Ya de vuelta de mi excursión
senderista, un placer profundamente disfrutado a base de caminar por paisajes
nevados con un frío notable en medio de hayedos y pinares por los entornos de
Estella, Sangüesa y la sierra de Urbasa. Con esto del cambio climático, los
árboles se vuelven un poco locos, el otoño ha venido retrasado y las hayas
están todavía perdiendo las hojas, que forman en el suelo un manto dorado
rojizo, que suaviza la pisada y hace más denso el silencio del bosque. En los
paisajes destaca también la masa ocre de los robles, entre el verde de los pinos
y las encinas. La hoja del roble se pone amarilla, se seca, pero no se cae,
sino que se queda en su lugar para ayudar a abrigar al árbol en el duro
invierno y para proteger a los nuevos brotes que saldrán en primavera. Sólo
cuando surgen los brotes, estás viejas hojas solidarias se desprenden, lo que
suele tener lugar en el mes de marzo. Por eso se le llama hoja marcescente, que
en cada una de estas excursiones se viene uno con una nueva palabra aprendida.
He de decirles, que mi móvil
sigue bastante enfadado conmigo. En el viaje de ida, no empezó a hablarme hasta
Logroño. En ese momento yo ya me había cagado en su padre veinte veces (vinimos
todo el viaje peleando). Me tuve que parar dos veces en el arcén para mirar la
ruta porque el cabrón no me decía nada. Cerca de Logroño le grité que lo iba a
tirar al río Ega en cuanto llegáramos. Sólo entonces se dignó empezar a hablar. Un
compañero me explicó que suele pasar lo mismo con los móviles viejos. Que al
principio, la relación con ellos es maravillosa, pero luego las cosas se van
agriando y ya no es lo mismo. En el viaje de vuelta no me dijo una sola
palabra. Bien es cierto que el camino no ofrecía dudas, pero nos venía pisando
los talones la insigne ciclogénesis Ana, y se alternaban los bancos de
niebla, los diluvios y los atascos de vuelta del puente. Un camino duro, en el
que mi móvil podía haberse apiadado de mi esfuerzo. Pues nada de nada.
Entre las zonas que recorrimos,
algunos lugares míticos, como la Foz de Arbayún, la reina de las foces
navarras. Hay que hacerse una buena subida hasta alcanzar La Canaleta. Una obra
hidráulica para el transporte del agua que se construyó hace cerca de cien años
y que, según un cartel de información costó la friolera de 375.000 pesetas, que
en esa época era una barbaridad. Siguiendo la canaleta, se alcanza la pared de
la foz, un muro vertical impresionante, sobre el que se puede continuar por un
sendero mínimo tallado a pico en el mismo borde del abismo. En algunos tramos hay una
cuerdita clavada en la pared, para que se agarren los inseguros. Aunque los que
tengan vértigo es mejor que no atraviesen este pasaje. Abajo una foto del lugar.
Otro lugar impactante es el
mirador también cortado a pico que domina toda la sierra de Urbasa. Es el
llamado Balcón de Pilatos (que no de Pilates, como le llamó alguna compañera).
La vista desde allí es impactante, se divisan los buitres a media altura por
debajo del balcón. Luego hay una bajada por el borde de la cortada hasta
alcanzar las suaves pendientes que conducen al pueblo de Bakedano. Allí se
completa el recorrido subiendo al nacimiento del río Urederra (aguas bonitas, en
euskera). Por lo demás, el pueblo de Estella donde estuvimos alojados tiene
tres iglesias medievales importantes, como punto notable del Camino de Santiago:
San Pedro, San Miguel y la Capilla del Santo Sepulcro. Todas ellas con portadas
muy interesantes. Visitamos también el monasterio cisterciense de Iranzu,
reconstruido con bastante exquisitez, a cuyo alrededor hicimos una tercera
ruta, casi toda nevada. Aquí la foto.
Por lo demás, he de decir que
casi todo el rato tuvimos tiempo nublado, con lluvias intermitentes, más o
menos intensas. Nada de eso nos disuadió de cumplir el programa previsto, somos
senderistas, viajamos bien preparados para todas las inclemencias potenciales y
no hay excusas para quedarse en casa. Yo llevaba mi ordenador Lenovo por si me
daba por escribir algo para ustedes, pero no se dio. Y ya saben que los
artistas, como Cartarescu y como yo, necesitamos que nos baje del cielo la
inspiración, para poder escribir nuestras paridas. Uno está tan tranquilo
dándose un paseo y, de pronto, viene una especie de pálpito y ¡zaca! ya está el
texto formado en tu cabeza. Entonces tienes que correr a escribirlo. Algo así
como cuando Puigdemont iba a convocar las elecciones y, de pronto, le vino un
barrunto y no las convocó. Un auténtico artista.
Ya les he dicho que los
verdaderos genios suelen ser gente sencilla y humilde que no se tira el rollo.
Hoy quiero hablarles de uno de los más grandes. El señor Edward Kennedy. ¿Cómo?
¿El político? No, no. ¿Cómo que el político? Es que no les he dicho el segundo
apellido. Son ustedes unos ansiosos y no me han dado tiempo. Estoy hablando del
señor Edward Kennedy Ellington. Era tan bueno que sus propios colegas lo
bautizaron como Duke, El Duque. Tal vez ustedes identifiquen su figura con el
director de una Big Band formada por muchos músicos, o con sus éxitos
discográficos por ejemplo acompañando a Ella Fitzgerald. Pero el Duke era por
encima de todo un pianista poderoso, con una capacidad de improvisación única.
En 1962, cuando ya tenía una carrera consolidada, había cumplido 63 y no tenía nada
que demostrar, este señor decidió encerrarse en un estudio de grabación, con
otros dos monstruos.
Les hablo de Mingus, uno de los
bajistas mejores de todos los tiempos, y el gran batería Max Roach. Todo el
mundo le dijo que aquello era una locura, que Mingus tenía un tremendo mal
genio (el propio Ellington lo definía como el clásico negro cabreado) y
que Roach era un tipo introvertido y tímido con tendencia a largarse si le tocaban mucho los
cojones, dejando la grabación a la mitad. Le pronosticaron que acabarían como el
rosario de la aurora. Pero el Duke se salió con la suya. Reunió a sus
compañeros y se encerró con ellos 24 horas. Porque había que hacerlo todo en un
día; era impensable que se pudieran reunir más tiempo con la cantidad de
compromisos que tenían los tres. El disco fue bautizado como Money Jungle, contiene once cortes y es
una verdadera maravilla. Como ejemplo, les traigo aquí uno de los temas que se grabaron
en esa sesión memorable. Empieza Mingus, pero lo paran enseguida protestando:
espera un poco, hombre, que no estamos preparados. Entonces empieza de nuevo.
Súbanle el volumen.
En fin,
se va acabando el año y nos acercamos al tiempo de las reflexiones. Ha sido un
año fructífero, con viajes a Birmania, norte de los USA y un par de escapadas a
Italia. Ya sé que les tengo un poco abandonados en estas últimas semanas, pero
es que tengo otra vez bastante trabajo y, cuando me voy de viaje, llevo el
ordenador por si acaso, pero no me visita el Espíritu Santo. Y así no hay
manera. En unos días me tomaré vacaciones y tal vez tenga un mayor margen para
escribir en el blog. Mientras tanto, échenle paciencia. No hay mal que cien
años dure. Y dentro de nada empezará otra vez el coñazo de los catalanes, que
siempre es un filón aprovechable. Disfruten de la música.
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