martes, 31 de octubre de 2017

682. Levantando otra vez el vuelo

Bien, les debo algunas aclaraciones. Las dos últimas semanas he estado bastante asfixiado de trabajo y no les he atendido tan bien como de costumbre. Esto no va a ser así siempre. Para que eso sucediera se conjuraron dos factores. Uno de ellos ya se ha comentado. La semana pasada vencía el tiempo para presentarnos al Reinventing Cities (paciencia, ya se lo explicaré en detalle) y llegamos al viernes, último día del plazo de que disponíamos, con la hora pegada al culo. A mí, como persona que he metido en el lío al Ayuntamiento de Madrid (si bien la decisión final ha correspondido, lógicamente, a mis jefes), me correspondía dar el repaso final a la propuesta, tarea que reunía una última supervisión conceptual, con aspectos de tipo formal y hasta editorial. Es decir, que, el viernes, el que más asfixiado estaba era yo, revisando los cuestionarios, una vez que los técnicos habían terminado su trabajo. A eso se juntó la feria TRAFIC, que estuvo abierta toda la semana y en cuya preparación tuve también un cierto protagonismo. Por cierto, en dicha feria estuve probando los nuevos BMW eléctricos de enchufar, con 300 kms de autonomía y precios desde 37.500 €. Vean que guapo estaba al volante de uno de ellos. Vayan preparándose, que eso es el futuro.



Pero esto que les he contado era sólo uno de los dos factores. El otro es que ayer lunes inicié dos semanas de vacaciones y ya saben que en estas tesituras, los jefes te piden que dejes todo perfectamente acabado, avanzado, delegado en alguien, etc. Y tengo que decirles que estas vacaciones lo van a ser también del blog. Porque mañana, día de Todos los Santos, madrugaré para subirme a un tempranero vuelo de Iberia a Nápoles. Viajo de nuevo acompañado y ya saben las reglas de juego de mi blog en estos casos. Este será pues, probablemente, mi último post hasta el día 13 de noviembre en que me reincorporaré a mi mundo rutinario. Digo probablemente, porque pienso llevarme el ordenador, por si se me presenta algún rato muerto, de relax, y se me ocurre escribir algo y subirlo al blog. Mi plan de viaje es sumarme mañana a un grupo promovido por la entidad cultural Aularte (con quienes he viajado ya a Japón y a la Toscana) para volar a Nápoles y, desde allí, visitar también Pompeya, Herculano, Capri, Sorrento, Amalfi. El día 5 el grupo regresa a Madrid y yo me voy una semana a descansar a Roma, lugar perfecto para enamorados, como demostraron Gregory Peck y Audrey Hepburn.

Hala, ya tienen algo que cotillear. Pero, además, me he cogido dos días extra de vacaciones, ayer y hoy, para disfrutar del placer supremo de saborear Madrid en día de diario. Con el cambio de horario que se perpetró este fin de semana, ese placer se queda circunscrito a las mañanas, sin perjuicio de lo agradable que es salir también al anochecer. Ayer empecé a escribir este texto, pero la deriva vertiginosa de la cuestión catalana me ha hecho tirar todo lo escrito y empezar otra vez. Hablaremos, pues, de Cataluña, qué remedio. Por mi parte, chapó a la decisión de Rajoy de convocar elecciones ya. Es la primera vez que toma un poco la iniciativa. A ver si ahora es capaz de tener las manos quietas (me refiero a la mano que blande la porra) en los casi dos meses que quedan hasta la cita electoral. En el ajedrez que se está jugando ha sido un jaque vistoso. Pero la partida no ha terminado. ¿Cuál será la siguiente jugada del oponente?

La huida a Bruselas de Puigdemont y cinco de los suyos tiene algo de derrumbe de castillo de naipes. Los independentistas estaban intentando un imposible y justo es decir que lo han intentado hasta el final. El momento de ayer es un punto de inflexión que me recuerda algunos otros de la historia. Por ejemplo ese en que el IRA se reunió y alguien dijo: joder, hemos derrumbado edificios en el corazón de Londres, casi enfrente del Parlamento y no le hemos hecho ni cosquillas al Imperio; así no vamos a ninguna parte. Y, sobre todo, otro menos conocido, del que ni siquiera he encontrado referencias en las wikipedias diversas, pero que está firmemente anclado en mi memoria. En algún momento, ETA robó un cierto número de armas pesadas del ejército: bazookas, camiones, creo recordar que hasta algún cañón. No se habló demasiado de ello en la prensa, pero unos días después todo ello apareció abandonado junto a una carretera local: no habían encontrado lugar donde esconderlo ni forma de gestionar esa jugada. Cuando las estrategias se sobredimensionan sin contar con una base sólida, el fracaso es seguro.

Los partidos secesionistas parece que han decidido participar en las elecciones de Rajoy, lo que es una buena noticia. Tal vez han entendido que el honrado pueblo empezaba a estar hasta la gorra de tanta inestabilidad. Además, las van a ganar, nadie duda de que ERC será la lista más votada. Pero si hubieran querido seguir crispando la situación, tenían varias jugadas alternativas. Una de ellas hubiera sido llamar a la abstención. Si lo llegan a hacer, la masa de borregos que antes gritaban VUTAREM-VUTAREM-VUTAREM-VUTAREM, se habría puesto a gritar con el mismo énfasis: NOVUTAREM-NOVUTAREM-NOVUTAREM-NOVUTAREM. Me refiero por supuesto a los payeses cazurros, encabezados por la banda de alcaldes con sus varas de avellano en alto y el bardo Lluis Llach marcando el ritmo.

Y, ya puestos a joder aun más, Puigdemont podría haber convocado otras elecciones paralelas para un día cercano al 21D. O incluso el mismo día, para dar más por culo. A mí no me hubiera sorprendido. De hecho algo así proponen las CUP que, antes del derrumbe del castillo de arena, convocaron una gran paella para el día de la votación. No me parece esta una receta muy apropiada para una estrategia de joder a España. Más bien debían haber organizado unas mungetas amb butifarra, o al menos un arròs amb fesols y naps, que también es de els paisos catalans. Gastronomías aparte, el jaque de Rajoy ha disuelto el azucarillo en dos días. Como cuando un perro te está ladrando como un poseso, te hartas, te pones a cuatro patas y le gritas en la nariz: BUUH. Como el chucho que echa a correr como alma que lleva el diablo, mientras la dueña te llama gamberro, incívico, maleducado, etc, así ha salido Puigdemont.

Menos mal, porque los ánimos estaban en Cataluña bastante decaídos. Me impresionó escuchar el otro día a Oscar Tusquets, uno de las personas de quienes más he aprendido y a quien más admiro. Arquitecto, escritor y editor, con un sentido del humor único y de una brillantez que casi duele escuchar una de sus conferencias, lo imaginaba aburrido y harto de la murga identitaria, pero no tan acongojado. Vino a Madrid a recoger un premio y con cara triste dijo textualmente: por favor, no nos abandonéis. Que alguien como él pierda el sentido del humor, da la verdadera medida de cómo estaban los ánimos en Barcelona. Como iniciamos hoy un apagón bloguero, les voy a dejar un par de artículos que reflejan muy bien cuál era el clima en la ciudad antes del bufido de Rajoy, para que entretengan la espera.

Uno es del escritor bogotano Juan Gabriel Vasquez, del que ya dije que es extraordinario. Este hombre se estableció en Barcelona en 1999, pensando que era la ciudad perfecta. Allí tuvo a sus hijas gemelas sin sospechar el cambio que se iba a producir en la sociedad catalana sólo unos años más tarde. Por circunstancias personales regresó con su familia a su Bogotá natal, donde ahora reside y AQUÍ tienen su reflexión. La otra es una visión desde dentro y corresponde al nunca suficientemente ponderado en este blog Jaume Reixach, el director de El Triangle, la voz más independiente (que no independentista) de Cataluña. Pueden consultarlo ALLÁ. Por cierto, también les recomiendo la entrevista a María Comín, que hacen en este diario. Ya son mayorcitos informáticamente y la pueden encontrar por sus propios medios.

Por lo demás, a lo largo del prusés, hemos asistido a una serie de episodios esperpénticos, como el hecho de que Artur el astuto se presentara a las elecciones camuflado en el número 4 de su propia lista y luego tuviera que dejar el puesto de Hereu de Pujol al número 7 de la lista de Girona. O la votación interminable de las CUP que terminó en empate. O la sesión de 6 y 7 de septiembre en el Parlament, en donde se dinamitaron todas las estructuras. La escena de Puigdemont comiéndose un pollastre rostit en una terraza, mientras se emitía su discurso enlatado, no les va mucho a la zaga. Y la noticia de que el preso que comparte celda con uno de los Jordis ha pedido el traslado urgente, por favor, porque (sic) ya no soporta más la matraca identitaria. La rechifla que han generado en el resto de España estos disparates, se puede pulsar en estos dos vídeos (a su manera cariñosos) que circularon por whatsapp. El primero es sobre la declaración unilateral de independencia proclamada e inmediatamente suspendida.


El segundo corresponde al momento en que Puigdemont deshojaba la margarita valorando si ir o no ir al Senado a defender sus postulados.


El esperpento ha fallado sobre todo por la falta de apoyo internacional. Puede decirse que el señor Romeva se ha lucido. Porque, a pesar de los esfuerzos y los recursos económicos que se han empleado en el frente exterior, los únicos apoyos cosechados han sido los de Maduro, Assange (presunto violador de suecas), Willy Toledo y algunos políticos fascistas. Y un ministro belga que se ha lanzado a ofrecerles asilo aprovechando la sordera temporal del primer ministro, sobrevenida al escuchar junto a su oreja el pistoletazo de salida con el que una princesa local dio la salida a una carrera popular (supongo que recuerdan la foto). Valle Inclán hubiera encontrado aquí un tesoro para una de sus obras de teatro.

Pero lo que ya ha hundido definitivamente el invento es el apoyo de Yoko Ono. Esta señora tiene un largo currículum de asuntos similares desde que acabó con los Beatles. Ya que hemos llegado a Yoko Ono, les voy a dejar un par de vídeos donde creo que queda clara la personalidad de esta señora. El primero es de 1972. John Lennon invita a Chuck Berry a tocar un par de temas con su banda. En el primero, Memphis Tennessee, la doña no es capaz de limitarse a tocar el tamborcete que le han dado y aprovecha cualquier vacío para intercalar sus gritos, entre alarido saharaui, gárgara medicinal y queja de gato aterido de frio. Después atacan el Johnny Be Good y se ve claramente que le han desconectado el micrófono para que no siga haciendo el ridículo, algo de lo que la señora no parece percatarse.


El segundo vídeo es muy reciente, nada menos que de 2010. Es decir, que la doña tenía 77 años (ahora tiene 84). El MOMA, el museo de arte moderno de Nueva York la invitó en esa fecha a perpetrar una de sus performances y abajo tienen el resultado. La abuela Yoko Ono sigue empeñada en hacer el ridículo con tenacidad digna de mejores objetivos. Véanlo y no les quedará ninguna duda de quién es la persona que ha hundido el prusés. Como de costumbre: LA CULPA FUE DE YOKO ONO.



viernes, 27 de octubre de 2017

681. Esto puede enderezarse, dijo ella

Sirva este texto de DUO, Declaración Unilateral de Optimismo (que no de oligofrenia). Declaro solemnemente que no voy a ceder a la tentación de entristecerme y deprimirme, por que una panda de cabrones, seguida de una multitud de abducidos, a los que se lleva denunciando desde este foro más de cinco años, hayan decidido prolongar su delirio proclamando la República Bananera de Cataluña. Así que tengan por seguro que en este blog vamos a seguir decojonándonos de risa y felices. Sí señor, ahora mismo soy una persona feliz. ¿Por qué? Pues, entre otras cosas, porque tengo la suerte de no vivir en Cataluña y puedo salir a la calle a darme un paseo sin que me ensordezca la turba identitaria. Porque puedo ir a un bar a tomarme un vermú seco en vaso de chupito, por cierto, a ser posible, de la marca Iris, la que se fabrica en Reus (no esperarán que me tome la molestia de averiguar si lo que consumo se fabrica en Cataluña o no y mucho menos vetarlo).

Mucha gente está por aquí desolada, entre ellos algunos de mis lectores habituales. Yo también. ¿Cómo habría de estar, después de que el Deportivo de La Coruña estrenara ayer entrenador y debutara perdiendo en casa 1-4 con el Las Palmas? ¡Virgen Santísima, qué disgusto! Ser del Depor, a día de hoy es para sufrir. A pesar de eso, ayer fue un día gozoso para mí. Rememorando los tiempos en que me sentía importante, me levanté, me puse una chaqueta y estrené una corbata azul de rayas inclinadas y pequeños escudos heráldicos bordados, bastante discreta, que me regaló alguna delegación extranjera que ya no recuerdo. Daba gloria verme. De punta en blanco, caminé hasta Cibeles, me acredité y subí a la sala que había reservado, para probar mi presentación y comprobar que todo funcionaba correctamente. Luego bajé a la puerta a esperar a mis invitados.

Se trataba de un grupo francés, de la organización Union des Architects-92, con sede en Paris. Eran unos veinte, todos arquitectos y llegaron expectantes. Pasaron el control de seguridad, y llegaron al mostrador, en donde les esperaban con una lista que yo les había facilitado, con los nombres y DNI de cada uno (ahora tengo que ocuparme de todos los aspectos logísticos). La funcionaria al cargo del control (para quien soy como alguien de la familia) puso cuidadosamente un asterisco a la izquierda de cada nombre, a medida que iban entrando. Tomaron asiento y comencé mi presentación. La cosa salió perfecta, les hablé 45 minutos en francés y luego tuvimos otros 15 de preguntas. Me sentí bien entre ellos, noté que les interesaba mi relato y que no perdían ripio. La mayoría eran algo más jóvenes que yo, pero no demasiado. Rieron incluso algunos chistes que intercalé de forma improvisada, especialmente uno sobre lo que está pasando en Cataluña.

A la salida, me despedí de ellos y me hicieron entrega de una botella de Château de Seguin 2015, un burdeos de primera. Y me subí en un coche oficial que me llevó a la carrera a las instalaciones del IFEMA, al lado de mi oficina. Allí ha estado abierta durante cuatro días la feria TRAFIC, que hoy se ha clausurado y con cuya organización he colaborado como representante del Ayuntamiento. Esa tarea ha incluido ocuparme de que les suministraran unos bancos y farolas municipales para adornar el stand del Ayuntamiento, buscar fotos de operaciones urbanas con la suficiente definición como para producir unos foams con los que decorar el pabellón, hacer una selección de vídeos de los que el Ayuntamiento publica en Facebook para montar con ellos un bucle que se proyectara en una pantalla led de forma continua, recopilar folletos municipales de diversas unidades y conseguir a dos personas dispuestas a estar en el stand atendiendo a los visitantes. Desde aquí mi agradecimiento a África y Maribel, que se ocuparon de esta última tarea con una profesionalidad intachable.

Pero además de todo eso, había que organizar una jornada que tendría lugar ayer. La confección del cartel de esta jornada, no puedo atribuírmela, porque se ocuparon de ello mis jefes, pero sí el fichaje de mi amigo Mauricio Faciolince, que fue el ponente estrella y que dejó a todo el mundo patidifuso con su presentación sobre Medellín, que abrió la jornada. A continuación intervinieron dos personas de las empresas OHL (que participó en la construcción de la red de tranvías de Medellín) e INDRA, que se ocupa de la gestión integrada de la movilidad en dicha ciudad colombiana. Tras el break-coffee, hubo un par de intervenciones más para explicar el Plan A de Calidad del Aire de Madrid y la gestión de la EMT, la empresa que controla el transporte público de la ciudad: autobuses, bicicletas y aparcamientos. Por último, hubo una mesa redonda entre todos los participantes.

La jornada salió también redonda y, tras comer algo apresuradamente, me fui a mi oficina y me incorporé al grupo que estaba terminando de cumplimentar los cuestionarios de las cuatro parcelas que vamos a presentar al programa Reinventing Cities. Estuve allí hasta cerca de las 5. Hoy hemos rematado el trabajo y, en torno a las 16.30 he escrito a la directora del proyecto para remitirle la última versión de estos cuestionarios, que formalizan la participación de Madrid en dicho programa. Ya les contaré otro día en que consiste este interesante asunto. Únicamente les recordaré que la implicación de Madrid en Reinventing Cities parte de mi encuentro en Portland con Hélène Chartier, directora e impulsora del proyecto. Hélène vino a Madrid el lunes por la noche y nos pasamos el martes entero visitando las cuatro localizaciones, en compañía del equipo técnico que las ha seleccionado. En cada lugar nos esperaban los técnicos de las Juntas respectivas, muy interesados en esta iniciativa. Al final, llevé a Hélène al aeropuerto.

No se extrañaran de que escriba tan poco en el blog. No tengo tiempo. Ayer, a las 5, cuando salí del curre no me fui a casa, sino que me desplacé hasta la librería Rafael Alberti para asistir a la presentación del último libro de Mircea Cartarescu, el mejor escritor rumano vivo, que se llama Solenoide. También dejo para otro día el análisis de mi encuentro con este escritor que, por cierto, dijo que en España se encontraba como en familia; que siempre era bien recibido cuando presentaba sus libros en Madrid y en Barcelona, pero que esta vez sólo venía a Madrid por los motivos que todos conocíamos. A la salida, eran en torno a las nueve de la noche. Necesitaba relajarme después de un día tan intenso. Así que eché a andar por las calles de mi querido Madrid. Hacía una noche preciosa. Caminé por Princesa y Gran Vía, en medio de la multitud pacífica que se dirigía a sus casas tras un largo día de trabajo.

Hice una parada en el FNAC de Callao, para comprarme un libro y otra en Casa Labra, junto al Corte Inglés, para tomarme una caña y una tajada de bacalao rebozado, de las que llaman en otros lugares soldaditos de Pavía. En fin, no tengo tiempo ni margen mental para escribir en el blog, como para preocuparme por los catalonios. Como ya he dicho, me tranquiliza el hecho de que estemos en la Unión Europea. En caso contrario ya habrían empezado las hostias. No tengo mucho más que añadir a lo que llevo cinco años proclamando. Cataluña es hoy el reino de la posverdad, en donde lo blanco es negro. El ya expresident Puigdemont y sus secuaces son los demócratas atropellados; los que no están por la labor son los botiflers, los españoles somos los que les oprimen, yo, sin ir más lejos, soy un nacionalista español (hay que joderse). Y, en el colmo del delirio, sus pancartas dicen help Catalonia/save Europe. El mundo al revés. Europa no puede tolerar esta historia, porque va contra sus principios fundacionales, porque la Unión se creó precisamente para evitar este virus y porque autorizar la secesión sería el final de esta Europa que tanto queremos.

Veremos si el señor Rajoy no es tan torpe como lo ha sido otras veces. Ese es nuestro problema principal, la mala calidad de nuestros políticos. Pedro Sánchez está missing (hasta tuvo que salir Borrell a dar la cara por él). Y el amigo Pablo cada día demuestra ser más humano (por aquello de errare humanum est). No para de equivocarse. Fue suficiente con que Roures le invitara a cenar a su casa con Oriol Junqueras para que se despistara y perdiera el norte. Y qué decir de Alberto Garzón, el increíble hombre menguante, que el otro día recuperó repentinamente el habla para proclamar su convencimiento de no se llegaría a declarar la independencia. Desde mi ignorancia, creo que lo que hay que hacer no es tan difícil. Basta mantener indefinidamente en el trullo a los Jordis (la justicia es lo lenta que todos sabemos). Y echarle el guante cuanto antes a Forcadell. Ya se cansarán de la revuelta callejera continua.

El mundo real sigue su marcha fuera de Cataluña y el suflé ya bajará cuando vean que sólo les reconoce Maduro. El lío va a seguir hasta que haya unas elecciones legales. Rajoy las ha fijado para diciembre. Comprendo que esta es una situación de excepcionalidad que no debe estirarse más de lo necesario. Pero, si por mí fuera, cuanto más tarde, mejor. Cuanto más duren las revueltas y el ruido, antes se empezará a hartar el honrado pueblo. Y por favor: si van a detener a alguno de estos facinerosos, deténganlo. No se pongan a dar porrazos a los de alrededor, bajo las cámaras de todos los móviles del mundo, para después dejarle irse de rositas. Eso es, palo arriba, palo abajo, lo que se hizo en el infausto 1-O. Mientras tanto, yo aquí tranquilo, viviendo en una ciudad maravillosa. Ayer vino mi hijo el que está en Lille y hoy me voy a cenar con los dos. Sean felices.  
  

viernes, 20 de octubre de 2017

680. El humor, que no falte

Sigue el culebrón catalonio y yo creo que vamos ganando por muchos a uno. El uno es por el día de las hostias, un auténtico gol en propia meta que se metió el Estado español. Tampoco me pareció muy lucida la intervención del rey, no la de hoy, me estoy refiriendo al discurso por TV a los dos días de las hostias, sin una mínima referencia a los heridos. Ya sé que las cifras son falsas y todo lo demás, pero, siguiendo con el símil futbolístico, el rey es el árbitro y, aunque piense que determinados jugadores son unos cabrones y todo el rato fingen que les han agredido y se tiran al suelo al menor contacto, pues su obligación como árbitro es ir a interesarse por el caído y mostrar una cierta empatía. Que también es el rey de los catalanes, por ahora. Este desliz, sin embargo, no tiene para mí entidad suficiente como para considerarlo un segundo gol en propia meta; dijera lo que dijese, les habría parecido mal y tampoco ha tenido mayor repercusión internacional. No es comparable al hecho de resucitar a los grises, meterlos como sardinas en un crucero atracado y, cuando más cabreados los tenían, sacarlos a repartir estopa.

Ya ven, por el párrafo anterior, que hago esfuerzos sobrehumanos por adoptar una postura menos sesgada respecto a este conflicto, que está en su momento más candente. Pero no consigo grandes avances: mi postura sigue siendo la misma; creo que los nacionalismos son tan perversos ahora como cuando los diseccionó Stefan Zweig (acuérdense de pronunciarlo svaig). Lo que pasa es que intento ponerme en el lugar de los secesionistas, para entenderlos y aumentar mi perspectiva como observador, que eso es lo que yo soy, un observador. Incluso he empezado a practicar sus gritos más emblemáticos desfilando puño en alto por el pasillo de mi casa, hasta el punto de que los vecinos me han llamado la atención y he tenido que parar. Si no se lo creen, pues aquí tienen un videoselfie que lo demuestra.


Por el contrario, no me parece mal que hayan metido en el trullo a los Jordis (recuerden, el Sànchez con el acento al revés, no como lo escriben los taimados periódicos nacionales, que son anticatalanes hasta poniendo acentos). ¿Por qué no me parece mal? Pues por varias razones. UNO, ya va siendo hora de que en Cataluña, como en el resto del mundo mundial, el que la hace la pague. DOS, porque uno de los mayores indicativos de la normalización en el País Vasco fue el hecho de que al señor Otegui le metieran en la trena seis años y medio y los vascos no se pasaran ese tiempo dando la murga en la calle pidiendo su libertad. Algo que este señor (el del pendiente) todavía no ha logrado entender. Tal vez debería leer Patria para empezar a comprenderlo (por cierto, premio nacional de literatura: ¿a quién dárselo si no?). Pero hay una razón más: TRES, la juez Lamela es una persona súper pulcra en sus decisiones y, si conocen a alguien vinculado al mundo judicial, podrán confirmarlo. 

Esta señora se ha estudiado el caso en detalle y ha encontrado en los Jordis el origen del huevo de la serpiente. Y, con la misma pulcritud, ha decidido dejar en la calle a Trapero, que evidentemente no es más que un simple mandado. Alguien a quien pusieron en el cargo unos días antes para que hiciera exactamente lo que hizo. Y no hay que castigar al mamporrero, sino al que le da las consignas. Lo que sorprende es la falta de sentido del ridículo que tiene el movimiento catalán a la hora de fichar a personajes como este (o, véase al amigo Gañán, perdón, Rufián). La verdadera talla de Trapero la da su conocida escena en que le empezaron a apretar a preguntas que ya no sabía responder y optó por cortar el rollo, levantándose y diciendo ante un atónito auditorio: –Bueno, pues molt bé, pues adiós (sic). El asunto fue tan sonado que hasta se ha sacado una cerveza artesanal con ese nombre. Y con la efigie del propio Trapero con algo que parece un canuto. Aquí la tienen.


Un poco de sentido del humor es clave para abordar situaciones dramáticas como la catalana. Lo sabe muy bien gente como Borja Cabeaga que durante los años más duros del conflicto vasco empezó a producir y emitir por televisión los programas de Vaya Semanita, que acabaron viendo todos los vascos y que se reían de todo, incluyendo de los propios separatistas. Más adelante ha escrito y dirigido películas muy buenas como Pagafantas (2009) o Negociador (2014), esta última con una actuación estelar del actor gallego Ramón Barea que hasta pone cara de vasco y todo. Ahora acaba de estrenar una película que aun no he visto y que se llama Fe de Etarras. Los catalanes tienen hace tiempo un programa que se llama Polonia, pero me dicen que se ríen sólo de una de las partes en conflicto. Tal vez si no lo hacen así, se les acaba la subvención.

En Cataluña hay una acendrada tradición de cómicos (recuerden a Cassen o al gran Eugenio). Siguen la saga gente como Andreu Buenafuente y Berto Romero. Que personas con una vis cómica tan grande se hayan puesto serios, es indicativo del grado de deterioro de la situación. Vivimos tiempos difíciles y los cómicos de la televisión son fundamentales. En Estados Unidos también el gran Jimmy Fallon se puso serio y lanzó un dramático mensaje a su país, cuando Trump pareció disculpar a los supremacistas que la montaron gorda en Charlottesville, Virginia (tres muertos). Este Jimmy Fallon es el tipo con mayor vis cómica que he visto desde Martes y Trece. Sus imitaciones de estrellas del rock son míticas, desde su programa The Tonight Show, de la cadena NBC, el que más norteamericanos ven. Vean aquí cómo imita a Jim Morrison, el cantante de los míticos Doors, fallecido en París en 1968 (yo he visitado su tumba en el cementerio del Père Lachaise).


Jimmy Fallon, cuya imagen pueden ver aquí, es un hombre de aspecto cotidiano muy normal, y de vida hogareña y familiar. Tiene dos niñas pequeñas y vive en Nueva York donde nació. Y es increíble cómo se transmuta cuando hace sus imitaciones. Últimamente ha patentado un tipo de show consistente en que realiza una imitación de un rocker y, a media actuación, convoca al auténtico y continúan cantando los dos. Y hasta las estrellas más hurañas (supuestamente), como Neil Young, entran a su trapo, acceden a vestirse igual y a participar en el show, riéndose de sí mismos. Vean lo que les cuento.


El que también acudió al programa de Jimmy Fallon fue Bruce Springsteen, pero esto no me sorprende tanto como lo de Neil Young, porque el Boss se apunta a todos los bombardeos. Bruce está en estos momentos dando nada menos que 80 conciertos seguidos en el Walter Kerr, un pequeño teatro de Broadway, Nueva York. Toca él solo, sentado en una silla de madera, con una guitarra acústica, de lunes a viernes, y descansa el fin de semana. Durante su actuación, hace un recorrido por su propia vida, todos los días el mismo repertorio. Empezó el 3 de octubre y su plan inicial es mantener estos conciertos durante 16 semanas, hasta primeros de febrero, con un descanso para la Navidad. Pero las críticas han sido unánimemente buenas y se dice que no descarta prolongar su show hasta junio. En fin, les dejo con su participación en el programa de Jimmy Fallon. Sean buenos.



martes, 17 de octubre de 2017

679. Arde el paraíso

Ya sé que les tengo un poco abandonados, pero es que no me queda tiempo para más. Ahora mismo estoy en una dinámica de trabajo que me absorbe bastante y de la que ya se hablará cuando se pueda (o no); además, intento seguir entrenando y mantener otra serie de actividades, que tenía planificadas cuando no contaba con reengancharme a la ilusión por mi desempeño laboral en el Ayuntamiento. Y, cuando llega un puente, pues me voy pitando a hacer senderismo en serio, por los campos del paraíso terrenal astur (antes de que vinieran unos cabrones y le prendieran fuego) como me dispongo a contarles en este post.

En esa vorágine he sufrido una baja sensible. Se ha clausurado el taller de conversación inglesa que tanto me hacía disfrutar los miércoles y lo estoy echando mucho de menos. Les recuerdo que este taller surgió de mi intención de perfeccionar mi nivel de inglés, después de que al menos dos oyentes de mi serie de tres conferencias en universidades alemanas en junio de 2015 alabaran mi acento y constatase que no me estaban tomando el pelo. Mi hijo Lucas presenció mi charla en Leipzig con ojo crítico y me confesó que en cuanto al idioma no tenía nada que reprocharme (sí lo hizo en otros aspectos, de los que tomé buena nota). Lo que me dijeron mis felicitadores es que los españoles y los franceses suelen tener una pronunciación desastrosa y a menudo destrozan el inglés con su acento infernal. Es lo que le sucede por ejemplo a Pablo Iglesias, como pueden comprobar en este vídeo.


Si hablas de esa manera, normalmente sucede que nobody-andestán-yu. A la vuelta de mi periplo alemán, busqué por Internet un grupo en el que pudiera practicar conversación en inglés y encontré al bueno de Ed, que se disponía a repetir la experiencia que había iniciado el año anterior. La mayoría de los asistentes repetían del curso previo y había un rollo muy bueno, basado en una mayoría clara de mujeres y de gente joven. Mi primer curso fue divertido y práctico; hacíamos las sesiones en el Martínez Bar de la calle del Barco y, al acabar, casi siempre nos quedábamos a tomar otra copa y seguíamos hablando en inglés hasta las tantas. El segundo año, en cambio, sucedió que dejaron de venir las chicas que más me gustaban, que pasamos del bar a diversas aulas sucesivas y que Ed ya no se quedaba nunca después, porque había tenido una niña pequeña y se tenía que ir corriendo cada día.
 
El siguiente paso estaba cantado y no me ha pillado de sorpresa: para este año, Ed nos ha propuesto continuar con el asunto en formato on line. Y yo le he dicho que no sigo. A mí lo de on line no me va nada. Yo lo que quiero es salir por ahí, enredar, beber cerveza, alternar un poco y disfrutar de la noche madrileña. Y además practicar inglés. Si me dejan sólo esto último, ya no me gusta. Estoy todavía encajando el golpe y veremos qué invento me busco para seguir practicando de alguna manera. Me dice mi hijo Kike que hay un formato muy interesante: el llamado tandem. Yo conecto por Internet con alguien que hable inglés, quedamos en una cafetería y nos pasamos una hora hablando en inglés y otra hablando en español. Así aprendemos los dos. A ser posible que sea una mujer joven y guapa (no por nada, sólo por salpimentar el aprendizaje). 

En fin, una novedad más para el curso que empieza. He de decirles también que sigo yendo al trabajo en coche, excepto los viernes y algún día suelto entre semana, porque he descubierto que, saliendo antes, puedo encontrar todavía sitio en el parking del parque Juan Carlos Primero. Así que, si salgo antes de las 7.45, voy en coche y si salgo más tarde recurro al Metro. Será así hasta el 1 de diciembre, día en el que espero poder volver a disfrutar de una plaza de aparcamiento en el edificio de mi oficina, hasta el 1 de junio de 2018. Después volveré a quedarme sin plaza, hasta el día en que deje de trabajar en el Ayuntamiento.

Pero yo quería hablarles de mi aventura senderista y ya me he comido la mitad del espacio sin siquiera empezar. Como les conté, salí de mi trabajo el miércoles a mediodía, comí algo rápido y pillé carretera. He de decir que me impresionó el ambiente reseco y amarillo del campo castellano. La desertización avanza imparable. Los pocos grupos de árboles parecían achicharrados; nubes de polvo claro atenuaban la visibilidad, entre reflejos del sol cayendo hacia el crepúsculo, componiendo un entorno abrasado en el que casi daba miedo pararse y bajar del coche. Cerca de Benavente, empezaron las choperas leonesas que alivian un poco el paisaje. Se me hizo de noche cruzando los puertos y apenas pude ver nada de las tierras asturianas que iba atravesando. Por fin encontré la casa rural La Lastra, en el pequeño pueblo de Campo de Caso, punto de cita del grupo.

Hicimos tres rutas senderistas en el puente. Empezamos el jueves con la llamada Ruta del Alba, con salida y llegada en Soto de Agües, unos 15 kilómetros en total, cómoda y bonita, si bien había bastante gente, porque es un recorrido fácil y muy conocido. El viernes nos dimos la gran panzada, la llamada Ruta de los Arrudos, que partiendo de Caleao asciende hasta el mítico lago Ubales, a 1.500 metros de altura, y luego desciende hasta La Infiesta. Total unos 23 kilómetros bastante agotadores, con un desnivel de unos 800 metros. Por último, el sábado rematamos con una ruta matinal suave de 10 kilómetros, con salida y llegada en Tarna, para ver la bonita Cascada del Taballón. El sábado por la tarde, los colegas menos reventados se fueron en coche a Langreo a ver el Museo Minero. No fue mi caso. Después de obsequiarme con un pote asturiano y una buena ensalada, me subí a mi cuarto y estuve toda la tarde haciendo meditación trascendental.

Hacía tiempo que no hacía una ruta tan larga y tan dura como la del viernes 13 y la verdad es que acabé bastante rendido. A mitad del camino de subida había un punto en el que uno se podía dar la vuelta para hacer la versión light y muchos del grupo lo hicieron así. Yo dudé, pero al final decidí seguir a los más atrevidos. Pero 23 kilómetros en la endiablada orografía asturiana no son cualquier cosa. Llegué al lago con el fuelle bajo mínimos. Con el indicador de la gasolina en rojo. Tuvieron que esperarme, porque no podía dar ni un paso. Otra cosa que sucedió es que, en un punto, nos quedamos sin agua. Entonces apareció por allí un regato y recargamos nuestras botellas. Después de haberme bebido más de medio litro, me di cuenta de que era un agua llena de posos. Con la de vacas que había por el entorno, había riesgo de salmonelosis, pero parece que hemos tenido suerte. Alguien recordó el refrán: agua corriente, no mata a la gente. Aquí el testimonio de que llegué al lago e incluso metí mis castigados pies en el agua helada.


Comimos nuestros bocatas junto al lago y afrontamos la bajada, un recorrido interminable del que salí con las uñas de ambos dedos gordos del pie bastante perjudicadas, lo que no me impidió hacer el recorrido del sábado. Llevaba tiempo sin hacer senderismo y tal vez estaba un poco desentrenado. Mi anterior aventura con este grupo fue en marzo, en el entorno de Las Batuecas, de lo que se dio cuenta en el blog. Por lo demás, esta excursión fue una nueva constatación de que el paraíso terrenal está en Asturias. También en Galicia y en Portugal, por supuesto, pero yo creo que, si tuviera que elegir lo más bonito del mundo, me quedaría con Asturias. Incluyo en esa valoración los paisajes, el clima, la cultura, la gastronomía. Y las gentes.

En todas las ocasiones en que he convivido en entornos multirregionales (por ejemplo, en el Colegio Mayor o en la mili) mis mejores amigos han sido siempre los asturianos y los vascos. Los gallegos también, por la cuenta que me trae, pero como los asturianos nadie. En este viaje he descubierto un queso nuevo: el casín (de la zona de Caso) que está para chuparse los dedos, aunque es fuerte. He probado un pote y una fabada sensacionales. Y la sidra de costumbre. Con Portugal también tengo una historia de amor que viene de antiguo. Siempre me he encontrado bien en esa tierra, donde tengo buenos amigos. Por cierto, sorprende que nadie hable en la prensa del éxito que está teniendo en Portugal un gobierno de coalición de izquierdas que, con sentido común, está recuperando la economía, por el sistema de reforzar la inversión pública y pasar de las directrices de austeridad de Bruselas. La prima de riesgo portuguesa está en niveles históricos. Pero nadie dice nada de esto. No sea que nos pongamos a pensar. 

Por eso me ha dado tanta rabia la ola de incendios que ha devastado este triple paraíso. He de decir que las condiciones de partida eran proclives al fuego. Hay bastante sequía, hacía mucho calor y había también extraños cambios de temperatura en el aire, sobre todo cuando íbamos subiendo. En medio de un aire fresco, de pronto te llegaba a la cara una bocanada completamente tórrida. Pero luego hace falta que aparezca un cabrón con una mecha y prenda todo. Nunca podré entender la mente de un pirómano, pero tampoco entiendo a los nacionalistas, a los ludópatas y a algunos otros grupos de gente capaz de complicarse la vida y complicársela a los demás. Ya voy completando mi tamaño estándar de textos, así que les dejo con una selección de las fotos que tomé en esta excursión. Al final, una que nos hicimos de grupo. Sean buenos. 













viernes, 13 de octubre de 2017

678. Cuentos de nunca acabar

Bien, unos días después del gatillazo del prusés, parece claro que al señor Puigdemont le pudo la prudencia o el vértigo ante el abismo y optó por atender las voces suplicantes de la soberanía nacional a punto de ser ultrajada, unas voces que proclamaban: –La puntita nada más, don Carles, que soy doncella. Los congregados ante el Parlament, que aguardaban anhelantes el orgasmo de la independensieeee, que ya estaban tocando el clímax con la punta de los dedos, sufrieron finalmente una auténtica eyaculación precoz que los ha dejado compuestos y sin república bananera. Vean abajo las fotos de la prensa. Las caras de la doña de la primera fila del motín callejero, expresan sucesivamente la inminencia del éxtasis, la decepción del fiasco inesperado y el cabreo subsiguiente. Son las mismas que te pone cualquier prójima ante la vergonzante situación equivalente sobrevenida. Lo primero es la cara de asco. Luego vienen las frases más hirientes: me he quedado como estaba, ni me he enterado, ¿es que no sabes contenerte un poco? te dije que no te aceleraras.



Mira que tenía yo la ilusión de que los catalanes se fueran de una vez. O que se quedaran y callasen para siempre. Pues nada. Ni lo uno ni lo otro. Se quedan y siguen dando el coñazo, qué hartura. El cuento de nunca acabar. Así que en este blog procedemos a continuar con la enumeración de las novedades y planes para el año en curso. Supongo que recuerdan la secuencia: 1, cortarme el pelo, 2, empezar a correr y 3, fijar la fecha de la jubilación. Todos estos planes (y algún otro que ya les contaré) están obviamente condicionados al disfrute de una buena salud, una especie de input nº 4, que de momento no va mal (toco madera).

Como ya he amagado varias veces con hablar de temas de salud, varios seguidores se han interesado por mí privadamente (¿te pasa algo?). Incluso algún listillo ha creído que mi calificación del prusés como hemorroides de Europa encubría una pista sobre mis dolencias supuestas. No han acertado. Lo cierto es que no estoy mal (llevo dos meses corriendo 5 kms tres veces por semana, aunque ahora estoy parando un poco, no por falta de energías sino de tiempo). Pero a mi edad uno tiene siempre pequeños ruidos, los popularmente llamados alifafes. Y basta que acudas con cualquiera de ellos a un médico para que inmediatamente ingreses en otro largo cuento de nunca acabar. Mis frentes abiertos son tres.

1.- El señor Konrad Adenauer. Así bauticé al clavo de titanio que me implantaron en el húmero fracturado, en base a que el gran canciller alemán fue clave para solucionar la fractura de Europa. De esto ya se ha hablado en el blog, incluso en exceso, pero es un tema que no se acaba nunca. A poco de recibir el alta, acudí al doctor Gárate a pedirle que me extrajera el clavo, que me molestaba mucho. Respuesta: hasta que pase un año de la fractura, no se puede ni considerar. Obedientemente, volví a la consulta en marzo, a la vuelta de Birmania. Me hicieron un TAC y descubrieron que mi hueso estaba soldado sólo por fuera; que en su interior albergaba cuévanos importantes que desaconsejaban la extracción del General De Gaulle (también le llamé así durante un tiempo). Y me emplazaron a volver en seis meses.

En este septiembre, he vuelto a la consulta, pero con una novedad: cada vez la molestia es menor. Paso horas sin acordarme de mi hueso roto, que poco a poco va cantando menos y que no me impide hacer vida normal, ni correr, ni nadar, ni hacer pesas. Así que actualmente, mi primera opción es no tocar nada y dejar tranquilo al bueno de Adenauer (ya lo vuelvo a llamar así). Ante este giro de la situación, Gárate me ha dicho que vuelva dentro de un año. Como me voy a jubilar, le propuse acudir ya de pensionista, pero dice que no, que quiere ver la evolución del brazo cuando aún esté activo. No sabe que cuando me jubile voy a empezar a hacer muchas más cosas que ahora. Finalmente, una historia interminable. 

2.- El ausente dienteputo. Otro tema que empezó en marzo. Aguanté como pude mi tambaleante piño durante el viaje a Birmania, pero, en cuanto volví, me lo hice extraer. Ese mismo día, el dentista me explicó que, para sustituirlo por un implante, había dos caminos: el largo y el corto. El corto consiste en que te hacen todo en un día y no es muy aconsejable (dijo el dentista) porque hay riesgo bastante alto de infección. Y si se pilla usted una infección con lo degradada que tiene la base ósea de la mandíbula superior, pues eso sería algo grave. Nada, nada, vamos al procedimiento largo, quite usted –fue mi respuesta inmediata. No sé si me equivoqué, pero, siete meses después, sigo sin diente y ya he perdido la cuenta de mis visitas al dentista. El procedimiento largo va despaciiiiito, despaciiiiito, como la canción. Si ya sé que se trata de un vídeo muy hortera pero ya ha recibido 4 millones de visitas, por lo que ha batido el record del coreano Gangnam Style. Si usted querido lector, no es uno de los 4 millones de visitantes, puede visionarlo pinchando AQUÍ.

De mis visitas al dentista, hay muchas en las que los distintos médicos de la clínica se limitan a echarme un vistazo, constatar que todo va bien y luego felicitarme las pascuas, o estar un rato conmigo hablando de literatura o de cine. Ya me han puesto dos dientes provisionales sucesivos y ahora tengo que hacerme el molde para el tercero. De momento, el mayor avance es que me han puesto el injerto de hueso que me faltaba, es decir, en lenguaje de albañil, el recrecido necesario para constituir una base suficientemente sólida como para asegurar en ella el tornillo al que un día se fijará el implante. En estos momentos, la cosa está fraguando. Cada semana voy a la consulta, me echan un ojo, o me hacen una radiografía y el comentario final es el mismo: todo va cojonudo, pero no hay que apresurarse. Calculo que para las Navidades me pondrán el tornillo y, con suerte, para el verano el diente.

En medio de esas consultas inocuas, me calzaron el asunto del injerto de hueso, sin avisarme de que era una cosa tan cruenta (casi mejor). El asunto consiste en que te duermen toda la boca y un cirujano te raja la encía con un bisturí. Luego, te tiene que limpiar la base ósea y empezar a apretarte pegotes del falso hueso, que ha fabricado en parte con tu propia sangre. Una carnicería. Por último, tiene que coserte para cerrar el desaguisado. Cuando ya estaba hasta los huevos, abrí un ojo. A pocos milímetros de mi cara, el matasanos sostenía fuertemente entre el pulgar y el índice una aguja que me pareció gigante, en donde estaba enhebrado el hilo quirúrgico de color negro. Sin soltarla, usó el meñique engarfiado para enganchar una lazada del citado hilo y tiró con fuerza hacia él. Pude imaginar, bajo su máscara blanca, la punta de su lengua levemente sacada para mejorar la concentración mental. Ante tan terrorífica imagen, opté por cerrar los ojos de nuevo. Ahora mismo ya no tengo puntos, todo parece bien cerrado y se disponen a hacerme un tercer diente provisional, hasta que se pueda poner el tornillo.

3.- La cuestión digestiva. De esto no se ha hablado nunca en este blog, porque para qué. Más o menos en agosto del año pasado, estando aun de baja médica, empecé a tener una molestia muy extraña que, ahora con perspectiva, me parece claramente atribuible a la medicación que hube de tomar como consecuencia de la fractura de húmero. La molestia se la describo a continuación. Cada día, después de dormir más o menos bien, me despertaba, como suelo, antes de que sonara el despertador. Me encontraba bien. Encendía la luz y cogía la tablet, para echar un vistazo a las noticias de la noche. Entonces, en medio del silencio absoluto de esas horas, mis tripas empezaban una sinfonía de ruidos, retortijones y pirotecnias diversas, que terminaba indefectiblemente en una diarrea tremenda. Sin desayunar ni nada.

Después, me levantaba, incómodo y jodido, como se pueden imaginar, y desayunaba así como sin ganas. Pero el desayuno me sentaba bien, me asentaba las tripas y me animaba a ir a trabajar. A media mañana me tomaba un café y un bollo con los compañeros y la cosa mejoraba todavía más. A mediodía, como me encontraba bien, hacía una comida normal, que volvía a sentarme fenomenal, y luego por la tarde estaba bien. Y por la noche lo mismo: cena normal, sobremesa grata, a dormir con buenas sensaciones y a olvidarme del tema hasta el día siguiente. Pero, en la siguiente madrugada, volvía a repetirse la catástrofe. Pregunté a los amigos y nadie había oído nunca nada igual. Es muy raro tener una diarrea enorme una vez al día, no repetirla nunca a otras horas y mantenerte bien todo el día.

Hace más o menos un año me tocaba hacerme una colonoscopia, que ofreció un resultado normal, lo que me quitó de la cabeza patologías más preocupantes. Dada la hora en que se producía el desarreglo, inevitablemente lo relacioné con las cenas. E intenté todas las estrategias posibles: cenar cosas más digestivas, cenar poco, cenar pronto, no cenar absolutamente nada, cenar con cerveza, cenar con vino, cenar con agua, cenar con leche. Los resultados de estas pruebas fueron totalmente nulos. Una cuestión clave: cuando me iba de viaje, se me arreglaba. No tuve la menor molestia en San Petersburgo, ni en Japón, ni en Marsella, ni en Birmania. Lo que venía a sugerir un componente psicosomático.

En marzo, me decidí a pedir ayuda médica. Me dijeron que llamara a la doctora Menganita, que es buenísima. El problema es que el servicio de esta señora me dio hora ¡para el 3 de julio! Este proceso es todavía más lento que el del dentista. Me arrepentí de no haberlo planteado como una urgencia, pero yo soy pariente de médicos y sé lo que es una urgencia y lo que no lo es. Resumiendo. Cuando llegué a la consulta de la señora Menganita, la disfunción digestiva había mejorado bastante. Le conté lo que me había pasado, utilizando el pretérito imperfecto, porque ya no me pasaba. La doctora me dijo que era la sintomatología típica de una dolencia leve que se llama espasmos de colon. Pero, para descartar otras patologías, me prescribía una serie de pruebas. Yo ya me tenía que ir a Portland, así que las pruebas me las hice a lo largo del mes de agosto y los resultados me los han dado en septiembre. Y me han dado hora para una nueva consulta el 23 de octubre. Hasta me dan ganas de no ir, porque mis molestias han desaparecido totalmente. 

Esto es lo que quería contarles. Uno entra en un protocolo por una tontería y el médico ya no le suelta. A ver si tengo suerte y me libro de estas pejigueras, que me hacen perder mucho tiempo. Todo esto se lo estoy contando desde la casa rural La Lastra, en el municipio asturiano de Campo de Caso. El miércoles salí del trabajo, comí algo por allí y salí de viaje, para reunirme con mi grupo habitual de senderistas. Hoy jueves hemos hecho la llamada Ruta del Alba, unos 16 kms, según el medidor de un colega. Mañana nos espera un recorrido aun más duro. Ya les voy contando.

sábado, 7 de octubre de 2017

677. Yury Buida y los replicantes

El pasado jueves asistí en el FNAC de Callao a una charla con el escritor ruso Yury Buida, del que ya se ha hablado en este blog, uno de los autores punteros de la literatura rusa actual, galardonado con el premio Apollon Grigóriev, el más prestigioso de las letras rusas, y algunos otros internacionales, del cual he leído dos novelas fascinantes: El tren Cero (1997) y Helada sangre azul (2011), ambas traducidas al español por Yulia Dobrovolskaya y editadas por Automática Editorial, la empresa que, de forma esforzada y casi heroica, dirige mi amigo Darío Ochoa. Tanto Darío como Yulia estaban en el acto, la segunda en calidad de traductora sucesiva, porque nuestro hombre no habla ni palabra de otro idioma que no sea su ruso cerrado. La verdad es que asistíamos al acto no más de 25 personas, la mitad rusos convocados por la embajada y el resto amigos del club Billar de Letras, capitaneados por Ronaldo Menéndez, que ejercía de entrevistador.

Yury se sentó en el centro, con Yulia a un costado y Ronaldo al otro, cada uno con un micrófono. Pero desde los primeros compases Yury se hizo con el escenario, desde su figura enorme y su voz poderosa e hipnótica, eclipsando totalmente a sus compañeros que parecían quedar en sombra al lado de este gigante. El acto duró hora y media y a Ronaldo apenas le quedó margen para plantearle al escritor tres preguntas. Cada una de ellas desencadenaba una cascada de reflexiones sucesivas, que Yulia se esforzaba en traducir como podía. Las cuestiones puramente literarias fueron súper interesantes, pero en este post quiero centrarme en la larga disertación a la que dio pie la primera pregunta de Ronaldo, que quiso saber cómo se desenvolvía en la gran ciudad de Moscú, donde ahora vive, una persona de un pueblo pequeño como él. Esa pregunta le sirvió para contar sus orígenes y desvelar una historia con la que yo me siento muy identificado.

Yury Buida nació en el pequeño pueblo de Znamensk, en el oblast de Kaliningrado. No sé si ustedes son tan forofos como yo de la geografía, pero, si lo son, seguro que ya habrán advertido que la gran Rusia tiene un territorio escindido de su superficie principal, un enclave con salida al mar Báltico, encapsulado entre Lituania y Polonia y a más de 300 kilómetros del resto de los dominios del señor Putin. Ese es el oblast de Kaliningrado, unos 15.000 kilómetros cuadrados, más o menos el doble de la Comunidad de Madrid y del cual les pongo una imagen para que sepan de qué hablo.

























Kaliningrado es territorio ruso desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue conquistado y arrasado por las tropas soviéticas. Antes tenía otro nombre. Antes era la Pomerania oriental y pertenecía a Alemania. Los pomeranios, un pueblo eslavo, nunca han tenido un estado propio, siempre han estado bajo el dominio de pueblos vecinos más poderosos: la antigua Prusia, Suecia o Rusia. En este momento, la mayor parte de su territorio histórico (la Pomerania occidental) forma parte del estado de Polonia. Y es allí donde viven los descendientes de este pueblo ignoto. Porque en Kaliningrado no queda ni uno, como veremos. En cuanto a la capital del oblast, también por nombre Kaliningrado, no es otra que la vieja ciudad prusiana de  Königsberg.

Cuando los soviéticos se hicieron con el enclave a sangre y fuego, procedieron a efectuar un minucioso proceso de limpieza étnica, lo mismo que hicieron en Letonia. Toda la población alemana o de origen alemán fue deportada a tierras del derrotado Reich hitleriano y se procedió a repoblar el territorio con gentes de Bielorrusia, Ukrania, Kazajstán y la propia Rusia. Gentes a las que se ofrecían incentivos laborales y que fueron los encargados de reconstruir los pueblos y ciudades devastadas. En este contexto se inscribe la historia personal que nos contó Yury Buida y que no creo que puedan encontrar en ninguna búsqueda de Google.

Al parecer, los padres de Yury eran una pareja de abogados de la ciudad rusa de Saratov, un importante puerto fluvial del glorioso Volga. Siguiendo con mi afición a la geografía, les diré que el majestuoso río que atraviesa Moscú, termina, después de recorrer gran parte de la estepa rusa, en las aguas del Mar Caspio. Si remontamos río arriba desde este lago gigante, encontraremos sucesivamente unas cuantas ciudades portuarias de buen tamaño y cuajadas de historia. La primera de ellas, Astrakhan, famosa por la elaboración de pieles y abrigos de lujo (y originaria de la palabra astracanada que, contra lo que piensan algunos, no fue inventada en Cataluña). La segunda gran ciudad que nos encontramos es Volgogrado. ¿Cómo? ¿Qué no les suena? Tal vez la recuerden más por su denominación durante el período soviético: Stalingrado. Y la tercera es Saratov, (900.000 habitantes).

En los tiempos duros de la primera postguerra, al padre de Yury lo enviaron al Gulag. No nos contó por qué, pero en esos tiempos bastaba una frase, una mirada o una falta de entusiasmo patriótico, para que te enviaran a Siberia. Y sucedió que la madre de Yury perdió su empleo en un bufete y se quedó sin derecho a poder trabajar, excepto de fregona, por el mero hecho de ser la esposa de un represaliado. Esta señora, mujer culta y con contactos por toda Rusia, logró conectar con una amiga que había emigrado a Kaliningrado. Y la amiga le escribió diciendo que allí se estaba bien, que había trabajo y que nada le iba a impedir ejercer como abogada. Así que se fue. Por entonces quedaban en la zona unos 100.000 alemanes que todavía no habían podido trasladarse, pero les quedaban dos telediarios. En marzo de 1953, muere Stalin. Y, poco después, los represaliados por delitos menores o de opinión, empiezan a regresar del Gulag. El padre de Yury tiene la idea inicial de buscar trabajo en su tierra y repatriar a su esposa, pero encuentra muchísimas dificultades. Así que se va también a Kaliningrado.

Y, recién reunida la familia, tienen a su primer hijo, que nació en 1954 y hoy es este hombre de físico poderoso y verbo convincente. Desde muy niño, Yury descubre que en su tierra natal sucede algo raro. La gente no tiene pasado. Las historias de todos los vecinos empiezan el día en que llegaron a la tierra prometida; antes no hay nada, o no se habla de ello. Algún día me animaré a contar algo de mi historia familiar, porque yo nací en Galicia y crecí con una sensación similar, dado que mis padres se habían visto obligados a dejar su tierra y trasladarse allí por motivos muy parecidos y, en mi casa, tampoco había pasado y, si lo había, no se hablaba de él. Pero volvamos a Kaliningrado. Según Yury, como la gente no tenía pasado, lo que hacía era inventarse uno a su medida, a base de fantasear. Es decir, que allí todos eran escritores. Según admitió Yury con modestia, su único mérito es haber llegado a publicar, porque él se limitó a hacer lo que todos hacían en su tierra.

Y un detalle muy curioso. Como la región de Kaliningrado se reconstruye bajo los rígidos presupuestos ideológicos de la Rusia de Stalin, pues resulta que no había iglesias. La gente conservaba su fe de manera clandestina sin que las autoridades les dieran mucho la murga por ello, pero no había iglesias. Ni ortodoxas, ni católicas, ni sinagogas ni nada. Las primeras iglesias de la zona no se construirán hasta la llegada al poder de Gorbachov, hace cuatro días como quien dice, en lo que los lugareños llaman irónicamente “la segunda cristianización de Rusia”. Estas y otras muchas cosas interesantes nos contó Yury Buida de su infancia en lugar tan singular. En su pueblo había una torre de agua a cuya terraza se podía subir libremente y desde donde se divisaba el pueblo entero. Allí, de niño, Yury decidió que tenía que escribir sobre todo aquello, para que no cayera en el olvido. Al final hablé un rato con él y compartimos brevemente nuestras peripecias hermanas, con ayuda de la paciente Yulia Dobrovolskaya. Y me firmó sus dos libros, que llevaba para la ocasión. Lo que pasa es que me escribió sus dedicatorias en ruso, con su letra nerviosa, y es difícil saber lo que pone. Abajo la foto que nos hicimos, con Ronaldo y un par de chicas de Billar de Letras. Por cierto, mi nombre en ruso es:  Емилио Мартинес Ѵидал. 











Esa noche dormí inquieto. El tema de la ausencia de pasado y la necesidad de inventarse uno imaginario, conecta directamente con la angustia que sufren los replicantes de la película Blade Runner (Ridley Scott, 1982), cuya secuela se puede ver en el cine estos días. Supongo que conocen la historia. Los Ángeles, 2019 (un año que parecía entonces muy lejano). La Humanidad ha conseguido construir unos robots tan perfectos que son una réplica idéntica del ser humano (por eso el nombre de replicantes) y es imposible distinguirlos de nosotros. Tienen sentimientos, miedos, aprehensiones y todas las emociones del catálogo humano. Y también tienen recuerdos de una infancia y una adolescencia dorada. Pero en realidad, estos recuerdos no son reales: se trata de implantes de memoria.

Y los más listos de entre estos robots empiezan a sospechar que su memoria es un fraude, que en realidad son máquinas y que encima tienen una fecha de caducidad o de obsolescencia programada. Y se rebelan contra eso. Los más radicales pasan a la clandestinidad. Y es entonces cuando se crea el cuerpo de blade runners, una policía especializada en descubrir y retirar (asesinar, digamos) a estos replicantes sediciosos. Yo entré en el Ayuntamiento en octubre de 1982, como ya se ha contado, y poco después vi la película en el cine Avenida, de la Gran Vía. Y me quedé tan alucinado que, al día siguiente, hablé apasionadamente de ella con todos los de la oficina. Mis colegas, todos más veteranos, me escuchaban con una cierta condescendencia y me decían: bueno, ya iremos a ver la película. Y yo les insistía: no, no, tenéis que ir ya, esta tarde, no la dejéis para mañana.

Algunos me hicieron caso y nadie se vio defraudado. Una compañera de entonces me confesó que había ido aquella misma tarde y había arrastrado a su marido que no entendía nada. Pero ¿quién te la ha recomendado? ¿Un pipiolo que lleva dos días entre vosotros y que no sabéis ni qué gustos tiene? ¿Y dices que tenemos que verla hoy mismo? ¿No podemos ir mañana? Tengo que decir que, antes de que la quitaran del cine Avenida, fui a verla por segunda vez, para poder disfrutar de los detalles, porque en mi primera visión había estado en la butaca con tal nivel de tensión que se me habían escapado muchos matices. Luego la he vuelto a ver incontables veces. La tengo en vídeo y me la pongo en las noches en que necesito descansar la mente del ajetreo y la incertidumbre del devenir cotidiano (aunque es una película para disfrutarla en pantalla grande y con sonido atronador). Y es un hecho contrastado que la película fue un fracaso de taquilla, que nadie la entendía entonces.

Durante años me he sentido como alguien especial, o con una sensibilidad singular, por el hecho de haber captado antes que nadie la grandeza de este film inolvidable. Tras escuchar a Yury Buida la otra noche y confrontar con él mi propio pasado, creo que la explicación es otra. Así que esa misma noche decidí acudir al estreno de Blade Runner 2049, al día siguiente, viernes. Necesitaba verla en pantalla grande y en versión original con subtítulos. El problema es que, con el cierre de los cines Ideal al lado de mi casa, lo que yo quería sólo era posible en el complejo Kinépolis de la Ciudad de la Imagen, en el camino a Boadilla del Monte. Así que cogí el coche y me fui para allá. Desde que regresé a vivir en el centro de Madrid, no había vuelto a ese horrible lugar impersonal, dedicado al ocio colectivo en medio del secarral castellano. Bastará decir que los replicantes que vi esa tarde no estaban en la pantalla, sino en la sala y en el vestíbulo.

En cuanto a las impresiones que me ha dejado esta secuela, las vamos a dejar para otro día, que no quiero hacerles un spoiler, como dicen ahora. Sólo una recomendación: quien no haya visto la primera, es mejor que no vaya a ver la segunda. No va a entender nada. Sean buenos. Y cuídense de los replicantes catalonios. 

miércoles, 4 de octubre de 2017

676. Mi única patria es el rock and roll

Y también mi única bandera. Mi pertenencia a esa patria me permite entrar solo en un bar nocturno de Vancouver, custodiado por dos tipos de negro en la puerta, y pasármelo de puta madre escuchando a un grupo que hace versiones de los clásicos y charlando con un compatriota de Iowa, recién casado, que comparte conmigo la bandera de la Creedence Clearwater Revival. Por eso estoy muy triste esta semana, porque lo que ha sucedido en Las Vegas es un ataque directo a mi mundo, a mi gente, a esa pacífica multitud que asistía al Route 91 Harvest, un festival de country music al aire libre. Había 22.000 personas disfrutando de este festival, que se celebraba por cuarta vez. Se disponían a cerrar la fiesta con el concierto de Jason Aldean, el cabeza de cartel. Entonces, desde el piso 32 de un hotel cercano, un malnacido empezó a disparar ráfagas de ametralladora sobre la gente, según un testigo, “como peces atrapados en un cubo de plástico”. El ataque duró diez minutos, mató a cerca de 60 personas e hirió a 500.

Se trata del tiroteo más letal de la historia de los USA, que manda carallo, con la de incidentes que han tenido. El desgraciado que lo hizo no tenía ningún móvil conocido. Simplemente se le cruzaron los cables. Le dio un barrunto, como a Pascual Duarte. Maldita sea su memoria. Los americanos tendrían que hacerse mirar eso de la libertad de armas. No sé a qué esperan para prohibir su venta libre de una vez. Es esta una semana triste, porque encima se ha muerto Tom Petty, el rockero más famoso de Florida, que tenía mi edad y estaba en plena forma, de hecho acababa de cerrar una gira por todo el país. Un ataque al corazón lo dejó frito este domingo. Les pongo un vídeo suyo, a modo de homenaje. Con este tema cerraba un concierto en su ciudad natal Gainesville, hace siete años. O sea que ya tenía unos sesenta. En los coros, Stevie Nicks, la que fuera cantante de Fleetwood Mac, a la que se ve también bastante mayorcita.


Al lado de esto, el desafío catalán no deja de ser una historia menor, una tragedia bufa que mueve a la burla. Pero hay que seguir hablando de ello, porque la almorrana está en plena supuración, los impulsores siguen dando pasos hacia el abismo, Rajoy está demostrando una ineptitud clamorosa para su puesto, y Pedro Sánchez no da el paso adelante que le llevo semanas reclamando desde este blog y que despejaría de una vez la incógnita de si estamos ante un verdadero estadista, o sólo es un tipo guapo, sin mucho más que serrín dentro del cráneo. Antes del malhadado 1-O, las cosas estaban donde estaban. Todo el mundo había visto las trampas que se habían hecho en el Parlament los días 6 y 7 de septiembre, el prusés había mostrado por fin la patita y se le habían visto las costuras a nivel planetario. Estaba claro que no se iba a poder hacer un referéndum en condiciones. Se trataba pues de montar la revuelta callejera y poner mejillas al viento a ver quién se llevaba las primeras hostias (yo avisé en el blog de que ese detalle, quién recibiera las hostias, iba a ser decisivo para el relato final).

¿Y qué pasó? Pues que el señor Rajoy pico el anzuelo, como un pancho de los que pescaba yo de niño en El Portiño. Hay que ser muy tonto para hacerlo tan mal. Hasta ahora sabíamos que Rajoy era un vago y un absentista, y podíamos imaginarlo la víspera murmurando entre dientes: y mañana el coñazo del referendum. Ahora además sabemos que es tonto y que es un inepto. Cuando digo tonto, no pienso que no sea inteligente. Más bien me refiero a una doble acepción de la palabra. Por un lado, estoy pensando en la definición de la madre de Forrest Gump. Supongo que conocen la escena. El niño Forrest está preocupado porque se siente diferente y todos se ríen de él. Entonces le pregunta a su madre: –Mamá ¿yo soy tonto? Y la madre, con paciencia infinita, se lo aclara: –Ya te lo he dicho, Forrest, tonto-es-el-que-hace-tonterías.

Hablo también de cómo usan la palabra los niños, cuando se sienten muy ofendidos o indignados. Se encaran con el ofensor, aprietan los puños, se empinan si son más bajos y le gritan frente a la nariz: –¿TÚ ERES TONTO? Pues, en este momento, una de las cosas que más me apetecería hacer es darme de bruces con el señor Rajoy para poner mi nariz a un milímetro de la suya (venciendo la repugnancia imaginada de la barba rancia) y gritarle muy alto: –¿TÚ ERES TONTO? Así de indignado me siento, coño. Porque es imposible hacerlo peor. Ha habido la semana pasada una imagen de este sujeto que ha pasado bastante desapercibida, pero es una foto cojonuda. Abajo pueden verla. Rajoy habla con Trump y se tapa la boca, como hacen los futbolistas, cuando les filman en directo. Para que nadie les lea los labios y averigüe lo que dicen. Qué estaría proclamando nuestro ínclito presidente, como para adoptar esa precaución de taparse la boca. Tal vez: Is very dificult todo esto de Cataluña. O: si no hago nada, ya estoy haciendo algo. La cara de Trump es un poema.


Vayamos por partes. Mi opinión sobre los secesionistas la he dejado bien clara en múltiples posts. Y estoy convencido de que a estos señores hay que darles duro. Hay que golpearles muy fuerte en la parte más sensible de su cuerpo. Tratándose de catalanes, me estoy refiriendo, por supuesto, a la cartera. A lo único que responden estos señores es a las multas. Por tanto, si están incumpliendo las leyes, pues multa que te crió. Los ciudadanos que salieron el domingo a votar no estaban en cambio incumpliendo ninguna ley, que yo sepa. Se limitaban a hacer lo que les había pedido su gobierno regional. No hacía falta molerlos a palos. Tal vez su conducta no fuera la más correcta o la que se deseaba desde Madrid, pero a un tipo que cruza un semáforo en rojo no se le disuade a porrazos.

La cosa estaba cantada. Estaba claro que no se iba a poder organizar una consulta homologable internacionalmente. Se trataba de otra cosa. Se trataba de escenificar exactamente lo que sucedió. Estos señores no dan puntada sin hilo. Si se preocupan hasta de cambiar los acentos de sus nombres (el presidente de la ANC ya no se llama Jordi Sánchez, sino Jordi Sànchez), no se podía esperar que descuidaran ningún detalle. Las urnas modelo tupperware gigante de los chinos estaban a buen recaudo. Los Mossos desactivados (¿para qué cree Rajoy que se molestaron en cambiar toda la cúpula de la policía autonómica unas semanas antes?). Y va el pánfilo del coronel ese y se fía del Trapero. Le ordena que clausure los colegios y el otro dice voy, un momento que la están peinando.

Ahora los jueces imputan a Trapero. Al que habría que castigar es al coronel ese de los Cobos, o de los Cojones, una auténtica alma de cántaro. Por Dios, ese tío al calabozo ya, a hacer flexiones en el suelo hasta mañana. Y si el ministro no es capaz de cesarlo, pues cese inmediato del ministro. Y si Rajoy no quiere cesar a Zoido, pues que se vaya él. Yo ya he firmado la petición de dimisión inmediata de Rajoy que está circulando por ahí. Porque el desafío del domingo no admitía más que dos conductas: o entras, arrasas y no vota ni el Tato, o no haces nada. Yo, por supuesto, me hubiera decantado por la segunda, creo que a palos no se consigue nada. Pero lo que no puedes hacer es empezar a repartir, que saquen la foto de la señora con la frente llena de sangre y la muestren al mundo, y luego recular y dejar que voten.

Según lo que yo seguí por radio y TV, los palos se produjeron al principio. Los europeos (y más tarde los americanos) se desayunaron horrorizados con las imágenes y los vídeos en directo. Después, la policía y guardia civil, al ver que los medios eran insuficientes, que los mossos se dedicaban a tocarse las pelotas a dos manos y que la batalla estaba perdida, optaron por retirarse y dejar hacer, excepto en contados lugares. En los primeros momentos, un portavoz de la Generalitat dio una cifra de 38 heridos. Luego, en el interior de la noticia se explicaba que sólo habían mandado al hospital a nueve. El resto lo habían solucionado con tiritas. Y entonces, al portavoz ese le leyeron la cartilla: –Pero dónde vas tú, pringao, con 38 heridos. Nada, nada, con el pifostio que hay montado, hay que dar una cifra mucho mayor, total nadie la va a comprobar. Y de pronto, milagrosamente, los 38 pasaron a 467, justo cuando ya no se estaba repartiendo leña. Luego, a alguien le pareció poco y duplicó la cifra. Para qué nos vamos a cortar.

Eso fue tal cual. Y también todas las otras falsedades que ha desvelado la prensa. La doña que declara con la mano vendada que la guardia civil le ha roto todos los dedos de la mano UNO A UNO (sic) y luego tenía medio rasguño. El tipo al que le da un flus antes de que llegue la pasma y se desmaya al mejor estilo de Luis Suárez, el tramposo que ejerce de delantero centro del Barça, que hace eso mismo en cuanto pisa el área. Los que votaron cuatro o cinco veces. Y el tipo que llega a la carrera con la urna de los chinos, se tropieza y se estontona contra el suelo, derramando el contenido del tupper, que ya venía lleno de votos antes de que nadie votara. Por no hablar de los pueblos con más votantes que censados. Con el recuento pasa lo mismo: un ingenuo se adelanta a anunciar que se va a tardar varios días en terminarlo y al rato se proclama la victoria del sí, por un noventaymuchos por ciento. Para qué contarlos, si no se trataba de eso.

Todo eso es cierto. Pero también son ciertas las imágenes de cargas contra una multitud formada por gentes de todas las edades. Y el vídeo en el que se ve a un policía saltando desde el escalón superior para tomar impulso y multiplicar el efecto de la patada que le da a un tipo que está ya caído. Ahí no hay trampa ni manipulación alguna. Y eso es culpa del señor Rajoy. Frente a un desafío que claramente le viene grande, no encontró mejor ocurrencia que resucitar a los grises. Una imagen que retroalimenta el discurso de los indepes, que sostienen que Franco no ha muerto, que seguimos igual que en sus tiempos.

Ese era el discurso de ETA, que empezó a matar en serio después del final de la dictadura. Ya les he dicho que yo viví en primera persona el momento más duro del conflicto vasco, porque viajaba con mucha frecuencia a Bilbao a visitar a mis amigos. Y recuerdo el día en que el uniforme de los grises se cambió a marrón. Poco después llegué una tarde a la vieja estación de ferrocarril del Norte (así se llamaba entonces la principal estación de Bilbao). Nada más bajar del tren, al lado del restaurante que regentaban los padres de mi colega Felipe Colavidas, en el ancho muro de piedra que delimitaba el pincel de las vías, una pintada gigante perpetrada a brochazos me dio la bienvenida: GRISES O MARRONES, IGUAL DE CABRONES. La coma la he puesto yo. Es falso que estemos igual que con Franco, pero los secesionistas lo sostienen y operaciones como la del domingo pasado sirven para realimentar la creencia.

Por culpa de Rajoy, la situación está en el peor momento. Pedro Sánchez, hablar no habla, pero se fijaaaaaa… Y el bueno de Pablo-Pablito-Pablete, pues casi mejor que se estuviera calladito. Lo mismo que Colau que cada vez que habla sube el pan. Ante la falta de alguien con talla de estadista, yo pediría que interviniera la Unión Europea, o la ONU. O que traigan a alguien de la escuela de mediadores noruegos. Como nos dejen solos vamos a acabar a bofetadas. Pero en serio, no como lo del domingo (el lunes quedaban cuatro ingresados en hospitales, dos de ellos con pronóstico leve). No hay más que ver la profusión de banderas españolas por los barrios de todas las ciudades de fuera de Cataluña. A mí me gustaría que poner una bandera de tu país en el balcón fuera algo normal. Pero ahora no lo es y por eso no la pongo yo. Por las connotaciones.

Aunque, bien pensado, si he empezado por decir que mi única bandera es la del rock, tal vez deba ser coherente. Tal vez baje a los chinos a comprar una enseña de Los Ramones para colgarla en la fachada de mi casa. Si lo hago, saldrá en el blog, por supuesto. De momento les dejo con la Creedence. Sean buenos.