermedias, para que el río fluya libre. Eso ha
hecho que salgan cañaverales gigantes y vengan muchas aves de distintos portes:
patos, garzas, grullas y hasta cormoranes. Según el pronóstico de los alemanes,
también vendrán las ratas y los mosquitos y serán los propios vecinos los que
pidan que se vuelvan a cerrar las compuertas para convertir ese tramo del río
en una serie de estanques, tal como se preveía en el proyecto Madrid Río. Me
limito a transcribir aquí su opinión, este es un proyecto que han llevado
adelante mis compañeros del Área de Medio Ambiente, y yo he de reservarme mi
opinión al respecto.
Michael me dijo que le encantaría
que volviera a visitarle en Leipzig. Les acompañé a coger un grupo de taxis en el
Puente de Segovia y luego subí caminando a Príncipe Pío, a coger el Metro. Pero
no me fui a casa todavía, sino a una reunión de negocios. Unos negocios de los
que ya se hablará en este blog (o no) cuando toque. El caso es que, tras la
correspondiente cerveza en una terraza, regresé por fin a casa, todavía con mi
traje de gala y cargando con el ordenador. Y me acosté pronto, porque estaba
reventado. Y el sábado debía madrugar como si de un día de diario se tratase,
porque estaba apuntado a la Carrera del Orgullo Gay 2017, que se celebraba a
las 10 de la mañana en el Parque Juan Carlos Primero, al lado de mi trabajo.
La verdad es que no tenía un
especial interés en esa carrera en concreto, la elegí porque la distancia es de
5 kilómetros y porque es toda por el interior de un parque que conozco bien. No
sé si han caído en la cuenta de que es la primera carrera que corro desde hace
mucho tiempo. Se me ha ocurrido ir probando con la distancia de 5 kms, la misma
que entreno dos o tres veces por semana, para ir recuperando sensaciones pero,
si no me cantan la espalda o las rodillas, mi objetivo es llegar a correr otra
vez alguna carrera de 10 kms. En esta ocasión, se apuntó conmigo mi amigo Marce,
jefe de un restaurante cercano a mi curre donde suelo comer algunos días cada
semana. Era la primera vez que corría una carrera, pero acabamos los dos con
bastante dignidad, como pueden comprobar en el selfie que nos hicimos.
Después de la carrera cogí el
coche de vuelta a casa, me duché a toda prisa y bajé a un bar a ver el partido
del Deportivo, que por fin ganó remontando frente al Getafe. Esto de ser del
Deportivo, me temo que este año es una vez más para sufrir. Hemos empezado muy
mal y, a menos que mejoren las cosas, cada partido va a ser un dolor. El del
sábado me dejó mucho más agotado que los 5 kilómetros anteriores. En el resto
del fin de semana tuve tiempo de descansar y coger fuerzas para las semanas que
vienen, que también son de órdago. El otoño es una estación preciosa en Madrid
y uno puede pasear a la sombra de los castaños de Indias, tomarse un vermú de
grifo en una terraza o visitar cualquier museo, sin que nadie te de la murga
identitaria.
Hoy, 1 de Octubre ha sido un día
clave para mí. Hoy se cumplen 35 años del día en que entré a trabajar en el
Ayuntamiento de Madrid. Lo que quiere decir que, a partir de mañana puedo pedir
el premio en metálico que está estipulado en mi convenio. Espero no tener que
reclamarlo en los tribunales, como me sucedió con el de los 30 años, historia
que se contó oportunamente en el blog. Poco más reseñable. He pasado la tarde
viendo series, porque no me interesa nada lo del referéndum. Yo ya he dicho en
estas páginas cuál es mi opinión acerca de un pueblo que se deja infectar por
la independentella fastidiosa. Y he
precisado que, aunque hubiera un 80% de partidarios de la secesión, a mí no dejaría
de parecerme una tendencia retrógrada y
casposa, impropia de los tiempos en que vivimos.
A este respecto, coincido
plenamente con el artículo que pueden leer AQUÍ.
Lo firmaría sin cambiarle una coma. Se publicó hace unos días en el diario
francés Liberation, el que fundó Jean
Paul Sartre, ahora mismo una verdadera referencia de la izquierda europea. Le
atiza bien también a Rajoy, con todo merecimiento. Lo cierto es que el
presidente está manejando bastante mal la partida. Los independentistas
buscaban hoy la foto de la señora con la cabeza llena de sangre y toda Europa
se ha desayunado ya con ella. Lo demás ha sido un correlato lógico. Esto no ha
hecho más que empezar y yo no soy quién para decir lo que habría que hacer para
reconducir el entuerto. Tal vez debería de intervenir la Unión Europea, si no
quieren que el mal se reproduzca. O buscar el arbitraje de la ONU. El otro día sugerí
a Pedro Sánchez como persona que podría ponerle el cascabel al gato, pero hoy
ha estado desaparecido. Necesitamos a Penélope Cruz gritando: ¡PEDROOOOO!
A comienzos de semana, los
coreanos del KDI me pidieron que les recomendara un lugar en donde escuchar
flamenco. Les hablé de Casa Patas, donde se puede cenar y presenciar el
espectáculo por un precio relativamente módico. Un par de días después viajaban
a Zaragoza en tren, para visitar unas obras hidráulicas del Ebro que no
conseguí precisar. Y luego seguían a Barcelona, desde donde volaban esta noche a Seúl. O sea, que les ha pillado todo el pollo. Entiendo que se han llevado
una visión muy precisa de España: flamenco e independentismo. Sólo les ha
faltado ver una corrida de toros.
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