Pongo un palito al lado del nombre
de Bowie, porque le voy a dedicar al menos dos posts, sino más. Los que me dé
la gana. Este es mi blog y tengo derecho a expresar mi consternación por la
muerte de un personaje al que tenía mucho cariño, alguien que alegró y
enriqueció una década muy importante de mi vida, los 70. Fueron los años en que
tuve una vida más loca, estudiaba, viajaba, trabajaba de delineante para
pagarme los viajes y otros caprichos. Vivía de noche, escribía relatos, leía compulsivamente a
Cortázar y a Vargas Llosa, no me perdía un concierto de rock. Acabé la carrera,
hice la mili y, nada más acabarla, me volví a dejar la melena hasta los
hombros. Y además estaba la lucha por la democracia, las carreras delante de
los grises, el asesinato de Carrero, el final del franquismo, las
discusiones sobre la Constitución, los abogados de Atocha y tantas cosas.
Empecé esa década prodigiosa con 19 años y la terminé con 29. Unas edades en
las que uno se cree capaz de comerse el mundo. Y allí estaba David Bowie, el tipo
que te trataba de convencer de que tú podías ser un héroe, sólo por un día. El otro día se murió y con el se va una parte de mis referencias.
He de hacerles una confesión íntima.
En aquellos años yo escuchaba música a todas horas y me compraba muchos discos
de vinilo. Luego, mi vida se asentó. Encontré pareja, trabajo, nacieron mis
hijos. Los vinilos desaparecieron con la llegada del CD. Hace ahora cerca de
diez años, mi vida acomodada se fue a la mierda, huí de mí mismo y lo arrojé
todo por la borda. I threw it all away,
que dice Dylan. Me fui de mi casa con una mano delante y otra detrás, dejé allí
la mayor parte de mis anteriores señas de identidad y, entre ellas, mi colección de discos
de vinilo. A lo largo de estos casi diez años he resistido los mensajes periódicos
que me conminaban a llevarme mis cosas. Sólo en el año que acaba de terminar,
sucumbí a la presión, ante una amenaza cierta: mis discos estaban empaquetados y
preparados para ser transportados al punto limpio. He desempaquetado mis cajas de vinilos
y ahí estoy yo. Ese era yo. Y ¿saben de quién hay más discos? No les resultará
difícil imaginarlo. Toda la discografía de Bowie de los 70 y alguno suelto de
después. No conozco a nadie que tenga tantos discos de Bowie como yo.
He de puntualizar un tema. A
varios de mis mejores amigos, entre ellos más de un seguidor del blog, no les
gusta la producción musical de Bowie. Es lógico, este señor no hacía una música
muy enraizada en el blues y el buen rock’n roll, que aprecian mayoritariamente
mis colegas. Por el contrario, el mejor Bowie bebía de las fuentes del pop
británico, al que dotaba de arreglos un tanto grandilocuentes para arropar sus
excelentes letras. Luego, ya convertido en una estrella, derivó a un cierto
soul con apoyo orquestal y, últimamente, se adentró en el jazz. Con este texto
y los siguientes no aspiro a cambiar los gustos musicales de mis amigos, cada
uno es libre de tener sus propias afinidades. Lo que sí pretendo es que
entiendan por qué me gustaba a mí, algo que excede del simple aspecto musical y
entra de lleno en la fascinación personal por un tipo con una curiosidad
cultural y artística infinita, que nunca se acomodó, que todo el rato estuvo
cambiando sus registros y del que nadie puede dudar que era un tipo muy
listo, muy brillante y muy buena
persona, como veremos.
Siempre he tenido una gran fascinación por el personaje: es mi ídolo. ¿Cómo no serlo? David Bowie nació en una barriada
obrera de Londres, se empeñó en triunfar en el mundo del rock, consiguió un
éxito estratosférico, logró vivir haciendo lo que le gustaba, invirtió acertadamente sus ganancias, se hizo millonario,
conquistó a la modelo más guapa y se fue a vivir con ella a Nueva York, en
donde se ha dedicado a cuidar de su familia desde 1992 hasta el día de su
muerte. Como para no envidiarle. Buscando textos de estos días sobre el
personaje, he encontrado ESTE,
nada menos que del ABC. Contiene muchas claves sobre la infancia de David Jones,
en los suburbios de Brixton, Beckenham y Bromley, en los que sucesivamente
vivieron sus padres. Es un texto emotivo y bonito, que no me veo capaz de
superar y que les recomiendo que lean. Ya se nos habla de un tipo inquieto, que se interesa por las materias más
insospechadas, que vive la vida a toda velocidad, en el despertar del color y la
libertad en Inglaterra, tras los grises años de postguerra y
racionamiento.
Pero, para bien o para mal, David
Bowie era un músico y en este pequeño homenaje debemos poner alguna de sus
músicas. Apenas con quince años, ya sabemos que no le interesaba demasiado el
colegio, que su vida estaba focalizada hacia las chicas y la música (tocaba prácticamente
todos los instrumentos: saxos, guitarras, pianos, teclados, percusiones). Y al
fin consiguió grabar algunos temas, a la manera de los Beatles, Stones, Animals
y tantos otros que despuntaban a finales de los 60. Les voy a poner dos
grabaciones de Bowie con 17 años. Su grupo se llamaba entonces Davie
Jones and the King Bees. Un juego de palabras muy de la época: Davidcito Jones
y las Abejas Reyes. Estas dos grabaciones fueron las caras del single que
logró editar y que no se vendió una mierda.
Mientras tanto, David leía
ciencia ficción como un poseso, se interesaba por el budismo y se apuntó a la
escuela de mimos de Lindsay Kemp. He de decirles que he visto cuatro o cinco representaciones
de Lindsay Kemp en Madrid, donde tenía por costumbre recalar cada año en sus
giras teatrales y creo que pocas veces he presenciado unos espectáculos tan
demoledores: uno salía agotado ante tanta belleza y tanta intensidad. En la escuela de Kemp, Bowie se aprovisionó de armas interpretativas,
descubrió el maquillaje y supo que su propia imagen y su cuerpo se
incorporarían a su arte como algo esencial. Intentó lanzarse como cantante
melódico con unos atuendos mod muy
cuidados, pero su música no llegaba. Sus letras parecían querer decir algo,
pero sus grabaciones de ese período no dejan de producir un cierto sonrojo. Como
no vendía ni un ejemplar de sus discos, tuvo que hacer de actor en anuncios de
helados y similares. Seguía viviendo por entonces en casa de sus padres.
Necesitaba cambiar de registro.
Necesitaba un tema que llegara al exigente público británico. Necesitaba un
éxito que le diera repercusión y le permitiera desarrollar su talento. Y lo
encontró con la espectacular Space Oddity.
Fue un golpe de suerte, la canción se publicó cinco días antes de la llegada del hombre
a la luna. Era una buena idea, un golpe de timón de esos que le salían tan bien
a este hombre. Pero es que musicalmente se superó. Esta es realmente su primera composición
de mérito, todo lo que había hecho anteriormente era bastante malo. Estamos en
1969 y esta canción ya tiene todas las características del mejor Bowie. La
ciencia ficción, las situaciones inesperadas (casi 40 años más tarde nos
seguimos emocionando con la película Gravity,
excelente por cierto, si no la han visto, que cuenta prácticamente la misma
historia). Su voz sin intentar imitar a nadie. La producción cuidada. La imagen de alienígena. Y sobre todo, el dramatismo.
Bowie buscaba siempre dramatizar. Hacer teatro y tocarte la fibra sentimental.
Les dejo con ella. Continuará.
No es que no me guste toda la producción musical de Bowie, es que me gustan solo algunas cosas, quizá pocas, que por cierto me parecen muy buenas. También porque estoy entre la mayoría de tus colegas que aprecian fundamentalmente la música enraizada en el blues y el rock, que extiendo a su vuelta con la invasión británica: Beatles, Eric Burdon, Van Morrison, Dave Clark Five, Stones, Kinks... no sigo enumerando. Pero esa no es la razón fundamental pues, por otra parte, me gustan otras músicas bastante alejadas como por ejemplo Casaria Évora.
ResponderEliminarLo que menos me gusta es el personaje, su camaleonismo. Prefiero la actitud de alguien como J. J. Cale, ante la de quien necesita cambiar de registro buscando un éxito que llegue al público.
Respecto a lo que cuentas de los vinilos, a estos años a mí las discografías se me repiten. Por ejemplo, mi discografía más completa, sin contar con los Beatles que tuvieron una producción muy corta, es la de Van Morrison y del vinilo la he rehecho en CD y ya la tengo en disco duro.
Querido Paco, tus comentarios siempre son bienvenidos a este blog y tus opiniones valoradas, por bien fundamentadas. El tercer párrafo de mi post no iba dirigido exclusivamente a ti (no sé si has pensado lo contrario), sino a otros cuya opinión también respeto y que, tal vez entren a opinar en ese sentido. Bowie desata pasiones y conozco a gente que no lo soporta, como tampoco admiten a Queen y a algunos otros representantes de músicas más sinfónicas, por decirlo de alguna manera. Cada uno tiene sus gustos.
EliminarLo del personaje es más opinable. JJ Cale era un tío cojonudo, tranquilo, discreto, que lo único que quería era hacer música. La propuesta vital de Bowie es mucho más amplia y arriesgada, no es sólo un músico y tiene un punto exuberante, exhibicionista, que a mí me mola bastante. Piensa que, si yo fuera del tipo JJ Cale, no escribiría un blog como este.
Yo creo que Bowie, además de todos los calificativos que suscita, era buena gente y trataré de explicarlo en los siguientes textos. El mundo del rock me huelo que debe de ser muy cabrón, como cualquier sector profesional (ni te cuento de los arquitectos). Vuelan cuchillos afilados.
Te pongo un ejemplo de lo que digo. Yo tenía un amigo que hacía un programa de radio estupendo en Radio 3. Llegó el Ordovás, que por entonces era el "mafioso" de turno, el que cortaba el bacalao y lo fulminó para quedarse con su franja horaria. Y ya no volvió a levantar cabeza.
Que en ese mundo haya alguien de quien podamos decir que era buena gente, es algo excepcional. Hay un caso todavía más sorprendente: Bruce Springsteen. Lo de este señor se acerca ya a la santidad. Sin llegar a tanto yo creo que Bowie era un buen tío y me baso en una serie de detalles que ya comentaré.
Por ejemplo, Lou Reed era un sujeto mucho más huraño, mosqueón y orgulloso, aunque no me creo lo que cuenta el supuesto biógrafo carroñero que ha salido por ahí hace poco. Y, ya que citas a Van Morrison (de quien, por cierto, también he recuperado bastantes vinilos) pues te diré que, la última vez que fui a un concierto suyo juré no repetir. Este sí que es un borde, aunque ¡qué gran músico!
Un abrazo, amigo.
Magnífico el artículo, me ha encantado. Con esa voz David no necesitaba imitar a ningún otro. Definitivamente un genio. (Igual que Amy :) )
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Susana. Yo creo que Bowie era alguien muy grande, tanto a nivel personal como artístico. Para mí era casi una seña de identidad, disfruté mucho con su música en mis años dorados.
EliminarEn cuanto a Amy, ¿qué te voy a decir? Que tenías toda la razón: era extraordinaria como artista y también una persona generosa.
Saludos, me hace ilusión que sigas mi blog, aunque sea sólo de vez en cuando.
Creo que me encuentro entre esos amigos que comentas. De todos modos y, aunque no me guste particularmente, entiendo que Bowie es un personaje imprescindible dentro de la música moderna, pero me encuentro más cerca de nuestro amigo Couto.
ResponderEliminarQuerido amigo, el día que se nos vaya Bob no nos va a quedar más remedio que seguirlo...
Apertas.
Sí, ya sabía que estabas entre los detractores. Creo que no queda mucho por añadir a la controversia. En cuanto al viejo Bob, tiene más vidas que un gato. Este es otro que se ha reinventado unas diez o doce veces. ¿Has escuchado las grabaciones del programa de radio (Theme Time Radio) que tuvo no hace mucho? Era ciertamente extraordinario.
EliminarUna aperta, meu.