Atrincherado
contra el frío en mi ático que pierde calor por todos los lados, incluso por el
suelo, ya que debajo de mí no vive nadie, les pido disculpas por no estar
demasiado centrado en el mantenimiento de mi blog, porque la realidad manda y
yo me voy a París el día 18 para participar en un acto académico en inglés con
los cursos de dos profesores, Alain Sinou, francés, y Rainer, desconozco el
apellido, profesor de la universidad de Kiel, evento para el que no tengo las
cosas debidamente preparadas, porque por medio se ha cruzado otro tema de tipo
personal del que aun no he dado cuenta en este foro, pero ya les pondré
debidamente al día cuando toque, asunto que me impide concentrarme en la
preparación de mi intervención en París. Cualquier otro estaría de los nervios con lo de París, pero no es mi caso, porque soy muy veterano en estas lides,
porque tampoco me juego nada excepto la honrilla (si me sale mal, no me
volverán a llamar y listo) y porque, con perdón, soy arquitecto, para bien o
para mal, y los arquitectos tenemos entre otros el vicio de dejarlo todo para
el final.
Cuando
yo estudiaba, era muy frecuente que tuviéramos, por ejemplo, que entregar un
proyecto el viernes y que nos pillara el toro el jueves por la tarde sin casi
nada dibujado. En esas tesituras se convocaba a todos los colegas a una noche
loca con café a mansalva en la que cada uno hacía un plano y al final
acabábamos todos exhaustos sin dormir, con un resultado no siempre bueno,
porque eso dependía de que el autor del proyecto tuviera ya el asunto
muy adelantado o no. Lo más común era lo segundo, el que organizaba ese
tinglado solía tener dos ideas cogidas con pinzas que era muy difícil plasmar
en unos planos. Pero los colegas teníamos que estar allí, aunque sólo fuera por
hacerle compañía al amigo, en ese caso extremo de lo que ahora se ha dado en llamar procrastinar, anglicismo que a mí me
irrita especialmente, porque el castellano tiene una hermosa palabra para ese
vicio de dejar las tareas para el día siguiente: trasmañanar.
Lo
cierto es que en París voy a hablar de un tema del que nunca he hablado y eso me exige
prepararme una presentación con imágenes, tarea en la que estoy bastante
enfrascado, pero que no avanza todo lo que yo querría. Se suma a eso que, desde
que me jubilé, o a lo mejor es una simple cosa de la edad, tengo una cierta
facilidad para distraerme y dispersarme. Es increíble la cantidad de cosas que
tiene que hacer diariamente un jubilado en su devenir cotidiano. Y ya saben
que, en Madrid, cada gestión que haya que hacer, se lleva una mañana entera.
Por ejemplo, ayer me llamaron los del arreglo del tocadiscos Dual para vinilos,
para avisarme que ya estaba. Y esta mañana se me ha ido entera en recoger el aparato
y poner el equipo en funcionamiento. ¿Cómo es eso? Pues porque las tiendas no
abren hasta las diez. Porque en Madrid hay un atasco monstruoso desde que
volvió el personal del veraneo. Porque, según el contador del coche, esta
mañana he hecho 30 kilómetros, quince de ida y quince de vuelta.
Dirán
ustedes: ꟷY tú que tanto
te las das de ecologista ¿por qué no has ido en Metro? Bueno, les diré que el
viejo Dual pesa como un demonio y no es algo que yo pueda llevar en el Metro,
dejando una mano libre para pasar el abono por la pantallita y teniendo que
bajar escaleras sin ver los escalones, con el consiguiente riesgo de
escorromoñarme y que el tocata salte en pedazos. El aparato está perfectamente,
solamente estaba lleno de polvo y suciedad. Así que lo han desmontado pieza a
pieza, lo han limpiado y lo han engrasado debidamente. Y me han cobrado el
precio mínimo que me dijeron: 70€. Pero luego, al llegar a casa, me he puesto
el disco de Samantha y algún otro de los viejos que tengo, y resulta que la
aguja saltaba descontrolada de surco en surco, con un resultado sonoro
diabólico.
Inmediatamente
les he llamado, a ver qué solución me daban. Con una ruedecita, le he aumentado
el peso del brazo hasta el máximo, y de esa forma, el disco de Sam suena a toda
pastilla sin problemas. Los otros no, pero eso lo que indica es que están sucios y/o
rayados. Para remediarlo, me han recomendado limpiarlos con una bayeta de microfibra
empapada en agua con un poquito de Fairy y bien escurrida. Pero esa es una
tarea que se quedará como muchas otras para después de París. De momento, puedo
escuchar el disco de Samantha Fish y cualquier otro vinilo que me compre, tengo
un equipo precioso y todo me ha salido
por 70€, gracias a mis queridos amigos y seguidores del blog, que han tenido a
bien regalarme los diferentes devices. Cuando tenía todo listo, me he grabado
un par de videoselfis para que vean mi nueva equipación musical, y también para
darles las gracias a mis benefactores. Son cortitos, apenas dos pinceladas.
Maravillosa
canción esta del vídeo, recién empezada: All ice, no
whiskey. Tus besos son como un vaso de hielo sin nada de whisky. ¿Se le
puede decir algo peor a alguien que trata de ligar con uno/una? En fin, que con
todo este trajín he mirado el reloj y eran ya cerca de las dos y media. Tenía
que prepararme algo de comer que se cocinara rápido y que no exigiera sacar
algún elemento del congelador, porque ya no había tiempo para descongelarlo.
Combinando algunas de las cosas que tenía por ahí, me he preparado un plato de
nueva invención, que he bautizado como Habitas
baby con guanciale y amb ou escalfat. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben lo que es
el guanciale ni entienden el catalán?
Vamos por partes. Para seguir este blog hay que manejar un poco de idiomas,
inglés, francés, italiano, gallego y, por supuesto, catalán.
El
guanciale es un producto típicamente italiano, parecido a la panceta, pero
sacado del carrillo o belfo del cerdo, curado durante tres semanas en sal y
pimienta negra. Es algo difícil de conseguir en Madrid, salvo quizá en el Corte
Inglés y algún supermercado gourmet. Pero a mí me trajo un trozo mi hijo Kike
cuando pasó por mi casa de vuelta de Italia. El guanciale es muy valorado para
la preparación de los verdaderos espaguetis carbonara. En realidad, la receta
que he usado se puede hacer también con taquitos de panceta o de jamón, no es
nada muy imaginativo, pero es rápida y con ese nombre tan particular me tiro mucho
más el pisto de chef exquisito, como corresponde a un verdadero dandy coruñés.
Los
ingredientes son un bote de habitas baby de unos 200 gramos (para una persona),
unos taquitos de guanciale, un cuarto de cebolla, un par de ajos, aceite de
oliva, sal y un huevo para escalfarlo. Se hace un sofrito a fuego lento con el
ajo y la cebolla picados y un poco de sal, se sofríe bien el guanciale, se echan las
habitas bien escurridas, se dan unas vueltas y se le echa un vaso pequeño de
agua. Debe hervir unos cinco o diez minutos, y entonces se le echa el huevo, se
apaga el fuego y se tapa para que se termine de hacer, mientras preparas la
mesa. Es cosa de unos quince minutos en total y les he hecho como de costumbre
una serie de fotos de las distintas fases.
Estaban
de rechupete. Como han visto, las he acompañado con un bol de Dippas (para
dippear) y una cerveza Estrella Galicia Especial 1906, la que por mi tierra
suele llamarse La Milnueve. Una comida estupenda y rápida de preparar. En fin,
que con estos entretenimientos no me concentro demasiado en la preparación de
mi charla, confío en que este puente que empieza mañana me sirva para avanzar
en el tema. Veamos algunos aspectos que se han tocado en este texto de manera
tangencial. Primero: los atascos. No es de extrañar que toda la ciudad sea un
puro atasco. Se juntan aquí varios factores. Mucha gente que antes iba en Metro
al trabajo ha dejado de hacerlo porque aún no han superado el miedo al Covid, y
con razón, porque en toda Europa está repuntando. Así que van en coche al
trabajo. Además están todos los forofos del automóvil que lo usan para ir a 500
metros a tomarse un vermú y lo dejan en doble fila para no caminar un poco. Son
estos gente sedentaria, pasiva, obtusa y en general votantes del PP.
Pero
a todo esto hay que sumar la nula política de movilidad sostenible que practica
el equipo del señor Almeida. Al final del confinamiento más severo (ya lo he
contado, pero insisto) asistí a un debate telemático sobre cómo iba a ser la
nueva normalidad que vendría después. Yo envié una pregunta, planteando por qué
no se aprovechaban las calles aun vacías para cambiar la sección, ganar
espacios para peatones y ciclistas e inducir con ello un cambio en el modelo de
movilidad, como se estaba ya haciendo en París, Milán, Bogotá y un poco en
Barcelona. Me contestó el señor Ezquiaga, ilustre experto al servicio de las
administraciones, desaconsejando esta forma de urbanismo táctico e incluso
afeándome mi intención, como si les pretendiera colar a traición este tema a
los madrileños. No lo dijo con esa claridad, sino de forma sibilina, como suele
decir las cosas este señor, por lo demás amigo mío.
Era
tiempo entonces de haberse anticipado a la vuelta de la gente a las calles. No se
hizo en ese momento y ahora ya es imposible. Además de este factor, el atasco se
recrudece por la cantidad de obras en la vía pública que ha puesto en marcha el
equipo de gobierno y que tiene media ciudad levantada, hasta el punto de que
circula por ahí el mote de Pepe Gotera
Almeida y Otilio Carburante. Esta pareja hace obras por un tubo y las hace
rápido porque son buenos gestores, pero se están pasando. Tal vez la fraCasada Rita
Maestre aproveche para decir que todo esto es por los cambios en Madrid Central,
pero es falso y puedo dar fe de ello porque vivo en el barrio en
cuestión. Si me lo dijera a mí a la cara, le contestaría:
Pero
además, hay un factor que aún empeora los atascos: los malos conductores. Los
que se paran de pronto en medio de la vía, a saber: conductores novatos de VTC,
que no se conocen la ciudad y han de pararse a consultar el GPS, tipos que se
ponen a hablar por el móvil, gordos que se están comiendo una palmera de
chocolate, se les cae la mitad por la panza y tratan de recuperarla, torpes
domingueros de día de diario, acojonados crónicos, miopes, manazas, conductores
en prácticas de la Autoescuela Palomero. No sigo, porque es penoso. Respecto a
lo de Pepe Gotera les muestro dos imágenes que he tomado en mi vecindario: el
estado actual del carril de preferencia ciclista en Antón Martín y el exquisito acabado de las
obras de la calle San Eugenio en su conexión con Atocha.
La
señora Ayuso dijo en pleno confinamiento que echaba de menos los atascos, que
eran la sal de Madrid. Estará contenta ahora. Y ya que estamos, menuda bronca
tiene con ella el fraCasado, es algo inaudito, igual-igual que si fueran un partido de
izquierdas. Yo estoy en esta guerra del lado de Ayuso, que me parece que es
mucho más lista que este pollopera que pretende dirigir el PP, lo cual no es un
mérito grande, porque se trata del tercero más tonto del país, después de
Albert Rivera y del más tonto de todos: el tolili Girauta. Veremos a ver en que
queda este asunto. Mi amigo Mariano pronosticó hace meses que Ayuso se acabaría
ella sola, bajo fuego amigo, y puede que resulte clarividente. Pero yo más bien
creo que puede ganarle la partida al fraCasado en las primarias del próximo
congreso, convirtiéndolo en alguacil alguacilado, porque él mismo llegó a la
secretaría general ganándole a la candidata oficial Soraya.
A
pesar de estar absorto en la preparación de mi charla parisina y en ese otro
tema misterioso que ya les contaré, no dejo de interesarme por la actualidad,
llena de noticias curiosas, como eso del rescate de seis perros aislados por la
lava en medio del volcán de la Palma. No sé si se han enterado, pero se montó
un operativo para rescatarlos desde el aire y cuando llegaron ya no estaban.
Unos días después, una llamada anónima a unos veterinarios en nombre de
un grupo secreto que se autodenomina el Equipo A, desveló dónde habían llevado a estos perros. Los habían dejado en un corral en perfecto estado de salud. Parece el
comienzo de una serie del llamado noir
nórdico, pero es real. Y a día de hoy nadie sabe quiénes forman ese Equipo A.
Lo
demás es bastante previsible. El Covid rebrota en Europa, pero ahora las
autoridades hacen como si no existiera. Cosas veredes. Por si acaso, yo estoy
deseando que me pongan ya la tercera dosis de la vacuna, que no creo que me
tarde mucho. La COP26 celebrada en Glasgow se cerró con la habitual sinfonía de
palabras huecas, promesas cogidas por los pelos y brindis al sol. Casi lo más
relevante se puede considerar el acuerdo para reducir las emisiones de metano.
En consonancia con ese programa, les comunico que he decidido dejar de tirarme
pedos, en un esfuerzo solidario que todos deberíamos emular, en aras de mejorar la calidad del aire y optimizar los aspectos olfativos.
Por
lo demás, el Dépor juvenil, después de la machada de remontar un 3-0 con un 4-0
glorioso, ha empezado la segunda eliminatoria en casa venciendo al Maccabi de
Haifa por 5-1, o sea que ya la puede dar por superada también. Un camino de
gloria del que les tendré al tanto. Al partido del 4-0, en un miércoles
desapacible, asistieron 8.000 personas. Al 5-1, también en miércoles pero encima lloviendo a cántaros, asistieron 12.000 personas. Es un asunto que ha llamado
la atención de la propia UEFA, que nunca ha visto nada igual. Un aforo que
supera a la mayoría de los partidos de la Primera División española. En cambio,
al estadio del Barça cada vez va menos gente y yo sueño con verlos bajar a
segunda, que le voy a hacer, cada uno tiene sus fijaciones.
Para
variar un poco, esta vez les voy a dejar de propina un vídeo de un concierto
reciente de Larkin Poe. Las hermanas Lovell están de gira, comandadas por
Rebecca, la más joven y de personalidad arrolladora, la del vozarrón, los
tatuajes y la guitarra al estilo de Malcolm Young. Al principio del vídeo
cuenta que ellas se criaron en el norte de Georgia, cerca de Tennessee y que
cuando tenían trece o catorce años formaron un grupo de blue grass. Ese grupo
se llamaba precisamente The Lovell Sisters y había una tercera hermana, Jessica, la
mayor de todas, que tocaba el violín. Después, Rebecca dio el salto al blues y
su hermana intermedia Megan se fue con ella para arroparla en su nuevo grupo.
Ya les he contado que a mí la que me pone del duo es Megan, sin tatuajes salvo un letrerito mínimo en el interior del codo,
siempre en segundo plano, siempre sonriente y atenta a apoyar a su hermana con
segundas voces y punteos de su slide-guitar horizontal. Disfrútenlas y que pasen
un buen finde.
Nosotros limpiábamos los vinilos con una esponja natural. La venden en farmacias. Lo de la microfibra...no lo se.
ResponderEliminarMari, tienes que ponerte al día. La microfibra es cojonuda y es lo que me han recomendado los del servicio técnico, unos románticos que son conscientes de que desempeñan una función que probablemente desaparecerá después de ellos.
EliminarQuerido, si hubieras leído la historia de aquel centurión romano que subió a los altares como San Expedito, no abominarías del anglicismo procrastinar. La palabra es puro latín, es el adverbio que grazna el cuervo para disuadir al que se dispone a actuar: Cras, cras! (¡Mañana, mañana!) Parece que con los arquitectos, el cuervo lo tiene fácil, sois unos pecadores, pero Expedito, que iba para santo, retorció el pescuezo al cuervo al grito de "Hodie, hodie! (¡Hoy, hoy!) Créeme, aunque entrara a través del inglés, pro-cras-tinar es latín.
ResponderEliminar¿Te acuerdas de una marca de reloj que se llamaba "Festina"? También es latín, significa "Apresúrate". Hala, no pierdas el tiempo y no te distraigas de tu próximo objetivo, haz una buena presentación, el 18 tienes que salir a darlo todo en París, como tu Sam. Yo confío en que los franceses te acabarán nombrando Doctor honoris causa (más latín).
Querida amiga, tienes toda la razón, lo que pasa es que la palabreja se empezó a usar de forma cotidiana en el inglés hace unos años y de allí la hemos importado nosotros, igual que los franceses (procrastinér). En cambio los alemanes, que son más reacios a la colonización angloyanqui, mantiene su palabra autóctona: aufschieben.
EliminarTomo nota de mi error y, de acuerdo con las reglas de este blog, no lo corrijo, lo dejo tal cual con tu corrección al pie, por tratarse de un error de fondo y no una errata.
Por otro lado, tu comentario supera ampliamente el nivel de calidad literaria y de lenguaje de la mayoría de mis posts, cosa que te agradezco y me lleva a pedirte que sigas entrando en este foro a decir lo que te venga en gana: tus aportaciones siempre le dan a este foro un punto único. Un abrazo.
No se preocupe por nosotros, sus seguidores, entendemos que tenga otras ocupaciones. Lo cierto es que, cuando se publica una nueva entrada en su blog, muchos la abordamos en la seguridad de que vamos a encontrar historias divertidas, como su videoselfi bailón, recetas obvias de puro prácticas y matices que no se encuentran en ningún otro medio, como el mote de Pepe Gotera o su forma de solidarizarse con la directriz de disminuir las emisiones de metano. En este post una impagable: Ayuso y Casado peleándose como si fueran un partido de izquierdas. Mientras diga cosas como estas, le seguiremos leyendo.
ResponderEliminarPues nada, que gracias por sus elogios. A mandar.
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