lunes, 30 de septiembre de 2019

874. Message in a bottle

Esto es lo que escribí ayer en Bekopaka (Madagascar). Luego intenté subirlo al blog, pero no pude por las ruinosas condiciones del WiFi en la zona. Lo subo hoy desde Morondava, algo más al sur, en donde tenemos un hotel mejor con una WiFi más presentable.

Estoy finalizando mi octava jornada de estancia en Madagascar, un lugar remoto, a kilómetros de la civilización, en donde el WiFi va como el culo, así que no puedo cumplir con ustedes con la regularidad y formalidad de costumbre. Para que se hagan su composición de lugar, estoy en el Orquidée Hotel de Bekopaka, un lugar cerca de la costa occidental de esta isla, que creo que es la tercera más grande del mundo, detrás de Groenlandia y alguna isla del Canadá, puesto que Australia ya se considera continente. En el pueblo no hay ni luz ni agua, algunas tiendas tienen generadores propios, lo que les permite una iluminación minúscula después de las seis de la tarde que les da para continuar sus negocios míseros hasta que los últimos recalcitrantes y juerguistas locales se van a dormir. Por supuesto, conceptos como asfaltado, aceras o alumbrado público son simples sueños en esta zona.

El hotel es un conjunto de bungalows a las afueras del pueblo, bien diseñado y construido, seguramente por algún europeo, pero bastante mal mantenido. El agua sale por los grifos con un olor fétido y un color en consonancia. Imagino quer se trata de agua traída directamente del cercano río, sin clorar ni tratar de ninguna manera. Pero en la ducha sale caliente y con potencia. Lo que permite ducharse con jabón y champú abundantes. La luz es de generador propio y la cortan a las 12 de la noche hasta las cinco de la madrugada. Las camas tienen mosquiteros antiguos, sujetos sobre un entramado de palos mínimamente sujetados, que de vez en cuando se derrean como los naipes de un castillo y se te caen encima. Dada la pobreza del entorno, el hotel cuenta con un buen restaurante en donde te ofrecen pizzas y un menú con un primero único y dos segundos a elegir, carne y pescado. Hay que avisar por la tarde de que vas a cenar, para que te reserven, porque en caso contrario te puedes quedar sin cena un domingo como hoy en el que vienen por aquí todos los guiris del entorno.

Las clásicas cervezas de dos tercios de litro (típicas de los países del sudeste asiático, no de África, por lo que yo sé) son de la marca local Three Horses, tres caballos, que está buenísima y de la que suelen caer al menos dos, comida y cena. Los africanos son buenos cocineros, hacen platos muy simples, pero elaborados, a base de arroz o pasta, con parte más sustancial de zebú, cerdo o pescado. Especian y aderezan bien la comida, a cuya elaboración dedican mucho tiempo, desde comprar los ingredientes, lavarlos, cortarlos y cocinarlos a fuego lento. El idioma de los malgaches es el malakatsi, que es con el francés la lengua oficial de la República Malgache. Pero la gente más cultivada o que se dedica al incipiente sector del turismo, sabe también inglés. El país cuenta con 18 etnias diferenciadas y reconocidas, entre ellas los merna, de la zona de la capital Antananarivo, y los sakalava, los más específicamente africanos.

Porque la isla recibió a sus primeros humanos (Sapiens) desde  tierras de Malasia e Indonesia. Muchos siglos después, algunas tribus africanas de etnia bantú, que son pequeñitos, lograron cruzar el llamado Canal de Mozambique y se asentaron en la parte occidental de la isla, mezclándose con los malayos y generando las demás etnias híbridas. Alain, nuestro guía para todo el viaje, que nos esperaba fuera del aeropuerto de Antananarivo con un cartel con el apellido que le habíamos dado en la reserva, es un merna auténtico, con ojos achinados, pelo liso, piel de color marrón claro, barba rala de oriental y tranquilidad máxima. Es universitario, cursó estudios de letras en la universidad de la capital y allí aprendió el español súper correcto que maneja. El idioma malakatsi gusta de las repeticiones de palabras, que enfatizan su significado. La moneda local, por ejemplo, es el ari ari. Un euro vale exactamente 4.020 ari aris. Pero la frase más pronunciada por esta gente, la primera que aprende el extranjero, es mora mora, que ellos pronuncian murra murra. Mora, dicho una vez puede significar fácil, sencillo, barato, suave, tranquilo. Repetido se convierte en una admonición que significa algo así como tranqui, colega, o take it easy. Es lo que le dicen al foráneo cuando les pretende meter prisa, con la típica ansiedad occidental, reloj en mano.

Aquí no hay prisa, ni programa ni, desde luego, puntualidad. La respuesta a esos requerimientos es murra murra.  Madagascar es el octavo país más pobre del mundo, la gente no pasa hambre porque hay árboles del mango y la papaya por todas partes y se cultiva arroz en cualquier rinconcito, a pesar de lo cual han de importar arroz de fuera, porque la gente come arroz blanco sin sazonar, como condimento de sus comidas tres veces al día. Esta es una de las influencias claras de Asia, junto con los bici-taxis para dos personas, que apenas se ven en África según me dicen, y la laboriosidad: los de origen malayo están todo el día ocupados en sus múltiples negocios, mientras los africanos gustan de bailar, beber, escuchar música y tocarse las pelotas a dos manos.

Los primeros días estuvimos por la zona centro oriental, en torno a Andaribé. Es una zona muy asiática, extremadamente pobre, muy verde y lluviosa. La gente de los pueblos va descalza en su mayoría, pisando por los charcos. Allí visitamos varios parques nacionales con mucha fauna autóctona. De allí bajamos a Antsaribé, la tercera ciudad del país, para dormir una noche en un hotel decente. Desde allí, en un mini-bus, cortamos hacia Miandrivazo, en donde nos desplazamos directamente hasta un puerto fluvial del Tsiribihina, para montarnos en una antigua barca de carga, de los tiempos de La Reina de África, en el que iniciamos el descenso del río que ha durado tres días, sin WiFi, ni duchas. Una inmersión en el África profunda, como un viaje inverso del Corazón de las Tinieblas de Conrad. Ayer llegamos a Belo sur Tsiribihina, de donde subimos un poco hacia el norte hasta Bekopaka, en donde hoy hemos visitado el llamado Tsingi grande, una formación kárstica declarada Patrimonio de la Humanidad.

Voy tomando nota de todo y ya les contaré mis impresiones más destacadas cuando tenga margen. De momento quédense con estos grandes trazos: país muy pobre, gente descalza, niños a miles por todas partes, escolarización no obligatoria y, por tanto, minoritaria, economía en picado. Y un territorio deforestado en un 80%. Demasiados frentes. ¿Por dónde empezar? El actual presidente del país es un disc-jokey, propietario de una empresa grande de saraos, bodas y bautizos. Prometió el paraíso y repartió camisetas naranja con su foto, que ahora llevan muchos malgaches. En cuanto tocó poder, se olvidó de sus promesas, me dicen. En la capital hay una Alcaldesa, que intentará renovar su mandato en las elecciones locales de diciembre. Ahora mismo, el país está reseco, al final de la estación seca. En octubre empezará la lluvia fina y en diciembre los diluvios.  

El turismo podría salvarles, pero la infraestructura es desastrosa. No hay ni carreteras. Desde Bekopaka hasta el Tsingi grande hay hora y cuarto de pista de arena endiablada y agotadora, que ha de hacerse en convoy, en una caravana de unos diez o doce todoterrenos escoltados por un vehículo militar, con soldados armados con fusiles y con chalecos antibalas. Es una medida de seguridad frente a cuadrillas de bandidos sakalava que parecen tener la mala costumbre de asaltar y secuestrar a los turistas. Mañana saldremos hacia el sur, en busca de algunas playas paradisiacas. Les iré contando. De momento, desde el corazón del África profunda, esta es una llamada de socorro. Un mensaje en una botella. SOCORRO. Hagan algo. He escrito esto en un rato en mi habitación del hotel, donde no tengo WiFi. En el restaurante y la recepción hay a veces unos segundos de conexión. A ver si puedo colgar este texto y la canción correspondiente de The Police. Disfruten de la comodidad del mundo occidental. 




jueves, 19 de septiembre de 2019

873. Siete años de blog

Comienzo respondiendo a un comentario del Coronel Groucho, que se preguntaba quién era el guitarrista que acompaña a Sheryl Crow en el tema que les puse recientemente en el blog, extraído de su nuevo disco recién recibido en mi casa. Se llama Jason Isbell y se mueve por el mundillo de Nashville donde vive Sheryl, que rápidamente le echó el ojo y le ofreció colaborar en un tema de su disco. Realmente es un guitarrista muy bueno. Hace unos días, Sheryl, como parte de la promoción de su disco, acudió al inigualable show de Jimmy Fallon, y eligió para interpretar una de las canciones de su disco. ¿Saben cuál? Pues la misma que yo seleccioné para el blog: el tema de Dylan Everything is broken, en esa versión acelerada que grabó con Isbell. Sheryl brilla como siempre en el riguroso directo y en el vídeo pueden comprobar cómo se maneja con la armónica. Les pido que la escuchen en honor al séptimo aniversario del blog.


Pues sí. Aquí donde me tienen, resulta que hoy hace siete años que se publicó la primera entrada de este blog, un 19 de septiembre como hoy, pero del año del Señor de 2012. Estaba yo entonces en un momento profesional y personal bajo y tenía claro que debía defenderme de las adversidades del destino con un arma potente, y ese arma fue el blog. Como ya he contado mil veces, a comienzos de ese año me habían cesado de mi puesto en el Ayuntamiento y no fui capaz de encontrar un puesto similar, por lo que pasé a una situación que podemos llamar de cesante presunto, sin muchas cosas de las que ocuparme en el trabajo. Al mismo tiempo, por el fenómeno que hemos llamado en este blog el momento de inercia (de acuerdo con las delirantes explicaciones científicas de un sargento a sus reclutas aspirantes a chusqueros), resulta que seguí acudiendo a misiones y congresos en el extranjero, empezando por uno en Querétaro en marzo, y siguiendo por el de Nueva York en julio.

De esa especie de doble personalidad, de división freudiana esquizoide entre la irrelevancia laboral más absoluta y la continuación por cuenta y riesgo propios de mis tareas de difusión de la marca Madrid por el mundo adelante, surgió esta tribuna. También he revelado que dediqué buena parte del año 2012 a preparar el invento, porque no quería abrirlo hasta estar bien seguro de poder mantenerlo indefinidamente (ya saben que soy fondista). Por fin, en septiembre me vi preparado y arranqué. Y hasta hoy. Honradamente he de confesarles que nunca imaginé que me sucedieran tantas cosas como para poder sostener este foro siete años (y lo que te rondaré, morena). Cómo iba yo a saber que me rompería un brazo entrando en el Metro, que viajaría luego a lugares como Japón, San Petersburgo, Birmania, Chile o Madagascar, a donde me voy en tres días. Que participaría en workshops en Portland y Chicago, que visitaría San Francisco y Los Ángeles. Que daría clases en una universidad de París y participaría en congresos en Marsella y Leipzig y Oslo y Lyon.

Pero también he tenido la virtud de convertir en literatura mis pequeñas miserias, como la del montador del aire acondicionado de mi casa, que me estafó y me chuleó a conciencia, o la del texto que me censuraron los del frente burocrático municipal. Y toda clase de minucias que me sirven para quitarme importancia y darle autenticidad al relato. Si yo acabo de poner una lavadora y colgar la ropa en el tendedero, a lo mejor lo cuento en el blog, lo incorporo al relato y eso le da a mis textos un punto de verosimilitud, además de poner mi sello personal, porque creo que nadie cuenta este tipo de cosas del día a día. Sin ánimo de compararme con alguien tan descomunal, ya saben que Unamuno dijo que la literatura consiste en extraer lo universal de lo cotidiano. Algo así es lo que yo intento hacer, también en la línea del proyecto de Dieguito García, personaje de Luces de Bohemia, que le confiesa a Max Estrella: Hace tiempo acaricio la idea de una hoja volandera, un periódico ligero, festivo, espuma de champán, fuego de virutas. No podría haber mejor definición de mi blog.

Me llega este séptimo aniversario prácticamente en capilla de mi aventura africana. Nuestro vuelo sale el domingo a las 6 de la mañana, con una escala en París, pero nos han conminado a estar en el aeropuerto a las 4, porque todas las formalidades aduaneras inherentes al hecho de salir de la Unión Europea hemos de hacerlas aquí. En París supongo que pasaremos por un pasillo entre una terminal y otra, sin tener que atravesar más controles. Y el equipaje facturado ya va desde Madrid a destino. Mis compañeros han de venir de Ciudad Real, para lo que han quedado a la una de la madrugada para venir en dos coches, que dejarán en un hotel del pueblo de Barajas, que ofrece transporte al aeropuerto con un minibús.

Pero mi propia vorágine laboral me va a impedir ponerme a hacer la maleta hasta el sábado. A partir del mediodía de hoy tenemos la parte española del concurso EUROPAN. Mi jefa, mi compañera M. y yo comeremos juntos y luego nos iremos al COAM, en donde tenemos sesión de toda la tarde, rematada con cena de trabajo. Mañana por la mañana viene a Madrid la directora mundial de Reinventing Cities, mi amiga Hélène Chartier, que dirige el invento desde Nueva York. Le hemos gestionado una reunión con nuestro Concejal y con Kordineitor, más que nada para que comprueben que esta historia fantástica que les hemos contado es real y tiene detrás personas reales. Vendrá también a la reunión Julia López Ventura, coordinadora de C40 para la Región Europea y también buena amiga mía. Seguramente nos iremos a comer con ellas. Y por la tarde volveremos al COAM para rematar la faena del EUROPAN. También estaba previsto seguir el sábado, en caso de que no hayamos terminado el trabajo de selección, pero yo ya he avisado que el sábado lo necesito para preparar mi viaje de Madagascar.

En cuanto al contexto, pues ustedes y yo sabíamos que nos íbamos de cabeza a otras elecciones. Sánchez tuvo el sueño de hacer un gobierno a la portuguesa, con apoyos de Podemos y de los nacionalistas, pero ha comprobado que con Podemos no se puede hacer nada y que el único objetivo de los nacionalistas era dar por culo, como se ha reiterado en este blog. Ante eso, ha estado mareando la perdiz y preparando el terreno electoral de manera bastante impresentable, lo que tal vez le pase factura. Tanto él como Casado están cultivando ahora el espacio del centro, huérfano de Ciudadanos que, con el tono áspero de Rivera hablando de la banda, el sanchismo y otras majaderías, se ha quedado en fuera de juego. Igual que Iglesias con su tacticismo copiado de la épica de Juego de Tronos. La cosa está ahora en saber si volvemos al bipartidismo (quién lo pillara), y hasta qué grado. Y a quién de los dos grandes le hará más daño la previsible abstención. Porque la gente de a pié estamos hasta los huevos. Este hartazgo lo expresa muy bien Marta Flich en el monólogo que pueden ver aquí.


En resumen, que everything is broken, como dice Dylan, que podemos traducir como todo está roto o más bien todo está jodido. Todo está jodido en lo colectivo y nos va a pillar con un gobierno en funciones, sin capacidad de maniobra para los retos que vienen: el Brexit (con el conductor suicida Johnson pilotando a contramarcha un vehículo sin frenos), la sentencia del prusés y la crisis económica que ya llega de nuevo según todos los indicadores a pesar de las mentiras que les conté yo a los asistentes al congreso de París. Por cierto, tal vez ustedes, con su proverbial ingenuidad, se pregunten: –¿Y esto del prusés, con lo lenta que es normalmente la Justicia, no se podría alargar convenientemente hasta que haya un gobierno serio que gestione el terremoto? Pues no, señor. La sentencia tiene que ser en octubre. ¿Saben por qué? Pues porque a los Jordis, que fueron los primeros en detener, los metieron al trullo el 15 de octubre de 2017. Y hay una norma en el Código Civil que dice que un españolito no puede estar en prisión preventiva más de dos años. Hagan ustedes la cuenta y entenderán el por qué de las prisas con la sentencia.

También tiene cojones que estos señores lleven ya dos años en la cárcel. Pero ya les voy a dejar. Les advierto que en la isla de Madagascar, las condiciones de Internet, etc. son muy diferentes de las nuestras, igual que mi disponibilidad de tiempo libre para escribir. Así que ya pueden irse olvidando de este ritmo de un post cada tres días que he mantenido desde el 30 de julio con puntualidad coreana. No sé lo que haré, pero tal vez repita el modelo del viaje a Chile: ir tomando notas en un cuaderno y luego agruparlas en diferentes posts temáticos. Gracias por desearme buen viaje y pórtense bien en estas semanas venideras: se quedan al cargo del chiringuito. Abrazos y besos.

P.D. Después de haber publicado esto, he caído en la cuenta de que mañana es la huelga mundial por el cambio climático, convocada por Greta Thunberg y sus jóvenes compañeros, y me van a permitir que les añada este vídeo. Mis disculpas a los tres rapidillos que (según el contador de la página) ya han leído este post.


lunes, 16 de septiembre de 2019

872. De París a mi barrio

El viernes, como les dije estuve comiendo con mi amigo Alain, en el Café de l’Industrie, un lugar que ya conocía, por la zona de Bastille. Hablamos de un montón de cosas y me enteré de algo que no sabía, o al menos, no con esos detalles. Parece que el pueblo de París ha sido siempre muy follonero, es famosa la Revolución de 1789, pero ha habido otras varias igual de sangrientas, como la que sofocó la famosa Comuna de París. Por eso, cuando se aprobó la organización del Estado francés, en 1871, se determinó que todas las ciudades y pueblos tendrían un alcalde elegido por el pueblo. ¿Todas? No. Todas menos París. Como los parisienses estaban todo el tiempo dando la bronca, se decidió que no tuvieran alcalde, sino un prefecto nombrado directamente por el gobierno del Estado. En realidad no era uno, sino dos, los prefectos, uno encargado de vigilar específicamente el orden público y otro para el resto de las funciones urbanas.

Y esa situación se mantuvo, nada menos que hasta 1976. Ese año los parisienses consiguieron una aspiración por la que llevaban décadas clamando: elegir a su alcalde y ser por fin autónomos. En 1976 pudieron celebrar elecciones locales y ¿saben a quién eligieron? Pues a Jacques Chirac, un político de derechas puro. Contradicciones urbanas: después de tanto luchar por tener elecciones parecería que elegirían a un alcalde de izquierdas. Pues no. Y resulta que París sólo ha tenido cuatro alcaldes: Chirac, Tiberi, Delanoe y la señora Hidalgo. Los períodos legislativos en las ciudades francesas son de seis años (y los de París se quejan, como nosotros, de que es poco, que en seis años no se puede hacer nada).

Jacques Chirac estuvo tres mandatos, era muy popular y hubiera ganado todas las veces que quisiera, pero en el 95 decidió optar al puesto de presidente de la República y dejó la alcaldía a su segundo Tiberi. Este ganó una vez y luego perdió con Delanoe, socialista, ecologista, ciclista y declarado homosexual, a pesar de tener esposa que ejercía de primera dama. Cada uno puede ser lo que quiera, pero este señor no se declaraba bisexual, sino homosexual. El papelón de la doña era, pues, peculiar. Pero también fue un alcalde muy querido, que fue reelegido, por lo que estuvo 12 años en el cargo. Se retiró porque quiso y le dejó el bastón de mando a su teniente de alcalde la señora Hidalgo. Las próximas elecciones locales son en marzo de 2020 y la alcaldesa se presenta a la reelección, pero la cosa está reñida porque tiene un enemigo importante del partido de Macron.

De todas estas cosas hablé con el bueno de Alain, que cuenta conmigo para dar una nueva clase a finales de enero en su máster de la Universidad Paris 8. Comimos bien, un escueto menú del día, acompañado con cerveza y vino tinto en buena cantidad. Al final le dije que si se quería dar un paseo, pero me contestó que tenía una cita de trabajo a primera hora de la tarde. De lo cual deduje que tal vez se fuera a echar una siesta: él me había propuesto el lugar, no muy lejos de su casa y con lo que habíamos bebido no sé si estaba para muchas citas. Yo estaba en cambio bastante lejos de la casa de Kike, así que me fui a la plaza de los Vosgos y me senté un rato al sol, a que se me pasara la modorra alcohólica. Por cierto, no me vi envuelto en ningún episodio de tear gas and riot police. El Metro estaba cerrado a cal y canto (salvo dos líneas que funcionan sin conductor). Ni servicios mínimos ni nada. Pero yo no vi ninguna revuelta. Caos circulatorio sí: atascos de kilómetros, todos los cruces bloqueados y orquesta de bocinas todo el día. Sin transporte público, la ciudad volvió a un modelo de movilidad entre Álvarez del Manzano y Almeida.

Esa noche me reuní con mi hijo, que salía de trabajar y salimos a buscar una cebichería peruana, en donde cenamos suave para dormir bien. El sábado estábamos libres los dos, así que nos dimos una vuelta por el barrio de Belle Ville, que mola todo, y luego me llevó a un italiano en donde nos comimos una pizza estupenda. Por la tarde, aprovechando la reapertura del Metro, nos acercamos a la zona de las Galerías Lafayette, para que Kike se comprara unos zapatos que necesitaba. Luego estuvimos deambulando por el Marais, el entorno del Pompidou y subimos hasta Pigalle, donde nos sentamos a tomarnos un Perrier en una terraza. Por la noche caímos a un japonés a comernos un ramen de puta madre. Y esto fue lo que dieron de sí mis vacaciones parisinas.

El domingo me levanté y bajé a comprar unos croissants para desayunar. En la cola de la panadería me preparé para decirlo perfecto: s’il vous plais, deux croissants pour emporter. Llegado el momento, lo dije y la chica me respondió: ¿Deux croissants et quoi plus? Un golpe bajo a mi autoestima francófona. Kike me explicó luego que esa es una expresión muy formal y académica, que la gente dice sólo deux croissants: si estás en la cola y no pides café, ya se sobreentiende que son para llevar. Desayunamos, hice mi maleta, me despedí de Kike y caminé hasta la Gare du Nord a coger el RER al aeropuerto. El vuelo se retrasó más de una hora a causa de las tormentas que había en Madrid: los controladores de aquí no autorizaban el despegue. Llegué sin novedad para encontrarme una ciudad en pleno dimanche noir, a causa de la ultima etapa de la Vuelta Ciclista a España, que hace que se corte toda la Castellana (además, el tren también está cortado por obras). Me costó un montón llegar hasta mi casa.

Por la noche, me puse en la tele el partido del Dépor, pero en el descanso me fui a dormir. El resultado era incierto, pero el equipo juega tan mal que pensé que no tenía por qué tragarme semejante peñazo. Y hoy he vuelto al trabajo. Reuniones, puesta al día de temas, etc. Después de comer me he vuelto a casa a descansar un rato. Y por la tarde he tenido que hacer una serie de gestiones. Primero, tomarme la segunda dosis de la vacuna contra el cólera. A continuación, mandar la transferencia del pago final de mis toldos. Después he ido a la tintorería. Mi otro hijo Lucas había estado por aquí para una boda y me había dejado el traje para que se lo llevara a limpiar. He aprovechado para llevar uno de los míos, que ya casi no uso. Y me he encontrado que en la tintorería del barrio había una chica nueva. Le he preguntado por los anteriores tintoreros, una pareja de gallegos que llevaban toda la vida en el negocio, y me he enterado de que se jubilaron el 1 de enero y le traspasaron el negocio. Ya ven cuánto uso yo la tintorería.

De allí he subido al mercado a encargarle a mi amigo Luis el charcutero que me preparase diez paquetes de jamón y salchichón envasados al vacío, para Madagascar. Después he subido al Corte Inglés de Preciados a comprarme alguna ropa para África. Se recomiendan pantalones largos y camisetas de manga larga, frescos y de colores claros, pero no blancos. Con los oscuros te asas y los blancos atraen a todos los mosquitos. Camisetas tengo muchas de las carreras, pero me he comprado una camisa y un pantalón de North Face, además de varios pares de calcetines frescos de trekking, todo ello lavable a mano y de secado rápido. De vuelta, he pasado por la librería de montaña Desnivel, en donde me he agenciado una guía de Madagascar. He recogido mis paquetes del charcutero, he comprado un pack de cervezas Estrella Galicia y he rematado mi recorrido por el barrio en la floristería de mis amigos y vecinos, en donde les he trasladado mis opiniones sobre la primera propuesta que me han hecho. Y me he subido a escribir.

Como no tengo ninguna imagen para ilustrar este texto (no me he hecho ninguna foto en París, tal vez como reacción a la tontuna de la gente que todo el rato está haciéndose fotos sonrientes con la uve de la victoria, para subirlas enseguida al Facebook), pues les voy a dejar un breve regalito musical. La Creedence Clearwater Revival fue un grupo clave que sólo duró cuatro años a comienzos de los 70. Enseguida acabaron a bofetadas y su líder John Fogerty no retomó su carrera en solitario hasta que resolvió los juicios en los que se metió por los derechos del grupo. En 2009, vino por primera vez a tocar a España. Fue en la Casa de Campo, un concierto memorable al que asistimos mi hijo Kike y yo. Los del grupo que le acompañaba tocaron solos un tema instrumental, a modo de introducción. Entonces salió Fogerty y, casi sin saludar, atacó directamente los sones de esta canción que les voy a dejar de propina. Una píldora de buen rock. Que la disfruten.



viernes, 13 de septiembre de 2019

871. Le vendredi noir

Sí, señor, les escribo desde París, más en concreto desde la habitación que gentilmente me ha cedido en su casa mi hijo Kike, y estoy a las puertas de iniciar la jornada que toda la prensa local ha calificado como Le vendredi noir, el día de la huelga salvaje de todo el transporte público parisino, contra el gobierno del señor Macron y especialmente contra su ministra de trabajo, la señora Muriel Pénicaud, que ha cometido el crimen horrendo de proponer una ley que establece la jubilación de todos los franceses a los 65 años, siendo así que en estos momentos los trabajadores del Metro y el RER la tienen establecida por convenio a los 62. En Francia, estas cosas se hacen en serio, es decir, a hostias, pues. Desde la Revolución Francesa, la Comuna y los demás hechos históricos, los franchutes lo han hecho siempre igual.

Quiere eso decir que, en solidaridad con los del Metro, pararán también el RER, los ferrocarriles de media y larga distancia y, por supuesto, los autobuses. Será día de grandes atascos, bocinazos y gente yendo a su trabajo a pie, en bici o como puedan, porque las empresas han dicho que los que no vayan al trabajo perderán el sueldo del día al ser considerados huelguistas. La empresa del Metro ha fijado unos servicios mínimos que los huelguistas han proclamado que desobedecerán, habrá piquetes y se volverá a los días gloriosos de las grandes huelgas de los 60 y 70. Porque lo de los chalecos amarillos era violento pero localizado en una zona de la ciudad, y esto es general. Tal vez hoy veamos lo que se decía en un verso de la canción de Rancid Telegraph Avenue, que les subí al blog el otro día: Tear gas and riot pólice, fíjense ustedes qué pocas sílabas necesita el idioma inglés para decir Gases lacrimógenos y policía antidisturbios. Vean un par de imágenes de lo que se ve desde mi ventana en estos momentos de espera del gran follón.   






Por lo demás, el martes, después de terminar mi último post, caminé hasta el barrio de Malasaña para participar en la inauguración de curso de este año en Billar de Letras, una sesión memorable, en torno a la novela La Azotea. Es esta una obra que la escritora uruguaya Fernanda Trías escribió con 22 años y del tirón, sin correcciones posteriores. Narra el proceso de deterioro mental, económico y de condiciones generales de vida al que se ve sometida una mujer con su padre enfermo y una niña que nace en el transcurso del libro. La mujer deja su trabajo, no vuelve a salir a la calle y tampoco deja que los demás lo hagan. Le van cortando la luz, el agua, etc. El trío esconde un terrible secreto que no les voy a desvelar, pero que está detrás de la decisión de aislarse del mundo. Un caso extremo de una serie de fenómenos que se dan a menudo en nuestros días: la soledad urbana, el envejecimiento, el deterioro mental, la pobreza energética. Es una novela de la que cuesta salir indemne.

Contamos en el club con la presencia de la editora, una mujer muy singular que se llama Sol Samana y se ha dedicado antes a diversas ocupaciones entre ellas, con bastante éxito, la de fotógrafa. A partir de una pequeña herencia familiar que recibió, decidió crear una editorial, que se llama Tránsito. La colección se abrió hace justo un año con La azotea, y lleva por ahora cinco libros, todos de mujeres escritoras, formato medio (short story) y temática en general tremenda, terrible, impactante. Sol quiere expresar el desgarro de la condición femenina y la forma en que determinadas mujeres se defienden de ello escribiendo. Sus autoras son normalmente jóvenes, de países latinoamericanos y ha decidido mantener su lenguaje original, sin adaptarlo al español de España, ni incluir un glosario final. El que no entienda un término, que busque su significado en Google. La Azotea va ya por la cuarta reimpresión (que no edición), lo que es un éxito muy superior al que ella esperaba. Abajo tiene la foto final de la sesión, en la que pueden comprobar que, aparte de Ronaldo y yo, el resto de asistentes eran mujeres, como en cualquier otra actividad de interés que no esté relacionada con el fútbol.


Regresé a casa caminando y dejé para el día siguiente hacer mi pequeña maleta para París. El miércoles, debidamente trajeado, afeitado y repeinado, me subí en un Airbús de Air France, en donde compartí asiento con dos negros de Carolina del Norte, testigos de Jehová, que me contaron toda su vida, como suelen hacer los seguidores de esta religión. Aterrizamos a las 14.30 y tuve que hacer gala de mi conocimiento del sistema del transporte público para llegar a tiempo a mi cita de las 16.00. Si no me llego a saber el sistema de sacar billetes para el RER, en las máquinas del aeropuerto, en donde lo más rápido es pagar con la tarjeta VISA, no hubiera llegado. Tuve que tomar el RER B, hasta Chatelet-Les Halles, el intercambiador de transportes con más pasajeros diarios del mundo y allí cambiarme al RER A, un par de estaciones, para luego buscar el hotel y localizar la zona del congreso, inscribirme y, ya con mi acreditación en la solapa, encontrar la sala donde tendría lugar la mesa redonda. Entré con la sesión a punto de empezar y pasé agachado hasta la última silla que quedaba libre en la mesa.

La sesión era en inglés y versó sobre las posibilidades de inversión en las ciudades españolas. Hubo intervenciones bastante interesantes, que no les voy a describir aquí. Pero yo sabía que el moderador se había reunido con todos los intervinientes a las cuatro menos cinco, reunión a la que yo no había llegado y en la que más o menos se habían repartido los temas y las intervenciones. Según el programa, la mesa se acababa a las 17.00 y, cinco minutos antes, yo seguía sin intervenir, así que levanté la mano y le hice una seña al moderador. Me dio la palabra y, con tono serio y humorístico, como el del famoso Eugenio, hablé para decir: –tal vez ustedes tengan algún interés en escuchar las opiniones desde el lado de la administración pública. Recibí una carcajada general y todos se apresuraron a decir que por supuesto, que estaban interesadísimos. Ya los tenía en el bote.

Mi amiga Melina, la que me ha metido en este lío, intervino para decir que teníamos 15 minutos extra, que no me preocupara (me habían dado paso por delante de otros asistentes mano en alto). Así que hablé con calma. Mi discurso fue en el sentido de decir que estamos en un momento dulce para la inversión inmobiliaria en Madrid. Que la anterior crisis había sido muy grave, precisamente por la dedicación prácticamente en exclusiva de los inversores al sector residencial (más el hotelero en el centro). Que en los años de la señora Carmena, se habían paralizado para reestudiarlos los mayores desarrollos planificados, como Chamartín o el Sureste. Que a cambio, se habían iniciado otras líneas muy interesantes, como la regeneración de la periferia, el Reinventing Cities, la recuperación de las áreas industriales abandonadas, o la mejora de calidad en los barrios de la ciudad existente. Que el nuevo equipo pensaba seguir con esas líneas, pero al mismo tiempo había desbloqueado las operaciones pendientes. Que como resultado de esto, las posibilidades de invertir en la ciudad estaban muy diversificadas, lo que nos daba una mayor resistencia ante eventuales crisis.

No me olvidé de decir que, en caso de Brexit duro, Madrid se ofrecía para localización de las empresas que optaran por irse. Un tipo con cara de vinagre, preguntó si la ciudad tenía capacidad para dar residencia más o menos asequible para decenas de miles de personas que trabajasen en esas empresas. Y ahí saqué los datos. 22.000 viviendas en Los Berrocales y 16.000 en Los Ahijones, operaciones recién desbloqueadas. Pero a qué precios –preguntó el amargado. Pues una vivienda para una familia media se puede conseguir por unos 160.000€ –le dije. Ya ven que me lo tenía preparado. Acabamos entre abrazos y besos o, si lo prefieren, que salí por la puerta grande. De allí nos pasamos al fastuoso coctel, en donde enseguida me hice con una cerveza y empecé a repartir tarjetas entre los que me habían escuchado. Hice un montón de contactos y me puse bien de canapés, que no había comido más que un sándwich en el avión.

Varios me hicieron prometer que me quedaría a la cena de gala. Le pregunté a Melina y me dijo que tenía que ir a inscribirme a la recepción, en donde había una waiting list. Así lo hice y me pasaron un formulario en el que debía rellenar mis datos. Entre los datos estaban los números de mi tarjeta VISA. Pregunté para qué y me dijeron que la cena era de pago: 190€. Pregunté si no era gratis para mí, puesto que había intervenido en una mesa. Me indicaron lo que ponía la letra pequeña del formulario: la cena era para miembros del club, inscritos en el congreso y co-chairs. Aduje que yo era co-chair, pero no coló: no estaba en su lista. Entonces les dije que au revoire. Regresé al cóctel, doblé de cerveza y de canapés y tomé las de Villadiego. Si hay algo de lo que puedo presumir es que, con 68 años y medio, nadie me ha engañado dos veces. Una vez sola, mucha gente, porque soy confiado y despistado. Pero, a la primera ya los calo y no me la repiten. A mí ya me habían hecho la 13/14 con el congreso (como me dice un comentarista). Muy pánfilo tenía que ser para pagar 190€ por una cena.

Con mis bultos regresé al Metro y me dirigí a la casa de mi hijo. Cenamos tranquilamente, su novia, un colega y yo y, a pesar de invitarles, me salió más barato que la cena del GRI Club. Ayer jueves, por la mañana, me acerqué a La Coupole, el restaurante de Montparnasse, donde reservé para la cena del día 12 de octubre, para los diez esforzados viajeros de Madagascar. Desde allí tomé el Metro y luego el bus 128 para visitar a mi amigo Philippe, internado como saben en una residencia después de sufrir un ACVA hace año y medio. Lo encontré prácticamente igual, tal vez más resignado. Hube de dejarle a las 17.30, para que no me pillara el comienzo de la huelga del Metro. Estuve callejeando luego un buen rato por las zonas del Odeon y el Marais, mis barrios favoritos de París. Y luego regresé para cenar con mi hijo y su peña. Hoy he quedado a comer con mi amigo Alain, el profesor de la Université Paris 8 que me invitó en enero a dar una charla en su máster. Como tengo que salir andando, he de dejar el post rematado antes de las 12.30. Que lo pasen bien.

martes, 10 de septiembre de 2019

870. Todo está de puta madre

Sí, todo está bien. No sólo bien, sino muy bien. Es mentira, pero es lo que hay que decir. Es mentira porque, ahí tenemos a la gente de Hong Kong, de Moscú y de las ciudades británicas empeñados en guerras justas de futuro incierto, frente al gigante chino, Putin y el animal de Boris Johnson. Pero hay algunas buenas noticias, sólo hay que expurgar un poco la prensa para encontrarlas. Coger los periódicos por una esquinita y sacudirlos enérgicamente: de vez en cuando cae al suelo una buena noticia. Por ejemplo, la cagada del señor Salvini, que tiene pinta de que terminará hundiéndolo en la irrelevancia para siempre, por haberse aventurado en una jugada de novato, ir de sobrado y salir en bañador enseñando el panzón y presumiendo de controlarlo todo. A destacar también la decisión del Ayuntamiento de San Francisco de incluir a la Asociación Nacional del Rifle en la lista de grupos terroristas de los que hay que guardarse. No me extraña: cuando estuve en San Francisco ya capté que esa es una ciudad especial, que lleva muchos años yendo siempre un poco por delante.

A nivel nacional, la situación es bastante penosa, salvo por el hecho de que se vive bastante bien sin gobierno, como saben en Bélgica. La negociación para formar gobierno es una obra de teatro bufo mal armada, una auténtica charlotada que nadie se cree; como ya les dije en este blog, tener que negociar algo con Pablo Iglesias es como que te salga un grano en el culo. Sánchez también tiene delito y se está mostrando como un mal político en esta historia, pero yo creo que lo que pasa de verdad es que tener a Iglesias o a alguien de su grupo de leninistas en el equipo, sería un lastre de cara a relacionarse con los poderes reales que mandan en el mundo. Tener a los de Podemos en el gobierno le supondría a Sánchez empezar cualquier contacto con la Unión Europea, el FMI o la Trilateral con un hándicap añadido. Lo que pasa es que eso no lo puede decir a la prensa, pero todos los sabemos. Todos menos Iglesias que está convencido de que Sánchez tendría que estarle rogando que se dignara apoyarle, que él sería la guinda de ese gobierno.

Hay momentos y detalles que de pronto te sirven para saber quién es exactamente un personaje. Por ejemplo, yo supe quién era exactamente Zapatero, cuando dijo que bajar los impuestos era de izquierdas (casi recién elegido presidente). Pues, de la misma forma, yo supe quien era Iglesias cuando dijo aquello de que el cielo no se consigue por consenso, el cielo se toma por asalto. ¡Por Dios! Pero de qué va este. ¿Es el nuevo Capitán Trueno? ¿O el Jabato? A mí me resultó simpático y necesario el movimiento del 15-M y sigo creyendo que el espíritu de ese movimiento lo mantiene Errejón. Gracias a ese movimiento ciudadano transversal e independiente de los partidos, se lograron candidaturas que ganaron en las principales ciudades del país. La idea de fichar a la señora Carmena para encabezar la candidatura de Madrid fue de Errejón y por eso la arroparon con conocidos errejonistas, como Rita Maestre, por entonces pareja o ex-pareja de Errejón. Gracias a eso, he disfrutado yo de cuatro años estupendos.

Pero todo eso se lo ha cargado el señor Iglesias con su mal rollo épico, sacado de Juego de Tronos, su cerrazón y su ceño fruncido, que están llevando a su partido a ser la nueva Izquierda Unida, algo que ya existía y que tenía su techo electoral bien delimitado. Por cierto, ¿qué ha sido de Garzón? Iglesias lo ha convertido en El increíble hombre menguante. Cualquier día se quedará dormido en su escaño,  entrarán las de la limpieza, pasarán el plumero y se llevarán a este diminuto personaje en el recogedor mezclado con las pelusas. En el tema de la negociación, Iglesias se está comportando como el tonto del chiste, aquel que sólo sabía decir UNVERMÚ. Cada vez que llegaba a un bar decía UNVERMÚ, se lo ponían y se lo bebía, con lo que terminaba todos los días borracho. Entonces, alguien se apiada de él y le enseña a decir UNCAFÉ. Feliz como una perdiz, llega al primer bar y dice UNCAFÉ. –¿Solo o con leche? –pregunta el camarero, a lo que el tonto, visiblemente azorado, contesta: –UNVERMÚ. Proponga lo que proponga Sánchez, el otro le va a responder UNVERMÚ.

O sea, que vamos a elecciones de cabeza y, después del ridículo que están haciendo las izquierdas, no sería de extrañar que aumente la abstención y gane la derecha, como ya ha pasado en Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, desastres ambos achacables en un alto porcentaje al señor Iglesias y su panda de sanchezmátidos. ¿Cómo? ¿Que podía ser más imparcial y ecuánime? No esperen eso de mí. Nunca he presumido de imparcial ni de ecuánime en este blog, si quieren equidistancia y análisis imparciales, búsquense otro foro. Yo me limito a decir lo que pienso y me importa un rábano si es o no ecuánime.

Iglesias me resulta en estos momentos uno de los políticos nacionales más eméticos, tal vez sólo superado por Albert Rivera. Cuando se le cuenta a un alemán o a un francés, que tenemos un partido de centro-izquierda y otro (en teoría) de centro-derecha, que entre ambos tendrían mayoría holgada para gobernar el país, y que no se ponen de acuerdo por antipatía personal, por lo que acaban arrimándose a sus extremos respectivos, sin duda piensan que Spain is different. Y mi mayor decepcíon: Malú. ¿Qué pensaría el gran Paco de Lucía si se enterara de que una sobrina suya vive con un socio de Vox? En fin, a poco que se desvíen las encuestas, tendremos de nuevo un gobierno del llamado trifascio, como en los dos madriles. Casado ya olfatea el triunfo y hasta se ha dejado la barba y todo.

Así que a nivel colectivo, nacional e internacional, vamos bien por lotería. Mejor dedicarse cada uno a sus negocios. Yo por ejemplo, tuve ayer un día bastante movido. Empecé con varias reuniones en el curre, entre ellas una de los tres implicados en el EUROPAN, en la que comprobamos que nuestras opiniones sobre los proyectos de los jóvenes arquitectos, eran bastante similares, por lo que no era muy difícil hacer una primera selección indicativa. También tuve un vis a vis con Kordineitor para centrar los mensajes que debo transmitir en el congreso al que voy mañana en París (más abajo lo comento). Volví a casa en el Metro y me encontré en mi buzón el paquete que esperaba: el nuevo y flamante disco de Sheryl Crow, enviado directamente desde Nashville, donde reside la doña. El mundo funciona, a pesar de los políticos. La cuarta revolución que anuncia Harari en Sapiens ya está aquí. Vean el selfie que me hice con mi reciente adquisición.


¿Y qué me parece el disco de Sheryl? Pues es pronto para decirlo, tengo que oírlo más veces. Tal como ha proclamado la artista a los cuatro vientos, es el último disco de este formato que va a publicar. A partir de ahora lanzará canciones sueltas según las vaya componiendo y grabando. La verdad es que este es un trabajo monumental, con diecisiete temas muy elaborados, muy bien grabados y con participaciones puntuales de toda la gente que la quiere y la admira como cantante y compositora: Neil Young, Sting, Kris Kristopherson, James Taylor y un montón de gente más. Y, por supuesto, Eric Clapton y Keith Richards, sus viejos amigos. Trece de las canciones son composiciones suyas. Las otras cuatro, versiones de temas de Bob Dylan, Keith Richards, George Harrison y Kristopherson. Entre estas canciones, les he seleccionado precisamente esta versión acelerada del viejo clásico de Dylan Everything is broken, que podemos traducir por todo está roto, o bien, todo está fatal, o Todo está de puta pena. Bob es un artista y tiene que decir la verdad, no como yo que tengo que fingir que todo está de puta madre.



Por lo demás, ayer por la tarde vinieron mis amigos floristas o floristos a tomar medidas de la terraza para hacerme un proyectito y un presupuesto que han quedado en mandarme la semana que viene. También me tomé la primera dosis de las dos que componen la vacuna contra el cólera, que no me produjo mayores problemas. Esta mañana, por fin, han conseguido instalarme los toldos sin que les diera el lumbago ni nada similar. En el curre he terminado una serie de textos que le debía a mi compañera M. para el tema del EUROPAN, que lleva más trabajo del que se imaginan. Y estoy escribiendo esto mientras hago tiempo para salir caminando hasta Malasaña, en donde tendremos la rentrée de Billar de Letras, con el libro La Azotea, que ya les comentaré en otro post. O no. 

Mañana, mi vuelo sale a las 12.15 y llega a París a las 14.25. Iré ya debidamente trajeado, afeitado y peinado para tomar el RER y constituirme en el Gran Hotel Intercontinental Legrand, en el que a las 16.00 tengo que intervenir en una mesa redonda llena de tiburones del capital inmobiliario. ¿Y qué les voy a decir? Pues es obvio. Que todo está de puta madre. Ustedes y yo sabemos que todos los indicadores económicos se están ralentizando, lo que viene a significar que nos amenaza otra nueva crisis. En el congreso GRI Club Madrid del pasado abril, ya la chica del Caixa Bank mostró esa tendencia, de la que dijo que era una desaceleración controlada y, en el fondo, una racionalización del crecimiento, que estaba un poco desbocado tras salir de la anterior y terrible crisis. Esos términos (desaceleración y racionalización) son los mismos, les recuerdo, que utilizaba el señor Zapatero cuando el gran tsunami estaba ya bien a la vista. 

Pero estamos en el mundo del capital y esto es una guerra despiadada. Y yo voy a un foro de  tiburones extranjeros a hablar de la situación de Madrid. Y tengo que decir que Madrid es el lugar perfecto para que vengan con sus inversiones. Se acaba de aprobar la Operación Chamartín, en estos momentos la mayor operación inmobiliaria de Europa. No sólo eso, sino que además se ha desbloqueado todo el desarrollo residencial del sureste del municipio, que estuvo parado en los años de la señora Carmena e inmediatamente ha sido rehabilitado. ¿La crisis? Un espejismo. La crisis la tendrán otros. ¿El Brexit? Ningún problema. Al contrario; una oportunidad: aquí podemos acoger a las empresas que tengan que irse, como ya hicimos con las de Cataluña. Madrid va a ser el paraíso de la inversión y el emprendimiento. 

Espero que no me crezca mucho la nariz. No creo que disponga de mucho más de diez minutos para intervenir, pero al mínimo margen que tenga aprovecharé para hablarles del Reinventing Cities I y II, de la estrategia de regeneración de la periferia y de la necesidad de que los privados se involucren en el mantenimiento y rehabilitación de la ciudad existente, y en las iniciativas de regeneración social y sostenibilidad ambiental, dentro del concepto de inversión responsable, que revierte parte de los beneficios obtenidos sobre la sociedad a la que sirve. Tras pasar el trago de la mesa redonda, me quedaré por allí para ponerme bien de canapés y cervezas, repartiré tarjetas y procuraré escaquearme en cuanto pueda. Imagino que, después de decirles lo de la inversión responsable, no me pondrán muchos impedimentos para dejarme ir. Les dejo de propina un par de fotos de Sheryl Crow, para que vean qué guapa esta a sus 57. Sean buenos. Les iré contando. 




sábado, 7 de septiembre de 2019

869. Sigue la locura

La locura todo lo cura, como seguramente saben. En realidad quiero hoy adelantar en el relato de mis enloquecidas actividades sucesivas, hasta llegar al momento en que volaré a París el próximo día 11, para explicarles con detalle cómo surge este primer viaje, cuya génesis no es muy diferente de la de algunos de mis últimos periplos por el mundo. Como les dije, el miércoles pasado me lo tomé de permiso en el trabajo para volver tranquilamente de Ciudad Real y pasar el día con mi familia en el Escorial, de donde volví al anochecer. Esa noche la pasé regular porque sobrevino un viento frío inesperado que me hizo despertarme varias veces por el ruido y la bajada térmica. Aun así, el jueves cumplí con mi carrera matutina por el Retiro, si bien esta vez no salí a las 6.30, sino a las 7.15, por la razón que comprenderán más abajo. Seguía ventoso y desapacible, pero a cambio pillé un poco más de luz que en mis anteriores salidas.

Tras ducharme, desayunar y vestirme, salí de mi casa a pié por Santa María de la Cabeza, en dirección a la Junta de Distrito de Arganzuela, al lado de Madrid Río. Estaba citado allí a las 9.15 con un grupo de 35 funcionarios del Ayuntamiento de Berlín con los que tenía que darme un paseo por el parque del río, explicándoles el proyecto en inglés. Era un grupo de gente bastante joven, con predominio femenino, los dos colectivos con los que mejor me entiendo. Enseguida establecimos una complicidad basada en nuestros comunes intereses y preocupaciones, confraternicé con varios de ellos en el largo recorrido que terminamos a las 12.00 en el Puente de Segovia, me quedé con el contacto de las mujeres más interesantes, como suelo hacer, y tuvimos margen de hablar de diversos temas, no sólo de urbanismo. Por ejemplo, discutimos un rato sobre el Sapiens, que una de las chicas me dijo que estaba leyendo su marido y le tenía tan fascinado como a mí. Al pasar por el Calderón les conté la historia del primer concierto de los Stones, con los rayos al fondo. La imagen actual del coliseo es ciertamente impactante, porque casi queda en pie únicamente la tribuna sobre la M-30.

Tomé el Metro en Puerta del Ángel para dirigirme a mi oficina, porque a esas horas es imposible aparcar. Allí desarrollé la segunda parte de mi jornada laboral y comí. Para volver, Metro a Nuevos Ministerios y el bus 27 hasta casa, porque el túnel llamado de la risa, bajo la Castellana, sigue en obras. Me creerán si les digo que llegué a Atocha reventado. 5 kms. de carrera, más media hora de caminar hasta la Junta, más dos horas y media por el río, no es cualquier cosa. Llegué a mi casa y me tiré en la cama para echarme una siesta de las de verdad. Y seguí el resto de la tarde descansando, con la ayuda del libro que debo tener leído para el próximo club de lectura de Billar de Letras. Ayer viernes también dediqué la primera mitad de la mañana a una actividad diferente: la visita a la Unidad del Viajero del Hospital Carlos III, para que me recomendasen las vacunas, medicaciones o precauciones que debo tener en cuenta en mi viaje a Madagascar. Me prescribieron una vacuna para el tifus que me pincharon allí mismo en el brazo, y me recetaron otra contra el cólera, además del Malarone, medicamento preventivo de la malaria. Les dije que en mis incursiones asiáticas había preferido siempre no tomarlo, fiándolo todo a mi rigor en la aplicación de los antimosquitos, pero me explicaron que África es diferente de todo lo demás, que allí hay más mosquitos, más malaria y más grave que la de Asia.

Volví a casa de nuevo en Metro, descansé un rato y luego bajé a la farmacia a comprar los productos recetados, para lo que únicamente tuve que mostrar mi tarjeta sanitaria: la receta de ambos estaba "en la nube", asociada a mi tarjeta, primera vez que adquiero medicinas por este procedimiento. Aproveché también para cortarme el pelo donde Jurgen, el peluquero alemán que tanto cabrea a mis hijos, que dicen que me estafa. Cierto que me cobra 17 euros por cortarme el pelo, pero es que el precio incluye también sesudas discusiones filosóficas, que esta vez, como no podía ser de otra manera, giraron en torno al Sapiens. Compré también algunas cosas para cenar y me pasé por la floristería de mis vecinos, para quedar con ellos y que subieran a ver mi terraza. No les he contado a ustedes mis penas con el tema de los toldos, pero el hecho es que aun no los tengo instalados, a pesar de que ya han venido tres veces a intentarlo. Cada vez les pasa alguna desgracia y tienen que irse sin terminar su trabajo. Ahora han prometido volver el martes próximo y toco madera para que no les dé un lumbago o algo por el estilo. Esta mañana he salido a hacer mi carrera de sábado con un clima ya decididamente otoñal. He aprovechado para estrenar la camiseta que me regalaron el otro día los alemanes, con el oso de Berlín, que es primo del de Madrid, pero sin madroño y aficionado al running. Abajo mi selfie después de correr.


En realidad, este va a ser mi último fin de semana de relax, y es un relax relativo porque tengo que dedicar tiempo a estudiarme las diez propuestas de jóvenes arquitectos que participan este año en el concurso EUROPAN. Es este un concurso que hasta ahora era de arquitectura, pero este año lo han ampliado al campo del urbanismo. Por eso estamos en el Jurado mi jefa, mi compañera M. y yo, los tres mosqueteros del Reinventing. El lunes tendremos una reunión los tres para cruzar valoraciones y elegir qué proyectos apoyaremos, porque el concurso se decide en Innsbruck en octubre. Como todavía no me los he estudiado a fondo, este finde, aparte de ver el partido del Dépor por la tele, voy a tener que currar el resto de mi tiempo libre. El martes será la rentrée de Billar de Letras, en donde analizaremos la novela corta La Azotea, de la escritora uruguaya Fernanda Trias, un libro terrible que narra otro tipo de locura, la que lleva al aislamiento, la autodestrucción y el crimen. Por fortuna es bastante breve y ya lo he terminado. Y el miércoles volaré a Paris que es de lo que les quería hablar en este post.

El motivo aparente del viaje es participar en el congreso del GRI Club, pero no he querido hacer ninguna referencia a esto en el título del post por una elemental precaución. El GRI (Global Real-State Investors) es el club de los grandes promotores inmobiliarios mundiales, los gigantes del negocio inmobiliario que mueve millones por todo el mundo. Ahí están firmas como Morgan Stanley, Goldman Sachs, Blackstone y otros similares. Algo así como ASPRIMA, la asociación de los promotores inmobiliarios de Madrid, pero a lo bestia. Fondos buitres incluidos. Y qué pinto yo en ese exclusivo foro del capitalismo más descarnado, se preguntarán. Pues las primeras fases de mi contacto con ellos ya se contaron en el blog, pero no tengo inconveniente en recapitularlas para ustedes. En mayo de 2018, el Coordinador General de mi área (es decir, el antecesor podemita de Kordineitor) me llamó muy compungido para pedirme un favor. Estaba invitado a participar en el congreso GRI Club-Madrid 2018 y no podía ir porque le habían puesto a la misma hora otro sarao al que no podía faltar. Tenía que sustituirlo y disculparlo en la mesa redonda en la que estaba anunciado.

Con la perspectiva del tiempo, tiendo a creer que lo que le pasó a este señor fue lo que se suele llamar una indisposición súbita sobrevenida, también conocida como cagalera, a la hora de enfrentarse a un foro como ese. El congreso era en el Hotel Palace y yo me puse mi mejor traje, me inscribí y me apresté a defender la posición. No hice mal papel, y luego me quedé por allí para enredar un poco, repartir tarjetas, tratar de pillar algún inversor para el Reinventing, etc. Y, por supuesto, tomarme unas birras, ponerme ciego de canapés y confraternizar con algunas de las mujeres más guapas, como hago siempre que puedo. Un tiempo después me mandaron por mail una encuesta de satisfacción sobre el congreso, que rellené cuidadosamente y envié. Como resultado de eso, pasé a estar en el mailing del GRI Club, en donde en cambio parece que ya no tuvieron a bien mantener al de la cagalera. Es lo que tiene la afición a entrar a todos los trapos y meterse en los saraos más insólitos.

Este año, en abril, me escribió una tal Melina, en nombre del club. Tenía el gusto de invitarme al GRI Club-Madrid 2019, de nuevo en el Palace. Para los detalles, me daba su número de móvil. Melina vive en Londres y es muy amable. La llamé y me explicó que esta vez no tenían previsto que interviniera activamente en ninguna mesa redonda, pero aun así me invitaban porque les había gustado mi participación el año pasado. Me habían enviado una clave para que pudiera acceder al archivo digital del Programa y elegir libremente a qué actividades acudiría. Como conté en el blog, asistí a la keynote lecture, a cargo de una chica del Caixa Bank, con la que luego estuve hablando y constaté que no coincidíamos demasiado (no estuve de acuerdo con sus opiniones sobre el milagro portugués y sobre el origen de la brecha en el centro de la clase media, de la que habla Saskia Sassen). Y otra vez me puse bien de birras y canapés.

Melina me mandó la encuesta post-congreso que también rellené. Días más tarde me escribió de nuevo para que le sugiriera nombres de expertos que pudieran impartir la keynote lecture del Congreso Madrid 2020 y le mandé un par de nombres que no voy a revelar aquí. Y entonces me envió una invitación para el GRI Club París a celebrar los días 11 y 12 de septiembre. Por teléfono le confesé que era la primera vez que me invitaban a un sarao de estos fuera de Madrid, por lo que quería saber si se esperaba de mí que interviniera en alguna mesa y si me iban a pagar vuelo y alojamiento. Su respuesta fue que no a las dos cosas. Me invitaban al congreso, porque mi presencia es grata para ellos y soy bienvenido en el club, pero no tenía que intervenir. Y tampoco tenían previsto pagarme nada. Pensando en voz alta, le dije que quizá me animase a ir, porque tengo un hijo con casa en París y sólo tenía que buscar un vuelo barato, lo que me permitiría pasar unos días con él. Me rogó que, si finalmente no podía o me echaba para atrás, que hiciera el favor de comunicárselo, para sus previsiones logísticas.

Hablé con mi hijo Kike, confirmé que estaría en París en esas fechas y me saqué el billete. El congreso empezaba el 11 por la tarde y terminaba el 12 tras la comida final, así que compré un billete para el 11 por la mañana para llegar allí a mediodía. Entonces empezaron a suceder cosas sorprendentes. Otra señora que no es Melina me escribió para pedirme información precisa acerca de la unidad técnica a la que pertenezco y los trabajos que desarrolla. Unos días más tarde, me pidió un breve currículum. Y finalmente una foto. Muy mosca, usé la clave que me facilitaban para revisar el programa. Y allí me encontré. Estoy en el cartel de una mesa redonda sobre la salida de la crisis inmobiliaria en España y cómo evitar que se repita. En el programa hay varias sesiones similares sobre otros países. De lo cual deduzco que para la de España seleccionaron a algunos de los participantes confirmados, entre ellos yo. He preguntado si podía ayudarme de una presentación con imágenes y me dicen que no, que es una simple charla.

Pero surge aquí el problema de cuál es el mensaje que debo transmitir en semejante foro (¿Y ahora que digo yo, pisha?). Sobre lo que se cruza el hecho de que, entre medias, han cambiado mis jefes en el Ayuntamiento. Así que he decidido incluir este viaje en mis días de vacaciones, como hacía en los tiempos de la señora Botella (al fin y al cabo, voy a estar cuatro días de vacaciones), por dos motivos: para no ponerle a mi amigo Kordineitor en un compromiso y para no darle la ocasión de que me diga que no vaya. Así se lo he confesado, dejándolo perplejo, a pesar de que, después de todo lo que le conté sobre mis actividades en estos años, ya nada puede sorprenderle. También le dije que este es un buen contacto para el Ayuntamiento, que pienso que debe ser él y no yo el que lo mantenga o, si lo estiman oportuno, que siga siendo yo, pero por orden suya. Y que estaría encantado de que me dé algunas indicaciones sobre lo que debo decir. Todavía no me las ha dado, pero confío en que tengamos margen para ello. En caso contrario, diré yo lo que me parezca.

No es algo que me estrese demasiado; en el fondo, ya saben que mi reino no es de ese mundo. Tengo claro que no iría a París si no tuviera allí a mi hijo y diversos amigos a los que visitar. El 11 volaré a París bien trajeado, peinado y afeitado (por qué se creen que me he cortado el pelo). Tengo previsto aterrizar a las 14.25 y tomar el RER para llegar directamente al congreso un poco antes de las 16.00, hora de mi mesa redonda. Luego veré cuándo me puedo dar el piro, en función de cómo me lo esté pasando en un medio tan extraño. Porque el mundo de los grandes tiburones del negocio inmobiliario no es en absoluto mi medio habitual. Excepto por lo que respecta a los tiburones hembra, por descontado. Después, gozaré de tres días, 12, 13 y 14, de vacaciones parisinas sin ningún programa previamente establecido. Salvo el vuelo de vuelta, el domingo 15.

Que yo me vea involucrado en saraos como este, es una expresión de mi particular forma de locura, no lo duden, (como lo de salir a correr de madrugada). Pero me gusta infiltrarme en este tipo de foros para observar al personal, sacar mis propias conclusiones (que luego les cuento en el blog) y también por el masaje cerebral que supone responder a un reto de tal naturaleza, que te obliga a estar muy despierto, ponerte al día con los idiomas y trabajar la agilidad mental. Además, en estos lugares reparto tarjetas y hago un poco de networking-lobbying. Tal vez tenga aquí la oportunidad de captar algún inversor para el Reinventing II que ya estamos preparando. Aunque yo vendría igual sin este aliciente. Pero no se engañen conmigo: entre las múltiples personalidades que muestro en el blog, la mía de verdad sigue siendo la misma. En ese sentido, les voy a dejar de propina un auténtico himno del post-punk californiano. Los miembros del grupo Rancid se han hecho mayores, están fondones y tienen los tatuajes algo desteñidos. Pero sus letras y músicas siguen siendo cojonudas. Si tienen curiosidad, busquen en Google quién fue Mario Savio. Que pasen un buen finde.




miércoles, 4 de septiembre de 2019

868. Bienvenidos al vértigo

Como les decía, empiezo un par de meses vertiginosos tras la calma chicha agostí, y les voy a poner en antecedentes, ya que tanto les interesa. He de empezar contando que estoy entrenando fuerte desde mediados de julio y empiezo a encontrarme muy bien, empeño efímero porque los viajes que tengo en calendario me van a cortar el entrenamiento como me sucede todos los años, aunque éste intentaré recuperarlo en cuanto pueda. Vengo saliendo al Retiro tres veces por semana, los lunes y miércoles al atardecer y los sábados por la mañana. Siguiendo la doctrina canónica, los dos primeros días mi objetivo es entrenar, terminar mi recorrido de 5 kms. y acumular esfuerzo y distancia. Los sábados, salgo en cambio a toda pastilla, como alma que lleva el diablo, para medir el tiempo final y comprobar la mejora inducida por el entrenamiento semanal. Es como un futbolista que entrena dos días y luego juega un partido o un músico que haga dos días de ensayos y uno de concierto.

Sin embargo la semana pasada hube de volver al horario matutino, porque el lunes caían granizos como albóndigas y era imposible salir. Lo hice, pues, el martes de madrugada, pero resultó que, desde mi última salida tempranera, los días se han acortado un montón, por lo que hube de hacer toda la carrera de noche, entre charcos, barrizales y ramas caídas por la tormenta y encima con lo poquito que veo. Pero logré completar el recorrido sin mayores percances y el jueves volví a repetir ese entrenamiento de madrugada. Y el sábado salí a correr en serio y me sucedieron dos cosas a reseñar. Una es que por primera vez bajé de 31 minutos, hice exactamente 30.25. Teniendo en cuenta que mis primeros entrenos, a mediados de julio, los terminé en más de 37 minutos, es un dato que confirma un avance gradual sostenido, que es lo bueno. Además, si un día logro bajar de los 30, me podría plantear alargar el recorrido de entrenamiento, y contemplar la posibilidad de volver a correr esas carreras de 10 kilómetros que abandoné hace unos 4 años.

Tenía entonces dolores diversos de espalda y rodillas que me obligaron a parar, pero en este momento parecen haber desaparecido, tocaremos madera. La otra cosa que sucedió el sábado es que me echaron un piropo, algo insólito y más viniendo de un colega especialista en el tema. Iba yo a mi velocidad de crucero actual, cuando, unos diez metros delante de mí, observé un grupito de esos que salen con un profesor, porque está de moda correr y hay tipos que saben mucho y te enseñan. El entrenador los tenía a todos haciendo estiramientos a un lado, así que no eran un obstáculo para mi paso, que es lo que yo voy vigilando. Pero vi que el sujeto (recio, unos 35 años, barba negra bien recortada, entradas pronunciadas) se me quedaba mirando con atención. Al pasar a su lado, me pareció que me decía algo asintiendo con la cabeza, pero iba yo tan concentrado que mi mente no procesó lo que había oído hasta un poco después, cuando ya estaba lejos y no me podía volver para contestarle. Entonces comprendí que, al pasar, me había dicho : –Excelente ritmo, jefe.

En fin, uno es moderadamente vanidoso y estas cosas se agradecen porque te inflan el ego. En realidad yo sé que corro bien, no necesito que nadie me lo diga, aunque no voy tan rápido como cuando tenía 40 años. Pero, cuando te haces con los fundamentos de un deporte concreto, ya no los pierdes nunca. Yo sigo corriendo con buen estilo, porque me enseñó gente que corría muy bien y también porque soy coruñés, que no es cualquier origen, y además hice la mili y allí me enseñaron a desfilar. Para correr adecuadamente has de llevar en la cabeza la noción de la simetría corporal, además del empeño de ayudar con todo el cuerpo. Eso implica, por ejemplo, un braceo con los antebrazos perfectamente horizontales haciendo movimientos alternativos como deslizantes, en ángulo de 45 grados y con impulsos enérgicos. El tipo que va como recogiendo flores en el aire, o con un braceo alto como si boxeara, desperdicia esfuerzos y se cansa. Y el tipo que lleva una figura asimétrica pone en riesgo sus caderas y otras partes del cuerpo. Eso es el ABC del runner y no es de extrañar la reacción de mi colega: imagino que le resultó llamativo ver venir a un tipo tan mayor y constatar que seguía las directrices de la ortodoxia corredora.   

El sábado por la mañana, tras mi carrera, mis flexiones y mis pesas, más ducharme y desayunar adecuadamente, me acerqué al estadio del Rayo Vallecano, para sacar un par de entradas para el partido del día siguiente con el Dépor. Ver los partidos del Dépor este año es una forma de masoquismo, pero ya saben que uno no puede cambiar nunca de equipo de fútbol. Hacía tiempo que no me acercaba por el campo de Vallecas, y encontré algunas pintadas bastante explícitas del malestar del barrio contra el presidente del club, Martín Presa, que tiene entre sus previsiones venderlo a un fondo yanqui y suprimir el equipo femenino, que está en Primera División, donde es uno de los equipos punteros. Vean alguna de estas pintadas.










El Rayo es un equipo modesto, obrero, antifa, punk y bullanguero. Y tiene sus propios ídolos, como el portero nigeriano Willy, muy querido por la grada, que, unos años después de retirarse, fue descubierto en un hospital de mala muerte, sin recursos y con una enfermedad severa. El Rayo le ayudó, organizó un partido homenaje y lo cuidó hasta su muerte. La solidaridad de la clase trabajadora. Ahora la puerta número 1 del estadio lleva su nombre, como ven en la tercera de las imágenes de arriba. Pasé por las taquillas y saqué dos entradas, una para mí y otra para mi paisano, colega de profesión y amigo Darío Rivera. La última vez que vinimos él y yo a este campo, estaban en Primera División y el Dépor ganó 1-3. Así que confiábamos en volverle a traer buena suerte.

El sábado por la tarde descansé de mis esfuerzos matutinos, primero con una merecida siesta y luego escribiendo un post sobre Sapiens y el Helicobacter, que publiqué el domingo por la mañana. Por la tarde, me acerqué esperanzado a ver al Dépor, pero perdimos por 3-1 y Darío y yo salimos con el rabo entre las piernas (con perdón por lo del rabo). Por cierto que la grada sur, que habitualmente ocupan los Bukaneros, los más radicales entre los hinchas del Rayo, estuvo todo el partido completamente vacía, parece que como protesta contra el presi Presa. Las aficiones de Rayo y Depor se llevan bien, son de la misma línea ideológica. Y juntos entonamos uno de nuestros gritos reivindicativos más característicos: ¡¡ODIO, ETERNO, AL FÚTBOL MODERNO!! Ahí queda reseñado. Aquí pueden ver lo contentos que estábamos antes de empezar. Luego ya menos.



El lunes por la mañana acudí en coche a mi trabajo. Desde el 1 de agosto ya no tengo plaza de garaje, pero en agosto se circula bien y se puede aparcar con facilidad en el parque Juan Carlos I. Esta situación se mantiene a primeros de septiembre, porque están cerrados los colegios. En cuanto abran volveré a ir al trabajo en Metro. Además, el lunes tenía cita con el oftalmólogo a primera hora de la tarde y me venía bien tener el coche para ir directamente desde el curre. Por cierto que el doctor estudió los resultados de las pruebas que me hicieron en la clínica de Argüelles y me dijo que descartaban otras patologías: lo que tengo es una simple catarata, que parece haberse estabilizado y no está todavía madura para ser operada, a menos que yo tuviera alguna molestia visual, que no es el caso. Así que buenas noticias.

Ayer martes volví a salir a correr de madrugada y luego tuve una mañana complicada en el trabajo, con reuniones con algunos de los ganadores de Reinventing, que empiezan a poner en marcha sus proyectos. A las 4, mi jefa y yo teníamos una reunión más con una persona que sabe mucho de redes de ciudades, con la intención de ficharle para que me ayude en mi trabajo y se quede con el chiringuito, una vez que yo me jubile. Luego, conduje desde la oficina hasta mi aparcamiento en la plaza del Reina Sofía, pero no subí a casa, sino que caminé hasta la estación de Atocha, donde me subí en el AVE a Ciudad Real. Porque esa noche, la peña de viajeros veteranos teníamos nuestra última reunión para el viaje que estamos organizando este año y que ya mismo les desvelo. ¡¡¡¡TA-TA-TA-CHÁN!!!! El día 22 de septiembre nos vamos nada menos que a la lejana y misteriosa isla de Madagascar. Sí, han leído bien, me voy a Madagascar.

Ya les contaré de ese viaje, porque no es el primer lugar a donde me voy a desplazar. Antes de eso, volaré a París este próximo día 11 de septiembre, para participar en el Congreso Europa GRI 2019, que organiza el exclusivo GRI Club Internacional. Llegaré a París a mediodía y tengo que intervenir en una mesa redonda a las 4 de la tarde. Después no sé si me podré escapar rápido, o quizá me tenga que quedar hasta la cena de gala. En cuanto pueda, me iré a la casa de mi hijo Kike, donde pretendo quedarme hasta el domingo 15, para estar unos días en París, encontrarme con algunos amigos franceses, visitar a Philippe y enredar un poco por allí. A la vuelta me quedará una semana para organizarme el equipaje para Madagascar, en donde vamos a estar tres semanas, con regreso el 12 de octubre. Y, casi enseguida, volaré de nuevo, esta vez a Innsbruck (Austria) como miembro del jurado del concurso EUROPAN 2019, con mi compañera M. Pero todo esto ya se lo iré contando

Anoche en Ciudad Real nos lo pasamos muy bien y cerramos los últimos detalles del viaje. Nos reunimos los diez que vamos a Madagascar, que somos los seis de Chile, otros dos que vinieron a Birmania pero no a Chile, y dos nuevos. Prácticamente tenemos ya todo organizado, como les iré contando. Esta mañana, he regresado en el AVE y he subido un momento a casa (hoy me lo he tomado de permiso en el curre) con cuatro objetivos. 1.– Echar mi ropa sucia del día anterior al cesto, porque esta tarde viene a casa la señora que me limpia una vez por semana, además de poner lavadoras, planchar, etc. 2.– Ducharme y afeitarme. 3.–Coger dos botellas de Rioja para mi siguiente asunto. Y 4.–Rematar este post que había logrado escribir a salto de mata, en los ratos libres entre uno y otro lío. En cuanto lo publique y mande el mail a mis seguidores más fieles, cogeré el coche para acercarme a El Escorial, a pasar el día con mi hermano Antonio y su familia, a los que no veo desde antes del verano. De nuevo me saltaré, creo, el entrenamiento del miércoles, así que mañana me tocará madrugar para salir otra vez a correr a la luz de la luna. Les dejo de propina la imagen más emblemática de Madagascar, la famosa avenida de los baobabs. Continuará.




domingo, 1 de septiembre de 2019

867. Sapiens y el helicobácter

Bueno, como me imaginaba, mi anterior post ha caído como una bomba. O sea que tú –me dicen–, que eras el campeón de la solidaridad, el progreso, la modernidad, el feminismo, la cultura, la vanguardia y el buen rollo, no sólo no te vas de ese Ayuntamiento regido por feos, corruptos y fascistas, sino que te muestras proclive a colaborar con ellos y hasta sugieres que te vas poco menos que a autocensurar para evitarte problemas con tus nuevos jefes, poniendo en riesgo la coherencia ideológica del blog y patatín y patatán. Ya me esperaba yo reacciones de este tipo. ¡Ah!, la mejor de todas: ahora entiendo tu fobia al pacífico y civilizado movimiento independentista catalán –dice un simpatizante del prusés, que sigue mi blog no sé para qué.

En fin, yo creo que no hay que exagerar. Sólo me he dado una pequeña prórroga, por ayudar a salvar el trabajo que hemos hecho en estos últimos tres años y medio. Un programa a medio/largo plazo que, por tanto, aún no había supuesto ninguna mejora concreta y visible para los barrios del sureste donde habíamos centralizado nuestro esfuerzo y por eso sólo llegó a la gente más inquieta e informada de esos barrios. El proverbial señor de la garrota y la silla de enea tomando el fresco a la puerta de su casa, no se había enterado de nada y por eso pasó de votar. Para que ese trabajo no sea en balde, hay que llevarlo a término y que fructifique. El equipo del que formo parte está empeñado en ese esfuerzo y me han pedido que aguante un poquito más. Y yo no puedo ser inmune al cariño y el respeto que me muestran.

Pero además, uno tiene derecho a tener sus contradicciones ¿o no? ¿Acaso ustedes no las tienen? En realidad, aquí sucede una cosa. Este blog es una propuesta literaria en la que yo me he erigido en protagonista de mis textos, convirtiéndome en el personaje literario de mi propio blog. Pero en paralelo hay un Emilio real, que tiene notables diferencias con el que aparece en el blog. En este foro yo me muestro seguro de todo lo que digo, optimista, resolutivo, desprejuiciado, impúdico y hasta moderadamente faltón. En el mundo real soy más dubitativo, reflexivo, cuidadoso y formal. Son dos caras de mi personalidad. La clásica disociación freudiana. Mi personaje del blog es una especie de alter ego, en el que se materializa lo que yo querría ser o lo que imagino que podría llegar a ser. Pero ese personaje sólo existe en mi imaginación. El otro es lo que soy en la realidad. Por supuesto, hay interferencias entre uno y otro, en los dos sentidos; en mis textos reflejo muchas cosas de mi personalidad real y en la realidad a veces actúo exactamente como se esperaría de mi personaje bloguero. Pero somos dos entes distintos. Y aquí viene a cuento el extraordinario libro Sapiens del que les hablo a continuación.

Me estoy refiriendo a uno de los libros más vendidos de los últimos años Sapiens, de Yuval Noah Harari (2013). Este señor es judío, antropólogo, profesor de historia medieval de la Universidad de Jerusalén y ahora autor de una serie de libros que se están vendiendo por millones por todo el mundo. Les cuento cómo he llegado hasta él. Hace meses, mi amigo Mariano me habló de este libro y hasta lo cité en el blog, pero lo cierto es que no lo había leído. Este verano, aprovechando el lapsus por las vacaciones del club Billar de Letras, he leído varios libros por mi cuenta, como La ciudad infinita, ya comentado, o Abecedario de pólvora, de la pluma de Yordán Radíchkov, escritor contemporáneo búlgaro muy valorado, que me ha gustado mucho, aunque es de temática rural, por lo que no encaja en un blog urbano como este. La cosa es que hace una semana me surgió la necesidad de hacerle un regalo a un amigo por su cumpleaños y le compré el Sapiens. Y he aquí que lo tuve en mi casa unos días, se me ocurrió ojearlo ligeramente y me enganché. Finalmente acudí a la fiesta de cumpleaños de mi amigo con las manos vacías y le dije que le había comprado un libro pero que no se lo iba a dar hasta que me lo terminase.

Sapiens es fascinante. Es que ahí está toda la historia del ser humano hasta el día de hoy. Si no lo conocen, se lo recomiendo encarecidamente. Lo que quiero decir, querido lector, es que, yo que usted, ahora mismo interrumpía la lectura de este post y bajaba a la librería de la esquina para hacerme con un ejemplar. Según Harari, la historia del Homo Sapiens, está jalonada por tres revoluciones fundamentales: la revolución cognitiva (hace unos 70.000 años), la revolución agrícola (hace 12.000 años) y la revolución científica (hace 500 años), de la que, como un fenómeno subordinado, nace la revolución industrial (hace 200). Al final anticipa la nueva revolución que estamos viviendo ahora, la digital, a la que dedicará su siguiente libro Homo Deus, que no he leído, pero que debe de ser también muy bueno.

¿Qué relación tiene todo esto con lo que les estaba contando sobre mí mismo? Pues muy sencillo. Dice este señor que esa revolución cognitiva convierte al Sapiens, hasta entonces uno más de los homínidos que pululaban por la Tierra (neanderthal, erectus, australopithecus, floresiensis y otros), en otra cosa diferente, en una especie dominante, que conseguirá acabar con las demás, generando una estirpe de cazadores/recolectores, que dominarán el mundo hasta que pasen a asentarse en territorios estables tras la revolución agrícola. El Homo Sapiens surge en la parte oriental de África mucho antes de esa revolución cognitiva. Y durante miles de años convive con otras especies de homínidos y animales. ¿Y en qué consiste esa revolución cognitiva tan decisiva? Pues según Harari en la capacidad de imaginar cosas que no existen, en la facultad de fabular, de engañar, de visualizar previamente cosas que luego puede fabricar o encontrar. En una palabra: en la posibilidad de hacer ficción y de compartir colectivamente esa ficción, es decir, que haya un grupo que se crea esa ficción y la haga suya. Lo que yo hago en mi blog 70.000 años más tarde.

En ese punto de inflexión comienza la posibilidad de inventar, empezando por armas o utensilios, como la aguja de tejer. También la facultad de domar el fuego y cocinar. Y la capacidad de elaborar leyendas, mitos y religiones. Es el gran salto de la humanidad. Y el Sapiens se va extendiendo por todo el mundo, coloniza Eurasia, llega a Australia a través de Indonesia, y a América a través de Alaska. Y, cada vez que llega a un territorio, causa la extinción de un montón de especies autóctonas, empezando por los animales más grandes, como los mamuts, o sea, que lo que está sucediendo ahora no es una excepción histórica, sino un paso adelante en la evolución del mayor depredador que ha habitado sobre la faz de la Tierra. El libro cuenta muchísimas cosas de interés. Por ejemplo, que el perro fue el único animal que el Homo Sapiens domesticó en su fase de cazador/recolector. Luego, tras la revolución agrícola le siguieron gallinas, vacas, ovejas, cabras, asnos y caballos.

Para Harari, la revolución agrícola fue una estafa, el hombre vivía mucho mejor como cazador y recolector y, cuando decidió asentarse en territorios fijos, pasó a ser un tipo que tenía que currar todo el día, ocuparse de la seguridad, defender sus cultivos y arreglárselas con las tormentas y pedriscos. El cazador/recolector, ante una tormenta, se iba un poco más allá y pasaba de problemas. Desde esos períodos ancestrales, el libro se adentra en la historia de la Humanidad hasta nuestros días, desmenuzando con total precisión las religiones, los imperios, las guerras, el capitalismo, el comunismo y todas las demás tendencias de la mente humana. Todos estos conceptos son para Harari invenciones del Sapiens, que los demás humanos aceptan e interiorizan. Es decir, no son entes reales sino imaginados, son constructos que idea algún sapiens o un grupo de ellos, y que un colectivo mayor admite, asume y defiende.

También las sociedades anónimas, las modas, el comercio, el periodismo y la política son sistemas imaginados por el hombre. Y todo ello es consecuencia de ese momento mágico en que el Homo Sapiens descubrió que podía hacer ficción y que esa facultad le permitía dominar a los demás, diezmar a las otras especies y convertirse en el rey de la Tierra. En ese punto arrancan la historia, la ciencia, la cultura, la política, la literatura, el teatro y hasta los blogs como el mío. Es el momento mágico que mostró también la película 2001, una odisea en el espacio, ese en el que un mono utiliza un leño como arma, a cámara lenta, al son del Así hablo Zarathustra de Richard Strauss. Otra cosa que se basa en una ficción es la banca, porque todos sabemos que no existe la cantidad de dinero real que respalde los ahorros de todos los cuentacorrientistas, pero confiamos en que si un día necesitamos un poquito de lo ahorrado, nos lo dan. La banca se basa en la confianza en una ficción admitida colectivamente.

Finalmente, según este libro fascinante, en el fondo, todo es ficción. Y aquí enlazo con el segundo tema del título. Recordarán que en las anteriores gastroscopias a las que me había sometido, me habían diagnosticado gastritis crónica por helicobácter, pero me habían dicho que no había que hacer nada, porque ese okupa de nuestros estómagos es inocuo. Y yo me había acostumbrado a convivir con este cómodo y apacible huésped. En la última, hace un par de meses, el doctor me explicó que la moda ha cambiado. Que ahora se entiende que al helicobácter hay que erradicarlo, porque puede tener derivaciones cancerígenas. El facultativo que me practicó la gastro me tomó una muestra para analizarla en laboratorio, de forma que supiéramos qué familia de helicobácter era la que me colonizaba (si se trataba de un helicobácter sapiens, erectus o australopithecus) para poderla atacar con el antibiótico adecuado.

El resultado del análisis de la muestra que me tomaron, se lo mandaron directamente al primer médico. Delante de mí abrió el sobre en la consulta. Resultado: negativo en helicobácter. Cojonudo: he vivido diez años con un helicobácter imaginario. Le pregunté al doctor: –Eso cómo se come. Respuesta: –Muy sencillo, tiene usted gastritis crónica, pero no causada por un helicobácter. –¡¡Pero qué me está diciendo!! si yo tengo unas digestiones estupendas, si como todo lo que quiero y nada me sienta mal, si cada vez que tengo un poco de acidez y busco un almax, he de tirar la caja porque esta caducada y bajar a la farmacia a por otra nueva. Atención a la respuesta del galeno: –Es que lo suyo es una gastritis crónica inactiva. Como ven, desde hace 70.000 años, la capacidad del humano para fabular es infinita. La comunidad médica se inventa un constructo, como la gastritis crónica inactiva, y todo el mundo se la cree. Mi problema es que no me lo trago, pero yo es que soy gallego, como Rajoy, y ya saben que los gallegos somos desconfiados.

En realidad, esta explicación del doctor ha solucionado todas mis dudas. Ahora tengo claro que soy un optimista inveterado porque sufro depresión crónica inactiva. Y que soy un buen orador a pesar de padecer una tartamudez crónica inactiva. Y que corro por el Retiro cual gacela a fuerza de afrontar mi paraplejia crónica inactiva. Y probablemente sea también un homosexual latente inactivo, un comunista oculto inactivo, un fascista recóndito inactivo, y hasta, si me apuran, un otorrinolaringólogo secreto igualmente inactivo. Y luego quieren algunos de ustedes que me crea mi propio personaje bloguero y abandone mi trabajo con grandes aspavientos ofendidos. En realidad, el único de mis seguidores que me ha calado completamente es el amigo Alfred, que hace tiempo me ha catalogado como un impostor.

Digamos más bien que soy una especie de camaleón, que muda de color según convenga. Y que, por mi forma de ser, desarrollo una empatía inevitable con la gente que me rodea, sea cual sea su ideología, sexo, edad, condición, tendencia política o gusto musical. Y que en cada guerra entiendo y disculpo a la gente que está al otro lado de la trinchera teórica en la que he de desempeñarme. Es la famosa Simpathy for the Devil. Los Stones le dedicaron a este sentimiento una de las mejores canciones de toda la historia del rock. Ahora alguien ha elaborado con ella un vídeo en el que se puede seguir la impactante letra. Es también un homenaje a los primeros grafitteros, los de brocha gorda. Se lo dejo de propina. Un detalle: ¿a que no se dan cuenta de cuándo entra el mítico coro que hace uuuh uuuh, hasta que ya lleva un rato sonando? La calma chicha agostí se ha terminado para mí. Mi jefa y Kordineitor han vuelto de sus respectivas vacaciones con ánimos renovados. Mi vida vuelve a ser un sinvivir, cuyo programa de festejos les iré detallando en sucesivas entregas, que no sé si podré publicar cada tres días como hasta ahora. Sean felices. Total, todo está en nuestra imaginación.