No hay que dramatizar, más bien quiero decir que estamos condenados a quedarnos en el sitio, como forma de defendernos del virus de los cojones. Para mí no es un gran problema, yo ya estaba prácticamente así y creo que es lo que toca, a ver si mejoramos un poco la curva de contagios. Por cierto, la Organización Mundial de la Salud ha declarado que no tiene ni puta idea de por qué esta segunda ola está pegando más fuerte en España que en los demás países. Hombre, yo creo que la calidad de nuestros políticos, de uno y otro signo, algo ha de tener que ver, pero es sólo una sensación. El resto de los países tampoco es que anden muy boyantes, quitando Nueva Zelanda y algunos otros lugares del mundo adelante. Pero vamos a lo nuestro.
Esta semana he roto mi ritmo de publicar un post cada tres días, porque no disponía del tiempo necesario para ello. Y esto por varias razones. El miércoles día 30 de septiembre fue mi primer día oficial de trabajo, después de un mes de vacaciones. Ya les he contado que, en mi dinámica diaria, no se distinguen apenas los días de trabajo y vacaciones; tampoco los de diario y los festivos. De hecho, durante las vacaciones participé en un par de reuniones con equipos finalistas de Reinventing, consulté mi correo cada día, asistí a los encuentros informativos de los jueves a primera hora y estuve todo el tiempo al tanto. Así que creía que mi reincorporación iba a ser tranquila, sin percibir ningún tipo de solución de continuidad.
No contaba con que formo parte de un equipo. Y que los demás me estaban esperando para endosarme una serie de tareas, que no me habían pasado antes por respetar mis vacaciones. Algunas de ellas ya iban retrasadas respecto a los plazos previstos. Así que tuve que ponerme a ello en serio. En segundo lugar, he tenido el Curso Intensivo de Iniciación a la Novela, que terminé anoche y que es un tema bastante absorbente, porque es un curso teórico-práctico, en el que se requiere participación e implicación, te ponen deberes que tienes que llevar hechos cada noche y no son tareas rutinarias sino que suponen un esfuerzo intelectual bastante agotador. He salido del curso con un proyecto de novela bastante avanzado, que no creo que pueda desarrollar hasta que me jubile, si bien puede que empiece a trabajarlo en los ratos libres. De esto no les puedo contar nada, obviamente, que, si se lo saben, ya no irán a comprar mi libro en el caso de que un día saliera a la luz.
Para colmo, en una demostración palpable del Principio de Peter, el jueves me levanté y comprobé que me había quedado sin Internet. Llamé al servicio técnico de Orange, intentamos varias maniobras, ninguna funcionó y me dijeron que tardarían entre 24 y 72 horas en resolver el problema. Era una chica sudamericana muy simpática. Empezó a explicarme cómo poner mi móvil como antena WiFi de forma provisional, pero la corté, porque ya sé cómo se hace. Con eso me la gané. Le dije que me preocupaba gastar muchos datos y consultó mi contrato. Tengo un límite de 50 gigas y me aseguró que, por si se me acababan, inmediatamente me asignaba un bono gratuito por otras 35, con lo cual creía ella que tendría de sobra. Al final le pedí permiso para adivinar su nacionalidad. Dijo que adelante y, sin dudarlo, proclamé: Colombia. Celebró con muchas risas mi acierto y añadió que ella estaba tratando de que no se notara su acento, pero era evidente que sin mucho éxito.
En fin, que me entraron ganas de que se me estropeara el router de vez en cuando para ver si me atendía la misma chica (Milena, me dijo que se llamaba). Esta mañana me ha entrado un sms indicándome que ya me lo habían arreglado. Era cierto. He cerrado mi sesión de móvil como antena y he comprobado el uso de datos: ando en torno a 7 gigas consumidas. No está mal, teniendo en cuenta que la cosa incluyó dos sesiones en Zoom de tres horas para la clase literaria, dos mañanas de conexión al trabajo y algunas otras actividades. Todo esto muestra la fragilidad de nuestras conexiones a la red, de la que somos tan dependientes. Yo me paso todo el día Samanthing, como definió con precisión mi hijo Kike, tengo un Spotify Premium para escuchar música de fondo cuando quiero y veo muchos vídeos de Youtube, además de consultar de vez en cuando las noticias.
Eso me ha permitido seguir puntualmente el combate entre Young Sánchez y Lollipop Ayuso, que ha acabado con victoria del primero, como no podía ser de otra manera. La salud de los ciudadanos parece ser un mero pretexto para la gresca y la pendencia de nuestros políticos. Dentro de la incuria moral y mental de nuestra clase política, Lollipop parece ir unos grados más adelante. Yo creo que es un claro ejemplo de mujer-florero de esas que el PP promociona para no parecer tan jodidamente misógino, basándose sobre todo en lo guapas que son, una saga inaugurada hace años por Isabel Tocino. ¿Cómo? ¿Que si Lollipop me parece guapa? Pues hombre, yo creo que, de frente es muy guapa. De perfil ya no tanto, a mí me recuerda a las caras que sobresalían del muro en las casas modernistas coruñesas de mi infancia.
Y lo que decididamente no me enamora demasiado es su tipo, a menudo disimulado por amplios vestidos blancos o floreados. Los franceses tienen una expresión deliciosa para designar este tipo de figuras: une femme aux cuisses hospitalaires. Una mujer de caderas acogedoras. Su nivel mental ya lo ha dejado claro en muchas de sus declaraciones públicas, podríamos empezar a elaborar un diccionario con ellas. Pero lo extraño es ese empecinamiento, esa contumacia, ese carácter terco, que parece llevarla a veces al borde de la locura, algo que yo creo que le pone al fraCasado (y al del Bigote). No me dirán que la mirada que aparece en esta imagen que tienen a la izquierda, no parece contener unos gramos de locura.
Pero la noticia bomba de esta semana es lo de que Trump se ha contagiado del SARS-CoV-2. No es muy de mi estilo alegrarme de la desgracia de nadie, y menos si implica algo tan serio como el Covid-19, pero no me negarán que hay algo de justicia poética en este asunto. Y luego está el hecho de que le ha contagiado una asesora personal que se llama Hope Hicks y que tiene el aspecto que pueden ver abajo. Una imagen vale más que mil palabras y todos ustedes están pensando lo mismo que yo. A Trump no le gustan precisamente les femmes aux cuisses hospitalaires.
Las implicaciones del contagio del presidente son imposibles de prever. ¿Habrá que suspender los debates? Por cierto, Trump se pasó todo el primer debate gritándole a Biden, lo que es algo no muy recomendable a efectos de prevención de contagios. Biden ha sido muy hábil, deseándole un pronto restablecimiento, pero subrayando el hecho de que Trump ha andado por ahí sin mascarilla y metiéndose en actos electorales multitudinarios sin precaución alguna. En el debate, Trump bromeó: yo nunca he dicho no a la mascarilla, lo que pasa es que sólo me la pongo cuando afronto una situación de riesgo, no como el señor Biden, que no se la quita ni para acostarse en la cama. Un caso típico de alguacil alguacilado, como el de Boris Johnson. A los fanfarrones les pasan estas cosas. Yo le deseo también un rápido restablecimiento, si bien, me van a permitir que sugiera que, para el próximo debate y en aras de evitar la propagación del virus, al señor Trump lo lleven al set de televisión en jaula, como a King Kong.
Si Trump con lo protegido que debe de estar (en realidad es un cagón, como todos los fanfarrones) se ha contagiado, creo que nadie estamos ya a salvo, el virus campa por sus respetos y está por todas partes. Y esto es algo que incide en nuestra vida cotidiana de una forma tremenda. Por ejemplo, ¿recuerdan que mi curso de literatura era presencial? Pues el lunes por la mañana, Ronaldo nos mandó un correo urgente. Uno de los profesores de Billar de Letras se había puesto muy malito y estaban pendientes del resultado de la PCR, con lo cual el primer día sería por Zoom. El segundo y el tercer día, seguía sin saberse el resultado. El cuarto se confirmó el positivo, así que todo el curso ha sido telemático. También se nos dijo que a partir del lunes próximo hemos de acudir a la oficina de la Isla de Alcatraz dos días por semana. Yo voy a procurar no ir más que cuando me lo pida mi jefa por algún asunto concreto, además de los días que necesite para recoger mi despacho. El resto del tiempo que me queda, me parece absurdo arriesgarme a un contagio para contentar el ego de los de Asuntos Internos que, como siempre, se creen que lo que no queremos es trabajar.
Por lo demás el curso de novela fue fascinante, Ronaldo nos calificó enseguida como grupo intenso y al final nos confesó que se había divertido mucho a lo largo de las quince horas lectivas impartidas. A mí me fue muy bien. Encontré ahí todos los defectos de pardillo que habían convertido en fallida mi novela sobre Tijuana (y que me condujeron a abrir un blog, y a ustedes a disfrutarlo). Les pongo sólo un ejemplo. El tramo de clase destinado a aprender a sintetizar y resumir, venía encabezado por esta entradilla de Ronaldo: Del personaje Fulanito sabemos mucho, desde dónde y cómo nació, hasta el último de sus pelos. Y vamos a contarlo todo, para que el lector sepa que se trata de Fulanito y no de un perchero. ¿Realmente es necesario? A mí me hubiera venido muy bien dar este curso antes de ponerme a escribir una novela larga. Pero pensé que, si dominaba el relato corto, no tendría mayores problemas.
Así que esta semana he estado muy ocupado y prácticamente encerrado. Y, desde mi terraza, estoy percibiendo cómo el sol va cada día más bajo. He tenido tres días de curso on line con un tiempo veraniego y otros dos tormentosos y con chaparrones esporádicos. Los primeros los seguí desde la terraza, los últimos ya me tuve que refugiar dentro. ¿Cómo dicen? ¿Que si esto se debe al cambio climático? Nada de eso. En realidad, esto es un fenómeno que está descrito desde siempre en la sabiduría popular. Lo primero que hemos vivido es el Veranillo de San Miguel (que es el 27 de septiembre). Y que normalmente va seguido por el Cordonazo de San Francisco (cuya festividad se celebra mañana). Cuenta la leyenda que San Francisco era de natural tranquilo y pacífico, pero que el demonio se dedicaba a tocarle los cojones, a pulular a su alrededor como mosca borriquera, hasta que el hombre se hartaba, se quitaba el cordón y empezaba a dar cordonazos a ciegas, para espantar al diablo, origen de esas tormentas dispersas de esta época del año. En La Coruña anoche menudeaban los rayos y centellas.
En fin, que no les he puesto nada de música y yo creo que es una buena forma de cerrar. Ya les conté que Sheryl Crow había dado dos conciertos en su rancho de Nashville. Finalmente no pagué por verla en streaming. Y ahora ha colgado el concierto más electrificado, el primero, para que se pueda ver gratis en Youtube. Lo tienen abajo. Es un vídeo de hora y media, delicioso, para que ustedes se lo negocien como quieran. Pueden verlo a trozos. Pueden ver sólo el principio, para comprobar qué guapa está esta mujer con sus 58 tacos, qué bien toca y canta, qué contenta está y cómo saluda a la audiencia televisiva gritando: Hey gente, hemos sobrevivido por ahora. O pueden no abrirlo y pasar de todo. Son ustedes libres de hacer lo que les pete. Entre canción y canción, Sheryl habla del virus, de cómo ha tenido que ceder y permitir a sus hijos el uso del móvil y la X-box por el encierro y recomienda las medidas de distancia social que los cuatro músicos aplican a rajatabla. En un momento dado, pide una cerveza y dice: venga, tíos, no pasa nada, es viernes por la noche.
Si quieren una sugerencia, pueden ponerse en el minuto 30. A partir de ahí vienen tres canciones que me gustan mucho y que ella no suele tocar en sus conciertos. La primera, Run, baby, run, cuenta cómo su padre le dijo que corriera siempre que se viera acuciada por una situación difícil (Sheryl entrena todos los días y está en plena forma). La segunda se titula I can’t cry anymore, no puedo llorar ya más, un tema que le sirvió para dar por finalizada su relación con el ciclista tramposo Lance Armstrong. Su letra es bastante explícita: coge tu coche, vuélvete a Texas, lo siento, cariño, pero ya no me fío de ti, etc. La tercera se llama Home, hogar. y es una preciosidad. Las tres han sonado en el blog. Así que disfruten del finde. Hoy no les he hablado de Samantha Fish, pero no se confíen: como el bebé de mi historieta, sólo estoy descansando. Y pónganse la pantalla grande, que Sheryl se lo merece.
Hola Emilio:
ResponderEliminarNo quiero ser cascarrabias, que lo soy, y creo que no incumplo mi principio de: "Los halagos en público y las correcciones o reproches en privado" porque esto no es una corrección ni siquiera de una errata. Es una cosa intrascendente, aunque ya me está haciendo dudar de una convicción. Te cuento:
Estoy convencido de que "nadie" no concuerda con "estamos" tal como lo pones en el décimo parrafo de tu escrito de hoy. Pero mis convicciones gramaticales nunca están muy arraigadas, así que, por favor, sácame de dudas.
Es que últimamente ese tipo de lo que desde mi punto de vista son faltas de concordancia de número, se útiliza tanto que me está haciendo dudar. Y mi duda en mi "convicción" no viene de que Pablo Churches lo utilice habitualmente, pues nunca he pensado que con todo lo que dice tenga que estar de acuerdo (pobre de mí, estaría yo apañado, dado lo mucho en que él se equivoca) es que cada vez lo escucho y leo más.
Y respecto a lo de cascarrabias noto que sí, que cada vez lo soy más. Creo que es cosa de la edad. Me he hecho mucho más tolerante y al mismo tiempo mucho mas cascarrabias.
Un abrazo.
Paco, la norma gramatical establece que el pronombre indefinido "nadie" concuerda con el verbo en singular. Así que lo correcto sería "nadie está a salvo". Sin embargo, ya el latín recurre a la trampa estilística de la "concordancia ad sensum", concordancia de sentido, que se salta la estricta norma gramatical y permite utilizar el plural cuando el sujeto, gramaticalmente singular, tiene un cierto sentido de colectivo en la conciencia del hablante... En este caso, en el sujeto "nadie" se incluye el propio autor y así utiliza la primera persona del plural, como si hubiera dicho "nosotros". Resumiendo, que Emilio puede hacer lo que le dé la gana, que para eso es un escritor gallego, como Valle-Inclán.
EliminarBueno, si hay algo que me gusta es que mis seguidores se contesten entre ellos. De acuerdo con las normas del blog, voy a dejar la frase como está, y que conste tu corrección, Paco. No cabe duda de que es más correcto lo que tú dices, aunque a mí no me sonaba mal.
EliminarYo creo que siempre tuviste ese punto cascarrabias y que también has sido siempre alguien muy tolerante. A medida que nos vamos haciendo viejos, también vamos siendo más nosotros mismos.
África mil gracias por tu puntualización.
Lo del Cordonazo de San Francisco me ha dejado tocado. Puto demonio.
ResponderEliminarEl Cordonazo es cojonudo. Es algo que me hizo conocer mi padre.
EliminarPues a mí lo que me ha dejado patidifuso es la imagen de la ayudante de Trump. Supongo que ha comprobado usted que es auténtica. Es que parece sacada del anuncio de "busco a Jacques".
ResponderEliminarRealmente este señor es un estereotipo. Como el dueño de Play Boy.
Sí, de acuerdo totalmente. La imagen de la chica la he sacado nada menos que del ABC. Creo que es el único diario local que la ha publicado.
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