Buenos días otra vez. Después de una semana con tantos acontecimientos, he entrado en un pequeño lapsus, que voy a aprovechar para recuperar un poquito mi ritmo habitual de publicaciones en el blog, en este caso hablando más de mis proyectos inmediatos. Pero he de completar primero algunos temas de mi sinvivir más reciente. Uno de estos días, cuando fui a mi casa a ver los progresos de las obras, recogí de mi buzón una carta del Ministerio del Interior. Ya se imaginan lo que era. Una multa por exceso de velocidad durante mi viaje a La Coruña. Parece que me hizo una foto el radar circulando a 137 Kms/hora por un punto intermedio de la autovía A6. Total: multa de 100€ que me apresuré a pagar reducida a la mitad por pronto pago. Estas cosas yo me las tomo como un impuesto adicional de circulación, no merece la pena ni cabrearse, es como el hecho de que llenar el depósito de gasolina te cueste ahora más de 70€, cuando hace unos meses andaba por los cuarenta y tantos.
Cosas de la vida, y que todas las desgracias sean esas. Pasando a temas más agradables y positivos, mi amiga la poetisa y narradora de Rosario (Argentina) Valeria Correa, me ha mandado por fin la foto que nos hicimos en la caseta de la Feria del Libro en la que ella firmaba ejemplares de sus dos únicos libros de cuentos publicados, el exitoso La condición animal (2016), que les recomiendo encarecidamente, y el más reciente Hubo un jardín, que tengo pendiente de leer. Esta mujer, madre de dos hijas pequeñas tan guapas como ella y en posesión de una sólida obra poética, es ya una celebridad en los medios literarios en español, y su amistad me hace sentirme muy honrado. Aquí me tienen, presumiendo de amiga famosa.
Bueno, ya saben que me gusta presumir y tengo un punto mitómano. Por eso escribo un blog en el que cuento todas las cosas que me van pasando, tanto las extraordinarias como las más ordinarias y cotidianas. Por ejemplo, el domingo salí a correr por el parque Santander y llegué bastante cascado a casa, porque hacía mucho calor. Y ya estuve todo el resto del día descansando, leyendo y enredando con el ordenador. Ayer lunes, en cambio, hube de madrugar para estar en mi casa de Atocha a las 9 en punto, para darle las llaves al acuchillador y supervisar que estaba todo a su gusto. La verdad es que el pintor había recogido perfectamente todos mis muebles grandes, como ya les conté, para que este artista del barniz pudiera hacer cómodamente su obra de arte.
Desde allí cogí el coche y me fui a la clínica Virgen de América a pedir hora para mi colonoscopia, que finalmente será el día 30 de junio. Espero que, a la vuelta del verano, ya estén solucionadas mis historias relacionadas con la salud y la casa y pueda yo pensar en viajar un poco más, que es lo que me falta para la felicidad completa, tocaremos madera de nuevo. Por ahora, tengo encima mi nuevo sarao de contarles el Bosque Metropolitano y otros proyectos municipales a doce arquitectos de Burdeos el próximo día 15, para lo que tengo que repasar y adaptar mi rollo, ensayarlo en francés y hacer una presentación en power point con imágenes ad hoc. Pero resulta que ya tengo en el horizonte otro sarao similar y este es de auténtico tronío. El 28 de junio, dos días antes de que me metan por salva sea la parte el ojo de Dios que todo lo ve, estoy anunciado como conferenciante principal, nada menos que en el Ateneo de Madrid, para contar mi historia sobre las chabolas del cinturón metropolitano y cómo se convirtieron en nuevos barrios en los 80. Aquí el cartel para que vean que no miento.
Están ustedes invitados a asistir si lo desean. Este tipo de saraos, para los que me siguen llamando, suelen tener un descanso durante los meses de julio y agosto, porque es el tiempo en que la gente se toma vacaciones y no hay ni actividades lectivas ni viajes de trabajo para visitar la ciudad. Para septiembre ya tengo al menos dos nuevas actividades comprometidas, que ya les iré contando. Como llevo haciendo los últimos años, creo que me quedaré en Madrid ambos meses de verano, ya sé que hace mucho calor, pero la ciudad se queda bastante vacía y a mí me gusta mucho esta ciudad cuando no está atestada de gente. Sin embargo, a primeros de julio viajaré a Cazorla para el festival de blues y me estoy pensando si voy a Jerez de la Frontera el finde del 23 para ver de nuevo a Sam Fish en directo en el festival La Isla del Blues. Le he dicho a mi amigo Er Dani que me busque un hotelito cercano al parque donde tiene lugar el festival, a ser posible con parking, pero todavía no tengo la entrada. De momento, el Cazorleans ya ha publicado el programa definitivo, que les pongo aquí abajo.
Dice Er Dani que él a lo mejor está solamente el jueves para ver a Sam, y luego se vuelve al Puerto de Santamaría, porque tiene trabajo allí, aunque también le gustaría ver a Eric Gales, cuyo apellido pronuncia como decimos nosotros el título de Príncipe de Gales. Tanto Henry Guitar como yo nos quedaremos hasta el final, como habíamos planeado. Mientras esto va llegando, yo sigo aquí en mi casa de acogida, en donde me tratan a cuerpo de rey, y en donde los gatos Ulises y Mina me hacen continua compañía. Mina me observó nada más llegar con sus ojazos de belleza felina y en unos segundos decidió que ya pertenecía a la casa, por lo que empezó a mostrarse totalmente cómoda y relajada en mi presencia. Ulises se tomó algo más de tiempo, pero también está todo el rato en primer plano, como sólo saben hacer los gatos. Aquí un par de imágenes, para que comprueben mi buena sintonía con el mundo felino.
Ulises es el precioso rubiales que me observa desde el alfeizar de la ventana junto a la que escribo. En realidad, yo me entiendo tan bien con los gatos porque comparto con ellos una cierta forma de disfrutar el presente sin agobiarme especialmente por lo que vendrá o los problemas enmarcados en contextos más generales. La vida está para disfrutarla y eso es lo que hacen los gatos domésticos, un animal que, no lo olviden, nunca fue domesticado por el hombre, sino que se asoció libremente con nosotros por mútua conveniencia, pero manteniendo siempre su independencia y su libertad de hacer lo que le venga en gana en cada momento. Se aprende mucho de la condición gatuna leyendo un libro delicioso que les recomiendo sin dudarlo. Se llama Filosofía felina, los gatos y el sentido de la vida, y se debe a la pluma de John Gray, ex profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Oxford y considerado uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo. Durante el confinamiento más severo de la pandemia, este señor se dedicó como entretenimiento a escribir este librito, que se ha publicado en España en 2021. En el libro, se presenta a los gatos como seres que se fían únicamente de lo que pueden ver, oler o tocar y eso los hace criaturas completamente libres y felices.
Los gatos son animalitos muy listos, que saben estar siempre en el centro de la familia con la que viven, únicamente atentos a que se les dé adecuadamente de comer a sus horas y se les mantenga limpio el arenero, para poder hacer pis y caca en condiciones adecuadas a sus requerimientos higiénicos que son altos. El resto del tiempo, están dormitando, jugando o haciendo lo que les viene en gana. Si supieran escribir, seguro que hacían un blog, como yo. Una de las historias felinas más curiosas que conozco, fue la que protagonizó un gato de unos amigos muy cercanos. Después de años de convivir con ellos, un día se escapó y no supieron nada de él en mucho tiempo. Luego averiguaron que se había colado en otra casa diferente, en la que lo acogieron muy bien y seguramente lo trataban mejor que en la de mis amigos y le daban más de comer. Un día, paseando por la calle, lo vieron asomado a la puerta de su nuevo hogar. Y el gato hizo como que no les conocía, a pesar de que lo llamaron con sus gestos habituales. El animal se mantuvo impertérrito, disimulando con toda su indiferencia felina. Esto es radicalmente cierto, se lo puedo jurar.
Un gato que yo tuve, sabía perfectamente que no se podía subir al sofá, lo tenía prohibido y lo llevaba a rajatabla. Pero una noche nos fuimos a dormir, apagamos la luz del cuarto de estar y nos dirigimos al dormitorio. Entonces, yo recordé que había olvidado el libro que solía leer en la cama. Volví, di la luz y descubrí al gato cómodamente instalado en el sofá. Al verme, se sobresaltó visiblemente, bajó corriendo al suelo y disimuló de forma explícita. Sólo le faltó silbar, pero no sabía. Me pareció tan divertido, que le hice el truco algunos días más, con idéntico resultado. Hasta que un día, volví y estaba en el suelo, desde donde me observaba con condescencencia felina. Su expresión venía a decir: te jodes, que te he pillado el jueguecito y ya no me lo vuelves a hacer más. En fin, que esto de la afinidad gatuna es otra característica más que comparto con mi admirada Samantha Fish, que vive en su casa de New Orleans con unos cuantos gatos, a los que apenas ve, porque siempre está de gira. Los animalitos se pusieron muy contentos durante el primer encierro pandémico, porque podían disfrutar de la presencia de su dueña todo el día. Aquí algunas fotos de la diva con su gato negro, que es su favorito.
Esta última la utilizó para felicitar la última Navidad, apareció entonces en el blog y algunos de mis seguidores creyeron ver una cierta tristeza en su gesto. Tal vez fuera cierto pero, para ella, andar de gira y volcarse en sus actuaciones es una forma de conjurar sus penas, cualesquiera que estas sean. Pero también ella tiene un gato rubito como Ulises. Véanlo.
Samantha Fish abrirá su mini gira europea en el Cazorleans. Al día siguiente vuela a Canarias, donde tiene dos fechas, en Gran Canaria y Tenerife. Seguirá en Odense (Dinamarca), localidad de la que hace tiempo recibí a una delegación de promotores que en realidad venían a ver un partido de la Champions en el Vicente Calderón y que soportaron mis rollos de la historia de la ciudad, hasta que se plantaron en una terraza y se dedicaron a beber una cerveza tras otra para prepararse para el partido, tal vez lo recuerden. Después de Odense, tocará en un festival en Estonia, luego en Brezoi (Rumanía), Piacenza (Italia) y vuelta a nuestro país para actuar en Jerez y Pontevedra, antes de volar de vuelta a su tierra. En octubre regresará a este lado del Atlántico para una larga gira por el Reino Unido y el continente, con final en el Bataclan de París, donde ya saben que dispongo de seis entradas para mis hijos y para mí.
Historias que me hacen feliz, porque yo, como los gatos, no necesito nada más. Así que les seguiré contando mis aventuras, ya que me hacen el honor de seguir esta tribuna, y espero que su lectura les compense de las noticias de la política nacional, que desde hace tiempo parece afectada por una especie de viruela del mono mental y ética, cada vez más grave. A este paso, el porcentaje de abstenciones va a acercarse al que se registra en las votaciones para Decano del COAM. Mejor haríamos en aprender algo más de los gatos y su forma de afrontar la vida. Sean buenos, a pesar de todo.
Que le pongan de "arquitecto emérito" es un poco preocupante en estos últimos tiempos.
ResponderEliminarNo ha sido cosa mía. Me lo ha puesto así el coordinador de arquitectura del Ateneo, desconozco si en serio o con ironía. Se le he de preguntar.
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