Nada, aquí estamos de nuevo, terminando ya la
travesía de las navidades, a falta sólo del último puerto de la ruta, la ya
descafeinada Fiesta de Reyes, que ha perdido la guerra con Papá Noel,
conservando únicamente la sana costumbre del roscón (tal vez me dé un repente y
me acerque a La Duquesita, en la calle Fernando VI, a comprar uno de los
buenos). Hoy a mediodía he llevado a mis hijos al aeropuerto, de vuelta a sus
hogares franceses tras estar por aquí con más o menos continuidad desde el 15
de diciembre y ya tengo la casa para mí. Afrontamos pues estos días, los más fríos del año según las estadísticas,
si bien el arranque del año ha sido moderadamente templado de momento. En este
primer post del año, nos enfrentamos a diversas incertidumbres, empezando por
la propia permanencia del Covid, que pronto iniciará su tercer año de coñazo y
a mí me tiene con la duda de si finalmente podré ir a París a ver a Samantha Fish
o no.
La incertidumbre es una de las características
intrínsecas de este tiempo líquido y azaroso que nos ha tocado vivir. Por
ejemplo, en otro orden de cosas, hasta hace muy poco los USA eran el guardián
del mundo: si un país se ponía farruco, le mandaban rápidamente los marines y
santas pascuas. Ese statu quo se quebró ligeramente en Vietnam, pero más o
menos seguía funcionando hasta el año pasado. Pero, tras la vergonzante retirada
de Afganistán, nada se puede esperar ya de los yanquis, sin recursos para
oponerse a China, el nuevo gigante geoestratégico, a cuyo rebufo se apunta el
señor Putin para rescatar del olvido los viejos sueños imperiales soviéticos
que tanto añoran algunos rusos, sobre todo ancianos, inmersos en una invencible
nostalgia del pasado glorioso.
Pero los rusos son un actor secundario en esta
película. Los que verdaderamente mandan son los chinos ya. Esta es una guerra
que tienen ganada. Igual que la guerra de las mujeres, que ya nos han vencido en
todos los terrenos, porque han ganado la batalla del relato. En los últimos
posts del año pasado les puse diversos ejemplos de mujeres que dominan sus
campos respectivos con una soltura pasmosa. Pero es que, si ya sumamos a la
condición de mujer, el atributo de china, estamos ante casos directamente
portentosos. ¿Han oído hablar de la pianista china Yuja Wang? Pues el arte de
Khatia Buniatishvili palidece ante el virtuosismo de esta joven intérprete
china de la que les empiezo poniendo una foto, para que vean que encima es
guapísima.
Yuja es una niña prodigio, que empezó a dar
conciertos a los nueve años (ahora tiene treinta y pocos). Y les voy a pedir
que vean un vídeo suyo para que comprueben que no exagero. Ella sola se lanza a
interpretar la famosa toccata de Prokofiev y lo hace sin partitura ni nada, la
tiene toda en la cabeza. Los músicos de la orquesta la observan admirados. Y no
dejen de fijarse en la simpatía que derrocha y en su forma de saludar, como si
tuviera una bisagra en los riñones. Si hago yo una reverencia como esa, a pesar
de mi yoga y mi running, me quedaría seguramente doblado de por vida, como
aquellos viejos agricultores de los que se comentaba: es que le dio un viento y
ya se quedó así. Pónganse la pantalla grande para ver este portento. De verdad, merece la pena.
En fin: impresionante. Lo dicho: las mujeres y los
chinos son invencibles ya. Es este un vídeo para empezar el año bien
tonificados. La situación del mundo es incierta, como les decía. La nueva
variante Ómicron, parece producir patologías más leves, pero tiene una
capacidad infectiva extraordinaria. Y su expansión puede ser igual de dañina
que las anteriores variantes porque, si infecta cinco veces más que la Delta,
aunque sea cinco veces menos dañina, acabará por colapsar las UCIs y los
hospitales. Vean un gráfico de hoy mismo que yo creo que es muy ilustrativo. Comparen
las curvas de infectados, ingresados, pacientes en UCI y muertos. Las curvas
son muy expresivas, los contagios se han disparado, mientras que el reflejo en
las otras tres gráficas es mucho menos acusado que el de las anteriores olas.
En cualquier caso, esto no son más que estadísticas. Ahora hay menos muertos, pero al que le toca le da igual que las estadísticas sean mejores. Así que hagan el favor de cuidarse y ser prudentes, que esto no se ha acabado todavía, aunque muchos hagan como si. Pero, sin perder esto de vista, no debemos olvidar que estamos en un mundo desigual, injusto y muy cabrón y que hemos de estar bien informados al respecto y ayudar en lo que podamos, cada uno en la medida de sus posibilidades y su conciencia solidaria. Por ejemplo, mi admirado José Ovejero ha despedido el año con un post que me parece muy bueno y muy oportuno, en el que habla del vergonzante tema de los paraísos fiscales. Este es un señor muy ventilado, que durante años vivió en Bruselas, como traductor del Parlamento Europeo (allí fue donde yo lo conocí, como ya he contado), así que tiene información de primera mano. Para leer ese texto han de pinchar AQUÍ.
Al lado de temas como estos, qué
pequeñito resulta el señor Almeida y la tontería que ha dicho sobre Almudena
Grandes y que le ha valido que el viudo de la escritora y actual director del
Instituto Cervantes, Luis García Montero, lo haya calificado acertadamente de
mezquino. Es que con esas declaraciones ha demostrado ser muy tonto, porque
vale que lo pienses así, pero, coño, cállate. Ya sabíamos que era pequeñito y
feo. Ahora hay que añadir que es tonto. Recapitulemos, porque el tema de los
presupuestos municipales madrileños es interesante y tiene mucha enjundia. Hace unos meses, se
planteó el tema de qué hacer con Madrid Central, tal como se reseñó en detalle
en el blog. El plan estaba recurrido por el PP cuando estaba en la oposición, y la Justicia, tiene cojones, lo
anuló porque le faltaban unas pólizas, sin siquiera entrar en el fondo. No sólo
eso sino que envió una providencia al Ayuntamiento recordando que la sentencia
era para cumplirla y que, si el 15 de septiembre no estaba anulado Madrid
Central, incurrirían en desacato.
Dejando a un lado ese acoso que yo
calificaría de bullying judicial, Almeida se vio en un apuro que pretendió
solventar aprobando a la carrera una Ordenanza de Movilidad que prácticamente
dejaba igual Madrid Central (con una hora más para las motos y regularizando la
posibilidad de que entraran los comerciantes, que ya antes estaban entrando con
diferentes trucos y artimañas más o menos legales). Fueron a aprobar esa
ordenanza y ahí apareció Vox diciendo que votaría en contra, porque el PP se
había comprometido a anular Madrid Central y esta ordenanza lo mantenía vivo
(cierto). A ellos se les sumó la izquierda de la fraCasada Rita Maestre y el
inexistente PSOE del desaparecido Pepu. Estos votarían en contra porque la
ordenanza se cargaba Madrid Central (falso).
Si la votación hubiera salido así,
Madrid Central se habría anulado y en mi barrio entrarían hasta los camiones,
que es lo que quiere Vox, ya saben: libertad-libertad-libertad. La izquierda y
el PSOE lo que querían es desgastar al gobierno de Almeida, sin importarle nada
el bienestar y la salud respiratoria de los ciudadanos del centro urbano, en una estrategia
idéntica de la del fraCasado contra Sanchez. De ahí el mote que le he asignado
a la señora Maestre, que, en un alarde de demagogia, cifra en 15.000 el número
de comerciantes del centro (cierto), cuenta que cada uno tiene derecho a
inscribir tres coches, obviando el hecho de que no puede conducir los tres a la
vez, lo que le da 45.000 nuevos coches que entran al centro y, ya puestos a
arrimar el ascua a su sardina, redondea al alza elevando la cifra a 50.000
vehículos que entran en Madrid Central ¡todos los días! Los que vivimos aquí
comprobamos cada día que esos 50.000 coches brillan por su ausencia, pero
estamos ante un ejemplo de libro de crear una noticia falsa y que luego se dé
por hecho que es cierta.
Entonces, en la votación final,
Almeida recibió el apoyo de los cuatro concejales carmenistas escindidos de Más
Madrid, a los que la prensa de izquierda (que ha comprado el relato de los 50.000
coches de más) califica de traidores, tránsfugas, díscolos y pedorros. Estos señores,
que se hacen llamar Recupera Madrid, verificaron que la ordenanza suponía de
facto el mantenimiento de Madrid Central con unos mínimos retoques y votaron a favor salvándonos a los vecinos de la tropelía que pretendía Vox, en pinza con Más
Madrid y PSOE. Todo esto ya se contó en el blog. Pero la historia continúa.
Porque, a cuenta de esto, Vox se ha cogido un cabreo monumental y se ha
propuesto torpedear a Almeida, al que acusa de hacer una política comunista
(sic) por haber salvado Madrid Central.
Y llegó el momento de aprobar los
presupuestos 2022. Almeida fue a mendigar el voto de Vox, pero este grupo le
anunció que se opondría, sin siquiera leerlos (les va sonando, esto es lo que
hace el fraCasado con la reforma laboral de Yolanda). A Ortega Smith aún no se le había pasado el berrinche. Con el rabo entre las
piernas, Almeida fue a ver a los de Recupera Madrid y estos le pusieron unas
condiciones para dar su apoyo. De entrada, Almudena Grandes tenía que ser nombrada
hija predilecta de la ciudad. Eso para empezar a hablar. Esto tiene también su
historia. Porque Almudena es una seña de identidad del madrileñismo y de una
forma de ser de izquierdas sin casarse con nadie. Pero es además una gran escritora
que ha publicado muchas novelas, algunas buenísimas, y en conjunto una obra
monumental, de raíz galdosiana, que se desarrolla toda ella en nuestra ciudad.
Ante su muerte, se votó en el
Ayuntamiento que le dedicaran una calle, y salió que sí, y que se la declarase
hija predilecta de la ciudad y salió que no. Votaron en contra PP, Vox y los
mamporreros de Ciudadanos. He dicho mamporreros con toda propiedad, porque en
este negocio la polla la ponen PP y Vox, mientras que Ciudadanos únicamente se
ocupa de aguantarla en alto y cuidar que entre en el agujero pertinente. Le
preguntaron a García Montero qué opinaba de esto y dijo que estaba muy
agradecido por la calle y que prefería no comentar lo otro. El gran Fernando
Aramburu, compañero de editorial de Grandes y bastante amigo, le dedicó una preciosa necrológica en El País, llena de cariño y ternura, se nota que estaba muy
afectado por su muerte. Y, con su singular prosa, terminaba su artículo
con la siguiente frase: He oído que el Ayuntamiento le ha denegado a Almudena el título de
hija predilecta, hace falta ser tarugos.
Bien, pues los de Recupera Madrid,
dijeron que en este tema el Alcalde debía decir Diego donde había dicho digo, para que empezaran a
hablar de los presupuestos. Esto es una cosa puramente simbólica, pero que a mí
me parece bien. Porque, además, en la negociación le sacaron al equipo de
gobierno una serie de cesiones bastante más sustanciosas. Por ejemplo, que el
centro de salud de mi barrio, que está en un sótano infecto, se traslade al
edificio donde estuvieron los okupas de La Ingobernable, que Almeida se
apresuró a desahuciar en cuanto tomó posesión. O por ejemplo, que se aumente la
dotación presupuestaria para diversas actividades culturales y sociales de
Madrid.
Ya he dicho que estos cuatro de
Recupera Madrid son amigos míos. No obstante, cuando se escindieron de Más
Madrid, mostré en el blog mi consternación por la manía de la izquierda de subdividirse continuamente como amebas. Y pronostiqué que más adelante se
dividirían en otros dos grupúsculos: Recu y Pera. Pues ha sucedido. Porque uno
de los cuatro, Felipe Llamas, abrumado por el mal rollo que le produce apoyar
los presupuestos de Almeida, ha dimitido y deja su acta de concejal. Conozco a Felipe, es un tipo muy colega, al
que no es infrecuente encontrar tomando cañas por las terrazas de Lavapies y
entiendo perfectamente que se haya largado de la política asqueado. A veces uno
tiene que salvaguardar su imagen ante los colegas y ante sí mismo.
Pero con los tres votos restantes,
Almeida tenía bastante para sacar adelante los presupuestos. Yo estaba contento con eso; precisamente lo que le reclamamos a los políticos es que negocien entre sus
programas y sus objetivos y lleguen a acuerdos. No que digan que van a votar
que no, sin leer lo que se va a votar. Almeida hubiera quedado muy bien y hasta
García Montero declaró que antes no había querido hacer comentarios, pero ahora
daba las gracias al alcalde por el nombramiento de Almudena como hija
predilecta. Todo estaba bien. Pero Almeida no ha sido capaz de mantenerse
callado. Y ha salido diciendo que Almudena no se merece ese título, pero que ha
tenido que ceder ante la izquierda de Recupera Madrid, porque era muy
importante sacar adelante los presupuestos, que son buenos para Madrid.
Conociendo un poco al personaje, me
cuesta creer que cometa un error de ese calibre. Yo creo que es algo que le han
dicho que diga, desde la camarilla del fraCasado. Ese punto chulesco tiene el
toque del campeón mundial de lanzamiento de güitos de aceituna, lo que Cayetana
llama la teodorocracia. Una estrategia nefasta, que trata de atraer a Vox y lo
que hace es engordarlo y que cada vez tenga más votos, porque toda la caverna
sabe ya que Abascal es menos tonto que el fraCasado. Esta es, por supuesto, mi
interpretación de lo sucedido y respeto a los que tengan otras. Esta vez,
García Montero no se pudo callar y dijo que el comentario del Alcalde era muy
mezquino. Estoy de acuerdo. Almeida se ha dejado muchos puntos por esta
tontería final.
Como ven, hay muchos temas que comentar en este inicio de año que tiene pinta de ser apasionante. Yo tengo algunos amigos del tipo cenizo y negativo que miran el año con una pereza invencible: ¡ay! que todavía nos quedan 361 días de calvario, con el Covid y la crisis económica. Ya les he dicho que conmigo no cuenten para ese discurso lúgubre y victimista. Lo que pasa es que a la vida hay que ponerle interés y esforzarse un poco. Y es importante ponerle un poco de salsón, como la gran Celia Cruz. Es principio de año y no viene mal empezarlo bailando. Así que súbanle el volumen y ¡a bailar! Y sean buenos, por supuesto.
Asombrosa la china, qué brillantez, cómo acentúa cada nota, es un pieza muy difícil la tocata esa y sin embargo la toca sin una sola vacilación, sin pestañear, con una soltura apabullante. Y encima es un pibón. Menudo descubrimiento.
ResponderEliminarHay muchas mujeres admirables en el mundo haciendo cosas verdaderamente maravillosas.
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