En
fin, en esta situación de semi-aislamiento a la que nos fuerza la ola del Covid-Ómicron,
uno tiende a leer con más detenimiento las noticias del mundo, para saber lo
que se nos viene encima en 2022. Es un momento en cierta forma virginal,
inaugural, primigenio, este del inicio del año. Un punto en el que tratamos de
imaginar los vaivenes que nos traerá la situación mundial y nacional. En el
mundo capitalista en que nos movemos, la economía manda y ahora mismo tenemos
un problema sobrevenido que se llama inflación. En los países de Occidente
estamos alcanzando ratios del 5 o el 6%, no vistas en los últimos 20 años. Sube
todo, desde el café hasta los tests de antígenos. Por cierto, lo de los tests
es algo exclusivamente patrio, en Francia me dicen mis hijos que son gratis y
en otros países se venden en los supermercados y son muy baratos. Flecos de los
efectos del austericidio al que nos sometió la llamada Trilateral Europea tras
la crisis de 2008, con la anuencia del señor Rajoy.
En
la salida de dicha crisis, la economía mundial se iba manteniendo más o menos en buenos
números globales por estar convenientemente dopada, con las llamadas Medidas de Estímulo
Económico de los bancos centrales, que consisten, hablando en plata, o sea, en
plan basto, en darle al maquinillo de imprimir nuevos billetes y comprar activos de la deuda
pública, para con todo ello mantener entre algodones la prima de riesgo,
que sigue siendo el indicador más fiable de eventuales fiebres de los mercados
internacionales. La prima está ahora controlada, pero ese doping del sistema, junto con los tipos
irrisorios de interés, es precisamente lo que ha
generado el repunte de la inflación.
¿Qué
hacer ahora? Pues parece que ya los grandes poderes económicos
han aprendido que no es bueno intentar reducir a lo bestia la inflación
con medidas de choque, como reducciones bruscas de esos estímulos financieros.
Eso nos llevaría a un nuevo austericidio que cargaría los efectos de esta
crisis otra vez en las espaldas de los más pobres. Parece que, por el
contrario, se van a aplicar medidas de contención a medio plazo, confiando en
que las circunstancias externas vayan aflojando la presión. ¿De qué
circunstancias externas hablamos? Pues básicamente de dos: la
extensión de la nueva ola de Covid y las tensiones geopolíticas. Además de la
inflación, estas circunstancias están influyendo también en los problemas de abastecimiento,
por la rotura de cadenas de suministros o los problemas de stock ante la vuelta
a esta supuesta normalidad tras los confinamientos. Algunos productos son ahora
más requeridos y sencillamente no se da abasto para hacerlos llegar al
consumidor.
En
general, los analistas económicos no prevén una recesión, afortunadamente, sino un
crecimiento moderado del PIB en 2022, mientras confían en que la inflación se vaya
relajando a partir del segundo semestre y los problemas de suministro se
solucionen antes del verano. Todo ello si el covid nos da una tregua y no se
producen tensiones en los grandes retos geopolíticos. Las tensiones geoestratégicas se
temen en primer lugar entre China y USA, con el tema de Taiwan en el centro. China considera Taiwan como una
parte de su territorio y ya hemos visto cómo se ha comido el reducto de
libertad de opinión que existía en Hong Kong.
Yo
estuve muchos años en contacto con la delegación de Hong Kong en Madrid, que me
solía invitar a la fiesta de Año Nuevo (por cierto, en unos días entraremos en el
nuevo Año del Tigre). De forma invariable, en esa fiesta se lanzaban unos
discursos protocolarios que siempre insistían en el concepto One country-two
systems. Pues ahora mismo ya es sólo one system. Y al que levante la voz,
porrazo y cárcel al canto. Una penita. La gente de más dinero ya se lo olió hace tiempo y
los que pudieron se fueron al Canadá o a los USA, en donde tenían primos de los
que habían ido como trabajadores en la construcción de la red de ferrocarril y donde
no es difícil radicarse si vas con la cartera llena. Ya les conté cómo en
Vancouver hay chinos por un tubo.
Otro
frente en riesgo es el de Rusia frente a Occidente. Esta vez la pieza en juego
es Ucrania, donde no les llega la camisa al cuerpo. Sobre todo después de ver
cómo se ha reprimido la revuelta incipiente en Kazajistán (foto de arriba del Ayuntamiento de Almaty la capital económica, durante las protestas). Con el señor Putin,
poca broma. Por lo demás el dipolo Israel-Irán sigue siendo un factor
desestabilizador importante. Y este año tenemos varias elecciones generales
cruciales de las que ya iremos hablando: en abril en Francia, en octubre en
Brasil y en Noviembre las Mid-Term de USA, en las que se juegan las posibilidades
de Biden de poder seguir legislando con medidas progresistas o por el contrario
convertirse en una figura decorativa, como le sucedió a Obama que las perdió.
Lo
curioso es que Obama, después de perder estas primeras Mid Term Elections, ganó
luego la reelección, para seguir siendo un cero a la izquierda cuatro años más.
Es lo que tiene el sistema democrático. Por ejemplo, en las recientes encuestas
que ha lanzado El País, se evidencia que Sánchez es muy poco valorado, pero
algunas de sus medidas legislativas gozan de un amplio respaldo (los ERTEs, la
Ley de la Eutanasia, la Ley Trans, la subida del salario mínimo). Sería un caso
opuesto al de Obama. Si este no hacía nada (porque no podía), pero volvía a
ganar por su carisma y su simpatía arrolladora, Sánchez está haciendo cosas muy
interesantes y progresistas, pero cae mal porque es antipático y no sabe vender
lo que hace. Yo pensaba que la culpa era del nefasto Iván Redondo, que se
ocupaba de su imagen, pero la cosa no ha mejorado mucho desde su despido. Y
mira que lo tiene fácil, con un jefe de la oposición tan pedorro como el que
ustedes ya saben.
Y
luego está el tema del Covid. Realmente, la actual ola es acojonante, menos mal
que nos pilla vacunados a la gran mayoría (en España y nuestro entorno) y que
los síntomas son suaves en la mayoría de los casos de gente vacunada. Esto hace que todas las
políticas que se vayan a poner en marcha para afrontar la avalancha de
contagios consistan en seguir haciendo como si no hubiera virus. Al
que le pille que se joda y se pase una temporadita de baja en su casa, leyendo
y viendo series. Nadie lo va a decir, pero es de justicia reconocer que la
pionera de esta forma de actuar fue la señora Ayuso, que demostró unos ovarios
importantes combatiendo la primera ola de esa manera. Arriesgó, ganó, y por eso
se llevó las elecciones autonómicas de calle. Boris Johnson propuso inicialmente
lo mismo, pero luego se acojonó al verse a sí mismo en las puertas de la UCI y
dio marcha atrás.
Y se mantiene el absurdo de los absurdos: la
contumaz insistencia de los antivacunas y su defensa de la libertad individual (de contagiar
a los demás). En Italia acaban de revelar que el 70% de los
ingresados en hospital son novacs. Como Novac YoCovid, cuyo culebrón continúa.
Yo creo que este señor, pase lo que pase, ya ha perdido toda su imagen y ha echado a perder su carrera. Todo el
mundo lo tiene ya como un gilipollas y un creído. Si le dan permiso para jugar,
le puede pasar que algunos de sus contrincantes se nieguen a competir con él, y
que el público lo abuchee todo el rato. No va a poder entrar en USA, donde no
hay tanto mamoneo con estas cosas y se arriesga hasta a que lo encarcelen al volver a su
tierra, por haber participado en diversos actos públicos después de dar positivo y
no decirlo.
Así
que lo único que está ahora en juego es la credibilidad del estado australiano.
En mi post anterior les planteaba yo una pregunta. ¿Qué pasaría si esto sucede
en España y detrás de los intereses por que este señor participe en el Máster Madrid,
estuvieran Florentino, Piqué y similares? Pues les contesto yo. El gobierno
Sánchez contemporizaría y lo llevaría al Parlamento, como las prórrogas del
estado de excepción. Allí podríamos ver cómo ERC condicionaría su apoyo a que
los dibujos animados de las plataformas digitales se doblen al catalán y se
prohíba su emisión en Cataluña en otro idioma. El PNV lo fiaría todo a la
recepción de más dinero para sus empresas autóctonas. Vox tal vez apoyara a
cambio de que Yo-Covid compitiera envuelto en la bandera nacional española,
preferiblemente la del pollo.
La
señora Arrimadas saldría a la palestra compungida como de costumbre a hablar
vagamente del sanchismo y la falta de rigor del gobierno. Y el fraCasado
esperaría a la resolución final para decir: A, en caso de que YoCovid fuera
autorizado a competir, que estábamos ante una nueva muestra del contubernio de
Sánchez con los gobiernos filocomunistas postsoviéticos, y B, en caso contrario,
que podíamos ver una nueva prueba del autoritarismo comunista de Sánchez en una
medida contraria a la libertad-libertad-libertad que promueve su partido. En
ambos casos exigiría la inmediata dimisión del Gobierno en pleno.
Si
volvemos a la realidad y nos dejamos de cometas que viene directos a la Tierra,
yo creo que sólo hay una cosa segura para este año: que el Gobierno Sánchez va
a seguir. Los socios de Podemos y los nacionalistas nunca se van a ver en una
situación mejor y ya tendrán cuidado de apretar pero no ahogar, para no
hacerse el harakiri. Y los ministros resistirán sus problemas internos, entre
otras cosas porque ahora está la dialogante Yolanda y no el broncas Iglesias.
La legislatura se completará porque además este gobierno no es de gente
fiestera y no les van a pillar en un renuncio como el de Boris Johnson, a quien
le va a costar recuperar la credibilidad después de haberse demostrado que
organizó un botellón de 40 personas (la mitad de las que invitó) en los
jardines del
10 de Downing Street en pleno confinamiento estricto. En el puritano y
protestante mundo anglosajón eso es un fallo de libro; en España, a lo mejor
hasta aumentaban las cifras de popularidad de quien organizara una
juerga como esa.
Todas
estas cosas están en el horizonte de 2022. Por lo que a mí respecta, aguardo
con ilusión que me ingresen la llamada paguilla, para compensar la subida de
precios del año pasado. Será una miseria, supongo, pero a mí me hace gracia y
me jode enterarme de que ya no va a pagarse nunca más porque han cambiado el
sistema de corrección de las pensiones para el año que entra. Yo preferiría que lo
siguieran ajustando mal y luego me dieran una paguilla, mira que me jode haber
pillado sólo una en mi vida. Y en cuanto a la avalancha Covid-Ómicron, ya saben que mi
primera preocupación es obviamente no contagiarme si es posible y la segunda que pueda
mantener mi viaje a París a ver a Samantha Fish en el Bataclan. Por hache o por
be, el caso es que ya llevaba dos posts seguidos sin hablar de Sam, no sé cómo
no me han avisados ustedes, oyes.
Sigo con inquietud las noticias de la gira de Sam,
que ya ha pospuesto un par de conciertos que tenía programados para enero en su
tierra y ahora serán en abril. Está por ver si mantiene su gira europea. Esta
gira está prevista que se inicie en el Reino Unido, el día 30 de este mes,
precisamente el día de su 33 cumpleaños. Sus conciertos en el Reino Unido están
programados hasta el 8 de febrero, día en que saltará al continente para tocar
el 10 en Paris. Mi plan es ir a ese concierto con mis hijos y sus parejas, ya
tengo entradas para todos y espero poder cumplir mi sueño. Si se suspende, lo
normal es que no nos devuelvan el dinero, sino que la entrada se guarde hasta
la próxima visita de nuestra diva. Por esa circunstancia todavía no me he
sacado el billete de avión. Samantha está en plena forma como artista y como
mujer, como pueden ver en esta imagen reciente.
Pero ya saben que la Sam que a mí me alucina y me
tiene fascinado es la de su primera época, cuando era casi una adolescente
larguirucha, pero ya mostraba el talento, la energía, la determinación, la
personalidad que le ha servido para llegar a su posición actual en el mundo de la música. Y hoy les
traigo un vídeo muy antiguo que he logrado encontrar, concretamente de octubre
de 2010. Con veinte años, Samantha todavía no tiene su guitarra personalizada
del pescadito, ni ha recibido el premio a la mejor artista revelación del
blues, ni conoce a los miembros del que será su primer gran grupo, el bajo
Chris Alexander y el batería Go Go Ray. Aquí la podemos ver con la formación
con la que tocaba por los bares de Kansas City y con la que grabó de manera casi
artesanal su primer disco Live Bait. Un disco que no quiere reeditar porque
dice que es muy malo. En 2010, Sam ya era un portento y pueden comprobarlo aquí
abajo. El lugar del concierto es el Rosa's Lounge de Chicago. Pónganse la pantalla grande y disfrútenlo. Y sigan siendo buenos.
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