Muy bien, aquí sigo trayéndoles los sucesivos vídeos
que va publicando Jóse Peinado sobre el fabuloso concierto de Samantha Fish en Jerez
de la Frontera hace ya algo más de un mes, para que vayan ustedes viendo cómo
va subiendo el nivel musical y emocional de una performance
perfectamente diseñada por nuestra Sam para cautivar a una audiencia cada vez
más rendida. Hemos visto y escuchado ya cuatro vídeos con las cinco primeras
canciones y vamos con el siguiente. Algunos lectores me dicen que les
encantan las explicaciones que escribo sobre los vídeos musicales que voy
subiendo al blog, que con esas explicaciones entienden mucho mejor todo lo que
han de ver a continuación. Existe incluso un caso extremo, una amiga que dice que le
encantan mis explicaciones, pero luego ni siquiera abre el vídeo, porque ya le
da igual. En fin, este es un blog democrático, para que cada uno haga lo que le
pete. Diría incluso que esto es una democracia orgánica, como la franquista, en la que cada uno de ustedes
está legitimado para hacer lo que le salga de los órganos.
Bueno, el siguiente vídeo cuenta también con dos
canciones. La primera Highway's holding me now, la carretera me tiene atrapada ahora. Es tal vez una de las mejores
canciones de toda la carrera de Sam. Es como un grito desgarrado escrito a
media gira, en el que proclama cuánto echa de menos a su amante de ese momento,
cuyo contacto anhela con todos sus poros pero, tal como dice el estribillo, la
carretera la tiene atrapada por ahora. Incluye uno de sus versos más
explícitos: si tú fueras mi medicación, ahora necesitaría un chute en vena (a
straight shot). Mi amigo Dani tiene claro que esta es su canción preferida de Samantha y
echó de menos que la tocara en Cazorla, así que en Jerez, digamos que entró en
combustión al escuchar los primeros sones y estuvo a punto de empezar a levitar.
Samantha empieza diciendo: ¿quieren ustedes un poco más de rock’n roll? Pues se lo vamos a dar. La energía y la entrega con la que canta y toca en esta canción iba ya elevando la temperatura del lugar y vemos cómo Sam está sudando, le brilla la piel de la cara, pero no por eso se arredra, ella es como un corredor de maratones, que ha de seguir corriendo en cualquier condición atmosférica. Y, sin solución de continuidad, la banda aborda una segunda canción que se llama Hypnotic, es del último disco y cualquiera que sepa un poco de rock puede ver enseguida que es un homenaje a Prince, con ese inicio en falsete característico del genio de Minneapolis. La banda está perfectamente engrasada, los cuatro tocan bien conjuntados, cada uno hace su papel y las cosas parecen rodar con facilidad. Escuchen esta maravilla doble.
Como han podido observar en este y en los anteriores
vídeos, aquí todo el mundo hace coros, los tres integrantes de la banda de Sam
arropan sus frases con segundas y terceras voces bastante bien ajustadas.
Respecto a estos músicos, he comprobado que algunos de mis lectores se están fijando especialmente en la chica de la batería, Sarah Tomek, el Coronel Groucho
aparenta estar bastante fascinado con ella, yo la sigo en Facebook y he podido
averiguar algunas cosas sobre esta chica. Se trata de la hija de un conocido
batería de rock de los 70, que en cierta forma es como un alter ego de
Samantha, ya que es igual de cabezota que ella. Así que, cuando tenía cuatro o
cinco años ya decidió y proclamó a los cuatro vientos que ella sería baterista
como su papá y nadie la pudo hacer bajar del burro. Su padre sabía lo dura que
es la vida de los músicos, pero respetó la voluntad de su querida hija.
Aquí las tienen a las dos, posando para una foto reciente. Sam y Sarah representan una nueva generación de músicos del rock, grandes instrumentistas, a menudo niños prodigio que se han hecho mayores y que se cuidan bastante y hacen deporte, porque lo que les llena es la música y especialmente tocar en directo. Ya les he contado que el mercado del disco está en una cierta crisis, yo no tengo ni idea de cuántos discos venderá Beyoncé a pesar de las campañas de promoción millonarias que le hacen. Los buenos músicos, es decir, la gente que compone, escribe sus letras y hace sus arreglos, parecen vivir más de las giras veraniegas que puedan contratar, que de la venta de discos. Esas giras son muchas veces interminables por lo que han de estar en forma. Cuando empezó el fenómeno del rock, un componente casi inevitable del tema eran las drogas, artistas tan respetados como Ray Charles necesitaban su dosis para poder salir a tocar. Hace tiempo que esto ha cambiado.
En este sentido hubo primero un movimiento pendular
que hizo surgir a los straight edge, una gente que basaba su vida en un lema: cero
drogas. Es que no se tomaban ni una caña. Ya les he contado que en el grupo Memories, de la línea hardcore, en
el que mi hijo Kike tocó el bajo durante cinco años, tres
de sus cinco miembros eran straight edge y los únicos que se permitían tomarse
unas birras después de los conciertos eran mi hijo y el batería. Este fue un
movimiento con muchos seguidores en el mundo del hardcore. Samantha y Sarah están
ya del otro lado y son básicamente buenas chicas. Es significativo el detalle que ya se ha comentado en el blog, de que Sam no se haya hecho ningún tatuaje. De Sarah no
puedo asegurarlo, pero no me extrañaría que tampoco lleve ninguno. Ambas son mujeres
que aman su propio cuerpo y por eso se las ve tan guapas.
Porque, discúlpenme ustedes, pero esto del tatuaje es
como una especie de pandemia (yo no puedo hablar mucho al respecto, porque mis
dos hijos tienen tatuajes en sus cuerpos, menos mal que siguieron mi consejo y
no se los estamparon en lugares demasiado visibles, en donde pudieran afectar a
sus búsquedas de trabajo). Es muy extraño encontrar ahora mismo un chaval o chavala de
treinta para abajo que no se haya tatuado el cuerpo, en zonas que luego se ve obligado a enseñar todo el rato, porque para eso se lo ha hecho. Hay gente que se hace auténticas averías, tanto con los
tatuajes como con los piercings. A mí me irritan especialmente las chicas que
se hacen ese tipo de masacres en las piernas. Qué necesidad hay de estropear una cosa tan bonita como las
piernas de una mujer. Y entre los piercings hay también un tipo que no soporto, lo que
yo llamo los mocos, esa gente que se perfora el tabique internasal para ponerse
una pieza metálica que cuelga a ambos lados de dicho tabique.
Samantha no tiene en su cuerpo otros agujeros
artificiales que los dos de las orejas que seguramente le hicieron sus padres
al nacer, en esto es bastante clásica. Y volviendo al tema de las drogas, ella
se confiesa adicta al café, como yo. Come de todo, no le hace ascos a una
hamburguesa o cualquier tipo de comida preparada que le saquen, pero procura comer a base de
ensaladas, a ser posible con salmón ahumado, que son sus preferidas. Y le gusta
bastante la cerveza y el vino tinto, suele tomarse al menos una copa para
relajarse después de los conciertos y las largas sesiones de meets&greets
donde firma discos y camisetas a colas interminables de seguidores. Y se hace selfies con quien se lo
pida, no le regatea ese privilegio a nadie.
Siento decepcionar a todos los que se cayeron de culo por el asombro al ver LA FOTO pero, si entran ustedes en cualquiera de las redes sociales de
seguidores de Samantha, encontrarán cientos (no exagero) de fotos de la chica
con abuelos como yo. Y en todas muestra su sonrisa radiante, como si estuviera
encantada de la compañía. ¿Cómo se explica esto? Pues es muy sencillo. La
música que compone, toca y canta
Samantha es la que nos gusta a nuestra generación, la de los boomers, como nos define mi hijo Kike. La gente joven de ahora es más de rap, de trap y de hip-hop;
el rock y el blues les parecen de viejos. Ya les he contado lo que dice al respecto el gran
Keith Richards, el maestro de Sam: yo respeto el rap y el hip-hop, pienso que son cultura, pero que no me digan que eso es música.
Esto de las generaciones es como siempre una generalización; para los que creemos en el indivíduo una bobada, pero hay artículos y tratados sobre ello que aportan informaciones que no son en absoluto a desdeñar. Por ejemplo, en La Vanguardia publicaron un artículo al respecto, que iba acompañado de un gráfico bastante interesante, que he extraído para que lo consulten en el blog. Una precisión. Las fechas que se indican en la segunda columna de la izquierda son simplemente años de nacimiento, no sé porque la titulan como “marco temporal en España”, a lo mejor es que se dice así en catalán. Y las cifras de población que se indican en la tercera columna corresponden a 2015. Vean el gráfico y lo comentamos.
En primer lugar, la llamada Generación Silenciosa, la
de los nacidos hasta 1948, es la que corresponde a mis hermanos y a algunos de
los más ilustres seguidores de este blog, compuesta por gente influida por las
guerras de la primera mitad de siglo, en especial la española y la Segunda
Mundial. Esta gente vivió la escasez, la miseria, el racionamiento, el
estraperlo y el miedo subyacente que deja cualquier guerra. Para mí, lo que
define culturalmente la irrupción de la siguiente generación, la mía, la de los
boomers, es sin duda el rock and roll y todo lo que lleva aparejado: las melenas, el desaliño, los
vaqueros, las drogas, los hippies, el vivir aceleradamente. Esto no se produce
por casualidad, sino que viene inducido por el crecimiento económico de los
USA, a caballo de las políticas del presidente Roosevelt para salir de la crisis del 29. Este señor mezcló
inteligentemente medidas de derechas y de izquierdas, logrando un progreso de la
Humanidad sin precedentes.
Y esta generación, que no ha vivido guerras y piensa que ya no van a volver, decide que lo que quiere es divertirse y aprovechar esa onda de progreso. Cierto que los americanos van siempre por delante en dicho progreso,
pero los demás países les siguen y así se generalizan inventos como la nevera,
la lavadora, el aspirador, el lavavajillas, que alivian la tarea de las amas de casa. Pero
a todo esto se le ha de sumar el súper invento, el elemento clave: la píldora, la famosa píldora
anticonceptiva que cambió radicalmente las relaciones entre los sexos. Yo, la
verdad, estoy encantado de haber sido un boomer y de seguir siéndolo, el
otro día con motivo del 65 cumpleaños de una amiga, nos pegamos un fiestorro de
los que hacen época, porque todavía seguimos teniendo ese impulso que nos llevó
a guiar nuestras vidas por el sex&drugs&rock’n roll, aunque yo
rápidamente cambié a sex&sports&rock’n roll.
En cuanto a la siguiente generación, la llamada Generación X, con los debidos respetos, a mí son los que me caen peor y los vi venir muy pronto. En la Escuela de Arquitectura, en mis tiempos, todos éramos de izquierdas, rockeros o alternativos de alguna manera. En mi memoria está el recuerdo de que no había nadie de derechas ni casi nadie del PSOE, y a los del PC los veíamos como una especie de carcas. Bien, pues muchos de estos compañeros de ese tiempo acabaron de profesores en la propia escuela y a mí me tocó más de una vez ver a un colega profesor con sus barbas y sus melenas, dando clases a unos chavales con pinta de ser del Opus Dei, que casi iban a clase con corbata, que no tenían ningún tipo de inquietud cultural o artística y sólo querían acabar rápido la carrera para empezar a forrarse y comprarse un adosado con piscina. Sí, estoy exagerando, lo sé, pero este blog es un lugar donde se consignan sentimientos, como ya he dicho mil veces. Vaaaaaale, como siempre, hay excepciones y yo aprecio a algunos elementos de esta generación, como varios de mis sobrinos.
Pero lo cierto es que yo me reconcilié con la juventud a partir de la generación
siguiente, los llamados Millenials, a la que pertenecen mis hijos. Tal vez por el simple
movimiento pendular cíclico, la generación de mis hijos está muy preparada y han
recuperado unos valores solidarios que sus antecesores despreciaban. Yo me llevo muy bien con la gente de esta generación, en donde están los nuevos músicos que tanto me gustan, y puedo hablar de muchísimas cosas con
estos chavales ya treintañeros que han rescatado la curiosidad por todos los
temas que nos interesaban a nosotros. Y me da mucha rabia que tengan una perspectiva económica peor que la de sus antecesores. Por último, de la Generación Z no puedo hablar mucho.
No les conozco, si bien no me gustan ni el exceso de tatuajes ni la obsesión por los constantes
selfies, para los que inevitablemente han de posar haciendo el memo. Joder ¿es
que no se pueden hacer una foto sin hacer la uve de la victoria, poner morritos
las chicas y otras estupideces? Tal vez es que estos ya me quedan demasiado
lejos.
Pero, como les digo, esto de las
generalizaciones es muy relativo y hay también gente que se adelanta a su
tiempo. Por ejemplo, el gran Rory Gallagher, del que hablamos el otro día,
nació en 1948, así que debería haber sido un silencioso y sin embargo, vaya ruido que metía. Por cierto, escribí que había nacido en Cork (Irlanda) y es mentira, sus padres lo llevaron
allí con cinco años, pero había nacido en otro pueblo irlandés. En los primeros
años de vida de este blog tenía yo un seguidor que me corregía estas cosas y me hacía
un control de calidad impagable. Pero ahora nadie les garantiza que no les esté
metiendo alguna bola de buen calibre.
En ese mismo post les decía que los dos inventores de
la guitarra eléctrica fueron Leo Fender, un mecánico y Les Paul, un cantante de
country. Falso también, Les Paul fue un afamado guitarrista de jazz, y Fender,
un mecánico, cierto, que además era un entusiasta del country, por eso me lié yo con
los datos. Y es cierto que ambos llegaron a odiar el rock'n roll, disgustados por la deriva que habían tomado sus inventos respectivos, a pesar
de que fueron los grandes negocios de sus vidas y pasarían a la
Historia por ellos. Les cuento esto para que, por favor, no se crean todo lo
que escribo. Yo no soy un científico, soy un comunicador y a veces he de correr
para poder mantener mi ritmo de publicaciones y no me da tiempo a contrastar los datos. Rory Gallagher nació en el
pequeño pueblo de Ballyshannon y tiene allí una estatua, la que pueden ver aquí
abajo.
Desde esa condición de boomer orgulloso de serlo, me
encanta la música que hace Samantha Fish en este momento, así como su
personalidad. Antes de conocerla como la conozco ahora, escribí una serie de
cuatro posts en los que resumía lo que había sido la vida de esta mujer (en
este blog no se han dedicado cuatro posts a nadie más). Como siempre, fabulaba
un poco, pero no me desvié demasiado en lo fundamental, por lo que sé ahora. Recientemente le han
hecho hasta cuatro entrevistas, de las que he sacado nuevos
datos, porque ya saben que Sam lo canta todo, como yo, y tiene un
relato elaborado de sí misma, también como yo. Por ejemplo, ahora sé que ella se crió en una
familia en donde había dos tendencias fuertes contrapuestas: el padre, un carpintero fan del
rock, que tocaba la guitarra con sus primos y amigos los fines de semana en
sesiones bien regadas de cerveza y su madre, directora del coro femenino de la iglesia a
la que pertenecían y mucho más severa y estricta.
Sam empezó en la música escuchando la radio y pidiendo
una batería que había por casa de las sesiones de su padre. Pero era una chica
larguirucha y muy tímida, a la que no le gustaba tocar para nadie, era más bien
solitaria, aunque ya empezaba a soñar con tocar y componer. A los 15
años se pasó a la guitarra, para no tener que tocar en el sótano, pero se iba a
la parte de atrás de su casa a tocar sin que la viera nadie. Su madre se llevó
a Sam y a su hermana mayor Amanda a la iglesia y las inscribió en el coro femenino. Y
dice Sam que era mucho más rígida con ellas que con las demás chicas del coro.
Allí aprendieron ambas a cantar. Y, el hecho de que se cambiara a la guitarra y desde el
primer momento se viera que superaba ampliamente a su hermana que llevaba años
aprendiendo el instrumento y yendo al conservatorio, introdujo una grieta en la familia,
que tendría consecuencias.
Yo conocía el dato de que sus padres están ahora separados, si bien pensaba que el divorcio había sido posterior al comienzo de la carrera de Sam. Pero
ella misma lo ha contado de otra manera. Su hermana estaba ya en la universidad
estudiando música y progresando con varios instrumentos, cuando Sam anunció a
sus padres que se iba a dedicar a la música, pero a base de empezar a tocar
por los bares con sus amigos (ya había vencido su timidez desde el día en que la
empujaron al centro de un corro con su guitarra y se vio obligada a
improvisar). Y los padres se opusieron a este plan todo lo que pudieron, porque
Sam era muy lista y había sacado los cursos del bachiller sin esforzarse, al
contrario que su hermana, que era bastante más limitada. A sus padres les parecía un desperdicio que no hiciera una carrera en la prestigiosa universidad de Kansas City a la que podía acudir andando.
El caso es que esa batalla se cruzó de pronto con una guerra mayor, la de las
peleas entre sus padres, que tenían ya diferencias importantes, a las que se vino a sumar una menor oposición por parte del padre a los planes de Sam.
Sobrevino la separación y Sam aprovechó el momento para salir de naja. Tenía 17 años. Ella
misma lo describe de forma muy brillante: mis padres iniciaron la separación y, en medio de esa bronca, yo aproveché para largarme; digamos que salí en vuelo rasante y pasé por debajo
del radar. A partir de aquí, la familia se escindió claramente en dos partes irreconciliables.
El padre, Bill Fish, se convirtió en el principal apoyo de Sam, para la que
hacía de chofer cuando tenía que tocar en otra ciudad, y para la que llevaba y
sigue llevando la gestión de sus redes sociales.
El padre de Sam tuvo después de esto y durante bastante tiempo una
novia, que contrajo cáncer y luchó contra ello con todas sus fuerzas hasta su
muerte hace unos pocos años. Y Sam aparecía siempre con ellos dos en sus
publicaciones, en las que iban dando cuenta del progreso de la enfermedad. Y también fue Sam la única que acompañó a su padre en el entierro. Amanda y su madre no aparecían
nunca en estos avatares. Al mismo tiempo, Amanda engordaba y engordaba,
somatizando la frustración inherente al hecho de tener una hermana pequeña tan
brillante como Sam, que ya empezaba a ser famosa, mientras ella no acababa de arrancar. Así que, a la vista de todo esto, Samantha decidió que se
tenía que ir aun más lejos y se trasladó a Nueva Orleans (no me extrañaría que esto hubiera coincidido con una ruptura sentimental con algún noviete, es algo muy típico, pero Sam, igual que yo, no habla nunca de estas cosas).
Pero una persona tan sensible como ella quiso hacer una
fiesta de despedida en el Knuckleheads Saloon, el lugar donde ella empezó
sirviendo pizzas para quedarse luego a escuchar a los músicos y aprender cosas
nuevas. Y, para esa fiesta, reunió por única vez a su familia rota. Eso explica
las caras de circunstancias de todos los presentes (salvo Sam, que está radiante como siempre) en las fotos que les puse y que les vuelvo a poner, para que
las entiendan ahora completamente. Y la emoción de Sam cuando su hermana la
abraza con todo su cariño fraterno. Por completar la historia, les diré que,
desde esa fecha (finales de 2016), Amanda se ha casado y tiene ya dos niños, cuya crianza la ha alejado de momento de la música. Y que la
presencia de esos nietos ha hecho que por primera vez Amanda aparezca con ellos
en el Facebook de su padre. La condición de abuelo disuelve las tiranteces y
los hielos más resistentes. Vean las fotos que les digo.
Bien, este post va siendo ya largo, incluso para lo habitual en el blog, pero yo les había prometido dos vídeos del concierto de Jerez en cada entrada. El siguiente tiene una canción sola, No angels, que Sam presenta diciendo que va a pasar a una línea más bluesy. Y aclara: ꟷEste festival se llama Isla de Blues (lo dice en español), después de todo. Luego contesta a un piropo que le lanzan y brinda con agua diciendo que está sedienta y no tiene otra cosa para hidratarse. Y empieza. Un buen vídeo para cerrar el post. Es una canción maravillosa y muy bien interpretada, no necesitan que les explique mucho más al respecto. El solo de Sam a la guitarra es espectacular. Véanlo. Y sean buenos.
Interesante lo de las generaciones. Yo he sentido también el salto desde nuestra generación, rompedora y valiente a la siguiente, a la que se les dio todo hecho y no parece que valoren una serie de conquistas nuestras, que consideran como si ya fueran derechos que se tuvieran de toda la vida. Harían bien en defenderlos, que está la situación bastante fastidiada. No me extraña que se centre usted en Samantha, es mejor no mirar alrededor.
ResponderEliminarUna buena parte de la generación que vino detrás de nosotros es bastante nefasta, seguramente por el efecto pendular, aunque también hay gente valiosa. Pero a mí me gustan más los millenials y estoy deseando que lleguen a los puestos de poder en la sociedad.
EliminarLo de Samantha es un espectáculo.
ResponderEliminarY usted que lo diga.
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