En este blog se han inventado ya
unos cuantos palabros que tal vez debería patentar por si se popularizan: el tontol’audi,
las medidas adoptadas con navideñidad y alevosía, el liberal-esperancismo,
el prepostfranquismo, y otros que no recuerdo. A veces el lenguaje
oficial del DRAE no es suficiente para describir lo que se quiere contar y hay
que recurrir a estos vocablos no regularizados. Hoy me voy a referir a una
nueva especie que ha irrumpido entre la fauna que pulula por mi entorno ecológico,
y a la que no he encontrado descrita en ningún lado.
Como saben, estoy interviniendo
en foros vecinales en los que suelen darme la réplica los vocales designados
para esos foros por los diferentes partidos políticos del arco local. El
discurso de la izquierda ya me lo conozco de largo y los veo venir a distancia.
Lo mismo me pasa con los peperos. Pero hete aquí que, en medio de esta
fauna ocupante tradicional del nicho medioambiental en el que yo me desempeño,
ha aparecido una nueva especie, que busca su propio espacio en la jungla de
asfalto: el upeydeiro.
Para los que no sean gallegos, he
de aclarar que, en mi tierra, se llama peideiros a los pedorros, motivo
por el cual, la industria papelera que se instaló cerca de Pontevedra, justo en
los tiempos del prepostfranquismo, fue bautizada popularmente como A
Peideira. Ya sé que generalizar es de tontos, y tengo que admitir que he
encontrado asesores y vocales del partido ese en el que están pensando, que
eran educados, tranquilos y propiciaban un debate de altura. Confieso incluso
que tengo varios amigos y conocidos que pertenecen a ese colectivo y a los que
para nada quiero ofender. Sin embargo, he observado ya a unos cuantos que
presentan una caracterización similar y es a esos a los que he puesto el mote
que titula este post. Primero ves a uno y dices: qué raro es este tío, qué
discurso tan demencial y tan alejado de los parámetros habituales. Pero luego
te salen otros dos o tres y llegas a la conclusión de que se trata de un
estereotipo que puede definirse con precisión.
El upeydeiro es un personaje que
te mira desde una altura ética inabordable, una altura que él solo se ha
otorgado y sobre la que no admite la menor duda. A su lado, los demás
somos como hormigas. Desde su estatura moral,
el upeydeiro enhebra un discurso trufado de pequeños guiños, que vienen a dejar
claro que ellos no forman parte del tinglado y tú sí. Que ellos no están
contaminados por ninguna corruptela o interés venal. Que no han tenido que
pactar para sobrevivir. Que provienen de una especie de limbo inmaculado. Estos
tipos mean colonia, como suele decirse, y seguro que hasta piensan que sus
pedos son de olor agradable, como el chico del chiste del sulfhídrico. Es como
si se acabaran de bajar de un platillo volante.
Cada vez que intervengo en uno de
estos foros, dejo claro al principio que yo soy un técnico, un funcionario, que
no tengo nada que ver con ningún partido. Que a mí me paga el municipio y, en
consecuencia, me dejo los cuernos por la ciudad de Madrid y por la marca Madrid.
Los de los demás grupos respetan ese papel y me hablan con un discurso lógico, desde
la perspectiva de sus diferentes posiciones ideológicas. El upeydeiro no. El
upeydeiro empieza por poner en cuestión los datos que yo cito. Siempre parece
tener mejor información. Te trata como si fueras un gilipollas, un ingenuo al
que han engañado. Ellos saben que hay un tinglado pactado entre los dos grandes
partidos, que a la Izquierda Desunida la tienen callada a cambio de las migajas
del banquete y que los funcionarios somos todos cómplices del asunto, en
algunos casos a cambio de favores y en otros por omisión o por ignorancia.
El upeydeiro te perdona la vida
todo el rato. Parece estarte haciendo un favor, descendiendo de su Olimpo para explicarte las verdades del barquero. Te trata con la condescendencia que se merece un tipo capaz de
creerse que el Ayuntamiento intenta hacer las cosas correctamente y trabaja
para el bien común. ¡Se lo van a decir a ellos! Su actitud es muy irritante.
Toman notas todo el rato y exigen datos minuciosos y precisos sobre los temas
más pintorescos. Quieren saber cuántos metros cúbicos de granito o cuantos
metros lineales de bordillo se instalaron en un proyecto determinado. Piden
todos los papeles de cada tema para estudiárselos en busca de pufos y cohechos.
Revisan obsesivamente hasta el foliado de los documentos.
Desde su atalaya impoluta, opinan
con suficiencia y arrogancia. Su ademán es soberbio, ufano, engreído, irónico
hasta el sarcasmo, propio de alguien que se sabe en posesión de la verdad.
Ellos están en lo cierto y tú no te enteras. Tú vives en un mundo de Yupi. O bien
estás pillado por el sistema (del que ellos no forman parte). Su discurso
subraya también el hecho incontestable de que el rollo que tú sueltas puede ser
suficiente para el vecino medio, proverbialmente inculto y dispuesto a creerse todo lo que le cuenten,
pero no para ellos. ¡Por favor! El upeydeiro es más listo que la media y lo
deja claro en cada frase que pronuncia. A ellos no les vale cualquier cosa. Necesitan un
producto súper.
Ya he dicho en alguna parte que
en el mundo del urbanismo no hay renovación. Que los que estamos en ese mundo
nos conocemos de antiguo. Que siempre he tenido la sensación de ser el más
joven de estas reuniones y que, con más de sesenta, muchas veces tengo la misma
sensación. El upeydeiro es una excepción a esta regla. Lo que pasa es que uno
ya es veterano, tiene los cojones negros de cien combates y le crecen percebes
en las axilas. A estos tipos los tengo yo bien calados. El partido que les paga
se encontró a principio de legislatura con cierto número de concejales, lo que
le daba derecho a contratar a una serie de asesores. Como no tenían cuadros
(problema típico de los partidos que empiezan, o amplían sus horizontes),
abrieron la puerta a que entrase quien quisiera ayudar. Y por ahí se colaron
los de siempre. Los arribistas. Los que hace 50 años se apuntaban al Movimiento
Nacional, hace 35 al PSOE y hace 20 al PP.
¿Cuál es el futuro que viene?
Pues yo lo tengo muy claro. La gente está hasta los huevos de los dos machos
dominantes del bipartidismo. En las próximas elecciones sucesivas, la Upeydé,
igual que la Izquierda Desunida, van a subir sus porcentajes de voto como la
espuma. Y eso propiciará dos grandes alianzas. La izquierda y la derecha. A los
dirigentes de la Upeydé les llegarán cantos de sirena del bloque de la
izquierda para formar gobiernos de progreso, pero no los escucharán. La señora
con cara de comadreja que tienen al frente se encargará de que no los escuchen.
A esta señora no la valoraron en el PSOE y no lo va a olvidar nunca. Se dejará
querer y luego se inclinará a su derecha. Así que me temo que el PP va a seguir mandando en todas partes, mediante acuerdos puntuales de gobierno en función de
las circunstancias. Y, desde luego, siempre será mejor que no tengan mayoría
absoluta. Algo se moderarán, digo yo.
¿Y, cuando la Upeydé establezca pactos de gobierno con el PP, qué será de la pléyade de
upeydeiros arribistas que han contratado como asesores? Pues que ellos también tendrán que
pactar con la realidad. Que ya no serán más esos diletantes insufribles de
ahora. Pillarán poder y el poder corrompe, como dejó claro Maquiavelo. En
cuanto tengan que tomar decisiones concretas, sabrán lo difícil que es
gobernar, la de sapos que hay que tragarse y cómo los poderes reales acaban por
devorarte. Algunos quizá se vuelvan asqueados a sus cubiles. Pero la mayoría
aceptarán rebajar sus planteamientos, a cambio de los oropeles y la vida muelle
que ahora tanto critican. Las dietas, el coche oficial y todo lo demás. Es lo
que pasó con sus antecesores de hace 50, 35 y 20 años. Ya está todo inventado.
Ese es mi pronóstico y supongo que a mí me tocará verlo desde la barrera. Con 63 cumplidos, estoy ya en las posiciones de
salida. Esta legislatura la he dado por perdida hace tiempo. Y tras las
elecciones locales me quedará un año, en el que no creo que vuelva a pillar
puestos de mucho interés. Por si acaso, aquí me tienen haciendo amigos para el
futuro inmediato: llevo año y medio poniendo verde a Rajoy prácticamente a
diario, el otro día dejé clara mi opinión sobre Lissavetzky (sólo tres personas
creían que nos iban a dar la Olimpiada: Lissavetzky, Blanco y en
Botella), y ahora me da por meterme con los upeydeiros. Definitivamente soy un
caso perdido.
¿Cuál es el chiste del sulfhídrico?
ResponderEliminar¡¡Ufff!! ¿Me vas a hacer contarlo? Está bien. Se trata de un chaval que va a un examen oral de química sin habérselo preparado, a ver si suena la flauta por casualidad. Los profesores le saludan y le proponen el tema a desarrollar: el ácido sulfhídrico. El chaval no tiene ni puta idea y empieza a improvisar a ver si acierta.
Eliminar-El ácido sulfhídrico es un... gas...
-Bien.
-... incoloro...
-Muy bien, adelante
-...de olor... agradable...
En ese momento, los profesores se echan a reír (el sulfhídrico huele a huevos podridos, como saben). El chaval, muy azorado y con las mejillas como dos tomates, intenta arreglarlo:
-¡Hombre! Quiero decir: a mí me gusta.
Me parece que usted descalifica la propuesta de un partido nuevo, que propone una especie de regeneración democrática, muy necesaria en estos momentos de descrédito de la clase política, y que para elaborarla necesita cuanta más información mejor, sólo porque algunos de sus representantes le han llevado la contraria en sus foros y no le han alabado sus intervenciones. Con todos los respetos, tal vez se ha tomado usted el rábano por las hojas.
ResponderEliminarNo he hablado en ningún momento de las propuestas políticas de UPyD, suponiendo que tengan alguna. Sólo me he referido a las actitudes que he observado en algunos de sus representantes, los suficientes como para pensar que se trata de un estereotipo. Tal vez es usted quien se ha tomado el rábano por el lado incorrecto. Aunque, ya que estamos, las propuestas de estos señores, hasta este momento, no constituyen ninguna innovación, siempre en mi modesta opinión.
EliminarDesde luego que la vida política de este país necesita una regeneración y una reformulación de bases. Pero estos señores no plantean nada diferente. Es un partido que ha nacido de una escisión de otro partido, a causa de que la señora Díez no encontró entre ellos el éxito y el reconocimiento que esperaba. Al invento se ha sumado gente honesta, que estaba esperando que se crease una opción de centro, algo que no existe en España desde que desapareció el CDS. Pero también se han subido al carro los arribistas upeydeiros de los que yo hablo. Ojalá los primeros logren dominar el asunto. Si su dominio llega al extremo de echar a la señora Díez de su puesto de lideresa despechada, incluso me plantearía votarles.
UPyD parece mas bien un partido para que Rosa Díez tenga un puesto que no querían darle en el PSOE
ResponderEliminarEso mismo creo yo, y de ahí mi respuesta al comentarista anterior. Debo confesar que la imagen, las actitudes y la forma de hablar de esta señora ya me ponían nervioso cuando estaba en el PSOE.
EliminarHas olvidado uno de tus hallazgos lingüísticos más brillantes: las obras gallardónicas.
ResponderEliminarGracias, amigo.
EliminarSé exactamente a que especímenes se refiere usted, querido amigo, yo también los calo a la segunda frase que exponen (la primera me pone alerta). Creo que una inyección en vena de Viagra (o similar) les vendría muy bien, créame.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
O sea, que según tú, el problema de estos señores es de índole sexual. Interesante matiz. A lo mejor por eso dan tanto por culo.
EliminarNo hay mas que creer en D. Sigmund...jejejejeje...
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