Sí señor, aquí me tienen a punto
de echar a volar, cual golondrina en alero. Me había reservado este sábado para
prepararme la maleta y esas cosas, pero resulta que me ha sobrado más de la
mitad del día. Les cuento. En realidad llevo más de una semana concentrado en
tareas preparatorias de esta nueva aventura en la que (no sé si han caído en la
cuenta) actuaré como único representante de esta vieja Europa que tanto quiero.
En efecto, las restantes ciudades que van a participar en el sarao son:
Portland, Boston, Los Ángeles, Ciudad de México, Buenos Aires, Santiago de
Chile, Curitiba, Río de Janeiro, Johannesburgo, Tshawne (Sudáfrica), Yakarta y
Nanjing (China). Y Madrid. Se nos ha distribuido un cuadernito con los perfiles
fotos y biografías de los 21 participantes, incluyendo los de la propia
organización C40 y los cinco de Portland que actúan como anfitriones. Como
siempre, mayoría de mujeres. En este caso no abrumadora: doce señoras y nueve
caballeros.
Les decía que llevo una semana
dedicado a preparar el viaje, por las mañanas rematando tareas en el curre,
preparando mis presentaciones y repasando textos para el workshop. Y por las
tardes haciendo reservas de hoteles, visados y transportes para la segunda
parte de mi viaje, la de mis vacaciones. Pero resulta que esta semana mi vida
ha dado un pequeño cambio, porque mi hijo Kike, que estaba a punto de completar
dos años viviendo conmigo, ha iniciado su propio vuelo particular y se ha
marchado a un piso con dos colegas, algo de lo que me avisó apenas un mes
antes. Hace dos años yo estaba como un cura, con toda la casa para mí, pero he
de reconocer que en estos momentos lo estoy echando de menos al jodido. Hemos
estado muy a gusto en este tiempo y ahora estoy sintiendo la ausencia, que se
suma a otras ausencias, morriñas y melancolías de las que no se comentan en
este blog, donde parece que yo siempre estoy contento y optimista. Bueno, como
homenaje al bueno de Kike, voy a poner un video que creo que expresa mejor que
ningún otro la sustancia de eso que llamamos la ausencia. Al micrófono, la
canaria Rosana Arbelo, la chica de Lanzarote.
Bueno, después de estas efusiones les diré que viajo ilusionado a USA, un territorio por el que tengo una indudable debilidad. Mucha gente odia a los americanos, como mucha gente odia a los ricos o a los poderosos. Pero, para mí, los yanquis son un pueblo depositario en estos momentos de lo mejor y lo peor de la Humanidad. Esa dualidad se expresó de manera dramática con la elección de Trump, que ganó por un margen muy estrecho, incluso con menor número de votos globales que su contrincante (¿quién se acuerda ya de Hillary?), aupado a la presidencia por una serie de sectores de edad, nivel educativo y territorios muy claramente diferenciados de los que no le votaron.
Bueno, después de estas efusiones les diré que viajo ilusionado a USA, un territorio por el que tengo una indudable debilidad. Mucha gente odia a los americanos, como mucha gente odia a los ricos o a los poderosos. Pero, para mí, los yanquis son un pueblo depositario en estos momentos de lo mejor y lo peor de la Humanidad. Esa dualidad se expresó de manera dramática con la elección de Trump, que ganó por un margen muy estrecho, incluso con menor número de votos globales que su contrincante (¿quién se acuerda ya de Hillary?), aupado a la presidencia por una serie de sectores de edad, nivel educativo y territorios muy claramente diferenciados de los que no le votaron.
El otro día les hablaba de la
iniciativa de Bloomberg al frente de un montón de ciudades y estados americanos
que han prometido formalmente seguir cumpliendo las directrices del Acuerdo del
Clima de París. Bueno, pues AQUÍ tienen
la declaración (es muy cortita y no tengo tiempo de traducírsela, tal vez pueden
hacerlo ustedes) y, sobre todo, la impresionante lista de alcaldes que la han
firmado. No es extraño encontrar a las tres ciudades que participarán en el
workshop al que yo viajo, junto con Nueva York, Washington, Chicago, Philadelphia,
Seattle o San Diego. Pero emociona encontrar también lugares como Houston,
Kansas City, Nueva Orleans o Salt Lake City. Debajo está la relación de estados
firmantes, y otras dos listas impactantes: la de universidades y la de grandes
empresas americanas. Estos son los Estados Unidos que yo adoro. El cambio
climático es un asunto muy serio y occidente ha tomado conciencia de su
gravedad. La tesis de Al Gore de que este fenómeno está ya en el origen de las
grandes migraciones, se va extendiendo.
Por lo demás, USA ya no tiene
otro liderazgo que el militar en un mundo interconectado. La ONU y sus
organizaciones son un reflejo de ese multiliderazgo y prueba de ello son los
diferentes índices que se publican bajo su amparo. Abajo les pongo el link al
mapa interactivo, recién actualizado, sobre los países más pacíficos y seguros
del mundo. El ranking, que evalúa a 163 países, sitúa a la cabeza a Islandia y
en segundo lugar a Nueva Zelanda, algo que no es muy sorprendente, puesto que
ambos países se llevan turnando en los dos primeros puestos desde que se empezó
a elaborar el ranking. Pero lo que me sorprende y me alegra muchísimo es el
ascenso al tercer puesto de nuestros queridos vecinos de Portugal. Por lo
demás, España está en el puesto 23, por detrás de Japón (10) y la mayoría de
los países nórdicos, y por delante de Francia o Inglaterra, no digamos ya USA y
Rusia, que están bastante atrás. Tampoco se sorprenderán de conocer al colista:
la desdichada Siria, seguida de Afganistán e Irak. AQUÍ
el enlace.
En fin, anteayer jueves, empecé a
pensar en mi maleta. Y, como es lógico, lo primero que busqué fue la propia
maleta. No estaba. Llamé a mi hijo y me confirmó que se la había llevado él. La
había usado para la mudanza. Así que quedamos en mi casa, aprovechamos para
cargar el coche con más cosas de las que se está llevando y fuimos a su nueva
casa. Está bastante bien, en un barrio muy agradable (Menéndez Pelayo). Subimos
los trastos, bajamos la maleta al coche (ya la tenía guardada en la parte de
arriba de su armario) y luego nos fuimos a cenar unos chopitos a una de las
terrazas de ese barrio tan castizo. Mi nueva condición de solateras
domiciliario abre una nueva época sobre la que habré de tomar unas cuantas
decisiones, que ya se irán contando en el blog (suponiendo que se merezcan un
texto).
Ayer viernes tuve un largo día de
despedida en el trabajo, que ya saben que, cuando uno se toma unos días de
descanso, todo el mundo le apremia para que deje terminadas sus tareas. Por la
tarde estaba tan cansado que hice un par de recados y me tumbé a leer. Esta
mañana me puse a la tarea de hacer la maleta. Y lo primero que constaté es que
no tenía bastantes calzoncillos. Cogí el Metro y me subí al Corte Inglés, que
en una cita con tantas damas no puede uno ir hecho un marrano, reciclando
calzoncillos. El día estaba precioso y decidí regresar andando. Mis pasos me
llevaron al Palacio Gaviria, donde hasta hace poco hacíamos el workshop de
conversación inglesa de los miércoles (empezamos en el Martínez Bar, luego nos
trasladamos al Gaviria y hace un tiempo que lo hacemos en un aula junto al
mercado de Antón Martín).
En el Palacio Gaviria se
anunciaba una exposición del dibujante holandés Escher y me metí a verla,
aunque ya no es la primera exposición de este señor que veo. Estuve casi una
hora allí. Apretaba el calor a la salida, pero continué mi camino hasta casa.
Como suelo hacer, coloqué sobre una cama todas las cosas que tengo que llevarme
(en la tierra a la que viajo hace unos 15 grados menos de temperatura) y luego
bajé a comer al restaurante Matilda, muy cerca de mi casa. Una siesta y el
último de los trabajos: meter las cosas en la maleta. Aun me sobraba media
tarde. Así que me he puesto a escribir. Mi vuelo es a las 6.00 de la mañana. Me
dicen en la agencia que debo estar tres horas antes, porque desde la llegada de
Trump están un poco tontos con los viajes a USA y hay un control de seguridad
extra. Confío en que no me hagan un tacto rectal para ver si llevo drogas o
propaganda yihadista. A ver si voy a tener que visitar al proctólogo nada más
llegar a destino. Sean felices y pórtense bien.
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