Les
hablaba el otro día de las cosas que dice la prensa y, a fuerza de repetirlas
todo el mundo, se convierten en dogma que nadie discute o cuestiona. En ese
sentido, ahora mismo, todo el mundo proclama esta verdad indiscutible: uno de
los mayores aciertos de la señora Carmena ha sido reducir la deuda de la
ciudad, que se había disparado tras el paso por la Alcaldía del faraón
Gallardón. Hasta el New York Times contribuye a expandir urbi et orbi esta
buena nueva de la que tenemos que congratularnos todos (pueden comprobarlo AQUÍ).
Ya saben ustedes que, cuando la prensa generalista habla de un asunto del que,
por lo que sea, ustedes o yo tenemos una información precisa y cercana,
normalmente caemos en la cuenta de que no tienen ni idea de lo que hablan. Y a
nuestras mentes acude una reflexión obvia: –¡¡Las barbaridades que nos
estaremos tragando cuando leemos sobre temas de los que no tenemos un
conocimiento previo!!
El
tema de la deuda de una ciudad es complejo y, en relación con la de Madrid, voy
a tratar de explicárselo. De entrada, hay que admitir que reducir la deuda del
Ayuntamiento es algo bueno, puesto que es la deuda de todos nosotros. La deuda
de Madrid, gracias al señor Gallardón, llegó a superar los 7.400 millones de
euros. Un auténtico escándalo, teniendo en cuenta que la segunda deuda
municipal de España era por aquel entonces la de Barcelona, de poco más de mil.
Pero esto, como todo, es relativo y depende de con quien se compare. La deuda
de Berlín, por ejemplo, alcanzó los 63.000 millones (desconozco si se ha
reducido algo, me temo que no) y sin embargo, los berlineses no han tenido
nunca el complejo que nos han llegado a inducir a los madrileños. Y quien nos
forzaba a nosotros a las políticas de austeridad, era precisamente una señora,
últimamente algo temblorosa, que tenía en su capital la deuda que se ha dicho.
Escribí al respecto, no uno, sino dos posts. Pueden buscarlos.
Como
siempre, para descifrar con precisión lo que esta sucediendo respecto a un tema
concreto, lo primero es tener la información. Yo tengo un cuadro sintético que
utilizo en mis conferencias. Es un cuadro de elaboración propia, confeccionado
tras revisar las tablas oficiales del INE y anotar la cifra de deuda declarada
por Madrid al Estado en los últimos años. Para mis presentaciones tengo una
imagen diseñada para ver con proyector y pantalla grande, pero, al importarla
al blog los números se convertían en minúsculos. Como no quiero que se dejen
los ojos consultando mi blog, he hecho una versión con los números en grande,
menos elegante, pero que se ve bien.
Los
colores corresponden a los distintos períodos legislativos. En más oscuro, a la
izquierda, los ocho últimos años de Álvarez del Manzano. En el centro, en
clarito, los 9 de Gallardón. A continuación, otra vez en oscuro, el Trienio
Negro de Mrs. Bottle. Por último, en
clarito a la derecha, los años de Carmena (los datos se aportan al INE al final de
cada anualidad, así que todavía no se dispone de la correspondiente a 2019).
Respecto a Álvarez del Manzano, les he ahorrado los cuatro primeros años de
mandato, pero ya les digo que no fueron muy distintos a los ocho que aparecen
en la imagen. Este señor tenía un objetivo central de su política: no endeudar
a la ciudad. No dejarle deuda a los que vinieran detrás. Durante sus doce
años de alcaldía, cambió muchas veces de
concejales, pero mantuvo a uno todo el tiempo: el responsable de Hacienda, don
Pedro Bujidos, ya fallecido. Y este señor llevaba las cuentas al céntimo.
Con
ese concepto básico, el Ayuntamiento programaba unas inversiones en
infraestructuras de unos 400 millones para cada cuatrienio, cantidad que en su mayor parte se recuperaba, porque las obras que se hacían, siempre tenían algo
que vender. Por ejemplo, pequeños tramos de túnel en intersecciones urbanas,
con un parking de residentes asociado, cuyas plazas se vendían. Álvarez del
Manzano era un hombre, en general, buena persona, un poquito provinciano,
amante del chotis y los bailes de salón, que no dejaba de asistir a cualquier
boda, bautizo, banquete o funeral al que lo invitaran, aunque no conociera a la
familia y le hubieran invitado sólo para darse pisto. Y se cuenta que en las
ocasiones festivas, era el que mejor se lo pasaba, junto con su señora, antigua
soprano. Componían ambos una pareja de bailones súper-animados y empáticos con
todo el mundo. La ciudad estaba tranquila, dormida, sin sobresaltos, y por eso volvía a ganar una vez y otra.
En
2003, el partido no le dejó presentarse por cuarta vez como pretendía, e impuso
a Gallardón. Y ya ven en el cuadro lo que pasó con la deuda. Pero no dejen de
advertir que, si Gallardón pudo endeudarse de esa manera, fue precisamente
porque su antecesor era un roña. El faraón lanzó su órdago y planteó unas
inversiones en infraestructuras para sus primeros cuatro años, de 5.000
millones (frente a los 400 que solía plantear Manzano). Tenía el truco de
desgajar del presupuesto ordinario la parte de la sociedad mixta Calle 30 y
computarlo aparte. Pero eso no vale y este señor lo sabía, puesto que venía de
intentar lo mismo en la
Comunidad de Madrid con el Metro y la empresa mixta MINTRA y ya le habían regañado. Otra
de las falacias que se cree la gente es que la obra de la M-30 costó 5.000 millones.
No, en realidad no fue esa la única obra que se hizo en esos cuatro años de
despilfarro. El presupuesto de ejecución material de la obra de M-30 fue de
3.700 millones, de los cuales se pusieron en dinero real unos 700,
contrayéndose para el resto una deuda de 3.000 millones en dos tramos, el
segundo a 35 años, de los que ya han pasado 16.
Pueden
ver que la deuda de Madrid, tras cuatro años de despiporre gallardónico,
alcanzó la nada despreciable cifra de 6.039 millones. Esa cifra está claramente
por encima del límite legal aproximado que también les he marcado. Es un límite
aproximado, porque se fija mediante un porcentaje sobre el presupuesto general
ordinario del Ayuntamiento que no es un número fijo, si bien fluctúa en torno a
los 4.500 millones. La deuda de las ciudades no se puede estirar indefinidamente a capricho del político de turno, puesto que es la deuda solidaria de todos sus ciudadanos. Sus límites están fijados por la Ley de Haciendas Locales. Y la
vigilancia de que se cumpla corresponde al Ministerio de Hacienda y al Eurostat
de Bruselas. Gallardón trató de decir que estaba en regla, por el truco de
desgajar la deuda de Calle 30, pero le dijeron que no valía. Y, cuando un
Ayuntamiento sobrepasa claramente la línea fatídica del máximo, se convierte en
una entidad morosa, a la que nadie quiere ya ni saludar (mucho menos ayudar
económicamente con nuevos créditos).
En
el tira y afloja con Hacienda y con Bruselas (oiga, que no ha incluido usted el
gasto de Calle 30, ¡Ah! es que no me he dado cuenta, ahora mismito lo subsano, ahí lo tienen, pero oiga, que sigue sin contarlo usted, ¿no me joda? ¡Cómo se me puede haber
olvidado!), se pasó más o menos el primer año de la segunda legislatura de
Gallardón. Por entonces, la crisis económica se había desatado ya, no habíamos conseguido las
Olimpiadas y ese doble desastre nos había pillado en bragas. Ese año la deuda
sube hasta los 6.682 millones, como ven en el cuadro. Entonces, el Ministerio
de Hacienda se pone serio con Gallardón. Cuando una administración pública
alcanza la categoría de entidad morosa, sólo hay un sistema posible de
arreglarlo, previsto en la propia ley, que es elaborar un Plan de Ajuste
Financiero. Este Plan ha de ser redactado por el Ayuntamiento y aprobado por
Hacienda. El equipo de Gallardón lo hizo, lo presentó y se lo aprobaron. Pero
el primer año ya incumplió sus previsiones, porque una de sus condiciones era que la deuda no podía seguir
incrementándose y las cuentas municipales revelaban sin embargo que aún había subido un
poco más, hasta los 6.762 millones.
Fue
entonces cuando Gallardón se fue a ver a Zapatero a la Moncloa a pedirle más
dinero o una exención del régimen general por nuestro carácter de capital del Estado. El otro le dijo que nones, que
cumpliera la Ley
como todo el mundo y, en el mismo jardín de la Moncloa , Gallardón
improvisó una rueda de prensa en la que inauguró su proverbial gesto del
puchero de despecho: no nos ayudan porque somos de otro partido y nos quieren hundir. No le quedó más remedio a Gallardón que ajustarse el cinturón, acabar
por los pelos las obras más prioritarias (como el Madrid Río), por cierto, en
buena parte gracias a las ayudas del Plan E de Zapatero, y empezar a reducir la
deuda, aunque luego se viera que era una reducción ficticia, el resultado de
una ingeniería financiera bastante tramposa. Porque pueden ver que, cuando
llega la señora Botella y encarga la parte económica a Concepción Dancausa,
esta señora lo primero que hace es contratar una auditoría.
Y la
auditoría revela que la deuda heredada no era de 6.348 millones como pretendía Gallardón, sino de 7.430 (a ver si se creían ustedes que ese pico que da la
gráfica era porque Botella se había gastado ese dinero en su primer año). El
caso es que Botella/Dancausa elaboraron un nuevo Plan de Ajuste, se lo aprobó Hacienda y empezaron a
cumplirlo a rajatabla, tutelados por el amigo Montoro. ¿Y cómo hicieron estas señoras para
ahorrar de forma tan drástica? Pues con técnicas de ama de casa, con perdón.
Disminuyendo los gastos de limpieza, de asfaltado de calles, de mantenimiento de los edificios municipales, de vigilancia
policial, adelgazando al máximo los presupuestos sociales, el SAMUR, las actividades
culturales, hasta las fiestas de barrio. Todo al mínimo. Y, por supuesto, también
vendiendo el solar de nuestra sede histórica de la Gerencia de Urbanismo
para hacer pisos de lujo, previo destierro de sus funcionarios a la Isla de Alcatraz. Y, también
por supuesto, vendiendo pisos sociales de la EMV con
bicho a fondos buitre como Fidere, integrado en el grupo multinacional
Blackstone.
Cuando
una administración es declarada morosa, los ingresos anuales que registre han de
ser dedicados íntegramente a paliar la deuda pendiente y eso impide hacer ninguna obra que requiera
inversión. Como ven en el gráfico, Botella logró bajar de la línea fatídica al
final, cuando ya el partido le había comunicado que no querían que se
presentara a la reelección (como ella pretendía). En los últimos meses de
Botella, el Ayuntamiento empezó una serie de pequeñas reparaciones de calzadas
(tal vez lo recuerden). Y, en eso llegó Carmena. Y sucedió lo que vamos a
contar en la segunda parte de este texto en dos posts. Sean pacientes.
Estupendo cuadro y muy claras las explicaciones. Nos tienes en ascuas para ver por qué piensas que la reducción de la deuda que ha conseguido tu adorada señora Carmena, no es algo tan valioso como lo muestra la prensa.
ResponderEliminarYa tienes el post siguiente publicado.
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