Eso es lo que más me gustaría a
mí: adivinar el futuro. Es el tema que se
ventila (hermoso verbo: se ventila=se decide, se dilucida) en la película La
Llegada , que ya les he recomendado antes. Si lográramos
adivinar el futuro, seguramente nos llevaríamos un disgusto, porque la vida es
una película que acaba mal, y nosotros estamos acostumbrados a los filmes de
Hollywood, en los que al final llega El
Bueno, mata al malo, rescata a la chica y se disponen ambos a comer
perdices per secula seculorum.
Incluso, después de la tensión de los últimos instantes de acción, suele haber
una escena tranquila, a modo de epílogo, en la que la pareja protagonista nos
cuenta cómo va transcurriendo el primer día del resto de sus vidas. Nada de eso
es real. Cuando nos llegue la hora a cada cual, no va a haber bueno que nos
rescate.
Y sin embargo, todos buscamos
adivinar el futuro. La Llegada plantea un
tema muy sugerente: que una persona, que adquiere el don de prever el futuro,
aun sabiendo que va a ser terrible, decida seguir adelante. Y que su pareja se
mosquee con ella y le diga: joder, si lo sabías por qué seguiste adelante,
involucrándome a mí. Difícil dilema. Yo, por ejemplo, no dejo de hacer
pronósticos, aunque me equivoco casi siempre. Me gustaría saber cómo se hace
para acertar. Por eso admiro a personas como Johan Galtung, que predijo la
caída del Muro de Berlín once años antes de que sucediera. A mi modesto nivel,
a mí me encanta salir al público el 14 de abril con una glosa apasionada sobre
la novela Patria, de Fernando Aramburu, y que el 21 del mismo mes la Asociación Española
de Críticos Literarios le conceda el Premio de la Crítica a la mejor novela
de 2016 (a quién se lo iban a dar si no).
Cada vez que me adelanto a una
noticia, mi ego de comunicador rebosa de satisfacción. Pero he de reconocer que
a mí se me da mejor analizar las cosas a toro pasado. Para la prospectiva soy
bastante negado. Por ejemplo, yo estaba convencido de que la lista encabezada
por la señora Le Pene sería la más votada en las elecciones francesas, donde se ventilaba quien será el presidente
francés para los próximos años. Y al final, ha sido la segunda. Y quién podría
prever que la ola de podredumbre que está sepultando al PP seguiría afectando a
gente de nombre: Nachito, Esperanza y ahora Dancausa. Nachito (así le llamaba
Esperanza cuando lo tenía de jefe de gabinete y hombre para todo), resulta que
financiaba al partido con la ayuda del Compi-Yogui
de la reina Leticia y, de paso, se llenaba la buchaca. Ya saben el refrán
manchego: el que con harina anda, algo le queda en las uñas. Un dicho a la
medida de la cutrez de ese mundo mezquino. Y ahora, para colmo, le abren causa
a Dancausa, a causa de sus malas prácticas como jefa de Mercamadrid. Aunque la
encausada lo niega.
Cuando la casa propia huele a
mierda, conviene abrir las ventanas para que el ambiente se ventile. Pero de nada de eso se habla estos días en los bares
del foro. Prácticamente, el ciento por cien de las conversaciones desmenuza las
jugadas y las pequeñas miserias del llamado “clásico” del fútbol, el
Madrí-Barça. Lo siento pero no lo vi, ya tuve bastante con tragarme el bodrio
del partido del Dépor por la mañana, sentado en el bar de los chinos en donde
casi me rompo la nariz hace unos meses. En el Madrí-Barça se ventilaba la Liga ,
según los cronistas y, hablando de gente que se anticipa a las noticias, vean
el chiste de Forges del 29 de marzo. Prácticamente podría haber salido ayer, casi
dos meses más tarde.
En fin. Hablando de la señora Le
Pene, tal vez no sepan ustedes mucho de ella, más allá de que es la hija del
ultraderechista Jean Marie Le Pen (albricias, se me ha arreglado el corrector
de Word). La historia entera de esta familia es una sucesión de disparates, que
parecen imaginados por la pluma del mismísimo Valle Inclán. El padre de Jean
Marie era un pescador bretón que saltó por los aires cuando fondeó su lancha
junto a una mina alemana. Corría 1942 y los nazis tenían ocupado todo el norte
de Francia. Jean Marie tenía 14 años cuando su padre voló por los aires y eso
ya le marcó de por vida. Se convirtió en un patriota francés, que cobraba una
pensión como hijo de héroe, con la que se fue a estudiar derecho a París,
mientras pegaba carteles de Acción Nacional y se peleaba a puñetazos con los
estudiantes izquierdistas.
Era ya un orador brillante pero,
presa de su propio personaje, se enroló en el ejército y combatió en Indochina,
de donde volvió presumiendo de haber torturado a prisioneros, aunque siempre
por exigencias del guión. Se fue voluntario a Argelia a defender la posición y
volvió de allí con un ojo de cristal, de cuyo origen dio numerosas versiones
heroicas (como Valle Inclán de su brazo perdido), aunque las malas lenguas dicen
que perdió el ojo en una pelea con unos compañeros, una noche de borrachera. De
vuelta en su tierra, empezó a ser una referencia obligada de la ultraderecha,
como Blas Piñar en España. Ya entrado en años, se casó con Pierrete Lalanne,
una modelo divorciada, con la que se afanó por tener un hijo varón, de acuerdo
con su ideología. Pero su señora no le daba más que hijas. Marie-Caroline, Yann
y Marine, la pequeña. Más tarde, Jean Marie contrató un biógrafo, para que
contara su vida y milagros, y lo instaló en su casa. Y ya se imaginan lo que
pasó: Pierrette se fugó con él.
Las fechas de este culebrón son
significativas. Marine nace en 1968. Cuando tenía 4 años su madre pidió por
primera vez el divorcio, pero su marido se opuso y ganó el juicio. Cuando tenía
7 años, una bomba estalló en su casa y Marine se despertó encima de un montón
de cascotes, milagrosamente sin ninguna herida importante, atentado que se
atribuyó a conexiones mafiosas del padre. Cuando tenía 16 años su madre se fugó
con el biógrafo y no volvió a ver a sus hijas en 15 años. El divorcio fue
traumático: Pierrette se llevó, entre otros trofeos, el ojo de cristal de Jean
Marie (supongo que lo dejaba en un vaso con agua por las noches; si no ¿cómo
robárselo?). Pero olvidó la urna de las cenizas de su propia madre. Los
abogados de ambos quedaron una noche en un bosque cercano a París, para
intercambiar ojo por urna. Ya ven que no exagero cuando hablo de Valle Inclán.
Pero la cosa del divorcio no
acaba aquí. Jean Marie declaró públicamente que no le pasaría un solo franco de
pensión a Pierrette, por puta y mentirosa, y que le recomendaba dedicarse a
fregar escaleras. Y ella se vengó de tal afrenta, posando para el Play Boy
francés, desnuda con un simple delantal fingiendo que fregaba una cocina, de
forma que toda Francia pudo verle el culo, que no alcanzaba a tapar el
delantal. Pierrette, esta señora tan temperamental, tiene ahora 81 años y se ha
reconciliado con la familia, aceptando incluso figurar en las listas del
Frente, eso sí, en posiciones retrasadas, que nunca la obligarán a dejar su
casa, en la que vive tranquila.
Marie-Caroline era la designada
para heredar el partido y los bienes de la familia, pero se le ocurrió apoyar
con su marido una escisión del Frente Nacional que se oponía a su padre. Jean
Marie la desheredó y proclamó ante la prensa que era muy triste que existieran
mujerzuelas que hiciesen caso a su marido en vez de a su padre. Así que la
herencia pasó a la pequeña, porque parece que la intermedia es la más normal
del grupo y no se quiere meter en política. En 2011, el patriarca cedió la
secretaría general del Frente a Marine, que lo ha hecho crecer hasta la
posición que tiene hoy. Y en 2014, Marine expulsó a su padre del partido por
facha y cabezota. Antes de eso, a Jean Marie lo habían expulsado también del
Parlamento Europeo, en donde tenía un escaño, por darle un puñetazo en la nariz
a una diputada socialista que sostenía la pancarta de cabeza de una
manifestación que protestaba de que se le dejara hablar en dicho parlamento.
Parece un culebrón, pero es real.
Digamos que es un reality show. Como el protagonista de El show de Truman, Marine Le Pen lleva toda su vida bajo los focos
de los media de su país. Con esa
historia, es verdaderamente meritorio que haya sacado tantos votos. Toquemos
madera para que no gane la segunda vuelta. No por su historia sino por el
mensaje y la ideología que defiende. Después de la victoria de Trump, sólo nos
faltaba que ganara esta señora en Francia. Para mí no sería una enorme
sorpresa, en un país en el que, cada dos por tres, nos tiran la fruta de los
camiones a la calzada y posan muy ufanos de tales hazañas. Pero sería el fin de
Europa tal como la conocemos y la hemos disfrutado más de 60 años. Eso es lo
que se ventila en la segunda vuelta
del próximo 7 de mayo. Toquemos madera. Y que duerman bien.
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