lunes, 1 de julio de 2019

849. La deuda del Ayuntamiento I

Les hablaba el otro día de las cosas que dice la prensa y, a fuerza de repetirlas todo el mundo, se convierten en dogma que nadie discute o cuestiona. En ese sentido, ahora mismo, todo el mundo proclama esta verdad indiscutible: uno de los mayores aciertos de la señora Carmena ha sido reducir la deuda de la ciudad, que se había disparado tras el paso por la Alcaldía del faraón Gallardón. Hasta el New York Times contribuye a expandir urbi et orbi esta buena nueva de la que tenemos que congratularnos todos (pueden comprobarlo AQUÍ). Ya saben ustedes que, cuando la prensa generalista habla de un asunto del que, por lo que sea, ustedes o yo tenemos una información precisa y cercana, normalmente caemos en la cuenta de que no tienen ni idea de lo que hablan. Y a nuestras mentes acude una reflexión obvia: –¡¡Las barbaridades que nos estaremos tragando cuando leemos sobre temas de los que no tenemos un conocimiento previo!!

El tema de la deuda de una ciudad es complejo y, en relación con la de Madrid, voy a tratar de explicárselo. De entrada, hay que admitir que reducir la deuda del Ayuntamiento es algo bueno, puesto que es la deuda de todos nosotros. La deuda de Madrid, gracias al señor Gallardón, llegó a superar los 7.400 millones de euros. Un auténtico escándalo, teniendo en cuenta que la segunda deuda municipal de España era por aquel entonces la de Barcelona, de poco más de mil. Pero esto, como todo, es relativo y depende de con quien se compare. La deuda de Berlín, por ejemplo, alcanzó los 63.000 millones (desconozco si se ha reducido algo, me temo que no) y sin embargo, los berlineses no han tenido nunca el complejo que nos han llegado a inducir a los madrileños. Y quien nos forzaba a nosotros a las políticas de austeridad, era precisamente una señora, últimamente algo temblorosa, que tenía en su capital la deuda que se ha dicho. Escribí al respecto, no uno, sino dos posts. Pueden buscarlos.

Como siempre, para descifrar con precisión lo que esta sucediendo respecto a un tema concreto, lo primero es tener la información. Yo tengo un cuadro sintético que utilizo en mis conferencias. Es un cuadro de elaboración propia, confeccionado tras revisar las tablas oficiales del INE y anotar la cifra de deuda declarada por Madrid al Estado en los últimos años. Para mis presentaciones tengo una imagen diseñada para ver con proyector y pantalla grande, pero, al importarla al blog los números se convertían en minúsculos. Como no quiero que se dejen los ojos consultando mi blog, he hecho una versión con los números en grande, menos elegante, pero que se ve bien.


Los colores corresponden a los distintos períodos legislativos. En más oscuro, a la izquierda, los ocho últimos años de Álvarez del Manzano. En el centro, en clarito, los 9 de Gallardón. A continuación, otra vez en oscuro, el Trienio Negro de Mrs. Bottle. Por último, en clarito a la derecha, los años de Carmena (los datos se aportan al INE al final de cada anualidad, así que todavía no se dispone de la correspondiente a 2019). Respecto a Álvarez del Manzano, les he ahorrado los cuatro primeros años de mandato, pero ya les digo que no fueron muy distintos a los ocho que aparecen en la imagen. Este señor tenía un objetivo central de su política: no endeudar a la ciudad. No dejarle deuda a los que vinieran detrás. Durante sus doce años de alcaldía, cambió muchas veces de concejales, pero mantuvo a uno todo el tiempo: el responsable de Hacienda, don Pedro Bujidos, ya fallecido. Y este señor llevaba las cuentas al céntimo.

Con ese concepto básico, el Ayuntamiento programaba unas inversiones en infraestructuras de unos 400 millones para cada cuatrienio, cantidad que en su mayor parte se recuperaba, porque las obras que se hacían, siempre tenían algo que vender. Por ejemplo, pequeños tramos de túnel en intersecciones urbanas, con un parking de residentes asociado, cuyas plazas se vendían. Álvarez del Manzano era un hombre, en general, buena persona, un poquito provinciano, amante del chotis y los bailes de salón, que no dejaba de asistir a cualquier boda, bautizo, banquete o funeral al que lo invitaran, aunque no conociera a la familia y le hubieran invitado sólo para darse pisto. Y se cuenta que en las ocasiones festivas, era el que mejor se lo pasaba, junto con su señora, antigua soprano. Componían ambos una pareja de bailones súper-animados y empáticos con todo el mundo. La ciudad estaba tranquila, dormida, sin sobresaltos, y por eso volvía a ganar una vez y otra.

En 2003, el partido no le dejó presentarse por cuarta vez como pretendía, e impuso a Gallardón. Y ya ven en el cuadro lo que pasó con la deuda. Pero no dejen de advertir que, si Gallardón pudo endeudarse de esa manera, fue precisamente porque su antecesor era un roña. El faraón lanzó su órdago y planteó unas inversiones en infraestructuras para sus primeros cuatro años, de 5.000 millones (frente a los 400 que solía plantear Manzano). Tenía el truco de desgajar del presupuesto ordinario la parte de la sociedad mixta Calle 30 y computarlo aparte. Pero eso no vale y este señor lo sabía, puesto que venía de intentar lo mismo en la Comunidad de Madrid con el Metro y la empresa mixta MINTRA y ya le habían regañado. Otra de las falacias que se cree la gente es que la obra de la M-30 costó 5.000 millones. No, en realidad no fue esa la única obra que se hizo en esos cuatro años de despilfarro. El presupuesto de ejecución material de la obra de M-30 fue de 3.700 millones, de los cuales se pusieron en dinero real unos 700, contrayéndose para el resto una deuda de 3.000 millones en dos tramos, el segundo a 35 años, de los que ya han pasado 16.

Pueden ver que la deuda de Madrid, tras cuatro años de despiporre gallardónico, alcanzó la nada despreciable cifra de 6.039 millones. Esa cifra está claramente por encima del límite legal aproximado que también les he marcado. Es un límite aproximado, porque se fija mediante un porcentaje sobre el presupuesto general ordinario del Ayuntamiento que no es un número fijo, si bien fluctúa en torno a los 4.500 millones. La deuda de las ciudades no se puede estirar indefinidamente a capricho del político de turno, puesto que es la deuda solidaria de todos sus ciudadanos. Sus límites están fijados por la Ley de Haciendas Locales. Y la vigilancia de que se cumpla corresponde al Ministerio de Hacienda y al Eurostat de Bruselas. Gallardón trató de decir que estaba en regla, por el truco de desgajar la deuda de Calle 30, pero le dijeron que no valía. Y, cuando un Ayuntamiento sobrepasa claramente la línea fatídica del máximo, se convierte en una entidad morosa, a la que nadie quiere ya ni saludar (mucho menos ayudar económicamente con nuevos créditos).

En el tira y afloja con Hacienda y con Bruselas (oiga, que no ha incluido usted el gasto de Calle 30, ¡Ah! es que no me he dado cuenta, ahora mismito lo subsano, ahí lo tienen, pero oiga, que sigue sin contarlo usted, ¿no me joda? ¡Cómo se me puede haber olvidado!), se pasó más o menos el primer año de la segunda legislatura de Gallardón. Por entonces, la crisis económica se había desatado ya, no habíamos conseguido las Olimpiadas y ese doble desastre nos había pillado en bragas. Ese año la deuda sube hasta los 6.682 millones, como ven en el cuadro. Entonces, el Ministerio de Hacienda se pone serio con Gallardón. Cuando una administración pública alcanza la categoría de entidad morosa, sólo hay un sistema posible de arreglarlo, previsto en la propia ley, que es elaborar un Plan de Ajuste Financiero. Este Plan ha de ser redactado por el Ayuntamiento y aprobado por Hacienda. El equipo de Gallardón lo hizo, lo presentó y se lo aprobaron. Pero el primer año ya incumplió sus previsiones, porque una de sus condiciones era que la deuda no podía seguir incrementándose y las cuentas municipales revelaban sin embargo que aún había subido un poco más, hasta los 6.762 millones.

Fue entonces cuando Gallardón se fue a ver a Zapatero a la Moncloa a pedirle más dinero o una exención del régimen general por nuestro carácter de capital del Estado. El otro le dijo que nones, que cumpliera la Ley como todo el mundo y, en el mismo jardín de la Moncloa, Gallardón improvisó una rueda de prensa en la que inauguró su proverbial gesto del puchero de despecho: no nos ayudan porque somos de otro partido y nos quieren hundir. No le quedó más remedio a Gallardón que ajustarse el cinturón, acabar por los pelos las obras más prioritarias (como el Madrid Río), por cierto, en buena parte gracias a las ayudas del Plan E de Zapatero, y empezar a reducir la deuda, aunque luego se viera que era una reducción ficticia, el resultado de una ingeniería financiera bastante tramposa. Porque pueden ver que, cuando llega la señora Botella y encarga la parte económica a Concepción Dancausa, esta señora lo primero que hace es contratar una auditoría.

Y la auditoría revela que la deuda heredada no era de 6.348 millones como pretendía Gallardón, sino de 7.430 (a ver si se creían ustedes que ese pico que da la gráfica era porque Botella se había gastado ese dinero en su primer año). El caso es que Botella/Dancausa elaboraron un nuevo Plan de Ajuste, se lo aprobó Hacienda y empezaron a cumplirlo a rajatabla, tutelados por el amigo Montoro. ¿Y cómo hicieron estas señoras para ahorrar de forma tan drástica? Pues con técnicas de ama de casa, con perdón. Disminuyendo los gastos de limpieza, de asfaltado de calles, de mantenimiento de los edificios municipales, de vigilancia policial, adelgazando al máximo los presupuestos sociales, el SAMUR, las actividades culturales, hasta las fiestas de barrio. Todo al mínimo. Y, por supuesto, también vendiendo el solar de nuestra sede histórica de la Gerencia de Urbanismo para hacer pisos de lujo, previo destierro de sus funcionarios a la Isla de Alcatraz. Y, también por supuesto, vendiendo pisos sociales de la EMV con bicho a fondos buitre como Fidere, integrado en el grupo multinacional Blackstone.

Cuando una administración es declarada morosa, los ingresos anuales que registre han de ser dedicados íntegramente a paliar la deuda pendiente y eso impide hacer ninguna obra que requiera inversión. Como ven en el gráfico, Botella logró bajar de la línea fatídica al final, cuando ya el partido le había comunicado que no querían que se presentara a la reelección (como ella pretendía). En los últimos meses de Botella, el Ayuntamiento empezó una serie de pequeñas reparaciones de calzadas (tal vez lo recuerden). Y, en eso llegó Carmena. Y sucedió lo que vamos a contar en la segunda parte de este texto en dos posts. Sean pacientes.

2 comentarios:

  1. Estupendo cuadro y muy claras las explicaciones. Nos tienes en ascuas para ver por qué piensas que la reducción de la deuda que ha conseguido tu adorada señora Carmena, no es algo tan valioso como lo muestra la prensa.

    ResponderEliminar