viernes, 28 de abril de 2017

629. Los aliens nos rodean

Después de unas semanas agitadas, por fin tengo una tarde para tumbarme a la bartola y echar un vistazo un poco más tranquilo a los diarios digitales. La verdad es que desde que volví de Birmania, no he parado. Por primera vez en más de un año, he logrado trabajar normalmente dos meses seguidos. Entre accidentes, baja prolongada, congresos y viajes asiáticos no había podido hacerlo desde que volé a Londres, a mediados de febrero de 2015. Esta semana empezó más o menos como siempre. El lunes por la tarde tuve mi sesión mensual ordinaria del club Billar de Letras, en la que analizamos el libro Del color de la leche, del que ya les contaré. El martes tuvimos la Mesa de Urbanismo de Villaverde, que cerraba la primera ronda que hemos hecho por todos los distritos para difundir las ideas y los proyectos de la nueva corporación. Terminamos la sesión cerca de las nueve.

Y ayer me pasé la mañana en una larga visita a Madrid Río con un curso de la Copenhaguen School of Design and Technology. Porque en estos meses he seguido con mis actividades de receptor de delegaciones extranjeras (la semana pasada me tocó hablar durante una hora a otro curso, en este caso de la rama de Transportations Science, una especie de ingenieros de tráfico, de la Universidad flamenca de Hasselt. Yo les expliqué un poco el marco urbanístico de Madrid y la historia más reciente de la ciudad, y después un compañero les habló de los aspectos de tráfico y movilidad). Ayer, tras la paliza de Madrid Río, comí un sándwich y me fui a la oficina porque tenía que terminar unas cosas. Y por la tarde/noche tuve mi hora y media de taller de conversación inglesa. A la salida, consulté cómo iba el partido Dépor-Real Madrid (1-2 al descanso). Convencido de que nos iba a caer la del pulpo (como así fue) y acosado por el aire helado que entró justo mientras estaba en clase, de pronto se me vino encima todo el cansancio acumulado y me fui a casa a leer.

Hoy, al salir del curre, he recuperado las buenas costumbres, me he tomado unas alubias con almejas en La Pitarra y me he subido a echarme una siesta de las de pijama. Bien es cierto que, después me he vestido y he subido andando hasta el FNAC de Callao, donde me he comprado los últimos libros recién editados de Haruki Murakami y Andrea Camilleri. El de Murakami se llama De qué hablamos cuando hablamos de escribir, y me huele que debe de ser un poco pestiño, pero hay que mantener la fidelidad a las figuras literarias de culto. Todavía tengo pendiente de leer el penúltimo de Murakami, la colección de cuentos Hombres sin mujeres. Ya he comentado en alguna ocasión que los cuentos no son lo que más me gusta de Murakami, pero también he dicho que es mi ídolo y que cuando me jubile intentaré amoldar mis ritmos al programa de vida que sigue este señor. 

El caso es que he podido ver la prensa digital, cómodamente tumbado en mi cama y enfundado en mi pijama de cuadros azules y rojos. Y me he encontrado con la información más divertida del día. El señor Trump ha habilitado un teléfono para que los ciudadanos se quejen de la presencia de inmigrantes ilegales, o denuncien sus ataques o sus diferentes tropelías. Y el primer día, las líneas se han bloqueado por la profusión de denuncias sobre apariciones de extraterrestres. El humor es una excelente forma de defenderse de la presión de los políticos reaccionarios, pero es que en este caso, se lo han puesto a huevo, porque en Estados Unidos se llama aliens tanto a los extraterrestres como a los extranjeros que viven en el país, a su vez divididos en legal aliens e ilegal aliens.

Lo explica muy bien un lector de El Mundo en un comentario a pie de la noticia. Hay diferentes palabras inglesas para cada tipo de situación. En primer lugar, foreigner, que designa a todos los extranjeros, vengan o no vengan a USA. Luego están los immigrants, que son los que tienen un visado de inmigrante que da derecho a residir en el territorio yanqui de forma permanente. Y por último, los aliens, que están en el país de forma transitoria. Estos pueden ser non-resident aliens (NRA), que son turistas o visitantes esporádicos, o bien resident aliens, que están amparados por un visado, por ejemplo profesores invitados, o artistas con una beca, o músicos que vienen a grabar discos. Estos últimos se conocen también como legal aliens, por contraposición con los illegal aliens, que han entrado de forma clandestina.

El caso es que no hay otra palabra para designar a los que Trump ha demonizado y quiere expulsar del país, y eso propicia un divertido juego de palabras, que ha sido aprovechado para trolear el teléfono de la esperanza fascista/racista habilitado por el gobierno. Un gobierno al que, por cierto, no le ha hecho puta gracia el asunto. Un portavoz de aire enfurruñado ha proclamado que esa línea era un servicio público, que su inutilización es un acto de vandalismo y que puede impedir proteger a alguien a quien roben o ataquen. A mí, en cambio, me ha hecho mucha gracia. Vamos, que me descojono. Y ya que estamos, les traigo un vídeo delicioso de Sting paseando por Nueva York nevada. El estribillo es fácil de entender: I’m an alien, I’m an legal alien, I’m an Englishman in New York. Pónganselo en pantalla grande y disfruten.


Treinta años tiene esta maravillosa canción, que es de 1987. Tiene cojones. Cuatro años antes yo escuché a Sting en directo, con su grupo Police en el campo del Moscardó, en Usera, y pocas veces he visto dar a un cantante tantos brincos (llevaba unas mallas de colores muy ajustadas). Pero no le abramos la puerta a la nostalgia, que luego no hay forma de echarla. Los tiempos actuales también son apasionantes. Y esto me lleva a la segunda noticia más graciosa del día: la foto de Maduro con los independentistas catalanes. Por cierto, nos reímos por no llorar: la situación en Venezuela es explosiva, se teme la declaración de estado de sitio y le gente está acumulando alimentos en sus casas, con cuidado de que no les disparen los francotiradores del régimen (información que me envía una amiga venezolana). Veamos la foto.



Para mí no es nada inesperado. Si acaso me sorprende la ingenuidad, la bisoñez de unos señores que posan ufanos, sin imaginar que con esa foto están perjudicando a su movimiento. Toda su gestualidad traduce una satisfacción realmente increíble, como si estuvieran haciendo algo prodigioso. Ya por ese camino, les queda ir a ver a Kim Jong-un. Seguro que apoya la independencia de Catalonia (esa que is not Spain). El fondo del tema no me sorprende, porque llevo más de cuatro años difundiendo mi opinión de que el independentismo catalán está del mismo lado que los movimientos que lideran Trump, Farage, Le Pen, Wilders y otros protofascistas. Aclararé que nunca les he emparentado con Maduro, son ellos solos los que se han metido en esa camisa de once varas. Tampoco los he homologado con el régimen de Corea del Norte, Dios me libre. Pero yo empecé a decir que el independentismo no era de izquierdas, cuando poca gente lo percibía así. Ahora mis opiniones ya están bastante extendidas, así que no conviene insistir, es un tema que huele ya.

La foto con Maduro es coherente con los últimos movimientos internacionales de los secesionistas. Mortadelo y Puigdemont (como ya se les conoce) viajaron a los USA, donde aterrizaron como auténticos aliens, en el doble sentido de la palabra. Fueron recibidos con indiferencia y no consiguieron grandes apoyos. Alguno sí. Por ejemplo, el congresista republicano por California Dana Rohrabacher, que lleva años apoyando su movimiento. A este caballero le cayeron tan bien los chicos de Cataluña que se acercó a su tierra poco después, para apoyar in situ su movimiento. Este conspicuo senador, fue invitado a cenar con Puigdemont, imagino que mungetas amb butifarra o similar, porque al día siguiente tuvo que cancelar su agenda en medio de una resaca importante.

Y ya que estaba por estas tierras, pues se acercó al país vecino para apoyar explícitamente a la señora Le Pen. Le acompañaba en estos avatares el congresista por Iowa Steve King, que ya aprovechó para mostrar su apoyo abierto, nada menos que a Frauke Petry (Alternativa por Alemania), el arriba citado Wilders y el líder de Libertad para Austria Heinz-Christian Strache. Todo encaja. Ante ello, no sólo me descojono, sino que además me esmendrello, que diría un asturiano.

Por si piensan que me estoy inventando todo esto, pues AQUÍ pueden ver un perfil completo del congresista por California. Algunos dirán: ¡Hombre, un diario que se llama El Español, no es muy de fiar! Bien la información sobre el apoyo de este señor a Le Pen y demás fascistas europeos no es de El Español. Pueden verla en el blog Human Rights First, una página americana que, según especifica su perfil, lleva más de treinta años defendiendo los derechos humanos y la libertad en todo el mundo. AQUÍ tienen la información. Créanme, que yo no les miento. Y sean buenos.

miércoles, 26 de abril de 2017

628. Adivinar el futuro/La saga Le Pen

Eso es lo que más me gustaría a mí: adivinar el futuro. Es el tema que se ventila (hermoso verbo: se ventila=se decide, se dilucida) en la película La Llegada, que ya les he recomendado antes. Si lográramos adivinar el futuro, seguramente nos llevaríamos un disgusto, porque la vida es una película que acaba mal, y nosotros estamos acostumbrados a los filmes de Hollywood, en los que al final llega El Bueno, mata al malo, rescata a la chica y se disponen ambos a comer perdices per secula seculorum. Incluso, después de la tensión de los últimos instantes de acción, suele haber una escena tranquila, a modo de epílogo, en la que la pareja protagonista nos cuenta cómo va transcurriendo el primer día del resto de sus vidas. Nada de eso es real. Cuando nos llegue la hora a cada cual, no va a haber bueno que nos rescate. 

Y sin embargo, todos buscamos adivinar el futuro. La Llegada plantea un tema muy sugerente: que una persona, que adquiere el don de prever el futuro, aun sabiendo que va a ser terrible, decida seguir adelante. Y que su pareja se mosquee con ella y le diga: joder, si lo sabías por qué seguiste adelante, involucrándome a mí. Difícil dilema. Yo, por ejemplo, no dejo de hacer pronósticos, aunque me equivoco casi siempre. Me gustaría saber cómo se hace para acertar. Por eso admiro a personas como Johan Galtung, que predijo la caída del Muro de Berlín once años antes de que sucediera. A mi modesto nivel, a mí me encanta salir al público el 14 de abril con una glosa apasionada sobre la novela Patria, de Fernando Aramburu, y que el 21 del mismo mes la Asociación Española de Críticos Literarios le conceda el Premio de la Crítica a la mejor novela de 2016 (a quién se lo iban a dar si no).

Cada vez que me adelanto a una noticia, mi ego de comunicador rebosa de satisfacción. Pero he de reconocer que a mí se me da mejor analizar las cosas a toro pasado. Para la prospectiva soy bastante negado. Por ejemplo, yo estaba convencido de que la lista encabezada por la señora Le Pene sería la más votada en las elecciones francesas, donde se ventilaba quien será el presidente francés para los próximos años. Y al final, ha sido la segunda. Y quién podría prever que la ola de podredumbre que está sepultando al PP seguiría afectando a gente de nombre: Nachito, Esperanza y ahora Dancausa. Nachito (así le llamaba Esperanza cuando lo tenía de jefe de gabinete y hombre para todo), resulta que financiaba al partido con la ayuda del Compi-Yogui de la reina Leticia y, de paso, se llenaba la buchaca. Ya saben el refrán manchego: el que con harina anda, algo le queda en las uñas. Un dicho a la medida de la cutrez de ese mundo mezquino. Y ahora, para colmo, le abren causa a Dancausa, a causa de sus malas prácticas como jefa de Mercamadrid. Aunque la encausada lo niega.

Cuando la casa propia huele a mierda, conviene abrir las ventanas para que el ambiente se ventile. Pero de nada de eso se habla estos días en los bares del foro. Prácticamente, el ciento por cien de las conversaciones desmenuza las jugadas y las pequeñas miserias del llamado “clásico” del fútbol, el Madrí-Barça. Lo siento pero no lo vi, ya tuve bastante con tragarme el bodrio del partido del Dépor por la mañana, sentado en el bar de los chinos en donde casi me rompo la nariz hace unos meses. En el Madrí-Barça se ventilaba la Liga, según los cronistas y, hablando de gente que se anticipa a las noticias, vean el chiste de Forges del 29 de marzo. Prácticamente podría haber salido ayer, casi dos meses más tarde.


En fin. Hablando de la señora Le Pene, tal vez no sepan ustedes mucho de ella, más allá de que es la hija del ultraderechista Jean Marie Le Pen (albricias, se me ha arreglado el corrector de Word). La historia entera de esta familia es una sucesión de disparates, que parecen imaginados por la pluma del mismísimo Valle Inclán. El padre de Jean Marie era un pescador bretón que saltó por los aires cuando fondeó su lancha junto a una mina alemana. Corría 1942 y los nazis tenían ocupado todo el norte de Francia. Jean Marie tenía 14 años cuando su padre voló por los aires y eso ya le marcó de por vida. Se convirtió en un patriota francés, que cobraba una pensión como hijo de héroe, con la que se fue a estudiar derecho a París, mientras pegaba carteles de Acción Nacional y se peleaba a puñetazos con los estudiantes izquierdistas.

Era ya un orador brillante pero, presa de su propio personaje, se enroló en el ejército y combatió en Indochina, de donde volvió presumiendo de haber torturado a prisioneros, aunque siempre por exigencias del guión. Se fue voluntario a Argelia a defender la posición y volvió de allí con un ojo de cristal, de cuyo origen dio numerosas versiones heroicas (como Valle Inclán de su brazo perdido), aunque las malas lenguas dicen que perdió el ojo en una pelea con unos compañeros, una noche de borrachera. De vuelta en su tierra, empezó a ser una referencia obligada de la ultraderecha, como Blas Piñar en España. Ya entrado en años, se casó con Pierrete Lalanne, una modelo divorciada, con la que se afanó por tener un hijo varón, de acuerdo con su ideología. Pero su señora no le daba más que hijas. Marie-Caroline, Yann y Marine, la pequeña. Más tarde, Jean Marie contrató un biógrafo, para que contara su vida y milagros, y lo instaló en su casa. Y ya se imaginan lo que pasó: Pierrette se fugó con él.

Las fechas de este culebrón son significativas. Marine nace en 1968. Cuando tenía 4 años su madre pidió por primera vez el divorcio, pero su marido se opuso y ganó el juicio. Cuando tenía 7 años, una bomba estalló en su casa y Marine se despertó encima de un montón de cascotes, milagrosamente sin ninguna herida importante, atentado que se atribuyó a conexiones mafiosas del padre. Cuando tenía 16 años su madre se fugó con el biógrafo y no volvió a ver a sus hijas en 15 años. El divorcio fue traumático: Pierrette se llevó, entre otros trofeos, el ojo de cristal de Jean Marie (supongo que lo dejaba en un vaso con agua por las noches; si no ¿cómo robárselo?). Pero olvidó la urna de las cenizas de su propia madre. Los abogados de ambos quedaron una noche en un bosque cercano a París, para intercambiar ojo por urna. Ya ven que no exagero cuando hablo de Valle Inclán.

Pero la cosa del divorcio no acaba aquí. Jean Marie declaró públicamente que no le pasaría un solo franco de pensión a Pierrette, por puta y mentirosa, y que le recomendaba dedicarse a fregar escaleras. Y ella se vengó de tal afrenta, posando para el Play Boy francés, desnuda con un simple delantal fingiendo que fregaba una cocina, de forma que toda Francia pudo verle el culo, que no alcanzaba a tapar el delantal. Pierrette, esta señora tan temperamental, tiene ahora 81 años y se ha reconciliado con la familia, aceptando incluso figurar en las listas del Frente, eso sí, en posiciones retrasadas, que nunca la obligarán a dejar su casa, en la que vive tranquila.

Marie-Caroline era la designada para heredar el partido y los bienes de la familia, pero se le ocurrió apoyar con su marido una escisión del Frente Nacional que se oponía a su padre. Jean Marie la desheredó y proclamó ante la prensa que era muy triste que existieran mujerzuelas que hiciesen caso a su marido en vez de a su padre. Así que la herencia pasó a la pequeña, porque parece que la intermedia es la más normal del grupo y no se quiere meter en política. En 2011, el patriarca cedió la secretaría general del Frente a Marine, que lo ha hecho crecer hasta la posición que tiene hoy. Y en 2014, Marine expulsó a su padre del partido por facha y cabezota. Antes de eso, a Jean Marie lo habían expulsado también del Parlamento Europeo, en donde tenía un escaño, por darle un puñetazo en la nariz a una diputada socialista que sostenía la pancarta de cabeza de una manifestación que protestaba de que se le dejara hablar en dicho parlamento.

Parece un culebrón, pero es real. Digamos que es un reality show. Como el protagonista de El show de Truman, Marine Le Pen lleva toda su vida bajo los focos de los media de su país. Con esa historia, es verdaderamente meritorio que haya sacado tantos votos. Toquemos madera para que no gane la segunda vuelta. No por su historia sino por el mensaje y la ideología que defiende. Después de la victoria de Trump, sólo nos faltaba que ganara esta señora en Francia. Para mí no sería una enorme sorpresa, en un país en el que, cada dos por tres, nos tiran la fruta de los camiones a la calzada y posan muy ufanos de tales hazañas. Pero sería el fin de Europa tal como la conocemos y la hemos disfrutado más de 60 años. Eso es lo que se ventila en la segunda vuelta del próximo 7 de mayo. Toquemos madera. Y que duerman bien.

viernes, 21 de abril de 2017

627. Sobre Dostoievsky y Galtung

Esto sigue a toda leche y un escaparate como este en el que la actualidad manda, impide rescatar propósitos antiguos incumplidos, como mi prometida segunda parte sobre la bomba de Hiroshima, o unas cuantas entradas más sobre Birmania. Aquí lo que no se cuenta al momento ya se queda para siempre en el tintero. Anteayer por la tarde/noche acudí al club Billar de Letras a una sesión fuera de programa, organizada en torno a la nueva edición de Las Noches Blancas de Dostoievsky, con una traducción directa del ruso (las ediciones antiguas se solían traducir del francés), que ha merecido el premio anual del gremio de traductores, y unas ilustraciones preciosas a cargo de un dibujante ruso afincado en Madrid. Con la presencia de ambos y los profundos análisis de mi amigo Ronaldo Menéndez se organizó una velada de más de tres horas, bien surtida de caldos de la Rioja, sándwiches de Rodilla y buena cerveza.

Lo cierto es que Las Noches Blancas no está entre mis preferencias dentro de la literatura de Dostoievsky, tal vez por haberla leído en el momento equivocado. Cuando yo era joven, me estrené con Crimen y Castigo y terminé alucinado tras tragarme semejante tocho. Su temática sobre la culpabilidad, el misticismo, la disección del alma rusa, la redención a través del sufrimiento, me indujo una lectura adictiva que me dejó con ganas de leer más cosas de este señor tan atormentado. De alguna forma que no recuerdo, cayó en mis manos Las Noches Blancas y fue una decepción. Tal vez deba releerla, ahora que soy veterano, porque el punto de vista lector evoluciona con la edad.

A los veinte, era yo bastante hippy y me resultó un tanto ñoña la historia del atormentado joven que conoce a una chica y se enamora perdidamente. Pero la chica lleva dos años esperando a un novio que nunca acaba de volver. Hablan y hablan durante cuatro noches a orillas del Neva. Y al final, después de prometerse amor eterno, aparece el novio y la chica se va con él y le ofrece al protagonista de la novela venir a verles cuando quiera, porque siempre serán amigos. Díganme, queridos lectores. A quién de ustedes no le ha sucedido esta historia. Quién no se ha enamorado perdidamente de una chica maravillosa con novio pedorro. El final es siempre el mismo: la chica se queda con el pedorro y ofrece amistad eterna, aunque los tres implicados saben perfectamente que no habrá más contactos. Al que le pasa esto, se le conoce ahora con un calificativo específico: pagafantas. El protagonista de Las Noches Blancas es el primer pagafantas de la literatura. Incluso hay un estándar de jazz sobre el asunto, titulado Just Friends (Klenner & Lewis, 1931). Escuchen la mejor versión de todas: la de Chet Baker.


Volviendo a nuestra sesión de Billar de Letras, una de las participantes contó una anécdota deliciosa. Esa tarde había acudido a comprar la nueva edición de Las Noches Blancas a la Casa del Libro de Gran Vía, para que se la firmaran traductora e ilustrador. Se acercó a una vendedora sentada frente a un ordenador y preguntó por el libro. Le pidieron el nombre del autor, para buscarlo. Dostoievsky –dijo. La chica tecleó el nombre, consultó la pantalla y, mirándola por encima de las gafas, (para confirmar) preguntó: –¿Fiodor? Mi compañera venía indignada. ¿Cómo es posible que una dependienta de librería haga semejante pregunta? –proclamaba, aún muy alterada–. ¿Es que hay otro Dostoievsky? ¡Es como si pides un libro de Cervantes y te preguntan “Miguel, ¿verdad?”

He de decir que yo también llegué indignado a la sesión, pero por otro motivo. Resulta que esa tarde se acababa de inaugurar el primer Foro Mundial sobre las Violencias Urbanas y la Educación para la Convivencia y la Paz. Ha sido este un acontecimiento de primer nivel, al que han acudido más de 200 alcaldes, entre ellos las de París y Roma y un montón de expertos de un tema que preocupa y mucho a los países y sus gobernantes. Mi indignación venía del hecho de que a media tarde, ninguno de los periódicos digitales de ámbito nacional hacía la menor mención del acontecimiento, a pesar de que el acto de presentación había sido presidido por el Rey en persona. ¿Por qué? Pues porque toda la atención mediática se dirigía a la detención de Ignacio González. Menuda mierda de información. Para mí, en este caso, la noticia es que todavía siguiera en libertad. La naturaleza corrupta de este sujeto es de dominio público desde hace mucho tiempo. Les recuerdo que este fue el candidato de Esperanza Aguirre a presidir Bankia, pero Rajoy impuso su autoridad y forzó el nombramiento de Rato, otro que tal baila.

Mi indignación de la tarde del miércoles, era el preludio de la que todavía me corroe las entrañas. Porque El País no ha llegado a dar ni una escueta nota del Foro Mundial. El Mundo cumplió con una breve reseña. Y lo cierto es que la mejor información sobre el evento ha sido la ofrecida por La Vanguardia y su grupo, que ya por la mañana publicaba una noticia a la altura de la importancia de la cita, que pueden leer AQUÍ. Tras consultar el programa, me inscribí y me escapé ayer a media mañana para asistir a la mesa redonda sobre el tema Gobernanza para la Paz. Mi interés partía de la presencia en esta mesa del sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, el gran pope de la mediación en conflictos armados. Este señor, que tiene 86 años, fue el fundador del Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz, nada menos que en 1959.

Desde entonces ha dado clases en todas las universidades del mundo, como profesor invitado, y es el padre de la cultura noruega de la mediación, habiendo participado él mismo en la resolución de más de 40 conflictos armados. Entre ellos el de Sri Lanka, del que hablaré más abajo. Este señor está ahora jubilado y vive en un chalé cerca de Alicante, con su esposa japonesa. No es muy difícil sacarle de su retiro, entra a todos los trapos, como Mayor Zaragoza y otros de su quinta. Además, este señor suele aventurarse a hacer pronósticos con bastante acierto. Anticipó así, mucho antes de que se produjera, la caída del mundo soviético. Y, en tiempos de Clinton dijo que la supremacía de los Estados Unidos en el mundo se acabaría en 2025. Al ver que ganaba Bush jr, adelantó su previsión a 2020. Y ahora interpreta la victoria de Trump como el primer signo de que su profecía empieza a cumplirse. Pueden verlo AQUÍ. Por otro lado, ese pronóstico es el mismo que lleva tiempo haciendo mi amigo Diego Moreno, desde su atalaya de Tijuana.

Las teorías de Galtung son muy precisas. Considera que hay tres tipos de violencia. La violencia física (atentados, crímenes comunes y violencia del estado). En segundo lugar, la violencia estructural, que comprende diversos tipos de violencia ejercida desde ciertos estamentos: formas sociopolíticas concretas, represión, marginación, explotación. Y finalmente, la violencia cultural, cuando surge una determinada ideología que ampara y justifica los otros dos tipos de violencia, mediante componentes religiosos, identitarios o de poder. En este apartado hay que incluir la xenofobia, el racismo, el nacionalismo, el sexismo y otras ideologías patógenas. La cultura de la mediación ha de afrontar este tipo de violencias, mediante diálogo, educación y mucho trabajo negociador. Si han leído Patria, como yo les he recomendado, encontrarán un ejemplo de cómo se ejercieron esas tres formas de violencia en el País Vasco.

Otra de las tesis de este señor es la diferencia entre lo que él llama paz positiva y paz negativa. La segunda se alcanza cuando callan las armas, bien por una derrota militar o por un simple alto el fuego. Pero ese estadío es sólo el primer paso, el momento de empezar a trabajar, para conseguir la plena integración de los bandos en conflicto, que es la verdadera paz positiva. En Bosnia, por ejemplo, la guerra se acabó en 1995, hace más de 20 años. Pero no han superado la paz negativa. Bosnia son ahora realmente dos estados, el musulmán con capital en Sarajevo y el serbobosnio con capital en Banja Luka. Se odian a muerte y no se siguen pegando porque entre ambos continúan desplegados los cascos azules. Como ya he contado, sólo se ponen de acuerdo pare enviar un solo cantante al Festival de Eurovision, por riguroso turno entre ambas etnias, y eso porque no les dejan presentar a dos. Y lo mismo sucede en Sri Lanka.

Galtung dirigía el equipo mediador, en los tiempos en que yo trabajaba en ese país en guerra. Les recuerdo cómo acabó la cosa, pero si se les ha olvidado. En Sri Lanka hay bipartidismo. Y los partidarios de negociar con los tamiles era los dirigentes y votantes del partido de la derecha, hartos de que la guerra civil retrajera la inversión empresarial en el país. En cambio, el partido socialista, no quería diálogo alguno; decía que los tamiles eran unos terroristas y unos cabrones. Algo comprensible, dado que su secretaria general era la señora Bandaranaike jr, a cuyo padre y marido los asesinaron los tamiles en sendos atentados. La derecha se hizo con el poder en 2002 y empezaron las conversaciones, auspiciadas por la ONU y dirigidas por Galtung. Pero en 2008, ganaron otra vez los socialistas y se acabó lo que se daba. La guerra se reactivó y los tamiles fueron derrotados en mayo de 2009.

Tenía ganas de escuchar a este señor, así que me acerqué al centro de Convenciones La Nave, creado en Villaverde, en el edificio de la antigua factoría Boetticher. Esperando para entrar a la sala, lo descubrí por allí, sentado cómodamente en un banco corrido. Me acerqué y estuve un rato charlando con él. Le expliqué mi trabajo en Colombo y le dije que conocía sus esfuerzos en pos de la paz en la isla. Su rostro se ensombreció. Ese es un conflicto mal resuelto –me dijo– y los tamiles reaparecerán con nuevos atentados. Puede ser en 5 meses o en 5 años, pero no dude usted de que el conflicto resurgirá. Alguien me hizo unas fotos con el maestro y abajo se las pongo. Luego, en su intervención en la mesa redonda, Galtung hizo hincapié sobre todo en un tema. En el mundo de la información instantánea, la prensa no debería dar tanta cobertura a los hechos violentos. Esa atención exagerada tiene un efecto llamada muy perverso.

Y contó una cosa que yo no sabía. De joven se declaró objetor de conciencia en Noruega y pasó por eso seis años en la cárcel. Y allí conoció a criminales comunes que estaban orgullosos de sus fechorías y de su repercusión mediática. Que coleccionaban todos los recortes de prensa en los que se hablaba de ellos. Por eso insiste en que hay que tener cuidado con las noticias negativas. Que hasta la prensa rosa informa más de los divorcios de los famosos que de sus períodos de alegría familiar. Un crack este Johan Galtung. Un hombre con un punto atormentado, épico, tremendista, sufridor, como un personaje de Dostoievsky. Les dejo con las fotos prometidas. Que pasen un buen finde. 



martes, 18 de abril de 2017

626. Yo soy cisexual

Sí señor. Y no sólo cisexual, sino también cisgénero. Ya ven, a mi edad cercana a la ancianidad y después de casi cinco años de blog, va y me da por salir del armario de manera pública, explícita y estrepitosa. Admítanlo: se han quedado lívidos. No me digan que no. Así exactamente (lívido) me puse yo cuando escuché a mi hijo pequeño hacer esa misma confesión: −Papá, has de saber que soy cisexual. Después, cuando me explicó el significado del palabro, me quedé más tranquilo y llegué a la conclusión de que yo también lo era, y no sólo cisexual, sino además cisgénero, como digo. Ahora me vendrán con que habían escuchado antes esas categorizaciones y que saben lo que significan… Vamos, anda. Más les vale seguir leyendo, que ya se lo intento explicar.

Vayamos primero al significado del prefijo cis, lo que nos lleva de cabeza al frondoso terreno del latín. Cis es un prefijo preposicional que viene a significar “lo que está de este lado”, con lo cual expresa la condición opuesta de otro prefijo preposicional, trans, simétrico del anterior, que indica precisamente “lo que está del otro lado”. Si de un señor decimos en España que es de origen transpirenaico, indicamos que ha nacido al norte de dicha cordillera. O sea, que estamos hablando de un franchute. En cambio, si lo dijéramos en Francia, estaríamos refiriéndonos a un español, así de cachondo es este prefijo. Lo trans es lo que está siempre al otro lado, o lo que por sistema lleva la contraria, como ciertas esposas. Con perdón del comentario machista: ya que estamos en una dinámica cis-trans, imaginarán que, para el caso de que yo fuera mujer, me referiría de idéntica forma a la cabezonería contrastada de los maridos.

Lo van pillando. No hay muchas palabras que utilicen el prefijo cis, pero, por ejemplo, en Italia se usa bastante el adjetivo cisalpino para referirse a los que habitan al sur de esas montañas. En fin, una vez definida la dualidad cis-trans, hemos de decir que otro campo donde esta dupla de prefijos tan sugerentes tiene un uso habitual es la Química. En concreto, en el campo de los isómeros. Para la Química soy un verdadero negado y he de confesar que lo único que sé de isómeros es que tengo un amigo y compañero al que, desde sus años heroicos en la Escuela de Arquitectura, se le conoce como El Isómero, debido a que se apellida García García. Saludos, amigo, si por casualidad estás leyendo esta parida. Busco definiciones en el terreno de la Química y leo en la Wikipedia lo siguiente: “La isomería cis-trans es un tipo de estereoisometría, propia de los alquenos y los cicloalcanos. Se distingue entre el isómero cis, en el que los sustituyentes están en el mismo lado del doble enlace, o en la misma cara del cicloalcano, y el isómero trans en el que los sustituyentes están en el lado opuesto del doble enlace, o en caras opuestas del cicloalcano”. Clarísimo.

¡Al grano! dijo a gritos Lissavetzky, y la señora Botella, con un mohín de despecho, le respondió: −Es usted un maleducado (consta en el diario de plenos del Ayuntamiento). Al grano, pues. En el espinoso terreno de las definiciones de la condición sexual, estamos llegando a un galimatías importante, como ya desvelé en el Post #105 “Queer ¿what’s that?”, allá por marzo de 2013, hace más de cuatro años. Me admiraba yo entonces de que a las siglas LGTB les hubiera nacido una Q al final. Una Q que yo pronostiqué que desaparecería y acerté. El movimiento gay fue el precursor de todo esto, el que se llevó todas las hostias (la sodomía era un delito en la mayor parte de los estados USA hasta hace dos días). Tras ellos vinieron las lesbianas, luego los transexuales y por fin los bisexuales. En un rasgo de caballerosidad bastante rancio y anticuado, los gays cedieron el primer lugar de las siglas a las damas (como cuando se les cede el paso ante una puerta) y el movimiento GLTB pasó a llamarse LGTB. Después aparecieron los intersexuales (antiguamente llamados hermafroditas) y los asexuales, los que no sienten ningún tipo de atracción por nadie, ambos colectivos reivindicando una sigla más en el movimiento, que amenaza ya con convertirse en HIJK, RSTUV. Porque, luego vendrán los que la tienen pequeña, los que se lo hacen con animales… perdón otra vez.

En esa sopa de letras, algunas publicaciones duplican la T a la hora de referirse al movimiento. ¿Por qué? Pues porque no es lo mismo transexual que transgénero. Toma ya. Buscando información al respecto, encontré un artículo que pueden consultar AQUÍ, y de paso constatar que todo esto no es el resultado de mi imaginación calenturienta. Intenten leerlo. Yo lo hice y no me aclaré mucho más que con la Química. Así que recurrí a las fuentes y pregunté a un amigo que entiende. Por cierto le pregunté también sobre la dualidad homosexualidad/heterosexualidad y me dijo que esto era un aspecto ya irrelevante, como de segundo orden, superado hace mucho tiempo. Ahora, lo primero es establecer la identidad sexual y de género del personal, y luego ya se verá lo que le atrae más a cada uno. Primera cosa llamativa: identidad sexual y de género. El sexo no es lo mismo que el género. El sexo son los atributos físicos con los que nace cada uno. El género es el papel que te asignan tus padres en la sociedad y el rol para el que te instruyen y preparan, normalmente basándose en el sexo, que suele apreciarse bastante claramente nada más nacer. Pero no siempre, dicen los iniciados. 

Y aquí aparecen los prefijos preposicionales. El trans es el que va a la contra, el que no acepta su condición (de sexo, o de género, o de los dos a la vez). Como el gallego del chiste: si morro en Caneliñas d’abaixo, que m’enterren en Caneliñas d’enrriba. Y el cis es el que va a favor. El que acepta su condición sexual y su condición de género. El cisexual puede ser un tío encantado con sus cojones y su polla, también una mujer a gusto con su vagina y hasta un intersexual feliz con su condición indefinida. Pero, en el mundo de lo trans, las definiciones son importantes y no basta con afirmar la propia condición trans, sino que también hay que identificar al otro, hay que asignarle un adjetivo a los que no gozan de tal condición, para reforzar la autodefinición por contraste. Da igual que estos últimos sean la inmensa mayoría de la población. Lo mismo que los gitanos consideran a todos los demás payos, los nudistas al resto de la Humanidad como textiles, los vascos a los demás como maquetos, los catalanes charnegos (para Romeva, falangistas), y así sucesivamente. Y usted, querido lector, que no ha roto un plato en su vida, descubre de pronto que es payo, textil, maqueto, charnego y falangista. Y, por supuesto, cisexual. Como yo.

¿Lo han entendido? ¡Qué listos! Porque yo no. A ver: qué diferencia hay entre cisexual y cisgénero. Yo, francamente, no lo sé. Ni puta idea. La diferencia entre transexual y transgénero, en cambio, ya la tengo clara. Me la explicó mi amigo el que entiende. Los/las transexuales se sienten hombres/mujeres dentro del cuerpo equivocado. Es el caso del cantante de Anthony and the Johnsons, una dulce mujercita embutida en un corpachón de boxeador de 2 metros de alto. Yo le he escuchado en el Price y es cojonudo. O el de la archifamosa Caitlyn Jenner, antes William Bruce Jenner, campeón olímpico de Decathlon. Los transexuales se someten a un proceso hormonal/quirúrgico muy complicado, al final del cual acaban por cortarles el pene, abrirlo así a lo largo y fabricarles con él una vagina. Hay que tener mucho valor y muy clara la condición cambiada, para decidir hacerte esa barrabasada (digo yo, que soy un caguetas y me aterrorizan los quirófanos).

El transgénero, en cambio, es un tipo que conserva su cuerpo original, aunque tome hormonas y se vista de mujer (o viceversa). Este es lo que antes se llamaba un travesti (en Galicia, un travelo). Por ejemplo, la reciente y tristemente famosa Cassandra Vera, antes Ramón Vera, condenada por escribir tweets sobre Carrero Blanco, que conserva el vozarrón de barítono, el bigote y se supone que lo demás. Digamos que un transgénero es un proyecto de transexual, que no se ha atrevido a dar el paso definitivo (y a lo mejor no lo da nunca), pero se ha cambiado la identidad, el DNI, la forma de vestirse y arreglarse. Los trans tienen también sus músicas. Y en este terreno destaca el grupo norteamericano Against Me. Desde el mismo nombre del grupo (contra mí), ya se define su condición profundamente trans. Aquí tienen una de sus canciones con un vídeo muy impactante: yo era un quinceañero anarquista, pero la revolución resultó ser una mentira. Para verlo han de pinchar AQUÍ.

El cantante del grupo, Tom Gabel, se hace llamar ahora Laura Jane Grace y abajo verán su nuevo aspecto. Pero lo más curioso es que este hombre, ahora una mujer a todos los efectos, dice que le encantaría operarse, pero que no lo va a hacer porque entonces le cambiaría la voz y perdería su instrumento de trabajo, con el que se gana el cocido. Y lo más asombroso: tiene una novia, lesbiana por supuesto, que le apoya en esta decisión (y en todas) y que convive con él. Incluso tienen una hija en común. ¡Joder! Eso se avisa, macho. Yo no sabía que eso vale. De haber estado informado, hace años que me habría cambiado de sexo. Con lo que me ponen a mí las lesbianas… Me habría puesto Mari Tere y estaría plenamente integrado en el mundo femenino, que me fascina. Y tendría un montón de hijos, desde luego.

En fin. Espero no haberle faltado a nadie, que esto de la definición de la condición sexual de cada quien es algo muy serio, delicado y dramático, por ahora minoritario, pero tal como va el mundo, quién sabe. En este foro se utiliza el humor para acercarse a cualquier tipo de tema, de forma más o menos desenfadada, a veces al borde de los límites ofensivos, pero siempre con cariño. Les dejo con otra canción de Against Me, que son muy buenos. Este es un tema más reciente, en donde pueden ver el nuevo look de Laura Jane Grace. Han de pinchar AQUÍ. Que tengan buen día.

viernes, 14 de abril de 2017

625. Patria, la Novela

Patria (Fernando Aramburu, 2016, Tusquets) es el libro que estoy leyendo con avidez en estos días de vacaciones. Empecé el martes por la tarde y ya me he leído más de la mitad de las cerca de 650 páginas. Es una lectura adictiva, empiezas y no puedes parar. Aramburu es un escritor prodigioso, especialista en Cervantes y conocedor de la mejor tradición de la literatura en castellano. Hace tiempo que sigo su trayectoria y he leído varias de sus obras: El trompetista del Utopía (2003), Los peces de la amargura (2006) y Años lentos (2012). Todos son libros interesantes, pero palidecen ante el monumental fresco de Patria. Una novela que cuenta, desde la perspectiva del momento actual (con ETA desvelando dónde tiene las armas, mediante la entrega ceremonial de una carpeta de plástico barato), toda la historia de cómo se infiltró en el pueblo vasco el virus del nacionalismo radical, y como la infección destruyó el tejido social de las pequeñas aldeas, en donde se demonizó y estigmatizó a las familias que no estaban por la labor de la nueva fe que todos debían apoyar.

La historia se centra en dos familias amigas de toda la vida, una con tres hijos y otra con dos. Ambas se verán arrastradas por la historia, una a cada orilla de lo que se dio en llamar el conflicto. A pesar de tener muchas cosas en común. Por ejemplo el dominio de las dos madres sobre unos padres acomplejados, que se reúnen con su peña a potear, a hacer cicloturismo los sábados y a hablar de sus cosas, pero en casa no se atreven a contradecir las decisiones y las opiniones de sus consortes. Y los cinco jóvenes, prácticamente abarcan el espectro completo de las posturas individuales posibles, cuando a tu comunidad la afecta un fenómeno como ese. Como el tipo que se va a estudiar fuera y ya se queda en la ciudad (San Sebastián), donde no está lejos, por si tiene que volver puntualmente a ayudar, pero a la vez está en un medio más anónimo y rico culturalmente, donde el coñazo nacionalista está más diluido y donde el control social no es tan asfixiante como en un pueblo.

Por supuesto, hay también un activista que acaba integrado en ETA y al comienzo de la narración ya se le da como preso en El Puerto de Santamaría. Su trayectoria se describe al milímetro, desde que era un chaval fuerte que cazaba con tiragomas o con liga pajaritos que la amatxu freía por la noche para la cena. Que era el mejor del equipo de balonmano. Que luego se deja el pelo largo, se pone un pendiente y se convierte en luchador callejero, de los que queman contenedores, tiran cócteles molotov o vuelcan autobuses. La antesala para pasar a la clandestinidad y esperar las instrucciones precisas para sus primeras ekintzas. También está el ejemplo patético de su madre, que se vuelve la más abertzale del pueblo, cuando su hija mayor recuerda que lloró el día de la muerte de Franco. Las dos matriarcas están perfectamente retratadas, como lo estaban también en una película que quizá recuerden, La muerte de Mikel, que tal vez habría que revisar.

Y es terrible el acoso al que someten al Txato, un pequeño empresario, al que le piden por carta el impuesto revolucionario y simplemente pide tiempo para reunir el dinero, porque no lo tiene. Cuando la espera se alarga demasiado, empiezan a aparecer pintadas en el muro de su empresa, luego los vecinos le van negando el saludo, en el bar no le quieren servir y de ahí se pasa a las agresiones verbales y de todo tipo, mientras las pintadas recrudecen su mensaje y sitúan su nombre en el centro de una diana, o rezan: txato, entzun, pim pam pum. Preludio de lo que sucederá, del acontecimiento en torno al que gira toda la estructura narrativa de la novela (entzun: fuera, por si desconocen la palabra). Y un tema que Aramburu clava: la postura vergonzante de la iglesia, personificada en este caso por el personaje inefable de don Serapio, el párroco local.

Como siempre en Aramburu, el contexto trágico no excluye el punto humorístico. Como cuando una de las hijas quiere presentar a su novio a los padres, que inquieren cuáles son los apellidos del muchacho y, al constatar que no son vascos, comentan: -No será guardia civil… Todo este mosaico de conductas existió, es completamente real y yo tuve la ocasión de vivirlo en primera persona. Porque en las dos ocasiones en que he convivido en medios multirregionales (el colegio mayor y la mili), mis mejores amigos fueron siempre los vascos y los asturianos. Con los gallegos mantenía una relación de cariño y fidelidad, pero con los vascos me unía otro sentimiento, que podemos llamar afinidad. Después viví un tiempo en un piso con un colega vasco. Él y yo no nos perdíamos un solo concierto de rock. Pero luego, cada vez que volvía de vacaciones en su tierra, venía aleccionado y se dedicaba a poner a todo volumen el Eusko Gudariak y otros himnos cantados por el Orfeón Donostiarra. En una casa que era el templo del rock. Y yo le decía: −ya estás quitando esa mierda, que yo no te he puesto jamás una puta muiñeira.

Ya lo he contado, creo, pero acabé mal con todos mis amigos vascos. Ellos sostenían que no compartían los métodos de ETA, pero sí sus fines. Y yo les decía que lo que no me gustaba eran precisamente los fines, y que para semejantes fines, los métodos de ETA me parecían los más adecuados y efectivos. Todos acabaron volviendo a su tierra, votando al PNV y encontrando trabajo en sus pueblos, dentro de la red clientelista del nacionalismo moderado. Uno de ellos incluso salió en la prensa como arquitecto municipal implicado en un caso de corrupción urbanística. La vida misma. A pesar de ello, conservo un cariño importante al pueblo vasco, voy de vez en cuando, pienso que es el lugar del mundo en que mejor se come y me siento bien en esa tierra de gente hospitalaria. Sé que puedo ir a Ondarroa, el lugar más abertxale, caminar hasta el final del puerto y entrar a tomarme un cogote de merluza a la espalda, en el bar restaurante El Penalty (me dijeron que era propiedad del mítico Iríbar). Sé que me abordarán en euskera, pero, si les digo que no lo entiendo bien, se disculparán y seguirán en castellano.

El pueblo vasco es muy particular y hay un autor que relató su idiosincrasia como nadie: el mítico Ramiro Pinilla, que murió en 2014 con más de 90 años. Todavía lo recuerdo firmando libros en la Feria de Madrid en los años anteriores. Este señor, aparte de un montón de novelas y libros de relatos, escribió una monumental trilogía, compuesta por tres tochos, cada uno del tamaño de Patria, titulada globalmente Verdes valles, colinas rojas, imprescindible para comprender al pueblo vasco. Es una saga también en torno a unas familias, a través de cuyas trayectorias se cuenta la historia de la industrialización, la guerra civil y el nacimiento de ETA. Yo me los leí enteros y recuerdo pasajes memorables, como cuando la cúpula del PNV, con las tropas de Franco a punto de llegar a la región, discute largamente si apoyar a uno u otro bando, en función de cuál de las dos posibilidades será más provechosa para el proceso de autodeterminación de su pueblo. Este hombre, a pesar de escribir estas cosas, vivió toda su existencia en Getxo, sin que nadie le molestara.

Fernando Aramburu, en cambio, vive en Alemania desde 1985, a donde se fue arrastrado por el amor de su vida. Pero él reconoce en las entrevistas que, de haberse quedado, podría haber acabado en cualquiera de los dos lados del conflicto. Hasta que publicó Los peces de la amargura, no toco el tema vasco en sus novelas. En sus primeros textos tal vez hizo un aprendizaje extenso para cuando por fin se decidiera a hablar de la temática que ya no ha dejado nunca. La estructura de su última novela revela un oficio exquisito. La narración alterna continuamente la primera persona con la tercera del narrador omnisciente, a veces en la misma frase, contraponiendo ambas, como el que en su cabeza contrasta dos voces que se hablan entre ellas. Ello le da a la lectura un punto inquietante muy curioso. Les pongo un ejemplo. Página 380, párrafo cuarto, que empieza con tres frases consecutivas.

En un bar de la estación se reunieron con el hombre encargado de recogerlos. El tipo era un cagaprisas y yo me tuve que beber de un trago el vino que me acababan de servir. Ya en el coche les ordenó ponerse unas gafas opacas y agacharse. 

Ven lo que quiero decir. Frase 1 en tercera persona, frase 2 en primera, frase 3 vuelve a la tercera. Además de este recurso, la extensa narración está fragmentada en 125 capítulos muy cortos, de tres o cuatro páginas, cada uno con entidad propia, como pequeños flashes que conforman un mosaico, no ordenado cronológicamente. La acción se aproxima desde distintos ángulos al suceso principal, pero siempre se queda al borde, de modo que seguimos con la intriga de saber qué fue lo que pasó en realidad. La lectura de este libro es rápida y adictiva. Para mí es la novela de esta temporada literaria. Y desde luego la obra imprescindible sobre los años de plomo del País Vasco, una historia bastante vergonzante, que alguien tenía que contar algún día. Creo que todos los españoles deberíamos leer este libro. Yo estoy en ello.

martes, 11 de abril de 2017

624. Oficio de traductor

El oficio de traductor es algo muy delicado. Ya les conté mi sesión de Billar de Letras con la escritora Mercedes Cebrián, que ha hecho una traducción exquisita de La Soledad del Corredor de Fondo, un libro que merece la pena revisar en su reedición a cargo de Impedimenta. No sólo por la traducción, obviamente. Las reflexiones del chico internado en un reformatorio en los años 40, pueden perfectamente trasladarse a cualquier extrarradio de cualquier ciudad del mundo occidental. La severa crisis económica de la que no acabamos de salir, induce la reaparición de comportamientos como el de este chico, llamado Colin Smith. En definitiva, lo que demuestra nuestro héroe es que no puedes alcanzar un mínimo nivel de confort vital y, en suma, de felicidad cuando los condicionantes externos son tan potentes que te machacan. Llevas todas las de perder y sólo puedes mejorar algo a partir de lo que tú mismo consigas, luchando contra el entorno con uñas y dientes. Pero el problema económico no es el único que sufrimos.

En el mundo convulso que nos ha tocado vivir, hay una sobredosis de información entre la que hay que saber entresacar lo auténtico. La prensa no informa, sino que jalea. Por ejemplo, desde los medios de la izquierda (por decir algo) ha habido unanimidad en considerar el descabezamiento del PSOE para echar a la calle a Pedro Sánchez como una maniobra aviesa y premeditada del gran capital y las multinacionales para forzar la abstención del partido y permitir así que siga gobernando el PP. Lo que pasa es que yo no he llegado a saber cuál era el programa del señor Sánchez, más allá del manido no es no. En este blog, donde nada ni nadie condiciona mis opiniones, yo he aportado otra explicación (que, por cierto, no he encontrado en ningún otro lugar, aunque me parece obvia): que desde luego que la operación fue urdida por González, Rubalcaba, Guerra, Cebrián, etc, pero no para favorecer un gobierno del PP sino para evitarle al PSOE el ridículo que hubiera hecho en unas terceras elecciones.

Otro ejemplo. Si a mí me llega la teoría de que Bruce Springsteen tenía preparado y ensayado su número de circo en Leipzig, yo tengo que reflejarlo en el blog. Si yo actuara como la prensa general, aquí sólo aparecerían noticias favorables al Boss, a quien tanto admiro. En el otro extremo, los medios catalanistas sólo publican noticias que vayan a favor del prusés. Las que son contrarias se las callan. Todo lo que suma vale y lo que resta se suprime. Eso no es informar. Eso es manipular. Y entre la manipulación imperante, yo me esfuerzo en desvelar lo que hay de cierto y lo que hay de falso. No duden que me siento ecologista y estoy preocupado por la salud del planeta. Pero si se descubre que la imagen del pato cubierto de petróleo es la misma en todas las mareas negras que se producen, pues hay que denunciarlo. Y si el niño hambriento de África con moscas en los ojos es siempre el mismo, pues también hay que decirlo. Ahora hay medios técnicos para discernir estas cosas, que han existido toda la vida: Franco inauguraba un hospital en Málaga y salía en el NoDo saludando a los enfermos. Y, al cabo de una semana, inauguraba otro en Santander y los enfermos eran los mismos. Y Stalin borraba de las fotos a sus colaboradores, a medida que iban cayendo en desgracia.

Por eso yo suelo traerles al blog textos o vídeos, como el de la confesión de Madonna, que me llaman la atención por su autenticidad. Una autenticidad que rebosan también La Soledad del Corredor de Fondo, o cualquiera de las composiciones y actuaciones de Bruce Springsteen. Y, hablando de autenticidad, ¿han oído ustedes hablar de Lucy Aharish? No ¿verdad? Pues es una periodista y locutora de la televisión israelí, que ha saltado a la fama por la indignación y la rabia con que relata determinadas noticias. Les he traído aquí un fragmento estremecedor. La chica está hablando en hebreo pero de pronto dice: –voy a seguir en inglés a ver si así me hacen caso de una puta vez. Y se larga una parrafada apasionada en un inglés extraordinario ante el que es imposible no sentirse conmovido. Escuchémosla. No se preocupen, abajo les he puesto la traducción para que la vayan siguiendo. Un ejercicio más de mi aprendizaje del oficio de traductor.


Ahora mismo, en Alepo, Siria, a sólo ocho horas de Tel Aviv en coche, se está produciendo un genocidio.  ¿Saben qué? Déjenme ser más precisa: es un Holocausto, sí un Holocausto. Quizá no queremos oír nada acerca de esto, o enfrentar que en el siglo XXI, en la era de las redes sociales, en un mundo en que la información puede caber en la palma de una mano, en un mundo en el que ustedes pueden ver y oír acerca de la víctimas y sus historias de terror en tiempo real, en este mundo estamos quietos sin hacer nada, mientras cada hora se masacra a niños. No me pregunten quién tiene razón ni quién está equivocado, quiénes son los buenos o quiénes los malos, porque nadie lo sabe y, francamente, da lo mismo; lo que importa es que esto está sucediendo ahora mismo, delante de nuestros ojos, y nadie en Francia, o en el Reino Unido, o en Alemania, o en los Estados Unidos está haciendo nada para pararlo. ¿Quién se está manifestando en las calles por los hombres y mujeres inocentes de Siria? ¿Quién está gritando por los niños? NADIE. La ONU organiza reuniones de sus consejos de seguridad, y derrama lágrimas cuando ven la imagen de un padre llevando el cadáver de su hija pequeña. Hay una palabra para eso: hipocresía. Soy árabe, soy musulmana, soy ciudadana del estado de Israel, pero también soy ciudadana del mundo y estoy avergonzada. Estoy avergonzada como ser humano, de que hayamos escogido a unos líderes incapaces de ser contundentes en sus condenas y poderosos en sus actuaciones. Estoy avergonzada de que el mundo árabe esté secuestrado por terroristas y asesinos y no estemos haciendo nada. Estoy avergonzada de que la mayoría pacífica de la Humanidad sea irrelevante una vez más. ¿Necesitamos un recordatorio? Armenia, Bosnia, Darfour, Ruanda, la Segunda Guerra Mundial. No, no lo necesitamos. Albert Einstein dijo: el mundo no será destruido por los que hacen el mal, más bien lo será por aquellos que los observan y no hacen nada.

Extraordinaria chica. ¿Cómo? ¡Ah! Que están de vacaciones y no quieren que les hable de estas cosas. Pero eso es precisamente lo que Lucy está denunciando. Que el mundo occidental continúa sus rutinas, indiferente a este horror cotidiano que se está produciendo right now. En fin. Bueno, ya que insisten, les compensaré con otra traducción. El otro día traje al blog la figura de Jurgen Kawan, rockero y birrero desmesurado de Liberec (República Checa). Un perfil el suyo que desató una cierta polémica entre mis lectores y yo. Han de saber que los checos se consideran los verdaderos inventores de la cerveza; que es el país donde se consumen más litros per cápita y que también es el lugar donde la cerveza es más barata, entre todos los que he visitado en mi vida. Con este dato, los cubanos, que deben un dinero a los checos de los tiempos de la Unión Soviética, han ideado una forma imaginativa de saldar su deuda con ellos. La noticia apareció antes de las Navidades pasadas en The Guardian (por cierto han de pronunciar Gardian, lo mismo que Vilash Vangard). AQUÍ tienen el enlace y abajo mi traducción

Cuba se ha ofrecido a pagar su antigua deuda con la República Checa con bienes de los que tiene almacenados, incluyendo su codiciado ron, según el Ministerio de Finanzas checo.
"Del lado cubano se presentó como posible solución una lista de productos básicos... [incluyendo] varias marcas de ron", dijo el ministerio en un comunicado el viernes.
Los medios de comunicación checos estiman la deuda cubana en alrededor de 7.000 millones de coronas (270 millones de dólares), pero el ministerio dijo que aún no se había establecido la suma total, ya que las conversaciones sobre el reembolso sólo comenzaron a finales del año pasado.
La deuda es en gran parte el legado de los lazos comerciales entre Cuba y Checoslovaquia, que se dividió en la República Checa y Eslovaquia en 1993, cuatro años después de terminar con cuatro décadas de gobierno comunista.
El diario checo Dnes, el de mayor tirada del país, citó a la viceministra de Finanzas, Lenka Dupakova, quien dijo que el pago de la deuda con ron cubano era "una opción interesante".
"Son marcas relativamente desconocidas que podrían ser buenas, pero tendríamos que anunciarlas y lanzarlas al mercado", añadió.
El diario dijo que la República Checa -un país con el consumo de cerveza por habitante más alto del mundo- había importado 892 toneladas de ron cubano por valor de 53 millones de coronas (2 millones de dólares) en 2015.
Al ritmo de consumo actual, si la deuda entera se pagara en ron, los checos tendrían reservas de ron para los próximos 130 años. 
Pero el ministerio está en contra de tal solución. "Del lado checo creemos que al menos una parte de la deuda debe ser pagada en efectivo", dicen.

Pues eso. Que les aproveche la playa.

domingo, 9 de abril de 2017

623. Nuevos tiempos y más ancianos dinamiteros

Tras unas semanas un poco aceleradas, me tomo un pequeño descanso para disfrutar de la Semana Santa, lo que los anglos llaman el Easter, que todo el mundo aprovecha para salir pitando a las playas a ponerse al sol cual lagartos, de modo que la ciudad se queda tranquila, sin la presión de ese exceso de población que la asfixia a veces. Ya saben que a mí me gusta ir a la contra y que disfruto de la tranquilidad de la ciudad en vacaciones, lo mismo que me gusta salir de viaje cuando nadie lo hace. Mis vacaciones y mis viajes son una especie de contraprogramación en busca de soledad, de intimidad, de la posibilidad de ver lugares y monumentos en silencio, sin la molesta presencia de esas hordas del turismo invasivo que todo lo estropea.

No quiere esto decir que no me encuentre a gusto en medio de una masa que se mueve al unísono en pos de un objetivo. Jamás me he sentido mal en el centro de una manifestación, un concierto de rock o un partido de fútbol, por ejemplo. Y he sido partícipe de esa exaltación colectiva que se suscita ante un discurso enardecido, un acorde de guitarra excepcional o un gol como los que hace tiempo no mete mi Depor, otra vez deprimido tras el efímero efecto Pepemel, fugaz como botella de champán recién abierta. Estos días tal vez me infiltre entre el público de algunas procesiones, más que nada por pulsar el ambientillo. Siguiendo la línea de las principales ciudades europeas, parece que se prohibirá la entrada al centro de los grandes camiones, para evitar lo que todos tenemos en mente. Da igual, si se activa uno de los llamados lobos solitarios, no le será muy difícil secuestrar un autobús de la EMT, y no quiero dar ideas.

La seguridad absoluta es imposible y todos lo sabemos. La calle Drottninggatan de Estocolmo es como si decimos en Madrid la calle Preciados, o lo que fue en su día la calle Real de La Coruña. Yo estuve por allí una semana, hace unos 8 años. Me alojaba en la última planta del hotel Freys, un cómodo establecimiento sito en la calle Bryggargatan, bastante cerca de la estación central del ferrocarril, donde te deja el tren rápido que te trae desde el aeropuerto de Arlanda. Desde el hotel, caminando menos de 200 metros, uno llega a Drottninggatan, más o menos en el cruce donde el uzbeko asesino estrelló el camión. Tras su fechoría, el tipo corrió seguramente por la calle del hotel, llegó a la estación y pilló el primer tren que encontró. Se bajó en una pequeña estación a 40 kilómetros, en donde la gente advirtió que estaba medio requemado y con manchas de sangre en la ropa y dio la alerta a la policía. En el tramo que recorrió el camión de la muerte, hay un Zara y un H&M, que yo recuerde, entre otras de las franquicias habituales de estos ejes comerciales.

Es el terrorismo del siglo XXI. Tan diferente del del siglo XX. A los etarras nunca se les ocurrió arrasar la Barrencalle de Bilbao con un camión de reparto de Kas naranja/limón. Lo que más me llamó la atención de la solemne entrega de armas de ETA del otro día, fue la cutrez del gesto central. Y mira que lo habían preparado todo para enfatizar la solemnidad del acto. Veamos. Unos señores sentados en torno a una mesa de juntas de empresa. Entre ellos, al menos un cura, con el gesto grave de las grandes ocasiones. Se acerca al grupo un tipo calvo, con aires de capataz de un negocio de reparto de correspondencia, y le hace entrega al cura de una carpeta. Una carpeta arcaica con forro barato de plástico negro, de las que llevaban no hace mucho las niñas, con pegatinas de cantantes adolescentes, esas que en un año se arrugaban de modo irreversible. El cura parece dudar si darle al calvo unas moneditas para sus gastos, pero finalmente coge la carpeta y la sostiene en alto, como valorando cuánto pesa.



Entonces el calvo, con aire solícito, se la abre para mostrar el interior: un rimero de aquellas subcarpertas de cartulina azul añil, o amarillas descoloridas, que todos hemos usado. Una por zulo, se supone. Joder, cuando yo era importante, allá por la prehistoria de mi vida, solían pasarme una carpeta de firmas con un envoltorio sólido con el logo municipal, y unos separadores de cartulina roja muy elegantes, con un semicírculo recortado para pasar más cómodamente las páginas. En la era digital, ¿qué menos que enviar la información de los zulos por email? O llevarla en un pen drive, con el logo etarra de la serpiente y el hacha. O al menos que el artesano de la paz (vale que venga sin chaqueta) se sentara enfrente e hiciera entrega de la carpeta con las dos manos, y no medio desde atrás con ese gesto servil. La escenificación del acto no sólo entierra la violencia paleta y cerril de este grupo absurdo y tan dañino para todos; también representa el entierro del siglo XX al completo, con sus glorias y sus miserias.

En el momento actual, hemos de estar muy atentos, sin caer en teorías conspiranoicas, para diferenciar la verdad de la mierda que nos venden los medios. La presencia de un tipo tan imprevisible como Trump al frente de la nación más poderosa, introduce un punto aleatorio súper interesante en el ajedrez mundial. Podemos imaginar a Putin, el rey de negras, diciéndole a su peón Al Assad: –Anda hombre, échate una bombita química en un pueblo y a ver qué hace el pelo-zanahoria. Y Trump, que hizo toda la campaña electoral prometiendo que estas cosas le iban a importar un rábano, que él iba a mirar sólo hacia adentro, se indigna y manda los tomahawks, como hubiera hecho Mrs. Clinton en su lugar. Y Putin, que es un gran actor al que no se le nota la sobreactuación, le dice ahora a Al Assad: –Muy bien, tío, ahora nos vamos a enfadar mucho. Son las reglas de este ajedrez macabro.

Los que tenemos una cierta edad ya sabemos mucho de estas cosas. Y, en nuestras generaciones, a veces es la gente del mundo del cine la que tiene una mayor lucidez. Ya sé que la audiencia de este blog cae en picado en los períodos de vacaciones (lo que viene a sugerir que el personal sigue mis posts en horas de trabajo, matiz que me abstendré de comentar). Ello no obstante, les voy a poner unos deberes: la lectura de un par de entrevistas recientes con gente del cine, que destacan precisamente por eso: su lucidez. La primera es con el director finlandés Aki Kaurismaki, que anda por Vigo presentando su última película, llamada El otro lado de la esperanza, estrenada en la reciente Berlinale. La anterior película de Kaurismaki, El Havre, creo que es de lo mejor que he visto en los últimos años, intenten verla si pueden. Este hombre, de una claridad mental cegadora, huye del duro invierno finlandés y pasa gran parte del año en Viana do Castelo. Por eso se ha acercado hasta Vigo a promocionar su film. Además, es un birrero notorio, como puede comprobarse en la foto de la entrevista que pueden leer AQUÍ.

Ya que estamos en Vigo, supongo que se han enterado de la noticia: el Celta se va de la ciudad. Era algo imposible de prever, una muestra más del carácter aleatorio e imprevisible del mundo en que vivimos. ¡Adónde vamos a ir a parar! ¿A que ninguno de ustedes se esperaba semejante despelote? Tampoco creo que previeran que Bustamante se iba a separar de su pareja. Yo no, desde luego. Incluso les confieso que casi no sé ni quién es ese señor tan famoso. Me suena que canta, pero no podría nombrar uno solo de sus éxitos y no creo que lo descubriera en una rueda de identificación de la policía. Pero sigamos con gente más interesante. Una auténtica institución en el mundo del cine es el actor Michael Caine, octogenario súper inteligente, que dice exactamente lo que piensa. Por cierto, he de decir que Caine, un londinense auténtico, es desde siempre el ídolo de mi amigo X, que tiene un punto británico innegable. AQUÍ pueden leer la entrevista que ha concedido, con motivo del estreno de su película Un golpe con estilo.

Esta película relata un atraco perpetrado por tres jubilados agobiados por su mala situación económica, una idea que ya se desarrolló en el cine español en la extraordinaria Los dinamiteros (Juan García Atienza-1964), con el gran Pepe Isbert en el papel del veterano jefe de ese gang delirante. De ese film ya se habló aquí en un texto muy celebrado, el Post #334, “Ancianos Dinamiteros”. Algunos de los personajes que salían en aquel texto ya se han muerto, como el entrañable cura Paco. También ha fallecido un tipo que podría haber figurado en ese elenco con todo merecimiento, el gran Jurgen Kawan, el decano de los rockeros y bohemios de la República Checa. El rock es una cultura global y este buen hombre, que nunca salió de Liberec, su ciudad natal, se manejaba entre los tres compases del blues con la misma suficiencia que un negro de New Orleans. Y siguió haciendo lo que más le gustaba hasta sus últimos días. Un ejemplo de vida. Les dejaré de postre el vídeo de una de sus últimas actuaciones. Casi sin voz, este hombre interpretaba así la legendaria Hey Joe. En checo, por supuesto. Les deseo unas buenas vacaciones.




miércoles, 5 de abril de 2017

622. Una teoría


Bueno, hoy vamos a hacer una variación. Les pongo en cabeza un archivo musical para que lo dejen sonando y lean el resto sobre un fondo sonoro relajante. Están escuchando al gran Jimmy Smith, el mejor organista de la historia del jazz, acompañado como de costumbre por la elegante guitarra de Kenny Burrell y el siempre hogareño saxo de Stanley Turrentine. Miles Davies no era muy dado a prodigar elogios a sus compañeros de profesión pero, tras escuchar unas grabaciones de Jimmy Smith, exclamó: –This cat is the 8th wonder of the world, que, en una versión libre de las mías, podríamos traducir como: –Este tío es cojonudo. En cuanto a Kenny Burrel, pues he de decir que tuve el privilegio de verlo en directo en el Village Vanguard, el mítico sótano de la Séptima Avenida, a la altura de Chelsea, el barrio por donde suelo moverme cuando voy a Nueva York. ¿Cómo? ¿Qué si he ido una o ninguna veces? Mira que sois ustedes incrédulos. La verdad es que ya he visitado esa ciudad maravillosa cuatro veces y estoy maquinando volver en este año del señor de 2017, tal vez en otoño, que es la estación neoyorkina más bonita, como pueden ver en la imagen.


Pero no adelantemos acontecimientos. Este lunes, mientras esperaba frente a la Junta de Barajas a que empezara una nueva Mesa de Urbanismo, conecté el móvil y supe del atentado en el Metro de Piter. Joder, hace seis meses andaba yo por esa ciudad y, al menos dos veces, usé la entrada de Metro de la plaza Sennaya, de donde partió el Metro atacado. Nadie está libre de este tipo de putadas, es imposible prevenirlo. Inmediatamente me acordé de mi amiga Svetlana, que vive allí y se mueve en Metro a todas partes. Le mandé un mensaje y me contestó a media sesión de la Mesa: estaban bien tanto ella como los suyos. Sólo un poco asustados. En fin, lo escrito hasta aquí no tiene por objeto presumir de cosmopolita (o a lo mejor sí, pero sólo un poquito), sino resaltar lo bien que me encuentro en este mundo globalizado que algunos quieren compartimentar en pequeñas celdas autónomas y desconectadas (preludio para empezar a pegarnos unos con otros). La opinión de la gente hay que tenerla en cuenta, por supuesto, pero yo tengo mi propia opinión sobre quiénes van en el sentido correcto (el de la Historia) y quiénes van hacia atrás.

En ese sentido, los escoceses tienen todo mi apoyo. Su aspiración secesionista es legítima y no sólo por el hecho de que durante siglos fueron un reino independiente, que voluntariamente se asoció con Inglaterra, para constituir el Reino Unido. Un Estado en el que hace dos días eligieron seguir integrados, antes de que llegara la bruja May de torva mirada y empezara a aplicar políticas rancias, nostálgicas de la Commonwealth, apoyándose en que el 51% de su pueblo votó salir de Europa, engañados por falsas promesas y mentiras flagrantes de una serie de impresentables, como Boris Johnson, cuya felonía se vio premiada con el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores, a.k.a. Secretario del Foreing Office. Ahora los escoceses quieren separarse para volver a entrar en Europa y están en todo su derecho. Y detrás vendrán los irlandeses del norte. Y lo mismo harían los gibraltareños si les dejaran. En estos tres territorios británicos el sí a Europa ganó por mayoría abrumadora. Por cierto: otra de acentos diacríticos. No es lo mismo “Escocia se separará. Si se puede” que “Escocia se separará. Sí, se puede”.

Me ha dado por los chistes últimamente. Supongo que ya conocen el siguiente: Para hacer la declaración de la renta, este año ya no hay que usar el Programa Padre de Hacienda. Se recomienda usar el Programa Padre de Neymar o, en su defecto, el Programa Padre de Messi. Con cualquiera de los dos, te sale a devolver. Montoro presentó ayer mismo el Presupuesto del Estado para 2017, que el gobierno espera aprobar en el Congreso, para lo que necesita 176 votos a favor y dice que ya tiene 175 y medio. Aquí está ahora mismo el quid de la cuestión. Y el punto de apoyo sobre el que les voy a enhebrar una teoría. Es una teoría cogida por los pelos, pero bien fundamentada. Lo que pasa es que presupone imaginar qué está pasando en la mente del señor Rajoy, y eso es mucho presuponer. El Don Tancredo de la Moncloa aparenta estar inmóvil, pero su cabeza bulle de ideas. Mientras él permanece quieto, hierático, inmutable, los demás partidos se encaminan a la debacle y parecen afanarse en cumplir el mandato de Bart Simpson: multiplícate por cero.

Si no llega a intervenir el aparato del PSOE para descabezar a la anterior ejecutiva, hubiéramos ido a unas terceras elecciones, en las que el PP hubiera obtenido mayoría absoluta o casi. Por eso se movieron González, Rubalcaba, El País y otros dinosaurios, para darle la patada en el culo a un señor cuyo programa de vida era no es no. Desde entonces, el partido va consumando un minucioso harakiri, que no parecer tocar fondo. Tiene gracia eso de que se anuncie con dos semanas de adelanto que Susana-cara-de-pana va a anunciar su candidatura. Ya si eso, podrían también haber hecho un anuncio del anuncio del anuncio, y así salían tres veces a la palestra. El anuncio al cuadrado viene a ser la proclamación anticipada de su victoria. Y eso será el fin del PSOE. Porque a esta señora no la quieren en Andalucía y todavía cae peor en el resto de España. Lo malo es que, como le gane Sánchez, se abrirá otra ruta diferente hacia la nada.

Recuerdan que había un partido que se llamaba Izquierda Unida, aunque estaba desunida. Pues ha conseguido algo más difícil que la cuadratura del círculo: unirse con más gente y estar aun más peleados. Ese engendro que se llamó Unidos Podemos, pero podría llamarse Unidos al Cuadrado, logró la machada de perder un millón de votos entre diciembre/15 y junio/16. Y luego el amigo Iglesias ha depurado su parte para desanimar definitivamente a los errejonudos como yo y, apoyado en personajes como Espinar, ha transformado un grupo que ilusionaba a mucha gente, en una izquierda clásica, de rancios aromas a alcanfor barato en las chamarras y brisas de Varón Dandy caducado en las barbas entrecanas. Con este panorama, Rajoy está encantado. Lo que más le gusta a este hombre es no hacer nada y esperar a ver si las cosas se pudren o se arreglan solas por desistimiento. Le está saliendo redondo. Y encima está reflotando las grandes cifras de la economía y creando empleo, de la calidad que todos sabemos, pero lo está creando.

Lo que no le gusta a este buen hombre es gobernar en minoría y tener que pactar. Eso de negociar y hacer política es algo que no forma parte de la idiosincrasia del PP, mire usté. Pero hay algo que debe sacarse adelante como sea: los Presupuestos Generales del Estado. Para lograr ese objetivo, el PP está agachando la cabeza, pero no de buen grado, sino a regañadientes. Cuenta con Ciudadanos, los vascos y los canarios y tal vez tenga que recurrir a alguien más. Pero, en cuanto tenga los presupuestos aprobados, este señor pondrá la velocidad de crucero y seguirá creando empleo y subiendo en intención de voto. Para 2018 puede recurrir a prorrogar los Presupuestos de 2017 sin mayores problemas. Y (aquí viene mi teoría), lo más probable es que a lo largo de ese año convoque elecciones, sin esperar a terminar la legislatura. En contra de mi tesis, está el hecho cierto de que a Rajoy no le gustan este tipo de movimientos. Pero los analistas de su partido le van a aconsejar precisamente eso: que aproveche el momento en que puede recuperar la mayoría absoluta y quedarse otros cuatro años. Por el bien del país.

El adelanto electoral tendría otra ventaja: hacer las Generales antes de las Locales, previstas para 2019. Muchos de los ayuntamientos del cambio están funcionando aceptablemente y podrían revalidar su triunfo para estar al menos dos legislaturas, el mínimo necesario para llevar adelante sus políticas innovadoras. Si las Generales se hacen después, una victoria de los ayuntamientos del cambio en todas las grandes ciudades, podría afectar a los resultados estatales. En cambio, si las Generales van primero y traen una gran victoria de Rajoy, esto animaría a las derechas locales en todas las ciudades. Rajoy cultiva esa imagen de inmovilidad que tanto le gusta pero, llegado el caso, sería fácil provocar una situación extrema (como una moción de censura), que haga parecer que adelanta las elecciones porque no tiene más remedio, por culpa de los demás, lo que redundaría en más votos.

¿Y qué pasa en Madrid? Pues aquí la señora Carmena ha anunciado su decisión irrevocable de no presentarse a un segundo mandato, por cuestión de edad. Y los mantas de su equipo siguen adelante como si nada, sin ser conscientes de que esta señora fue clave en su triunfo, que ha sido también clave (junto con su equipo de confianza) para mantener una línea de actuación inteligente que enganche a la gente y que, cuando les falte Carmena, o encuentran otra figura de ese peso, o es imposible que ganen. Esta es una ciudad llena de gente de derechas, en la que la izquierda sólo se moviliza ante personajes de mucho peso específico (Tierno, Carmena). La derecha lo sabe y sigue el modelo rajoyano: quedarse quietos y esperar a que los enemigos se anulen ellos solos. Nada más tienen que esperar un par de años para recuperar el poder. Y, por lo que voy escuchando, los grandes lobbys inmobiliarios están en la misma tesitura. Sólo tienen que esperar dos años. Luego, al amparo de la ola buena de la recuperación económica, se subirán a su tabla de surf y relanzarán la Operación Chamartín, el Sureste y el Sursum Corda si les hace falta. Esta última operación me la he inventado, pero ya aparecerá.

Se admiten apuestas.      

sábado, 1 de abril de 2017

621. Escenas de baile y otras alegrías

Qué bonito es madrugar
Y cantar con alegría,
Que te digan al pasar:
Mariquita, buenos días

¡Ele! Alégrense, hombre, que ya estamos en abril, ha venido la primavera que la sangre altera, han cambiado el horario y ya podemos salir de cañas hasta las tantas sin que se haga de noche. Esto no hay quien lo pare, ahí mismo llega la Semana Santa, enseguida el verano, en un pispás las Navidades y vuelta a empezar. Cuánto tiempo para disfrutarlo, para recorrer del mundo hasta el confín, para seguir la deriva del planeta, entre los eructos de Trump, las bravuconadas de la señora Le Pene, a la que confío en ver mordiendo el polvo de la derrota en poco tiempo (en breves instantes, que diría José María García), las venenosas insidias de la bruja May de torva mirada, o los esfuerzos de Puigdemont por promocionar exteriormente el prometido mundo de Yupi de la futura Cataluña independiente, parque temático del buenrollismo y la fantasía, que dejará chiquito a Eurodisney. Vamos, hombre, siempre adelante, disfrutemos de la bienaventuranza que supone vivir en el mejor lugar del planeta, y poder salir a la calle a caminar con una melodía en la cabeza, como el protagonista de la coplilla anónima que les he puesto en cabeza.

Desde que volví de Birmania me he desenvuelto a un ritmo un tanto vertiginoso inducido por la necesidad de desempeñar algunos trabajos de tarde, compatibilizarlos con mis ocupaciones vespertinas habituales, fines de semana con excursiones a las Batuecas, que es como decir las Quimbambas, más consultas médicas, extracciones dentales y vicisitudes varias. No podía estar todo este tiempo sin coche, estando como está cortada la Línea 8 de Metro, lo que hace aun más inaccesible la isla de Alcatraz en la que tengo la base de operaciones desde la que he de desplazarme a todas partes. Me ha venido de perlas el pequeño Nissan Micra, en el que he vuelto a disfrutar del placer de practicar la conducción de motero, dando acelerones, haciendo súbitas diagonales y buscando atajos imposibles para irritación de taxistas y recalcitrantes del volante que se creen en posesión de la exclusiva de la conducción macarra.

La música es un acompañante imprescindible para estas aventuras. He de decirles que, en cuanto he recuperado el Toyota Auris, he pasado a una conducción majestuosa y tranquila, de estirpe más bien budista, para la que suelo acompañarme de saxos históricos del jazz como Coltrane o Dexter Gordon, mientras con el Micra me ponía a los Ramones a todo volumen, además de otros rockeros acelerados de los que les hablo a continuación. Por ejemplo un disco de antología de Chuck Berry, que en estos días ha pasado a mejor vida y se supone que estará ahora haciendo el paso de la oca por las pistas de baile celestiales. ¿Cómo? ¡Ah! Que qué educado me he vuelto con eso de pasar a mejor vida. Es un eufemismo muy utilizado en el castellano, que resulta certero en algunos casos, aunque su objetivo es dulcificar un asunto del que no se quiere hablar directamente. En general, me parece mucho más poético el inglés to pass away, que lleva implícita una indefinición más coherente con el misterio de lo que hay al otro lado. Algo que no se conoce, porque nadie ha regresado jamás para contarlo.

Que sí, que vale, que me estoy poniendo trascendente y no es eso lo que se espera de este blog. Volvamos a Chuck Berry. Hace unos cuantos posts, trajimos al blog una composición de este señor, el mítico You never can tell, que tradujimos por Nunca se sabe. Era la canción que le pedían a Bruce Springsteen en Leipzig y no la tenían en el repertorio, por lo que empezaban a hacer diferentes ensayos hasta dar con el tono preciso para la voz del Boss. El vídeo es maravilloso, pero un amigo muy metido en el mundo de la música me ha dicho que lo vea con atención. Que en realidad es todo un show del señor Springsteen. Que la canción la tienen todos ensayada veinte veces. Eso no quiere decir que sea un fraude, sino todo lo contrario: un montaje maravilloso, un bonito cuento de hadas que la gente disfruta creyéndose. He de decir que he visto el video muchas veces y que, una vez que has escuchado esta docta opinión de alguien de dentro del mundillo, pues no es muy difícil advertir un cierta sobreactuación del Boss en los primeros momentos (como la que se usa para contar un cuento a un niño) y un nivel de perfección musical en cuanto se ponen a tocar que resulta un poco sospechoso.

Les invito a que lo escuchen otra vez (al final del Post #604) y me den sus opiniones al respecto. La mía, como no podía ser de otra manera, es…Nunca se sabe. Pero también les digo que, de ser algo precocinado, estaríamos ante una ficción verosímil. Interesante matiz: no es lo mismo verdadero que verosímil. Lo verdadero a veces es muy inverosímil. Las cosas más disparatadas que yo cuento, he de insistir mucho en que me han pasado de verdad. Mi accidente en el Metro, si no llego a enseñar la imagen de la radiografía, nadie se lo hubiera creído. Es increíble. En este caso, la canción de Chuck Berry forma parte de la cultura general, todo el mundo la conoce y no es muy difícil creerse que entre un grupo de buenos músicos norteamericanos, se conozca la letra y los acordes básicos sobre los que se sustenta. Por si lo han olvidado, esta canción, en la interpretación de su autor, era la melodía que sonaba en la mítica escena del baile en Pulp Fiction, cuando Travolta y Uma Thurman se vienen arriba, tal vez una de las mejores escenas de baile jamás filmada. Repasémosla. 


En fin. Que una cosa sea cierta no implica automáticamente que sea creíble, como solía decir Truman Capote. Este extraordinario escritor se nutría para sus narraciones de las cosas que le iban pasando cotidianamente, aunque las reinterpretaba a su aire. Los personajes de sus libros eran sus amigos y eso llevó a muchos de ellos a enfadarse con él y romper su amistad, ofendidos porque revelara a todo el mundo ciertas intimidades, cuando no autenticas mentiras o falsedades. Acusado por muchos de una especie de deslealtad con ellos por escribir sobre sus interioridades, Capote se defendió con una frase legendaria: Todo lo que yo escribo es verdad, lo que pasa es que hay que saber diferenciar la verdad de la estricta narración de lo sucedido. Es difícil añadir algo a esta frase certera.

Pero cerraremos este post con un par de aspectos colaterales. Por un lado, es un hecho irrebatible que el rock es una cultura que se realimenta y se mantiene por todas partes. En España el rock goza de buena salud. Y el testigo del buen rock lo ha tomado (entre otros cientos de grupos) un conjunto valenciano que se llama Los Zigarros. ¡Hala! Ahora me van a decir que habían oído hablar de ellos... Aquí van a ver cómo cerraban un reciente concierto en su tierra. El tema se llama Dispárame y es una auténtica bomba. Les prevengo que al final se ponen un poco pesaditos a la hora de acabar el tema pero, como en el caso de Springsteen, nada es casual; esta es una vieja técnica para que ya no te pidan más bises, te tiras una hora cerrando una canción y agotas a los oyentes. Súbanle el volumen y disfruten.


El otro fleco. Hemos dicho que la de Pulp Fiction es tal vez una de las mejores escenas de baile jamás filmadas. La mejor, en mi opinión, sigue siendo la de Chaplin en La Quimera del Oro. La chica, que interpreta una semidesconocida Georgia Hale, se propone darle celos a su pesado pretendiente bailando una pieza con Charlot. El problema es que nuestro héroe pierde el cinturón en los primeros compases y pasa lo que pueden ver a continuación. Buen mes de abril.