Entremos a fondo en el coñazo
este de la duplicación de género. Les recuerdo que la mujer ha sido desde la
prehistoria la mitad de la Humanidad minusvalorada y reprimida por la otra
mitad, la masculina, a la que tengo el honor de pertenecer, situación que continúa
en estos momentos, especialmente en el mundo musulmán y otros lugares atrasados
culturalmente, como muchos países del África subsahariana. Esta discriminación
se traduce, por ejemplo en que en torno a un tercio de la población mundial carece
de lavadora (he de contrastar la cifra para decírsela a ustedes con precisión).
¿Qué significa esto? Pues que la mujer se encarga de lavar, secar y planchar
como pueda la ropa de toda la familia. Y, si está en un lugar donde hay escasez
de agua, la mujer es la que se levanta antes del amanecer y camina a veces
varios kilómetros, generalmente con los hijos a los que no puede dejar solos,
para poder volver a tiempo de preparar el desayuno familiar, al que el marido
se apunta con la mesa puesta.
Esto sucede hoy en día. En los
países musulmanes, la mujer no puede salir de casa, ni conducir, ni sacarse el
DNI sin el permiso del marido. Las niñas pueden ir al colegio hasta que tienen
la primera menstruación. Entonces se acabó el colegio: a encerrarse a casa y
esperar que tus padres te concierten un matrimonio. No diré nada del tema de la
ablación de clítoris, que ya es bastante sangriento este panorama. En otras
tierras, la mujer lucha por su liberación y se expone a una violencia ciega,
que le impide circular libremente por la calle. Esto sucede en toda
Latinoamérica y en otros lugares como la India. Allí las noticias de
feminicidios son cotidianas. También son lugares peligrosos para los tíos, pero
ciertamente menos y además no me gustan las equidistancias excusantes, supongo
que saben a qué me refiero.
Y finalmente, está el mundo
occidental. Aquí la situación de la mujer es sin duda mejor, comparativamente,
aunque hay restos de discriminación y un goteo constante de crímenes machistas.
Y aquí viene lo de la tontuna de la duplicación de género. En lugar de ir al
fondo de la cuestión, poniendo en marcha políticas de inclusión y actuaciones
que mitiguen la desigualdad existente, a algún lumbrera se le ocurre que hay
que empezar incorporando esa idea al lenguaje cotidiano. Ni siquiera es una
idea original, que ya la puso en boga el lehendakari Ibarretxe, con aquella
tontuna de los vascos y vascas, de la que tanto nos reíamos. El problema es que
ahora los políticos, en vez de reírse, lo han incorporado a sus discursos, sin
reparar en lo ridículo que resulta y lo que irrita a la gente. Yo no conozco a
nadie en mi círculo de amigos y conocidos a quien le parezca bien. Mejor dicho,
miento, conozco a uno, pero es tonto.
No habría ni que decirlo, pero es
una evidencia que lo que discrimina no es el lenguaje. Y, en este mundo que
vive para guardar las apariencias, el uso por un político de ese lenguaje
duplicado no garantiza para nada que sus ideas sean correctas en este terreno.
Un tipo puede salir a un estrado, soltar un rollo lleno de ciudadanos y ciudadanas y, al acabar, marcharse a su casa y tratar
a su señora a bofetadas. Pero hemos llegado a una situación en la que
cualquiera que hable en público y no duplique todos los sustantivos, puede
suscitar rostros estirados, como me sucedió a mí cuando se me ocurrió decir que
para pasear por ahí a un ministro gay, todo el rato le cedería el paso por
precaución. Si quieres hacer carrera como orador, introduce cuantas
duplicaciones puedas, o no te comerás una rosca.
Una característica curiosa es que
esta imbecilidad sólo sucede con el castellano. Nos hemos vuelto locos. En la
jornada sobre violencias urbanas de la que ya les hablé en su día, asistí a una
mesa redonda en la que había nacionales y extranjeros, por lo que se hablaba en
español y en inglés. La moderadora abrió la jornada diciendo: –Buenos días,
bienvenidos y bienvenidas, welcome everybody. Está clara la diferencia entre
ambas lenguas. Conscientes del absurdo a que nos está llevando este tema,
algunos organismos han editado manuales de lenguaje inclusivo en donde recurren
a soluciones peregrinas. Por ejemplo, para no tener que decir los niños y
niñas, se recomienda usar las criaturas. Todavía más ridículo.
La RAE ya se ha pronunciado, y yo
tengo la idea de que esta nueva forma de hablar se puede entender como
realmente discriminatoria, puesto que todo el rato resalta la existencia de dos
sexos. Dejando esto de lado, me parece que lo único que nos queda es elevar aún
más el absurdo. En ese sentido, ya saben ustedes que anda el cotarro revuelto
con eso de las naciones que componen España y la tontería de la
plurinacionalidad. Bien. Se ha dado por establecer que diciendo todo el rato los ciudadanos y ciudadanas, somos más
inclusivos y más guay que si decimos sólo los
ciudadanos, como yo hago siempre, porque en esta última modalidad estamos
haciendo de menos al género femenino. Pues lo mismo puede entenderse con los
diferentes idiomas patrios. Si decimos los
ciudadanos y ciudadanas, estamos haciendo de menos a los catalanes,
gallegos y vascos. Pues incluyámoslos también.
Según mi idea, el partido Unidos
Podemos, al que ya Irene Montero suele llamar Unidos y Unidas Podemos, pasaría
a llamarse: Unidos y Unidas, Units y Unides, Unidiños y Unidiñas, Elkarrekin,
Podemos, Podem y Ahal Dugun. No me digan que no es una idea cojonuda. Así los
discursos de Irene Montero podrían empezar un lunes y terminar el miércoles. Y
recordemos que en nuestro mundo no sólo
hay hombres y mujeres, sino también niños y niñas, por lo que habría que
incorporar los diminutivos. Y que esto también podría resultar excluyente para
los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, asexuales, etc, que pueden
sentirse discriminados por nuestro lenguaje de todos los días. Y, por supuesto,
habría que incluir también el lenguaje de signos, por si hay algún sordomudo
entre los oyentes. No bastará con recitar la retahíla que les he puesto más
arriba, sino que habrá que hacerlo con el énfasis sobredimensionado propio del
lenguaje de sordos. La duplicación elevada a X.
En esta Torre de Babel yo me
considero un resistente. Igual que estoy firmemente decidido a seguir contando
chistes de gays, de negros, de señoras gordas y flacas o de tartamudos, sin
otros filtros que los del cariño y el buen gusto, pues también estoy dispuesto
a no emplear nunca la maldita duplicación de género, salvo en modo irónico. Y
también continuaré diferenciando el sólo adverbio
del solo adjetivo. Nadie va a cambiar
mi forma de escribir ni mi forma de expresarme en público. ¡Ea! (esto de acabar
gritando ¡ea! se lo he copiado a mi amiga Inmaculada, a la que aprovecho para
mandar un fuerte abrazo).
En fin. Ya tengo al helicóptero
rondando sobre mi cabeza, porque el gran desfile del World Pride saldrá dentro
de unas horas desde la plaza de Atocha, a cien metros de mi casa. Ya saben que
por aquí pasan todas las procesiones, desfiles militares, verbenas y
manifestaciones. Pero no voy a quejarme, en la línea de Javier Marías. Vivir en
el centro de una ciudad grande tiene sus inconvenientes y también sus ventajas.
Es lo que hay. Para sumarme a la gran astracanada inclusiva y festiva, les dejo
con un tema que viene al pelo. El Juliette de Platero y Tú. Sean buenos. Yo me
bajo a infíltrarme en la marea de bujarrones y bujarronas.
El 2 de julio de 2017, Paco Couto escribió:
ResponderEliminarSin la misma intención que ahora, el señores y señoras se viene diciendo "de toda la vida de Dios" o al menos eso me parece. El comienzo de los discursos a lo lehendakari style también me parece recordar que tiene antecedentes. No me hagas mucho caso, pero creo que De Gaulle comenzaba sus discursos con el franceses y francesas. Me suena, no es un recuerdo consistente. Tal vez me lo estoy inventando. Tú que tienes mucha habilidad para encontrar cosas en el internete, mira si te aparece algún discurso de De Gaulle. La teima del lenguaje duplicado ya viene de hace mucho. Álvaro García Meseguer, reconocido feminista, conocido por nosotros más como ingeniero de caminos coautor de la biblia del hormigón en lengua española, el famoso Jimenez Montoya (eclipsados Meseguer y Morán) escribió hace años un estudio sobre el sexismo o no de la lengua española. No le han hecho mucho caso. Creo que el asunto no tiene solución y tendremos discordia para rato. Los que creen que el lenguaje conforma el pensamiento y la ideología seguirán vigilando nuestro lenguaje.
Mi respuesta, el 4 de julio:
EliminarQuerido Paco, te agradezco este comentario tan sesudo y documentado, muy por encima de mi texto, que se escribió tal vez un poco más a la carrera de lo corriente. Por supuesto que el "señoras y señores" se usa de toda la vida, es una fórmula de cortesía habitual para empezar un discurso. También en medios anglosajones se usa el "Ladies and gentlemen", por ejemplo para presentar a un músico. Lo que es una estupidez y además algo muy cansino, es que haya que duplicar todo el rato, al principio, en medio y al final de un speech. Es que si escuchas el parlamento de Irene Montero, o cualquier otro, deberás sufrir todo el rato cosas como esta: "esto es lo que pretende esta ley, señores diputados y diputadas, que todos los ciudadanos y ciudadanas se sientan protegidos y protegidas ante cualquier contingencia". Lo siento, pero me resulta insufrible
El 3 de julio de 2017, Anónimo escribió:
ResponderEliminarCreí que pertenecer a la mitad masculina, no era un honor, sino una aleatoria combinación de cromosomas. Pero si es un honor, felicidades por la suerte que te ha cabido en el reparto genómico
Mi respuesta del 4 de julio:
EliminarNo sé quién eres, pero en este foro no tienen sitio los listillos. Ni las listillas. Por supuesto que es un honor para mí ser hombre, no inferior al que sentiría si hubiera nacido mujer. Los cisexuales es lo que tenemos. Siempre me he llevado bien con las mujeres a partir de un mutuo respeto y consideración de igualdad. Y no me siento obligado a echar sobre mis espaldas las culpas de generaciones y generaciones de machistas y tener que flagelarme por ello.