viernes, 28 de enero de 2022

1.117. Al final de la cuesta de enero

Es duro esto de la cuesta de enero. De acuerdo con el pálpito que yo tenía, ya les confirmo que el concierto de Samantha Fish en el Bataclan de París se ha suspendido, junto con toda su gira europea, y queda aplazado para el 11 de noviembre. Dada la situación Covid, Sam ha reprogramado su gira, de forma que la parte europea se queda para después del verano, en que tiene diversos compromisos en USA. En el camino se caen algunos de los conciertos que tenía previstos para febrero, como el del Melkweg de Ámsterdam. Así que se me ha jodido el pretendido viaje a París, para el que ya me he quedado sin excusa, teniendo en cuenta que acabo de visitar la ciudad en noviembre y que mis hijos estuvieron tres semanas en mi casa durante las fiestas de Navidad.

La verdad es que esto de la panderemia, como la llamó una clienta veterana de mi amigo Luis el Charcutero, empieza a ser una verdadera lata (lo de la panderemia es lo más gracioso que he escuchado, desde que una amiga muy cheli me dijo que a su hermana le habían detectado una malformación en las trompas de Farlopio y por eso no se quedaba embarazada). A lo que vamos: lo del Covid no hay quien lo aguante, es que llevamos ya dos años y nos encaminamos al tercero sin que se le vea mucha salida al tema. Cierto que esto no es como la primera ola, se ha perdido el componente de terror y desconocimiento, pero es que yo ya estoy hasta la coroneta de llevar mascarilla y de no poder viajar como a mí me gustaba. Joder, es que quiero ir a Los Ángeles a ver a mi amiga Shannon Ryan y a Nueva York a visitar a Flavio Coppola. Y no puedo hacer ninguna de las dos cosas.

Encerrado como estoy en mi casa de Madrid, la verdad es que no me puedo quejar, yo me lo estoy pasando de puta madre, pero inevitablemente mi vida tiene menos cosas que contar que cuando viajaba por ahí a San Francisco y a San Petersburgo. Ahora no voy más allá de San Francisco el Grande. No sé si es por eso que el número de visitas a mi blog no se ha recuperado después del bajón navideño. Hasta las navidades yo venía teniendo una media de visitas por post en torno a las 45/50, lo que teniendo en cuenta que mis seguidores acostumbran a entrar más de una vez, pues venía a arrojar un saldo de entre 30 y 40 visitantes asiduos. Pues ahora, la cosa apenas pasa de unas 30 visitas. Hombre, esto del blog, a mí me da un cierto trabajo, y lo doy por bueno siempre que tenga un mínimo seguimiento, al menos como el que tenía antes de Navidad, a pesar de que los expertos catalogaran este foro de blog zombie.

Pero es que una cosa es un blog zombie, y otra muy distinta lo que está pasando ahora. Es que aquí no entra ni el Tato. Y tampoco me ha llamado nadie para interesarse en si me pasa algo o por qué estoy publicando tan pocas entradas. Así que, o esto remonta de alguna manera, o mucho me temo que acabaré por clausurar el blog. Vale, yo hago esto por divertirme y por mantener la pluma ocupada y no perder soltura narrativa. Pero, si nadie tiene interés en seguirme, pues me pongo a escribir un diario y me lo guardo para mí. Ya les adelanto que tengo la ilusión de completar mi décimo año de bloguero, lo que sucederá en septiembre. Pero, si por entonces no se han cambiado las tornas, lo cierro y a tomar vientos. No me calienten… no me calienten, que yo tengo mi pronto y mi mal genio y un día me lío la manta a la cabeza y cierro el kiosco.  

Vale, estoy de coña. Pero no se olviden de que soy gallego (y encima coruñés) y los gallegos nunca hablamos completamente en serio ni completamente en broma. Sino todo lo contrario. El que avisa no es traidor. Pero bueno, dejémoslo ya. Por supuesto, escucho consejos y sugerencias. Algunos me dicen que mis posts son demasiado largos. Qué le voy a hacer, me salen así. Y además, para ver lo largo que es un post (o lo aburrido), hace falta abrirlo y echarle un vistazo. Y eso se registra en el contador de visitas. Si el contador las pasa canutas para superar las 30, quiere decir que hay un desinterés previo y absoluto. Otra cosa que me dicen: que hable menos de Samantha Fish. Bueno, ese es un consejo que no pienso seguir en absoluto. Sam es la musa del blog y va a seguir saliendo en todas las entradas.

Por eso avisé con tiempo del concierto en el Bataclan y mostré mis entradas sacadas con antelación. Contravine así una de mis máximas: no anunciar en el blog mis proyectos hasta que estén plenamente confirmados, que muchas veces por anunciarlos antes de tiempo se acaban frustrando y da mucha rabia. En este caso, el anuncio estaba justificado, porque un concierto de Sam siempre sería un acontecimiento relevante en este foro. Pero con la mierda de la pandemia, la cosa ha fallado y ya se queda para noviembre (me valen las entradas). Por lo demás, mi vida sigue jalonada de acontecimientos y pequeños sucesos que he decidido narrar a toro pasado, cuando ya han sucedido. Por ejemplo, creo que les conté que me había hecho con un equipo de música maravilloso gracias a las donaciones de mis amigos X y Paco Couto y que tuve que llevar el tocadiscos a reparar porque no funcionaba.

El servicio técnico que arregla estos aparatos antiguos es una de esas tiendas que se mantienen abiertas por puro entusiasmo de unos currantes que se dedican a un oficio prácticamente obsoleto en este mundo postmoderno y digital. El plato, de la marca Dual, lo desmontaron entero y limpiaron una a una todas las piezas. Y empezó a ir como un tiro. Pero el amplificador, de la marca alemana Imperial, emitía un zumbido de fondo bastante desagradable, aunque poniendo la música alta se tapaba. Les consulté por teléfono, cuando les llamé para decirles que el plato iba como un  tiro, y me dijeron que podía llevarlo y le echarían un vistazo a ver si se podía quitar ese zumbido. Eso fue antes de Navidad y hasta ahora no había podido ocuparme del tema. Así que un día cargué el amplificador en el coche y me dispuse a hacer los 15 kilómetros que me marca el contador cada vez que voy a ese servicio, que está en el Barrio del Pilar.

Llamé al timbre y enfrenté al típico tío que tiene un mal día. Por lo que fuera, estaba de mala uva y no quería coger el encargo. La primera pregunta: ¿ha pedido usted cita por Internet? No, vengo directamente. Pues es que sólo cogemos encargos por Internet. Ya, mire, hace un par de meses traje un plato a arreglar y su compañero me comentó que podía traer también el amplificador, para ver si le podían quitar el zumbido que hace; por eso no he hecho la reserva por Internet. (Cara de fastidio) Es que si es un zumbido, lo normal es que no se pueda arreglar. Hombre, pero podían mirarlo y si no se puede arreglar, me lo dicen y ya está. (Vacilación irritada) Vale, sáquelo usted y lo enchufamos un momento. (Como suele ser habitual en estos casos, el zumbido apenas se oía, en medio de las conversaciones en voz alta de los currantes del taller) ¿Ese es todo el zumbido que hace?

Les diré que varias veces durante la conversación estuve a un tris de mandarle al tipo a paseo, e incluso hice el ademán de empezar a meter el amplificador en la bolsa para largarme. Pero en estas cosas hay que ser tenaz. Siguió la guerra psicológica: Ese ruido, normalmente se debe al transformador; habría que sustituirlo por uno nuevo y esos transformadores ya no se fabrican; sería tener la suerte de dar con uno que cupiera perfectamente en el hueco y se pudiera adaptar. (Aquí ya estaba yo dispuesto a aguantar el tipo como fuera) Muy bien, si ustedes le echan un vistazo, tentaremos a la suerte y que sea lo que Dios quiera. Mmmm, en cualquier caso, es un arreglo que le va a salir carísimo. ¿De cuánto estamos hablando? Pues de 200€ para arriba. Muy bien, pues pueden verlo, me llaman para darme un presupuesto y decidimos sobre la marcha. ¡¡Uf!! qué tipo más correoso.

Al final, se quedó con el aparato. Y dos días después me llamó a decir que ya estaba. ¿Y cómo así? Pues efectivamente, se trataba del transformador, como yo le dije. Pero lo que pasaba es que las patillas de conexión al transformador estaban sueltas y por eso vibraba; las hemos ajustado y ya no hace ruido ninguno. ¿Y cuál es el presupuesto? Pues 45€ IVA incluido. Así que fui a por él y ahora tengo un equipo de música ciertamente maravilloso, en el que cada día me pongo a David Bowie a toda volumen. La moraleja es obvia: cuando das con un recalcitrante que se resiste a atenderte, nunca hay que ceder. Ni mucho menos ofenderte y mandarlo a la mierda a la primera bordez. Hay que seguir empujando, con educación, pero con persistencia y tesón. Es la forma de lograr el objetivo.

¿Cómo dicen? ¿Que era mucho más divertido cuando les contaba mis andanzas por Chicago o Tijuana? Nos ha jodido. Pero con esto del Covid es lo que tenemos. Parece que la famosa sexta ola está empezando a remitir. Estamos en el pico y ya empiezan a bajar los contagios en la mayoría de los países, especialmente en el Reino Unido, USA y España. A pesar de la ominosa aparición de la nueva variante, que alguien con sentido poético de la vida ha bautizado como la Ómicron sigilosa y que al parecer es todavía más suave que la anterior (que podemos llamar, para entendernos, la Ómicron estruendosa) y mucho más contagiosa. El bicho es muy listo y está poniendo todos los medios para convertirse en un émulo de su primo, el que causa los catarros y los constipados.

Más cosas que he hecho en estos días. La semana pasada asistí en el Ateneo a una conferencia de mi jefa sobre el Bosque Metropolitano. Aproveché para saludar a Juan Armindo, que es el jefe de la Sección de Arquitectura y Urbanismo, con cuyo contacto me quedé, que nunca se sabe cuando le puede salir a uno la oportunidad de hacer un bolo en tan solemne lugar. Allí nos congregamos un grupo de compañeros del curre, que luego nos quedamos a tomar algo en la cantina del Ateneo, un lugar de resonancias dieciochescas, decorado con viejas maderas y luz tenue. Con las cervezas se generó una conversación que en algunos momentos versó sobre mí, sobre la cantidad de cosas que hago desde que estoy jubilado, entre ellas mi entrenamiento de running por el Retiro dos veces por semana. Mi amigo César, compañero del programa Madrid Escucha de los tiempos de Carmena, estuvo con nosotros (lo había avisado yo de la conferencia) y se quedó con la copla de mi sabiduría como corredor.

Luego, cuando íbamos de retirada, me dijo que él salía a correr y se asfixiaba a los cinco minutos. Eso es porque no sabes –le dije y me ofrecí a enseñarle. Esto es algo que me sucede muy a menudo y la gente me dice que me llamará para quedar conmigo a que les enseñe. Pero la mayoría no me llaman nunca. César, en cambio, me llamó y ya hemos salido dos veces desde mi casa. La segunda hicimos mi recorrido habitual de 6,5 kilómetros sin mayores problemas por su parte. Así que ya ha pillado los fundamentos y ahora puede salir solo por su barrio a hacer distancias incluso más grandes, que es muy joven. Mi clase incluía la oferta de ducha y desayuno especial de la casa en mi terraza. Y aquí tienen la foto que nos hicimos para inmortalizar tamaño evento.

Y este miércoles, a mediodía, mi compañera M. y yo nos subimos en Atocha al AVE a Valencia, en donde estábamos invitados a participar en el acto de cierre del concurso Europán 15, con la entrega de premios a los ganadores. La reunión final del Jurado, del que ambos formábamos parte, tuvo lugar en Innsbruck, tal vez lo recuerden. Y los diferentes ganadores ya sabían el resultado hace tiempo, pero el acto formal de proclamación de ganadores no se había podido celebrar por el Covid. Dicho acto tuvo lugar en el Colegio de Arquitectos de Valencia y lo pasamos muy bien, fue bonito ver que la gente con la que convivimos tres días en Innsbruck están todos bien y mantienen el ánimo. Nos volvimos por la noche en otro AVE y aquí tienen la foto correspondiente.

En fin, comprendo que se trata de pequeñas historietas, sin parangón posible con mis aventuras en un antro de San Francisco del que la policía no nos dejaba salir porque había tiros fuera, o mi salida en una canoa rudimentaria con los pescadores del sur de Madagascar, pero es lo que toca ahora. Y además está el seguimiento de Samantha Fish, que es la sal del blog últimamente. No es solo que sea una cantante y guitarrista excepcional, que mantiene vivo el testigo del mejor rock’n roll. Es que, no sé a ustedes, pero a mí las rubias estas con media melenita me han vuelto loco desde siempre. Desde Marilyn hasta las proverbiales rubias de Hitchcok, como Tippi Hedren o Kim Novack. Me daba igual que fueran teñidas, como lo es la propia Samantha.

Y yendo a los orígenes, la rubia por antonomasia: Silvie Vartan. Era yo un adolescente coruñes en los sesenta y ya estaba enamorado de Silvie, la plus belle pour aller dancer. Me moría de celos de Johnny Halliday, con quien formaba la pareja más famosa de la revista Salut les copains. Cuantas noches he soñado yo con esa boquita con los dientes centrales separados y los labios fruncidos como ha de hacerse para pronunciar bien el francés. Les dejaré con el vídeo de la canción de marras, para que vean que sin moverse de casa se pueden contar cosas maravillosas, simplemente buceando en los recuerdos. Que lo disfruten.

sábado, 22 de enero de 2022

1.116. Pagar la luz y otras miserias cotidianas

Bueno, qué hartura de pandemia esta ya, coñe, es que no hay quien lo aguante. Vale, hacemos como si no hubiera por ahí un virus cagándose cotidianamente en nuestros muertos, pero al final aparece y te fastidia todo lo que planeas hacer. El concierto de Samantha Fish en el Bataclan de París no se ha suspendido todavía, pero tiene todas las papeletas para ser reprogramado. Todos los conciertos que tenía previsto dar en el estado de Texas en enero se han aplazado a una fecha por confirmar, por el recrudecimiento del número de contagios en los USA, donde la tormenta arrecia y no acaba de aflojar. Y los que tenía previstos en el UK entre el 30 de enero y el 8 de febrero han sido pospuestos a octubre, en la esperanza de que para entonces las cosas hayan mejorado. El siguiente es el del día 10 en París, del que lo más previsible es que pronto se anuncie su suspensión.

Como a mí me encanta ir a París a ver a mis hijos, he estado valorando la posibilidad de sacarme los billetes de avión y viajar de todas formas, aunque no haya concierto. Finalmente no lo he hecho. Pienso que tampoco es la mejor fecha para visitar París, en pleno invierno y con el Covid a todo trapo. En este presente incierto y líquido en el que nos movemos, hay que ir moviendo el volante en función de las curvas que nos vaya presentando el camino. El que controla la página de Facebook Samantha Fish España (en la que ya somos 233 miembros) y que responde al nombre de Daniel BA, tenía ya sus entradas para el concierto y dos billetes de avión a París, que va a tener que tirar a la basura. Yo he estado a un tris de comprarlos también en varios momentos, pero he resistido mis ansias y no tengo que lamentar ahora perder ese dinero.

Cuando uno pasa a tener en su cuenta bancaria unas entradas mensuales como de la mitad de las que tenía antes de la jubilación, hay que aquilatar bien los gastos y ser un poco prudente. En ese sentido, a mí ya me han ingresado la llamada paguilla, que es bienvenida, pero a la vez me han comunicado cual va a ser el incremento de mi pensión para el año entrante. Después de múltiples y complejos cálculos que se me detallan en el escrito recibido, la conclusión es que el Estado ha decidido subirme la pensión para este año la sustanciosa cantidad de (TATA TACHÁN): 3 euros. Como lo oyen. Uno, dos, tres y ya. Además se anuncia que al año que viene no habrá paguilla, porque la subida de este año no se va a someter a correcciones ulteriores como hasta ahora. Ya ven, hasta este año te subían una miseria, pero al final te corregían un poco la cosa con la paguilla. A partir de ahora ya ni eso.

El papel que me mandan deja claro que la decisión no es apelable. Menos mal, porque, si pudiera contestarles, les recomendaría muy educadamente que envolvieran los tres euros, que tan generosamente me regalan, en un preservativo, para introducírselos por el ojete al responsable de dicha decisión, con mucho cuidado de no dañarle las paredes internas del recto, una membrana muy delicada que no conviene forzar. Esto de las subidas anuales de la pensión es algo de lo que escuchaba indignarse cada año a los jubilados que conocía, pero es la primera vez que lo sufro en carne propia. Así que aquí me tienen, yo que me las prometía tan felices con mi plan de ir a Paris a ver a la bella Sam al Bataclan y me encuentro con que la actualidad del mundo me ha dado una sonora bofetada y me ha traído de vuelta al mundo de las miserias cotidianas.

Y Dios me libre de quejarme, que las cosas aun pueden ir peor y ahí tenemos la posibilidad de una guerra con motivo del problema de Ucrania, del que les hablé hace un par de posts, cuando detallé los retos a los que se enfrentaba el mundo en este año. Ya les conté hace unos años una anécdota que les narro de nuevo, telegráficamente. Mi hermano mayor y su mujer participan en un viaje del INSERSO por los llamados Países Bálticos. Mi cuñada, que es alemana y muy observadora, se fija en que el conductor del autobús se entiende perfectamente con todos los guardias fronterizos cada vez que cambian de país, y le pregunta si es que sabe los tres idiomas (estonio, letón y lituano). Respuesta: no, es que entre nosotros nos entendemos en ruso. ¿O sea que la influencia rusa continúa por estas tierras, décadas después de la independencia? Respuesta: señora, cuando los rusos se hacen con un territorio ya nunca se van del todo.

A esto hay que añadirle que la idiosincrasia y la identidad cultural rusa, bielorrusa y ucraniana son idénticas y provienen de un origen común, el llamado Rus de Kiev, fundado por diversos pueblos eslavos en el Siglo IX y madre de estos tres estados. Kiev, que está en Ucrania, es el alma de la historia de Rusia. Además, tras la caída del mundo soviético en 1989, la OTAN se apresuró a integrar en su estructura a Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria, aprovechando el momento de debilidad del poder ruso. Y tampoco hay que olvidar que Putin es un ex-agente del KGB, que desarrolló la mayor parte de su carrera como jefe de esa policía política en Dresde (Alemania Oriental). Y que su política de reconstruir el imperio soviético cuenta con muchos apoyos internos, sobre todo entre gente mayor, nostálgica de otras épocas, como la doña de la foto de abajo, que cada año celebra el cumpleaños de Lenin llevando flores a su mausoleo en la Plaza Roja. 

La prensa occidental pone a Putin a caer de un burro, como un tipo que practica el matonismo y que tiene laminada a toda la oposición para perpetuarse indefinidamente en el poder, como hacen todos los autócratas. Pero no hay que olvidar que, en cuanto a matonismo, la parte occidental a la que pertenecemos (desde que Felipe González decidió que OTAN, de entrada no, pero de salida menos) tampoco se anda con chiquitas y basta con observar un simple mapa de los países que integran ahora mismo la OTAN para entenderlo plenamente.

En esta década, tanto Ucrania como Bielorrusia han alumbrado movimientos populares en cuyo trasfondo latía el convencimiento de que sus problemas sociales y económicos no se van a solucionar nunca mientras se mantengan en la órbita de Moscú. En Bielorrusia fueron aplastados por la oligarquía post-soviética dominante, como ha vuelto a suceder recientemente en Kazajistán. Pero en Ucrania el problema es diferente, porque en el lado oriental de este inmenso territorio, los sentimientos pro-rusos son dominantes, mientras que en la zona Oeste miran con ansia a Europa. Hablo de esto con conocimiento, porque conozco dos familias amigas aquí en Madrid que tienen de asistentas a sendas ucranianas fanáticas de estos dos sentimientos simétricos excluyentes. Ninguna de las dos duda un milímetro de su posición.

La cosa tiene difícil solución y, así de primeras y fiándonos sólo de la gimnasia gestual de los líderes de ambos bloques, parece evidente que Putin es más despiadado, más sólido y con mayor cuajo que Biden, que no deja de ofrecer a menudo un aire compungido, como si lo que pasa en el mundo fuera una pena y él no pudiera hacer nada por evitarlo. Y hablando de gimnasia gestual, abajo tienen una foto impagable del final de las conversaciones que han mantenido en Ginebra un representante de USA y otro de Rusia, para evitar la guerra. En esta cumbre, se han cruzado documentos con las condiciones de cada uno, que ahora han de estudiar sus equipos. La verdad es que el cámara que ha captado ese instante mágico, es un genio de la fotografía.



¿Qué les dice la gestualidad global de estos dos señores? Pues el americano ofrece su mano y parece decir: Venga, tío, pelillos a la mar, choca esas cinco que esto lo vamos a arreglar entre tú y yo. En cambio, el gesto del ruso parece decir: ¿Te kir-i ya de aquí, tío, tanta mano y tanta polla? Que a ver si me vas a contagiar del Covid con la tontuna esta del apretón. Mira que, como me calientes, te arreo semejante vatrushka, asín del revés, que te mando p’allá pa la Normandía esa vuestra. Creo que no había traído al blog una instantánea tan cojonuda desde la que representaba a Sánchez con Albert Rivera tirándose un pedo al unísono.

Pero al final, estas historias, que uno lee en la prensa y que le parecen tan lejanas y como en mundos remotos, acaban por influir en nuestra cotidianeidad y nos amargan la vida. Porque lo que está detrás de este conflicto es el suministro de gas natural que viene de Rusia por diferentes gaseoductos, de los que Putin puede cerrar la llave de paso en cuanto quiera. Y esto está incidiendo en el cachondeo de los precios de la luz, de los que, como ya apunté hace un tiempo, soy uno de los eventuales damnificados, como les voy a recordar, en una historia de estas que a mi amigo Berto le gusta que cuente porque le remiten a los problemas cotidianos que él, como yo, sufre, mientras que, cuando hablo de otros asuntos más míticos y grandiosos, él me ve libre de los primeros, cuando en realidad estoy tan expuesto como cualquier otro.

Por partes. Hasta el verano pasado, yo pagaba la luz como cada hijo de vecino, de acuerdo con mi contrato con Naturgy, antes Unión Fenosa, y mucho antes Unión Eléctrica Madrileña. Es más, ni siquiera me enteré de que dejaban de cobrarme mensualmente hasta que recibí un sms cutre que me decía textualmente: C.Regulada: Debido a una incidencia puntual, es posible que tus facturas de luz se retrasen. Una vez se emitan, puedes fraccionar el pago llamando al XXXXXXXXX. Así como lo ven. En un sistema que ninguna empresa seria usa y tratándome de tú. Llegué a pensar que se trataba de alguno de esos timos que se prodigan por el mundo virtual, pero entrando en mi página del Banco comprobé que ya no me cobraban un solo recibo. Hasta hoy.

En paralelo, empezaron a menudear las noticias sobre la volatilidad de los precios de la luz, que cada día pegaban subidas espectaculares, que no sólo batían récords, sino que los pulverizaban (sic). Entre récord y récord pulverizados, esa fantasmal compañía regulada, me atacó de nuevo en septiembre, esta vez con una carta más formal y en papel, en la que venían a decirme que mi contrato con ellos vencía en noviembre (algo que yo ignoraba); que si yo no decía nada, se renovaría automáticamente, en las mismas condiciones; que, con la que estaba cayendo, esas condiciones me hacían estar expuesto a subidas estratosféricas a capricho del incierto mercado. Pero que ellos, en un alarde de generosidad, me ofrecían cambiar a una tarifa fija, ya para siempre, que me libraría definitivamente de ese sinvivir.

Ya les digo que nunca contesté a esta carta, por una razón muy sencilla, de orden general: cuando una gran compañía como esa, te ofrece algo de ese tipo, es por su propio beneficio, no por el tuyo. Pero el caso es que yo seguía sin pagar la luz y la deuda incrementándose, supongo. Conté mi caso por ahí a amigos y me enteré de que no era el único, que era algo que estaba sucediendo precisamente desde el verano, cuando el sistema de precios empezó a portarse como un niño hiperactivo sobre una cama elástica. Tocaba esperar. Pero la cosa tuvo un movimiento por fin a primeros de este mes de enero. Un día me llama una señora muy amable en nombre de Naturgy. Mi respuesta fue inmediata: no sabe usted lo que me alegra que me llamen, porque los voy a poner finos y me va a oír usted, señora.

Hablamos cerca de tres cuartos de hora, porque Naturgy tenía una oferta para mí y yo les dije que no pensaba entrar a ningún trapo, hasta que no me explicaran qué estaba pasando, como me gusta a mí que me expliquen las cosas, es decir, como para tontos. La señora tenía mucha paciencia y era una buena vendedora (al final, me colocó su producto). Según sus explicaciones, Naturgy es una de las grandes compañías distribuidoras de energía que se encargan de facilitarnos la luz que tan necesaria nos es en este mundo electrificado. Como suelen hacer estas grandes compañías, Naturgy tiene externalizado el servicio de cobro de recibos en otras dos compañías subcontratadas: Naturgy-Tirulirulirulí, que opera en el mercado regulado y Naturgy-Tirulirulirulá, que lo hace en el libre. Los clientes de Naturgy pueden elegir una u otra libremente, de acuerdo con la Ley.

Yo no tenía ni idea de esto y estaba en la compañía regulada, sin saber que hubiera otra alternativa. Pero esta señora me dijo que, desde que los precios han empezado a sufrir el baile de San Vito, es mucho más conveniente pasarse a la compañía libre. Que es lo que ella me ofrecía. Que lo de que no me cobren la luz es algo que le está pasando a mucha gente y que ya se resolvería. Pero ella me ofrecía pasarme a la Tirulirulirulá, que es algo que me conviene, para lo que me ofrecía además un bono regalo de 50€, sólo por apuntarme. Y unas condiciones muy favorables: sin compromiso de permanencia, es decir que, si dentro de un tiempo, me conviene volverme al mercado regulado, puedo hacerlo cuando quiera. Además, contaba con catorce días para anular ese acuerdo, si me arrepentía del cambio. Le dije que hablaría con asesores expertos en este tema en los que confío, antes de que pasaran esos catorce días.

Es lo que hice y todos me confirmaron que había hecho bien, que en este momento es más conveniente el mercado libre. Porque el truco es que durante esa llamada me grababan un pequeño audio para confirmar que estaba conforme. En cambio, si yo optaba por decirle a la doña que me lo quería pensar unos días, entonces me perdía lo de los 50€. Tal vez piensen ustedes que soy un pardillo, pero mis asesores me confirmaron que había hecho lo correcto. Pero antes de prestarme a grabar el audio, le saqué a la señora algunas informaciones más. Una, que según mi contrato tengo a mi disposición un servicio técnico al que puedo llamar para cualquier arreglo. Y les llamaré pronto para ver si puedo cambiar un par de cosas en mi red eléctrica particular, que hace tiempo tengo pendientes y que ya se las iré contando.

La otra es que Naturgy tiene un servicio de atención presencial al público muy bueno, con oficinas por toda la ciudad, adonde podía acercarme para aclarar cualquier duda que tuviera. Porque lo de que no me cobren la luz desde junio es un problema de N-Tirulirulirulí, y la señora del teléfono era de N-Tirulirulirulá y como es natural no me podía explicar cuál era el problema. Así que, unos días después, me acerqué a la oficina de Santa María de la Cabeza, a unos diez minutos de casa. No tuve que hacer cola (claro, si los abonados no saben que esto existe, allí no va ni el Tato). Otra señora muy amable, competente y con mucha paciencia. Por resumir. Me dijo que lo de que no me cobren desde junio no es un problema exclusivo mío. Que hay nada menos que 300.000 abonados en la misma situación, sólo en Naturgy. Que había hecho bien en no contestar a la carta de los Tirulirulirulí ofreciéndome pasar a una tarifa fija, porque lo normal es que a mediados de año el mercado se tranquilice y deje de pulverizar récords y en ese momento la luz bajará.

Esta señora me confirmó que hay dos modalidades de pago, la del mercado regulado y la del mercado libre. Con el añadido que ella, cada vez que se refería a la primera, enfatizaba: la del mercado regulado del Gobierno. No sé si sería de Vox o de Ayuso (del fraCasado yo creo que no queda nadie en su sano juicio). Y también me confirmó que ahora mismo es mejor estar en la libre que en la regulada del Gobierno; más adelante no se sabe, pero yo siempre puedo volver a la otra si cambian las tornas. Además, me dijo que la compañía del mercado libre no me iba a poder formalizar el nuevo contrato hasta que no tuviera saldada la cuenta pendiente con la otra. ¿Y eso cuando sería? Pues como solía decir el Hermano Lobo: Uuuuhhh.

Y por qué está sucediendo esto. Pues porque, siempre según esta señora, ante la volatilidad del mercado, el Gobierno ha decidido que no se cobren las facturas hasta que el tema se haya tranquilizado, momento en que se aplicará una media de los precios desbocados que se hayan producido en ese período. O sea, que es por nuestro propio bien. Sin embargo, la versión del portero negacionista de mi casa (ese que tira la basura toda junta, porque cree que, aunque la separemos para reciclar, los basureros la mezclan toda después) sostiene la teoría de que lo que quiere el malvado Gobierno de Sánchez es cobrárnosla luego toda al precio más alto que se haya registrado. En general tiendo a creerme la versión de la señora; la otra no sería lógica y supongo que las asociaciones de consumidores pondrían el grito en el cielo.

Así que aquí me tienen, esperando el santo advenimiento, porque no puedo hacer otra cosa. Según la señora de Santa María de la Cabeza, lo primero que me va a pasar es que me llegue la información de cuánto debo desde junio, con diversas ofertas de forma de pago a elegir. Una vez que tenga esto solucionado, me habré librado de la pérfida compañía regulada del Gobierno (esa que intentó estafarme con lo de la tarifa fija) para pasar a depender de la libre. Esta también me estafará como todas, pero al menos espero que lo haga con cuidado. Uno, a sus años, agradece encarecidamente el uso a mansalva de vaselina esterilizada. Mientras tanto, un día de estos veré hasta donde llega ese servicio técnico que llevo pagando desde siempre (creo que son unos 3€ al mes, como el aumento de mi pensión) y que ignoraba que tenía. 

Y, después de este rollo patatero, me queda dejarles un vídeo de Samantha, de la época de sus inicios. Ya saben que Sam era muy tímida de niña y adolescente, y dice que lo sigue siendo, pero que se siente más protegida cuando tiene una guitarra en la mano. Y la verdad es que en la casi totalidad de los cientos de vídeos que hay en Youtube de toda su carrera, siempre aparece con una guitarra en la mano. He encontrado uno delicioso en el que esto no sucede. Estamos en 2013 y su amigo Devon Allman, guitarrista y alma de la Allman Betts Band, invita a nuestra Sam a subir al escenario para acompañarle a cantar el mítico Stop draggin' my heart around, que crearon Tom Petty y Stevie Nicks. Pero le dice que de la guitarra se ocupa él. Sam se ajusta a lo que le piden y podemos ver que hay momentos en que no sabe qué hacer con las manos. Pero igualmente es una delicia de mujer. Disfrútenla. En pantalla grande, please. Y que tengan un buen finde.  

lunes, 17 de enero de 2022

1.115. Antivacunas, animales y semovientes

Por fin se terminó el culebrón/coñazo del señor Yo-Covid y lo increíble es que hayamos llegado a dudar de que el desenlace fuera otro que el que finalmente ha sido. Yo creo que los antivacunas son una minoría, por fortuna; lo contrario revelaría que este mundo nuestro está enfermo sin remedio. Los antivacunas son un caso extremo de los diferentes tipos de negacionistas, paranoides y partidarios de las teorías alternativas más peregrinas. Son un caso extremo, porque llegan a poner en peligro su vida (no ya las de los demás, que les importan un rábano) por llevar hasta el final sus creencias más radicales. Es algo así como los que yo llamo testígulos de Jehova, que llegan a poner en peligro la vida de un hijo por no autorizar que se le haga una transfusión de sangre, en un caso extremo similar, en este caso de los rollos religiosos.

En el señor Yo-Covid hay un componente más: el del niño mimado, millonario caprichoso, que piensa que las normas pueden ser para los demás, pero no para él. Ese componente casa con su comportamiento anterior en la pista, con frecuentes cabreos y salidas de tono, que le han llevado a ser descalificado más de una vez por romper su raqueta o darle un bolazo (sin querer) a una recogepelotas en un arranque de ira. Ese mal carácter de nacimiento no le ha ayudado mucho en su trayectoria: a este señor, su padre (ese que ha tratado de convertir su caso en un ataque a todos los serbios) lo puso a jugar al tenis a los 4 años y ese fue su objetivo: ni escuela ni nada. Eso le ha llevado a vivir en una especie de burbuja mental que le ha impedido manejar el asunto con una cierta madurez y lo ha llevado a enrocarse en una postura indefendible. Es una especie de endiosamiento, que comparte con otros elementos, como el ínclito Boris Botejohn-son, el rey del botellón, que pensó que él se podía dedicar al reggaeton más desenfrenado mientras el pueblo era obligado a encerrarse.

Pero, ojo, no olvidemos que podría haber ganado, igual que ganó el Brexit, o fue elegido presidente Trump o los nacionalistas catalanes llegaron a porcentajes cercanos al 50%. Síntomas todos ellos de un mundo enfermo, con masas de ignorantes capaces de ser manipulados hasta convencerse de que lo blanco es negro. En ese sentido, observo el final del culebrón/coñazo, con auténtico alivio. Porque si llega a ser el contrario, eso habría sido un triunfo de los partidarios de la libertad-libertad-libertad de la señora Ayuso, que sigue teniendo mucho seguimiento. Sobre el caso Yo-Covid, creo que la mejor frase es la de la gran Martina Navratilova, la mejor tenista de todos los tiempos: lo tiene muy fácil; sólo tiene que vacunarse. Y el mejor artículo resumen, a cargo del cronista de deportes de La Voz de Galicia Paulo Alonso. Es demoledor. Les recomiendo que lo lean, para lo que han de pinchar AQUÍ.

Pero hemos hablado de dos factores en este pulso: el cuelgue de un convencido por una teoría absurda y el carácter caprichoso de un niño rico educado en una burbuja para jugar al tenis y no para nada más. Hay un tercer factor que me parece muy inquietante. No sé si lo sabré explicar, pero me remite al empecinamiento, a la contumacia en seguir un camino a ninguna parte y arriesgar toda tu carrera y tu figura ante el mundo por una cabezonería. Eso es tremendo. Y es independiente de que la teoría a la que te entregas sea correcta o incorrecta. Este caso me trae a la cabeza la historia de un compañero de carrera, al que llamaré, para no desvelar su nombre real, Eladio. El bueno de Eladio, era un aragonés que empezó Arquitectura conmigo y con el que solía estudiar y compartir confidencias como buen amigo que era.

La historia que quiero contarles empieza cuando nos citaron a ambos para hacer la mili. Yo, como cada año, pedí una prórroga por estudios y pospuse la resolución del tema hasta que acabara la carrera. Pero Eladio, me dijo que él era contrario a la mili, a la guerra y a toda forma de violencia. Y que barajaba la idea de declararse objetor de conciencia. Yo le dije que no le iba a seguir en esa senda. Que también era contrario a la guerra y la violencia, pero que, una vez que acabara Arquitectura, ya vería qué hacía. Eladio entró en esa dinámica, no pidió la prórroga ese año, se declaró objetor y empezó a ir a reuniones con otros objetores. Les recuerdo que estábamos en tiempos de Franco, poca broma con estas cosas. Empezamos a dejar de vernos, su pista se me iba haciendo cada vez más difusa.

Pero era mi amigo, compartía con él el fondo de sus creencias y me creí obligado a ayudarle con los estudios. Así que, cuando faltaba poco para algún examen, lo llamaba y le decía que se presentara, aunque no hubiera ido nunca a clase (ya casi no aparecía por la Escuela) y le hacía fotocopias de mis apuntes para que se presentara con un mínimo de garantías y no se fuera quedando rezagado. Hasta que un día me dijo: Emilio, muchas gracias, pero es que ahora mismo el tema de la objeción me tiene tan absorbido que ya no tengo tiempo ni espacio en mi mente para ningún otro tema. Le pregunté si pensaba dejar la carrera y me dijo que no lo sabía. Y no lo volví a ver, porque su lucha estaba centrada en su tierra aragonesa y en el piso donde vivía me dijeron que ya no aparecía nunca por allí. No había móviles ni redes en ese tiempo.

He puesto su nombre (el de verdad) en Google y no figura ni una mínima reseña. Presumo que nunca terminó la carrera, que su deriva mental le llevó a un mundo militante, con un cierto misticismo como el de los misioneros y seguramente por unos derroteros que no puedo ni imaginar. Este empecinamiento, que entra en los terrenos del fanatismo, es desde luego similar a los de la gente captada por las diferentes sectas. Cuando una familia quiere rescatar a un hijo que ha caído en las garras de una secta, a menudo ha de recurrir a un programa de desintoxicación. Tal vez habría que empezar a pensar en programas de ese tipo para esta auténtica lacra de los antivacunas. Yo tengo varios amigos que creen a pies juntillas toda clase de teorías negacionistas, pero al final se han vacunado, porque una cosa es sostener estas teorías en la barra de un bar para hacerse el interesante o llamar la atención y otra muy distinta poner en riesgo tu vida por enrocarte en una postura de ese tipo.

Los antivacunas lo van a tener muy mal en el mundo en el que vivimos. Ya saben que en Francia se les acaba de prohibir por Ley la entrada en cualquier lugar de concurrencia pública. En Italia se ha decretado la vacunación obligatoria de todos los adultos. En Grecia, desde el 1 de enero, los mayores de 60 no vacunados han de pagar al estado una multa de 100€ al mes. No es un castigo, es una tasa sanitaria, ha dicho el primer ministro Kyriakos Mitsotakis, estos señores han de pagar por el daño que hacen a la sociedad y el gasto público que suponen. En Austria, a partir de febrero, los mayores de 14 años que no se hayan vacunado serán multados hasta con 3.600€. Las autoridades de Singapur han excluido del sistema de sanidad pública a los no vacunados, es decir, sólo para los gastos que generen si se contagian de Covid; el que se pille un cáncer sí que se lo cubren. Y el estado canadiense de Quebec está estudiando la creación de un impuesto especial para los que no se quieran vacunar, para compensar el gasto que le suponen al estado.

Como yo les anticipé hace unos cuantos posts, estos señores se van a convertir en una especie de apestados. Y digo yo: ¿Merece la pena meterse en esa dinámica, arriesgar tu vida y la de los demás por una cabezonería que ni siquiera es tuya, sino que te la han inducido a través de las redes sociales? Yo lo tengo claro. Pero también lo tenía cuando mi amigo Eladio me instaba a acompañarlo en una carrera absurda que empezaba en una cárcel militar y tenía todas las trazas de arruinarnos la vida para siempre. Lo que pasa es que en estas cosas entra en juego el victimismo y el rollo de seguidismo mesiánico de los primeros cristianos que mantenían su fe en las catacumbas. A Yo-Covid lo ha comparado su padre con Espartaco y con Jesucristo. Y hace un par de días se han reproducido en Viena las manifestaciones masivas contra las vacunas y las mascarillas. Abajo tienen una imagen de esa concentración de cerca de 30.000 personas (por cierto, ya saben que el líder de ese movimiento se murió por covid después de darse de alta voluntaria en el hospital y proclamar que se recluía en su casa a curárselo con ibuprofeno y vitamina C; y que sus seguidores están convencidos de que fue envenenado por las grandes farmacéuticas).

Dicho esto, también está claro que los antivacunas que se hayan contagiado y hayan superado la enfermedad sin mayores quebrantos, están ahora tan protegidos como los vacunados. Ese es otro tema. Yo siempre he intuido que la Ómicron es una variante que anticipa el fin del problema del Covid, puesto que se transmite como la pólvora prendida, pero no produce los efectos de la primera ola. O sea que el virus, que es muy listo, ha dado el primer paso para llegar a un armisticio con la Humanidad. Al fin y al cabo, en la Tierra tenemos que convivir todas las especies, no estamos solos los humanos. Y aquí viene al pelo un asunto que ya anticipé hace tiempo, de manera intuitiva: ¿Por qué no me he contagiado yo, a pesar de que he tomado menos precauciones que el negacionista del Covid más recalcitrante?

Ya les conté que llevo con un catarro crónico desde hace cerca de dos años. En el verano del 2019 me pillé un resfriado por causa de un aire acondicionado. Y hasta hoy. Cada día, de forma invariable, me despierto con la nariz llena de mocos, más o menos secos o líquidos, según la época. Me aseo minuciosamente y ya paso bien todo el resto del día. Consulté con médicos y me dijeron que tenía pinta de ser algo alérgico. Pero luego me fui tres semanas a Madagascar, en donde el contexto no tiene nada en común con el de Madrid, y no se me pasó. Como les dije en su día, la única posibilidad de que el tema fuera de tipo alérgico, es que tuviera alergia de mí mismo. Cuando el Covid fue avanzando, yo ya intuí que este catarro, con el que me he acostumbrado a convivir, tal vez tuviera que ver con mi resistencia al contagio del Covid. Al fin y al cabo, los catarros los producen otros coronavirus que se amoldaron a vivir con los humanos hace décadas, como los gatos. 

No insistí mucho en el tema, porque era sólo una intuición y no tenía ninguna base científica para pensar en algo como eso. Pero ahora he encontrado que esa base existe. Los catarros te refuerzan las células T, de forma que los acatarrados estamos más protegidos. Les recomiendo que lean el artículo que habla sobre este asunto, para lo que han de pinchar AQUÍEn fin, entre mi catarro y las tres dosis de vacuna que llevo al cuerpo, yo creo que estoy bastante protegido. Además, parece claro que la sexta ola del virus está empezando a remitir. En estos últimos días la pandemia apunta a remitir en lugares como USA, el Reino Unido o la India y pronto empezará a bajar también en Francia y en España, que son los que me interesan a mí para organizarme mi viaje a Paris y ver a Samantha en el Bataclan (aún no me he sacado el billete). De una forma o de otra, la enseñanza que podemos sacar de todo esto es que hemos de acostumbrarnos a convivir con toda clase de bichos, porque no somos los propietarios de la Tierra. 

En ese sentido es interesante la nueva Ley que ha aprobado el Gobierno, por la que se considera a las mascotas como seres sintientes (léanlo AQUÍ) y habrán de ser tenidos en cuenta a la hora de determinar las condiciones de custodia en caso de separaciones. O sea, que no son personas ni cosas, sino una entidad intermedia. Esto me recuerda a algo que me tuve que estudiar para mi oposición de funcionario y que siempre me hizo mucha gracia: que existían bienes muebles, bienes inmuebles y una tercera categoría que eran los semovientes. Tal vez a los antivacunas habría que considerarlos también semovientes, seres sintientes o cualquier otra categorización intermedia. El propio Yo-Covid tiene una cara de rata bien nítida, no me digan que no le ven un cierto aire entre Ratatouille y Stuart Little.

La verdad es que esta ley del gobierno Sánchez debería de ampliarse a toda clase de animales, como las ratas. Y esto trae a colación el caso de la rata Magawa, de Camboya. Hace unos días, los periódicos se hicieron eco del fallecimiento, de muerte natural, de la famosa rata Magawa, el animal más querido de Camboya. Por si no lo saben ustedes, Camboya es todavía, a día de hoy, el segundo país con más minas antipersonas enterradas en su territorio, listas para estallar en cuanto las pise algún incauto ciudadano (el primero es Afganistán). Restos del conflicto de los 70, cuando el sanguinario Pol Pot. Por cierto, Camboya tiene también el dudoso récord de ser el país con más muertos enterrados en las cunetas o en fosas clandestinas, sin conocimiento de sus familias que no tuvieron la posibilidad de enterrarlos debidamente. ¿Saben cuál es el segundo? Pues esta España de nuestros pesares. Es un dato acojonante: ni México, ni Afganistán, ni Argentina: después de Camboya, España.

Bien, pues en la lucha contra esta lacra de las minas antipersonas, hay colectivos y sistemas que se han distinguido por su eficacia. Cuando yo estuve en Sri Lanka (otro país con miles de minas en sus tierras) me tocó convivir en ocasiones con una patrulla de deminers de Mozambique, considerados los mejores del mundo, que cada día desayunaban con nosotros y se encaminaban luego a su trabajo en jeeps blancos con el logo de la ONU. Pero desde entonces se ha encontrado un sistema todavía más seguro: las ratas gigantes de Tanzania. Se trata de una raza de ratas de gran tamaño, muy listas y de buen rollo, que tienen un olfato excepcional que hace que, bien entrenadas, sean capaces de detectar el olor de algunos de los compuestos que forman el cóctel letal de las minas. Y, como pesan bastante poco a pesar de su tamaño, pueden posarse sobre la propia mina sin riesgos, para indicar su localización exacta (lo que activa estas trampas mortales es precisamente el peso que hace sobre ellas una persona, o incluso hasta un perro).

Desde hace años, la ONU cuenta con una granja en Tanzania en la que se crían y se entrenan estas ratas, cuya vida es corta: únicamente 8 años. El entrenamiento dura tres años, por lo que estas ratas tienen una vida laboral útil de 5 años y luego se jubilan. La rata Magawa tuvo su entrenamiento reglamentario y luego fue enviada a Camboya, donde muy pronto se vio que era mucho más lista y eficaz que sus colegas. Durante estos cinco años ha ayudado a desactivar más de un centenar de estas minas, limpiando grandes extensiones de terreno que ahora pueden ser cultivadas por los lugareños. Cuando se jubiló en junio, recibió la medalla de oro de la PDSA, una organización internacional que lleva condecorando animales heroicos desde la Segunda Guerra Mundial, siendo la primera rata que recibe este galardón (había escrito gallardón, menos mal que el corrector del Word me lo ha arreglado). Vean qué orgullosa está la rata Magawa con su medalla al cuello.  

Como ya sé que siempre piensan que me invento estas historias, a los desconfiados, y sólo a ellos, les conmino a que pinchen AQUÍ para comprobarlo. Vaya, ya tengo que cortar, que esto se está alargando demasiado. Con esto de la incertidumbre sobre mi viaje a París a ver a Sam en el Bataclan, he escarmentado de nuevo acerca de anunciar mis proyectos y empeños demasiado pronto. Así que, les iré informando de lo que ya sea seguro, porque no duden de que tengo cosas en mente que poco a poco irán saliendo, espero, y se contarán oportunamente. Sean buenos.

jueves, 13 de enero de 2022

1.114. Los asuntos del mundo al empezar el año

En fin, en esta situación de semi-aislamiento a la que nos fuerza la ola del Covid-Ómicron, uno tiende a leer con más detenimiento las noticias del mundo, para saber lo que se nos viene encima en 2022. Es un momento en cierta forma virginal, inaugural, primigenio, este del inicio del año. Un punto en el que tratamos de imaginar los vaivenes que nos traerá la situación mundial y nacional. En el mundo capitalista en que nos movemos, la economía manda y ahora mismo tenemos un problema sobrevenido que se llama inflación. En los países de Occidente estamos alcanzando ratios del 5 o el 6%, no vistas en los últimos 20 años. Sube todo, desde el café hasta los tests de antígenos. Por cierto, lo de los tests es algo exclusivamente patrio, en Francia me dicen mis hijos que son gratis y en otros países se venden en los supermercados y son muy baratos. Flecos de los efectos del austericidio al que nos sometió la llamada Trilateral Europea tras la crisis de 2008, con la anuencia del señor Rajoy.

En la salida de dicha crisis, la economía mundial se iba manteniendo más o menos en buenos números globales por estar convenientemente dopada, con las llamadas Medidas de Estímulo Económico de los bancos centrales, que consisten, hablando en plata, o sea, en plan basto, en darle al maquinillo de imprimir nuevos billetes y comprar activos de la deuda pública, para con todo ello mantener entre algodones la prima de riesgo, que sigue siendo el indicador más fiable de eventuales fiebres de los mercados internacionales. La prima está ahora controlada, pero ese doping del sistema, junto con los tipos irrisorios de interés, es precisamente lo que ha generado el repunte de la inflación.

¿Qué hacer ahora? Pues parece que ya los grandes poderes económicos han aprendido que no es bueno intentar reducir a lo bestia la inflación con medidas de choque, como reducciones bruscas de esos estímulos financieros. Eso nos llevaría a un nuevo austericidio que cargaría los efectos de esta crisis otra vez en las espaldas de los más pobres. Parece que, por el contrario, se van a aplicar medidas de contención a medio plazo, confiando en que las circunstancias externas vayan aflojando la presión. ¿De qué circunstancias externas hablamos? Pues básicamente de dos: la extensión de la nueva ola de Covid y las tensiones geopolíticas. Además de la inflación, estas circunstancias están influyendo también en los problemas de abastecimiento, por la rotura de cadenas de suministros o los problemas de stock ante la vuelta a esta supuesta normalidad tras los confinamientos. Algunos productos son ahora más requeridos y sencillamente no se da abasto para hacerlos llegar al consumidor.

En general, los analistas económicos no prevén una recesión, afortunadamente, sino un crecimiento moderado del PIB en 2022, mientras confían en que la inflación se vaya relajando a partir del segundo semestre y los problemas de suministro se solucionen antes del verano. Todo ello si el covid nos da una tregua y no se producen tensiones en los grandes retos geopolíticos. Las tensiones geoestratégicas se temen en primer lugar entre China y USA, con el tema de Taiwan  en el centro. China considera Taiwan como una parte de su territorio y ya hemos visto cómo se ha comido el reducto de libertad de opinión que existía en Hong Kong.

Yo estuve muchos años en contacto con la delegación de Hong Kong en Madrid, que me solía invitar a la fiesta de Año Nuevo (por cierto, en unos días entraremos en el nuevo Año del Tigre). De forma invariable, en esa fiesta se lanzaban unos discursos protocolarios que siempre insistían en el concepto One country-two systems. Pues ahora mismo ya es sólo one system. Y al que levante la voz, porrazo y cárcel al canto. Una penita. La gente de más dinero ya se lo ol hace tiempo y los que pudieron se fueron al Canadá o a los USA, en donde tenían primos de los que habían ido como trabajadores en la construcción de la red de ferrocarril y donde no es difícil radicarse si vas con la cartera llena. Ya les conté cómo en Vancouver hay chinos por un tubo.



Otro frente en riesgo es el de Rusia frente a Occidente. Esta vez la pieza en juego es Ucrania, donde no les llega la camisa al cuerpo. Sobre todo después de ver cómo se ha reprimido la revuelta incipiente en Kazajistán (foto de arriba del Ayuntamiento de Almaty la capital económica, durante las protestas). Con el señor Putin, poca broma. Por lo demás el dipolo Israel-Irán sigue siendo un factor desestabilizador importante. Y este año tenemos varias elecciones generales cruciales de las que ya iremos hablando: en abril en Francia, en octubre en Brasil y en Noviembre las Mid-Term de USA, en las que se juegan las posibilidades de Biden de poder seguir legislando con medidas progresistas o por el contrario convertirse en una figura decorativa, como le sucedió a Obama que las perdió.

Lo curioso es que Obama, después de perder estas primeras Mid Term Elections, ganó luego la reelección, para seguir siendo un cero a la izquierda cuatro años más. Es lo que tiene el sistema democrático. Por ejemplo, en las recientes encuestas que ha lanzado El País, se evidencia que Sánchez es muy poco valorado, pero algunas de sus medidas legislativas gozan de un amplio respaldo (los ERTEs, la Ley de la Eutanasia, la Ley Trans, la subida del salario mínimo). Sería un caso opuesto al de Obama. Si este no hacía nada (porque no podía), pero volvía a ganar por su carisma y su simpatía arrolladora, Sánchez está haciendo cosas muy interesantes y progresistas, pero cae mal porque es antipático y no sabe vender lo que hace. Yo pensaba que la culpa era del nefasto Iván Redondo, que se ocupaba de su imagen, pero la cosa no ha mejorado mucho desde su despido. Y mira que lo tiene fácil, con un jefe de la oposición tan pedorro como el que ustedes ya saben.

Y luego está el tema del Covid. Realmente, la actual ola es acojonante, menos mal que nos pilla vacunados a la gran mayoría (en España y nuestro entorno) y que los síntomas son suaves en la mayoría de los casos de gente vacunada. Esto hace que todas las políticas que se vayan a poner en marcha para afrontar la avalancha de contagios consistan en seguir haciendo como si no hubiera virus. Al que le pille que se joda y se pase una temporadita de baja en su casa, leyendo y viendo series. Nadie lo va a decir, pero es de justicia reconocer que la pionera de esta forma de actuar fue la señora Ayuso, que demostró unos ovarios importantes combatiendo la primera ola de esa manera. Arriesgó, ganó, y por eso se llevó las elecciones autonómicas de calle. Boris Johnson propuso inicialmente lo mismo, pero luego se acojonó al verse a sí mismo en las puertas de la UCI y dio marcha atrás.

Y se mantiene el absurdo de los absurdos: la contumaz insistencia de los antivacunas y su defensa de la libertad individual (de contagiar a los demás). En Italia acaban de revelar que el 70% de los ingresados en hospital son novacs. Como Novac YoCovid, cuyo culebrón continúa. Yo creo que este señor, pase lo que pase, ya ha perdido toda su imagen y ha echado a perder su carrera. Todo el mundo lo tiene ya como un gilipollas y un creído. Si le dan permiso para jugar, le puede pasar que algunos de sus contrincantes se nieguen a competir con él, y que el público lo abuchee todo el rato. No va a poder entrar en USA, donde no hay tanto mamoneo con estas cosas y se arriesga hasta a que lo encarcelen al volver a su tierra, por haber participado en diversos actos públicos después de dar positivo y no decirlo.

Así que lo único que está ahora en juego es la credibilidad del estado australiano. En mi post anterior les planteaba yo una pregunta. ¿Qué pasaría si esto sucede en España y detrás de los intereses por que este señor participe en el Máster Madrid, estuvieran Florentino, Piqué y similares? Pues les contesto yo. El gobierno Sánchez contemporizaría y lo llevaría al Parlamento, como las prórrogas del estado de excepción. Allí podríamos ver cómo ERC condicionaría su apoyo a que los dibujos animados de las plataformas digitales se doblen al catalán y se prohíba su emisión en Cataluña en otro idioma. El PNV lo fiaría todo a la recepción de más dinero para sus empresas autóctonas. Vox tal vez apoyara a cambio de que Yo-Covid compitiera envuelto en la bandera nacional española, preferiblemente la del pollo.

La señora Arrimadas saldría a la palestra compungida como de costumbre a hablar vagamente del sanchismo y la falta de rigor del gobierno. Y el fraCasado esperaría a la resolución final para decir: A, en caso de que YoCovid fuera autorizado a competir, que estábamos ante una nueva muestra del contubernio de Sánchez con los gobiernos filocomunistas postsoviéticos, y B, en caso contrario, que podíamos ver una nueva prueba del autoritarismo comunista de Sánchez en una medida contraria a la libertad-libertad-libertad que promueve su partido. En ambos casos exigiría la inmediata dimisión del Gobierno en pleno.

Si volvemos a la realidad y nos dejamos de cometas que viene directos a la Tierra, yo creo que sólo hay una cosa segura para este año: que el Gobierno Sánchez va a seguir. Los socios de Podemos y los nacionalistas nunca se van a ver en una situación mejor y ya tendrán cuidado de apretar pero no ahogar, para no hacerse el harakiri. Y los ministros resistirán sus problemas internos, entre otras cosas porque ahora está la dialogante Yolanda y no el broncas Iglesias. La legislatura se completará porque además este gobierno no es de gente fiestera y no les van a pillar en un renuncio como el de Boris Johnson, a quien le va a costar recuperar la credibilidad después de haberse demostrado que organizó un botellón de 40 personas (la mitad de las que invitó) en los jardines del 10 de Downing Street en pleno confinamiento estricto. En el puritano y protestante mundo anglosajón eso es un fallo de libro; en España, a lo mejor hasta aumentaban las cifras de popularidad de quien organizara una juerga como esa.

Todas estas cosas están en el horizonte de 2022. Por lo que a mí respecta, aguardo con ilusión que me ingresen la llamada paguilla, para compensar la subida de precios del año pasado. Será una miseria, supongo, pero a mí me hace gracia y me jode enterarme de que ya no va a pagarse nunca más porque han cambiado el sistema de corrección de las pensiones para el año que entra. Yo preferiría que lo siguieran ajustando mal y luego me dieran una paguilla, mira que me jode haber pillado sólo una en mi vida. Y en cuanto a la avalancha Covid-Ómicron, ya saben que mi primera preocupación es obviamente no contagiarme si es posible y la segunda que pueda mantener mi viaje a París a ver a Samantha Fish en el Bataclan. Por hache o por be, el caso es que ya llevaba dos posts seguidos sin hablar de Sam, no sé cómo no me han avisados ustedes, oyes. 

Sigo con inquietud las noticias de la gira de Sam, que ya ha pospuesto un par de conciertos que tenía programados para enero en su tierra y ahora serán en abril. Está por ver si mantiene su gira europea. Esta gira está prevista que se inicie en el Reino Unido, el día 30 de este mes, precisamente el día de su 33 cumpleaños. Sus conciertos en el Reino Unido están programados hasta el 8 de febrero, día en que saltará al continente para tocar el 10 en Paris. Mi plan es ir a ese concierto con mis hijos y sus parejas, ya tengo entradas para todos y espero poder cumplir mi sueño. Si se suspende, lo normal es que no nos devuelvan el dinero, sino que la entrada se guarde hasta la próxima visita de nuestra diva. Por esa circunstancia todavía no me he sacado el billete de avión. Samantha está en plena forma como artista y como mujer, como pueden ver en esta imagen reciente.

Pero ya saben que la Sam que a mí me alucina y me tiene fascinado es la de su primera época, cuando era casi una adolescente larguirucha, pero ya mostraba el talento, la energía, la determinación, la personalidad que le ha servido para llegar a su posición actual en el mundo de la música. Y hoy les traigo un vídeo muy antiguo que he logrado encontrar, concretamente de octubre de 2010. Con veinte años, Samantha todavía no tiene su guitarra personalizada del pescadito, ni ha recibido el premio a la mejor artista revelación del blues, ni conoce a los miembros del que será su primer gran grupo, el bajo Chris Alexander y el batería Go Go Ray. Aquí la podemos ver con la formación con la que tocaba por los bares de Kansas City y con la que grabó de manera casi artesanal su primer disco Live Bait. Un disco que no quiere reeditar porque dice que es muy malo. En 2010, Sam ya era un portento y pueden comprobarlo aquí abajo. El lugar del concierto es el Rosa's Lounge de Chicago. Pónganse la pantalla grande y disfrútenlo. Y sigan siendo buenos.

viernes, 7 de enero de 2022

1.113. ¿Por qué estar apenado?

Ya saben que tengo unos cuantos seguidores que jamás escriben un comentario y que, por el contrario, me cuentan luego por teléfono lo que opinan de mi último post. Uno de ellos, un tanto puntilloso por cierto, se mostraba sorprendido de que titulara el post anterior hablando del salsón, cuando lo que Celia Cruz dice en realidad es sazón. Vaya, aquí hay que explicarlo todo, me encanta que me proporcionen gratis semejante control de calidad. Lo cierto es que, como les conté, la mañana del día 4 estaba yo con mis hijos preparándonos para salir al aeropuerto, donde debían tomar un vuelo a París a las 14.35. En eso, observé a Lucas un poco mustio y tristón, porque no le gustan nada las despedidas y nunca se quiere ir de donde quiera que esté, siempre querría quedarse un tiempo más.

Para animarle busqué en Youtube el tema de Celia Cruz y me puse a cantar y bailar delante de él con el ordenador en alto y el tema a todo volumen. Entonces, salió Kike de la ducha y, así en bolas como estaba, se sumó a mi baile e improvisamos una coreografía semiobscena, con el nabo balanceándose a buen ritmo. Conseguimos arrancar las carcajadas del doliente. Y ahí observé que Kike cantaba diciendo yo le pongo salsón-son-son, le pongo salsón. Me pareció genial (además de genital), porque creo que Celia lo pronuncia más o menos así, y además no cabe duda de que el tema tiene mucho salsón. De ahí la transcripción al blog que tanto ha extrañado a algunos. También la gente se pregunta cómo es que estoy tan contento en estos tiempos que corren, bajo la amenaza del Covid y las diversas crisis existenciales que nos acechan.

Veamos. ¿Tendría algún motivo para estar apenado? Yo veo que estamos a 7 de enero y todavía no nos ha pasado nada malo. El año pasado por estas fechas ya habían asaltado el Capitolio y nos había caído encima la Filomena. O sea, que vamos mejorando. Así que cero quejas. Mi consejo es que sigan la máxima de James Dean: vive cada día como si fuera el último de tu vida, sueña como si fueras a ser eterno. Lo que pasa es que a los pesimistas y cenizos esta máxima no les vale. Porque si piensan que hoy es el último día de su vida, les entra una congoja invencible. En fin, que cada uno haga lo que le pete, yo soy una persona que, en general, anima bastante al personal, pero siempre que tengan un mínimo punto de apoyo inicial para poderse alegrar. El que está jodido, ya le puede uno decir misa, que seguirá jodido.

El bicho del Covid no hace distinciones: te pilla igual si estás contento, como si estás triste. Así que los preocupones no tienen una mayor protección antivirus, por mucho que se encierren en su casa. Yo, la verdad, no entiendo cómo es que todavía no me he contagiado, porque sigo haciendo mi vida, con las precauciones lógicas, pero por ejemplo no he dejado de entrar en bares cerrados (no demasiado llenos). Ahora Pedro Sánchez y su gobierno han decidido que hay que llevar la mascarilla otra vez por la calle. Así que tiene uno que ir asfixiándose y con las gafas empañadas, por las aceras en donde no hay virus, y luego al entrar al bar (donde sí puede haber virus) te la quitas para tomarte la cerveza. Es lógica de Groucho Marx.

A pesar de todo ello, las cifras de contagios en España siguen disparadas en una línea exponencial, aunque parece que ya han empezado a bajar en Sudáfrica, y también en Rusia, Alemania, Bélgica, Holanda. Pero suben igualmente a lo bestia en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Suiza, Dinamarca. La gravedad de la enfermedad es mínima, como les mostraba el gráfico de mi último post, pero yo estoy deseando que llegue ya el maldito pico. Otra cosa es que, según mis noticias, más o menos la mitad de los que tienen que ingresar en el hospital son gente que no se había vacunado, y la otra mitad, personas con dos o tres dosis, pero que previamente tenían alguna patología seria. Y esto nos lleva de nuevo al tema de los antivacunas. Ya le dediqué un post específico a este asunto, y me faltó cagarme en sus padres y antecesores respectivos. Es que, parafraseando a Fernando Aramburu, hace falta ser tarugo para ser antivacunas. Hace tiempo que les insulté a conciencia en un post que pueden buscar si lo quieren repasar. Y ahora está pasando lo que yo anticipé que iba a suceder. Que estos señores se van a convertir en unos apestados sociales. Unos parias. Por cabezotas.

En Italia se ha ordenado ya la vacunación obligatoria a los mayores de 60. Quien incumpla esta orden podrá ser instado o forzado a recluirse en su casa y, además, para qué va a salir si no va a poder trabajar, ni entrar en un bar, un cine, un museo, un teatro o una biblioteca. En España ya llegará, pero es que en un futuro próximo las personas normales exigiremos para entrar en la oficina y en esos otros lugares, que se pida el certificado de estar vacunado. Yo no pienso entrar en un bar en el que vea que no se pide el certificado con seriedad. En Italia se han adelantado, pero los demás países acabarán haciendo lo mismo. En Francia ya funcionaba más o menos así, durante los diez días de noviembre en que estuve por allí. En Gran Bretaña, el payaso Boris Johnson ya no sabe qué hacer y se ha ido a una cola de vacunación a animar a los ciudadanos. ¡Venga, ahí, con dos cojones! Abajo tienen la imagen.



Por cierto, ya que hablamos de Francia, el presidente Macron ha causado un cierto revuelo, cuando ha dicho que una parte de su programa electoral está dirigida a joder a los antivacunas. Seguro que lo han leído, pero: ¿se han preocupado de conocer, cómo ha sido la frase exactamente en francés? Yo sí, porque ya saben cómo me gusta el juego de los idiomas. Preguntado en una entrevista televisiva sobre sus programas de cara a las elecciones de abril, soltó literalmente lo siguiente: Eh bien là, les non-vaccinés, j’ai envie de les emmerder. Donc on va continuer de le faire, jusq’au bout, c’est ça la stratégie. A los antivacunas, tengo ganas de joderlos; y en consecuencia vamos a seguir haciéndolo, esa es la estrategia. Pues lo han puesto verde. En realidad, estos sectores antivacunas son primos hermanos de los terraplanistas, conspiranoicos diversos, negacionistas, mosqueones permanentes, testígulos de Jehova y similares. Es decir, son parte de un fenómeno de mayor dimensión. Yo ya dije mi opinión al respecto. Creo que, en primer lugar, los medios técnicos sobre los que se sustentan las redes sociales, los tiene todo el mundo y están a disposición de gente muy inculta, poco preparada y rara.

Ya sé que hay lectores que se molestan cuando pongo verdes a los garrulos de Arkansas, la campiña inglesa, el Ampurdán y Villarejo de Salvanés, entre otros enclaves rurales. Pero yo tengo muy clara esta primera caracterización. Ahora bien, aquí hay más cosas. Porque uno entra a leer los comentarios que hace el personal a cualquier noticia o tweet, y es para tirarse al suelo a llorar. Detrás de eso hay algo más que incultura, burrez y disponer de unos aparatos que en ciertas manos son armas de destrucción mental masiva. Detrás de eso hay otros componentes clave: el rencor y la cobardía. Y el desocupo. Esa gente dice las mayores barbaridades amparada en el anonimato. Y está bien claro que no están trabajando ni haciendo nada de provecho, cuando se dedican a hacer esos comentarios (zascas, los llaman algunos). O sea: son gente desocupada o vaga y además rencorosa y cobarde.

El problema es que estas redes las manejan unos algoritmos que retroalimentan ese rencor y esa mala educación. Igual que a mí me estuvieron mandando información de vuelos y hoteles a Chicago durante más de un año desde que me saqué un billete de avión a ese destino, al que le pillan el punto facha, conspiranoico, Quanon o similar, ya le entran toda clase de mensajes a favor de viento. Yo acababa con el asunto en cinco minutos. Simplemente, con una Ley que obligara a que cualquiera que haga un comentario en cualquier medio de difusión esté obligado a identificarse con nombre completo, DNI y foto de carné. En un santiamén se acababan los comentarios paranoides, bordes, machistas, groseros y maleducados. Tal vez algo similar llegue algún día y lo veamos. A medidas de este tipo se oponen rotundamente los partidarios de la libertad-libertad-libertad, que piensan qua cada cual es libre de pensar lo que quiera. Vale, que cada uno piense lo que quiera, pero que no lo diga y que no comente en redes amparándose en el anonimato.

Es este un tema que a mí me parece grave y que es una característica de este tiempo ultimísimo. Hace apenas veinte años no había móviles y ese personal frustrado y rencoroso no se manifestaba más allá de las barras de los bares, en reuniones sin mujeres y cuando se cargaban bien de alcohol y se desinhibían. Ahora, aquellos cuñaos, han generado estos haters.  Y este fenómeno tan extendido, explica que hace un año los trumpistas asaltaran el Capitolio. Y que, a día de hoy, uno de cada tres norteamericanos esté convencido de que Biden hizo trampas para ganar. En ese contexto, no es de extrañar que haya antivacunas. Como ya les dije, estos sujetos entran cada día en el ordenador, abren su páginas habituales que retroalimentan su mal rollo y admiten todas sus cookies sin leer la letra pequeña. Es decir, permiten que se fisguen todas sus intimidades. Pero luego se sienten muy machotes proclamando que no se vacunan, porque están convencidos de que la vacuna contiene un chip con el que Bill Gates les va a vigilar y tener controlados. De nuevo: hace falta ser tarugos.

Y este fenómeno de los antivacunas, que es parte de ese otro fenómeno más amplio de los que se creen cualquier milonga que circule por sus redes expurgadas por los algoritmos, es el que ha generado el asunto de Novak Djokovic, del que hablan todas las portadas de la prensa. Por si no están enterados, este señor, número uno de la lista mundial del tenis en estos momentos, parece que es antivacunas. Parece, porque no lo dice con claridad. Lo que dice es que no tiene por qué revelar si se ha vacunado o no, que esa revelación afecta a su intimidad y a su libertad-libertad-libertad. Qué listo el tipo, oyes. Por si ustedes no lo saben, en el denostado ciclismo profesional, la negación a someterse a un control antidoping tiene los mismos efectos que un resultado positivo: suspensión por dos años. Pero Djokovic abusa de una posición de dominio: si le exigen estar vacunado, no irá al Open de Australia, del que es la máxima atracción.

Entonces, los organizadores del torneo le prometen que se le aplicará una exención de la obligación de estar vacunado. En Australia, como en todos los países, se contemplan esas exenciones para casos de patologías que puedan verse agravadas por la vacuna, constancia de alergias o efectos secundarios graves, o contraindicaciones por aspectos psiquiátricos sólidos. Ninguna de estas condiciones cumple Djokovic. Pero el tipo voló a Australia y en el aeropuerto le dijeron que, o estaba vacunado, o no entraba. Que los del torneo le habían prometido algo ilegal por su cuenta y riesgo. Y se montó el belén. Un pequeño inciso: ¿se imaginan que sucediera algo así aquí? Que Florentino o Piqué le prometieran a este sujeto que podría entrar sin vacunarse. ¿Cómo creen que actuaría nuestro gobierno? El caso es que los abogados del tenista están peleando como gatos panza arriba para que no sea deportado y han logrado que se le pague un hotel hasta el lunes, en espera de la decisión definitiva. Un hotel que ¡¡HORROR!! no es de cinco estrellas como los que suele utilizar este señor.

Las reacciones de los partidarios de la libertad-libertad-libertad no se han hecho esperar. A las puertas del hotel, se han congregado multitudes pidiendo su liberación, contra las que ha tenido que cargar la policía. Y el gobierno serbio habla de secuestro y pide que lo suelten inmediatamente (las autoridades australianas dicen que no está detenido y puede volverse por donde vino cuando quiera). Y lo más grande: el padre del tenista, que ha salido a decir que su hijo es el nuevo Espartaco, que está luchando contra el colonialismo, la opresión y la hipocresía, como Jesucristo. Y que, como no lo suelten, será el momento de salir a reclamar su libertad a la calle. Le ha faltado añadir: sujétame el cubata, que esto lo arreglamos en Serbia en un periquete, a nuestra manera, si hace falta matamos unos cuantos croatas y santas pascuas. Si no se creen lo que les cuento, pueden ver una información pinchando AQUÍ. La prensa australiana ha cargado con dureza contra este impresentable y aquí tienen la portada de un diario, que hace un juego de palabras: Novak, como no te vacunes, no hay tu tía.

Y los memes que han salido al respecto, son graciosísimos. Uno de ellos dice que tiene narices que el gran ídolo del tenis y estandarte de los antivacunas se llame precisamente No-vac Yo-Covid. Genial. Y este otro cuya imagen les pongo abajo. Por cierto, que extraordinaria película esa en la que se inspira, con un Tom Hanks espectacular haciendo de ruso.

El caso Djokovic es un indicativo de todo este fenómeno de la gente que se cree las milongas más absurdas, fiándose de la mierda que circula por las redes antes de lo que dice la prensa más o menos seria. En su último libro, que se llama Racionalidad y ya se puede comprar en España, el escritor y psicólogo cognitivo Steven Pinker analiza este fenómeno y lo atribuye a la diferencia entre la inteligencia racional y la inteligencia emocional. Es una tesis muy interesante en mi opinión: cosas como el Brexit, el independentismo catalán o la victoria de Trump, no se pueden explicar más que en base a esa inteligencia emocional. Y eso es lo que hace que la gente se crea cosas tan peregrinas como que el mundo está en manos de una red de pedófilos dirigida por Hillary Clinton desde una pizzería de Washington. No me lo estoy inventando, un tipo con un rifle se personó en la pizzería de marras y amenazó al personal, hasta comprobar que en la trastera no había más que pizzaiolos y camareros.

El asalto al Capitolio se explica por los mismos motivos, lo mismo que las manifestaciones de los antivacunas. Y Pinker aporta una explicación cuando menos curiosa: tanto los antivacunas como los provacunas nos movemos por argumentos emocionales; nos posicionamos por miedo a un agente nuevo que nos tiene aterrorizados. Unos manifestamos ese terror poniéndonos todas las vacunas que nos digan y otros cayendo en la paranoia antivacunas. No estoy muy de acuerdo, yo pienso que los provacunas nos guiamos por criterios racionales y por eso creemos en la ciencia. En cualquier caso, es este otro motivo de polarización en el mundo actual. Y ya saben que yo estoy claramente situado en uno de los lados. Así que me parecen muy bien la medida adoptada en Italia, la declaración de Macron, la postura del estado australiano en el caso Djokovic y hasta la payasada de Boris Johnson.

Y, volviendo al principio, las noticias que tenemos en portada este año no son nada comparado con las del año pasado (salvando las revueltas en Kazajistán, de las que ya les hablo otro día). Así que, sin Filomenas ni asaltos al Capitolio, no veo motivos para estar triste. Mi mayor inquietud ahora mismo es que alcancemos el pico de la sexta ola con tiempo suficiente para que Samantha Fish pueda hacer su gira europea y yo pueda viajar a París a verla. Alguna preocupación tiene uno que tener. Pero por lo demás: ¿por qué estar apenado? Sean buenos.