Sí señor, entramos hoy en un mes en el que todo el mundo huye de Madrid. Yo creo que la gente tiene en la memoria el verano terrible de 2022, en el que se mantuvieron durante dos meses y medio temperaturas en torno a los 40 grados, 43 en el sur como comprobé yo cuando viajé solo a Jerez de la Frontera para asistir al concierto de Samantha Fish y compartir unos inolvidables ratos con ella como quedó acreditado en las FOTOS correspondientes. Este año, el calor extremo es intermitente, pero la gente ya tenía preparados planes para salir de la ciudad y huir del bochorno. Eso hace que la ciudad se haya vaciado en estos días. Por ejemplo, mi academia de yoga cierra hoy hasta el día 17 y después, hasta el 1 de septiembre, abrirá con un horario disminuido, que excluye mi hora favorita de las dos de la tarde. Es mi tercer verano en esta disciplina donde, hasta ahora, nunca se habían interrumpido las clases.
En este caso, el cierre se debe a que ya no está Elena, la chica que me metió en el asunto, que se ha marchado a otra academia. Elena es una trotamundos de culo inquieto, a la que conocí hace años en Billar de Letras, club que abandonó muy pronto, aunque yo me había apresurado ya a conectarme con ella por Facebook. Elena solía cogerse las vacaciones fuera de temporada, como hago yo y eso permitía a la academia no cerrar nunca. Ahora, los profesores que quedan han decidido irse todos. También ha cerrado el Ricla, no sé hasta cuándo. Durante la segunda quincena de agosto, únicamente lo visitaré cuando me avisen de algún guiso especial, o me apetezca subir a comer con ellos, porque no voy a tener yoga a las dos de la tarde hasta septiembre. Henry Guitar y Billar de Letras también han cerrado, de modo que sólo me quedan las clases de inglés con Ed, como la que hemos tenido esta mañana. Es tiempo, pues, de descanso, en esta vida acelerada que llevo desde la jubilación.
También es momento de recoger lo sembrado, y recibo algunas muestras de que a veces las líneas abiertas dan sus frutos. Por ejemplo, mi amiga Ana Ruiz-Bowen, profesora de Desarrollo Urbano en Lille que me ha invitado varias veces a dar clases presenciales y on line en su máster de Smart Cities, me pidió por Whatsapp mi dirección postal, para enviarme “un detallito” según precisaba su mensaje. Ya he recibido el detallito, se trata de un ejemplar del libro que su escuela técnica ha editado con los proyectos presentados en el concurso Reinventing Cities Students del que yo le avisé. Ana imparte su máster en una de las Grandes Écoles de Francia, en concreto, la de Ingenieros de Caminos, conocida por su acrónimo JUNIA. En Francia, estas Grandes Écoles son la crème de la crème de las ingenierías y de ellas salen los mejores profesionales del país. Ingresar en ellas es difícil, tienen unas notas de corte altísimas y para mí ha sido un honor que me inviten a dar clases en esta JUNIA. Vean mi imagen con el “detallito”.
Si se fijan, verán que Ana se despide con un “hasta pronto”, lo que sugiere que tal vez me busque para nuevas colaboraciones. También surgen semillas de lo sembrado en el mundo del blues. Después de la pandemia, se revivieron una serie de festivales de blues que llevaban ya más de 30 ediciones, como los de Cazorla y Béjar o el de La Isla del Blues en diversas localizaciones de la provincia de Cádiz. Además, han aparecido otros nuevos, como el Bilbao Blues Festival, que se inició el año pasado y este año acaba de celebrar su segunda edición. Con dos estrellas brillando sobre los demás participantes. En primer lugar, el gran Rick Estrin, el bluesman septuagenario de California que toca la armónica y canta como un crooner al frente de su grupo The Nightcats, los gatos noctámbulos, en el que destaca un guitarrista del que les conté que salió en Cazorla vestido con algo que parecía un pijama.
Rick fue la estrella de la primera jornada del festival. El segundo día, ese honor recayó en mi admirada Ghalia Volt, la chica belga de poco más de 20 años, a la que he visto dos veces, en Madrid y en Baeza. Ghalia cerró el festival y mi amigo Dani, del Puerto de Santa María, voló a Bilbao para verla. A mí me avisó, pero me excusé diciéndole que este era mi único fin de semana de descanso en casa, después de ir a Béjar y La Coruña y antes del próximo que luego les cuento. No estaba yo con ánimos de ir, pero la cosa ha traído un corolario muy curioso. Porque Ghalia está contratada para tocar el día 12 en otro de los festivales históricos del blues en España: el de Torreperogil (Jaen). El director de ese festival, José Luis, es amigo mío, le conocí en Baeza, bailando en las primeras filas del concierto de Ghalia. En Béjar nos saludamos en la plaza de toros y me animó a ir a su festival, cosa que no le aseguré.
Pero, a lo que vamos. Ghalia debe tocar el 12 en Torreperogil y, entre esa cita y la de Bilbao, ha de cumplir con varios bolos en USA. Y le parecía absurdo tener que hacer el viaje de ida y vuelta cargada con sus pesadas guitarras y su aparataje para las actuaciones. Necesitaba un lugar donde dejar todo eso diez días. Y ¿saben cuál será ese lugar? Sí, señor, han acertado: mi casa. Dani me llamó para consultarme el asunto y rápidamente le di la solución, a partir del dato de que Ghalia tenía vuelos para cruzar el charco de ida y vuelta desde el aeropuerto de Barajas. Mi admirada artista volaba ayer a mediodía desde Bilbao. Y yo imaginé un plan. Iría a recogerla, llevaríamos las guitarras a casa, luego la invitaría a comer en algún lugar (por ejemplo el Yokaloka, japonés del mercado de Antón Martín). Y finalmente la llevaría a su hotel.
Creía que Ghalia había reservado una noche en algún hotel del centro. Pero no era el caso. Su hotel estaba al lado del aeropuerto (es una mujer práctica). Así que la recogí en Barajas y me propuso un plan alternativo lleno de lógica. Mejor la llevaba directamente a su hotel, la dejaba allí y luego me iba yo al centro con las guitarras. Ella confía en que no voy a aprovechar para venderlas y que se las cuidaré, con la ayuda de Tarik. Además, me dijo que en Madrid no se le había perdido nada, que ya lo conoce, que hace mucho calor y que lo que más ansiaba era disponer de una tarde para tumbarse a la bartola y descansar. Su hotel estaba en la zona de Alameda de Osuna, un establecimiento compuesto por pequeñas edificaciones tipo bungalow, en un entorno silencioso y con buen aire acondicionado. Allí la dejé y me fui a Atocha, donde dejé el coche en el parking y me acerqué al Yokaloka a comerme yo solo un surtido de sushis. Luego cargué con los pesados bultos de Ghalia para subirlos a casa. Por si se creen que me he inventado todo esto, aquí tienen el selfi que nos hicimos en mi coche para mandárselo a Dani.
El bulto principal de Ghalia está en una funda que parece de un contrabajo. Allí se guardan dos guitarras eléctricas y una cigar box guitar, además de los zapatos de tacón de aguja y otra serie de pertrechos de los que usa en sus actuaciones. El bulto pesaba como un demonio y no era el único, también me dejó la bolsa del merchandising con un montón de vinilos de su segundo disco que yo ya tengo. Así que, después de mi comida solitaria japonesa, hube de acarrear todo ello en un solo viaje desde mi parking del Reina Sofía hasta casa y llegué ciertamente derrengado, pero feliz de poderle ser de utilidad a esta chica tan maja. Pero les he hablado más arriba de Rick Estrin. Vi a este caballero el año pasado en Cazorla, en su primera visita a España y se conoce que le ha cogido gusto a nuestro país, igual que Tommy Castro. De Estrin les traje al blog un tema de cuando la primera campaña de Donald Trump, de la que salió presidente. Rick vio venir el peligro y publicó este tema que les repito, porque desgraciadamente está de nuevo de actualidad. Rick juega con las palabras dump (tirar a la basura) y chump (gilipollas).
Rick Estrin está de gira veraniega por nuestro país y mañana toca en el Café Berlín, en la Costanilla de los Ángeles. Me avisaron del concierto los de la Sociedad del Blues de Madrid, que cada domingo por la noche me envían la reseña de los conciertos de blues de la semana siguiente. Llamé a Henry Guitar, pero anda por Asturias con su familia. Así que finalmente iré únicamente con el Críspulo, baterista veterano de los tiempos heroicos del rock vallecano y nos lo pasaremos de puta madre. Ver a Rick Estrin en un local más bien pequeño por 20€ es un verdadero lujo; si Críspulo no estuviera en Madrid, creo que me habría ido solo. Por cierto, no he vuelto al Café Berlín desde que vi allí a Checopolaco, en compañía del Coronel Groucho.
Y en cuanto al festival de Torreperogil, pues tengo la duda. Si encontrara algún colega que se viniera conmigo, me iría a ver a Ghalia Volt. Pero me da una cierta pereza irme solo hasta un lugar pequeño en el culo del mundo y con este calor. Ahora mismo, creo que sólo haría un viaje de ese tipo, para ver a Samantha Fish, como el año pasado en Jerez, o para ver al gordo Christone Kingfish Ingram. Otra cosa es ir a París o a Bruselas, donde tengo mil entretenimientos complementarios, ya saben que soy urbano y que no me gusta el campo. Pero, tras hablar con algunos de los organizadores de festivales de blues en estos últimos saraos, he verificado que Samantha ha subido el caché bastante, lo que la excluye en principio de festivales de este tipo. Y con el gordo, el problema es otro. El gran Kingfish, 24 añitos y 180 kilos de peso (en canal) resulta que tiene miedo a volar, por lo que de momento es inviable que salga de los USA, salvo a Canadá.
Me dice algún lector que últimamente hablo menos de Samantha. Es porque su último disco y su colaboración con Jess Dayton me gusta menos que sus versiones anteriores. Echo de menos al teclista Matt Wade y la baterista Sarah Tomek, con los que formaba un grupo extraordinario, que yo vi tres veces. Pero ella sabe cómo seguir su carrera al estrellato y, de momento, ya ha sido incluida en el cartel del Crossroads de este mes de septiembre en LA. El Crossroads es un festival anual que reúne a los mejores guitarristas de blues y rock del mundo y que no se ha celebrado desde la pandemia. El festival lo organiza Eric Clapton, quien decide personalmente a qué artistas se invita. Y en el de este año ha incluido por primera vez a Samantha y a Kingfish, como representación de los jóvenes talentos. Es un cartel donde no está Ghalia Volt, ni Damon Fowler, ni Tab Benoit ni las chicas de Larkin Poe. Véanlo.
Fíjense que en la amplia paleta de guitarristas no hay más mujeres que Sheryl Crow y Samantha Fish, además de dos artistas del country local, Sierra Hull y Molly Tuttle. Para Sam esto es ya un reconocimiento importante. A finales de año va a hacer una pequeña gira con la Steve Miller Band, que da muestra de su subida de caché, aunque a mí Steve Miller siempre me ha parecido un pedorro. Samantha sigue su carrera ascendente y yo estoy deseando que termine con Jess Dayton y vuelva a formar una banda como las anteriores. Y, en cuanto a mi posible viaje a Torreperogil, pues si consigo algún compañero, a lo mejor me animo todavía.
Pero antes de esto, tengo un viajecito este próximo fin de semana, que se inserta en la zona de mi vida que no se cuenta en el blog. Tal vez recuerden que yo tenía mi último viaje por Europa enhebrado sobre varios puntos: concierto de Sam en el Bataclan de París, excursión a Le Havre con mi amigo Alain Sinou, visita a mi hijo Lucas en Lille. Y un último asunto consistente en encontrarme con una amiga en Bruselas para ir juntos a Ámsterdam. Este asunto se frustró porque mi amiga tuvo que volver a Madrid repentinamente por un tema familiar, así que yo decidí irme solo a Ámsterdam, ocasión que aproveché para visitar Utrecht. Pues ese viaje era en cierta forma una cuenta pendiente, que vamos a saldar en este inminente fin de semana. Ya saben que un dandy coruñés de verdad nunca revelaría la identidad de la prójima, por salvaguardar su buen nombre, así que no me pregunten. Aquí parece que se cuenta todo, pero no es así, pongamos los puntos sobre las íes y las diéresis sobre las úes. A efectos del blog, yo solamente hago las cucharitas con Tarik, como pueden ver en este videoselfie, en el que se aprecia cuan efusivo es mi querido compañero.
Mi gato es experto en hacerte peeling y te deja la piel como recién frotada con piedra pómez. Y ya que hemos hablado de hacer las cucharitas, hace unos meses traje al blog la figura de Lady Spoon, la mejor tocadora de cucharitas del mundo, esa señora desdentada que acompaña a un músico callejero que canta y toca la guitarra, ayudándose únicamente de un par de cucharas soperas. Esta señora, que no conserva ni un solo diente en la boca, sostiene que eso de tener dentadura está sobrevalorado, que ella no la echa de menos para nada. Bien, pues otras que manejan bien las cucharas son las chicas de Beloe Zlato, esas jóvenes y guapas rusas de las que les mostré un vídeo en el que llegaban apuradas a subirse en un tren y luego cantaban el California Dreaming mientras los paisajes nevados que se veían por la ventanilla viraban hasta convertirse en playas de California. En este grupo, únicamente hay una que toca la balalaika, pero las otras no se desempeñan mal con las cucharas. Véanlas.
¿Serán estas chicas partidarias de Putin? No puede saberse. Desde luego, su vídeo en el que soñaban con llegar a las playas de California es anterior a la guerra de Ucrania. En agosto, todo se para menos las guerras, que continúan con su terrible destrucción. Es increíble cómo nos hemos acomodado a convivir con una guerra en el centro de Europa, que dura ya año y medio. Por estas tierras, Pedro Sánchez continúa sus vacaciones en la playa y ya veremos si es capaz de, a la vuelta, ponerle el cascabel al gato (sólo él puede). En caso contrario, vamos a nuevas elecciones. Desde la izquierda se tiene la esperanza de mejorar resultados, confiados en el impulso del que remonta. Pero la última vez que Sánchez intentó una repetición, salió escaldado y tuvo que ir a darse un abrazo con Pablo Iglesias. Veremos. Aquí, si las repite y sale peor, lo mismo tiene que correr a Waterloo a darle un abrazo a Puigdemont. Qué asco, por favor.
Otras que habrán de remontar son las chicas de la selección femenina de fútbol, que el otro día sufrieron un varapalo tremendo frente a Japón y han quedado segundas de grupo. Pero, paradojas de la vida, las japonesas tendrán ahora en su lado del cuadro a Estados Unidos, Suecia y Noruega, rivales muy potentes a los que esquiva España por haber perdido con las niponas. Es la vida: el que gana, pierde y el que pierde, gana, como en las elecciones generales. Les dejaré con una foto de dos de las jugadoras más mediáticas de España, la sevillana Olga Carmona, que por apellido y rostro podría ser vocalista de Ketama o algún grupo similar, y la pontevedresa Tere Abelleira, autora de uno de los mejores goles del mundial hasta ahora. Sean buenos.
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