Hacemos hoy un inciso en el
relato de mis peripecias por la Costa Oeste, para puntualizar algunas cosas
sobre este trascendental asunto. La gente de a pie tiende a creerse todo lo que
le llega por los media y formarse una
opinión sin contrastarla demasiado, para luego hacer ostentación de ella y
descalificar a los discrepantes. Les pongo un ejemplo. Mi amiga S. que es
bastante bruta, opina lo siguiente: –El
cambio climático, osá, es que es un hecho que no admite matices, tío. Lo que pasa es que luego
están los que lo niegan, como el señor Trump. ¿Por qué? Porque son
tontos, o porque están conectados con la industria del petróleo ¿sabloquetequierocir?
En fin, frente a semejante nivel de análisis de la situación, poco se puede
argumentar. Además, la susodicha pone una cara de asco al hacer su proclama,
que te quita las ganas de explicárselo. Ya saben que a mí me gusta entrar a los temas sin prejuicios, informarme bien
y, además, en este caso he contrastado la información con mi hijo Lucas, que es
químico, está trabajando en investigación de primera línea en la Universidad de
Lille (Francia) y ha pasado estos días por mi casa como parte de sus
vacaciones. Así que les desgranaré mis apreciaciones en forma de cuestionario.
1.- ¿Está cambiando el clima? Respuesta: Rotundamente sí. Sin dudarlo. Y, lo que
es más importante: NADIE LO NIEGA. Ni el señor Trump, ni el taxista que llevó a
mis compañeras de workshop a la última cena del sarao. Es un hecho que cada vez
hace más calor, que en los veranos nos cocemos, que los inviernos vienen siendo
cada vez más suaves. No hace falta leerlo en la prensa, todos lo estamos notando. En este blog se han comentado varias historietas que apoyan
esta evidencia como la de la estación de esquí de La Pinilla, que hubo de
reconvertirse en estación de veraneo por falta de nieve, mientras que algunas
antes poco usadas por inaccesibles, como Boi-Tahüll, ahora son las más
rentables. En Madrid antes nevaba con regularidad cada invierno; ahora es muy
infrecuente. El Manzanares era un río que se desbordaba a menudo por el
deshielo, cosa que ya no pasa. También se ha contado aquí que, entre mis
equipaciones de corredor, la que corresponde al clima más riguroso hace años
que no la uso. Y otras muchas cuestiones anecdóticas de las que ahora no me
acuerdo. Las series históricas de temperaturas medias apoyan la evidencia: la
Tierra se está calentando.
Conviene dejar este primer punto muy claro, porque estamos en un mundo en que, a fuerza de repetir mil veces una falsedad (como lo blanco es negro), la gente acaba por creérsela. Es lo que se ha dado en denominar con el desafortunado vocablo de posverdad, un concepto que haría las delicias de Goebbels. Yo creo que el copyright de la posverdad habría que dárselo a los catalonios, esa tribu que ha surgido en Cataluña al amparo de una posverdad de libro: nosotros no somos españoles. Igual sucede con los transexuales. Se construyen una historia sobre la idea yo no soy un hombre o yo no soy una mujer. Bien, pues en este mundo confuso y atribulado, no hay duda de que la temperatura del planeta está subiendo y que el clima está cambiando.
Conviene dejar este primer punto muy claro, porque estamos en un mundo en que, a fuerza de repetir mil veces una falsedad (como lo blanco es negro), la gente acaba por creérsela. Es lo que se ha dado en denominar con el desafortunado vocablo de posverdad, un concepto que haría las delicias de Goebbels. Yo creo que el copyright de la posverdad habría que dárselo a los catalonios, esa tribu que ha surgido en Cataluña al amparo de una posverdad de libro: nosotros no somos españoles. Igual sucede con los transexuales. Se construyen una historia sobre la idea yo no soy un hombre o yo no soy una mujer. Bien, pues en este mundo confuso y atribulado, no hay duda de que la temperatura del planeta está subiendo y que el clima está cambiando.
2.- ¿Por qué está cambiando el clima? Aquí es donde surge la
controversia. Podemos afirmar que el 90% de la comunidad científica está
convencida de que este calentamiento global tiene que ver con la actividad
humana. Y, en primer lugar, con la emisión de CO2 a la atmósfera por la industria, los aviones, los
automóviles o las calderas de carbón. Sin embargo, no hay una evidencia
científica que relacione el calentamiento global con la emisión de CO2 y esto
es lo que proclaman los negacionistas: que sin una evidencia científica contrastada, todo esto puede ser un bluff diseñado para
alarmarnos y forzarnos a conductas más sostenibles, dictadas por los intereses del lobby económico del medio ambiente. Yo, particularmente, creo que la mayoría
de la comunidad científica está en lo cierto, pero de ninguna manera se me
ocurriría decir que los negacionistas son tontos o son unos simples pringados del
negocio del petróleo.
¿Y cuáles son las causas
alternativas que estos negacionistas esgrimen para pensar que el hombre y sus
industrias no tienen nada que ver en el desaguisado? Pues en primer lugar el hecho innegable de
que en la atmósfera siempre ha habido CO2, un gas que se recicla, que las plantas y los árboles
necesitan para su fotosíntesis y que forma parte de nuestro entorno tanto
como el oxígeno que respiramos. De hecho, respirar CO2 no es directamente malo
para la salud. Por otro lado, la emisión de CO2 a la atmósfera no proviene sólo de las
industrias y los coches. Un porcentaje notable procede de los pedos de las vacas
y demás rumiantes (y de los humanos, desde luego). Hasta los científicos de la
corriente mayoritaria admiten que en torno a un 25% del CO2 que llega a la
atmósfera es de procedencia pedorra.
Pero hay otro elemento
fundamental en su tesis: el carácter cíclico de los calentamientos y
enfriamientos de la Tierra. A este respecto, he de referirme a dos hechos
históricos poco conocidos: el llamado Óptimo Climático Medieval y la posterior
Pequeña Edad del Hielo. Creo que el mejor texto al respecto, aunque esté mal que
lo diga, es un post de mi blog de hace más de tres años, cuya lectura no tengo
más remedio que recomendarles encarecidamente: el Post #270.
El carácter cíclico y pendular del clima terrestre es también un hecho innegable.
Así que tal vez haya que atribuir
el calentamiento que sufrimos a una combinación de todos estos factores: clima
pendular, pedos y actividad industrial desmesurada. ¿En qué porcentaje? Esa es
la cuestión central de la controversia. He de añadir que, aunque no considero
tontos a la minoría científica que sostiene las tesis negacionistas, sí que tengo que decir que este tipo de teorías
prenden en personas de mentalidad conspiranoica, predispuestas a tragarse las interpretaciones más
peregrinas. Los que sostienen que esto del cambio climático es un bluff suelen
ser los mismos que están convencidos de que el rey Juan Carlos era el impulsor
del 23-F, de que las imágenes del hombre en la luna fueron filmadas en un estudio de Hollywood, o de que los americanos se derribaron ellos mismos las Torres Gemelas para
provocar la guerra de Afganistán y vender su armamento. Digo esto con todo
el respeto a algunas personas muy queridas que llegaron a creerse tales historias y se ponían muy nerviosas
cuando tratabas de convencerlas de lo contrario.
3.- ¿Está creciendo la emisión de CO2? Sí, las series históricas de
datos elaboradas sobre mediciones reales son muy claras a este respecto. La cuestión es si esto
es malo para la Humanidad o no. Para los que creen que este hecho está detrás
del aumento constante de la temperatura de la Tierra, no hay duda de que es
malo. Pero luego está la minoría y esto nos lleva a la pregunta siguiente.
4.- ¿Este aumento es malo para el hombre? Pues también sí,
independientemente de que esté más o menos relacionado con el calentamiento
global. Porque el aumento de CO2 tiene un segundo efecto mucho más pernicioso del que apenas se habla: la
acidificación de los océanos. Resulta que las plantas y árboles no son los
únicos organismos que reciclan el CO2. Resulta que los océanos captan una gran cantidad
de CO2 y tienen miríadas de microorganismos que lo procesan y lo digieren.
Vamos, que si no fuera por los océanos, nuestro mundo ya se habría ido al garete por atufe de CO2. Y
si las emisiones aumentan desmesuradamente, el océano no da abasto, la lluvia
de CO2 que recibe no se recicla en su totalidad y eso puede hacer que disminuya su pH de forma muy peligrosa para la mayoría
de las especies marinas. Según los investigadores, el pH de los océanos en la
era preindustrial era de 8,18, el actual es de 8,10 y, si no frenamos las
emisiones de CO2, en 2050 será de 7,95. Vamos que, o hacemos algo, o nos quedamos
sin percebes, mejillones ni gambas. Es una cuestión de proporciones y de equilibrio
global. Mi hijo me pone el ejemplo de un café: si tú lo sigues cargando por
encima de lo normal, hay un momento en que se convierte en incomible y
asqueroso.
5.- ¿Qué hacer ante el cambio climático? Dos cosas: una, intentar
mitigarlo o retrasarlo y otra, adaptarnos a la nueva temperatura del planeta. De estas dos líneas se nutre la actividad de
la red C40 y por tanto mi workshop de estos días. Para lo primero, hay que
disminuir la emisión de CO2, si damos por hecho que es el factor principal.
Reconvertir nuestra industria hacia fuentes limpias, no derivadas de la
combustión de petróleo y otros combustibles fósiles. También reconvertirnos a
una dieta más vegetariana, para reducir las explotaciones ganaderas extensivas
y disminuir los pedos de los pobres animales. Hombre, un chuletón es algo muy
apetitoso, pero tampoco hace falta comerse uno todos los días. En cuanto a la
adaptación, pues debemos conseguir que nuestras ciudades sean resistentes al
calor, que nuestras plazas y espacios públicos tengan mucha presencia verde y
zonas sombreadas. El urbanismo tiene muchas y variadas soluciones para este tipo de
fenómenos.
6.- ¿Qué relación tiene todo esto con el automóvil y el aire que
respiramos en las ciudades? No demasiada. Son fenómenos paralelos. Lo
cierto es que la Humanidad vive cada vez más en medios urbanos; dentro de poco
el 70% de los humanos viviremos en ciudades. Y, con perdón, estamos respirando
mierda. En Madrid, por ejemplo, ya no hay industria y apenas quedan calderas de
carbón. Pero los índices de contaminación atmosférica en el centro son
altísimos, hasta el punto de que ya ha saltado varias veces el protocolo que
obliga a reducir el tráfico. La combustión de los motores de los automóviles
echa a la atmósfera una serie de elementos contaminantes (CO2, CO, NO2 y
partículas en suspensión) que conviene analizar por separado.
El CO2 no es directamente perjudicial para la salud, como se ha dicho, y no pasa nada por respirarlo. Sus efectos más dañinos son la
acidificación del océano y, en su caso, la incidencia en el calentamiento
global. Además, la participación de los automóviles en las emisiones globales de CO2 no es demasiado relevante (piensen en los aviones o en las grandes industrias). Por su parte, el CO, el famoso monóxido, tampoco es directamente dañino para la salud. El problema es que el organismo
no lo diferencia del oxígeno, lo absorbe con la misma alegría y, si hay
demasiado en la atmósfera, eso puede tener consecuencias perniciosas para las personas a medio plazo. El que es malo-malísimo-de-la-muerte, y afecta directamente a nuestra salud, es el
NO2. Este es un auténtico veneno. Por fortuna, hay que decir que los automóviles que se
vienen fabricando en los últimos años incorporan unos poderosos filtros que se
comen literalmente el NO2. Así que, con la simple renovación del parque automovilístico,
este problema se va reduciendo.
Y nos queda el componente más
cabrón: las partículas en suspensión. Este es un factor que hay que atribuir
casi en exclusiva a los motores diesel. Los de gasolina no emiten apenas
partículas. Pero el diesel es mucho más denso y tiene una combustión
incompleta, por lo que lanza a la atmósfera nanotubos de carbono, es decir,
tubitos de tamaño nano, que flotan por ahí y que el personal se mete al cuerpo sin enterarse, al
respirar ese aire contaminado. Las partículas en suspensión pueden dejarnos los pulmones como los de un fumador
de tres paquetes diarios. Aquí hay que decir que en unos veinte años el diesel
va a estar prohibido y que además se irán imponiendo los coches eléctricos e
híbridos como el que yo tengo.
Así que, por resumir, hay varios
problemas no directamente relacionados. Uno es el calentamiento global. Venga
de donde venga hay que intentar combatirlo, retrasarlo y también adaptar
nuestra vida y nuestras ciudades a las nuevas condiciones climáticas (en este momento, no se debería autorizar la construcción de plazas sin árboles). Dos, las
emisiones de CO2 a la atmósfera habría que reducirlas para evitar la
acidificación de los océanos. Y tres, hay que disminuir la presencia del
automóvil en las ciudades (no en las carreteras) para mejorar la calidad del
aire que respiramos los urbanitas, que por distintas circunstancias somos un
porcentaje cada vez mayor de la población del planeta. Las grandes ciudades
tienen ya planes de mejora de la calidad del aire y planes de respuesta al
cambio climático.
En ese sentido, Madrid está a
punto de aprobar un plan conjunto para ambos temas: el denominado Plan A de
Mejora de la Calidad del Aire y Cambio Climático. Se aprobó inicialmente en
abril, ahora se están analizando las opiniones y sugerencias de la ciudadanía y
en septiembre o en octubre se publicará y entrará inmediatamente en vigor. Ese
Plan A constituye el marco teórico en el que yo inscribí mi intervención en Portland. Un contexto cuyo carácter novedoso (precisamente por su doble perspectiva) fue muy ponderado por mis compañeros de taller: parece que la mayoría de las ciudades está abordando ambas líneas separadamente. Les pido disculpas por la longitud de este post, pero creo que puede
ser bastante instructivo y conviene que todos estemos al día en estos temas.
Muy interesante. Me atrevería a decir que queremos más. Y sin que preguntéis, creo que todos agradeceríamos la reconversion de las plazas de granito, allí donde estén, en parquecillos de hoja caduca... como toda la vida.
ResponderEliminarGracias amiga. Lo de las plazas "duras" es de paletos y nuevos ricos urbanos. En Nueva York todas las pequeñas plazas del centro (Washington Square, Union Square) están llenas de parterres, bancos de madera, arbolado, ardillas, etc.
EliminarCuando reurbanizamos la plaza de Santa Bárbara una señora me escribió diciéndome que sentarse en los nuevos bancos de granito le provocaba cistitis. Creo que no hay mejor definición de este desafuero.
Pues si nos quedamos sin percebes, mejillones y cigalas es una faena, pero es algo que la Humanidad puede integrar, como lo de comer menos carne. Al final acabaremos comiendo pelotillas duras
ResponderEliminarde concentrados alimentarios, como los perros.
No lo ha entendido bien. Si el mar se vuelve un medio en el que la vida sea imposible, dejará de reciclar CO2 y nos atufaremos también los de tierra.
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