Sí señor, Tipitina´s está vivito y coleando. Otra expresión inglesa que acaban de aprender. Imagino
que no saben de qué hablo, pero paciencia. Tenemos que remontarnos nada menos que
a los años 50. En 1953, el talentoso pianista de blues de Nueva Orleans Henry Roeland
Bird, ya por entonces conocido como Professor
Longhair, el profesor de los pelos largos, consigue grabar un disco para la
poderosa compañía neoyorkina Atlantic Records. Un trabajo que se llamó New Orleans Piano. Con el disco ya a la venta, los espabilados directivos de la discográfica descubren que entre las
canciones que toca el profesor hay una completamente disparatada, desternillante
y con un potencial de éxito espectacular. Se llama Tipitina. Así que rápidamente la sacan en single independiente, cuya imagen pueden
ver abajo. Es una imagen para la historia: primer y único single del primer y ¿único? disco de este señor. Publicado en el mismo año de 1953.
¿De dónde le viene a esta alegre
tonada el potencial que los listos de Atlantic supieron ver? Pues,
entre otras razones, de ser una canción con un estribillo absurdo, que no dice
nada de nada. Según las páginas Web en donde pueden consultarse las letras de casi todas las
canciones, ese estribillo dice (cito textualmente): Tra la la la, whola la la, ah tra la la, Tipitina, oolla malla
walla dalla, tra ma tra la la. Un esfuerzo baldío por reflejar en caracteres escritos los
alaridos impagables de este músico único, que era un gamberro contrastado. Pero
es que este tipo de versos absurdos han generado grandes éxitos del rock y del
pop. Así de memoria y sin ánimo de ser exhaustivo, pienso en awambabuluba-balambambú
(Tutti frutti), obladí-obladá, porrompompón-porrompo-porrompompero-peró, sha-la-la-lalá-uo-oh-oh
(Un rayo de sol), achilipú-apú-apú o aserejé. Por no citar el mítico tirititrán-tran-tran-tran.
Pero además de la letra, Tipitina es un auténtico temazo, una canción histórica, que sintetiza en sí misma todo el espíritu mestizo, la marcha y la alegría de Nueva Orleans.
Tras esa grabación, la carrera del profesor Longhair se estancó. Sufrió un infarto de miocardio, del que se recuperó, pero ya no consiguió remontar profesionalmente. Eran años difíciles, Guerra Fría, McCarthismo y poco lugar para una propuesta tan vitalista como la suya. El profesor no consigue grabar más discos, sobrevive malamente tocando por los garitos de Nueva Orleans y hasta deja la música hastiado a mediados de los 60. Entonces suceden dos cosas que inducen un giro decisivo en su vida. Por una parte, se funda la New Orleans & Heritage Foundation, que empieza a promocionar la música de la zona. Conectan con él y le animan a volver. Y, en paralelo, se produce la explosión del rock de finales de los 60 y primeros 70.
En un momento dado, surge en New Orleans un montón de músicos jóvenes que, todos a una, proclaman que el Profesor es su maestro, el precursor de toda una forma de entender la música y la vida, su guía musical viviente. Aupado a la fama por la admiración manifiesta de sus jóvenes colegas, se convierte en una celebridad en Nueva Orleans, un personaje público al que todos respetan. Y ya no para de dar conciertos y giras por todo USA, donde el público le reclamaba siempre sus números más vistosos: Tipitina, Jambalaya (dedicado a uno de los guisos típicos de Nueva Orleans) o el Rocking Pneumonia and the Boogie Woogie Flu, ya traído al blog. Incluso vuelve a grabar un par de discos muy buenos con sus temas más conocidos.
En un momento dado, surge en New Orleans un montón de músicos jóvenes que, todos a una, proclaman que el Profesor es su maestro, el precursor de toda una forma de entender la música y la vida, su guía musical viviente. Aupado a la fama por la admiración manifiesta de sus jóvenes colegas, se convierte en una celebridad en Nueva Orleans, un personaje público al que todos respetan. Y ya no para de dar conciertos y giras por todo USA, donde el público le reclamaba siempre sus números más vistosos: Tipitina, Jambalaya (dedicado a uno de los guisos típicos de Nueva Orleans) o el Rocking Pneumonia and the Boogie Woogie Flu, ya traído al blog. Incluso vuelve a grabar un par de discos muy buenos con sus temas más conocidos.
Además, muchos otros
artistas hicieron versiones de estos temas, lo que a nuestro querido Profesor
le suponía un dinerillo en royalties, que nunca viene mal. Pero el Tipitina
nadie lo cantaba como él, aunque Jon Cleary, con su banda de caballeros absolutamente monstruosos, interpreta esta canción de forma fabulosa, como ya hemos visto en el blog también. Creo que es momento de que escuchemos una de las
versiones en directo de esta gamberrada, tal como las perpetraba el Profesor. Es una grabación de un concierto suyo, conservado en los archivos de
la Historic Films, una fundación neoyorkina que guarda grabaciones desde 1890. Aquí estamos
en 1974, el Profesor tiene en este momento 56 años y toca rodeado de jóvenes
músicos con peinados afro y pantalones campana, como dictaba la moda de entonces.
Escuchen este portento.
Tres años más tarde, un grupo
entusiasta de músicos locales decide comprar el Club 501, un edificio
construido en 1912, que había sido sucesivamente, garito de juego clandestino, almacén de grano,
gimnasio y burdel en diferentes épocas. Es un local amplio, situado en el 501 de la Avenida de
Napoleón, esquina con Tchoupitoulas street, en pleno Uptown, al lado de uno de los meandros
del Mississippi junto a los que se asienta New Orleans y bastante cerca también del centro histórico de la ciudad. Quieren situar allí
un bar, restaurante, salón de baile y sala de conciertos, con el objetivo de
preservar y fomentar la música de Nueva Orleans en todas sus facetas. El lugar se bautizó
como Tipitina’s Club y muy pronto se convirtió en el mejor local de la ciudad
para escuchar música en directo. Vean una imagen de su fachada actual, después
de la última remodelación de la que les hablo más abajo, y un detalle del logo, que proviene de cuando, al principio, incluía un bar de zumos.
En poco tiempo, el Tipitina's era
ya el lugar de referencia de la noche en New Orleans. Por allí pasaban las
principales figuras del rock local, con presencia bastante habitual de
personajes como el Doctor John, los Neville Brothers, Huey Piano Smith o Alain Toussaint. Y, por supuesto, el Professor
Longhair, que era el jefe allí. Él podía entrar o salir cuando quisiera, no le
dejaban pagar, siempre lo invitaba alguien y, si le apetecía tocar una noche, rápidamente
aplazaban el concierto del artista que estuviera anunciado ese día, para
dejarle sitio a él, o le montaban una jam conjunta, sin que nadie rechistara. Vean aquí un viejo cartel de esa
época, año 1978. Entre el concierto de la pareja de moda del soul Sam & Dave y el de los
Neville Brothers, el Profesor, al que se refieren como el gran jefe, o el puto
amo, cuenta con dos fechas reservadas.
Pero el Professor Longhair no
pudo disfrutar mucho tiempo del lugar. El 30 de enero de 1980, nuestro héroe se
acostó tranquilamente y ya no despertó jamás. Acababa de cumplir 61 años. La
autopsia reveló un segundo infarto. Murió mientras dormía, pero su espíritu
impregna todavía cada esquina de Nueva Orleans. El Tipitina’s continuó siendo
uno de los centros de la vida nocturna de la ciudad con diferentes altibajos.
En los noventa, se acometieron unas obras de remodelación que lo acondicionaron
para conciertos más grandes, dándole al escenario una doble altura. Para ello
hubo que eliminar una serie de cuartos y oficinas de la primera planta, del tiempo de las putas, en
donde, por ejemplo, había comenzado a emitir la WWOZ, la emisora sin ánimo de lucro de la New Orleans & Heritage Foundation.
Entre los cambios, se puso un mural de fondo de escenario, homenaje permanente
al entrañable Professor Longhair. Y ese es el aspecto que ha tenido hasta ahora, el que ven en la
imagen.
Durante años, el Tipitina’s fue uno de los lugares más populares de Nueva
Orleans, donde era posible ver conciertos de músicos locales, como Jon Cleary,
Damon Fowler, Tab Benoit y otros de fuera, como Pearl Jam o Wilco. Pero el
tiempo va deteriorando los lugares, tal vez la gestión del local no era la
óptima y el negocio empezó a decaer. Nuevas salas de conciertos se abrían en la periferia, como el Maple Leaf Club, y se empezaban a llevar a los mejores
artistas. En diciembre de 2018, una banda local de funk-soul-jazz llamada
Galactic, al parecer de mucho éxito, compró el local. Los anteriores
propietarios se felicitaron de traspasar el negocio a alguien que estuviera interesado
en mantener su espíritu, y la New Orleans & Heritage Foundation bendijo la
transacción.
El lugar tuvo un nuevo
florecimiento, pero que sólo ha durado un año, ya se imaginan por culpa de
quién. El maldito coronavirus les ha obligado a cerrar. Robert Mercury, bajista del
grupo y que parece el más al tanto de los negocios, lo explica muy claro:
Nosotros tenemos dos formas de hacer beneficios, los conciertos y giras
del grupo y la explotación del local. Si los dos se nos cortan bruscamente, no
entra dinero líquido y no podemos continuar afrontando los
gastos que seguimos teniendo, la hipoteca, la luz, el agua. Y los sueldos de nuestros empleados,
que tienen que seguir comiendo, ellos y sus familias, aunque tengamos cerrado
el local. Jodido panorama el de este club,
como el de todos los clubes y grupos de música del mundo. Todo lo bueno de un
concierto de rock en vivo va contra los protocolos de salud que ha generado el virus.
La grandeza y la singularidad de estos eventos reside en estar hombro con hombro con
personas que comparten tus sentimientos y tus emociones, en bailar, en corear los
estribillos que te sabes, en gritar al unísono. Todo eso esparce gotitas y
aerosoles con un potencial tremendo de infectarse mutuamente músicos y público.
Zeke Emmanuel, un prestigioso profesor de bioética y gestión de la salud, dice lo siguiente: Respecto a los conciertos, conferencias, sesiones de teatro y grandes eventos deportivos, me hace gracia cuando sus organizadores dicen que reprograman tal o cual evento para octubre de 2020 (primero dijeron que para agosto); no sé cómo creen que esto es una posibilidad plausible, estas cosas serán las últimas en volver y no sería de extrañar que no regresen hasta bien entrado 2022. Lo que dice este señor es tremendo, pero aun puede que se quede corto. Les muestro una imagen de lo que rezaba durante los meses de encierro el cartel de la puerta del Tipitina’s, en el tablón donde se solían anunciar los músicos del día. Si quieres que la música en vivo vuelva, ponte la mascarilla, por favor.
Hace unos días pasé por delante
del Café Central, el mítico local de jazz de la plaza del Ángel. La puerta está
cerrada y en el pequeño zaguán exterior, entre la verja de fuera y la puerta de
acceso, se acumulan los cubos de basura cubiertos de polvo y porquerías que
tira la gente al pasar. A un lado, la pizarra clásica del club aún tiene el anuncio
escrito con tiza de los conciertos de marzo pasado. Se me puso el corazón en un
puño de verlo. Pero volvamos al Tipitina’s. Las crisis son
oportunidades, como saben, si se lucha y se aguza la imaginación. En USA no hay ERTEs, los
empleados que se han quedado sin trabajo han estado recibiendo un subsidio (la
PPP) del Estado, pero eso se acaba. Así que los cuatro miembros del grupo Galactic
se han embarcado en una nueva iniciativa para sacar algo de dinero con el que puedan comer todos.
Esta iniciativa se llama Tipitina
TV. Se trata de organizar conciertos semanales en el local y transmitirlos en streaming a todo el que quiera verlos.
Para ello, han empezado por acondicionarlo. El lugar tenía ya tres cámaras para
el sistema de videovigilancia interna. Ahora han añadido otras tres, una de ellas en un trípode, frente al escenario, que con gente no se podría instalar. Los espectadores se sentirán como
si estuvieran en la segunda o tercera fila. A continuación, se han asociado con
Nugs TV, una cadena de San Francisco con una larga experiencia en retransmisiones
por streaming. Los conciertos son los sábados y ya están cumpliendo la primera
tanda. Hoy es el penúltimo de los conciertos programados y ¿a que no saben quien toca esta
noche? Véanlo por ustedes mismos. Desde hace unas semanas, el cartel de la puerta del Tipitina´s ya no es el mismo de la imagen anterior.
¡Sí señor! Los del grupo Galactic, propietarios del negocio, abrieron el fuego el 15 de agosto. Continuaron la Rebirth Brass Band, Anders Osborne y Tank and
the Bangas, un grupo de funk salvaje que tocó hace una semana. Hoy ya han visto quién
toca. Y la semana que viene cerrarán The Radiators. Todos músicos locales. Y ya
están organizando la segunda tanda. Dice Robert Mercury que lo que están sacando
con esto les va llegando para no pasar hambre, pero que esperan mejorar la venta
de entradas para los siguientes, por que si no van de culo. Imaginarán que, en cuanto tuve noticia, me abalancé sobre el ordenador para sacarme una entrada para el concierto de esta noche. Son
baratas: 12 dólares, unos 10 euros. El mayor inconveniente es el horario: las 9
de la noche en Nueva Orleans, que más o menos tiene la hora de Nueva York. ¿Han
hecho el cálculo? Si. Efectivamente. En hora de Madrid, las tres de la madrugada.
Pero ya saben que el que algo quiere, algo le cuesta.
Yo que ustedes me animaría. Esta
mujer es un espectáculo y siempre merece la pena verla. Y de vez en cuando hay que hacer una locura. Lo de sacar la entrada
no fue tan fácil. Como suele hacerse, tuve que entrar en la página www.nugs.tv, inscribirme, dar mis
datos y mi número de tarjeta. Pero, cuando cliqué en la pestaña de pagar, se me abrió una ventana que decía que había sido imposible. Lo intenté varias veces sin
resultado. Entonces escribí a atención al cliente de Nugs TV. Resultó haber
una persona de carne y hueso al otro lado, en San Francisco. Era muy amable, se llamaba Rosie
y se dirigió a mí como Tiomilu. Intentamos varias estrategias sin éxito. Le
pregunté si podía pagarle de otra forma, no sé, una transferencia
internacional. Me respondió que no. Que la forma de pago de la cadena es con
Visa, o mediante PayPal, un sistema que nunca me ha gustado. Finalmente me dijo
que lo intentara con otras tarjetas o usando otro navegador; me recomendaba el
Firefox.
Sólo tengo otra tarjeta, la
Global Card que llevaba siempre en los viajes y me ha sacado de más de un apuro en
comercios o bares donde de pronto no me funcionaba la Visa. Pero, desde el viaje a
Madagascar, hace casi un año, no la había usado. Resultado: lleva varios meses
caducada. Las dos tiendas que tenía Global Card en Madrid, una en el aeropuerto
y otra en la calle Arenal, están cerradas por la pandemia. Me acerqué a Arenal
(a la vuelta es cuando pasé por delante del Café Central). Un cartel en la puerta indicaba un teléfono al que llamar. Me atendieron enseguida, pero me dijeron que
la nueva tarjeta me la mandarán a casa y tarda una semana o dos. Así que me
quedaba sólo intentar el Firefox. Me lo descargué en mi ordenador, probé y
nada: mismo resultado. Ya lo había intentado con el Chrome y con el Explorer.
Parecía que la cosa era
imposible, que me quedaría definitivamente sin ver a Samantha Fish en directo.
Pero saben que soy cabezota. Se me ocurrió que a lo mejor mi ordenador, que
está de virus hasta las cejas, podía tener algo que ver con el problema. Tengo también
el portátil del trabajo en el que ya había probado con los dos sistemas que trae
instalados, el Explorer y el Chrome (este último lo pedí yo expresamente, porque es el que suelo usar). Quedaba una posibilidad por probar. Abrí el ordenador del
trabajo, que está recién estrenado y limpito de virus. Intenté descargarme el
Firefox. Me puso algunas pegas, pero logré vencer sus reticencias. Entonces repetí todo el proceso de comprar la entrada y ¡Bingo! Así que ya tengo mi acceso para ver esta noche a Samantha Fish en vivo desde la primera fila del Tipitina's.
Lo del horario fuera de lo normal
no me preocupa. Casi no he dormido esta noche pasada con los nervios. Me acuerdo
de cuando, de estudiante, me enteraba de que se ponía a la venta una nueva novela de
Julio Cortázar. Me plantaba en la puerta de la librería esperando que abrieran a las
10 de la mañana, la compraba, me la llevaba a casa, me ponía a leer y no paraba
hasta que me la terminaba, a menudo al día siguiente. Ni comía, ni dormía, ni
nada. Así que ya les contaré. Mi amiga y lectora Elena me acusa de gordófobo,
pero es cierto que Samantha ha vuelto del confinamiento con unos kilos de más.
Y me preocupa, porque su hermana mayor, Amanda, está como un trullo, auténticamente
obesa. Y la imagen es importante para Samantha. Ya les completaré todos los datos de esta
mujer que me tiene fascinado.
Como saben, su carrera tiene dos
etapas muy distintas y a mí me sigue gustando más la primera, cuando tocaba
blues en trío y no iba a la peluquería: aparentemente se lavaba con un champú
del todo a cien y se peinaba con los mismos dedos, con ayuda del secador. Lo digo porque tengo amigas
con esa misma imagen y me han explicado cómo lo hacen. De esa fase es la
canción que les voy a dejar de cierre. Su amigo Devon Allman, un descendiente
de la tristemente malograda saga Allman Brothers, debutó con un disco en 2013.
Y Samantha quiso apoyarlo. Samantha siempre apoya a los colegas. Parece que fue
ella la que tuvo la idea de reproducir el maravilloso dúo de Tom Petty con
Stevie Nicks de diez años antes: Stop draggin my heart around.
Y grabaron un vídeo que es una
verdadera delicia. Aquí ven a Samantha con 24 años y su look de entonces, de malota motera. Ella dice que no le
importaría simultanear su trabajo con el de actriz si le ofrecieran algún papel. La verdad es que tanto en
el vídeo que les puse en el post anterior, como en este, se puede decir que se
come la pantalla. Y, como se le meta en la cabeza actuar, seguro que lo consigue. El vídeo tiene un tercer protagonista: la ciudad de New
Orleans, con sus tranvías clásicos. El tranvía de Nueva Orleans, inaugurado en 1834, está considerado como el tranvía más antiguo del mundo. Es una de las ciudades yanquis que, como San Francisco, resistieron a la presión de eliminar los tranvías,
promovida conjuntamente por las industrias del petróleo, el automóvil y los neumáticos (una estafa
histórica ya desvelada en el blog). Disfruten de este vídeo. Y duerman bien
esta noche si no quieren gastarse 10 euros y pegarse una pasada, como yo. Esto
es cosa de cada uno. No todo el mundo corre maratones, ni sigue currando hasta los 70. Ni mantiene un blog durante ocho años.
Querido amigo Emilio, he conocido al Professor Long Hair, como muchas otras cosas, por tí. Otras cosas, digo, como Hijos de la Medianoche de Salman Rushdie, el paciente del Dr. Sugrañes de las novelas de Eduardo Mendoza y muchas más. Cosas de hace alrededor de cuarenta años, que forman parte de mi vida. Muchas gracias.
ResponderEliminarNota:
Con tiempo podía ser interesante que hablásemos de Ronald Reagan, que nombraste de pasada hace un par o tres de entregas. Disiento de tu opinión y creo que estamos sufriendo las consecuencias de su mandato, que con el de Margaret Thatcher normalizaron el neoconservadurismo liberal que, desde mi punto de vista, tanto daño hace, metiendo el egoismo en la cabeza de generaciones de las que desaparece la idea de cooperación, de solidaridad y al final de justicia. También tiene en su debe el apoyo a los talibanes cuyas graves consecuencias todavía se sufren. El golpe de gracia a la Unión Soviética también tiene sus claroscuros y pude dar para un interesante intercambio de ideas.
Un abrazo.
Querido Paco, la transmisión de información entre nosotros ha sido siempre mutua hasta el día de hoy y tu lo sabes, sobre la base de nuestras comunes sensibilidades y aficiones.
EliminarDe Reagan no tengo demasiada información y sí algunas intuiciones. Lo que me molesta es que lo comparen con Trump. Reagan se tomaba la presidencia en serio. Era un poco limitado, pero nada soberbio y traía un poso anterior: había sido 12 años Gobernador de California, el estado más grande de los USA. Y antes presidente del sindicato de los actores de Hollywood (fue un actor secundario bastante mediocre).
Respecto a que jodió el mundo de la economía capitalista eliminando muchas de las regulaciones creadas por Roosevelt, pues está claro, pero creo que su culpa es más de dejar hacer por ignorancia. En cambio, Thatcher era más lista y más mala. Lo de los talibanes no lo conozco bien. Sí está demostrado que apoyó a Sadam Hussein en la guerra contra Irán mientras le vendía armas por detrás a Jomeini.
Un abrazo fuerte, amigo.
Yo tengo uno de esos dos discos que grabó el Professor en los 70. Se llama Rock'n Roll Gumbo y es buenísimo. Es una especie de recopilatorio de sus canciones más conocidas. Lo tengo en CD y todavía me lo pongo a veces en el coche.
ResponderEliminarYo también tengo el Rock'roll Gumbo y coincido con tu valoración.
EliminarMe encanta esa imagen del ordenador con cejas al que le va subiendo el nivel de virus hasta que le tapa los ojos...
ResponderEliminarLo que no me casa es eso de que haya mujeres que se peinen con los dedos. Yo no conozco a ninguna y eso que llevo muchos años compartiendo vestuarios en polideportivos. Otra cosa es esa manía que tenemos de mirarnos en los espejos y recolocarnos un poco la imagen. ¿No será otra de tus fabulaciones?
En fin, que me están entrando unas ganas locas de visitar Nueva Orleans, cuando se acabe toda esta pesadilla.
Para atrás. A mí me gustaría visitar un día Nueva Orleans, ahora mismo es la ciudad que más ganas tengo de conocer.
EliminarPor supuesto que hay mujeres que se peinan únicamente con los dedos y, si tienen a mano un secador, con su ayuda. A mí me han rechazado mi caballerosa oferta de un cepillo con la misma respuesta (gracias, es que yo me peino con los dedos), al menos dos mujeres (yo no considero tendencia una actitud hasta que se repite al menos una vez), en dos situaciones diferentes. La primera, después de ducharnos juntos (y no daré más detalles). La otra al final de una carrera, cuando yo recuperé mi bolsa de la taquilla correspondiente y saqué antes que nada mi cepillo para repeinarme un poco.
Y la expresión "hasta las cejas" también a mí me encanta; me parece muy expresiva.