A las puertas del pico de la ola de calor que nos va a joder el fin de semana, me dispongo a pasar el tiempo debidamente refrescado con mi aire acondicionado, a ver si el lunes empieza a aflojar como dicen. No me puedo quejar: tengo libros para leer, una guitarra para practicar y algunos encargos pendientes de curre para entretenerme. Y varias botellas de agua fresca en la nevera para beber a ratitos. Y una red de contactos para telefonear y cotillear temas de los que están en candelero, o en el candelabro, como dijo alguna inculta que he olvidado, ignorando que estaba pronunciando una frase para la Historia.
Lo cierto es que ayer tuve un día bastante intenso, como les cuento brevemente. Me despertó a las 5 de la mañana mi hijo Kike que estaba haciendo su equipaje para un vuelo a Roma que salía tempranito. No me estropeó mucho el programa, porque yo tenía puesto el despertador a las 6, para salir a las 6.40 caminando por un centro desierto en mitad de la noche para dar a las 7 una clase de yoga, que adelantaba el horario habitual para que Elena, nuestra profesora, se fuera a media mañana de vacaciones. En estas clases de yoga suelo ser el único varón, y todas las demás alumnas (y hasta la profesora) se me ponen unos modelitos de lo más ajustado, mínimo y sexi que se puedan ustedes imaginar.
A la salida, desayuné un café con leche con churros en una terraza de Tirso de Molina, antes de incorporarme a la clase de inglés de las 9.30. Y luego a las 11 tenía una cita con una amiga para ver juntos la exposición que hay ahora en el Museo del ICO, que es muy interesante, con fotos de las ciudades y los ambientes de diversos lugares españoles a comienzos de los 80, luego en 1992 ante los grandes eventos de ese año, y por último en la década del 2000, lo que permite ver cómo ha evolucionado nuestra sociedad y nuestros barrios. Culminamos la cita en una terraza de la Plaza de Santa Ana ante unas cervezas bien tiradas. Y, por la noche, quedé con otra amiga distinta a tomarme unas gambas a la plancha y alguna cosa más. Ofrecí llevarla a su casa porque era tarde, pero resultó que le había dejado las llaves a su hermana pequeña y que la susodicha había salido luego de marcha.
Logramos que la hermana nos enviara su geolocalización y fuimos a buscarla a un garito de Entrevías, para lo que nos equivocamos varias veces por esos nudos periféricos de Dios. Ya con las llaves tuvimos que hacer otra gymkana en mitad de la noche, que incluyó el vernos abocados por dos veces ante un gran pórtico de una autovía de peaje, y tener que girar en redondo para salir pitando, ante la mirada impertérrita de los ocupantes de un coche de vigilancia privada de la propia autovía, que debían de estar hasta los huevos de ver esa escena repetida noche tras noche, porque las indicaciones están regular. Estas cosas son divertidas siempre que no te des un golpe y tu acompañante esté contenta y tenga risa floja. Después de dejarla en su casa más allá de la M-40 tuve que regresar a casa y acabé apagando la luz cerca de las dos de la madrugada.
En realidad, yo pretendía celebrar ayer como corresponde el Día Internacional del Orgasmo Femenino, y vive Dios que lo intenté durante todo el día, pero no se me dio. No sé si lo he comentado ya en el blog, pero para estos negocios tengo un hándicap básico a mis 70 años, consistente en que las mujeres que me entran al trapo y, digamos, me hacen ojitos, me parecen todas unos carcamales y no me resultan nada atractivas, mientras que las que me gustan de verdad pasan por mi vida cotidianamente como si no existiera. Pero yo no pierdo la esperanza de encontrar alguna que se encuentre precisamente en la intersección de ambos conjuntos, hablando en términos algebraicos.
Esta mañana he empezado fuerte también, con una carrera tempranera por el Retiro (más tarde sería una locura intentarlo con este calor) seguida de una clase extra de inglés, para compensar las que nos perderemos en la semana próxima, en la que mis dos compañeros alumnos han dicho que se van de vacaciones. Luego he descansado un buen rato leyendo y dormitando por momentos, hasta ponerme a escribirles a ustedes. La verdad es que hay un tema del que hace días quiero dar mi opinión, porque está de plena actualidad. Me refiero a todo ese movimiento de protesta de la gente que no se quiere vacunar. Ya sé que estos sujetos tienen la idea de que se está coartando su libertad y así lo expresan en sus pancartas. Veamos unas cuantas imágenes, de España, Francia (2), Italia y Alemania.
Si yo fuera políticamente correcto, ahora me tocaría decir eso de que yo respeto la libertad de expresión y que cualquiera tiene derecho a opinar lo que quiera y defenderlo siempre que no sea de forma violenta, etcétera. Como no lo soy (políticamente correcto) empiezo por dejar bien claro que la gente que integra este tipo de movimientos, no tienen para nada mi respeto. Es más, es que me cago en su padre. ¿Lo he dicho bien claro? Por si acaso, añadiré lo que dicen en mi tierra: y más en su madre. Es que dentro de un tiempo, espero que poco, cuando se alcance un cierto nivel de inmunidad de grupo, yo no voy a entrar en bares, teatros, cines, conciertos o medios de transporte en los que no se exija la presentación del código QR que acredita que quien entra está debidamente vacunado.
Queda dicho bien clarito, negro sobre blanco, y siendo consciente de que me he encontrado ese tipo de opiniones en personas muy próximas, incluso en el entorno familiar, lo que hace probable que incluso algún lector del blog ande por esos vericuetos mentales o ideológicos. Lo siento por él/ella, pero yo tengo claro lo que pienso al respecto y creo que mi deber con este blog es decir lo que pienso sin medias tintas. Han visto las fotos. En todas partes piden libertad en los diferentes idiomas. Supongo que les suena: libertad-libertad-libertad, que gritaban los fachas en Núñez de Balboa, incluso uno con palo de golf en alto. Y la señora Ayuso proclamando que eso no iba a ser nada comparado con lo que ella podía organizar si Sánchez persistía en tenernos encerrados para poder organizarnos luego como nuevo estado comunista.
Sin embargo, las filas de los negacionistas del covid no se nutren sólo de la extrema derecha. También de la extrema izquierda y de gente neutra políticamente. Es un fenómeno más amplio. En Francia ya hubo un movimiento parecido con los famosos chalecos amarillos, antecedente de los actuales antivacunas. Yo tiendo a ligar esta forma de pensar con los terraplanistas y similares. Esa gente que está convencida de que el hombre no llegó a la luna, que todo fue un montaje cinematográfico que se rodó en unos estudios de Hollywood. O esos que creen firmemente que los americanos se derribaron las Torres Gemelas ellos mismos. Hay una tipología de gentes proclives a creerse cosas de este tipo. Se trata de gente, en general, con complejos, más o menos explícitos, que encuentran una teoría que les hace aparecer como más listos que los demás, cuando suelen serlo menos.
Es un síndrome de tipo paranoide, basado en una desconfianza básica sobre el discurso oficial y unas tragaderas mucho más amplias sobre lo que viene por vías informales o alternativas. Suele salir a la palestra también el famoso cuñao, que sabe más de lo que se dice oficialmente. Por ejemplo. Ahora es muy frecuente una idea entre nosotros: no nos están contando todo lo que está pasando; hay mucho más. Me lo ha dicho a mí un cuñao que es amigo del jefe de nosequé del Clínico. ¿Y por qué nos ocultan información? Ahí la explicación varía: por no asustarnos, para jodernos, para facilitar la implantación de un estado social-comunista, para ponernos a todos un chip y tenernos más controlados. La gente que se cree esto, suelen tener un conocimiento bastante somero de las ciencias y los detalles de su avance en el último siglo. Eso les lleva a desconfiar del discurso oficial. Joder, si se esforzaran un poco en conocer cómo funciona el tema del ARN mensajero, tal vez confiarían un poco más.
Después hay un componente sectario que no todo el mundo tenemos. Esta gente a menudo está muy sola y se siente arropada integrándose en una comunidad de creyentes. Así han funcionado siempre las religiones. A mí discúlpenme, pero todas las formas de pensamiento mágico me resbalan ampliamente. Si con quince años descubrí que eso del infierno en el que te achicharrabas eternamente era un camelo, el día que me hice una pequeña quemadura en un segundo, en la cocina de mi madre, no veo por qué habría de creerme otras leyendas de ese calibre. La religión, para mí, forma parte del universo de las supersticiones, sólo que se convierte en iglesia cuando se dota de una liturgia y unas normas de conducta que suelen ser útiles para las sociedades en determinados períodos de su desarrollo.
La religión proveyó a las gentes de explicaciones sobre fenómenos que la ciencia aún no había descifrado. Por ejemplo: caía un rayo y mataba a un paisano. Eso había sido porque había pecado y el vecino de al lado había sido piadoso y por eso se salvaba. A medida que se va descubriendo el origen de los diferentes aspectos de nuestra vida, las explicaciones de tipo mágico se van quedando obsoletas. Más cosas. Cuando yo participé en un estudio sobre un barrio de chabolas en Colombo (Sri Lanka), constaté que la gente tiraba las basuras a un viejo canal construido por los ingleses. Esas basuras con sus bolsas de plástico generaban charcos fétidos en los que se criaba el mosquito que luego les transmitía la malaria. Pero ellos desconocían esa concatenación de hechos. Ellos tiraban la basura donde podían, como llevaban siglos haciendo, y, si luego se ponían enfermos, era porque Dios lo había dispuesto así, o porque se habían portado mal. Ya saben eso de que Dios hace cosas que no entendemos, pero hay que aceptarlas.
Es cierto que la ciencia tiene muchísimas cosas que descifrar todavía, y que ciertas teorías cuánticas llevan a pensar en la existencia de una fuerza superior, llámese Dios o X, que está detrás de determinados fenómenos. Pero, en definitiva, en el momento presente hay determinadas teorías que sólo prenden en cierto tipo de personas, caracterizadas por un punto de incultura, un punto de desconfianza básica hacia los demás, un punto de soledad y un componente paranoide, centrado en que alguien quiere hacernos daño o jodernos. Ese contexto genera mundos como el de la Cienciología, los Adventistas del Séptimo Día, los evangelistas diversos o los que promueven la extinción de la raza humana, por lo que prescriben la esterilización obligatoria de todos sus adeptos.
Además de todas estas cosas que hemos ido diciendo, hay otro factor más: las redes sociales. Este tipo de personal, que suele estar muy solo y no tiene una base de conocimiento científico suficiente, son presa fácil de gente que distribuye mensajes tóxicos. Ya les conté que, entre la primera victoria de Obama y las elecciones de media legislatura, hubo gente que distribuía por las redes el mensaje de que Obama montaba orgías en la Casa Blanca, con su mujer, sus hijas y algunos amigos también negros, para las que se hacía traer algunos de los grandes monos de los zoológicos cercanos. Y había gente que se creía eso, hacía comentarios y subía megustas. Y algo quizás tuvo que ver esta campaña con que este señor perdiera el Congreso para los seis años siguientes. Qué se puede decir de esto. Pues que hay un personal muy inculto y muy poco preparado, que por cuatro duros se hace con un Ipad o un Smartphone, que es una bomba en sus manos. Si se pueden creer que la Tierra es plana, cómo confiar en las nuevas vacunas. Y qué hacer. No les vas a prohibir que tengan Iphones, criaturas. Pero algo habría que hacer para controlar ese flujo de información tóxica.
Y, por último, en paralelo a todo esto, existe una derivada más, que liga estos movimientos con la extrema derecha europea, esa que ha cultivado Steve Bannon por todos los países de la Unión. En Alemania, el partido AfD, Alternative for Deucthland, ha incorporado la lucha anti vacunas a su programa político. Vox no ha sido tan explícito, pero coquetea con ello, a pesar de que Ortega Smith contagió a medio aforo en aquel mitin en el que se le pudo ver tosiendo a diestro y siniestro. Para estos, el caso es dar por culo, pero con cuidado, porque se ha visto que España es uno de los países con menos antivacunas y no vaya a ser el demonio que por apoyar a los antivacunas pierdan votos.
Y que conste que yo tampoco estoy predispuesto a creerme absolutamente todo lo que se dice desde el discurso oficial. Por ejemplo, ¿se explican ustedes esto de la subida de la luz? Algo se está haciendo mal, digo yo. Será bueno que investiguemos en ese terreno. A mí me gustaría saber realmente qué está pasando, pero parece claro que, con el próximo recibo, nos van a crujir bien. De momento, un par de memes al respecto, de los que circulan por el Whatsapp.
Por no dejarles con estas imágenes tan desagradables, añadiría otra cosa, enlazando con el principio del post. Desde luego que yo soy partidario de la libertad, como concepto. Pero vivimos en una sociedad urbana, con unas normas. A nadie se le ocurre, por ejemplo, salir desnudo a la calle con este calor. O ponerse a cagar en medio de la calle. Y, si alguien le dice algo, empezar a gritar libertad-libertad-libertad. Yo no quiero que haya libertad de contagiar el virus. Los que gritan eso son herederos directos de los que tiraban las colillas al suelo o no recogían las cagadas de sus perros. Esas son también formas de libertad. En El País venía ayer un artículo sobre estas cosas. No es una maravilla, pero le pueden echar un vistazo, pinchando AQUÍ. Vamos, sólo si quieren: libertad-libertad-libertad de consultarlo.
Una reflexión final: la gente está muy mal. Quiero decir, de la cabeza. Alguien que duda de vacunarse es que no está muy bien. Los motivos son diversos. Algunos están simplemente acojonados con el tema de la pandemia. Otros sólo buscan llamar la atención. Otros encontrar un grupo en el que protegerse y arroparse. Es un verdadero síndrome. Ahora sí les voy a dejar, con una muestra de lo mal que está alguna gente. Es una resolución del Ministerio del Interior, publicada en el BOE hace tres días. Les juro que no es un montaje, pueden comprobarlo entrando en la página del BOE. Pasen un buen finde. Esta mañana, en el grupo de inglés, la despedida ha sido stay cool. Pues eso, manténganse frescos como puedan y beban mucha agua. Esto no ha hecho más que empezar.
La individua que dijo aquello del candelabro se llama Sofía Mazagatos. Fue Miss España, creo. Incluso Miss Europa. Tal vez Miss Mundo. Pero Miss era por un tubo.
ResponderEliminarAh! Y tal vez Sofía Mazagatos perteneciera a la Asociación de Abducidos por los Alienígenas. Le cabe, creo.
ResponderEliminarAbducida por alienígenas o por la tontuna suprema. Pero lo del candelabro quedó para la posteridad.
EliminarLe veo a usted muy indignado con el colectivo "anti-vacunas". Quiero precisarle algunas cosas:
ResponderEliminar1º/ Yo me vacuné en cuanto pude.
2º/ El estar vacunado no impide contagiarse ni contagiar a otros el virus. Solamente baja la gravedad y mortalidad del asunto. Es más, a la larga todos pasaremos por el virus.
3º No creo que sea muy legal obligar el certificado de vacunación para el acceso a lugares públicos. (Los privados tienen derecho de admisión).
Y ahora mi resumen. Puesto que la vacuna protege de la gravedad de la enfermedad pero no de su transmisión (eso dicen) pues que el que quiera palmarla en una UCI es muy libre de hacerlo, es más, si la terquedad es su lema pues que se joda simple y llanamente. Yo, por mi parte, estoy esperando que se ponga a disposición mi tercera dosis.
Ah!...Lo del hombre en la Luna fue un espectacular montaje del adorado Stanley Kubrick
Querido brother, más que indignado, beligerante. Se ha escrito por ahí que no es lo mismo vacunación obligatoria que vacunación forzosa. La primera podría llegar a generarle al recalcitrante diversos inconvenientes, como no poder entrar a ciertos locales, tener problemas en el trabajo o hasta llevarse algún tipo de multa. La segunda supondría que te pueden pillar por la calle, descubrir que no estás vacunado y llevarte de la oreja a un punto de vacunación para ponértela por la fuerza. Obviamente yo no apoyo esta segunda.
EliminarDicho esto, entro en sus puntos. Del primero, le diré que no me sorprende y no esperaba menos de usted. Uno puede tener cualquier opinión sobre temas generales, pero llevar esa opinión hasta el extremo de hacerse uno mismo daño, eso es fanatismo, como el de los testígulos de Jehová. Este fanatismo cala en la gente inculta y yo le tengo a usted por persona culta, muy leída y con criterio.
El punto dos es correcto al cien por cien y no tengo nada que puntualizarle.
Lo de que sea o no legal es cuestión de las leyes, que muchas veces van por otro lado de la realidad. En Francia, ahora mismo, el que no tiene su carné de vacunación en regla es casi un paria, no le dejan pasar a ninguna parte. Y por aquí creo que antes o después llegaremos a lo mismo.
El que quiera palmarla, allá él, por supuesto, pero a la vez está ayudando a que se propague la epidemia y eso ya me jode más. ¿Usted llevaría a un imaginario hijo pequeño o nieto a una guardería donde no le constara que todos los profesores están vacunados? Yo no. Yo también estoy listo para ponerme la tercera dosis cuando me lo digan y me cuentan que a los médicos y enfermeros de los hospitales públicos se la van a empezar a poner en septiembre.
Lo de la Luna, creía yo que había sido cosa de Spielberg; estaba errado obviamente. Gracias por su comentario y cuídese mucho.