viernes, 10 de marzo de 2023

1.212. Resaca de franchutes

Bueno, les anuncié tres semanas temáticas sucesivas: la semana franchute, la semana gato y la semana Brazzaville. La primera se ha cumplido con buenos resultados, como les voy a contar. Pero las otras dos están en el aire. Mi amiga Tato ha anulado el viaje que tenía previsto el día 14 para traerme desde Portugal a mi nuevo compañero Tarik Marcelino Martínez y ya veremos cuando podemos organizar la cosa para que me haga con él. Y en cuanto a los de Brazzaville, todavía no tienen el visado, así que cualquier cosa puede suceder. Incluso que mi jefa y su equipo se harten del tema y digan que ya no les van a recibir. Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, tanto individuales como colectivas. Hay que echarle paciencia.

El ciclo franchute se inició el mismo domingo 5, con la llegada de Alain Sinou y su ayudante Pauline Villain. Esa mañana había visitado la exposición de fotos sobre el realojo de Palomeras en el Centro Cultural Paco Rabal, en Vallecas y no en Entrevías, como acertadamente me puntualizó un lector, en compañía de mi amiga Sonia, de la ETSAM. Me pareció muy buena, eran imágenes tomadas por el fotógrafo Santi Vaquero de los momentos duros del barrio, con protagonismo de la asociación juvenil Hijos del Agobio, los primeros festivales de rock de Vallecas, las manifestaciones políticas, los puestos de venta de libros auspiciados por el Partido Comunista, con Ramón Tamames en todas las portadas, como autor o como prologuista, la demolición de las chabolas y los gitanos llevándose lo que podían de los restos. Hice fotos a algunas de las imágenes más impactantes de la expo y no tengo inconveniente en reproducirlas aquí.







De ese mundo y de esos años venimos todos. Ahora, Vallecas tiene centros culturales tan grandes e interesantes como el Paco Rabal. Desde allí caminamos hasta la estación de cercanías Asamblea de Madrid, para cruzar a Entrevías, ver por fuera la casa de la calle Peironcely número 10, inmortalizada por la famosísima fotografía de Robert Cappa que les pongo más abajo. A cuenta de esta foto, el Ayuntamiento ha desalojado la casa, que estaba ocupada por un montón de familias a las que se ha realojado en viviendas sociales, para dedicar este inmueble a un museo de la memoria del barrio. Un proyecto iniciado por la señora Carmena, que el actual alcalde no ha anulado, si bien tampoco parece mostrar mucho entusiasmo por la creación de dicho museo. De allí caminamos al Centro Social de Entrevías, que me enseñó mi amigo Henry Guitar con motivo de un concierto de su big band y que a Sonia le encantó. Después de unas cervezas nos volvimos a casa. Aquí la foto de marras.  

Al atardecer, bajé a la Plaza de Santa Ana a encontrarme con Alain y Pauline y cenar algo con ellos. Pauline es una mujer menuda, con gafas, muy francesa, que vive a 40 kilómetros de París y cada día baja a la ciudad para sus actividades académicas. Me contó que su marido es un personaje muy rural, que necesita vivir en el campo. Ella le quiere y lo acepta. Un esquema clásico que jamás criticaré. También me contó que hace yoga todos los días del año: treinta minutos al levantarse. Comimos ensaladilla, pulpo a la gallega y rabo de toro en uno de los bares de la plaza y terminamos de organizar la semana lectiva que comenzaba al día siguiente. El lunes llegaban los alumnos, 19 en total, se acomodaban en el hotel y Alain se los llevaba a hacer un recorrido de plazas por el centro de la ciudad. Ese día no se contaba conmigo, por lo que pude ir al yoga y a comer al Ricla. Con motivo de la avalancha franchute, esta semana me he perdido las dos clases de inglés, la de yoga del jueves y mis sesiones de running, que se suman a las que perdí la semana pasada por diferentes motivos.

El martes empezaba lo bueno. Quedamos todos en el Metro de Moncloa para bajar andando a la ETSAM, donde nos esperaba Sonia. Nos habían asignado el aula 1N5 en el edificio nuevo. Todo salió más o menos según lo previsto. Digo más o menos, porque en primer lugar los alumnos se retrasaron y llegamos a la ETSAM a las 10. Luego, Alain me pidió que sus chicos explicaran primero su análisis del proyecto en torno al Canal de Saint Denis, en París, para compararlo con Madrid Río, porque habían trabajado mucho en ello y estaban deseando contarlo. Realmente era interesante, pero se estiraron hasta las 10.30. Así que a mí sólo me quedó media hora para contarles el Madrid Río. Por fortuna, no había una clase después de las 11.00, límite hasta el que habíamos reservado, y yo pude contar todo mi rollo hasta después de las 12.

Salimos a buscar la parada del bus 46, que nos llevó a Príncipe Pío, para iniciar allí el recorrido de Madrid Río. A medio camino paramos para comer, los profesores en una terraza del parque, mientras los chicos se dispersaban a buscar algunos sándwiches o algo más barato. Por la tarde continuamos hasta el Matadero, pero estábamos todos reventados, con excepción de Alain que es incansable. Yo también soy duro, pero durante la comida me dio mucho el sol en el cocoroto y me debí de pillar una especie de insolación. En el bar del Matadero, los profes entramos un momento a los aseos y, a la salida, los chicos habían desaparecido. Estaban tan cansados que, en cuanto pudieron, salieron pitando al Metro de Legazpi. Alain quería tomar una última cerveza, pero le dije que me encontraba un poco mal y que tenía que irme también.

Realmente no me encontraba bien. En casa me ardía la cabeza. Me embadurne bien de aftersun, pero la cosa no mejoraba. Entonces me puse el termómetro: tenía 38,3 grados. Así que cené algo muy ligero, me tomé un ibuprofeno y me metí a la cama a sudar, completamente agotado. Al día siguiente me desperté empapado pero ya fresquito. El día anterior, mi contador de pasos había rebasado los 20.000, pero lo peor fue el tema de la insolación. Me duché largamente y tomé el Metro en dirección a mi antiguo trabajo. Mis sensaciones en los cambios de línea y los diferentes recorridos me resultaron muy familiares y gratos, igual que el mero hecho de madrugar para ir a trabajar. Nostalgia de tiempos recientes. Teníamos una primera cita a las 9.00 con Alain y Pauline, para visitar brevemente a un colega, mi amigo F. cuyo nombre no les pongo porque es lector de este blog y no tengo su permiso. Se trataba de que nos contase el sistema por el que se gestionan las obras y proyectos en la Ciudad Universitaria, para que los franchutes lo comparasen con lo que ellos hacen en la Paris Huit. 

Finalizada la reunión, bajamos en el ascensor al hall de planta baja, donde habíamos quedado en reunirnos con los alumnos. Pero allí no había nadie. El día anterior le había pedido a Alain por favor que los chicos fueran puntuales y que esta vez hablarían en segundo lugar, si quedaba tiempo. Conmigo no hay problema, soy de confianza, pero el miércoles íbamos a ver a una señora Directora General, que había movilizado a todo su equipo y no podíamos disponer de su tiempo libremente. Empezábamos ya a renegar de la impuntualidad de los chicos, cuando me entró una llamada. Era la secretaria de la Directora, que me preguntó dónde estábamos. Le contesté que los profesores estábamos en el hall de planta baja, pero allí no había ningún alumno. Empezaba ya a disculparme cuando me cortó: no había nadie en planta baja porque estaban todos en la sala de reuniones de la planta quinta, sentaditos y esperando; sólo faltábamos nosotros.

La jornada del miércoles fue fabulosa, Isabel Calzas, la Directora General de Vivienda y Rehabilitación, les hizo una exposición magnífica y quedó hueco para que ellos contaran la política de renovación de los barrios de vivienda social que rodean Saint Denis. Luego caminamos hasta la parada del bus 112 para ir todos al Barrio del Aeropuerto, la joya de la corona de la rehabilitación de barrios que desarrolla la Estrategia de Regeneración Urbana que diseñamos en los tiempos de Carmena, bajo el modelo de planificación estratégica. Yo no había vuelto al barrio desde que hicimos la sesión de participación ciudadana en la sede de la asociación de vecinos, una especie de caseta de obra adosada al bar Los Amigos. Prácticamente, el local y el bar son los únicos edificios originales no renovados. Los bloques de viviendas han modernizado sus instalaciones, el aislamiento térmico y la estética de las fachadas, además de dotarse de ascensores externos. Y se han reurbanizado varias calles.

En el barrio nos esperaba la gente de la EMV que se encarga de la gestión de estas obras, el presidente de la asociación de vecinos, que se llama Cañabate y con el que me di un abrazo, y también los técnicos de la contrata que hace las obras. De modo que Alain y sus chicos pudieron tener respuesta fundamentada a todas las cuestiones que plantearon. Realmente fue una sesión muy interesante, y con el complemento de ver los edificios rehabilitados o en obras. Desde allí, les indicamos a los chavales en dónde podían coger un bus para el centro y los tres profes decidimos comer por allí en un barete obrero suburbial con menú del día, que sé por experiencia que a Alain le encantan. Después de la comida nos retiramos y es la primera vez que he visto a Alain un poco cansado. Bajamos al centro en bus y Metro, directos a una merecida siesta.   

Los franchutes en pleno habían quedado a las siete para visitar el museo Reina Sofía, que ese día era gratis, plan del que yo me descolgué para acudir a mi clase de guitarra con el gran Henry. Ciertamente ese día resultó redondo, funcionó todo como un reloj y yo estaba muy contento. Y llegamos a la sesión del jueves. Tal vez por mi estado de euforia, los dioses traviesos que juegan a los dados con nuestro destino decidieron darme un toque para que no me viniera tan arriba. Porque ese día me vi boicoteado sucesivamente por los elementos, aunque finalmente conseguí mostrarles mi presentación. Sonia no podía esperarnos ese día, porque tenía clase, pero nos dijo que el bedel tendría abierta el aula 1N5. Llegamos y estaba cerrada. Estaba en cambio abierta la 1N3. Decidimos colarnos y empezar a trabajar. Si luego el aula no era para nosotros, ya nos iríamos a donde se pudiera continuar.

Yo traía mi presentación en un pen-drive, el mismo que había usado el martes sin ningún problema. Pero resultó que el equipo no lo reconocía. Lo intenté un montón de veces pero lo único que conseguí fue que el archivo de mi charla se averiara. A la salida, nos encontramos con Sonia, que quería despedirse del grupo y, desolada, me confesó que el equipo del aula 1N3 es peligroso, que a ella ya le había estropeado varias presentaciones y le había metido virus en sus pen-drives. Y que no sabía por qué el bedel se había confundido de aula. Yo ya había empezado a pensar en los dioses juguetones, pero no dije nada. El caso es que les dije a los chicos que lo que les pensaba contar podía hacerlo in situ en los edificios que íbamos a visitar luego. Que lo único que faltaría serían las imágenes históricas de cómo eran esos edificios antes.

Porque de eso iba la jornada, de contenedores abandonados reciclados para nuevos centros culturales. Los alumnos sí que pudieron exponer el tema y mostraron tres casos de París. El primero, el Museo Picasso, instalado en un antiguo hotel de lujo cerrado. El segundo, el Centro Social 104, en la antigua empresa pública funeraria. El tercero el nuevo museo de la colección Pinaud, en el edificio de la antigua Bolsa de Valores. Tras esta exposición, nos despedimos de Sonia y regresamos a pie a Moncloa, para tomar el Metro a Legazpi. Allí les mostré el Matadero y la Colonia Pico del Pañuelo, construida enfrente, precisamente para alojar a los trabajadores del propio matadero central. De allí, en autobús, fuimos subiendo por el eje de Delicias para visitar sucesivamente los restantes edificios de mi presentación.

Primero, la antigua estación de Delicias, recuperada como Museo del Ferrocarril. La estación de Atocha, desplazada unos metros hacia afuera para dedicar la vieja nave a un jardín botánico. El antiguo Hospital de San Carlos, reciclado como Museo Reina Sofía. La Serrería Belga de los Pinares del Paular, reconvertida en el Medialab, ahora cerrado por la ignorante de la concejala de Cultura del Topillo que quiere hacer un museo en un edificio que no vale para eso. Es ésta una historia que también contiene una enseñanza para los estudiantes, que Alain resumió en un concepto: la fragilidad de los logros ciudadanos, por los que hay que seguir luchando siempre. Estábamos enfrente de mi casa y les propuse que me esperasen un segundo, que iba a por mi ordenador para enseñarles por fin mi presentación, antes de ver el último edificio de la serie: el Museo Caixaforum, antigua Central Eléctrica del Mediodía.

Subí a por el aparato y me rodearon en la propia Plaza de las Letras, donde me subí al banco y abrí el ordenador. La presentación se veía perfectamente. Pero entonces se puso a llover, el único momento del día en que cayeron unas gotas. Estaba claro el boicot de los elementos, o de los dioses traviesos. Yo no me rindo fácil, así que caminamos hasta el espacio que hay bajo el propio Caixaforum, a resguardo de la lluvia. Este es un lugar con mucho eco, que los niños del barrio adoran para cruzarlo corriendo con cualquier disculpa, gritando como posesos y montando un estruendo insoportable. Última versión del boicot: durante mi parlamento sucedió dos veces y tuve que parar de hablar hasta que se fueron los niños. A mis oyentes ya les daba la risa. Pero les pude mostrar las imágenes antiguas y se quedaron de piedra cuando vieron las tres de la plaza de Atocha: años 20, años 70 y actual.



Visitamos el Caixaforum y allí me despedí de ellos. El primer plan era que los chicos volasen hoy a París, y los profesores mañana sábado. Pero el vuelo de hoy se ha suspendido por los disturbios en París que han obligado otra vez a cerrar el aeropuerto de Orly. Así que se van mañana en dos vuelos vespertinos. Eso da pie a nuevos planes. Hoy a las cuatro nos veremos todos en la plaza de Santa Ana, para tomar un vino juntos. Había prevista una sesión de cierre y conclusiones, pero Alain ha decidido que mejor nos tomamos un vino, que los estudiantes han de madurar y procesar la avalancha de información recibida y que ya irán trabajando sobre ella a lo largo del curso. Por la noche, hemos quedado Alain, Pauline y yo a cenar en la Bodegas Rosell.

Una última historieta en relación con esto. Yo, de todo este sarao, no me llevo un duro. Alain lo sabe, conoce también a cuánto asciende mi pensión y está obsesionado por pagar en todos los bares y restaurantes en los que nos tomamos algo. Y yo, como buen español, me resisto. Nuestra primera cita fue en la Cervecería Santa Ana. Alain usó un truco que ya le conozco. En cuanto terminamos nuestras cervezas y raciones, se puso súbitamente en pie, como si tuviera un muelle en el culo y se abalanzó al camarero ya con la tarjeta visa en la mano. Yo le comenté a Pauline que ese era su truco habitual y luego les dije que la siguiente era mía.

En la terraza de Madrid Río, Alain fue un momento al servicio, que estaba detrás de nosotros y yo le dije a Pauline que iba a imitar el truco de mi amigo, me puse de pié, pero en ese momento Alain salía del aseo, me vió y echó a correr para adelantarme. Reaccioné rápido, le gané la posición y lo aparté a manotazos cariñosos para pagarle al atónito camarero. En el restaurante suburbial del Barrio del Aeropuerto, le comenté a Alain que esta vez era su turno, pero que mañana sería el mío. Dijo entre dientes, muy bien, hoy pago yo y mañana ya veremos. Pero en el restaurante del jueves enfrente del Matadero ya se dio por vencido y me dejó pagar con una pena un poco cómica.

Hoy de nuevo le tocará pagar a él en las dos citas, la primera porque involucra a todo el grupo y la de la noche por el turno pactado. Como colofón queda decir que el viaje de Alain ha sido todo un éxito, que ya sabe que cuenta conmigo para lo que quiera y que creo que es consciente de que tiene un chollo conmigo, lo mismo que les ocurre a Sonia y a Werner, si bien este último hace por pagarme algo. La verdad es que hago esto porque me gusta, porque aprendo yo también y porque siento que hago algo útil, las tres motivaciones que tenía yo en el trabajo cuando era un ciudadano activo. Relacionadas con la filosofía ikigai, ya saben: haz lo que quieras hacer, haz aquellas cosas en que te consideras bueno y puedes buscar la excelencia, haz trabajos que te permitan ganar discretamente dinero sin pensar en hacerte millonario, y haz cosas que realmente sirvan a la colectividad o a una parte de ella. Esta semana yo he cumplido con esas directrices.

*     *    *

He puesto tres asteriscos porque he parado un rato para hacerme una comida de pasta y salir a la plaza de Santa Ana. Allí nos hemos reunido todos para tomar unas cervezas o unos refrescos, excepto Alain y yo que nos hemos obsequiado con sendos gin-tonics que ha pagado él. Hemos estado un buen rato al sol en una terraza, donde Alain les ha preguntado a los chicos qué era lo que más les había impactado en este viaje. Las respuestas han sido variopintas: el tamaño del parque Madrid Río, los ascensores externos de los bloques del Barrio del Aeropuerto, el centro cultural Matadero, el ambiente y la vida de las calles, lo bien pintadas que están las fachadas y la variedad de colores. Se volverán a París encantados. Pero Alain ha averiguado que mañana hay Mercado de Motores, ese mercadillo de antigüedades que se organiza una vez al mes en la antigua Estación de Delicias que visitamos por fuera ayer.

Así que el ataque franchute continúa. Dentro de un rato bajaré a coger sitio en las Bodegas Rosell, donde he quedado a las 8.00 con Alain y Pauline porque, en viernes, más tarde es imposible encontrar mesa. Mañana iré en ayunas a mi sesión de recuperación de yoga, luego recalaré en La Casa de las Torrijas para desayunar en condiciones y, desde allí, caminaré a Delicias para encontrarme con todos los franceses. Comeremos algo por los puestos del mercado y, como ya vamos a estar cerca de Atocha, les he propuesto a Alain y Pauline llevarlos en coche al aeropuerto; soy un taxista cojonudo. Los chicos viajan a otra hora y cogerán el bus amarillo. Por cierto, esta noche pasada han debido coger otro hotel diferente, porque en el anterior no había plaza. Y, si han viajado con Ryan Air, Hay-birria o cualquier otra línea aérea de baja estofa, no les habrán pagado ni un duro de indemnización por la suspensión del vuelo. Lo dicho: sean buenos.

2 comentarios:

  1. Dado que ha podido usted comparar las actuaciones urbanísticas de París y Madrid, ¿se puede decir que hay muchas diferencias entre las dos ciudades? Aquí tenemos un cierto complejo de que somos como Pepe Gotera y Otilio, frente al glamour y la brillantez de ciertas capitales extranjeras.

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    1. Desde luego hay diferencias, pero no tan amplias como piensan algunos de los que se refocilan en el complejo que usted dice. El tema daría para varios posts.

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