Se me queja un lector de que llevo unos cuantos posts sin poner algo de música. Eres
un exagerado –le digo–, sólo son tres los textos en los que no he adjuntado
algún vídeo musical. Pero insiste: –En tu disertación sobre lo cursi, podrías
haber puesto alguna musiquilla para explicar con ejemplos lo que decías. ¡Uf! yo no
quería seguir con este tema, tildar a algo o alguien de cursi es entrar en una valoración, en una
apreciación descalificadora en la que no tiene por qué haber un acuerdo universal. Lo
que a mí me parezca cursi, a otro le resultará elegante y viceversa. Yo no soy
el Papa y menos en cuestiones estéticas; mis opiniones no hay por qué compartirlas. Pero
el otro día escribí que, entre lo sublime y lo cursi, a veces hay una línea
bastante tenue. A cuenta de todo esto les traigo un vídeo del grupo francés Jolie Môme, que recrea la música y la
estética de los felices veinte y el período de entreguerras. Son unos músicos
muy buenos, pero su cantante bordea esa línea difusa entre lo cursi y lo sublime, aunque en mi opinión no la rebasa. Pero cualquiera puede pensar lo contrario.
Escúchenla y opinen, si les apetece.
Es obvio que la chica está interpretando, y no tenemos modo de saber si en su vida
cotidiana se desempeña de la misma manera o no. Así que no conviene que confundamos el culo con las témporas, expresión que nos retrotrae al mundo de lo repipi, una de tantas que apenas
se usan ya entre la gente joven. Es, como el apelativo cursi, una expresión de descalificación: alguien que
confunde el culo con las témporas, realmente es que no sabe nada, está completamente
equivocado, merece todo nuestro desprecio: es un gilipollas. Aunque no tengamos (como es mi caso) ni puta idea de qué
demonios son las témporas. Lo busco en el diccionario y leo que es una palabra
prácticamente exclusiva de ese dicho, que no tiene otras acepciones ni significado. Algunos
la relacionan erróneamente con la climatología. Pero he seguido buscando y he encontrado por fin respuesta en un blog que se llama La Agenda de Zalabardo: las témporas son las sienes, según su denominación en latín
(de ahí el hueso temporal, cuyo nombre no tiene nada que ver con el tiempo, ni mucho menos con ninguna tormenta y sí con las témporas a las que proporciona solidez). Por eso se contraponen al culo, al otro extremo del cuerpo.
El
diccionario clasifica esta expresión como malsonante y recomienda otras en su
lugar: confundir la velocidad con el tocino, o las churras con las merinas. Sin
embargo, es la preferida por mucha gente, precisamente por su
carácter malsonante. Porque el culo es una parte del cuerpo que suscita todavía
una atención especial, que induce una fascinación en mucha gente, una mezcla de atracción/repulsión, esta última disfrazada de aparente indiferencia, como pude comprobar con la reciente publicación de mi
post sobre el culo de las francesas. Un texto que generó una avalancha de
comentarios entusiastas, incluyendo el aporte de un texto de Quevedo, pero
curiosamente todos de la parte masculina de mis lectores. Entre las damas, que
sigo pensando que son mayoría entre mis seguidores, el asunto no levantó tanta
expectación. En realidad, mi texto se centraba en el lenguaje, las sinécdoques
y las formas de designar el culo en francés. Y traía a colación un excelente
texto de Pedro Mairal, escritor argentino, titulado Oda al Culo.
¿Existe respecto a este redondo asunto una especie de brecha de género? Quiero
creer que no, que la indiferencia desde el lado femenino se debía al hecho cierto de
que yo hablaba todo el rato del trasero de las señoras. A este respecto, vamos
a seguir rompiendo moldes. Porque hoy les traigo la visión desde el otro lado.
El acercamiento al tema del culo desde el punto de vista de una mujer. Mi amiga la poetisa
Valeria Correa contribuyó con un cuento a una colección de relatos escritos por
gentes de Rosario y gentes de Madrid, publicada en 2018 por Baltasara Editores,
con el título Antología Puente
Rosario-Madrid. Mi amiga aporta un relato que se titula Un amor imaginario, donde cuenta una
historia, con ciertos matices autobiográficos, en la que una chica argentina
llega a Madrid con la intención de dedicarse a la poesía, pero de algo ha de
vivir, por lo que acepta una suplencia de una enfermera ambulante que está de
baja, lo que antes se llamaba el
practicante, en este caso la practicante.
Ella no es enfermera pero se ha de esmerar poniendo inyecciones a domicilio, lo que le suscita unas reflexiones con las que inicia su relato. El
cuento, como todos los de Valeria, tiene un comienzo soberbio. Y aquí les
transcribo, con su permiso, el asombroso párrafo con el que arranca.
Me
gusta poner inyecciones. Los culos cuentan cosas que las caras ocultan. Son
como la segunda lectura que te proponen las buenas historias, una forma de
releer. La ropa interior y el modo en que alguien se tumba, se baja los
pantalones para que la aguja entre en la carne y la velocidad con que se los
suben cuando todo ha terminado también cuentan. Hay mucho relato encerrado en
los cuerpos. Me gustan las mujeres mayores que usan tangas satinadas. Y el lado
cómico de los hombres que usan calzoncillos con estampados colorinches. O a la
inversa, los hombres de amplias sonrisas que visten interiores oscuros. Hay
culos esmirriados, culos avaros en las carnes y en el alma. Redondos culitos
enérgicos, tan bien proporcionados como caprichosos: de querubín. Culos fofos
enfundados en pretenciosos calzoncillos de seda y monograma. A mí me gustan los
grandes culos, muy blancos y mullidos, que dan cuenta en silencio de un carácter
sedentario e imaginativo: culos de gente de interior que sorbe copitas de licor
y come chocolate junto al fuego. Hay un mundo allí, debajo de la ropa y en la
carne. Bájese los pantalones, digo, o levántese la falda, y me dispongo a leer
lo que la mano tímidamente me descubre.
Un
estupenda forma de empezar un cuento. Con esto hemos cubierto el tema del culo.
Pero ¿qué pasa con las témporas? Pues si aceptamos el juego de que la palabra témporas admita el sustantivo colectivo temporada, podemos concluir que acabamos de entrar en una temporada completamente coñazo, con estas elecciones al cuadrado con que los políticos han tenido a bien castigarnos.¡¡Dos meses de coñazo!! No vamos ni a poder abrir los
periódicos, dedicados en exclusiva a narrar el baile de los gorilas, todos sacando
pecho y retándose. Menudo rollo. Como si no tuviéramos bastante aburrimiento con el proceso al prusés. Mira que le aconsejé yo a Pedro Sánchez
que aguantara un poco más, que el día de San Pánfilo era muy mala fecha para
unas elecciones. En Madrid, encima coincidirá con el Marathón, con lo que la
mañana va a ser de absoluto caos urbano y no sé si esto acrecentará la abstención. Yo grito y me desgañito en el desierto que rodea a mi
blog. Pero hacen caso omiso, que diría mi repipi profesor de Historia. En la India,
al menos, estas cosas son más divertidas. El candidato reparte caretas con su
rostro y todas las votantes potenciales salen a la calle con ellas, como pueden
ver en esta imagen de la última campaña.
A
lo mejor no eran mala idea unas caretas de Pablo Iglesias para que se las
pusieran los militantes de las diferentes facciones en que se ha dividido su invento, a ver si se unían de verdad, como proclama su lema. Lo más parecido a
esto que vemos en la actual campaña electoral es el rostro de Pedro Sánchez en
blanco y negro, con un cierto aire mefistofélico, que nos asalta por todos lados. Quizá el
propósito de esta campaña sea algo así: ¿no andan por ahí diciendo que soy un traidor,
felón y fementido, que voy a vender España a los independentistas catalanes y vascos y que tengo las manos manchadas de sangre? Pues
voy a poner una cara de malo a la altura de esas falacias. Lo que pasa es que
el gesto de Sánchez no da miedo y acaba siendo hasta un poco cómico. Y en
cuanto al lema haz que pase, recuerda
más bien a lo que se les dice a los niños cuando hacen bola con la carne. Y yo también lo retruco: Señor, Señor, haz que pase rápido este trago.
Lo
que sería inconcebible es que se hicieran caretas con el rostro de Casado o
Rivera, con lo sosos que son estos señores. Bueno, para la campaña de
Ciudadanospedorros sería mejor el vistoso rostro de Malú, por ejemplo en la
foto que les dejo de despedida. No se sabe si es que acaba de ver lo grande que es el salón de su nuevo casoplón o está gritando ¡¡¡SOCORRO, QUE VIENE LA CAMPAÑA ELECTORAL!!! En Estados Unidos, esta sería una imagen obscena: ¡por Dios! enseñar el interior de la boca, la lengua, los empastes, qué escándalo.
Por eso Miley Cirus sacaba todo el rato la lengua cuando quería desmarcarse de
su imagen infantil y presumir de malota
al estilo Sánchez. En España, en cambio, ya estamos curados de espanto, desde que
Mónica Naranjo nos enseñó las amígdalas cantando aquello de sobrevivirEEEEEEEE...
A mí la chica francesa me parece una cursi total, desde el vestido y las joyas, hasta los gestos. Lo que pasa es que es tan cursi que hasta resulta buena
ResponderEliminarCero cursi. Un poquito rancio florecillas o decorado, quizá.
ResponderEliminarBueno, esto es lo que yo quería, contraste de pareceres. Mi opinión ya la he dicho en el texto. Yo creo que la chica está actuando y hace una representación adecuada al tipo de canción que canta (muy bien, por cierto). Si gesticulara así en su vida cotidiana, resultaría un poco cursi, o moñas, pero no creo que lo haga.
EliminarPara mi, lo cursi tiene un componente de falsedad ttp://www.booking.com/Share-dWZoFL
ResponderEliminarSí, lo que resulta cursi es intentar parecer fino o culto sin serlo. Una forma de impostura, en todo caso.
EliminarSupongo que se te ha ido el dedo. Si no, ya me explicarás por qué me adjuntas una dirección de reserva de hoteles. Jajajajaja (he intentado poner una carita sonriente repetida, pero no me deja).
Un abrazo, amiga.
La foto de las caretas es total. No sé de dónde sacas algunas de las imágenes que subes.
ResponderEliminarYa sabes que no me gusta revelar mis fuentes. En este caso haré una excepción: la foto de las caretas me la bajé del New York Times. Abrazos.
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