Conmigo nunca se sabe pero, sin
no me da por interrumpir los fastos de fin de año para ponerme a escribir y
subir un texto más en los dos próximos días, esta será mi última entrada de
2017, un año que está en sus últimos alientos. En estas ocasiones es cuando uno
suele ponerse trascendente y solemne, lanzar una mirada panorámica sobre el
devenir del mundo, recordar que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la
mar, o cantar eso de tú que puedes vuélvete, me dijo el río llorando. No estoy
seguro pero creo que alguno de los años anteriores aproveché la ocasión
para hacer, de alguna forma, balance. Por determinadas circunstancias, este año
no voy a ir por ese camino. Estoy subido en una ola favorable (a ver si dura), y además
me he tomado dos semanas de vacaciones, esta y la próxima, que estoy
aprovechando seriamente para hacer un ensayo de mi futura vida de jubilado.
Quiero decir que he hecho mi
carrera reglamentaria de 5 kilómetros por el Retiro, el lunes, el miércoles y
hoy viernes, con buenas sensaciones en espalda y rodillas. Que además he ido
a nadar el martes. Que he visitado a varios amigos, he confraternizado con mis
dos hijos, he cuidado a la familia, he comprado regalos, he avanzado en la
lectura de Avión Club, he caminado mucho por la ciudad y voy cumpliendo con
ustedes en el blog. En esa dinámica, el fin de año no es para mí un punto y
aparte sino un punto y seguido. El blog está en un momento dorado, tengo muchos
seguidores y los textos de los últimos dos meses me han dejado bastante satisfecho.
Así que hoy bajo el pie del acelerador para obsequiarles con una entrada corta
y poco profunda, centrada en tres vídeos musicales, para amenizarles el cambio de
año. Les recomiendo que se los pongan todos en pantalla grande.
Los tres vídeos tienen algunas características
en común. Se trata de músicos que tienen una sólida formación clásica, que en
algunos casos han sido concertistas afamados y han grabado discos de música
clásica, pero que también se interesan por otras líneas musicales más actuales,
como el rock, el jazz y hasta el rap. Además, son virtuosos de sus instrumentos
y tienen una vis cómica muy marcada. En este terreno podríamos situar también a
los inigualables Les Luthiers, pero estos tipos geniales añadían a todo lo
anterior la facultad de construirse instrumentos delirantes y un componente literario que los tres que aquí les presento no tienen. Aquí nos circunscribimos a virtuosos de
determinados instrumentos, mezcla de estilos musicales y un marcado componente
cómico, casi circense. La relación de estos artistas con un concierto ortodoxo es como la de
los Harlem Globe Trotters con un partido de la NBA.
Empezamos con un cuarteto
femenino de Hamburgo, que se llama Salut Salón. El vídeo que les pongo circuló
ampliamente por Whatsapp hace un tiempo, tal vez ya lo conocen, pero es una
delicia verlo de nuevo. Se trata de cuatro mujeres bastante guapas, que juegan
también la carta de la belleza. Su virtuosismo es increíble, saltan sin
problemas de Vivaldi a estándares como Mack the Knife y su performance, con un
punto cabaretero, es divertidísima. Se conocieron de niñas estudiando en uno de
los conservatorios más prestigiosos de Alemania, pero pronto se inclinaron por
esta vena más circense. Además, una parte importante del dinero que ganan con
sus divertidos conciertos, lo destinan a una fundación que ayuda en proyectos
solidarios de Latinoamérica. Un portento de chicas.
El segundo grupo que les propongo
escuchar y ver, responde al sugestivo nombre de MozArt. Es un grupo polaco que
forman cuatro instrumentistas de cuerda formados en las mejores academias polacas, las de Varsovia y Lodz. Durante años fueron uno de los mejores
cuartetos de cuerda clásicos del país, pero luego decidieron explorar su
conocimiento del rock y su lado más cómico, algo muy meritorio a su edad. En el
vídeo que les traigo, hacen un popurrí de Mozart, Michael Jackson, Beatles y un
pequeño homenaje al primer rock and roll. En Youtube pueden encontrar vídeos
de otras actuaciones, tanto de MozArt, como de Salut Salón.
He dejado para el final al
personaje más genial, estrambótico, innovador y musicalmente sólido de los tres. Responde
al curioso nombre artístico de Chilly Gonzales. Un nombre realmente
sorprendente, si tenemos en cuenta que se trata de un judío askenhazy, natural
del Canadá e hijo de inmigrantes húngaros que huyeron del nazismo, que naturalmente no se llama así. Además,
nuestro hombre es un trotamundos que ha vivido por muchos lugares. En París
grabó dos discos de piano clásico (su instrumento), que fueron muy bien
valorados por la crítica. Después se lanzó al jazz, convirtiéndose en un fijo
en el cartel de los mejores festivales europeos. En este momento vive en
Colonia. Interesado también por el rap y por la música electrónica, la que
hacen solos los pequeños artilugios que regalamos a nuestros hijos cuando son
niños, sus conciertos actuales incluyen momentos realmente asombrosos. Abajo
pueden ver uno de sus shows en el festival Electronic Beats, celebrado en la ciudad
austriaca de Graz en 2013. Les dejo con él, no sin antes desearles un feliz año
nuevo. Sean felices.
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