De esta forma empezaban algunos
capítulos en las novelas de la mejor tradición en el mundo de la
ciencia-ficción. A dos días de que el cohete espacial del independentismo
irredento alcance el séptimo cielo que ha prometido a sus crédulos seguidores,
en vísperas por tanto del fin del mundo, echo un vistazo a mi página de gestión
del blog y caigo en la cuenta de que, desde que terminé de contar mi propio
viaje espacial por la costa oeste norteamericana, he publicado cinco post,
cuatro de ellos centrados en el prusés.
Lamentable. Hora va siendo de que retome el relato de mis propias peripecias. Porque, fuera de Cataluña, aquí en la Tierra firme, la vida sigue con normalidad y yo continúo con mis actividades de secretario del Foering Office.
Ya les he dicho que últimamente
se me pasan volando las horas en el trabajo, una sensación recobrada bastante
reconfortante después de años de ostracismo. Estoy muy ocupado en tareas que no
les voy a detallar aquí, porque no me parece prudente ni oportuno. Pero esa
ocupación cotidiana no me impide continuar atendiendo delegaciones extranjeras
que vienen a visitar Madrid Río, o a compartir sus experiencias con nosotros, o a que se les cuente la historia y la
actualidad del urbanismo madrileño. Lo que pasa es que en los últimos años esta
tarea llegó a ser la principal en mi desempeño municipal y ahora ha vuelto al
segundo plano que nunca debería haber abandonado. Pero estas visitas siguen
siendo un vivero de anécdotas divertidas que sí pueden contarse en el blog.
El día 12 de este mes, por
ejemplo, me cité en Casa Mingo con un grupo numeroso de alemanes jubilados comandados
por mi amigo de Leipzig Michael Schölz-Hansen, el hombre que me invitó hace dos
años a dar tres charlas en sendas universidades del este de Alemania. Michael, catedrático
de Historia del Arte, es también un enamorado de España y viene por aquí con
frecuencia, pero no nos habíamos visto desde entonces, porque sus anteriores
visitas me pillaron en Japón y en Birmania. Ese día venían de ver diferentes
iglesias y acababan de visitar la
Ermita de San Antonio de la Florida con los frescos de
Goya. De ahí lo de ir a Casa Mingo, que está al lado. Nos lo pasamos muy bien, bebimos
sidra en abundancia y luego nos fuimos a recorrer Madrid Río en horario de
tarde. Fue un paseo lento y no muy largo, a pesar de la buena disposición inicial de
los jubilados, porque ya saben que los juanetes no perdonan.
Este lunes, día 25 de septiembre,
tenía una cita con unos coreanos (del sur, desde luego), de los que les quiero
hablar más en detalle. Hace unos meses, mi concejal recibió una carta de un
tal señor Chung, que se identificaba como ingeniero de la empresa estatal KDI y
anunciaba su intención de venir a Madrid, en compañía de dos colegas, para
estudiar y visitar todo lo relacionado con los proyectos M-30 y Madrid Río. Ahora
mismo todo el Ayuntamiento sabe que soy la persona idónea para atender estas
visitas, así que la carta llegó a mis manos y me puse en contacto con Chung
para definir la jornada. Tras cambiar dos veces de fecha, cerraron el viaje
para el pasado fin de semana y la cita conmigo para el lunes. Habían contratado
a una intérprete que se llama Mía, está casada con un español y vive en
Alicante. Con ella concreté por teléfono los últimos detalles. Aproveché para hacerle saber
que me encantaría que me trajeran un paquete de té de ginseng rojo coreano, que
es muy difícil de encontrar aquí.
El día de autos me reuní con Mía
en el lobby del hotel en donde se hospedaban los visitantes, que venían con su paquete de té para mí. Desde allí cogimos
un taxi de gran cabida para trasladarnos a la sede de Madrid Calle 30. En
compañía de mi amigo Samuel Romero, consejero delegado de la empresa, mantuvimos
con ellos un encuentro de casi dos horas en el que les contamos todas las
particularidades de los proyectos que les interesaban y respondimos a sus
dudas. Después, en otro taxi, nos desplazamos hasta la Junta de Distrito de Arganzuela.
Allí nos esperaban los jefes del equipo de mantenimiento del parque, con dos de
los cochecitos eléctricos que utilizan para su trabajo. Subidos en los
juguetes, recorrimos el parque hasta el Puente de Toledo, algo que hizo las
delicias de los visitantes. La delegación la componían el
señor Chung Woo-hyun, el señor Song In-ho y la señorita Sa Ji-won, ya saben, supongo, cómo es la estructura de los nombres coreanos, que ponen en primer lugar el apellido (una sílaba) y luego un nombre compuesto (dos sílabas, la segunda con minúscula y unidas por un guión).
Completaba el grupo la pequeña Mía, una coreana menuda a la que restaban tres meses de embarazo para parir a su primer hijo español y una intérprete excelente, que apenas tomaba notas aunque debiera traducir largas parrafadas. Como ya se ha comentado en el blog, los coreanos suelen ser gente muy amable y educada, al estilo de los japoneses, pero con un punto informal y un poco gamberro que les hace ser menos envarados que los nipones y mucho más divertidos. Estos respondían al estereotipo. Eran además gente brillante, que planteaba dudas de altura. Me explicaron que tenían mucho interés en conocer los pros y los contras de nuestra operación para estudiar la posibilidad de hacer algo parecido en su tierra. Los tres hablaban un inglés bastante aseado, pero habían recurrido a la intérprete para mayor comodidad. En cuanto a la señorita Sa, he de decir que se manejaba con ellos en un plano de igualdad total, opinaba de todo y hablaba con mucha seguridad. Eso no impedía que fuera guapísima. Qué quieren que les diga, estaba como un yogur griego con frutas del bosque, y disculpen la comparación gastronómica. Así que no pude evitar pedirle que se hiciera una foto conmigo. Juzguen por ustedes mismos.
Completaba el grupo la pequeña Mía, una coreana menuda a la que restaban tres meses de embarazo para parir a su primer hijo español y una intérprete excelente, que apenas tomaba notas aunque debiera traducir largas parrafadas. Como ya se ha comentado en el blog, los coreanos suelen ser gente muy amable y educada, al estilo de los japoneses, pero con un punto informal y un poco gamberro que les hace ser menos envarados que los nipones y mucho más divertidos. Estos respondían al estereotipo. Eran además gente brillante, que planteaba dudas de altura. Me explicaron que tenían mucho interés en conocer los pros y los contras de nuestra operación para estudiar la posibilidad de hacer algo parecido en su tierra. Los tres hablaban un inglés bastante aseado, pero habían recurrido a la intérprete para mayor comodidad. En cuanto a la señorita Sa, he de decir que se manejaba con ellos en un plano de igualdad total, opinaba de todo y hablaba con mucha seguridad. Eso no impedía que fuera guapísima. Qué quieren que les diga, estaba como un yogur griego con frutas del bosque, y disculpen la comparación gastronómica. Así que no pude evitar pedirle que se hiciera una foto conmigo. Juzguen por ustedes mismos.
En el Puente de Toledo, los del
mantenimiento se fueron con sus cochecitos y yo me quedé con los coreanos, con
la idea de acompañarles hasta un taxi y largarme a casa en el Metro. Entonces
me dijeron que si quería comer con ellos. Dije que vale, pero que yo me pagaba
mi comida, porque ellos estaban pagando los taxis y demás gastos. Me
contestaron que ni de coña. Que su agencia les pagaba todos los gastos, para lo
que debían guardar todos los tickets, y que yo era su invitado. Entonces –repuse–,
cuando yo vaya a Corea a visitarles, me tocará a mí invitarles a todo. Escucharon a la intérprete y negaron vivamente con la cabeza: –No, no, en Corea también pagamos nosotros. ¿Y cómo es eso? –Pues porque los coreanos somos así (grandes risas).
Les pregunté dónde pensaban comer.
No tenían ni idea. Donde yo les llevara. Así que les sugerí Casa Mingo, en donde
ya me van a considerar cliente premium. Nada más sentarnos, el señor Song levantó
una mano y gritó ¡Tinto de verano! Llevaba apenas dos días en España y ya se
lo había aprendido. Los demás bebimos sidra de grifo bien fresquita,
elaboración propia. Les encantó todo lo que comimos: pollo asado, tortilla
española, croquetas de Cabrales y chorizos a la sidra. No acabamos cantando
Asturias, patria querida, porque no se la sabían. Caminamos hasta el centro
comercial de Príncipe Pío y rematamos con un café en el Starbucks, que insistí en
pagar. Allí les dejé, porque tenía cita con el dentista. Nos despedimos con
grandes abrazos, quedamos en contacto y prometí llamarles si un día se me
ocurre aparecer por Corea.
Me dieron sus tarjetas del KDI, Korean Development Institute. En la esquina superior derecha,
figura el anagrama de esta empresa estatal y debajo reza: Korea’s leading think tank. O sea,
el primer think tank de Corea. Al día
siguiente consulté un ranking mundial de think tanks,
un Global Index que elabora anualmente la Universidad de Pennsylvania. Y
descubrí con sorpresa que el KDI es el sexto de la lista mundial (excluyendo USA). ¡Joder! Es que Amnistía
Internacional figura en octavo lugar. Transparencia Internacional es el
noveno. Los dos españoles mejor situados, el CIDOB de Barcelona y el Instituto Elcano
de Madrid están en los puestos 28 y 46. Y el KDI es el sexto. Por supuesto, es el líder de la lista asiática. Si tienen curiosidad, pueden consultar el documento AQUÍ. Pues con una
avanzadilla de tres ingenieros de esa institución de primer nivel mundial estuve yo
bebiendo sidra, haciendo risas y compartiendo fotos.
Pero aun me queda otra historia
por contar. En una de estas, apareció por Madrid un arquitecto colombiano que
ha trabajado durante años para el Ayuntamiento de Medellín y que viene a hacer un doctorado (una
maestría, como dicen ellos). La transformación urbanística que ha sufrido
Medellín es una actuación modélica que ha recibido numerosos reconocimientos
internacionales. Hace diez años, Medellín estaba entre las diez ciudades más
peligrosas del mundo. Mediante la construcción del Metrocable, un teleférico
que une las dos partes de la ciudad, separadas por una gran hendidura natural,
se han integrado los dos mundos antagónicos que antes formaban la ciudad. Cada
estación del Metrocable en la mitad más depauperada de la ciudad, se ha transformado en un polo de
regeneración urbana, convirtiendo a Medellín en una urbe segura y reequilibrada, un modelo de
calidad de vida y un polo de atracción de turismo. Nuestro hombre formó parte
del equipo de arquitectos municipales que trabajaron en el proyecto. Y está
deseando contarlo, como me pasa a mí con Madrid Río.
Así que, ni corto ni perezoso, le
escribió una carta a la señora Carmena ofreciendo ir a mostrarle una
presentación que tiene preparada para explicar el proyecto. Ya saben en manos
de quién acabó la carta. El hombre se llama Mauricio Faciolince. Le llamé por
teléfono, le dije que estaríamos encantados de que viniera a contarnos la
historia de Medellín y el Metrocable y hablamos largo rato. Es un tipo estupendo, basta una conversación telefónica para deducirlo. Pero su apellido no es
precisamente muy corriente y durante toda la conversación estuve mordiéndome la
lengua por no hacerle la pregunta que finalmente le hice: –¿Me permites una
cuestión de tipo personal? –Por
supuesto. –¿Tú tienes algo que ver con
Héctor Abad? Pude notar su estupefacción a través de la línea. Tras una breve pausa,
me contestó: –Sí, señor. Es primo hermano mío y además estamos muy unidos. Lo último que
esperaba es que lo conocieras.
Si llevan tiempo siguiendo mi
blog, tal vez recuerden que ya reseñé que entre mis escritores favoritos hay dos jóvenes colombianos: Juan Gabriel Vasquez, de Bogotá, y Héctor Abad Faciolince, de
Medellín. El segundo de ellos es autor de al menos dos libros que leí con
fascinación. El olvido que seremos,
el más conocido, es una narración estremecedora centrada en la figura de su
padre, médico, ensayista y luchador infatigable por los derechos humanos, que
fue asesinado por paramilitares en pleno centro de Medellín, cuando Héctor era
apenas un niño. Si no lo conocen, les recomiendo encarecidamente su lectura. El
otro libro que he leído de este señor se llama Angosta y es una historia con un componente urbanístico innegable
(Angosta es, obviamente, el Medellín anterior a la construcción del
Metrocable).
El mundo es un pañuelo. Y todos los temas de los que se
habla en este blog están interrelacionados. La
literatura, el urbanismo, el cine, la reflexión sobre la actualidad y, por
supuesto, el rock’n roll y la cerveza, son en realidad la misma materia. Los
temas de mis textos vienen a mi encuentro, yo me limito a escribirlos. Mi
vida es un blog, como ya les dije hace unos días. Que lo pasen bien. Y tengan cuidado,
que viene el fin del mundo.