miércoles, 28 de junio de 2017

646. Las apariencias engañan

Mira que es raro este mundo que nos ha tocado vivir. Raro, raro, raro… Se vive para las apariencias y a veces perdemos el norte. Les pongo un par de ejemplos. Me llega una carta de Personal en la que me avisan de que, a partir del 17 de agosto, mis datos personales se publicarán en la Web del Ayuntamiento, a la que puede acceder cualquiera, en cumplimiento de la nueva Ordenanza de Transparencia aprobada por el municipio, a su vez ajustada a la Ley Estatal de la Transparencia. De acuerdo con esos respetables textos normativos, cualquier funcionario que ostente un nivel 28 o superior (mi caso), ha de tener sus vergüenzas al aire a la vista de todo el mundo. ¿Cómo? ¿Qué si eso me parece mal? ¿Que qué tiene de raro? Nada. No me parece mal sino al contrario. Es que lo raro no se lo he contado todavía.

Lo raro es el párrafo siguiente. En cumplimiento de tal y tal y tal, se me advierte de que dispongo de quince días para presentar alegaciones, plazo que se me concede por si acaso estoy en posesión de alguna característica que haga desaconsejable la citada publicación. Rebusco en los textos y resulta que esas circunstancias pueden consistir en lo siguiente: ser homosexual o transexual (cisexual, que es lo que yo soy, no vale), ser víctima real o potencial de violencia de género, estar amenazado por algún movimiento de corte terrorista, pertenecer a alguna religión o credo susceptible de ser atacado, o tener alguna deformidad física o psíquica que pudiera suscitar burlas en la red. Se lo juro, no me estoy inventando nada. A la vista de todo ello, a mí se me ha ocurrido escribirles una carta contando que últimamente me tiro muchos pedos y pidiendo que me aclaren si esta podría ser una circunstancia eximente de la obligación de permitir que mis datos personales se expongan a la intemperie virtual. 

Sí, queridos lectores. Estamos en un mundo de locos. Todo el mundo vive para guardar las apariencias. Así que vamos con la otra historieta. Resulta que, entre las visitas que he debido atender en estos días, me tocó pasear por Madrid Río a un ministro de un país centroeuropeo que no les voy a revelar por si acaso. Y, desde Relaciones Internacionales, me advirtieron de que este señor venía a Madrid a participar en el World Pride, la macro fiesta del orgullo gay. Y ya que estaba por aquí, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Manzanares bajo el Puente de Segovia pues, entre col y col, lechuga. Ya saben todos ustedes que no soy para nada homófobo, que tengo buenos amigos gays y que participo en las fiesta de Chueca con asiduidad, últimamente un tanto decreciente, pero no por homofobia sino por una galopante misantropía. 

Como se pueden imaginar, la visita del ministro gay suscitó las típicas chanzas entre los colegas. Que si ten cuidado, que si llévate un tapón, etc. Al hilo de estas bromas, rescaté de mi memoria una respuesta adecuada: –No os preocupéis, que yo, cada vez que estemos ante una puerta o debamos ir por un sitio estrecho, le diré que pase delante, para evitar males mayores. Es una traslación de un cuento gallego de mis años mozos: –Eu lle dixen que fora por diante por si es caso… Bien, los contertulios me reían la gracia y la cosa no tiene mayor malicia, me parece a mí. El problema es que, en una reunión con gente de dentro y de fuera del Ayuntamiento para la organización de una Feria en la que estamos colaborando, en un ambiente de bromas y chascarrillos cruzados, se me preguntó cuales eran mis actuales ocupaciones, hablé de mis tareas de secretario del foreing office y solté lo del ministro gay y mi ingenua broma. Inmediatamente observé que unos cuantos de los presentes (sobre todo las señoras) se ponían tensos y no me reían la gracia. Seguro que en ese mismo momento me tacharon de homófobo.

Y digo yo: ¿es que estamos tan obsesionados con aparentar que somos políticamente correctos, que ya ni podemos hacer un chiste como ese en según qué ambientes? ¿Es que ya no voy a poder contar más el chiste del negro que dice “yo en pupitre como los blancos”, porque me tacharán de racista? ¿Es que vamos a caer en el puritanismo monjil de no poder hacer una puta broma para no herir sensibilidades? Pues desde aquí, les digo que conmigo no cuenten. Que se metan sus remilgos por donde les quepan, que igual que yo me tengo que tragar a diario el coñazo de la duplicación de género, estos capullos y capullas no van a conseguir que me autocensure y deje de hacer chascarrillos como los dos citados, que no son para nada racistas ni homófobos ni nada. Mi humor es blanco, impoluto, para nada ofensivo. Por ejemplo, ¿saben ustedes qué es un cura? Un señor al que todos llaman padre, menos sus hijos que le llaman tío. ¿De verdad piensan que esto ofende a alguien?

Siguiendo con esa línea, les contaré que la mañana en que tenía que pasear al señor ministro, me puse una chaquetita de lino azul, un pantalón claro y una corbata fina de color azul con motitas blancas, me afeité cuidadosamente, me peiné y me eché bien de colonia. Que uno no tiene en la vida muchas ocasiones de amarrar un buen partido de rango ministerial y las ocasiones hay que pillarlas según vienen, porque el cartero no llama dos veces, como saben. El problema es que el tipo venía con un asistente rubiales, mucho más joven y guapo que yo, ante el que no tuve mucho que hacer. Y eso que lo intenté, porque yo no soy celoso y no me importa compartir. Pero, aparte de mostrarle mi presentación, poco más pude hacer. Fuera coñas, era un personaje inteligente y agradable. Y el asistente también. Les di mi tarjeta a ambos y prometí llamarles la próxima vez que visite su tierra. Que ya dijo Chuck Berry que nunca se sabe (you never can tell).

Ya que estamos con esto del orgullo gay, les precisaré que lo de Madrid este año es algo mucho más gordo. La fiesta del Orgullo Gay se lleva celebrando en Madrid desde hace 40 años. Cuando mis hijos eran pequeños solía llevarlos al desfile. Comprábamos pistolas de agua de esas gigantes y nos dedicábamos a disparar a las drag-queens. Algunas se mosqueaban, pero la mayoría lo llevaban bien, sobre todo por el alivio del remojón con el calor que suele hacer en estas fechas. Sin embargo, lo de este año es el World Pride, la fiesta mundial, que sólo se ha celebrado cuatro veces, esta es la quinta, con una periodicidad variable. La primera fue Roma-2000, la segunda Jerusalén-2006, la tercera Londres-2012, la cuarta Toronto-2014. Esta que estamos viviendo es la quinta y la sexta ya tiene sede: Nueva York-2019. Por aquí se esperan dos millones y medio de visitantes, todo un reto para esta ciudad.

He de recordarles que Madrid fue elegida en la conferencia anual de la organización que monta estos pollos, que se llama la Inter Pride, celebrada en Boston en octubre de 2012. Hagan memoria. Atención, pregunta. ¿Quién era en ese momento la alcaldesa de Madrid, responsable por tanto de la presentación de la candidatura de nuestra ciudad a organizar el evento? Pues sí, han acertado. The genuine Mrs. Bottle. Ya ven que las apariencias engañan. Sean felices, reitero, y no se fíen de nadie.

domingo, 25 de junio de 2017

645. La gira de los tres viejos bribones

Agobiados como estamos por el calor asfixiante, la sequía, los incendios y otras manifestaciones del cambio climático, ni un solo periódico o medio nacional, ha hecho la más mínima referencia a lo que les voy a contar. Pueden buscar en Internet y verán que no exagero. No fue así en Francia. Ayer sábado, la TF1, que es como decir La 1 en España, interrumpió todas sus programaciones habituales de los sábados, para conectar a las 21.30 y transmitir en directo el concierto entero de los Viejos Bribones en París. He de empezar diciendo que he elegido la traducción bribón para el vocablo francés canaille, porque me parece más ajustado al significado en el idioma de Víctor Hugo, que no tiene nada que ver con el canalla español (un insulto, una especie de malnacido), ni siquiera con el sinvergüenza, que apuntan los diccionarios francés-español. Tal vez podríamos decir también los tres viejos cabrones, que tiene ya un matiz más cariñoso.

Hablamos pues de La Tournée des Vieilles Canailles, ya ven que el término es, en francés, femenino, aunque se refiera a tres auténticos cabrones del rock. La Tournée des Vieilles Canailles empezó el día 11 de este mes en Lille, Francia, donde vive ahora mi hijo Lucas. Pero no fue por él que supe del evento, sino por mi amigo Philippe, que también podría entrar en la categoría de viejo cabrón, aunque es una bellísima persona. Phillipe cumplió hace menos de un mes 76 tacos y, en su reciente visita a Madrid, me avisó de la gira de sus coetáneos. Tres viejos rockeros franceses. A saber: Johnny Halliday (74), Jacques Dutronc (74) y Eddy Mitchel (75). La tournée ha reunido a estos tres dinosaurios en bastante buena forma (al menos mental) para una serie de 17 conciertos por toda Francia. Ayer tocaron en París-Bercy y hoy repiten. La gira termina en Carcassonne el 5 de julio.

¿Tal vez no saben quiénes son estos tres señores? Pues para eso está este blog. Eddy Mitchel, el más viejo de los tres fue el cantante del primer grupo de rock francés, Les Chaussettes noirs, los zapatos negros, que triunfaron nada menos que en 1961. En 1962, empezó su carrera en solitario, y hasta ahora. Por supuesto, no se llama Eddy Mitchel, pero en esos tiempos cualquiera que quisiera ganarse la vida como rockero tenía que ponerse un nombre artístico inglés, y si no que se lo pregunten a Mike Ríos.  Aquí les voy a poner una foto de los viejos tiempos, otra actual y el vídeo de uno de sus éxitos más sonados.

















Bueno, el segundo más viejo es Jacques Dutronc, que cumplió 74 en abril. Este señor es algo más que un simple rocker, como Eddy Mitchel. Jacques Dutronc es más bien un cantautor que también dominaba el rock, como pueden ver en los dos temas que les voy a poner debajo, París s’eveille (París se despierta), su éxito de 1968 y Le responsable (1969). Pero es que además de eso, es escritor, es un actor extraordinario, que se ha llevado varios premios César y al que pudimos ver en un papel estremecedor en la impactante película de Andrej Zulawsky Lo importante es amar (1975), con Romy Schneider. Encima, este caballero es un gran seductor, lo que le permitió elegir compañera y, una vez elegida, enamorar a una de las mujeres más bellas de la época, la preciosa Françoise Hardy, con la que lleva más de 50 años y con la que comparte su mansión rural de la isla de Córcega, en donde viven con sus más de 30 gatos (no tuvieron hijos). También les pongo dos fotos, antigua y actual, aunque en este caso son también dos los vídeos que adjunto, muy diferentes, que evidencian la amplitud del registro musical de este señor.


















Pero el que ha organizado todo este tinglado de los tres cabrones o bribones, o canallas es el gran Johnny Halliday, el rey del rock francés. Este caballero empezó muy joven y llegó al éxito en 1959. También es un estupendo actor, especializado en papeles de gangster, acordes con su aspecto actual, que pueden ver abajo, junto a una imagen de sus inicios. Esta vez la canción que les traigo es una versión del conocido Let's twist again de Chubby Checker. Casi más interesante por las imágenes del cantante que muestra que por la transposición al francés del tema. Pero que fue un gran éxito en Francia.















Johnnny Halliday, que por supuesto tampoco se llamaba así de niño, ha continuado haciendo giras y grabando discos todo este tiempo, en la medida en que la salud se lo ha permitido. Porque a comienzos de esta década estuvo muy enfermo, al borde de la muerte. Se curó y reapareció en 2014 para su penúltima gira, que se llamó Rester Vivant, Seguir Vivo. Pero en 2015 le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Desde entonces vive en Los Ángeles, donde se está tratando con quimioterapia y radioterapia. A comienzos de este año, aprovechando que se encontraba un poco mejor, llamó a sus amigos Eddy y Jacques y les propuso la gira. Ambos aceptaron encantados. La cosa estaba sólo pendiente del permiso del Hospital de LA donde le tratan. Con el permiso en la mano y tras la última sesión de radio, voló para el primer concierto, el de Lille, en donde los cronistas coincidieron en decir que se le veía cansado y desmejorado. Sin embargo, todo cambió en los siguientes conciertos, hasta el punto que un periodista musical exclamó: Oh mon Dieu, cést ne pas un être humain, c’est une vraie fauve. Aquí tienen una foto del concierto de Lille.



En fin, como muchos de ustedes, queridos lectores, no habían nacido, o como mucho andaban en pañales cuando estas cosas sucedían, les voy a contar algo que seguramente tampoco sepan. Johnny, Eddy y Jacques formaron parte de la primera generación de rockeros franceses, ya han visto sus fotos: estética motera, cazadoras de cuero, tupé de teddy-boys. Pero muy pronto llegó una segunda hornada, y aquí sobresale el gran Antoine. Era este un chaval de gran melena, más próximo al folk, con letras complejas y poéticas, a quien rápidamente se bautizó como el Bob Dylan francés. Antoine era un joven universitario de París al que el enorme éxito de sus canciones le abocó a dejar la carrera. Y el tipo, se dedicó minuciosamente a tocarle las pelotas a los rockers locales, especialmente a Halliday, a quien ridiculizaba en la letra de sus canciones. Vean aquí su mayor éxito Les elucubrations d’Antoine, con algunos fragmentos de la letra. Ya ven que entre otras maldades se dirige al presidente francés reclamando que la píldora se venda en el Monoprix y dice que Johnnny Halliday habría que exhibirlo en una jaula en el Circo Medrano.  

Naturalmente, Johnny Halliday no dejó pasar de largo los ataques de ese jovencito presuntuoso que provenía de los medios cultos de la universidad, que hacía unas letras enrevesadas para presumir y que se creía superior al mundo de los rockers, criados en la calle, en los bares y en el motociclismo. Y se esforzó en componer una canción de respuesta. Esta canción se llamó Cheveux longs, idées courtes, Cabellos largos ideas cortas. Y fue también un bombazo. O sea, que todsos hicieron caja con esta pugna artística. Escuchen la canción y vean qué buena era. De lo mejor que grabó el gran Johnny Halliday.


Si los tres viejos bribones han continuado su carrera como músicos en estos cincuenta años y no han dejado de hacer galas por toda la geografía francesa, el caso de Antoine es radicalmente diferente. Después de unos cuantos éxitos arrolladores, desapareció del mapa musical francés. Mi amigo Philippe me contó su historia más reciente. Con sus éxitos de los 60, recogió unas ganancias sustanciosas y decidió parar su carrera. Se compró un barco de vela y se largó a una isla tropical remota, donde sigue viviendo. De tarde en tarde, regresa a la metrópoli, cuando necesita algo más de dinero, o simplemente por divertirse y cambiar un poco. Le contratan para un par de apariciones televisivas, en las que se limita a cantar las canciones más conocidas de su época dorada, con una banda de músicos que le pone la propia cadena de TV (se pelean entre ellas para tener la exclusiva), recoge beneficios y se va con viento fresco a su refugio del trópico. O sea, que está en plena forma  mental como sus tres colegas. Les dejo con una foto reciente del tipo, en la que se evidencia su buen estado de forma.



miércoles, 21 de junio de 2017

644. Interludio de lecturas

Abres el ordenador en el día de hoy, y Google te salta a los ojos con la noticia del día: ha llegado el verano. Valiente novedad, después de que llevamos dos semanas cociéndonos a fuego lento en las calderas del cambio climático. Poco se puede hacer en estos días, casi lo mejor es ponerse el aire acondicionado, el que lo tenga, o el ventilador de techo y abrir un buen libro, con una copa de verdejo helado. El lunes 26 tenemos la sesión de cierre de temporada del club Billar de Letras, que echa el cerrojo hasta septiembre. El bueno de Ronaldo ha de tener un tiempo de descanso para largarse a alguna isla griega o similar, a cebar la inspiración. A Picasso le gustaba que la inspiración le sorprendiera trabajando, pero tampoco es malo que te pille tocándote las pelotas a dos manos.

El lunes analizaremos el libro Canción dulce, de Leila Slimani, premio Goncourt 2016. Una novela terrible: en la primera página ya aparecen dos bebés muertos, con el cuello cortado. Se los ha cargado la niñera en un piso de clase alta en el centro de París. A renglón seguido se empieza a contar cómo los padres de los niños empezaron a organizar el proceso de elegir una niñera, para que la madre pudiera volver a trabajar, en un gigantesco flashback, que todo el rato da señales de lo que no queremos saber, de la deriva que no queremos tomar, del horror que amaga con asomar en cada pasaje hasta el final desvelado al principio. Es un relato psicológico perfecto, la autora disecciona de forma despiadada el carácter de la niñera, a veces con tintes morbosos o tenebrosos. El Goncourt es merecido y más tratándose de una mujer nacida en Marruecos que escribe su segunda novela, tras una primera muy valorada, de temática radicalmente distinta. Ustedes sabrán si la quieren leer, yo no se la recomiendo, salvo si tienen estómagos fuertes, aunque les diré que desde que abrí la terrible primera página, no pude parar de leer hasta el final del libro; es una obra de lectura hipnótica.

Sucede que el libro me enganchó tanto que ya me lo había terminado, incluso antes de la anterior sesión, la de mayo. Así que, una vez cumplidas mis tareas y con este tiempo caluroso que te retrae de salir de casa, me he entregado a mis adicciones lectoras, como el yonqui que regresa al dorado chute después de meses de desintoxicación. Y mis adicciones lectoras se llaman Andrea Camilleri y Haruki Murakami. Con tanto ajetreo tenía dos libros pendientes de cada uno y ya me he zampado los dos primeros. Respecto a Camilleri, es realmente admirable que este caballero siciliano a punto de cumplir 92 años, comunista hasta las cejas y fumador de un paquete diario, sea capaza de escribir novelas policiacas como churros, a cual más divertida, todas protagonizadas por el comisario Montalbano. Prácticamente en dos tardes me leí Un giro decisivo (2003), donde ya anticipa la temática de la presión sobre Sicilia de la ola de inmigración subsahariana, las grandes barcazas que echan a la gente al mar y las mafias locales que comercian con la desgracia ajena.

Ahora tengo pendiente Un nido de víboras (2013), que me dispongo a empezar, una vez que me he leído el primero de los dos libros de Murakami que tenía pendientes. El segundo se llama De que hablo cuando hablo de escribir y ya dije en este foro que no me daba muy buen pálpito, pero lo he comprado por fidelidad a mi admirado ídolo literario y vital, al que nunca le dan el premio Nobel. Ya he dicho también que, aprovechando su éxito, su editorial está publicando toda clase de escritos del principio de su carrera, incluyendo algunos bodrios notables. Hay que tener cuidado. Sin embargo, los dos últimos libros suyos que he adquirido son de última hora. El otro, el que me acabo de terminar se llama Hombres sin mujeres (2014) y es el primer libro de relatos redondo de este señor, cuya especialidad son las novelas.

En sus anteriores colecciones de cuentas siempre había un reparto desigual, que incluía algunas pequeñas joyas y también historias grises o directamente malas. En este caso, los siete relatos que componen el libro son estupendos. Diré que los cinco primeros son previsibles, en una persona de la sensibilidad de Murakami: historias de amor y de desamor, de soledad urbana, de tristezas y de gatos, de jazz y de rock. Pero los dos últimos son diferentes. El último, que da título al libro, es una especie de poema que gira en torno al suicidio de una antigua amante del narrador, lo que le suscita una serie de recuerdos durante mucho tiempo arrinconados en una esquina de su memoria. Sobre todo, el gusto de la chica por la música estándar, la de orquesta, que se escucha en los ascensores de los hoteles, en la sala de espera del dentista o en el hilo musical. Cuenta el narrador con ternura cómo viajaban en su coche y cómo la chica llevaba sus casetes con ese tipo de música y no le dejaba escuchar a los Doors.

Pero el relato más sorprendente por inhabitual es el penúltimo, estratégicamente colocado en esa posición, lo que da idea de un control estricto del autor sobre este libro, algo que quizá no sucedía en sus anteriores colecciones de cuentos. Si los otros seis relatos se desarrollan en Japón y están protagonizados por japoneses (como la mayor parte de la obra de Murakami), este tiene lugar en Praga. Se lo voy a contar, así que, si piensan comprarse el libro (excelente idea) y no quieren que les desvele el cuento número seis, pueden detener aquí su lectura. En un cuarto de un primer piso, con las ventanas tapadas con tablones y sin más muebles ni decoración que una cama de sábanas sucias, se despierta un insecto gigantesco, que de pronto descubre que se ha transmutado en Gregor Samsa. Es decir, La Metamorfosis de Kafka al revés, dada la vuelta como un calcetín. O más bien la continuación de la obra maestra del genio de Praga, a quien tanto admira Murakami.

Despierta este ser tras mucho tiempo siendo un insecto, e inmediatamente nota que tiene frío y se siente desvalido sin su caparazón, sólo revestido por su ridícula piel desnuda blanquecina (es curioso imaginar lo feos que les debemos de parecer los humanos a los insectos, suponiendo que tengan algún sentido de la estética). Este pobre hombre no recuerda nada, sólo sabe que se llama Gregor Samsa, pero no tiene ni idea de quién es, ni de lo que ha de hacer. Y lo primero que siente, como buen insecto, es un hambre atroz. Sale por la puerta en la que hay un mecanismo maravilloso que se llama manilla y afronta una escalera. Le cuesta mucho andar sobre sus dos débiles patas sin cubierta de queratina y bajar la escalera es una verdadera tortura para él, trance en el que pasa mucho miedo. Después, cuando suba otra vez a su cuarto, constatará alborozado que para él es mucho más fácil subir con ayuda de las manos.

No hay nadie en la casa. En un comedor de la planta baja hay un desayuno preparado para varias personas, que parecen haber huido precipitadamente, porque los platos aún humean. Se abalanza sobre ello y se lo zampa con las manos, a bocados. Hay una descripción precisa de cómo va devorando cosas, incluidos los huevos duros con cáscara y todo. Después, se pone de pie, suelta un sonoro eructo y se acerca a una ventana. Al mirar a su través, ve mucha gente que va de allá para acá con prisa. Todos van vestidos, de lo que deduce que él ha de vestirse también, puesto que es un humano. Sube a un cuarto diferente y encuentra un montón de chaquetas, pantalones y ropa de todo tipo. También zapatos. Pero no se lo sabe poner, así que pilla una bata y se la ata torpemente. Y en ese momento suena el timbre. Es una joven jorobada, vestida de negro y Samsa siente una extraña afinidad con ella. La chica le explica que viene a arreglar una cerradura del primer piso, respondiendo a un aviso que se le ha hecho desde la casa.

Suben de nuevo. La habitación del principio es la única que tiene cerradura y la chica se apresta a arreglarla. Mientras van hablando. A la chica le hace gracia que Samsa sea tan torpe y no sepa nada de nada, y le va contando cosas. La afinidad que Samsa siente por esta pequeña mujer encorvada, que recuerda en algo a los insectos, se convierte poco a poco en otra cosa, lo que hace que un bulto perpendicular en el centro de su cuerpo empiece a asomar formando una montaña bajo su bata. La chica se da cuenta enseguida y le vacila todo lo que quiere. Los diálogos entre ambos son hilarantes, pero entre medias, el lector comprende que hay una agitación inusual en la calle, que hay tanques por las grandes avenidas y toque de queda, porque estamos en el momento álgido de la Primavera de Praga. Por eso la empresa familiar de cerrajería ha enviado a esta chica, pensando que, por ser mujer y jorobada, tal vez pueda atravesar mejor las barricadas. Por eso también han huido los padres de Samsa, que le tenían encerrado con llave porque era un insecto apestoso con un caparazón hediondo. Ni siquiera han podido desayunar.

Todo encaja al final en este relato corto, del que no les cuento más cosas, porque mi intención es que se compren el libro. Es muy inspirador que Murakami, que tiene un año más que yo, tenga el ánimo preciso para hacer esta especie de ejercicio final de un curso de escritura y lo resuelva con tal brillantez. En el viaje a Birmania, un compañero me habló de este libro, que había leído por casualidad, pero no me supo decir el nombre del autor. Por lo que me contó, yo le dije que tenía que ser Murakami o algún discípulo suyo, si es que los tiene. A la vuelta comprobamos que mi intuición era cierta. Sólo me queda decir que la literatura es a menudo una forma perfecta de evadirse de una realidad asfixiante, política y climatológicamente. A punto de meterme con el segundo libro de Camilleri, les deseo un buen paso por esta canícula que parece que vaya a ser eterna. El domingo afloja un poco dicen. A ver si es verdad.

sábado, 17 de junio de 2017

643. Amistades transnacionales en el bochorno

Por diversas circunstancias he tenido ocasión estos días de hablar con diversos amigos de allende los mares o los Pirineos y preguntarles sus opiniones acerca de la convulsa actualidad mundial. Están los tiempos revueltos y siempre es interesante escuchar a los de fuera, aunque aquí sigamos enfrascados en el ejercicio de mirarnos el ombligo patrio, desarrollado estos días con motivo de la moción de censura, que apenas nos ha dejado dos imágenes: la de Rajoy bajando torero al ruedo a ejercer de parlamentario lenguaraz y la irrupción en escena de Irene Montero, 29 años, figura emergente, con un discurso bien enhebrado, pero que se fue a más de dos horas por la tontuna esa de la duplicación de género. Si todo el rato tienes que decir “los ciudadanos y las ciudadanas”, el discurso se te duplica y puedes alcanzar tiempos dignos de Fidel Castro. Por cierto, ya sé que es una ucronía, pero me encantaría haber escuchado la opinión del Comandante en Jefe acerca de esa gilipollez. La señora Montero se refiere ya a su propio partido como Unidos y Unidas Podemos y yo desde esta humilde tribuna quiero advertirle de que se está quedando antigua porque, dentro de poco habrán de llamarse Unidas y Unidos Podemos, las señoras delante igual que en el movimiento LGTB.

Pero volvamos a los amigos transnacionales. En primer lugar, el bueno de Luis Suarez. Tras ese nombre aparentemente familiar y doméstico, se esconde nada menos que un catedrático emérito de Planeamiento Urbano y Economía de la universidad de Irvine (California), un campus a medio camino entre San Diego y Los Ángeles. Nuestro hombre, de padres asturianos, desarrolló allí muchos años de docencia. Ahora anda por España y le escribió una carta a la señora Carmena pidiéndole una cita para hablar de sus ideas sobre el desarrollo sostenible, que entiende aplicables a Madrid. Ya saben que estos embolaos acaban cayéndome a mí.

Me puse en contacto telefónico con él y le propuse dar una vuelta por Madrid Río, pensando que, con la que está cayendo, se me cansaría enseguida: alguien que ostenta la categoría de catedrático emérito ha de tener al menos 70 años. Error absoluto. El hombre aceptó el envite y resultó ser un caminante resistente, que aguantó hasta el final y no se quejó ni una sola vez del bochorno. En un bar de Legazpi, nos tomamos un doble de cerveza y saqué mi ordenador Lenovo, cargado en mi mochila las 4 horas de paseo, para mostrarle mi presentación en power point. Me contó que él había estudiado arquitectura, que luego había descubierto que no le gustaba nada eso de hacer chalets para los pijos y que el urbanismo le había salvado de su crisis de identidad, hasta el punto de que luego estudió la carrera de Económicas a la vez que daba clases de urbanismo. Ya ven: un alma gemela mía. A soul brother, por decirlo en yanqui.

Inevitablemente le pregunté por Donald Trump. Arrugando el rostro me dijo que no me podía imaginar qué grado de crispación e irritación estaba sufriendo su país. Que la opinión negativa sobre el presidente era prácticamente unánime en los medios más cultos y que una buena parte de los que le habían votado estaban horrorizados viendo que sus prometidas medidas de regeneración del tejido laboral en Estados en declive, no iban a llegar nunca. Suárez está seguro de que este señor no acabará su mandato y pronostica un impeachment no muy lejano. Apunta que en 2018 habrá elecciones legislativas para el congreso y senado y que, si las cosas no cambian, los demócratas coparán ambas cámaras y promoverán ese impeachment.

Este miércoles, mi amigo Ed, neoyorkino que dirige con mano de hierro nuestro taller de conversación inglesa, acortó incluso el plazo del impeachment: él está seguro de que este señor no se come el turrón como presidente y quiso apostarse algo conmigo, pero no entré al trapo porque no soy muy amigo de apostar. Y en cuanto a la crispación y el cabreo de los norteamericanos, esta semana ya hemos tenido una primera muestra: un jubilado de Washington ha disparado con su rifle a los congresistas que se disponían a jugar un partido de beisbol, hiriendo de gravedad a la tercera autoridad del país. El cabreo ciudadano es un ingrediente muy peligroso en un lugar en donde todo el mundo va armado.

Una apuesta similar me propuso mi amigo británico Ian, seguidor esforzado de este blog que le está sirviendo para perfeccionar su dominio del español. Ian pasó unos días por aquí con su mujer Louise y tuvimos ocasión de comer en un restaurante indio, bien resguardados del calor. En su caso, la apuesta es sobre cuánto va a durar en el puesto la bruja May de la torva mirada (me dijo que le encanta el mote). Según Ian, el sentimiento que prima ahora mismo en Gran Bretaña no es tanto la irritación como una especie de confusión desolada. La señora May se ha desfondado al ver que le salía el tiro por la culata. Encima, su única posibilidad de gobernar es aliándose con los unionistas norirlandeses, un partido filofascista heredero de los postulados del reverendo Ian Paisley, el tipo que se quería comer crudos a todos los del IRA.

Dice mi amigo que la gente ya no sabe lo que quiere, que los jóvenes siguen nutriendo el abstencionismo electoral, que Corbyn es un político de la vieja escuela que promete cosas muy bonitas, lo que todo el mundo quiere oír, pero no explica cómo las va a conseguir. May tiene una gran contestación interna y no es descartable que el propio partido tory dé un golpe de estado palaciego, como hizo en su día con Tatcher. No acepté la apuesta de mi amigo, porque creo que la bruja resistirá como Rajoy y se recuperará. Pero su país está confuso. Mucha gente sigue en contra de Europa por la ineficacia de la burocracia sobredimensionada de Bruselas, pero ahora dudan de si no hubiera sido mejor para el país quedarse y luchar desde dentro.

En Francia estarían ahora igual de irritados y confusos si hubiera ganado la señora Le Pene. Mi amigo Philippe ha pasado también por Madrid, camino del sur y la otra noche nos dimos una vuelta por el centro, rematando con unas pizzas y unos mojitos. Dice Philippe que Macron es un político de diseño, al que apoyan grandes poderes financieros. Un equivalente a Rivera, aunque yo creo que más listo y más brillante. Philippe lo relaciona también con la masonería internacional. Estas fuerzas que lo apoyan se movilizaron para frenar el camino de Le Pene, y les salió la jugada redonda. Parece que un elemento clave fue el debate entre ambos candidatos, en el que Macrón desarrolló una energía como la de Irene Montero, mientras su contrincante se mostraba fastidiada, displicente, mal preparada y perezosa, como si fuera un incordio para ella tener que pasar por semejante trago. En Francia estos debates suelen tener un alto nivel. Los votantes los siguen enteros y les dan mucha importancia para decidir su voto.

Finalmente, Francia con Macron vive una sensación de alivio y de recuperación de un cierto orgullo patrio. Pero dice Philippe que eso puede ser transitorio y que como este señor no tenga éxito en la consecución de las políticas que propone, para las próximas elecciones los votantes se inclinarán por la ultraderecha. Macrón es un representante de los nuevos partidos, como lo fue Renzi en Italia, mientras los viejos se van a la mierda. En Francia, el caso más aparatoso es el del Partido Socialista, al que ha hundido del todo Hollande. Dice Philippe que Hollande es el más tonto de Europa (yo creo que le superó Cameron), pero a mí me sigue sorprendiendo que un tipo tan tonto como él y tan feo, se lo haya hecho con  tres mujeres tan extraordinarias como las que han sido sucesivamente sus compañeras (Segolène es mi favorita). Ya recuerdan que en este blog se formuló la pregunta: ¿qué las das François?

En fin, mientras en Cataluña siguen a lo suyo y en Madrid también (ni una sola alusión en la moción de censura a los poderes transnacionales que gobiernan el mundo. ¡Por Dios! Si Rajoy es sólo un mandao), pues aquí hemos sabido de un país aliviado, otro muy confuso y otro cabreado como una mona. Lo de USA es lo más grave. Trump es un psicótico que duerme mal y solo, en una desierta Casa Blanca; que se despierta por las mañanas ya cabreado, descarga su ira en Twitter y luego va a la deriva en sus decisiones en función de su genio. Yo no descartaría que antes de que le hagan un impeachment se vaya él solo, en un rapto de despecho. Estos egos inflados funcionan así, y si no vean al Cretino Ronaldo, qué berrinche se ha pillado.

Pero de momento USA ya se ha salido del Acuerdo de París contra el cambio climático, algo muy grave ya que se trata del segundo país más contaminante después de China y al paso que vamos nos vamos a asfixiar de calor y el mar se va a tragar ciudades de Venecia a Nueva York. Conscientes de la barbaridad que supone la decisión de Trump, un numeroso grupo de ciudades y Estados americanos han montado una alianza que promete seguir cumpliendo en sus territorios las condiciones del Acuerdo de París. Coordina esta red el millonario ex alcalde de New York Michael Bloomberg (ya les hablaré otro día de él) y es una reacción importante, que afecta por ejemplo a toda California. AQUÍ pueden ver los detalles de esta iniciativa. Les recomiendo que lo lean.

Mientras tanto, en Madrid nos estamos cociendo a fuego lento, cuando ni siquiera ha llegado el verano. Decía Sartre que el infierno eran los otros, pero es que este señor no llegó a conocer los tiempos actuales. Esto es ciertamente insufrible. Una tortura. Como estar en las famosas calderas de Perico Botero. Se resecan los árboles, se caen muertos los pájaros y los moscones, se petan los aires acondicionados, se resquebrajan los abanicos, jadean las neveras por el esfuerzo. Ayer en un cole de Valdemoro, un escolar se puso malo por el calor y el resto de los críos empezaron a sentirse enfermos todos a una, a ver si colaba y organizaban unas pellas colegiadas. Cuando llegaron los sanitarios, los chavales se habían refugiado en el tanatorio de enfrente que tiene aire acondicionado. Todo un símbolo.

Hagan por disfrutar a pesar del bochorno. La semana que viene alivia un poquito, dicen.

jueves, 15 de junio de 2017

642. La pasión de Brunelleschi


De mi viaje a la Toscana, quedaron algunos temas por contar, que creo que tienen hueco en la temática de este blog. Uno de ellos es la historia de cómo se construyó la cúpula del Duomo de Florencia y cómo surge allí la figura del gran Filippo Brunelleschi, uno de los mejores arquitectos de todos los tiempos. Les resumiré la historia, aunque abajo tienen un link a un excelente (y largo) artículo del National Geographic, en donde se detallan los retos técnicos que hubo que superar para construir Il Cupulone, por si algún lector quiere un relato más preciso de la historia de este señor. Contra lo que se suele pensar, Brunelleschi no estudió jamás en ninguna escuela de arquitectura. Por el contrario, era orfebre, escultor, artesano de la madera, gran dibujante y forofo de las matemáticas. Inventó la perspectiva cónica y, como hobby, construía relojes y mecanismos de todo tipo. Un portento.

En 1401, la ciudad de Florencia convocó un concurso de ideas para el diseño de las puertas del Baptisterio, frente a la Catedral en construcción. Grandes escultores y artistas de reconocido prestigio, presentaron sus propuestas. Pero se vieron claramente superados por un joven desconocido. Brunelleschi tenía 24 años cuando se presentó al concurso. El jurado reconoció que su propuesta era la mejor, pero no le dio el premio porque se saltaba las bases: en ellas se especificaba que en un marco polilobulado había que situar un montón de figuras representando el sacrificio de Isaac, entre ellas un asno, y Brunelleschi situó al asno fuera del marco, como soportando el resto de la escultura. El premiado fue Ghiberti, el artista oficial del establishment de Florencia, pero en el fallo se precisaba que Brunelleschi y él colaborarían en la dirección de los trabajos de realización de las monumentales puertas. Esa colaboración era imposible, porque el joven Brunelleschi tenía en muy mal concepto al figurón, al que ninguneaba en cuanto podía.

Brunelleschi, cuya imagen en un relieve que se muestra en la Academia pueden ver aquí al lado, era efectivamente un tipo bajito, medio cojo y con muy mala leche, mental y artísticamente a años luz de cualquier competidor que quisiera enmendarle la plana. Pero en 1418, la ciudad de Florencia convoca un nuevo concurso, de mucha más trascendencia. La Catedral, cuyas obras habían comenzado en 1296 con el objetivo de conseguir la más grande de todas entre las iglesias de las ciudades-estado de Italia, tiene un problema grave que nadie sabe resolver después de más de cien años de obras, porque han construido una nave octogonal de tales dimensiones, que nadie sabe cómo cubrirla. Una posibilidad fácil era reforzar los muros con arbotantes, pero los poderes fácticos de Florencia rechazaban esta solución porque olía a gótico y ese era el denostado estilo que ostentaban las catedrales del norte, entre ellas la de Milán, ciudad enemiga de Florencia.

En la competencia feroz con Siena y otras ciudades, cada una de ellas estaba empeñada en construir la edificación más desmesurada, pero el estilo gótico no era del gusto de la curia florentina, que consideraba demasiado innovadora esa tendencia, por la que se regían algunas de las principales catedrales europeas. Los poderes locales, como el poderoso gremio de la lana, que financiaba las obras, preferían el románico clásico. Y el románico no tiene arbotantes. Al concurso para resolver la cúpula se presentan los mejores arquitectos del momento, pero el que plantea la solución perfecta es Brunelleschi, que además no explica cómo va a resolver técnicamente el problema, qué trucos va a emplear (no quiere que nadie se los copie). El jurado decide premiar de nuevo a Ghiberti y a Brunelleschi, pero esta vez deja claro que será el segundo el que lleve la voz cantante. AQUÍ pueden leer la historia detallada de la construcción de Il Cupulone, con los detalles técnicos al completo.

Yo sólo les cuento lo que más me interesa resaltar. Brunelleschi, que había estado un tiempo en Roma, estudiando el Panteón y otras cúpulas de tiempos de los romanos, planteaba construir dos cúpulas concéntricas con un entramado medio que las sustentara. Pero Ghiberti empezó a dar el coñazo y a ir por su lado. Entonces, Brunelleschi fingió ponerse muy enfermo y se retiró de los trabajos. Y la obra se paralizó un tiempo. Ghiberti no tenía la menor idea de cómo continuar. Los líderes del poderoso gremio de la lana fueron a visitar al enfermo y a petición suya firmaron un documento que de hecho expulsaba a Ghiberti del equipo. Entonces Brunelleschi sanó milagrosamente y la obra se reanudó. Más adelante, se suscita un problema con los diversos gremios que intervenían en los trabajos. Los gremios querían imponer sus condiciones tradicionales, de modo que ellos decidieran si trabajaban diez carpinteros y cuatro orfebres, aunque no hubiera trabajo para todos. Brunelleschi quería, en cambio, escoger él a los diversos artesanos y no emplear más que a los necesarios. El conflicto de interese acabó en huelga general. Y la obra se paró por segunda vez. Y otra vez hubo que ir a buscar a Brunelleschi y aceptar sus condiciones.

Como ven, el tipo iba haciendo amigos por todas partes, y todos ellos se conjuraron para acusarle de un asunto menor (un impago a un empleado que no había trabajado a su gusto). Y Brunelleschi acabó en la cárcel. Y se pararon las obras por tercera vez. No hace falta que les detalle cómo se solucionó la cosa. Al final, la cúpula se terminó y todo el mundo se quedó maravillado. Gentes de todas las ciudades europeas venían a Florencia a contemplar el portento. Tras haber ganado de hecho el concurso para las puertas del Baptisterio con 24 años, Brunelleschi dedicó una buena parte del resto de su vida a la construcción del Cupulone. Su obra maestra se terminó en 1436, y sólo la sobrevivió diez años. Para entonces había conseguido redefinir el papel del arquitecto, como artista que decide todos los aspectos constructivos, estructurales, decorativos y funcionales de un edificio. Brunelleschi fue el primer arquitecto moderno.

Pero, por si todo eso fuera poco, Brunelleschi sentó las bases de la arquitectura renacentista, al construir el Spedale degli Innocenti, uno de los primeros orfanatos de Europa, financiado en este caso por el no menos poderoso gremio de la seda. Pudimos visitarlo en nuestro viaje, se encuentra en la Piazza della Santissima Annunciata, en donde se iniciaron sus obras en 1419. A primera vista podría pensarse que es un edificio que hemos visto decenas de veces. Pero es que su valor proviene precisamente de que es el primero y todo el mundo lo imitó después. El arquitecto aplicó al diseño sus conocimientos matemáticos y concibió una edificación modular, basada en la proporción áurea, en la que todas las dimensiones están relacionadas y meditadas. Se trata de una edificación modesta, construida con materiales baratos y decoración poco ostentosa.

El edificio se eleva sobre una peana con una escalinata de acceso, y su fachada está compuesta por arcos de medio punto, con columnas corintias y elementos rescatados de la arquitectura romana. Tras ella, un pórtico con bóvedas vaídas, de proporciones perfectas: el ancho del pórtico es igual que el de los vanos y la altura de las columnas, como resultado de un sistema geométrico que ya se adoptaría por la arquitectura durante siglos. La disposición de los vanos en la fachada es perfecta. Les dejo con unas imágenes de esta maravilla. Ojo a los rosetones de terracota vidriada, con imágenes de niños, que decoran los intervalos entre los arcos, obra del artista Andrea della Robbia.





domingo, 11 de junio de 2017

641. Sofocos caniculares

Para el cuarenta de mayo, hace un sol de carallo. Con esto del cambio climático va a haber que cambiar hasta los refranes, porque lo cierto es que yo me quité el sayo nada más volver de Italia, y hasta ahora. Dice la radio que el tiempo de hoy, 41 de mayo, va a ser canicular. Pronto empieza la cosa. Me temo que nos espera un verano sofocante. Y, para sofoco, el que se ha llevado la bruja May de torva mirada. Ejemplo prototípico de tiro por la culata. Mira que vengo avisando, que se dejen de consultas, que eso de preguntar a los ciudadanos es muy peligroso, que el personal está muy cabreado, bastante bien informado a través de las redes y con ganas de saldar cuentas. En Gran Bretaña, una parte del malestar actual proviene sin duda de la frustración que sienten sus ciudadanos tras haberse metido de cabeza en el marrón del Brexit. La misma frustración que sienten muchos norteamericanos, tras haber votado a un presidente inepto y cabreadizo.


Pero vayamos por partes. Lo de la bruja May de la torva mirada es más viejo que la pana. Ha pasado tantas veces que no era muy descabellado esperar que sucediera de nuevo. Para quien no lo recuerde, en los años 90, el presidente del Real Madrid no era Florentino, sino Lorenzo Sanz, que había ganado el cargo en 1995. Tres años después, consiguió ganar la Champions, la añorada Séptima, que el club llevaba 32 sin conseguir. Su ego ya se infló un montón, pero es que, dos años más tarde, volvió a ganar, la Octava esta vez, en mayo de 2000. Y el tipo ya no pudo aguantar más, se creyó Dios y convocó elecciones sólo dos meses después de esta segunda victoria deportiva. Era su momento de gloria y esperaba ganar por mayoría aplastante para seguir otros cuatro años. Resultado: perdió con el aspirante Florentino.

Es comprensible que la bruja May no sepa nada del fútbol español, pero es que lo mismo le pasó al gran Winston Churchill. Este señor (alcohólico acreditado y ganador insólito del Nobel de literatura por sus memorias), condujo a su país con mano de hierro a la victoria en la II Guerra Mundial. También se creyó Dios y convocó enseguida elecciones para blindar su mayoría y seguir al frente del país otro mandato. Resultado: los ingleses le dieron las gracias por los servicios prestados y le hicieron saber que preferían a otro para organizar la paz. Perdió las elecciones frente al laborista Clement Attlee, del que ahora nadie se acuerda. En general, el gesto de adelantar elecciones en un momento de euforia, es percibido por el votante como un gesto de soberbia y ventajismo, que ya predispone un poco en contra. Yo creo que si la señora May no llega a tener un contrincante tan flojo como Corbyn (un izquierdista de zamarra, medio chavista, ideológicamente anterior al eurocomunismo), hubiera incluso perdido.

Por lo demás, las elecciones británicas nos traen otra buena noticia: el desinfle del suflé del independentismo escocés. Si lo sumamos a las horas bajas del secesionismo en Quebec, yo creo que viene quedando claro que, en países con un cierto nivel político, social y cultural, las ideas nacionalistas cerriles tienen poco recorrido. Los vascos están demostrando también pertenecer a ese primer mundo informado, internacionalista y solidario, como lo prueban las ventas del libro Patria en esas tierras. A la vista de esto, tal vez con los secesionistas catalanes la mejor postura sea la de darles cuerda para que ellos solos se ahorquen, que es lo que hace Don Tancredo de la Moncloa. Ya he escrito en este foro mi disposición a caerme de culo, bajarme los pantalones, o lo que haga falta, si este señor consigue resolver el embrollo catalán sin hacer nada (y encima acosado por la corrupción y con la economía cogida con alfileres).

Don Tancredo es otro ejemplo preclaro de político que gana por la flojera de sus contrincantes. Lo del PSOE es también de libro, ahora que lo vemos a toro pasado. Les voy a pedir que lean un artículo al respecto, aparecido hace unos días en El País y firmado por el sociólogo Enrique Gil Calvo, un comentarista al que sigo desde hace tiempo, aunque hay veces que no lo entiendo del todo. Esta vez está, como suele decirse, sembrao. Léanlo AQUÍ y seguimos. Creo que este señor da en el clavo en su interpretación de lo que ha sucedido en el PSOE (sobre el futuro, habrá que verlo). Recapitulemos.

En España tuvimos elecciones en diciembre de 2015. Rajoy salió tan debilitado, que Sánchez se atrevió a postularse como presidente, con el apoyo de Ciudadanos. En mi opinión, este acuerdo revelaba una cierta talla de estadista, un cierto olfato. Incipiente, pero real. Creo que la crisis económica no se ha terminado, puede volver a agudizarse en cualquier momento y su solución a largo plazo requiere de una combinación inteligente de medidas de izquierdas y de derechas, como la que puso en marcha Roosevelt tras el crash del 29 (que llevó al mundo occidental a una racha de prosperidad nunca vista). Tal vez Sánchez buscaba algo así. Además, la otra alternativa, la alianza con Podemos, parece claro que le hubiera dejado en manos de Iglesias, que por entonces aun tenía la piel de cordero puesta, pero ya asomaba la patita. Su opción por Rivera, es una muestra de ese olfato al que me refiero.

¿Qué sucedió? Pues que Iglesias reaccionó como una novia que descubre que su chico se acuesta con la vecina del otro lado. Sólo tenía que abstenerse, pero no fue capaz. Estaba ofendido de ver que Sánchez, no sólo no le ofrecía la vicepresidencia, sino que le ponía los cuernos con un derechista repeinado y sin coleta. Así que planteó su ultimátum: mientras Sánchez no rompiera con Ciudadanos (dejara de salir con la vecina) no había nada de qué hablar. Podemos se abstuvo y jodió el plan. Esperaba dar el famosos sorpasso. Pero en las elecciones siguientes, perdió un millón de votos y no logró sorpassar al PSOE. El problema era que ahora la aritmética era endiablada. Y que Pedro se enrocó en el no-es-no, un callejón sin salida, que mostraba una cierta bisoñez; al fin y al cabo, este señor es un novato en esas lides.

Y entonces llegó el tancazo de los barones, apadrinados por González, Guerra y Cebrián, y utilizando de ariete a Susana Diáz. Sobre ese bochornoso episodio, hay varias versiones. El entorno de Podemos encontró un relato a su medida: los poderes, la casta, los banqueros lo habían arreglado todo para lograr la abstención del PSOE y que siguiera Rajoy. Yo he defendido en este foro que la posición de Sánchez era inviable y llevaba a unas terceras elecciones, en las que el PSOE haría un ridículo histórico, y por eso se movieron los barones. Desde el entorno del prusés sostienen que el partido se oponía a la línea de Sánchez porque no quería que hiciera ciertas concesiones a los nacionalistas (versión coherente con su convicción de ser el vinagre de todas las ensaladas). Tras leer a Gil Calvo, parece imponerse otra versión, que más o menos abarca todas las otras y las complementa. Se la resumo.

Después de las segundas elecciones, España llevaba mucho tiempo sin gobierno y había muchas presiones para terminar con esa situación: los poderes económicos, las fuerzas vivas, los grandes empresarios, Europa. Sánchez quería seguir jugando sus bazas, pero todos esos poderes dijeron basta, se acabó el juego. Además teníamos un rey novato y se le quería ayudar a salir del embrollo. Así que a Sánchez le dijeron lo que tenía que hacer. Y el tipo dijo que no. En cierta forma, él mismo provocó su sustitución. Tenía un antecedente en el que inspirarse. Un ejemplo de lo que no hay que hacer en estos casos: Zapatero. Cuando al de la ceja le pusieron en una tesitura similar, agachó la cabeza, aceptó la imposición de los poderes económicos y firmó la rendición. Y ahí se acabó su carrera política. Hasta su hija mayor le retiró la palabra, según se cuenta.

Sánchez, en cambio, provocó su propia destitución y empezó allí su verdadera carrera. A partir de ahí cogió el coche y empezó a recorrer España recabando apoyos. Ya se sabe que en estas tierras adoramos a los quijotes. Hay que decir que su contrincante, la señora Díaz, se lo puso bastante fácil. Primero con la escenificación de su presentación, arropada por toda la plana mayor. Sólo faltaba el Papa. Nada mejor para exasperar aun más a los militantes cabreados. Finalmente, Susana puso el último clavo de su ataúd político en el debate a tres, cuando pronunció la frase de su vida, dirigiéndose a Pedro: –Estás mintiendo, cariño. Todos pudimos oírla. Unos días después, esta señora se llevó el sofoco de su vida. Ahora mismo, la sofocada y frustrada candidata a secretaria general ha llegado al extremo más bajo de su trayectoria y la gestora ha tenido que pedir a los asistentes al próximo congreso que no le silben, por favor.

Si todo esto es cierto, tal vez Pedro Sánchez tenga de verdad esa talla política de la que se ha hablado más arriba. Y con un poco más que aprenda, quizá sea el próximo presidente, después de Rajoy. Es imposible saberlo, pero ahí queda dicho. Que tengan buena suerte en la sofocante semana que empieza mañana. Ciao, caros.

viernes, 9 de junio de 2017

640. El Madrid y el cognás del prusés

Llevo un cierto retraso de temas, porque estoy bastante agobiado de trabajo, pero hoy quiero hablar de la Final de la Champions. He de decir que me alegré un montón con la victoria del Real Madrid, un soplo de buen rollo en medio de unos días un poco negros para mí, por un motivo que no les voy a contar y del que me voy recuperando. A priori, podía pensarse que es el mejor partido que se puede ver en este momento. Sin embargo, a menudo estos partidos se convierten en un pestiño infumable, agarrotados ambos equipos por tácticas férreas destinadas a no perder, que hacen que no se juegue a nada, que nadie se atreva a dar un paso adelante, lo que lleva a la prórroga y la lotería de los penaltis. Para que eso suceda, basta con que uno de los dos entrenadores sea, por ejemplo, Mourinho, siniestro personaje que hace jugar a sus equipos como si fueran muy inferiores al contrario. Ya les he dicho que sueño con ver a este sujeto de vuelta en su tierra para entrenar al Pazos Ferreira o algún equipo de la parte baja de la tabla portuguesa, algo, en fin, acorde con su talento. Sin embargo, a pesar de sus últimos fiascos en el fútbol inglés, el tipo sigue en la élite ganando un pastal. No me explico cómo no le dan una patada en el culo.

Nada de eso sucedió en esta ocasión, en que pudimos asistir a un espectáculo fabuloso, con dos equipos desbocados luchando como jabatos y poniendo en la liza todo lo que tenían, sin guardarse nada. En la segunda parte del partido se jugó el mejor fútbol que he visto en años. Pero, aun así, la alegría que me llevé con el resultado (justo desde cualquier perspectiva), fue algo que no me esperaba. Ya he dicho muchas veces que yo soy una persona que se guía por sentimientos y pasiones y luego trata de explicárselas. En realidad, yo soy del Dépor y se da la circunstancia de que en la Juventus (el contrincante del Madrid) hay un par de elementos que me caen muy bien. En concreto, el gran portero Gian Luigi Buffon, un verdadero mito deportivo y todo un caballero. Y el gran Chiellini, cuya imagen pueden ver al lado. Este gran defensa, cuyo rostro le permitiría ganarse la vida como actor interpretando a mafiosos calabreses, resulta que tiene otros planes para cuando deje el fútbol y el pasado mes de abril se doctoró en Administración y Gestión de Empresas por la escuela de Turín, con una tesis sobre El modelo de negocio de la Juventus F.C. en el benchmark internacional, tesis que obtuvo el grado de cum laude. Como nunca se creen estas cosas, AQUÍ pueden comprobar la información. Por cierto, este Chiellini fue el último jugador (por ahora) que fue mordido por el uruguayo Luis Suarez, al que inmediatamente ficharon en el Barça, supongo que para ver si seguía dando bocados en los partidos con el Madrid.

A lo que íbamos. Que me llevé una alegría desmesurada, como hacía años que no me sucedía viendo fútbol, excepto en lo concerniente al Dépor. ¿Y por qué? Pues se me ocurren al menos siete razones. UNO. Siempre que juega un equipo español con uno extranjero, yo voy con los míos y me alegro de que ganen, aunque en este caso ya quedó dicho que no me hubiera importado que perdieran, para que Buffon y Chiellini se llevaran un trofeo que se merecen por sus carreras y talante. DOS. Como ya se ha dicho, el partido fue vibrante y ganó el que se lo mereció en el campo. TRES. Fue también un triunfo del fútbol ofensivo y alegre, sin tácticas, dejando que los jugadores hagan lo que les dé la gana. CUATRO. Me alegro especialmente por Zidane, un tipo que me tiene totalmente seducido, como quedó patente en un post reciente. Me parece un tío cojonudo, del que me gustan hasta los cabezazos que daba a los contrarios. Y supongo que ya escucharon su respuesta a la pregunta "cuál es el secreto de este equipo": que la relación entre los jugadores es de puta madre. La expresión de puta madre, yo creo que debería excluirse de la condición de palabrota o taco, después de escuchar cómo la usa Zidane. Igual que cuando el rey Juan Carlos dijo "los espárragos navarros son cojonudos" y el calificativo dejó de ser considerado malsonante y hasta se comercializaron latas con ese nombre.

CINCO. No puedo dejar de alegrarme por los diversos amigos madridistas que tengo, como mis compañeros del viaje a Birmania o mi amigo X, seguidor insigne de este blog, que no tiene nada que ver con el señor X del post anterior, fallecido hace más de treinta años, tal vez cuando yo ni siquiera conocía a X. SEIS. Como madrileño de adopción no puedo dejar de congratularme de un triunfo como este, que ayuda a la difusión de la Marca Madrid, cuya promoción es parte esencial de mi trabajo. Pero la razón que me puso definitivamente de parte del Madrid desde antes de empezar el partido, fue la SIETE: el vídeo que publico TV3 en los días previos. ¿No lo han visto? Pues aquí lo tienen.


No hay mucho que comentar de este vídeo, una muestra más de que algunos, más que nacionalistas, son antiespañoles. A mí, el tema este del prusés es que ya me aburre mucho. Es como un dolor de huevos y discúlpenme la expresión. Y además, ya he escrito todo lo que tengo que decir al respecto. Llevo casi cinco años dando la matraca al respecto y me cabe el honor de haber empezado a denunciar este asunto y su peligrosidad, antes que casi todo el mundo. Ahora estamos en el llamado choque de trenes, sobre el que Savater apuntaba acertadamente que sólo uno de los trenes circula en el sentido correcto. Hace poco ha corrido por Facebook el fragmento de la entrevista que le hicieron a Borrell en El Intermedio hace dos años y que permanece vigente. Abajo pueden verlo.


El independentismo catalán es una amalgama de tres grupos, que no tienen mucho que ver entre ellos. Por un lado los de ERC, que son ideológicamente coherentes. Ellos quieren empezar desde cero y ser los héroes de la nueva patria. Les importa un bledo si la población catalana va a pasar penurias económicas o de cualquier otro tipo, porque, a fuerza de repetir que son una nación, se lo han llegado a creer. Este tipo de grupos los hay en todas partes y normalmente suelen ser minoritarios (no tanto en este caso). A ellos hay que añadirles a las CUP que son un grupo aún más minoritario, formado por gente indignada y jodida por la crisis, homónimos de Podemos. He de decir que estos dos grupos tienen todos mis respetos.

El problema es que hay un tercer grupo, que está formado por la derecha más rancia y extractiva de la sociedad catalán, las llamadas 300 familias, que controlan el cotarro de forma gangsteril y que podemos simbolizar en la persona de Pujol. Estos se han volcado hacia el lado independentista como una huida hacia adelante, para tener una Justicia y una Hacienda propias con las que poder irse de rositas (su cambio de tendencia empezó cuando el FBI forzó a la banca de Andorra a tirar de la manta, como se ha contado en este blog). Y estos son los que han desequilibrado el tema. Ahora la sociedad catalana está, decima arriba o abajo a un 50% a favor de la independencia. Es una sociedad bastante fracturada, como se evidencia en el artículo de La Voz de Galicia que pueden consultar AQUÍ.

¿Hay alguna solución? Pues yo, sinceramente, ahora mismo convocaba el referéndum. Creo que la sociedad catalana está lo suficientemente informada, en el mundo interconectado en el que vivimos, como para votar en consecuencia. Me cuesta creer que haya una mayoría de borregos, aunque ya les ha pasado algo así a los británicos y a los estadounidenses. Si los independentistas perdieran el envite, se acababa el problema. Y, si lo ganan, allá les den. Entrarían en una problemática similar a la que están sufriendo británicos y yanquis. Tal vez se despertaran pronto de su sueño de convertirse en Dinamarca y se dieran cuenta de que se habían convertido en Eslovenia, por no decir algo peor. 

lunes, 5 de junio de 2017

639. La mala suerte

La mala suerte ha golpeado a alguien muy próximo a mí y hoy tengo el humor torcido. Es increíble cómo puede cambiar la vida de una persona en un segundo, por un descuido o una conjunción de fatalidades. Hoy tengo el ánimo bajo y ya les anuncio que en este post no les aguarda la habitual sonrisa (o carcajada) que siempre se esconde en algún rincón de mis textos. Están a tiempo de dejar de leer y pasarse a las loas al Real Madrid, cuya victoria más sonada ha dado una alegría enorme a tantos, entre los que me incluyo por motivos que ya explicaré en otro texto. La suerte influyó también en este partido que pasará a la historia. Yo siempre he sostenido que la suerte hay que currársela. Lo sigo pensando. Si no te lo trabajas, tienes garantizado que todo te saldrá mal. Pero la suerte, además de currársela, hay que tenerla. Y un segundo de mala suerte, te lleva al infierno en un momento. Te caes con todo el equipo. Lo más terrorífico puede aparecer en medio de tus rutinas más cotidianas, en el lugar en que te sientas más seguro.

En el mundo anglosajón hay un dicho muy significativo: the harder they come, the harder they fall. Algo así como: cuando más duro vengan, más fuerte se la pegarán. O cuanto más arriba lleguen, más dura será la caída. Y de eso precisamente va a tratar este post: de caídas desde lo alto. Caídas fatales, fruto de la mala suerte. Les repito, están a tiempo de dejar de leer. Luego no digan. El primer caso de caída desde lo alto es un suceso terrorífico, ocurrido en Madrid hace menos de un mes. Una pareja de jóvenes (17 años) se precipitó por el hueco de un ascensor desde un noveno piso. La noticia me dejó helado y leí algunas informaciones, sobre las que he elaborado un relato, por supuesto, imaginario. Entiendo que debe de haber una investigación abierta, que no es mi intención interferir y de la que quizá salga algún responsable penal. Flaco consuelo para los padres y amigos de las víctimas. Te puede atropellar un coche, te puede dar un síncope, te pueden pasar miles de putadas. Pero esto no. Esto es demasiado.

La historia nos habla de dos chicos formales, guapos, hijos de familias conservadoras y pudientes. Gente con contactos. Ambos chicos son brillantes en sus estudios, y están destinados a estudiar carreras tipo Empresariales, Económicas, o ICADE. Acabarán sus carreras por la vía rápida y empezarán una vida profesional de éxito. Creyentes, del colegio de los Jesuitas, tal vez del ámbito del Opus. Gente de bien, que no se desviaba del camino que entendían correcto. No me los imagino con tatuajes ni piercings. Ni bebiendo más de la cuenta. Acababan de terminar sus exámenes del bachiller, que habrían superado de calle. Y tenían una tarde para una pequeña celebración, antes de la prueba de acceso a la Universidad. Así que la chica decidió hacer una fiesta tranquila, en su casa del ático de un lujoso edificio recién rehabilitado, en el barrio más exclusivo de Madrid.

Eran como las cuatro de la tarde, y estaban en los preparativos de la fiesta con varios amigos, cuando la pareja decidió bajar un momento a la calle. Por muy castos y creyentes que fueran, tenían 17 años y se querían. Y, a esa edad, la hormona tira mucho, incluso a los más beatos. En mis tiempos la excusa típica era ir a por tabaco. –Me he quedado sin tabaco, ¿me acompañas? Dudo que estos chicos fumasen. No sé cuál fue la excusa. El caso es que salieron al descansillo y llamaron al ascensor. De la reforma reciente, el edificio había salido con un ascensor remozado. Para darle un toque moderno, le habían puesto una pared entera de espejo. Y, según fuentes fiables, parece que esa pared estaba sujeta solamente con silicona. A estas afirmaciones hay que añadirles el adverbio presuntamente, mientras la cosa esté bajo investigación judicial. Pero yo estoy construyendo un relato y no me cuesta imaginar que, una vez en el ascensor, los chicos, al verse solos, se dieran un abrazo y recostaran el peso de ambos contra la pared mal sujeta. Un segundo después caían por el hueco por donde circulan los contrapesos. Horrible.

El suceso, me dejó muy mal cuerpo y me recordó otro que me contaron hace más de treinta años, que afectó a un conocido mío. No tiene nada que ver, pero también hay una caída al vacío desde mucha altura y una implicación constructiva. Hablemos del señor X. El señor X es un tipo grandote, tirando a gordo, aunque es flexible y mantiene una cierta agilidad. Tiene un buen trabajo, una esposa que le quiere y dos niños pequeños. Hoy, la pareja los ha dejado con la canguro y se han ido al cine. Luego han picado algo por ahí con unas cervezas (X, que es un tragón, ha repetido de pinchos y de cerveza) y vuelven a casa muy contentos, incluso él un poco achispado. Viven en un piso alto de un edificio lujoso. No el último, pero casi. Al llegar al portal encuentran a su joven vecina de rellano, cuyo piso está pared con pared con el suyo. La chica es simpática pero un poco desastre. Tiene la mala costumbre de dejarse las llaves dentro de casa y esta noche le ha pasado de nuevo. Por enésima vez.

No es un problema grave. Ambos pisos comparten una terraza de apenas dos metros de ancho, corrida a todo lo largo de la fachada. Los tramos de terraza de los distintos pisos están separados por unos tabiquillos de borde superior en diagonal, como de 1,60 de alto junto al muro del edificio y perdiendo altura hasta 1.10 metros en el punto de unión con la baranda de la terraza. Como en las ocasiones anteriores, X se ofrece a saltar el tabiquillo, entrar en la casa de la vecina y abrirle la puerta desde dentro. Suben los tres en el ascensor, la chica todo el rato disculpándose por la molestia que les causa, dónde tendré yo la cabeza, Y X subrayando que no es molestia ninguna. En el fondo está encantado de poder ayudar a esta vecina tan despistada, pero tan agradable, que casi podría ser su hija.

La chica se queda en el descansillo, esperando que le abran, y X y su señora entran en casa, donde les abrazan sus hijos, que aun están despiertos. Todos salen a la terraza y la señora X parece tener un presentimiento. Con gesto preocupado dice: –Déjalo, es más fácil que pasemos a la niña, y hace ademán de cogerla y levantarla para pasarla al otro lado. Pero X no quiere que le estropeen su papel de desfacedor de entuertos y se adelanta. Tiene un pequeño taburete junto a la divisoria, que ha usado en las ocasiones anteriores. Ya hemos dicho que está gordo pero con buen tono muscular. Y la cosa es sencilla: basta sujetarse con la mano izquierda en la parte alta del murete, subir el pie derecho desde el taburete hasta la parte más baja, impulsarse hacia arriba y pasar, dando un pequeño saltito, con el cuerpo inclinado hacia el muro del edificio por seguridad, sin dejar de sujetarse con la mano izquierda. 

Así lo hace. Pero, cuando impulsa su voluminosa humanidad hacia arriba, el ladrillo de remate del murete se despega del resto de la construcción. El impulso lleva a X al vacío, adonde cae con el ladrillo fuertemente asido en su mano, delante de toda su familia. Horrible también. ¿Puede aquí haber alguna responsabilidad del arquitecto o del constructor? Lo dudo. Los ladrillos con los que se construyen este tipo de muretes son simples rasillas y no están preparados para trabajar a tracción. Es difícil achacar este suceso a otra causa que a una conjunción de fatalidades. Es como si estuviera escrito en alguna parte. Ciertas religiones impulsan a sus fieles a creer que todo está escrito con antelación. Pues, si así fuera, menudo cabrón el autor de semejante guión. Por eso yo prefiero creer en la fatalidad. En la mala suerte.

La tercera historia le sucedió al músico Eric Clapton en 1991. Clapton tenía un hijo de 4 años que se llamaba Conor, con una chica con la que mantenía una relación intermitente. Y estaba intentando salvar la relación y componer una especie de familia. Con esa intención alquiló un lujoso apartamento de muchas habitaciones en Nueva York, para pasar los tres juntos unas semanas de vacaciones, con sitio en el piso para una niñera que les ayudara. El día antes del suceso, Clapton había llevado al niño al zoo. Ese día se levantaron, Clapton fue a comprar unos bollos y su madre estaba duchándose, cuando Conor se puso a jugar al escondite con la niñera. Uno de sus escondrijos favoritos era en los ventanales, detrás de las cortinas.

Pero ese día no había cristal. Un operario estaba cambiando los cristales desde un andamio exterior. Acababa de retirar el cristal viejo y estaba a punto de reponerlo. Y el apartamento estaba en un rascacielos. Concretamente, en el piso 53. Años más tarde, Clapton le compuso a su hijo muerto una canción que, según cuenta, le ayudó a superar el duelo. Se la voy a dejar como un digno final de este post tan infrecuentemente triste. Su letra es estremecedora: ¿me reconocerás, si nos encontramos en el paraíso? ¿Me darás la mano? ¿Será todo como siempre?
Mis disculpas por el tono de este escrito. No volverá a ocurrir. Que tengan una buena semana. Procuren ser buenos. Y sean positivos. Si nunca les ha pasado algo así, pues celebren su buena suerte. En caso contrario, el ser humano encuentra la forma de aprender a convivir con una tragedia de ese calibre. Es difícil pero no imposible. Algunos lectores me alabaron en su día por mi sangre fría y mi forma de responder cuando me rompí el brazo. ¡Por Dios! Eso fue una minucia. Un percance ridículo. Eso no es nada comparado con una desgracia verdadera. Les dejo con la canción de marras.


jueves, 1 de junio de 2017

638. Viaje a la Toscana III

Tras pasar la mañana del martes visitando los monumentos más destacados de Siena y comer algo, por la tarde tomamos de nuevo el bus en dirección a San Gimignano, a donde llegamos de atardecida. San Gimignano es un pequeño pueblo medieval perfectamente conservado con sus torres altísimas (aquí no vino ningún Farnesio a derribárselas) y situado a unos 50 kms. de Florencia. Como El Escorial de Madrid. Eso quiere decir que, en la temporada turística (prácticamente el año entero, en Florencia), todos los tours-operators incluyen una excursión de un día a este bonito lugar. Es decir, que a eso de las 11 o 12 de la mañana llega un montón de autobuses, que vomitan hordas de chinos, alemanes y demás turistas habituales, que se desparraman por las callejas y abarrotan el pueblo hasta que se montan de nuevo en sus vehículos, en torno a las 8 de la tarde.

En consecuencia, el truco para evitar las masas invasoras es precisamente alojarse en el pueblo. Eso te permite pasear en soledad por los rincones más recónditos mientras anochece. Tomar un spritz-aperol en terrazas semidesiertas, cenar en un bonito restaurante sin tener que reservar y subir a la parte más alta de las murallas a la luz de la luna, a contemplar las estrellas a miles que se pueden divisar desde allí. Incluso tuve la suerte de ver unas luciérnagas, algo que no había conseguido desde mi niñez. Nuestro grupo se alojó en el hotel La Cisterna, en plena plaza mayor. Allí se puede dormir sin otro ruido que el de los grillos, y despertarse con el canto de los gallos. Desayuno, un último paseo, visita a los dos monumentos que hay en el lugar, uno de ellos la Torre Grossa, la más alta de todas, desde la que hay unas bonitas vistas. Y luego al bus, antes de que llegue el turismo tóxico. Aquí la típica vista del pueblo.



En Florencia teníamos tres noches reservadas en el Grand Hotel Adriático. Y dedicamos la tarde del miércoles, el jueves entero y la mañana del viernes a pasear por la ciudad y visitar una pequeña parte de los monumentos únicos que posee esta ciudad, cuna del Renacimiento y la más importante de las ciudades-estado del Medievo. A reseñar la Galería de los Uffizi, la Academia, en donde se puede ver el original del David de Miguel Ángel, Il Duomo, la impresionante catedral, cuya cúpula es conocida popularmente como Il Cupulone, que se ve desde todas partes y la Piazza della Signoría, centro urbano siempre repleto de turistas.

Más Santa María Novella, con los frescos de Ghirlandaio y el convento de San Marcos, en el que Fra Angélico decoró todas las celdas. Florencia es uno de los primeros destinos turísticos del mundo y supongo que ustedes, queridos lectores, han tenido el placer de visitarla y, en caso contrario, pueden encontrar muchísima información sobre esta ciudad maravillosa a la que le sobran los turistas en masa. He de decirles que basta cruzar al otro lado del río Arno (por ejemplo, por el maravilloso Ponte Vecchio), para encontrar esa otra Florencia libre de turistas, donde los florentinos viven su vida urbana y donde hay rincones bonitos y tranquilos, con bares y restaurantes recoletos y baratos y buenas terrazas para tomarse tranquilamente una cerveza. Aquí unas vistas. Empezando por la orilla no turística de Florencia, al otro lado del Arno.



El Ponte Vecchio, arriba y el Baptisterio, abajo.



Arriba, la cara B del David de Miguel Ángel. Abajo un spritz-aperol listo para ser bebido.



Eso sí, para ver bien la ciudad hacen falta entre cinco y siete días. Y ya que hemos mencionado la cerveza, les diré que la mejor es la Moretti (de las que yo probé) y que, en cambio, existe otra llamada Poretti que es malísima y con la que siempre te intentan dar gato por liebre. Así que, cuando vayan a un restaurante italiano y pregunten si tienen birra Moretti alla spina, no se dejen engañar: si les contestan que no hay Moretti, pero sí Poretti que es similar, cámbiense al vino, que los hay excelentes en Italia. Por lo demás, voy a ir abreviando, que no puedo estar un mes contando mis aventuras toscanas, porque la actualidad progresa y, como te descuides, te atropella. El viernes a mediodía tomamos un tren a Pisa y pasamos allí el resto del día, regresando por la noche también en tren. Pisa cuenta con los archiconocidos edificios de la Catedral, el Baptisterio y la torre inclinada, que merecen una visita (la torre, sólo por fuera), además del menos conocido cementerio. Allí se puede disfrutar del delicado encaje de las fachadas, obra, cómo no, de los Pisano, padre e hijo y otros de su escuela. Los habitantes de Pisa eran corsarios bastante violentos, que vivían del pillaje. Por ejemplo, la construcción de la propia Catedral fue financiada con los resultados del saqueo de la entonces ciudad árabe de Palermo.











Finalmente, el sábado recogimos nuestros trastos y nos encaminamos hacia el sur, en dirección al aeropuerto de Roma Ciampino, pero hicimos una última estación en Orvieto, para comer, dar una vuelta por la ciudad, hacer algunas compras y sobre todo visitar la impresionante Catedral, cuya fachada, que pueden ver arriba, está considerada la más bonita de Italia. Nuestro vuelo llegó a Madrid a las 8 de la tarde, y estaba en casa a las 9. Pero me tuve que acostar pronto, casi sin hacer la maleta, porque el domingo tenía el  bolo matinal que les anuncié: la visita de campo a Madrid Río para un grupo de ciudadanos, dentro de la Semana de la Ingeniería. Empezamos a las 10 de la mañana en Príncipe Pío y acabamos cerca del mediodía a la altura del Matadero. Allí me despedí del grupo y todavía tuve fuerzas de subir andando hasta las Bodegas Rosell, en donde me comí un bacalao al horno que estaba para chuparse los dedos. Una siesta, deshacer mis maletas y otra vez a dormir, que el lunes tenía que madrugar para ir al curre. Esta es mi vida. Y que no decaiga.

Quedan algunos temas de interés en relación con este viaje, pero ya los iré intercalando en sucesivos posts. Por ejemplo, la historia de cómo se construyó la cúpula del Duomo de Florencia y la importancia del gran Filippo Brunelleschi. Pero hoy es 1 de junio y por primera vez he debido acudir en Metro al trabajo, porque ya no tengo plaza de garaje. Como saben, las plazas se adjudican por seis meses y, según mis cálculos, el 1 de diciembre volveré a disfrutar de esa prebenda. Además, a partir del próximo día 15 y durante tres meses, mi horario se reducirá en una hora diaria, en honor al verano. Hace ya bastante calor y contra lo que suele pasar cada año, no ha llovido sobre las casetas de la Feria del Libro del Retiro, ni en las corridas de toros. Me temo que se avecina un estío tórrido. En estos momentos estoy en plena época de llegada de delegaciones extranjeras, como ya les iré contando.

Pero hoy, 1 de junio, se cumplen 50 años de la publicación de uno de los mejores discos de todos los tiempos, el Sargent Peppers’ Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Hace 50 años, los Beatles estaban hasta los huevos de la histeria que se generaba en sus conciertos, donde las jovencitas chillaban y entraban en trance, y decidieron dejar de tocar en directo y recluirse a grabar un disco que rompiera todos los estereotipos. El Sargent Peppers marcó tendencia durante décadas, fue número uno de ventas durante meses en todos los países y puede considerarse que en el mundo del rock hay un antes y un después de este disco sublime. Como en todos los periódicos han hecho reseñas del evento y contado toda clase de interioridades de su proceso de grabación, me voy a limitar a dejarles el fabuloso tema que cierra el disco: A day in the life. Hoy, 1 de junio, ha sido un simple día en mi vida. He trabajado toda la mañana, he tenido un rato para escribir este post y ahora me voy a la Feria del Libro, donde una amiga mía firma ejemplares de su nuevo libro de poemas. Sean buenos.