Que sí, que sí, que ya sé que les tengo un poco abandonados, es que con el calendario que les anuncié, ya se imaginan que no tengo mucho tiempo como para sentarme y ponerme a escribir para el blog. En realidad, ahora mismo me he puesto por un doble motivo, por un lado porque se me han acabado las cajas que tenía para empaquetar mis libros y mis cosas, para que entre el pintor, y no tengo posibilidad de conseguir otras hasta el martes porque mañana es fiesta en Madrid y mi amigo Mon del bar La Dehesa del Partenón, que me tiene muchas guardadas, no abre hasta el martes. Por otro lado, a la vista de lo que he avanzado con el trabajo, se me ha quitado un poco la neura de que no me daba tiempo. Así que me pondré a escribirles un ratito para descansar, que esto del trabajo físico es agotador.
El balance global de mis tres bolos del fin de semana pasado fue muy positivo. Me salieron bien y me encontré en forma. Además confirmé lo que ya descubrí en octubre en París: que puedo entrar al trapo con un tema nuevo que nunca haya contado antes, lo que supone un reto que me obliga a buscar material, elaborar un discurso y hacerme una presentación nueva con imágenes, sin la ayuda de los delineantes que me echaban una mano cuando trabajaba en el Ayuntamiento. Con todo esto voy ampliando mi oferta de temas y evito que este entretenimiento de las conferencias empiece a disminuir, aunque soy consciente de que antes o después irá decayendo.
Como siempre, me gustó el trato con la gente de otras edades, con otras mentalidades, otras culturas y otra conformación hormonal. Uno puede organizarles a los chavales un programa cojonudo, tenerlos encantados y finalizar el día con una maravillosa puesta de sol sobre la ciudad de Madrid desde un mirador privilegiado, pero los chicos tienen 19 años, están en una ciudad nueva famosa por su marcha y fue encantadora la estrategia que montaron para quitarse de encima a los profesores y seguir a su bola. En ese punto nos enseñaron ellos a nosotros. En fin, después de los tres días de actividad lectiva en inglés, el sábado estaba bastante agotado, así que descansé con el post anterior. Y el domingo, como les anuncié, salimos mi hijo Kike y yo en el coche para las tierras del noroeste.
He de decirles que no llegué a pisar la ciudad de La Coruña. Íbamos a la casa que tiene mi hermano Pepe en O Carballo, a unos 12 kilómetros de la ciudad, y el plan era estar allí con él. Mi hermano y su mujer son mayores y no es cosa de cambiarles sus rutinas, sino de incorporarnos a ellas. Eso incluye una serie de tareas agrícolas, porque Pepe es el más apegado al medio rural entre todos los hermanos y tiene un huerto pequeño en el que estuvimos trabajando todos los días, salvo las pausas para la comida/siesta y la cena/parchís. Le ayudamos a plantar tomates, calabacines y unas cuantas cosas más, y aprovechamos para instalarle un sistema de riego automático cuyas piezas tenía ya compradas, pero que entre tres se pone más fácilmente. Vean un primer plano de mi hijo y su tío, y unas fotos que les saqué en plena faena.
¿Cómo dicen? ¿Que a mí no se me ve trabajar? Pero hay que ver qué mala leche tienen algunos de ustedes. A mí no se me ve porque paré un momento para sacar las fotos con el móvil. Si no se lo creen es su problema, los tres días que pasamos en O Carballo trabajamos bastante y el miércoles por la tarde yo estaba bastante cansado, porque no tengo la edad ni la energía de mi hijo y aún nos quedaba hacernos 600 kilómetros de vuelta a Madrid. El jueves ya me incorporé a mi rutina capitalina, lo que quiere decir que tuve mi clase de inglés por la mañana y mi yoga a mediodía (por cierto, en O Carballo había tenido mi clase on line de inglés e hice mi rutina completa de yoga en el porche de la casa, para estupefacción de mi hermano). El viernes ya vino por casa el pintor a traerme unos muestrarios y concretar los últimos detalles. Mi hijo volaba a mediodía a Canarias donde está pasando el puente de San Isidro con un grupo grande de amigos de Madrid, pero no pude llevarlo porque tenía una comida con una amiga en un restaurante nuevo que se llama La Llorería (porque lloras de lo bueno que está todo), del que ya les hablaré específicamente en alguna entrada posterior.
Y la verdad es que el viernes por la tarde no tenía demasiadas ganas de empezar con el trabajo de empaquetar mis cosas, aunque sí estuve pensando y preparando mi estrategia. Ayer y hoy no he parado hasta que me he puesto a escribir, incluyendo varios viajes a los diferentes contenedores de basura y una excursión en coche al punto limpio, porque estoy aprovechando la ocasión para tirar muchas cosas. Si tuviera alguien que me ayudara en esta tarea todo sería mucho más fácil, pero he de hacerlo solo, al menos hasta que venga el pintor y me ayude a mover los muebles grandes. En los próximos días he de superponer estas tareas con otros frentes que tengo abiertos, como la declaración de Hacienda, que este año me es muy complicada por el cambio de activo a pasivo y ya me he buscado a un profesional que me ayude. Además de los dos frentes médicos que me quedan, una vez solucionado el tema de la vista. De todo esto se irá dando cuenta en sucesivos posts.
Porque en unos días me he de trasladar a casa de mi querida amiga África que me va a realojar durante mi inminente exilio. Este es uno de esos detalles que definen a los amigos de verdad y yo estoy ya en parte deseando mudarme para aprovechar los días de convivencia con ella, con su familia y con sus gatos. Durante ese lapsus trataré de mantener mis rutinas, digamos, lectivas, tendré que pasarme por mi casa a menudo para controlar el tema y tengo algunos saraos extra que ya les iré contando, pero en principio creo que tendré mayor margen para cumplir con ustedes. A finales de junio tengo una cita bastante importante, que no les voy a desvelar hasta que esté confirmada y eso ya me pone a las puertas de mi viaje a Cazorla, para ver en directo a mi admirada Samantha Fish. Allí nos reuniremos Henry Guitar y yo con Er Dani, el administrador de la página de Facebook Samantha Fish España, todo un personaje, que viene al festival desde El Puerto de Santa María, donde vive.
Hace dos años ya que descubrí a Samantha y mi fascinación por ella no decae. Estaba yo un poco mosca porque su participación en el Cazorleans no aparecía en su página Web, si bien es cierto que durante la primera quincena de julio había un hueco amplio en su apretada programación de conciertos por todo USA. Pero ya se ha rellenado ese hueco. Sam viajará a Europa para tocar en Cazorla y participar luego en el festival de blues de Brezoi (Rumanía), y seguro que se busca algún bolo más para aprovechar el viaje relámpago. Sam tiene seguidores en Rumanía, donde lleva tocando desde que era una cría. Para comprobarlo, les voy a pedir que vean un vídeo que he rescatado de cuando tocó en el festival de Sighisoara, la ciudad de las casas con ojos vigilantes.
Estamos en 2012 y Sam acaba de fichar para su grupo al batería GoGo Ray, pero mantiene al bajo de sus primeros tiempos. Como gusta de hacer, dice unas palabras en rumano que tiene anotadas en un papelito. Luego se lanza y canta su último éxito para cerrar el concierto. En algún momento se descalza (es fácil advertirlo) y muy pronto se le ocurre una travesura extra: saltar al foso y seguir tocando en medio del público. Está a mucha altura y hay un ayudante que se ocupa de que no se le enreden los cables, que pasa un mal rato. La cara de sus dos colegas de grupo es un poema, pero los espectadores están alucinados. Y, para volver al escenario, ha de pedir ayuda a un rumano extasiado, que elige entre los de la primera fila. Esta es la joven Sam de la que estoy enamorado. Ahora es una señora que sigue cantando y tocando muy bien, pero ya no es tan traviesa.
Toda la vida de Sam es un libro abierto; en sus vídeos de Youtube se la puede ver actuando desde que era casi una adolescente y en las entrevistas que concede lo cuenta todo. Con ese material yo elaboré una serie de cuatro posts en la que hacía una fabulación sobre su historia, que no tenía mucha garantía de que fuera cierta. Pero parece que todo se va confirmando. Su hermana mayor multi-instrumentista de conservatorio, cuya carrera como blues-woman no acaba de arrancar nunca. Y que empieza a engordar, porque es muy duro tener una hermana pequeña tan brillante como Sam que encima no estudia sino que va aprendiendo a medida que empieza a tocar por los bares. Y cómo, en un momento dado, Sam decide irse de casa, dejar Kansas City y trasladarse a New Orleans a vivir su vida lejos de su familia.
Pero Sam es una persona muy emocional, que quiere mucho a todos los miembros de su familia, así que se montaron una fiesta de despedida en el Knuckleheads Saloon (dónde si no). He encontrado unas fotos de esa fiesta, que alguno de los implicados colgó en su Facebook. En una vemos a Sam y a su hermana con sus padres. Un comentario obvio: Sam ha salido a padre, mientras que Amanda tiene los rasgos más delicados de su madre. De niña debía de ser mucho más guapa que su larguirucha y tímida hermana pequeña. En la segunda foto se puede ver el abrazo que se dan las dos hermanas. Sam está ligeramente desenfocada, pero no lo suficiente como para que no observemos lo conmovida que está. Esta mujer es puro corazón.
Estos días, Samantha está participando en el Festival de Jazz de New Orleans, que se celebra finalmente después de suspenderse los dos últimos años. En el anterior, estaban programados los Stones, lo que me hizo a mí soñar con que subieran al escenario a Sam a tocar con ellos. Hubiera sido un puntazo para su carrera. Pero el covid convirtió esa historia en el cuento de la lechera. Este año, los Stones no están, pero Sam subió a tocar con otro grupo mítico de la escena local de New Orleans. Se llama Dumpstaphunk y es el grupo que montó el teclista Ivan Neville, uno de los dos que quedan con vida de los Neville Brothers, con su hijo Ian Neville a la guitarra y otra serie de músicos de primera. Todos negros, pero ya sabemos lo bien que se integra Sam con los negros. A ella la pones en el centro de un escenario y manda, aunque esté rodeada de unos músicos de leyenda. Entre todos hacen una interpretación fantástica de otro tema histórico: el Down by the river de Neil Young. Todo un himno. Disfrútenlo. Y ténganme en sus oraciones, que esto de las obras en casa es muy duro. Que tengan una buena semana.
Sam lleva el colgante del corazoncito rojo con cerradura, pero parece que ya no incluye la llave que lo abre. ¿Tal vez ha encontrado ya a alguien que merezca abrirlo? En tal caso, se le han adelantado en sus ensoñaciones...
ResponderEliminarUna de dos: o no ha visto usted el vídeo completo, o necesita una operación de cataratas como la que yo me he hecho por partida doble. Porque en la última parte de la canción se ve perfectamente la llavecita que, hasta entonces estaba camuflada bajo la chaqueta rosa de la diva. No sé quién es aquí el que tiene ensoñaciones...
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