Bueno, igual que mi amiga Tantri
estoy teniendo problemas con los vuelos de vuelta y lo malo es que los cables
de conectar el ordenador y el móvil para recargarlos, los he guardado en la
maleta que he facturado, de modo que en algún momento se me acabarán ambos devices. Estas cosas siempre piensas que
le pasan sólo a los demás. Así que, bueno, son las 12.30pm, hora de Seattle, he
debido cambiar de avión y espero tomar uno a París a las 3.00pm, que son las
12 de la noche de París, así que, si todo va bien, llegaré a la ciudad de la
luz a las 10 de la mañana del sábado 5 de agosto. Allí tengo que esperar el
transfer para Madrid. En esta larga mañana de aeropuertos, retrasos, disculpas
encarecidas, etc. me ha venido a la mente todo el rato el viejo tema de Bob
Dylan. Oh, mama, can this really be the
end, to be stuck inside in Seattle with the Portland blues again..
Aprovecho pues para continuar mi
relato, a ver si lo consigo antes de que se muera el ordenador. Los días 25, 26
y 27 de julio tuvo lugar nuestro workshop en Portland y las jornadas se
rigieron por una misma rutina. Madrugábamos, desayunábamos en el hotel y, a las
8.30 en punto, con puntualidad británica de Clare, salíamos caminando hacia el edificio del Bureau of Planning
and Sustainability de Portland, que estaba a unos quince minutos a pie. Allí,
en la planta séptima nos esperaba Radcliffe con su gente. Las jornadas estaban
muy fraccionadas, se trataba de trabajar conjuntamente, no se quería que nadie
se enrollara demasiado, intervenciones de apenas 10 minutos, y mucho break para
tomar café, o un lunch o algo similar. Estas pausas eran el escenario para
seguir comentando cuestiones técnicas que se hubieran suscitado, además de ir
reforzando nuestra amistad.
El primer día acabamos agotados
después de una jornada completa a ese ritmo. El segundo la cosa fue más suave,
porque por la tarde Radcliffe nos llevó de visita a conocer diversas operaciones
urbanísticas en marcha. Y el tercero y último fue también completo, con una
larga sesión de conclusiones. Clare había organizado este programa de forma
minuciosa y controlaba todo el rato el timing,
con carteles que decían: 3 minutos, 1 minuto y Se acabó el tiempo. A mí sólo me tuvo que sacar el primero, porque
ya terminaba. He de decir que los speachs
que más me impresionaron fueron los de Liana Valicelli, la señora de Curitiba,
que fue el primer día, y el de la italiana Caterina, en la jornada final. A
Caterina me la presentó Clare como ayudante suya, pero no le ayudaba nada,
estaba siempre trabajando en un ordenador y creo que venía sólo a contar su
propuesta: una metodología aplicable a cualquier ciudad.
Curitiba es una ciudad situada muy
al sur de Brasil, cerca de Uruguay y casi no parece brasileña. Sus políticas de
movilidad son modélicas desde hace años, pero Liana nos habló de algo que yo
ignoraba, un sistema de conseguir financiación para las operaciones urbanas,
bastante útil. Los demás oradores, incluido yo, hicimos un papel aceptable, muy
meritorio en los casos de Thabang, Tantri y Érika. Como siempre, llamó la
atención negativamente la presentación de Nanjing. La señora Chen, ayudada por
su intérprete contó en su presentación los grandes datos de su ciudad y luego
puso un vídeo turístico de esos que suelen producir todas las ciudades. Por
cierto, esta señora se saltó el segundo día completo, tal vez estaba agotada
del esfuerzo que supone no entender nada de nada y digo esto sin ironía y
después de haber vivido algo similar algunas veces (por ejemplo en mi primer
viaje a Sri Lanka). A Clare le pedimos el último día posar con su fatídico
cartel de Se acabó el tiempo. Aquí el resultado. Ya ven que también es muy
guapa.
Tras las sesiones de trabajo,
regresábamos caminando al hotel y teníamos una hora libre (el primer día yo caí
reventado y me quedé frito. Luego quedábamos para los saraos del anochecer. El
día 25 tuvimos primero un optional drink,
en la misma terraza del día anterior, en el hotel. A pesar de que era optional, asistimos todos menos las
chinas. El primer día había invitado C40, que tiene entre sus normas no pagar las
bebidas alcohólicas. El que quisiera una cerveza debía de pagársela (eso
hicimos Tantri y yo). Pero el 25 era el Ayuntamiento de Portland el que nos
invitaba y Radcliffe apareció con una nevera portátil llena con diversas marcas
de cervezas. Y aquí viene uno de mis grandes descubrimientos de este viaje: la
cerveza IPA (pronúnciese Ai-Pi-Ei).
Estas iniciales corresponden a
Indian Pale Ale. Es una cerveza típica de esta zona, muy amarga, tal vez porque
usan una gran cantidad de lúpulo. A su lado, la Estrella Galicia es una cerveza
ultrasuave. A partir de este día aprendimos a distinguir la cerveza Pilsen de
la IPA. Y les puedo asegurar que la IPA de presión está extraordinaria. En la optional drink la probamos todos y nos pusimos
muy contentos (la foto del post anterior, con Henriette, Érika y Shannon es
precisamente en ese momento. Desde allí nos fuimos a cenar al Chachachá, un
lugar mexicano, donde, para nuestra sorpresa, se apuntaron también las chinas.
Y la interpreté, tal vez por la cerveza que se tomó, pasó ampliamente de su
jefa y se dedicó a confraternizar con nosotros. Salió un poco escaldada, porque
Thabang se dedicó a hablarle de la invasión china de determinados países
africanos, algo no muy presentable. La intérprete decía que era para ayudar.
A esta cena se sumó también una
chica francesa de C40 que no formaba parte de nuestro taller. Se llama Helene,
vive en New York con su marido y trabajó antes para el Ayuntamiento de París.
Como el mundo es muy pequeño, resultó que conocía a todos mis colegas, excepto
Philippe. Estuvimos toda la cena hablando de las novedades de nuestros
conocidos comunes, de las que estaba yo más informado que ella. El restaurante estaba
en el puerto, al pie de uno de los pilares que soportan el tablero de uno de
los puentes sobre el río. El día 26 lo voy a dejar para el
próximo post, que mi Lenovo está a punto de fenecer. A ver si esta vez el
próximo es desde casa. Deséenme buen viaje.
Bueno, este comentario lo añado ya en mi casa y es solo para avisar de que he cambiado el vídeo de la canción de Bob Dylan. Este post está realmente escrito a la carrera, en una especie de cantina del aeropuerto de Seattle, con el ordenador perdiendo batería por momentos y tres checos ruidosos en mi mesa tomándose una cerveza IPA tras otra mientras cantaban canciones de su tierra. En esas condiciones no me di cuenta de que había importado una versión ñoña y desganada de la canción.
ResponderEliminarLa que yo tenía en mente todo el rato es la que he puesto ahora. Además las imágenes corresponden a los créditos de una película basada en las vivencias del propio Dylan y están bastante bien. Ahora estoy desvelado con el jet lag, he revisado por primera vez el post y lo he cambiado.