Que
sí, que bueno, que vale, que de acuerdo, que estoy un poco pesadito con el
Bowie, no hace falta que me lo repitan tantas veces, ya les pongo abajo a Elvis, hala, con Dios.
Por
si alguien pensaba que exageraba con eso de El País, El Buda Feliz y la brunete mediática, ¡toma ya primera
página de ayer! Esto sí que es poner las cartas boca arriba. Fuera caretas. El
Buda a cuatro columnas atronando desde su Olimpo, Hades enfurecido clamando por
la Grosse Coalition , el
gran contubernio que salve el statu quo, de forma que nadie les toque los
privilegios y las sinecuras a los que han cortado el bacalao en la finiquitada era
del bipartidismo. Su discurso está lleno de diatribas contra Podemos, partido
al que acusa nada menos que de “querer liquidar el marco democrático de
convivencia”. Tal vez se refiere al marco que ha permitido, por ejemplo, que
Rodrigo Rato se forre estafando a los pequeños inversores que confiaron en él
cuando todavía se afeitaba y tocaba la campana con una sonrisa de oreja a
oreja.
Anoche
me crucé por la Gran Vía
con una patética manifestación de afectados de Bankia. Eran unos veinte, todos
ancianos resguardados bajo sus paraguas negros y vigilados por no más de dos
policías, de puro inofensivos que resultaban. Marchaban bajo la lluvia, como
muertos vivientes, arrastrando los pies por los charcos y cantando sin mucha
convicción este estribillo: Nosán-qui-tao,
nues-tro-dinero (bis). Y también este otro: No somos inversores, somos ahorradores (bis). Que les hablen a
éstos del peligro de que venga alguien a liquidar el marco democrático. Por
otro lado, con lo gordo que está El Buda Feliz, lo raro es que no se haya
quedado atorado en alguna de las puertas giratorias que con tanto énfasis
quiere proteger de podemitas y chavistas. Y aquí estamos los sufridos españolitos,
espectadores atónitos del circo político, ya en 2016 y con enero vencido.
Dentro de nada, otra vez Navidad.
Hace
tiempo que no les cuento nada de mi vida y milagros y tal vez sea momento para
ello. Por un lado, a finales del año pasado hice un viaje relámpago a Galicia,
con baricentro en una notaría de Noya, donde debía firmar unos documentos de
los que no les he dado muchas precisiones, pero que me han supuesto un ingreso
de dinero extra, tras desbloquearse un asunto enquistado durante décadas. No es
una cantidad como para volverme loco y cambiar de vida, pero sí para darme
algún lujo. Digamos un premio menor de la lotería de la vida. Ante eso, y también inducido por el cambio de año, he adoptado unas cuantas decisiones que les
detallo.
1.- Adquirir acciones del Deportivo de La Coruña , aprovechando la
ampliación de capital que Hacienda le ha obligado a completar antes de fin de
año. No les voy a decir la cantidad, pero creo que es proporcionada a mi
situación y la del club.
2.- Hacerme socio de ACNUR, la organización de la ONU que ayuda a los refugiados
que deben abandonar su tierra y malvivir en campamentos provisionales. Como les
he dicho más de una vez, 2.000 millones de personas, de los 7.500 que habitan la Tierra , carecen de
alojamiento estable. Un concepto que no incluye okupas ni edificios de
autoconstrucción bien aislados y acondicionados. Sólo gente que vive en chabolas infames, campamentos,
cuevas, en la selva o en la calle. Cualquier ayuda es poca, para este
desastre.
3.- Hacer unas obras en mi casa, renovar
la cocina y el baño y mejorar el aislamiento general para no pasar tanto calor
en verano ni frío en invierno (suponiendo que hubiera invierno, cosa que
todavía está por ver este año). Aún no he empezado con esto pero ya he hecho
los primeros contactos.
Planeo
un número 4 y un número 5, pero no se los voy a contar todavía. Aquí sólo se
reseñan los proyectos ciertos y confirmados, porque, por un lado, ya saben que
trae mala suerte vender la piel del oso antes de cazarlo y, por otro, en las ocasiones
en que he proclamado que haría una cosa y luego no la he hecho, ustedes
queridos lectores, me han machacado conveniente y justificadamente a cuenta del
incumplimiento. Por ejemplo, cuando viajé a Escocia y prometí comprarme un kilt, la típica falda, y subir al blog
una foto vestido con ella. Así que aquí ya no se promete nada que no esté
asegurado y certificado.
Otro
asunto. Les conté que había presentado la instancia para pedir el reenganche o, dicho con propiedad, la prórroga de mi actividad laboral para otros cinco años (Five years, that's all I got). Por error les dije
que esa instancia iniciaba tres vías administrativas paralelas, que terminaban
en tres documentos, a la vista de los cuales el responsable municipal de recursos humanos adoptaba
una resolución oficial al respecto. La cosa no es exactamente así. En realidad,
hay uno de estos procedimientos que va por delante: ese en que tus jefes
directos firman un papel diciendo que eres todavía útil y necesario. Si este
procedimiento no prospera, se ahorran los otros dos. No ha sido así en mi caso:
ya tengo el papel firmado y cursado. Ahora estoy a la espera de que me
convoquen para un nuevo reconocimiento médico (tengo los resultados del que me
hicieron en noviembre, aparentemente sin ninguna novedad a destacar). Y, en
paralelo, alguien debe de estar haciendo el informe sobre mi trayectoria laboral de
más de 33 años en el Ayuntamiento.
Si
nada se tuerce y me conceden el reenganche, entraré en un período nuevo,
caracterizado por la facultad de largarme cuando más me apetezca, una cierta
forma de libertad. Es una situación que me da bastante tranquilidad. Tendré
tiempo para pensar con calma qué es lo que más me conviene. Depende de la
deriva que tome el Ayuntamiento de mis penares y de mi posición en estos
tiempos nuevos. Yo ya no espero que me reclamen para puestos de responsabilidad
como los que ostenté hasta 2011. Pero estoy en una posición cómoda, nadie me
presiona excesivamente y tengo muchos días de vacaciones, una vez que nos han
devuelto los canosos que nos habían birlado (me encanta esta palabra) los
del equipo anterior. Lo de que los
tiempos han cambiado, es una realidad, y no hay que quedarse con cuestiones
superficiales, como la entrada de un tipo con rastas en el Congreso. En el mundo de
la empresa ya se han dado cuenta y, por ejemplo, aquí les traigo una imagen muy
expresiva, que ha repartido entre sus empleados una empresa puntera. Véanla con
atención.
Supongo
que se han fijado en eso de la
Redarquía y la Adhocracia Distribuida. Nuevos
palabros que habrá que aprenderse. Lo que pasa es que yo tengo mucho
adelantado, porque llevo algo más de tres años trabajando en régimen de
adhocracia, no sólo distribuida, sino encima clandestina. Lo hacía así, porque
por los canales jerárquicos no me llegaba el suficiente trabajo como para
llenar las interminables horas de encierro que me obligaban a cumplir. Fue una
de mis formas de no volverme loco (junto con esta de escribir un blog) y ahora
me muevo como pez en el agua por estas redes transversales. En este momento represento
al Ayuntamiento en la red ONU-Habitat, y al Área de Desarrollo Sostenible
(antes Urbanismo) en dos comisiones, una que se ocupa de aplicar la nueva Ley
de Transparencia y otra que tiene por objetivo mejorar la posición de la ciudad
en los rankings internacionales. Además sigo atendiendo a todos los grupos de extranjeros
que vienen a Madrid y, de vez en cuando, esto tiene una correspondencia con
algún viaje al exterior. Ahora mismo tengo uno de estos viajes en proyecto, que
no les especifico, porque todavía no es seguro al 100%.
Así
que no me puedo quejar. Estoy entretenido, nadie me gruñe, ayudo en cosas que
son de utilidad, y encima estoy a punto de ingresar en un estatus que me
permitirá largarme cuando me dé la gana. Porque no se crean que no me tira también la
vida de jubilado. La posibilidad de tomarme un vermú en las Bodegas Rosell en día
de diario, sin que esté petao. O de ver
la exposición de Kandinsky en Cibeles sin tener que hacer una cola interminable. Pero he de reconocer que, a día de hoy, la mía es una situación envidiable. Sería hasta antiestético que
me quejara. Cierto que en el Ayuntamiento hay un poco de caos y una cierta parálisis.
Queramos o no, el municipio está también afectado por el caos y la parálisis del Estado. Ahora
que parecía que PP y Ciudadanos estaban a punto de lograr un acuerdo, les ha
explotado el grano de pus de la corrupción valenciana. Realmente, el señor
Rajoy debería de quitarse de en medio. Siempre va a tener sobre su cabeza una cruz: su
nombre en los renglones amarillos de Bárcenas (aguanta Luis), ahora empeorada por su declaración
de amor eterno al impresentable de Rus. Como en el caso de Rato, espero que un día todos estos tipos que se han hecho de oro por el procedimiento de birlarnos nuestros ahorros, acaben bailando el Jailhouse Rock. Les
dejo con el vídeo prometido. Comprueben por qué le llamaban a este hombre Elvis the Pelvis. Buen finde.