Llevo unos días sin subir nuevos
posts, pero no lo hago en cumplimiento de mis recientes amenazas de escribir
menos (a partir de las cuales seguí cargando dos o tres textos por semana, como
de costumbre) sino porque, literalmente, no tengo tiempo. Mi trabajo me exige ahora
emplear algunas tardes en acudir a las diferentes Juntas de Distrito a contar
las novedades del Plan General urbanístico que se está elaborando en mi
oficina. Hace más o menos un año tuve una ronda de difusión del documento
denominado Preavance, de la que les hablé en el blog (posts #85 y #86). Ahora,
hemos avanzado mucho sobre aquel primer documento, y eso nos ha permitido
elaborar un segundo documento, que se llama el Avance. Y a mí me toca ir a explicar
los avances del Avance. Utilizo medios avanzados, como mi puntero y pasador de
imágenes, regalo del Gobernador del Pueblo del Estado chino de Guangdong. Y los
vecinos se quedan patidifusos cuando les avanzo las novedades que se contienen
en el Avance.
En el texto de que les hablo,
dividido en dos posts #85 y #86,
“Incidente de tráfico II”, aprovechaba aquella ronda por las Juntas para narrar
una accidentada peripecia automovilista, que casi me impide llegar a la Junta del
Distrito X. Era esa una historia imaginaria, que todos mis lectores tomaron por
cierta. Ahora he logrado lo contrario: un seguidor del blog no se cree que,
cuando recomendé la película de los hermanos Cohen, sólo había visto el tráiler
y me acusa por ello de mentiroso y hasta de borde. O sea que estoy logrando
plenamente uno de los objetivos fundacionales del blog: que ustedes se traguen
las bolas que les calzo y se tomen por falsas las historias ciertas. En suma:
literatura. En cierta forma hemos cerrado el círculo.
Por otro lado, tengo determinadas
obligaciones personales para las tardes que me quedan libres, que no les voy a detallar
aquí, porque el protagonista de este blog de alguna manera es también un
personaje imaginario, al que no le pasan putadas, ni tiene problemas de índole
íntima, ni se lleva disgustos, ni ha de atender enfermos ni cuidar jardín
alguno. Tras él hay un Emilio real, del que ya les he dicho que tiene teléfono
móvil. Los lectores que me conozcan personalmente, pueden llamarme cuando
quieran, si tienen curiosidad por saber de mi vida real. Y a los que no me
conocen, nadie les ha dado vela en el entierro. Así que no se confundan: esta
no es una página personal de Facebook. Yo no escribo para desahogarme,
confesarme o hacer alguna suerte de terapia. Lo hago por divertirme, aprender cosas, practicar la escritura, y que ustedes hagan lo mismo: divertirse, aprender cosas y
practicar la lectura.
He de decir también que la otra
tarde me puse a escribir un texto y, cuando intenté subirlo, el ordenador de
casa se puso farruco. Debo admitir que no lo tengo tan cuidado como se merece. Que
tiene sus razones para ponerse farruco. Por ejemplo, no tengo antivirus. Quiero
decir, de los de pago. Es que soy objetor de conciencia de antivirus. Yo trabajo
sin protección. Y, cuando el aparato está tan infectado que ya no puede dar ni un
paso, salvo la carpeta “Mis Documentos” a un disco duro externo y lo formateo. He
hecho ese proceso varias veces. El aparato se queda como nuevo, rejuvenece y se
pone a funcionar a toda leche, alegre y animoso.
Bueno, la verdad es que, antes de
llegar a esos extremos, le echo una mano con un Avast gratuito, pero no es lo mismo. El antivirus Avast tiene una opción de análisis
rápido de los archivos, que le paso de vez en cuando. Las últimas veces que le
he pasado el filtro, el informe final ha sido el mismo: “tiene usted seis
archivos infectados, cuatro dañados, dos scripts potencialmente maliciosos, tres inputs no
confiables y un troyano”. ¡Joder, qué de cosas tiene mi pobre ordenador! Al
final del informe se muestra una tecla que dice “solucionar todo”. Le doy a
“aceptar” y parece arreglarse. Pero a los dos días, vuelve a mostrarse
achacoso, le aplico el análisis rápido, espero y me sale un informe idéntico:
“tiene usted seis archivos infectados, cuatro dañados, dos scripts potencialmente maliciosos,
tres inputs no confiables y un troyano”. Las primeras veces pensé: qué
casualidad, hombre, le acabo de eliminar los virus y me vuelven a salir los
mismos. En particular, eso de que al final aparezca siempre un troyano es bastante
inquietante.
Cuando yo era niño, el ABC publicaba
cada mañana la reseña del Ministerio de la Gobernación, que daba cuenta de los
detenidos del día anterior en aplicación de la llamada Ley de Vagos y
Maleantes. Eran notas de prensa del siguiente tenor: “En el día de ayer fueron
detenidos y puestos a disposición judicial tres carteristas, dos descuideros, siete indocumentados, tres
proxenetas, cuatro quincalleros y un vago”. La lista variaba cada día, pero
siempre remataba con “un vago”. Llegué a pensar que era siempre el mismo y que
lo soltaban por la noche para que al otro día siguiera vagueando y así poder
detenerlo de nuevo y adornar su lista con la guinda del vago.
Pues algo así le pasaba a mi
ordenador. Que tenía alojado un troyano, que se eliminaba cada vez, pero
siempre regresaba, como los malos recuerdos. Y entonces lo vi claro: el troyano
tenía que estar alojado precisamente en el Avast,
no había otra posibilidad. No sé de qué se extrañan. Si me dedico a difundir
los avances del Avance, ¿qué hay de raro en que mi antivirus tenga un virus?
Así que me informé debidamente. Me dijeron: cómprate un antivirus como Dios
manda, no seas roña. Mi respuesta: no es por roña, es que soy objetor de
conciencia. Tenía que haber alguna opción intermedia, pensé. La había. Alguien me
habló del Malwarebytes. Eso de que el
antivirus se te infecte con un virus es una forma de malware
y, lógicamente, hay que aplicarle un antimalware,
que es una herramienta más potente. Y parece que el más prestigioso y
contrastado de los antimalware gratuitos
es el Malwarebytes. Así que, cuando
el ordenador se puso farruco, me lo bajé y empezó a trabajar. Se tiró toda la
tarde.
Resultados del informe: “tiene
usted 397 archivos dañados o infectados”. Allí estaban referenciados, no sólo diez o doce troyanos,
sino también un buen número de tirios. Tuve que seleccionarlos uno a uno, para marcarlos
con un tic. Cuando hube marcado los 397 tics, le di con energía a la
tecla “eliminar”. Inmediatamente, el aparato emitió una serie de borborigmos y
eructos de origen incierto y se apagó completamente. Pensé que la había cagado.
Y estaba empezando a pensar seriamente en llevarlo a enterrar al punto limpio cuando,
milagrosamente, salió de su postración. Asistí estupefacto al notable
espectáculo de ver cómo mi ordenador resucitaba, se levantaba y andaba, como un
Lázaro digital. El texto que había escrito se perdió en el intento, se disolvió
en la niebla cibernética, se extravió en la nada virtual. Es igual, era muy
malo y eso que se ahorran.
Total que, entre el trabajo, los
trajines y las peripecias electrónicas, aquí me tienen, viviendo sin vivir en
mí, porque, además, por las mañanas tengo una agenda repletita, oyes, de verdá,
esto es insufrible, hija. Es SUPER fuerte, tía. Es que no hace una más que
llegar y sentarse en su silla, y ya le están dando la murga, que si hay dos
señores esperando para consultar el Avance, que si la base de datos de
sugerencias ha amanecido hoy un poco tontorrona, que si una reunión de seguimiento, que si
los de arriba quieren para ayer un informe de los edificios catalogados de la
Colonia Mingorrubio. Hija, te digo: NO-LO-SOPORTO. De verdá: ESTO DE TRABAJAR
ES QUE TE PARTE LA MAÑANA: YA NO PUEDES HACER NADA. ¿Sabes qué te digo? Que
mañana me pongo mala y no vengo, tía, osá: me cojo unas placas en las amígdalas
y me quedo en mi casita. Como lo oyes, tía, placas en las amígdalas. Ya me
están empezando a picar y todo… ¡Ay, Señor, qué hartura de vida!
Después de leer esos dos post de referencia no veo razón alguna para no tomarlos por ciertos o creer que son imaginarios. Yo creo firmemente que son ciertos, como ciertos y existentes son personajes de ficción. Has conseguido, como bien dices, hacer literatura. No pienso ocuparme, lo más mínimo, en saber si son ciertos o no los hechos y aventuras que nos cuentas. Yo pienso que siempre son ciertos. La realidad no es lo que vemos, cuanto vemos es otra cosa.
ResponderEliminarEl domingo 19 se celebra una Media Maratón en Sta. Pola, por si fuera de tu interés.
Amigo, gracias por tu apoyo. Hilando la hora de tu comentario (sumando las nueve horas de diferencia con el horario de Tijuana), con tu sugerencia de la carrera de Santa Pola, creo saber a ciencia cierta quién eres. Comparto tu reflexión: la realidad no es lo que vemos, hasta en la física cuántica se ha llegado a determinar que es imposible eliminar la distorsión que introduce el observador en el fenómeno que observa.
EliminarNo todos mis lectores están en esta onda. Ya habrás visto que hay un aspirante a troll que de vez en cuando insiste en la murga de que "eso que dices yo no me lo creo". En el fondo, su mensaje es "eso que dices, y que todos los demás se tragan, yo, que soy más listo, no me lo creo". No es de extrañar que luego se muestre displicente sobre la corrección gramatical.
Me dijiste un día que no hacías más comentarios por miedo a que me enfadara. ¿Como enfadarme con alguien que escribe correctamente, con naturalidad y tranquilidad? Continúa con tu estancia en las tierras levantinas. Por aquí hace un frío que pela. Un fuerte abrazo.
Estoy completamente de acuerdo con usted en que una presentación o explicación de un avance de cualquier figura de planeamiento a gente que, por lo general, no tiene ni pajolera idea de urbanismo, es una cruz que nos cae a algunos por habérsenos ocurrido traballar en lo que taballamos. Por desgracia mi agenda contó con eso mas de una vez. Con lo agradable que sería contarles, por ejemplo, los mejores goles y paradas de la jornada futbolera, tenemos que soltar rollitos sobre aprovechamientos, densidades, usos...y demás puñetas urbanísticas que les suena a coreano seguro.
ResponderEliminarUn abrazo querido amigo y siga siendo fiel a sus trolas...(jejejeje).
Mi querido Coronel, en primer lugar es un gran honor que sea usted el primero en hacer un comentario según el horario español. Cuando contaba con la ayuda de Lisardo, hacer cualquier corrección en la configuración del Blog era algo sencillo. Desde que se ha enfadado conmigo, estas cosas se me hacen un mundo. No obstante, ayer, tras contestar al comentario anterior, me puse terco y dije: hasta que no consiga eliminar el horario de la costa del Pacífico, no apago el ordenador. Y al final lo conseguí.
EliminarEn cuanto al Avance, tengo el compromiso de explicarlo públicamente en los Consejos Territoriales de los 21 distritos de Madrid. Me faltan 20, pero es un trabajo que no me disgusta, porque me resulta útil para mi otra faceta de observador de los humanos (muchos de los que acuden a estos Consejos, son humanos de cojones) . Me esfuerzo por explicarlo en términos accesibles al ciudadano de a pie, pero creo como usted que no se enteran demasiado de la verdadera trascendencia de las novedades normativas que les anuncio. Y desde luego que disfrutarían mucho más con un Blues in E major, de los que usted solía interpretar a la armónica y guitarra.
Un abrazo más, querido amigo, que ya tenemos las costillas resentidas de tanto achuchón como nos damos. Me refiero a las costillas virtuales, por supuesto.
Recuerdo los blues in E major con sus correspondientes solos, ahora los toco en C major porque la voz se me ha estropeado un poco debido quizás a los ronquidos nocturnos. Además ahora se me dan mejor las baladitas en 3/4 tipo "Mr. Bojangles".
ResponderEliminarOtro apretón aunque nos duelan las costillas....
Nada, que está usted hecho un auténtico crooner. Tal vez debería cultivar también los hipidos en falsete al estilo Sony Terry. Todavía intentaría yo recuperar mi guitarra para hacerle de Brownie McGee...
EliminarA propósito de comentarios y literatura, mira a ver que te parece esto:
ResponderEliminarhttp://elpais.com/diario/2011/12/13/cultura/1323730805_850215.html
Un abrazo. Julian
Querido Julián. El artículo que aportas y que animo a leer a los demás contertulios, viene muy a cuento sobre lo que estamos hablando en estos dimes y diretes. He de confesar que Vilá-Matas no está entre mis autores preferidos. Es un hombre de una cultura inmensa y que escribe muy bien. Pero es que no es capaz de sustraer un solo renglón de su continua exhibición de esa cultura inmensa. A mí me irrita un poco, aunque la práctica totalidad de mis amigos buenos lectores le adora y piensa que lo que le tengo es envidia. A lo mejor tienen razón. Fíjate sólo en el último párrafo de este artículo. ¿Era necesario para redondear el tema que está planteando? Yo creo que no.
EliminarLo que plantea es realmente interesante. Según su teoría, las historias que se cuentan en la literatura, no son ni verdad ni mentira, sino una falsa recreación de los hechos tal como nos hubiera gustado que fueran, siempre mejorando nuestra intervención en ellos, que en la realidad fue irrelevante, por falta de agilidad o reflejos, y que en nuestro relato se magnifica para forzar la admiración del interlocutor.
Algo de eso hay siempre, indudablemente. En mi caso, no es un punto de partida demasiado frecuente. Entre otras cosas porque yo no me tomo demasiado en serio mi propio personaje, que muchas veces sale trasquilado y queda fatal.
Te pongo un ejemplo. Mi celebrado post #145 "Un pinturero en El Brillante" parte de una anécdota real. Un grupo de gente ruidosa me fue empujando hasta que salté y les di dos voces. Se disculparon y bajaron el diapasón momentáneamente, pero luego empezaron a hacer comentarios sobre el incidente en plan faltón. La escena final es rigurosamente cierta y los camareros de la parte de abajo del bar pueden dar fe de ello. Cierto que mi última réplica tuve tiempo de pensármela mientras pagaba, no fue como esas veces que, en una conversación rápida, te quedas en blanco, y la respuesta más pertinente te viene a la mente cuando ya estás bajando la escalera. Y, cuando el pinturero me gritó que no había nadie con más mala leche que yo en todo Madrid, es cierto que me dio la risa, porque en ese instante vislumbré que ya tenía el esqueleto para un texto hilarante. A partir de eso exageré un tanto las descripciones del escenario (no estaba tan vacío en la realidad), me inventé el personaje del coreano (unos días antes había estado con una delegación de la ciudad de Ansan) y también extremé la caracterización del grupo de ruidosas señoras mayores y los rasgos físicos del pinturero, hasta lograr el texto que quería.
Más o menos es así como me funciona la pluma. ¿Lo contado es verdad? ¿Lo contado es mentira? Lo contado es literatura. El síndrome de la escalera me sucede con frecuencia (la respuesta más atinada a una situación se me ocurre demasiado tarde). Pero no suelo sublimarlo en mis textos. Yo no tengo nada de que vengarme.
Gracias por seguir entrando en este blog, querido y desconocido Julián. Tus aportaciones siempre son de interés.