Finalmente esta tarde he encontrado un rato para descansar y poder escribir algo en el blog. Hacía tiempo que no me veía tan apremiado como estos días pasados en los que he tenido que preparar deprisa y corriendo tres charlas en días consecutivos; en realidad, creo que desde mi jubilación no había sufrido nada ni parecido. Además, he procurado no dejar de cumplir con mis rutinas habituales, que exigen una continuidad que no se puede traicionar. Quiero decir que el lunes pasado fui a mi clase de yoga, en esta ocasión por la mañana por ser festivo en Madrid, luego repetí la torrija con un chupito de Málaga en la Casa de las Torrijas y ahí me encerré de nuevo a terminar mi presentación gráfica para el jueves y ensayar mi parlamento. Esa tarde tuve una larga entrevista con mi amigo Werner Dürrer que me había metido en semejante embolado y entre los dos logramos centrar un poco las líneas de mi charla.
El martes no falté a mi clase on line de inglés antes de seguir con mi preparación, y por la tarde perdí más de dos horas en una reunión de la comunidad de propietarios de mi casa en donde se debía votar un asunto importante. El miércoles salí a hacer mis 6,5 kilómetros por el Retiro, me duché y dediqué el resto de la mañana a terminar mi presentación y ensayar un poco mis inminentes parlamentos. Pero no por ello falté a mi clase vespertina de blues con Henry Guitar, allá por la Palomeras profunda. El jueves cumplí con mi clase de inglés de nuevo, que aproveché para aclarar algunas dudas de vocabulario que me habían surgido en mi preparación. A las dos de la tarde estaba puntual para mi clase de yoga, si bien esta vez no continué la jornada en el bar Ricla, como de costumbre, sino que caminé de vuelta hasta mi casa, haciendo un pequeño alto en el bar El Campesino, de la calle Atocha, para tomarme unos tacos mexicanos con un doble de cerveza, a modo de tentempié. Eso me dio margen para dar una cabezadita arriba.
A las 17.30 salí de casa y eché a andar hacia el Matadero, unos 30 minutos de trayecto. Llegué a la Casa del Lector, en donde habíamos reservado sala, con tiempo suficiente para conectar mi ordenador al proyector de Werner y probar la presentación. El grupo llegó con cierto retraso, después de recorrer el parque Madrid Río en bicicleta durante dos horas con Werner. Eran 16 personas bastante jóvenes y con alta presencia femenina, que trabajan para una pequeña empresa de ingeniería a la que el Metro de Copenhague ha encomendado el mantenimiento de las líneas y los proyectos de ampliación que están preparando. La empresa les pagaba el viaje, que llevaban intentando hacer desde antes de la pandemia, pero sin muchos excesos. Habían llegado el miércoles a mediodía y habían dedicado toda la tarde y la mañana del jueves a reuniones maratonianas con la gente del Metro de Madrid. Después de comer se habían dado la panzada de Madrid Río y venían ya bastante cansados.
Mi presentación quedó bien, hacía mucho que no hablaba de movilidad urbana, pero contrasté opiniones con unos cuantos compañeros que me contaron las últimas novedades en este terreno y me facilitaron imágenes para mi presentación. El resultado fue satisfactorio, mantuve la atención durante más de una hora, Werner me ayudó con algunas apostillas oportunas y al final respondí a algunas preguntas, pocas, porque estaban cansados y tenían prisa porque habían reservado hora para cenar a horario europeo. Intercambié tarjetas con la chica que comandaba el grupo y se fueron. Acompañé a Werner a coger un taxi, ya que debía llevarse sus aparatos y continué de vuelta caminando hasta mi casa. Otro día, si viene a cuento, les haré un resumen de las informaciones y reflexiones que compartí con estos colegas del norte de Europa, ampliando mi oferta de conferenciante con una temática nueva.
Ayer viernes tuve una nueva clase de inglés por la mañana y luego estuve ensayando mi clase de la tarde sobre la remodelación de Palomeras. En este caso tenía la presentación preparada y se trata de un tema que he contado varias veces y sobre el que publiqué en su día una serie de cuatros posts en el blog. Pero era la primera vez que lo debía contar en inglés, para lo que tuve que refrescar el vocabulario con mi profesar Ed. Esta vez fui en Metro y estaba allí a las tres para comer en el bar de la Escuela de Arquitectura. Me reuní allí con mi amiga Sonia y los profesores italianos Simonetta Armondi y dos ayudantes que se llaman Beatrice y Stefano. Allí me enteré de que los alumnos italianos eran 30, de primer curso de carrera, y los españoles 10 del doctorado de Sonia. Con semejantes números, la clase fue en el salón de actos de la escuela y abajo pueden ver un par de fotos que me sacaron, la primera con la imagen de portada y la otra señalando en una foto de El Pozo del Tío Raimundo a medio remodelar.
En esta ocasión sí hubo bastantes preguntas, especialmente de los alumnos de doctorado. Terminado el tema, nos fuimos todos caminando hasta el Metro Ciudad Universitaria, para llegarnos hasta Palomeras y que vieran cómo está ahora ese barrio cuyo origen les había explicado. Los españoles del doctorado ya no vinieron, porque están acabando sus trabajos del curso y dijeron que podían ir a visitar el barrio más adelante. En Palomeras nos esperaba Henry Guitar que nos acompañó en el paseo por el barrio y me ayudó con las explicaciones. Yo tenía pensado continuar el paseo hacia el oeste, para terminar en el parque del Cerro del Tío Pío, también llamado de las Siete Tetas. Es un parque construido sobre los escombros de las chabolas y desde allí se ve una vista magnífica de Madrid a la hora del crepúsculo. Pero los chicos dijeron que ya no querían ir. Pensé que estaban cansados, como los daneses.
Entonces enfilamos otra vez al Metro. Pero al llegar al Metro, los chicos dijeron que no entraban, que se iban al parque. Curioso. No es que estuvieran cansados, es que querían irse de marcha y los que les sobrábamos éramos los profesores. Tenían todos móviles con Google Maps, estaban conectados por una red de Whatsapp y esa zona del distrito de Vallecas es segura. Su plan era ir a ver ponerse el sol al parque y luego tomar el Metro al centro para irse a la disco. Es comprensible, tienen 19 años y estaban en una ciudad grande con fama de marchosa. La noche era para ellos. Así que nos despedimos de Henry y regresamos al centro. Propuse una cerveza, pero los profesores sí que estaban agotados después de sus actividades lectivas iniciadas a las 9 de la mañana. Y ellos no tienen 19 años.
Esta mañana he desayunado, me he duchado y he vuelto a bajar caminando hasta la estación de Metro de Legazpi, para iniciar la visita a Madrid Río. Los profesores estaban puntuales pero en el grupo de los chicos faltaba un tercio y los que estaban tenían bastantes ojeras después de su noche loca. Hemos llegado hasta el puente de Toledo y allí me he despedido de ellos. Stefano continuaba la visita hacia el norte con un par de esforzados seguidores, pero los demás ya dábamos por terminado el asunto. Me he despedido de las profesoras y he cogido el tren hasta Atocha. Tras hacer una pequeña compra, me he ido a comer a La Pitarra y luego he subido a echarme una ligera siesta, antes de ponerme a escribir. Tengo otras dos fotos de estos eventos, la primera en Palomeras y la segunda en Madrid Río.
Ya sé lo que están pensando algunos de ustedes, queridos seguidores. Que, a mi edad, por qué me meto en estos saraos, cuando podría estar tumbado a la bartola, leyendo y haciendo sudokus. Bueno, en primer lugar, tengo algunos beneficios que no conviene menospreciar. Los daneses me pagaron 300€. Y, con la pensión que tengo, 300€ pa la saca no vienen mal. Lo de los italianos es gratis, salvo que me invitaron a comer, pero de aquí saco buenos contactos y con Sonia, Simonetta y mi amigo Alain de París estamos intentando montar una red de viajes profesionales por Europa que contribuirán a realimentar el asunto, si finalmente lo conseguimos. Pero no es sólo eso. Estas actividades me ayudan a mantenerme mejor, he de prepararme los temas, es un desafío y además el contacto con colectivos de otras edades o de otras latitudes es muy enriquecedor. La vejez es un estado mental y continuar con una actividad como la mía ayuda a mantenerse joven.
Estos días se ha suscitado el debate de si grupos como los Rolling Stones o AC/DC deben de seguir dando conciertos. Algunos tristes han dicho que no, pero yo creo que la actividad es algo básico para seguir sintiéndote bien. Jagger y Richards tienen casi 80 años, pero han de cuidarse para poder dar conciertos de una hora en los que no paran de saltar. Y mantienen su imagen a pesar de las arrugas. En este caso diríamos que la función hace al monje y le obliga a mantener también el hábito, es decir su propia imagen de rockeros. Me van a entender viendo un par de fotos. Bill Wyman, que durante años fue el bajo de los Stones, se cansó un día de la banda y decidió salirse. Hay que decir que siempre había sido un tipo tirando a taciturno y tristón. Abajo tienen su foto en los últimos tiempos con los Stones (se salió en 1993) y otra actual.
Vale, hay 30 años entre ambas fotos. Pero la imagen que tienen ahora Jagger y Richards es muy diferente a la de este abuelo que vemos arriba. Porque siguen en activo. En fin, cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana y yo estoy encantado haciendo yoga, corriendo, mejorando mi inglés y dando charletas como estas tres que he impartido estos días de auténtico veranillo después de una temporada bastante desapacible. Por estas tres actividades no me he podido ir antes a La Coruña, con mi hijo Kike. Finalmente será un viaje relámpago, nos iremos mañana domingo y volveremos el miércoles, porque vamos a alojarnos a casa de mi hermano que tenía comprometido con un pintor que entrara a pintar su casa el jueves a primera hora para terminarla en dos días.
Mientras escribía esto se estaba jugando el partido de tenis YoCovid-Alcaraz y me acabo de enterar del resultado. Doble alegría: una porque haya ganado Alcaraz y otra porque haya perdido YoCovid. Este tipo me resulta muy antipático desde el asunto de las vacunas y creo que no le deberían dejar participar en estos torneos, pero ya saben que Madrid es el reino de la libertad-libertad-libertad y ese concepto incluye la libertad de contagiar a los demás. Este sujeto ha logrado escaparse de la jeringuilla que le perseguía, como ven en la imagen de abajo, y ahora encima le dejan participar en algunos torneos.
Con YoCovid me pasa lo mismo que con Guardiola, que me llevo una alegría cada vez que pierde. Lo del otro día con el Madrí fue apoteósico y doble alegría también para mí. El futbol, como la vejez y todas las demás cosas, es un estado de ánimo. Lo de las remontadas del Madrí no se puede explicar, es algo que pocas veces se ha visto. Van perdiendo, parecen muertos y entonces surge una chispa que los enciende y se convierten en otra cosa, jaleados por el estadio Santiago Bernabeu, que es donde sucede el prodigio. Es algo que remite a los espectáculos de la antigua Roma, cuando un gladiador medio devorado por el león cambiaba el signo de la pelea y el público entraba también en combustión, atónito ante el prodigio. No es de extrañar que el entrenador Ancelotti esté tan contento y todo esto le ayude también a mantenerse joven. La foto que les dejo de cierre, seguramente ya la conocen, es la imagen más repetida en los periódicos en esta última semana y para mí es la foto del año. Sean buenos, deséenme buen viaje y gracias por la paciencia en estos días en que me ha sido imposible escribir en el blog .
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