Se ha ido doña ESPE y ya parece que nos falte algo. Quizá la mayoría de los integrantes de mi exiguo club de seguidores espera que la ponga verde. Pero para eso hay ya otras tribunas. Este no es un blog político, sino algo más cercano al sueño de Dieguito, Secretario del Ministerio de la Gobernación, uno de los personajes de Luces de Bohemia. En una escena intermedia, este chupatintas, le confiesa al protagonista, Max Estrella, que tiene nostalgia del periodismo y añade: “Hace tiempo acaricio la idea de una hoja volandera, un periódico ligero, festivo, espuma de champaña, fuego de virutas”. Pues algo así es lo que yo pretendo.
A mí doña ESPE me interesa como personaje, independientemente de que comulgue o no con la rueda de molino de sus ideas ultraliberales. Nadie en nuestro país se ha acercado tanto al modelo Thatcher. La señora Thatcher era un animal político. Y de los otros. Una bestia parda, vamos. Debutó con el conflicto de los presos del IRA en huelga de hambre y no se le movió un cabello cuando empezaron a morirse (creo que hasta once). Por cierto, esas eran huelgas de hambre de verdad y no las de ahora.
A quien quiera saber más de este oscuro episodio poco conocido, le recomiendo la tremenda película “En el nombre del hijo”, un relato sobrecogedor, con presencia continua en pantalla del rostro estremecido de Helen Mirren, una de mis actrices favoritas, que interpreta a la madre de uno de los presos. Cuando acabó con los del IRA, la señora Thatcher la emprendió con los mineros que, a pesar de hacerle una serie interminable de huelgas salvajes, tampoco consiguieron alterarle mínimamente el cardado. Y, para colmo, mandó a la British Navy a la reconquista de las lejanas Malvinas, que ellos llaman Falkland.
Hay que recordar que esta señora ganó holgadamente todas las elecciones a las que se presentó. Cuando en su partido se convencieron de que estaba llevando al país a la ruina, no tuvieron más remedio que quitársela de en medio desde dentro, mediante una de las llamadas conspiraciones de alcoba, a lo que se prestó su segundo, un tipo gris con aires de pitagorín, que se llamaba John Mayor. Ese fue su único error, fiarse de un sujeto con una mirada tan falsa, camuflada detrás de unas enormes gafas de pasta.
Por completar el retrato, dejo aquí constancia del testimonio de Vargas Llosa que, tras entrevistarla, escribió que la llamada Dama de Hierro tenía un extraordinario sex-appeal. Si Don Mario dice esto de una mujer, hay que creerle. De eso sabe mucho. En otros terrenos su opinión no es muy de fiar, como puede comprobar cualquiera que se aventure (tapándose la nariz) a leer su artículo sobre la propia ESPE, hace unos días en El País.
No todos los rasgos de Thatcher se pueden extrapolar a nuestra ex presidenta regional recién dimitida. ESPE era también un animal político, pero con un sesgo populista, castizo, próximo a la gente, que la hacía, por ejemplo, visitar mercados y enzarzarse con las señoras a discutir sobre el precio del pescado o la calidad del aceite de oliva, aspectos de los que parecía estar bien informada. En este país, los aristócratas han sabido siempre conectar con el pueblo llano. Vean también el modo en que desactivó a los bomberos que querían reventarle un acto público con silbatos y cacerolas. Llamó al portavoz, le dijo que se acercara y ordenó a su segundo que le diera allí mismo una cita para explicar qué querían. Y se volvió para continuar impertérrita con su acto. ¡Cómo le gustaría a Gallardón saber hacer eso!
Pero su rasgo más característico, en mi opinión, es que se trata de una persona a la que gusta la pelea, que se crece en el cuerpo a cuerpo, que se viene arriba cuando da con un contrincante que intente imponerle sus criterios o sus opiniones, que la trifulca la excita y la tonifica, que la gresca le pone, como suele decirse.
El primero en probar ese carácter pendenciero inveterado fue Julián Revenga, un socialista tirando a chulo y machista, a la sazón empeñado desde la Comunidad en prolongar la línea 10 de Metro mediante un puente elevado sobre el Manzanares. No sabía con quién se enfrentaba. La ínclita ESPE, por entonces Concejala de Medio Ambiente, se fajó duramente con él y acabó imponiendo su criterio de resolver el tema mediante un túnel bajo el río.
Eso es algo que tenemos que agradecerle todos los madrileños, entre otras iniciativas de esa concejalía. Por ejemplo, ESPE es la responsable de que la calle Príncipe de Vergara tenga un bulevar central con una hilera de árboles de la especie gynko biloba. Son unos arbolitos cariñosos, de hojas caducas con forma de abanico chino y copa asimétrica bastante lucida, además de tener propiedades medicinales contrastadas. En las calles de Nueva York hay muchos. En las de Madrid, ahora, también.
La gente de la ciudad desconoce, en general, este tipo de datos. Por ejemplo, pocos saben que el invernadero que embellece la nave de la antigua estación de Atocha es el resultado de un empeño personal de Barrionuevo. Sí, ése en el que están pensando, el que se comió el marrón, a medias con Rafael Vera. Quizá para retrasar su procesamiento, le nombraron Ministro de Transportes, una plaza puente para que siguiera aforado. Y mira tú por dónde, el tipo se empecina en llevar adelante un proyecto precioso, contra la opinión de toda la cúpula de RENFE, que alegaban que el coste de mantenimiento sería muy alto, que la humedad afectaría a la estructura y otros inconvenientes.
Volviendo a ESPE, bien conocidos son sus rifirrafes con Gallardón. Digo yo que a lo mejor ha dimitido porque ya no podía pegarse con él. Por el aburrimiento derivado de no tener enemigos de esa talla. Ya no podía llamar a nadie “El Hijoputa” y se tenía que limitar a cagarse en los arquitectos. La verdad es que, entre ustedes y yo, ser presidente de la Comunidad de Madrid debe de ser un auténtico coñazo. A menos que te divierta pelearte con el Alcalde.
La última gresca de la Doña fue en el reciente debate del estado de la región. Allí se despachó a gusto con sus contrincantes, a los que puso de comunistas para arriba, y dejó para la posteridad una pequeña perla. Cuando respondió al señor Gordo, portavoz de IU, le espetó: “Se está usted excediendo en su radicalidad, señor Gordo, tenga cuidado, no sea que pase usted de Gordo a Gordillo”. ¡¡Ole!! ¡¡Con dos ovarios!! Esa era la faceta de ESPE que a mí me gustaba. Mira que el apellido de este señor se hubiera prestado a todo tipo de retruécanos chuscos. Pues no, la todavía Presidenta no explotó esa vía y se decantó por un tipo de ironía florentina, afilada, viperina, adecuada a su sonrisa congelada.
Ahora ha salido llorando a decir que lo deja, que si la salud y todo eso. Una explicación que no casa con su perfil indomable. Yo creo que las lágrimas eran de rabia y frustración, porque la han forzado a largarse. Por Internet circula una versión que habla de una supuesta discusión con Rajoy, que habría tenido lugar en la sede de la calle Génova. Hay que ver qué capacidad de fabulación tienen algunos. Si Rajoy no sale ni al jardín, desde que es presidente…
ESPEremos que no se cumpla el refrán ese que dice "Otros vendrán que bueno te harán".
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