martes, 15 de septiembre de 2020

976. Anciano doblemente atropellado

Indignado estoy. Una lectora me manda el enlace a una noticia del año pasado, buscando precisamente eso: que me indigne. Véanlo, les pongo el link para que le echen un vistazo y van a entender enseguida mi cabreo. Han de pinchar AQUÍ. ¿Lo han visto? ¿Han leído lo mismo que yo? Hay que joderse: ¡¡¡UN ANCIANO DE 65 AÑOS!!! Pero, bueno: qué se ha creído ese aprendiz de periodista, ese plumífero, ese junta-palabras, ese emborronador de cuartillas. Ese botarate, ese mequetrefe, ese chiquilicuatre analfabeto, ese pinchauvas ágrafo, chisgarabís de tres al cuarto, becario de un libelo de distrito, especialista en hacer resúmenes de nada. ¿Sabes qué te digo, chaval? Que anciana será tu madre. ¡Un anciano de 65 años! Y hasta once veces lo llaman anciano entre el titular, la entradilla y el artículo. Pues tengo yo 69 para 70 y no soy un anciano ¿te enteras? A mí no me insultas tú, payaso. Mira que averiguo dónde vives y voy allí y te meto. De verdad que voy y te meto. A que no te echas una carrera conmigo. A ver cuánto me aguantas. ¡Manda carallo!

Discúlpenme, es que me ha llegado al alma eso de un anciano de 65 años. En realidad parece que finalmente era un runner entrenando. Y, encima de que lo atropellan y lo matan, luego van y lo insultan. Lo vuelven a atropellar después de muerto. Vale, vale, ya me voy calmando. La cosa tiene un primer componente de lenguaje y un correlato sobre el nivel actual de la prensa en España. Respecto a lo primero, en un mundo en el que se cuida el lenguaje para no caer en la misoginia, la homofobia, el racismo, la aporofobia y tantas otras ideologías divisivas que menosprecian respectivamente a las mujeres, los gays, los negros o los pobres, muy poca gente habla de la gerontofobia, el desprecio y fobia a los mayores. Les aclaro que yo no uso el lenguaje llamado inclusivo (los ciudadanos y ciudadanas, cabreados y cabreadas), porque no le veo ningún lado práctico y me parece un coñazo. A lo mejor es que estoy ya un poco viejo para entenderlo. Viejo, vale, pero no anciano. ¡Por favor!

También precisaré que siempre he llamado negros a los negros, no me gustan los eufemismos, como personas de color o afroamericanos. Una manifestante del Black Lives Matter gritaba airada: dejen de llamarnos afroamericanos, en mi familia hay tres generaciones de nacidos en USA, tengo tanta relación con África como con Noruega. Pero el lenguaje, sin menospreciar su valor simbólico, es algo secundario en estos asuntos. En cuanto a la gerontofobia, lo cierto es que estamos en un mundo en el que se privilegia al joven en su plenitud y se oculta al viejo. Cuando es ley de vida que todos vayamos envejeciendo, es un proceso irreversible para el que no hay alternativa. Me viene a la mente una anécdota que me contó alguien que no puedo precisar. Sucede a mediodía en un pueblo andaluz del interior, en plena canícula, con un sol reverberante de esos que te resecan el alma (no me resisto a citar a Yan Lianke: El año de la sequía eterna, el tiempo quedó calcinado, convertido en cenizas. Al apretarlos entre las manos, los días tiznaban y abrasaban como carbón, bajo una cadena de soles deslumbrantes que surcaba sin cesar el cielo).

Pues en ese escenario abrasador, hay dos abuelos sentados a la sombra en un poyete de la plaza del pueblo, fumando y mirando al infinito. A uno de ellos le da una tos tremenda, de tonalidades pirotécnicas, entre bomba en racimo y traca tóxica, una de esas toses que revelan una bronquitis crónica severa, resultado de décadas de fumar un cigarrillo tras otro. Su compañero le deja toser sin inmutarse y, sólo cuando ha terminado y el silencio invade de nuevo la plaza, habla con su voz aguardentosa, para sentenciar: ‘tás podrío. Creo que no hay mejor definición. Envejecer es una forma natural de irse pudriendo, como fruta no recogida del árbol. Sólo queda asumirlo y llevarlo lo mejor que se pueda. 

Así que ya lo saben: los de mi generación, no sólo estamos viejos, sino también podríos, y a mucha honra. Ello no impide que continuemos dispuestos a seguir dando guerra y a ser unos carcamales gloriosos y punks, propósito manifestado por el gran Mariano, en un antiguo comentario al blog. Vale: abuelos, viejos, podríos y carcamales. Pero no ancianos. Va siendo hora de ponerles un poco de música, de la que elabora un grupo de esos supuestos ancianos: Bruce Springsteen y sus colegas de la E-Street Band. Hace unos días han colgado este vídeo en Youtube. Es un adelanto del nuevo álbum que han grabado durante el confinamiento y que pronto se pondrá a la venta. Pónganse la pantalla completa, porfa.


Pero vamos con el otro tema al hilo. La prensa española. Qué está pasando. Porque es muy llamativo que El inMundo y el ABC hayan bajado el pistón de la presión a Sánchez, mientras que El País es ahora el más tremendista, asustando con el apocalipsis que viene y utilizando todo el rato adjetivos como dramático o arrollador (el avance del virus), sustantivos como fracaso (la apertura de los colegios) o referencias continuas a una mala planificación de las políticas para afrontar la pandemia. Dejemos de lado el ABC. Hasta que llegaron noticias de Venus, El inMundo ponía en primer lugar de sus titulares el escándalo Fernández Díaz y procuraba no asustar mucho con el peligro del SARS-CoV-2. Y El País destacaba bastante ambos temas, pero aderezando los titulares del virus con un tremendismo descarado. Este es un asunto que tiene cuatro matices, que yo me aventuro a interpretar, en algunos casos sin más apoyo que mis intuiciones y mi olfato de veterano (que no de anciano).

1.- El País magnifica el escándalo Fdez-Díaz porque hace daño al PP y eso siempre le va bien. Hombre, yo, de primeras, pensaba que la cosa no era tan grave, que esos señores no habían matado a nadie, que se dedicaban a espiar a un cabrón manifiesto (a quien llamaban, no lo olvidemos, Luis El Cabrón), que está encerrado en Soto del Real. ¿Tan tremendo es? ¿No decían que quien espía a un ladrón, tiene cien años de perdón? O algo así. Le hice este comentario a un amigo y me aclaró que el escándalo viene de que, con dinero del Estado, o sea de nuestros impuestos, han estado pagando un sueldo durante meses a unos espías de sainete, para que estuvieran el día entero anotando temas tan decisivos para la seguridad nacional como la rubia se ha parado en un kiosco y se ha comprado un cartón de tabaco. Vale, ya lo entiendo, discúlpenme, es que soy un poco burro.

2.- El inMundo también magnifica el caso, porque eso de hurgar en la mierda es consustancial a su idiosincrasia, e impregna toda su práctica periodística. Es algo estructural de este medio de comunicación, no lo pueden evitar, así lo crearon Pedrojota, Casimiro G. Abadillo y Melchor Miralles, como un foro de escarbamierdas y huelebraguetas. Que no van a desperdiciar una ocasión como esta de mostrar sus habilidades, sólo porque el caso perjudique al PP, a la monarquía o a quien sea. Donde haya corrupción, allí acudirán los plumíferos de El inMundo, como moscas a la mierda.

3.- El País amplifica todo lo que pueda entenderse como derivado de que Pedro Sánchez lo está haciendo fatal, por la razón que ya he explicado, por el cambio de tendencia subsiguiente al cese de Soledad Gallego-Díaz y su sustitución por un hombre de Cebrián. En este caso no es una intuición mía sino una revelación de una fuente fiable. ¿Por qué cesó Soledad? Pues no lo sé. Tal vez porque es mayor (no anciana). A lo mejor, su compromiso era estar sólo dos años. Lo justo para completar la campaña de suscriptores, todo un éxito, y finalizada justo antes de cambiar la línea de sus editoriales y sus titulares.

4.- El inMundo ha bajado el pistón de sus críticas a Sánchez. Las mantiene, pero con sordina, sin hacer demasiada sangre. Tal vez esto sea lo más difícil de explicar, pero para mí es un hecho. Y voy a arriesgarme a dar dos posibles explicaciones, aún consciente de que están un poco cogidas por los pelos y son discutibles. Por un lado, puede ser que la posición del fraCasado en el PP no sea muy firme. Cada vez que el fraC. la ha cagado de forma ostensible, El inMundo se ha apresurado a destacar que los barones estaban descontentos con el frentismo y la belicosidad de este señor. Tal vez El inMundo refleja la posición de ese sector del PP, que podemos personalizar en Feijoo. Pero hay otra posible razón. La situación económica es, de verdad, tan grave, que a lo mejor la derecha piensa que más le vale dejar correr el tema, que el PSOE se coma el marrón entero, que el país se vaya a la mierda, para venir ellos luego de salvadores. Si Sánchez se fuera ahora a su casa, les haría una faena de las gordas. Cierto que esto va a machacar a la mayoría de la población, pero ¿a quién le importa?  

De todas maneras, la manipulación en la prensa se hace sobre todo en los titulares, porque la mayoría de la gente no lee las noticias (dentro de la minoría que lee algo más que el Marca). Ya les expliqué las técnicas que usaba El inMundo (como el adverbio asesino: Sánchez fomenta ahora el uso de mascarillas). Bien, pues en El País se detecta al respecto bastante nerviosismo, de modo que sacan un titular de cabecera y al rato lo cambian, porque piensan que se han pasado o se han quedado cortos. Para detectar esto es muy útil la herramienta informática Recortes, que he aprendido a utilizar. Ves algo raro, te haces un pantallazo y lo guardas. Les pongo un par de ejemplos. El sábado 5 de septiembre, después de desayunar, abrí el ordenador y vi la portada de El País digital. Me pareció muy llamativa y la guardé. Véanla.


¿Por qué me llamó la atención esta portada? Pues por todo: la foto elegida, la perspectiva desde abajo para que la señora Arrimadas parezca más alta, la pose de la doña mandando y las connotaciones del titular: tenemos la sartén por el mango y vamos a joder a Podemos, que son chavistas, bolivarianos y encima con coleta. Al tema se le da tanta importancia que se relega a un segundo plano toda la información sobre el virus, que en los días anteriores daba auténtico miedo. Es decir, ya tenemos a nuestros lectores aterrorizados, ahora la solución: Ciudadanos. Por lo que sea, yo guardé esa portada haciendo un recorte o pantallazo. A media mañana, entré de nuevo en el periódico. El titular había cambiado. Vean el definitivo.

Por qué ese cambio. No lo sé. Tal vez alguien del periódico pensó que se estaban pasando. Que la señora Arrimadas aparecía demasiado mayestática, segura y prepotente. O a lo mejor fue la propia señora Arrimadas la que se quejó, porque no le gustaba esa imagen (es más lista de lo que algunos creen y está poniendo en el cotarro político el toque de female common sense que reclama Sheryl Crow). La cosa es que ahora ya no es la señora Arrimadas quien afirma con rotundidad, sino que desliza la presunción de que Sánchez sabe lo que antes afirmaba ella. Y se deja claro que quien dice eso es Cs y no su jefa. Y, en compensación, se cambia Podemos por el señor Iglesias, que tiene coleta y vive en un casoplón en Galapagar, además de haber enchufado a su señora de ministra. Lo entienden ¿no? Antes era Arrimadas contra Podemos. Ahora es Ciudadanos contra Iglesias. Todo muy sutil, pero que revela que hay una intención de manipular. Una técnica que no es en absoluto sencilla, porque si te pasas de explícito la cosa se puede volver en tu contra.

El caso es que yo ya estoy ojo avizor y unos días más tarde vi otra portada que me llamó la atención y procedí a guardarla también. Dentro del tremendismo que nos endosa en los últimos tiempos, El País publicó la primera plana que les muestro ahora.


Esto ya es directamente mentira. La intensidad de la segunda ola del virus no ha llegado ni por asomo a la de la primera. Aquí pensé primero que se habían equivocado. Dentro de lo mal que está el periódico, tal vez están haciendo economías y han echado a los correctores. Pensé que alguien se daría cuenta y lo cambiarían. Pero estuvo así toda la noche, hasta que a esa noticia la desplazó otra de más actualidad. O a lo mejor lo vieron y lo dejaron adrede, total qué más da, a la hora de manipular todo vale, ancha es Castilla. Como no pude hacer un pantallazo de la rectificación, lo hice de la portada a la misma hora de El inMundo. Vean cómo, a partir de la misma información y la misma cifra de contagios, el titular de El inMundo dice la verdad y el de El País miente.


Lo dicho, la prensa de este país es penosa. Casi resulta más de fiar esa prensa rosa que informa sobre la realeza y las actrices de Hollywood, como el Hola, e incluso su subproducto, esos medios pedorros que cuentan las miserias y las minucias de la vida de otro submundo: el de las influencers, youtubers, khardashians y belenestébanas. Y resulta que, dentro de ese personal que vive del cuento, hay todavía una subcategoría: las tronistas. ¿A que no sabían ustedes que existían las tronistas? Yo tampoco. Parece que se trata de las concursantes de un programa que tuvo mucho éxito, tipo Salvamé, que se llamaba Mujeres y Hombres y Viceversa. ¡Hay que ver, yo es que estoy en la luna! No me entero de nada. Se trataba de un reality show en el que las tronistas, que creo que se sentaban en un trono, tenían que lidiar con los intentos de ligar con ellas de una serie de pretendientes seductores que les iba proponiendo el programa.

Ya ven qué cosa tan interesante y enjundiosa. Pero resulta que, entre las ex-tronistas, hay una que está siendo objeto de una especial atención por los medios pedorros a que nos venimos refiriendo. A ver si lo pillan: dentro del subgénero de la prensa rosa, hay un sub-subgénero que son estos medios pedorros, y dentro de los temas que tratan hay un sub-sub-subgénero, o subgénero al cubo, que son las tronistas y, de ellas, la quintaesencia, o el lixiviado si lo prefieren, es una chica granadina que se hace llamar nada menos que Steisy. Y esta chica está de actualidad porque se ha echado un novio bisexual y ha salido en los medios citados explicando las ventajas de ese tipo de relación, logrando un titular que ha dado la vuelta a todo el escenario, trascendiendo de los medios pedorros hasta alcanzar la categoría de pura literatura, a años luz de los titulares de El País.

Dice esta chica que, (sic) con mi novio bisexual todo son ventajas: mi churri lo mismo te come el coño que te maquilla. ¿Cómo? ¿Que no se lo creen? Ya empezamos. Vale, les pongo el link a la noticia. Han de pinchar AQUÍ. Pero leyendo la información (siempre hay que leer la letra pequeña), se encuentra la clave de todo: resulta que el churri es arquitecto. ¡Acabáramos! Arquitecto y muy joven, como se ve en las fotos, demostración viviente de que la Escuela de Arquitectura ha cambiado. Cuando yo estudiaba, te convertían en un especialista: tú sólo tenías que pensar en diseñar, en resolver problemas espaciales y ser un artista del lápiz. En cuanto te atrevías a mostrar interés por otros temas, te infravaloraban, te regañaban y te suspendían. Así que todo lo demás no te lo enseñaban y tenías que aprenderlo después de acabar la carrera. Ahora, a la vista está, la profesión se ha diversificado y el arquitecto sale de la escuela con otras habilidades.

En fin, que, para desengrasar, les voy a dejar de propina otra canción de un grupo de ancianos acreditados, los Stones, que se acercan peligrosamente a los 80. De hecho, supongo que saben que en sus últimas giras viajaban con una unidad de atención geriátrica, por lo que pudiera pasar: una de las características más definitorias de la vejez es la fragilidad. Este vídeo que les pongo tiene ya 25 años, y los muestra cincuentones, pero no creo que lo hicieran peor ahora. Es una versión acústica del clásico de Robert Johnson Love in Vain, publicado en 1937, y del que ellos, a su vez, hicieron una versión fabulosa incluida en el álbum Let it Bleed, de 1969. Es una delicia verlos en un estudio, sin público, tocando sólo para ellos. 

Así vi yo el domingo de madrugada a mi adorada Samantha Fish: sin público, aunque tocando para los televidentes de todo el mundo. Hora y media de programa, que vi en mi televisor, mediante una conexión HDMI y con las ventanas cerradas para no molestar a los vecinos. En mitad de la noche, con la ayuda de dos cervezas 1906 de Estrella Galicia, viví uno de los momentos álgidos de toda la historia del blog, en el que acabé bailando como un poseso. Pero esto ya se lo cuento otro día. Hoy la cosa va de ancianos y no hay ancianos más recalcitrantes que los Stones. Sean felices.


PD. Leo la noticia de que el otro día falleció el gran Toots Hibbert, lider del grupo jamaicano Toots and the Maytals. He de contarles que vi a este grupo en la primavera de 1982, durante mi primer viaje a Nueva York. Estaba con un grupo de estudiantes de postgrado, compañeros del Máster de Urbanismo del INAP, que terminaría ese verano y me ayudaría a ingresar en el Ayuntamiento en octubre. Me enteré del concierto por el Village Voice, pero no conseguí que ninguno de mis compañeros de viaje se animara a acompañarme, estaban todos agotados. Así que eché a andar solo en mitad de la noche, bajo una lluvia persistente. En una esquina estuvo a punto de atropellarme un coche cuyo conductor no me vio, en medio de aquella noche de perros. Muchas veces he pensado en cómo habría cambiado mi vida si llega a pillarme. Pero iba yo muy atento, me percaté de que no me había visto y pude saltar hacia atrás, a la acera, mientras el coche pasaba delante de mí como el relámpago de una pesadilla.

El concierto era en el Webster Hall, en el East Village, cuya foto ven arriba, un local que antes había sido la sede de la Casa de Galicia en Nueva York. Pagué mi entrada, ingresé al abarrotado patio y procuré acercarme al escenario, por entre medias de una audiencia bastante empapada y secándose. Salieron los músicos y saludaron. Por allí, entre la gente, apareció Ron Wood, que unos años antes se había incorporado como guitarrista a los Stones. Hubo un murmullo en el patio, el personal lo reconocía, iba con su mujer y unos amigos y se situaron no muy lejos de mí. Lo recuerdo como un tipo más bien pequeño, aunque es de mi estatura, eso sí, con un pitillo sempiterno en la comisura de la boca. A mitad de concierto, los músicos se percataron de su presencia y lo animaron a subir a escena. Tocó un par de canciones con ellos, sin dejar de sostener su cigarrillo encendido, como han visto que hacía en el vídeo de antes. Creo que este es uno de los mejores conciertos de rock que he visto nunca. Cuando volví caminando al hotel, había parado de llover. ¡Recuerdos de los tiempos dorados! Los ancianos es lo que tenemos, que contamos unas batallitas de la hostia.

6 comentarios:

  1. Yo compré un garrote aunque aun no lo necesito para caminar, pero es útil para arrear un hostion al que te llame anciano. Perfecto para establecer la diferencia entre viejo y lo otro

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    1. Gracias Mari, es que estos periodistas de mierda ya no respetan nada.

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  2. Pues a mí me da lo mismo vieja, anciana, vetusta, fósil, pleistocénica y hasta la cursilada de tercera edad... Ningún calificativo añade un solo minuto a los años que he vivido, ni resta un segundo a los que me quedan por vivir... Hace tiempo leí ¡en El País! la noticia un atropello a una "anciana de 56 años", supuse que redactada por un pipiolo en prácticas. Ahora, el libro de estilo marca que hay que escribir "un hombre de ochenta y ocho años", "una mujer de noventa y cinco"... sin calificar la etapa vital del sujeto. No te sulfures, que, como tú mismo recomiendas, no es bueno para la salud. ¿Qué más da viejo que anciano? Azotar, pegar y dar en el culo, todo es uno. Y tú, a tus 69, eres inmarcesible, como los viejos rockeros.

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    1. Pues imagino que tienes razón, pero que en este mundo tan tiquismiquis, en el que cualquier cosa que se publica ofende a algún colectivo predispuesto a ofenderse, resulta llamativo un titular como este del anciano de 65 años, apelativo en el que se insiste otras diez veces en el artículo.

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  3. De su batallita en la postdata, la parte más endeble y menos creíble es lo del fallido atropello. Tal como estira usted sus narraciones, es raro que, si realmente estuvo usted en ese terrible riesgo, no le dedique un poco más de "fanfarria", por decir una expresión poco ofensiva.

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    1. Pues es rigurosamente cierto, lo que pasa es que la noticia de la muerte de Toots me pilló con el post terminado y ya muy largo. Puedo contarlo, pero luego no me llamen pesado. Yo estaba alojado en el hotel Century Paramount, en la calle 46 y tenía que llegar a Broadway para coger la diagonal hasta la calle 11 donde estaba el Webster Hall. Estuve hasta última hora intentando convencer a alguien para que me acompañara, pero no lo conseguí, así que salí sólo. Llegué a Broadway bajo la lluvia y en una noche muy oscura, Nueva York en esos años era un lugar peligroso y no muy bien iluminado, pero yo era joven y no tenía miedo. Pensé en cruzar a la otra acera de Broadway y esperé que se pusiera verde el semáforo. A mi izquierda, un poco más atrás había un coche esperando también el semáforo. Se pusieron a la vez verde el mío e intermitente el del coche. Entonces, el tipo aceleró y dobló los menos de 90 grados a su derecha a toda velocidad, como derrapando y seguramente mirando a su izquierda para controlar que no viniera ningún coche de allí. Vi la jugada por el rabillo del ojo cuando ya había bajado a la calzada y empezaba a cruzar, y pude dar un salto hacia atrás. Yo creo que no me vio, a lo mejor iba pedo o tenía prisa, dos cosas muy frecuentes en Nueva York. Y seguramente era un macarra, porque no es muy normal doblar una esquina de esa manera. En la acera le vi alejarse con el corazón al borde de la taquicardia. Cuando me calmé, eché a andar otra vez. Si me llega a pillar, no me habría matado, realmente haciendo un giro de 90 grados no da tiempo a coger mucha velocidad, no es lo mismo que si viniera por Broadway abajo. Pero me hubiera roto unos cuantos huesos y mi vida habría sido seguramente muy diferente. En aquel momento sólo pensé en que había tenido mucha suerte y continué a celebrarlo en el Webster Hall con Toot and the Maytals y al lado de Ron Wood. Esta es la historia completa. Supongo que es bastante fanfarria para usted.

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