En medio de esta situación inaudita de pelea política absurda, mientras el virus avanza sin que nadie le ponga freno, quizá lo más prudente sería que nos quedásemos todos en casa hasta que pasara la tormenta. Pero ya saben que yo no soy un modelo de prudencia extrema. Por eso iré estos cinco días a partir de hoy a la sede de Billar de Letras a seguir mi curso de iniciación a la novela. Pero no me tomen como ejemplo. Ustedes quédense en casa bien calentitos, con el cerrojo echado y a resguardo de contagios. Lo que no les recomiendo es escuchar los noticiarios de la radio ni de la TV, esto es bastante perjudicial para la salud, porque contribuye a extender el otro virus: el del miedo y la paranoia. Mucho menos leer El País, que ayer alcanzó el clímax de su orgía de tremendismo.
Según me levanté, conecté el ordenador mientras me preparaba el café y el gran titular a toda plana me saltó a los ojos: Un millón de muertos. No importa que aún faltaran 5.000 muertos para llegar a esa cifra, que probablemente se alcance el miércoles o jueves próximos, la cosa era sacar el titular el domingo, el día de más audiencia, para seguir dando miedo y adelantar la primicia, los Cebrián's boys a toda marcha. Por cierto, a media mañana el titular se cambió por Un millón de vidas menos, otra vez la intención de manipular y alguien que se da cuenta de que se han pasado y suaviza el mensaje. De manual. Así que yo les recomiendo que se olviden de las noticias y se dediquen a leer y escuchar música. Para ello les voy insistir en dos figuras de las que les he hablado en estos últimos posts, Bernardine Evaristo y Samantha Fish, a título de sugerencias para amenizar este encierro que amenaza con empezar de nuevo.
La novela Niña, mujer, otras, de Bernardine Evaristo, creo que es lo mejor que he leído en mucho tiempo. Como saben, esta señora se llevó en 2019 el Man Booker, el premio literario más prestigioso de las islas británicas. Su novela tiene cerca de 500 páginas y carece de puntos, pero el otro día en nuestro Club de Lectura varios de los tertulianos coincidimos en que su lectura nos había resultado más fácil que la de un libro de puntuación ortodoxa. Esta señora escribe párrafos cortos, separados por saltos de renglón, un poco como pensamientos que se van enlazando cada uno con el anterior y el resultado es sorprendente. Por lo demás, el libro cuenta las historias de 12 mujeres, que tienen relación entre ellas a veces intensa o en otras ocasiones más episódica, de modo que cada una opina de vez en cuando sobre las otras. Todo ello compone una historia en puzzle realmente magistral.
Para que vean cómo está escrito este libro, con qué sentido del humor, con qué vitalidad, con qué tolerancia y con qué cariño por los personajes, les voy a transcribir un fragmento. Debo confesarles que los gestores de la página Blogger.com han eliminado ya la vieja interfaz, por lo que he de ajustarme a la nueva, que tiene sus limitaciones, por las que les pido disculpas. El fragmento corresponde a la historia de Amma, una de las doce protagonistas. Es esta una mujer de origen africano, que se mueve por el Londres de la gran movida rockera, Carnaby street, etc. Integrada en un mundo de artistas y escritores bohemios que van dando tumbos, acaba compartiendo un enorme edificio okupado, con un montón de gente que vive allí, desarrollando actividades culturales y lúdicas diversas, un lugar que han dado en llamar Freedomia.
Cuando parece que los van a echar, aparece en escena el dueño del inmueble, que resulta ser un antiguo combatiente antifascista de la guerra española, que luego se forró y vive en Montecarlo para no pagar impuestos. El tipo se siente progre y magnánimo y hace saber por escrito a las autoridades que da su permiso para que la casa siga siendo un centro alternativo, a cambio de que los okupas se responsabilicen de su mantenimiento y asuman las reparaciones que necesite. A partir de ahí, hacen contratos de agua y luz, que hasta entonces obtenían de pinchazos en las redes, y empiezan a funcionar. Y surge la necesidad de organizarse de alguna manera, para lo cual convocan una asamblea general en el patio. Así relata Bernardine dicha asamblea.
los marxistas exigieron que se
instaurara un Comité Central de la República de los Trabajadores de Freedomia,
lo que era echarle un poco de cara, pensó en su momento Amma, puesto que la
mayoría de ellos había aprovechado su “fundamentada postura contra los perros
de presa del capitalismo” como excusa para no dar golpe
los hippies sugirieron que se formara
una comuna en la que lo compartieran todo, pero eran tan pánfilos y
tranquilones que en cuanto empezaban a hablar les interrumpían
los ecologistas quisieron prohibir los
aerosoles, las bolsas de plástico y los desodorantes, cosa que volvió en su
contra a todo el mundo, incluidos los punkies, que no se caracterizaban precisamente por oler a eucalipto
los vegetarianos exigieron una
política de carne cero, los veganos eran partidarios de extenderla a lácteos
cero, los macrobióticos sugirieron que todos comieran repollo al vapor para
desayunar
los rastafaris pidieron la
legalización del cannabis y que se les destinara una parcela del solar de
detrás en exclusiva para sus reuniones nyanbinghi
los hare krishnas quisieron que todos
se les unieran esa misma tarde para aporrear sus tambores por Oxford Street
los punkies querían permiso para
poner su música a todo volumen y fueron debidamente callados a voces
los gais querían que la constitución
del edificio contemplara una legislación antihomófoba, a lo que todo el mundo
respondió ¿qué constitución?
las feministas radicales querían
dependencias sólo para mujeres, con su cooperativa autogestionada
las feministas lesbianas radicales
querían sus propias dependencias lejos de las feministas radicales no lesbianas,
también con su cooperativa
autogestionada
las feministas radicales negras querían lo mismo pero sumando la condición de que a las suyas no se les permitiera el acceso a blancos de ningún sexo
los anarquistas se largaron porque cualquier forma de gobierno suponía una traición a todo en lo que creían
Fin de la cita. Un poco más abajo termina aclarando que, finalmente, se decidió crear un comité de gestión, con un sistema sencillo de rotación a la manera de las comunidades de propietarios. Este comité se reunió enseguida y emitió unas pocas normas que todo el mundo aceptó, cuyo objeto era prohibir terminantemente tres cosas: el menudeo de drogas, el acoso sexual y el voto al partido conservador. En fin, esto que les he transcrito es una sola de las 500 páginas de este libro extraordinario. Vamos, que me están entrando ganas de empezar a escribir así mis posts, sin puntos. He de decir que todos los personajes sin excepción (incluidos los varones) están tratados con un cariño exquisito; que a algunas de las protagonistas les suceden cosas terribles, pero que todas encuentran la forma de superarlo y, en definitiva, de redimirse y alcanzar una cierta estabilidad vital, a partir de su tenacidad y su mirada femenina. Por si con todo esto no les han entrado ganas de bajar a la librería y comprarse esta maravilla, les voy a poner un vídeo con una interesante entrevista con la escritora, presentada por su editor español y conducida por dos autoras también españolas.
Bernardine Evaristo y Samantha Fish son dos personajes de universos distintos, una es una intelectual que se mueve en el mundo de las letras y la otra es una artista que se desempeña en el ámbito de la música. Pero ambas comparten una mirada femenina y son un indicativo de cómo las mujeres van conquistando terrenos hasta ahora exclusivos de los hombres. Ambas se han abierto paso a codazos, con un suplemento de esfuerzo, de dedicación, de disciplina, hasta llegar al lugar que buscaban. Bernardine se lo lleva currando mucho tiempo, tiene 61 años, ha escrito con ésta ocho novelas y es la primera mujer negra que gana el Man Booker. Samantha tiene 31 y ha sacado ocho discos de estudio, más alguno en directo. Lleva más de diez años trabajando muy duro y su octavo disco Kill or be kind, publicado a finales de 2019, se presentó a los Blues Awards de este año y se llevó diez de los premios en juego, algo nunca sucedido anteriormente, por ningún artista del blues, hombre o mujer.
He leído algunas de las críticas de este disco, que gusta a la mayoría de los que lo escuchan. Uno de los críticos menos entusiastas describe a Samantha como una guitarrista prodigiosa, extraordinaria, una vocalista más que correcta y una compositora con muy buenos fundamentos y un largo recorrido de creación pendiente. Yo enfatizaría aún más, hace años que no escuchaba una guitarra como la suya, me parece muy buena cantante y puedo coincidir en que aún no ha compuesto todo lo que se puede esperar de ella. Pero, en realidad, lo que me maravilla de esta mujer no son sus discos sino su directo. Sobre un escenario es donde muestra su personalidad, su presencia única y toda su energía. Lo mismo me pasaba con Sheryl Crow. Los discos son correctos, hasta brillantes, pero lo bueno de Samantha es verla en directo.
Igual que he hecho con Bernardine, voy a ponerles una de sus letras con mi traducción, aunque con la nueva interfaz ya no puedo hacer dos columnas como antes y tendré que poner la traducción debajo. Las letras de Samantha no son un prodigio, pero su discurso es también el de las mujeres. Suelen tener un punto sombrío, en contraste con su talante siempre alegre, son poéticas y sencillas y, desde luego, está muy bien que esta mujer toque en lugares como Kansas City y les diga cosas como estas a los garrulos de la zona, que se acercan al lugar a ver si le ven el culo. Vean por ejemplo, una escogida al azar. Se llama Dirty, que vamos a traducir por sucio, aunque también podría ser cochino o guarro.
Dirty
Alone in a hotel room, your footsteps fade away
My love and misery couldn’t make you stay
A light shining thru my window illuminates you’re gone
Shadows I been running from hurt more than I let on
How can you sleep at night, by her
side, when I’m on your mind?
How can you wash away the mess you
made of me?
Your love is dirty
Taint my heart you made me feel
unworthy
Pollute my mind with lies, baby it
hurts me
Obscene the way your love it has no mercy
Your love is dirty
I was clean as a whistle babe, ‘til
you came inside
Throwing dirt on my name like a cruel
pesticide
Well I stayed and I prayed and I laid There so holy in your arms
But you took the fruit that I bear and left me in the dark
How can you walk away, unashamed, your love careless ways?
How can you take the best and leave the rest of me?
Your love is dirty
Taint my heart you made me feel
unworthy
Pollute my mind with lies, baby it
hurts me
Obscene the way your love it has no mercy
Your love is dirty
Aquí mi traducción
Sucio
Sola en un cuarto de hotel, mientras
tus pasos se desvanecen
Mi amor y mi pena no pudieron hacer
que te quedaras
Un destello de luz en mi ventana me confirma que te has ido
Las sombras de las que he estado huyendo hacen más daño del que muestro
¿Cómo puedes dormir por la noche a su lado, cuando soy yo la que está en tu mente?
¿Cómo puedes arreglar el desastre que me has causado?
Tu amor es sucio
Mancha mi corazón y me hace sentir
indigna
Contamina mi mente con mentiras, tío,
me duele
Es obscena la forma en que tu amor no tiene piedad de mí
Tu amor es sucio
Yo estaba limpia como un silbato
nuevo, tío, hasta que entraste
Ensuciando mi nombre como un
pesticida cruel
Bueno, me quedé y recé y me acurruqué tranquila en tus brazos
Pero tú tomaste el fruto que te daba y me dejaste en la oscuridad
¿Cómo puedes irte sin vergüenza por tu camino descuidado?
¿Cómo puedes tomar lo mejor y dejar el resto de mí
Tu amor es sucio
Mancha mi corazón y me hace sentir
indigna
Contamina mi mente con mentiras, tío,
me duele
Es obscena la forma en que tu amor no tiene piedad de mí
Tu amor es sucio
Bueno, no es Dylan o Springsteen, pero a mí me parece que es una letra que está muy bien (y así son todas las suyas). Pero, como les digo, el valor de esta mujer está en su presencia en el escenario. En 1980 yo viajé a Barcelona a ver a Bruce Springsteen (un completo desconocido entonces en España). Bruce era el rock, en aquel momento. Ahora, el rock es Samantha y yo viajaría a verla a cualquier lugar si no fuera por el maldito virus. Les dejo de propina un vídeo de esta mujer, si bien no corresponde a la letra que les he puesto. Con toda su banda, metales incluidos, Samantha termina de esta forma una actuación en un festival de blues de 2017. El vídeo está bien pensado, dado que Samantha enlaza casi siempre una canción con la siguiente (como hacía Springsteen). Así que empezamos por ver el final de la penúltima canción del día. Y ya sigue hasta la conclusión del show, probablemente después de más de hora y media dejándoselo todo en el escenario.
Y aquí está todo Samantha, una mujer que interpreta su música con todo el cuerpo, que consigue un sonido de guitarra único, que lleva con la lengua fuera a toda la banda. Una mujer mandando en un mundo de hombres y frente a un público redneck también mayoritariamente masculino. Aquí vemos todos sus tics: la presentación de sus músicos, la atención obsesiva por los botoncitos del sonido, el gusto por quitarse los incómodos zapatos de tacón, por salir a los medios y subirse en cualquier lugar, el final apoteósico con salto de la cabra incluido, el gusto por lanzar su púa al público a ver quién se la queda y, en general, sus formas de provocar el entusiasmo de la audiencia. Disfrútenlo. El virus no va a poder con la literatura ni con el rock. Sólo hay que tener paciencia. Y suerte. Si mis recomendaciones literarias y musicales les ayudan a ir pasando esta jodida situación, habré logrado mi objetivo. Y ojo, que mañana es el primer debate de las elecciones USA. A ver si el anciano Biden da la talla. Crucemos los dedos.