Como vieron en el post anterior,
a veces el componente emocional pasa a primer plano y sin que uno sepa por qué, de
pronto los sentimientos afloran y condicionan todos tus razonamientos. Se lo
creerán o no, pero aun ahora yo no puedo escuchar el vídeo de Melissa Etheridge
y Bruce Springsteen sin que se me ponga un nudo en la garganta. No sé si es la
puta Navidad, o el trance de haber tenido que decidir si quedarme en el curre
hasta el final o no, o las historias de penurias físicas que me han contado
algunos amigos muy próximos y que obviamente no voy a desvelar aquí. Si que les
contaré que me ha escrito mi amiga Barbara Chabbal desde Tours, para anunciarme
que vendrá uno de estos días a Madrid con su familia (marido e hija pequeña) y que
estaría encantada de verme para presentármelos.
Barbara formó parte del equipo
que trabajó conmigo en Sri Lanka, trabajo en el que ambos llegamos a estar muy
unidos, porque Philippe le cogió manía y se dedicaba a putearla, estrategia
ante la que los demás miembros del grupo miraban para otro lado, mientras yo
me erigí en su protector y paño de lágrimas (sin que ello implicara que yo no
reconociese que Philippe tenía parte de razón). Philippe es alguien muy austero
y estoico, que hace bandera de esa doble cualidad, muchas veces cercana a la
cutrez, lo que chocaba con Barbara, que sostenía que unas mínimas condiciones
de confort son necesarias para poder trabajar mejor.
Recuerdo una ocasión en
que Barbara decidió que ella se iba a un hotel bueno en Colombo. Yo la apoyé y
nos alojamos los dos en el Galadari, un lugar bastante lujoso, mientras el
resto del equipo se pillaba un apartamento en el centro, con unos muebles mínimos en los que no se podían ni desplegar unos planos, sin aire acondicionado
(en pleno ecuador) y con un baño de higiene regular. Pongo esto como ejemplo puntual de una grieta que se formó en el equipo y que afectaba a la concepción y desarrollo de todo nuestro trabajo. Desde que entregamos el proyecto LASDO en Colombo, a finales de 2003, los franceses del equipo apenas se veían entre ellos, eso solamente
sucedía cuando yo iba a París y los llamaba uno a uno para
reunirnos todos a comer (en el blog subí alguna foto de estas comidas, enhebradas en
torno a la nostalgia).
Hablé pues con Barbara el otro día y enseguida caí en la
cuenta de que no sabía nada de la actual situación de salud de Philippe,
internado en una residencia en las afueras de París con la mitad de su cuerpo
paralizado. Ella no ha tenido contacto con él desde que se fue a Tours hace unos tres años. Allí su marido tiene un buen trabajo y ella ha empezado a currar como
decoradora de interiores, algo que siempre le gustó. Me tocó, pues, contarle
las penosas novedades de Philippe, y se echó a llorar y estuve yo también a punto de lo
mismo. Nuestra conversación tuvo lugar antes de mi decisión de seguir en el curre un año más, así que le conté mi proyecto de dar la vuelta al mundo visitando a mis amigos de todas las ciudades. En tono perentorio me
dijo que se iba a enfadar mucho conmigo si no incorporaba una parada en Tours, para estar unos días con ella y
los suyos.
Todo esto me lleva a un tema que
hemos podido ver estos días en la prensa. A Pablo Iglesias lo han pillado en el
congreso hablando distendidamente y entre risas con Espinosa de los Monteros,
de Vox, Inés Arrimadas y otros. Y rápidamente han salido a criticarlo algunos
gilipollas, como Rufián, un tipo que me estaba empezando a caer mejor, pero que
de nuevo ha hecho honor a su apellido. La deriva un poco más moderada y pactista
de Podemos en estos últimos tiempos ha llevado también a toda la plana mayor del partido en Baleares a dimitir,
encabezada por un señor de largas melenas, llamado Balti Picornell, que fue
presidente del Parlament balear y como tal se reunió con el rey Felipe en unas
vacaciones, provocando una foto que me pareció cojonuda y subí al blog con una
serie de comentarios. Parece que ese contacto con el Rey no le ha hecho a este
hombre abjurar de sus prejuicios y ahora abandona Podemos, porque,
en sus propias palabras, Pablo Iglesias lo está convirtiendo en un apéndice del PSOE.
Pero, vamos a ver, ¿en qué
quedamos? ¿No estamos pidiéndoles a los políticos que negocien, que hagan
coaliciones aunque sus ideas sean diferentes, que formen gobierno de una puta
vez? La actitud de Pablo Iglesias en estos momentos me parece impecable y mejor
le hubiera ido si hubiera aplicado ese pragmatismo a la hora de afrontar las
pasadas elecciones locales y autonómicas. Discúlpenme, pero este es un tema que
no le puedo perdonar a Iglesias. Si hubiera tenido un poco de talento político,
si hubiera sido más listo, ahora tendríamos a la señora Carmena de alcaldesa (y
tal vez de presidenta del C40) y a Gabilondo de presidente autonómico, con
Errejón de vicepresidente. Nunca ha tenido tan fácil la izquierda ganar en
Madrid, nunca se ha enfrentado a unos candidatos de la derecha tan flojos.
Pablo Iglesias la cagó entonces y
ahora lo está haciendo bien, en mi opinión. ¿Por qué? Pues porque sería de tontos ponerse estupendo y purista y dejar perder la posibilidad de formar un gobierno de izquierdas. Mucho mejor colaborar a que se forme ese gobierno y luego desde dentro tratar de que sus políticas sean de verdad sociales y distributivas, pero sin extremismos ni urgencias. Ya sé que la cuadratura del círculo depende en última instancia de los catalanes, cuyo fin último (mientras no nos demuestren lo contrario) es dar por culo y cuyo debate interno es ahora mismo si es más útil dar por culo evitando que se forme gobierno, o dejar que se forme para dar por culo luego desde el sistema. Pero al menos hay que intentarlo y creo que Pablo Iglesias se está esforzando en ello.
¿Y por qué creen ustedes que este señor ha dado un cambio tan radical? Pues yo lo tengo muy claro: porque tiene tres niños pequeños y eso de enseñar a los nenes a hacer los cinco lobitos es algo que marca emocionalmente y lo digo por propia experiencia. Entre otras cosas, si no fuera por eso no viviría en un chalé en Galapagar. Y esto nos conecta con el arranque de este post: la importancia del factor emocional. Este Pablo Iglesias es otro, sin duda. ¿Y qué decir de Arrimadas? Durante los últimos años se comportó como una bruja, tal vez por fidelidad a Rivera, protagonizando episodios tan penosos como el del desfile del orgullo gay del año pasado. Sin embargo ahora está iniciando una deriva mucho más pragmática y razonable. Incluso ha quedado a tomar un té con pastitas con Sánchez, ese mismo con el que Rivera no quería ni encontrarse por la calle, el de la banda, el sanchismo y la Moncloa como habitación del pánico. Lo que era antes Arrimadas, se intuye en esta imagen, no muy conocida entre el público (ya saben que yo me consigo fotos que nadie tiene).
Tal vez de esa sabidilla pizpireta
y medio bruja que se ve en la foto ya no quede nada. Ojalá que en ese té con
pastitas con Sánchez surja la chispa de Cupido (políticamente hablando). ¿Y a
qué creen ustedes que se debe esta transformación? Pues yo no tengo dudas: Inés
está embarazada, por primera vez en su vida. Y, si hay una tesitura que
trastorna la idiosincrasia de una mujer hasta extremos que nunca sospechó
alcanzar, esta es la maternidad, una situación en la que la mente se ve
asaltada por un torrente de emociones nuevas que te cambian completamente. Yo
siempre he tenido las cuestiones personales y las mayores o menores afinidades
en el centro de mi práctica profesional. Quiero decir que, con la gente que me
cae bien, me resulta mucho más fácil trabajar, y viceversa. Tengo algunos
compañeros que se consideran más profesionales que yo y que presumen de dejar
estas cuestiones a la puerta de la oficina y trabajar igual con un buen tipo
que con un cabrón. Yo no. Yo, si llego a la conclusión de que un sujeto es un miserable,
ya no quiero tenerlo en mi equipo (algo así ha dicho estos días Luis Enrique,
el seleccionador de fútbol de España).
¿Y por qué creen ustedes que este señor ha dado un cambio tan radical? Pues yo lo tengo muy claro: porque tiene tres niños pequeños y eso de enseñar a los nenes a hacer los cinco lobitos es algo que marca emocionalmente y lo digo por propia experiencia. Entre otras cosas, si no fuera por eso no viviría en un chalé en Galapagar. Y esto nos conecta con el arranque de este post: la importancia del factor emocional. Este Pablo Iglesias es otro, sin duda. ¿Y qué decir de Arrimadas? Durante los últimos años se comportó como una bruja, tal vez por fidelidad a Rivera, protagonizando episodios tan penosos como el del desfile del orgullo gay del año pasado. Sin embargo ahora está iniciando una deriva mucho más pragmática y razonable. Incluso ha quedado a tomar un té con pastitas con Sánchez, ese mismo con el que Rivera no quería ni encontrarse por la calle, el de la banda, el sanchismo y la Moncloa como habitación del pánico. Lo que era antes Arrimadas, se intuye en esta imagen, no muy conocida entre el público (ya saben que yo me consigo fotos que nadie tiene).
Cuestión compleja. Hace unos días
escuchábamos un par de temas de Ike Turner, cabrón, machista y maltratador
confeso, pero excelente guitarrista. Mi amigo Paco Couto aportó un comentario
muy esclarecedor. Él tiene una mayor afinidad con la música de Ike&Tina del
principio, puro blues, que con las canciones más melódicas y de gran formato
que cimentaron luego la carrera en solitario de Tina. Diré que a mí me gustan ambas
líneas, porque adoro todo lo que ha hecho a lo largo de su vida esta mujer
admirable. Pero, a lo que vamos: yo puedo estar convencido de que Ike Turner
era un canalla. Pero no se me cae ningún anillo por seguir escuchando su
música, algo que hago sin asomo de mala conciencia alguna. También pienso que,
por ejemplo, Camilo José Cela era un tipo detestable a nivel personal y, sin
embargo, su Viaje a la Alcarria es un
libro que tengo en mi mesita de noche y consulto de vez en cuando, incluso
diría que ha influido en mi manera de observar la realidad y en el modo que
tengo de contar historias. Parecido comentario podría hacer sobre Francisco
Umbral y muchos otros.
Es decir, que creo que la calidad
de un artista, está por encima de lo que haga o haya hecho en su vida privada.
Más ejemplos. Parece que Polansky no era un ejemplo de buenas prácticas en su
relación con las mujeres, especialmente las jovencitas. Debe de ser cierto y es
bueno que se sepa. Pero yo voy a seguir admirando su cine, viendo una y otra vez
películas como El Escritor, El Pianista, Un Dios Salvaje, La Semilla
del Diablo. Y, por encima de todas, en mi modesta opinión, Chinatown, película de 1974, que yo
tengo en casa y me pongo de vez en cuando, pero sólo cuando me siento entero
anímicamente, no como ahora, porque es una auténtica putada de película. Y
luego está Woody Allen, que para mí ha sido siempre una referencia vital y
mental y lo sigue siendo, hasta el punto de que pienso que sus posibles malas
actuaciones en el pasado, se debieron a que se acabó creyendo su propio papel
público y se dedicó a interpretar al personaje de una de sus películas. Es decir, que si un personaje público ha hecho algo despreciable, es bueno que se sepa, pero no veo que haya que dejarle sin posibilidad de seguir trabajando ni que abjuremos de toda su obra, y menos si las supuestas sevicias corresponden a hace veinte o treinta años, como con Plácido Domingo.
Definitivamente, esto es algo que
tengo muy claro: la tarea artística o creativa de un escritor, un cineasta o un músico está por encima de lo que haga en su vida privada. Pero hay que ir un poco más
allá, con otro tema relacionado. ¿Qué pasa cuando una figura del arte o la literatura aprovecha su
posición para difundir públicamente mensajes perversos, fascistas, racistas, o
negacionistas del holocausto judío, por ejemplo. Esto ya es otra cosa. Hombre,
yo no voy a dejar de leer textos de Celine, Ezra Pound o Heidegger, genios de
sus respectivas disciplinas que manifestaron en su día sus simpatías por el
nazismo. Pero, ¿me parecería bien que se les diera un premio literario? Pues
tal vez no. Ya saben por dónde voy. Pasado mañana se otorgan en Estocolmo los premios
Nobel de Literatura correspondientes al año pasado y a este. El año pasado no
se pudo hacer la ceremonia por un incidente que ya casi ni recuerdo,
relacionado con algún escándalo sexual que afectaba a la esposa de uno de los
miembros del comité que otorga los premios. Otra de las estúpidas secuelas de
estos tiempos en los que el péndulo moral nos está llevando a las orillas del
puritanismo.
El problema es que uno de los dos
premiados es el austriaco Peter Handke. Hace años estaba muy de moda su literatura
y yo recuerdo haber leído alguno de sus libros de éxito, como El miedo del
portero ante el penalti. Luego fue un dramaturgo de moda, se trasladó a vivir a
las afueras de París, donde sigue viviendo y continuó haciendo, entre otras
tareas literarias, unos excelentes relatos de viajes, entre ellos uno por la
antigua Yugoslavia, que recorrió hasta sus últimos rincones. Cuando empezó la
terrible guerra civil que destruyó el país, Handke se posicionó, sin el menor
matiz, del lado serbio. No sólo eso sino que, cuando los serbios separaron de
sus familias a 8.000 varones en Srebrenica y los mataron como a perros, Handke
puso en duda la veracidad de esta historia y habló de los musulmanes bosnios
como terroristas, dijo que se dedicaban a provocar a los serbios y casi insinuó
que lo de Srebrenica era merecido.
Es muy fuerte. Pero, incluso en ese caso, hay que pensar que la gente se puede equivocar y hay que darles la oportunidad de rectificar, disculparse o matizar sus declaraciones. Lo mismo que cualquier criminal tiene derecho a una oportunidad de reinsertarse. Pero Handke reaccionó como un león enjaulado, se ratificó en sus barbaridades y llegó a asistir al funeral por el genocida Milosevic en Belgrado, en donde leyó un texto hagiográfico. Desde entonces toda la comunidad literaria le dio la espalda y lleva casi dos décadas encerrado en su casa de campo cerca de París, enfurruñado y escribiendo nuevos libros de relatos que nadie le impide seguir publicando. Por eso ha sorprendido que ahora le den el Nobel.
Es muy fuerte. Pero, incluso en ese caso, hay que pensar que la gente se puede equivocar y hay que darles la oportunidad de rectificar, disculparse o matizar sus declaraciones. Lo mismo que cualquier criminal tiene derecho a una oportunidad de reinsertarse. Pero Handke reaccionó como un león enjaulado, se ratificó en sus barbaridades y llegó a asistir al funeral por el genocida Milosevic en Belgrado, en donde leyó un texto hagiográfico. Desde entonces toda la comunidad literaria le dio la espalda y lleva casi dos décadas encerrado en su casa de campo cerca de París, enfurruñado y escribiendo nuevos libros de relatos que nadie le impide seguir publicando. Por eso ha sorprendido que ahora le den el Nobel.
Eso ha causado un nuevo
escándalo. Cuando los periodistas le han ido a ver a su encierro, se ha pillado
un nuevo y sonoro berrinche, porque nadie le preguntaba por cuestiones
literarias, sino que todos le chinchaban con el tema serbio. Veremos qué sucede pasado mañana. Pero, de momento, un miembro del comité de los premios Nobel ha
dimitido y ha justificado esta decisión en que “la literatura no puede estar
nunca por encima de la política y de la ideología”. Tengo que decirles que
estoy plenamente de acuerdo. Pueden pensar que esto es contradictorio con mi
declaración anterior, pero yo creo que no. Me explico: la calidad artística o
literaria está para mí por encima de que su autor sea un impresentable en su
vida privada, pero no de que haga declaraciones públicas inasumibles por la
sociedad. Ese es mi punto de vista; ustedes, queridos lectores, pueden tener
cualquier otro. Es decir, que no me parece bien que le den el Nobel a Handke. Alfred Nobel dejó dicho que el premio de literatura debía recaer en alguien "que haya producido en el terreno literario una obra destacable de una tendencia idealista". Más claro, agua.
Lo que sí me parece bien es que
se lo den a Olga Tocarczuk. Los errantes,
recién editado, es de lo mejor que he leído en años. Vamos, que si yo fuera
usted, querido seguidor de este blog, ahora mismo apagaba el ordenador y me
bajaba a la librería más próxima a comprarme esa maravilla. Les voy a dejar de
propina una foto de esta gran dama de la literatura. Sean buenos. Y pórtense bien,
a ver si van a meter la pata y dentro de 20 años, cuando se lleven ustedes algún
galardón público, les sacan a relucir los trapos sucios.
Milu leí Los errantes y la autora es una magnífica escritora, usa la metáfora con un acierto impresionante. Sin embargo alguno de sus relatos me aburrió. Volveré a leerlo, o lo intentaré. Igual en la segunda lectura descubro algo que antes no percibí.
ResponderEliminarMari, que me has pillado. No lo he leído entero, lo tengo en espera. Leí un trozo que publicó El País y me pareció tan acojonante que corrí al FNAC a compráremelo. Luego leí otros dos o tres fragmentos que me parecieron también buenísimos y paré porque pensé que una cosa tan extraordinaria se merecía una lectura completa más reposada y yo no tenía tiempo para eso. Es posible que entre lo que me falta por leer haya trozos más irregulares. Probablemente tengas razón en tu valoración.
EliminarUn fuerte abrazo.