Mira que es raro este mundo que
nos ha tocado vivir. Raro, raro, raro… Se vive para las apariencias y a veces
perdemos el norte. Les pongo un par de ejemplos. Me llega una carta de Personal
en la que me avisan de que, a partir del 17 de agosto, mis datos personales se
publicarán en la Web del Ayuntamiento, a la que puede acceder cualquiera, en
cumplimiento de la nueva Ordenanza de Transparencia aprobada por el municipio,
a su vez ajustada a la Ley Estatal de la Transparencia. De acuerdo con esos
respetables textos normativos, cualquier funcionario que ostente un nivel 28 o
superior (mi caso), ha de tener sus vergüenzas al aire a la vista de todo el
mundo. ¿Cómo? ¿Qué si eso me parece mal? ¿Que qué tiene de raro? Nada. No me
parece mal sino al contrario. Es que lo raro no se lo he contado todavía.
Lo raro es el párrafo siguiente.
En cumplimiento de tal y tal y tal, se me advierte de que dispongo de quince días
para presentar alegaciones, plazo que se me concede por si acaso estoy en
posesión de alguna característica que haga desaconsejable la citada publicación.
Rebusco en los textos y resulta que esas circunstancias pueden consistir en lo
siguiente: ser homosexual o transexual (cisexual, que es lo que yo soy, no
vale), ser víctima real o potencial de violencia de género, estar amenazado por
algún movimiento de corte terrorista, pertenecer a alguna religión o credo
susceptible de ser atacado, o tener alguna deformidad física o psíquica que
pudiera suscitar burlas en la red. Se lo juro, no me estoy inventando nada. A
la vista de todo ello, a mí se me ha ocurrido escribirles una carta contando
que últimamente me tiro muchos pedos y pidiendo que me aclaren si esta podría
ser una circunstancia eximente de la obligación de permitir que mis datos
personales se expongan a la intemperie virtual.
Sí, queridos lectores. Estamos en
un mundo de locos. Todo el mundo vive para guardar las apariencias. Así que vamos
con la otra historieta. Resulta que, entre las visitas que he debido atender en
estos días, me tocó pasear por Madrid Río a un ministro de un país
centroeuropeo que no les voy a revelar por si acaso. Y, desde Relaciones
Internacionales, me advirtieron de que este señor venía a Madrid a participar
en el World Pride, la macro fiesta del orgullo gay. Y ya que estaba por aquí,
aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Manzanares bajo el Puente
de Segovia pues, entre col y col, lechuga. Ya saben todos ustedes que no soy
para nada homófobo, que tengo buenos amigos gays y que participo en las fiesta
de Chueca con asiduidad, últimamente un tanto decreciente, pero no por
homofobia sino por una galopante misantropía.
Como se pueden imaginar, la
visita del ministro gay suscitó las típicas chanzas entre los colegas. Que si
ten cuidado, que si llévate un tapón, etc. Al hilo de estas bromas, rescaté de
mi memoria una respuesta adecuada: –No os preocupéis, que yo, cada vez que
estemos ante una puerta o debamos ir por un sitio estrecho, le diré que pase
delante, para evitar males mayores. Es una traslación de un cuento gallego de
mis años mozos: –Eu lle dixen que fora
por diante por si es caso… Bien, los contertulios me reían la gracia y la
cosa no tiene mayor malicia, me parece a mí. El problema es que, en una reunión
con gente de dentro y de fuera del Ayuntamiento para la organización de una
Feria en la que estamos colaborando, en un ambiente de bromas y chascarrillos
cruzados, se me preguntó cuales eran mis actuales ocupaciones, hablé de mis
tareas de secretario del foreing office
y solté lo del ministro gay y mi ingenua broma. Inmediatamente observé que unos
cuantos de los presentes (sobre todo las señoras) se ponían tensos y no me
reían la gracia. Seguro que en ese mismo momento me tacharon de homófobo.
Y digo yo: ¿es que estamos tan
obsesionados con aparentar que somos políticamente correctos, que ya ni podemos
hacer un chiste como ese en según qué ambientes? ¿Es que ya no voy a poder
contar más el chiste del negro que dice “yo en pupitre como los blancos”,
porque me tacharán de racista? ¿Es que vamos a caer en el puritanismo monjil de
no poder hacer una puta broma para no herir sensibilidades? Pues desde aquí,
les digo que conmigo no cuenten. Que se metan sus remilgos por donde les
quepan, que igual que yo me tengo que tragar a diario el coñazo de la
duplicación de género, estos capullos y capullas no van a conseguir que me
autocensure y deje de hacer chascarrillos como los dos citados, que no son para
nada racistas ni homófobos ni nada. Mi humor es blanco, impoluto, para nada
ofensivo. Por ejemplo, ¿saben ustedes qué es un cura? Un señor al que todos
llaman padre, menos sus hijos que le llaman tío. ¿De verdad piensan que esto
ofende a alguien?
Siguiendo con esa línea, les
contaré que la mañana en que tenía que pasear al señor ministro, me puse una
chaquetita de lino azul, un pantalón claro y una corbata fina de color azul con
motitas blancas, me afeité cuidadosamente, me peiné y me eché bien de colonia.
Que uno no tiene en la vida muchas ocasiones de amarrar un buen partido de rango
ministerial y las ocasiones hay que pillarlas según vienen, porque el cartero
no llama dos veces, como saben. El problema es que el tipo venía con un
asistente rubiales, mucho más joven y guapo que yo, ante el que no tuve mucho
que hacer. Y eso que lo intenté, porque yo no soy celoso y no me importa
compartir. Pero, aparte de mostrarle mi
presentación, poco más pude hacer. Fuera coñas, era un personaje
inteligente y agradable. Y el asistente también. Les di mi tarjeta a ambos y
prometí llamarles la próxima vez que visite su tierra. Que ya dijo Chuck Berry
que nunca se sabe (you never can tell).
Ya que estamos con esto del
orgullo gay, les precisaré que lo de Madrid este año es algo mucho más gordo.
La fiesta del Orgullo Gay se lleva celebrando en Madrid desde hace 40 años.
Cuando mis hijos eran pequeños solía llevarlos al desfile. Comprábamos pistolas
de agua de esas gigantes y nos dedicábamos a disparar a las drag-queens. Algunas se mosqueaban, pero
la mayoría lo llevaban bien, sobre todo por el alivio del remojón con el calor
que suele hacer en estas fechas. Sin embargo, lo de este año es el World Pride,
la fiesta mundial, que sólo se ha celebrado cuatro veces, esta es la quinta,
con una periodicidad variable. La primera fue Roma-2000, la segunda Jerusalén-2006,
la tercera Londres-2012, la cuarta Toronto-2014. Esta que estamos viviendo es
la quinta y la sexta ya tiene sede: Nueva York-2019. Por aquí se esperan dos
millones y medio de visitantes, todo un reto para esta ciudad.
He de recordarles que Madrid fue
elegida en la conferencia anual de la organización que monta estos pollos, que
se llama la Inter Pride, celebrada en Boston en octubre de 2012. Hagan memoria.
Atención, pregunta. ¿Quién era en ese momento la alcaldesa de Madrid,
responsable por tanto de la presentación de la candidatura de nuestra ciudad a
organizar el evento? Pues sí, han acertado. The
genuine Mrs. Bottle. Ya ven que las apariencias engañan. Sean felices,
reitero, y no se fíen de nadie.