Ayer participé con mi grupo
senderista en la anunciada excursión a las Cárcavas de Burujón, una zona de
meandros del Tajo situada en el entorno de La Puebla de Montalbán, villa de
buen tamaño situada aguas abajo del río, tras su paso por Toledo. Es zona de
paisaje castellano, cuajada de historia, que se extiende hasta el piedemonte de
la sierra conocida como los Montes de Toledo. Antes de llegar al embalse de
Castrejón, el río traza unas curvas amplias, en las que poco a poco va horadando la
montaña exterior, hacia la que tiende a extenderse como movido por una especie
de fuerza centrífuga. Esa fuerza del río es la que produce estas cárcavas, que
los lugareños llaman barrancas. En la parte interior de cada meandro sucede en
cambio el fenómeno inverso: el río se retira y la tierra avanza formando
islotes fluviales.
Los derrumbes del lado externo de
los meandros han producido este paisaje característico, del que les pongo aquí
alguna imagen. Es como una especie de Cañón del Colorado en pequeñito. Según
los geólogos del grupo, el paisaje es el resultado de varias circunstancias,
una de ellas la existencia en la zona de “un sustrato fácilmente deleznable”.
Me encanta el lenguaje geológico y su transposición a otros universos (ya les
hablé de los modelos de comportamiento endorreico). Después de escuchar estas
explicaciones, he cambiado la versión de mi reciente historia laboral: ahora ya
no creo que me cesaran por ser “escoria disidente” a la manera norcoreana, sino
porque mi perfil presentaba estratos fácilmente deleznables, por el lado del
parentesco con gente importante. Cuando vienen mal dadas y los jefes han de
recortar puestos, es mucho más sencillo y práctico prescindir de los que
carecen de apoyos en las alturas, elementos mucho más fácilmente deleznables que
los otros.
Las excursiones de un solo día
suelen hacerse en sábado, lo que pasa es que ésta se trasladó al domingo por la
voluntad de la gran mayoría de miembros del grupo de apoyar sobre el terreno a
los integrantes de las marchas de la dignidad del día anterior. No olviden que
el grupo responde al nombre de Izquierda Senderista. Ya les he indicado en
alguna ocasión la dirección de su Web, pero se la repito: http://izquierdasenderista.blogspot.com.es.
El fundador y alma del grupo nos ha dejado hace poco y en la Web le dedican
unas hermosas líneas muy sentidas, que desde aquí les agradezco por la cuenta
que me trae.
Pero la vida sigue y en este foro
ya hemos recuperado el sentido positivo, como a él le hubiera gustado. Con ese
ánimo, ayer continuamos nuestro camino y, tras dejar las Cárcavas, hicimos unos
cuantos kilómetros de marcha hasta llegar a los restos del puente romano de La
Canasta, obra de ingeniería primigenia que permitía a una calzada romana
secundaria dar el salto sobre el profundo cañón del río Torcón, afluente del
Tajo. Parece que la calzada unía Toledo con algunos asentamientos cercanos a la
provincia de Cáceres, uno de los cuales podría ser el que siglos más tarde
albergaría la legendaria ciudad islámica de Vascos, cuyas ruinas pueden
visitarse junto al pueblo de Navalmoralejo. Sorprende comprobar que los romanos
ya utilizaban el ladrillo con gran maestría, para completar el basamento de
sillares de granito. Aquí algunas imágenes de este puente singular, cuya
estructura básica se conserva intacta.
Caminamos luego hasta San Martín de Montalbán en donde estaba previsto el almuerzo. En el restaurante Los Olivos, caímos los cuarenta y cinco de la excursión y dimos cuenta de los guisos de la cocina local que nos preparó la familia que lo regenta, como migas toledanas, alubias blancas con liebre, caldereta de cordero y otras exquisiteces. Luego el autobús nos recogió para llevarnos de vuelta, no sin antes visitar la iglesia de Santa María de Melque, un curioso ejemplo de templo visigodo reconstruido, del que les dejo algunas imágenes también. Teniendo en cuenta que la construcción está datada en el siglo VI, este singular edificio podría ser demostrativo de que el arco de herradura es un invento de la cultura visigoda, y por tanto puramente español, que los árabes incorporaron luego a sus cánones estéticos.
No hubo tiempo para más, pero la
zona alberga algunos otros tesoros, como el palacio de La Ventosilla, conjunto
versallesco actualmente de propiedad privada; las ruinas del castillo cristiano
de Gálvez, que los vecinos llaman las tres torres, y un verraco de
piedra de siete metros de largo, vestigio de la cultura de los vettones, pueblo ibero que se implantó
en esta zona. Un bicho que deja en mantillas a los Toros de Guisando y otras
esculturas de su tiempo. Yo creo que la posibilidad de darse de bruces con un
verraco de siete metros justifica la promesa de hacer una excursión más larga
por esta zona, proyecto en el que todos nos juramentamos.
Ha sido éste un año de muchas lluvias
y los campos estaban muy verdes en tonalidades diferentes: más claro el trigo,
más azulada la cebada cervecera, que se cultiva por aquí. A los lados de los
caminos hay esparragueras salvajes, que producen unos espárragos similares a
los trigueros, sólo que más negros, que los lugareños llaman espárragos de la
piedra. Para cocinarlos han de partirse a mano, hasta la altura en que ya no se
puede, y desechar el resto. Luego darles un pequeño hervor para eliminar el
amargor, precaución no necesaria en los que se compran en el mercado. Bien
secos con un trapo, se hacen a la sartén, revueltos con un huevo o salteados
con jamón. Es como comerse un trozo del paisaje. Luego, al orinar, uno completa
esta sinfonía olfativa de comunión con la naturaleza.
De cosas como ésta se habla en la
excelente novela de Jesús Carrasco Intemperie (Seix Barral 2013) uno de
los libros españoles más vendidos actualmente en Alemania y los países
nórdicos. La historia es bastante terrorífica. Un niño que se escapa campo a
través, un pastor anciano que le ayuda a esconderse y un alguacil malvado que
les persigue, son prácticamente sus únicos personajes (es una novela bastante
corta). Y el paisaje. El llano omnipresente, abrasado por un sol inmisericorde,
donde uno ha de luchar, extremar su imaginación y su instinto y conocer muy
bien el terreno para sobrevivir. Yo no lo sabía, pero Carrasco, extremeño de
nacimiento, vivió su infancia en estos parajes toledanos, en los que se inspira
para elaborar las minuciosas descripciones del medio donde transcurre la acción
de su novela.
Tuve la suerte de leerla antes de Navidad y se la recomiendo
vivamente, aunque no es para todos los estómagos. Es el duro relato de una
peripecia dolorosa, que termina de la mejor manera que permiten las
circunstancias. En el suplemento El Viajero, de El País del pasado 12 de
diciembre, el escritor acompaña como guía a una periodista que recorre la zona.
Los que organizaron mi excursión conocían el reportaje, cuyo link les pongo
abajo. Incluso seleccionaron el restaurante siguiendo la recomendación del
periódico. El dueño nos confesó que su negocio había experimentado un auge
espectacular a partir de dicho reportaje. Les aconsejo que le echen un vistazo. Incluye mapa y unas fotos mejores que las mías.
No viene mal huir de la metrópoli
de vez en cuando y aspirar un poco de aire puro. Sobre todo para salir de otras
intemperies. Como aquella en la que nos está dejando el señor Rajoy. Una
intemperie social, moral y política. Ya volveremos a ponerlo verde pronto. De
momento reparen en el contraste con el fallecido Suárez. Un verdadero héroe de la
democracia. Podía prometer y prometía. Y
luego cumplía lo prometido. Rajoy, en cambio, reproduce el famoso refrán
machista: prometer hasta meter y, una vez metido, olvidar lo prometido. Suárez
fue un estadista de otro tiempo. De los que, para nuestra desgracia, ya no quedan.
Y encima era seguidor del Depor, en el que jugó de juvenil y del que era socio
y Presidente de Honor. Aquí tienen el link a la Web del club, para que vean que
es cierto. Yo no miento sobre ciertas cosas. Que pasen un buen día.
http://www.canaldeportivo.es/servlet/es.iris.servlets.Noticias?accion=4&ver=1&nid=27661&mid=14
http://www.canaldeportivo.es/servlet/es.iris.servlets.Noticias?accion=4&ver=1&nid=27661&mid=14
Ese dato del presidente Suárez jugador del Depor es para mí completamente novedoso y me gusta saber que mientras el Duque le daba al fútbol, el insoportable hombrecillo que nos metió en la guerra de Irak le daba al pádel. Cada uno escoge la pelota más acorde con el tamaño de las suyas...
ResponderEliminarNo es una regla universal. Piense en Obama y su gusto por el basket...
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