Después
de una semana de inmersión bowistica,
regresamos al día a día, para encontrarnos en un país sin gobierno y con pocas
perspectivas de que lo haya a corto plazo. Lo que yo no sé decirles es si es
necesario que haya gobierno, o si maldita la falta que nos hace. Para lo que
hace Rajoy, a mí me da igual que no haya nadie. Es un nuevo modelo de gobernar
por omisión. Yo no hago nada, a ver si los problemas se arreglan ellos solos.
Se dejan pudrir las situaciones, hasta que la gente se olvida o se aburre. Y,
si no queda más remedio, se sale a la palestra y se medio balbucea alguna cosa
ininteligible, como la que les pongo AQUÍ.
Para
esto no necesitamos que haya un gobierno formalmente constituido. Los belgas estuvieron
año y medio sin gobierno y no pasó nada fuera de lo común: siguieron siendo
igual de bolos que de costumbre. Y
los italianos llevan en esa tesitura muchos años. Hace un par de legislaturas
votaron masivamente al cómico Beppe Grillo (versión vernácula de Chiquito de la Calzada ). Ahora, este
caballero ha proclamado solemnemente que se retira de la política para no
volverse loco. La política es una enfermedad mental –ha dicho–: se sustenta
sobre la nada. Y él quiere volver a hacer reír desde los escenarios, que al
menos es algo real, te das cuen. Sin irse tan lejos, los catalanes llevan tres años sin un
gobierno efectivo, porque los unurablas
que les dirigen no tienen tiempo de gobernar, con el trabajo que les da el prusés.
Tal
vez creen que exagero con esto último, pero no puedes hacer dos cosas a la
vez, si tu mente se ve absorbida de forma obsesiva por un objetivo que has
de alcanzar a toda costa, hasta el extremo de convertirte en un elemento
mesiánico que no puede dejar de pensar en su meta ni siquiera en sueños. Cuando yo
estaba en primero de carrera, un compañero de curso fue llamado a filas y
decidió objetar. Esto era algo serio y arriesgado en aquellos tiempos de
franquismo. Mi amigo se convirtió en militante de la causa y llegó a ser una
especie de líder del movimiento. Y recuerdo que un día le llamé para avisarle
de que teníamos un examen pronto. Le propuse que quedásemos algún día a
estudiar juntos, como habíamos hecho tantas veces. Le ofrecí compartir mis
apuntes, que yo había tenido más tiempo de elaborar. Su respuesta fue
inequívoca: Emilio, yo es que ya no tengo tiempo para dedicar a la carrera; a mí con
esto de la objeción no me queda margen mental para pensar en temas diferentes.
Como lo oyen. A este chaval le perdí la pista y no les puedo decir qué fue de él.
Me temo que algún día se cayó del guindo y aterrizó de nuevo en el mundo real.
A lo mejor acabó de aparejador (con perdón).
Volviendo
a lo del desgobierno, digo yo que podríamos seguir así indefinidamente, con el
país funcionando a espaldas de los políticos todo el tiempo que se pueda y, ya si eso, convocar nuevas elecciones, a
ver si vuelve a salir lo mismo y podemos seguir otra temporada sin gobierno. Cierto
que el espectáculo es bastante penoso. Por un lado, creo que nadie quiere que
siga Rajoy, ni siquiera los votantes habituales del PP, que estarían encantados
de que les liderara alguien un poco menos sieso, más expresivo y dicharachero.
Los más carcas añoran a Aznar y a Esperanza. Los más modernos estarían
encantados con Soraya, que al menos sabe bailar (incluso con el más feo), o con
Cifuentes que va en moto y tiene un tatuaje étnico en el culo. Lo que pasa es
que a Mariano no hay quien lo despegue del asiento. Y tal vez hace bien. Una
cosa es que no nos guste y otra pensar que sea tonto, aunque algunas de las
cosas que dice pudieran hacer pensar lo contrario. Hasta ahora le ha dado buen resultado su táctica: sentarse y esperar, a ver si pasa por delante el cadáver
de sus sucesivos enemigos.
Al paso
que vamos, creo que habrá nuevas elecciones. En tal caso, imagino que el PP
mejorará su resultado. Algunos votantes de Ciudadanos están decepcionados y tal
vez vuelvan al voto de toda la vida. Además de alguna buena gente que se
abstuvo y ahora se movilizarán, asustados por el de las rastas, la que le daba
la teta al niño en el escaño y otros despropósitos. El PSOE, en cambio, tiene
pinta de que perderá votantes, después del circo de tres pistas que está protagonizando. Las
tensiones en este partido son diáfanas. Por un lado, los barones, con El Buda Feliz animándoles desde la
sombra. Esa panda quiere ir a una Grosse Coalition, como la alemana, para no perder cacho. Empujan con todo: utilizan a la brunete mediática, con El País a la
cabeza. No se olviden que El País, en manos del Tito Cebrián, está en una condición financiera endeble: cada vez
menos gente compra el diario en papel, a pesar de que, por hacerlo, te ofrecen
toda clase de sartenes, cacerolas y centros de plancha a buenos precios.
Se
dice incluso que fue la propia Soraya la que dio las instrucciones oportunas
para salvar a PRISA de la quiebra. Y El Buda Feliz es miembro del consejo
editorial. Hasta han sacado del congelador a Alfonso Guerra, para que haga unas
declaraciones a favor del gran pacto. El otro grupo, en conflicto con los primeros, está formado por los militantes, que verían muy mal la alianza con el PP, entendida como
un suicidio a medio plazo. A estos es a los que trata de contentar Sánchez, que
pretende ser una especie de aglutinador de las izquierdas. Y luego está Susana,
que les debe mucho a los barones y por eso le aprieta el cuello a Sánchez,
relajando a ratos la presión, no sea que se le asfixie antes de tiempo. El País
ha llegado al delirio de formular una propuesta netamente marxista (de
Groucho): si el problema es por los dos líderes, sus respectivos partidos
deberían quitarlos de en medio. Se iría así a un escenario, sin Rajoy ni Sánchez,
en el que sería posible el entendimiento entre los dos partidos. Lo que hace la penuria
económica.
Y qué
podemos decir de idem. Pues que en el
Ayuntamiento llevan ya ocho meses y no acaban de mostrar una línea de actuación
clara. Es cierto que ha habido cambios notables hacia adentro, todos para bien por lo que a mí respecta (mi
situación laboral es como del día a la noche, respecto a la inmediatamente
anterior). Pero, de cara al exterior, yo empiezo a echar de menos alguna
propuesta más agresiva, que empiece a organizar la ciudad del futuro con
criterios actuales, diferentes de los que sirvieron para diseñar una ciudad
para el coche, cuyo concepto no se ha llegado a poner nunca en cuestión. Ese
futuro ha llegado ya. Por ejemplo, yo me he dado de alta en el sistema Car2go,
que tiene todo el centro de Madrid sembrado de pequeños coches eléctricos
Smart, de usar y tirar.
Me
explico. Yo quiero ir, por ejemplo, desde mi óptico, que está en Chamberí, hasta
mi casa en Atocha. Abro la aplicación que tengo en mi nuevo móvil inteligente y
me sale un plano de Madrid, que me indica dónde hay coches libres. Dejo el dedo
apoyado en el más cercano y me lo reserva por media hora. Camino hasta el
coche, vuelvo a abrir la aplicación y selecciono alquilar ahora. Un poco después, el coche se abre solo. Me siento,
me pongo el cinturón, marco mi contraseña individual en un teclado del coche y
ya puedo extraer la llave de contacto de su soporte y arrancar. Cuando llego a
destino, busco una plaza del sistema SER, de color azul o verde, aparco, confirmo que
quiero finalizar el servicio, devuelvo la llave a su soporte y me bajo. He de
esperar 15 segundos a que el coche se cierre completamente. Un rato después, mi
teléfono recibe un mensaje en el que se me precisa el monto de la factura que
cargarán a mi Visa, a razón de 19 céntimos de euro el minuto.
Este
es el mundo en que vivimos los ciudadanos, más próximo a las canciones
futuristas de Bowie, que al añejo circo mediático de estos políticos, persiguiéndose
unos a otros en círculos, como burros en la noria. Por mí, que sigan indefinidamente buscando
gamusinos y bailando el corro de la patata. Podemos tirar sin problemas con el gobierno provisional de Rajoy.
Todo eso de los economistas pronosticando catástrofes y debacle económica por
no tener gobierno, forma parte de la campaña mediática. Para presionar a Rajoy,
Sánchez y los demás. Rajoy es inmune a toda clase de presión. Sánchez lo tiene
más crudo. Recuerden la cuarteta de mi amigo Gonzalo Hidalgo Bayal. Benítez ya
ha caído. Ahora es el turno de Sánchez. En cualquier caso, qué mundo este más casposo y aburrido. Casi mejor nos volvemos a Bowie. Como propina o estrambote de mi
trilogía, les dejo uno de mis temas favoritos, para que vean qué letras hacía
este hombre. Yo también me estoy hundiendo en las arenas movedizas de mi mente.
Y, desde luego, ya no tengo el poder. Nunca más…
He visto los cochecitos por la ciudad, pero no conocía sus entresijos. ¿Realmente cree que es un medio de transporte urbano competitivo? Un poco de pupa sí debe hacerle al negocio del taxi, a cuyos miembros atribuye todo el mundo los ataques vandálicos que han sufrido los Smart.
ResponderEliminarEl precio por minuto es más caro que en taxi, pero no tienes bajada de bandera. Es decir, que compensan para trayectos cortos. Ejemplos. Veinte minutos: 3,80€. Treinta minutos: 5,70€. Es difícil que un taxi te cobre tan poco. Cuarenta minutos: 7,60€. Aquí empieza a igualarse. Tienes que tener cuidado de que no te pille un atasco. El tiempo de estar parado cuenta igual. A mí me resultan gratos, no me gustan en general los taxis y los taxistas. Y conduciendo uno de estos pequeños módulos uno se siente como en unos coches de choque.
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