¿Y ahora qué pasa, coño? Todos
dándome la murga: que por qué no publico más posts, que llevo una semana
callado, que si me pasa algo, que me ven desanimado, que están muy preocupados
por mí, que mi último texto les dejó un amargo sabor a derrota, que venga, que
arriba ese ánimo, que to’er mundo e’ güeno,
etcétera. Pero vamos a ver. ¿No habíamos quedado en que yo estaba muerto? ¿En
que salía del cuarto de baño y me encontraba entre los ascensores con el
anuncio de mi propio funeral? De esa forma terminaba mi último post, ese que
les ha gustado tanto. Aparte la referencia a un caso similar, ocurrido en Nueva
York, cuya verosimilitud nadie ha cuestionado. Cuando un muerto sueña que está vivo, normalmente el hecho de encontrar una evidencia de que está muerto de verdad le hace despertar de su sueño y ser consciente de que ya no puede seguir escribiendo más.
¿Cómo? ¿Qué esa historia era fantástica,
irreal, ilusoria? ¿Qué no era cierta? ¡Ángela María! Así que era un relato inscribible
en el género de la literatura de terror. Un cuento inventado, tan falso como el
de Évole y el 23-F. ¡Vaya por Dios! No había caído yo en ese matiz. ¡Qué putada! Yo que me
había montado un funeral ateo en la iglesia de Vicálvaro y resulta que no se lo
han creído. Pero entonces, si han interpretado que ese texto era fruto de mi imaginación
calenturienta, ¿por qué están tan preocupados? Digo yo que toda esa historia del
despido interior y la incomunicación con los compañeros será una parte más del
delirio con que les obsequié la semana pasada. ¿No? ¡¡Ah!! Que esa parte es cierta.
¿En qué quedamos?
¡Joder! Ustedes mismos hacen su
interpretación y ya la dan por buena. Se montan su película y se la creen.
Según su teoría, yo estoy jodido, no hablo con nadie y por eso escribo ese
texto, que es cierto hasta donde ustedes deciden que lo sea. El resto es un
sesgo final irreal y falso porque así lo han decidido. Yo estoy jodido, pero no muerto. Y como estoy vivo, pero jodido, por eso no escribo en una semana.
En estos días se me han acercado algunos colegas a darme la enhorabuena por el
texto de marras. Se sienten identificados y me dicen: “macho, es que lo has
clavao, tío, las cosas son exactamente como tu las describes”. Tal vez debía
haber seguido la sugerencia de uno de mis followers,
que me dijo que por qué no cambiaba el final, que en realidad los muertos son
los otros. Algo así se decía en A puerta
cerrada de Sartre: “L’enfer c’est les autres”.
Vale, ya no les vacilo más. Ya
les tengo donde quería. Esto es literatura, nada es cierto ni falso. Parece
mentira que se fíen de un gallego. Lo cierto es que en esta semana no he podido
escribir en el blog a causa de mis ocupaciones diversas. Así sin ser exhaustivo,
he tenido que ir a dar mi conferencia sobre el Avance de Plan General en tres Consejos
Territoriales (Arganzuela el martes, Chamartín el miércoles y Moncloa el
jueves). Cada una de esa intervenciones me supone repasar por la mañana los
asuntos candentes de cada distrito, que no me sé de memoria y sobre los que es
seguro que me van a preguntar.
Además he debido acudir a la
Escuela de Caminos a dar una clase de hora y media en inglés a 25 estudiantes
de un programa Athens, a los que he hablado sobre la importancia de la
participación ciudadana en el urbanismo, las ventajas y los riesgos, una
reflexión que nunca había contado, ni siquiera en español y con una presentación en power point que he tenido que preparar también a toda prisa. A continuación nos
fuimos a hacer una visita en bicicleta a Madrid Río, que recorrimos entero, con
paradas explicativas, seguida de una comida en el Matadero, todo ello también
en inglés, tras la que me tuve que ir corriendo a casa a recoger el ordenador portátil, ponerme traje y corbata y llegar a tiempo a la Junta de Moncloa.
Más una larga entrevista con mi
abogado para preparar nuestra estrategia en el juicio de la semana que viene por mi
denuncia al Ayuntamiento por haberme birlado el premio de 30 años de servicios
cuando sólo me faltaban seis meses, juicio en el que me arriesgo a perder y que
me condenen a pagar las costas, porque soy el primero que ha hecho la denuncia
y voy de ariete. Si todo va bien, será un servicio que haré a mis compañeros,
que aguardan expectantes la sentencia. Más correr por el Retiro, más participar
en la marcha de la dignidad del sábado, más atender a mi hijo, lo que supone
comprar toneladas de comida y poner lavadoras a porrillo, que no es lo mismo
estar solo que tener a un veinteañero hambriento que ha de cambiarse de ropa a
mediodía para ponerse traje y corbata todos los días de la semana.
Y el domingo, el único día que podría no madrugar, resulta que tengo
que estar a las 8.30 en la Estación de Chamartín, para subir a un autobús con mi
grupo senderista para afrontar una excursión de un día a las Cárcavas de
Burujón, un paisaje privilegiado de la provincia de Toledo. Ya me dirán de dónde saco tiempo para mantener mi blog. En fin, que otra
vez les he engañado, que este muerto está muy vivo y que si no cuido tanto el
blog como querría, es por falta de tiempo y no de ánimos. Pero no se preocupen.
Los funcionarios como yo, aun en su fase menguante, somos una gente cojonuda y
así lo ha revelado el Informe PIACC, también conocido como Informe Pisa de
Adultos, según el link que les pongo aquí abajo
Cierto que hace mucho que no les
hablo de algunos de sus temas favoritos, como las carreras de fondo, los
catalanes o los brotes verdes que sólo ve el señor Rajoy. Como una imagen vale
más que mil palabras, vean cómo
interpreta los brotes verdes el dibujante de La Voz de Galicia. Les dejo, que tengo una prisa de la hostia.
P.D. Otro tema que tengo un poco
abandonado es el asunto de los pedos. Hablando de muertos que están muy vivos,
recuerden que una de las películas más valoradas de los Martes y Trece se
llamaba precisamente: “Aquí huele a muerto… pues yo no he sido”. Si una imagen
vale más que mil palabras, un vídeo no les quiero ni contar. Que pasen un buen
finde.
Qué gusto debe de dar tirarse un pedo como ese. No se sabe si es una funcionaria súper competente, una muerta muy viva o una bloguera sin tiempo para escribir. Lo que no tiene duda es que está muy guapa. A lo mejor la flatulencia le ha sobrevenido después de visitar las Cárcavas esas. Porque el burujón lo lleva puesto.
ResponderEliminarSaludos cariñosos querido difunto hiperactivo.
Muy ingenioso. En tres renglones le echa usted más sal que yo en dos folios. Acotaciones como la suya son siempre bien recibidas. Saludos.
EliminarMe encanta lo de Ángela María. Era una exclamación que se usaba mucho hará unos 50 años. Tuve un tío, hermano mayor de mi padre, que la utilizaba todo el rato.
ResponderEliminarCierto, mi padre la utilizaba con mucha frecuencia...Miluco, vamos velliños...
EliminarMi padre no sólo la usaba, sino que la completaba: ¡Ángela María Pepa! Velliño irás tú, carallo, yo estoy en mi segunda o tercera juventud. Bueno, la verdad es que estoy "pa' echarme al arroz", como las gallinas viejas, pero aguanto el tipo con dignidad y sin quejarme más de lo imprescindible. Abrazos.
Eliminar¡Qué cuesco, mon dieu! Toda una sinfonía; la única pega es que, al ser tan largo, el final resulta previsible. No creo que sea funcionaria, las de despacho no son tan guapas, ni de lejos, son más del estilo de Ana Pastor. Y, desde luego, no comen judías con liebre tras corretear por los montes de Toledo.
ResponderEliminarEn la Administración, como en la Viña del Señor, hay de todo. No sólo hay anapastoras. También hay narigonas mollares que menean el bullarengue como nadie cuando van a hacer fotocopias. Y pálidas mecanógrafas absortas en su trabajo, ninfas miopes de labios escarlata y dedos ágiles. Y chochonas atléticas de voz potente y codazo temible. Y matronas primigenias, que descansan sus ubres legendarias sobre la mesa, durante sus eternas conversaciones telefónicas. Este es un medio dominado por el género femenino, en donde los hombres estamos en minoría y en retirada, purgando los excesos machistas de nuestros antecesores inmediatos. En cuanto a que unas y otras gusten de las judías con liebre, con el resultado previsible, pues tampoco pondría yo la mano en el fuego.
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