Sí señor, esta misma mañana, me
he sometido a mi sexta colonoscopia, lo mío ya roza los límites del vicio y por eso me he inventado el palabro para describirlo: colonoscupiscencia. Como ya he revelado, tengo
un factor de riesgo importante de tipo genético y he de revisarme las entretelas de vez en
cuando. La quinta (de la que se dio cuenta en el blog,
igual que de la cuarta) me la practicaron a primeros de diciembre de
2016 muy poco después de recibir el alta de la fractura de húmero (entre uno y otro episodio médico tuve tiempo de viajar a San Petersburgo, Japón
y Marsella). Así que ya tocaba. Como seguramente saben, es un asunto
que puede resultar molesto, pero tampoco hay que exagerar, depende de cómo se lo tome uno.
El martes y el miércoles ya
estuve a dieta de proteínas y pan, sin probar frutas, verduras ni legumbres. Y ayer
por la tarde tuve que prepararme ingiriendo minuciosamente ese maldito producto que te provoca una
cagalera irreversible, casi como la de Albert Rivera. Es un trance que debe
pasarse en soledad, porque nadie te puede ayudar y no resultaría agradable para
la eventual compañía. Tradicionalmente, este mejunje se ingería disuelto en
agua en dieciséis tomas cada quince minutos. Ahora hay un producto alternativo,
que se toma en dos veces, pero yo lo utilicé en mi cuarta experiencia y creí
que me moría, eso es como una bomba. Así que yo prefiero el de siempre. Y esta
mañana me he cogido un taxi a la clínica. En el quirófano has de entrar
completamente desnudo excepto por los zapatos y calcetines, detalle que no sé a
qué se debe, aunque me malicio que es para ahorrarles a los médicos el conocido perfume eau de pinrel también llamado stink foot.
Les ahorraré los detalles de cómo
completan el atuendo (incluido una especie de abrebocas que has de morder
enérgicamente, en una suerte de ritual sadomasoquista). Cuando ya te tienen reducido y humillado, te colocan mirando para Cuenca y te duermen. Mientras estás dormido, te introducen por salva sea la parte una manguerita flexible, en
cuyo extremo se sitúa el Ojo de Dios que todo lo ve, y simultáneamente por
arriba te entra un artilugio similar, que tal vez lleve al Espíritu Santo en el
extremo. Ambas deidades investigan todos los pliegues sin perderse detalle, se saludan a través del cardias y después se retiran. En mis dos últimas colonoscopias
antes de esta, me habían localizado sendos urdangarines
de unos tres milímetros, que procedieron a extraer y llevarse detenidos.
Celebrados los correspondientes juicios sumarísimos, ambos fueron declarados inocentes del delito de
malignidad. En esta ocasión ni siquiera me han encontrado un mísero bárcenas.
Así que estupendo.
En cuanto a la parte gástrica, ya
saben que hace unos seis años que tengo unos okupas cómodamente instalados en
el estómago, de la familia de los helicobácter. En las anteriores ocasiones me
dijeron que si la infección era asintomática, no había que hacer nada. Ahora en
cambio, el doctor de la primera consulta me contó que las opiniones al respecto han
cambiado, que ahora se entiende que es mejor practicar un desahucio con antibióticos antidisturbios.
Con ese objetivo me han tomado unas muestras, para ver si la competencia es de los GEOs, de la Unidad de Intervención Rápida o de cualquier otro cuerpo de disausión. Me dan un poco de pena estos
okupas, llevo mucho tiempo conviviendo con ellos, ya les había cogido cariño y lo cierto es que no dan un ruido: ni
hacen fiestas multitudinarias, ni me estropean la pintura, ni gastan mucha luz. Sinceramente creo que los voy a echar de menos como a Rajoy.
Por lo demás, me han dado instrucciones tajantes: durante doce horas después de la prueba no puedo hacer ejercicio, ni conducir, ni beber alcohol, ni tomar decisiones. Así lo dice la papela que me han dado. Así que la gran decisión debo aplazarla hasta mañana, por lo menos. De escribir en el blog, no dice nada. Con la prueba de esta mañana,
ya casi cierro la ITV a la que me estoy sometiendo y de la que no conozco
todavía los resultados, salvo por el hecho de que los triglicéridos se han
vuelto de pronto independentistas y han dejado de ir al unísono con las demás
autonomías (colesterol, ácido úrico, transaminasas, que se ajustan todas a la
regla de gasto de Montoro). Voy a solicitar que me repitan la analítica y
procuraré presentarme después de haberme pasado unos días a pescado hervido con
patatitas al vapor y sin cerveza, a ver si la ratio mejora. Cualquier cosa antes que aplicarles el artículo 155.
La otra línea que estoy siguiendo
en este tiempo de impasse a la espera de la gran decisión, es la de la obra de
la pared de mi terraza, que está casi acabada. Está quedando niquelada y estoy
encantado de no haberme dejado engañar por El Rumano Sedicente que, por cierto,
me sigue enviando mensajes a través del portero, insistiendo en que hubiera
sido mejor tirarlo todo, que con el sol que pega en esa pared, antes o después me
saldrán grietas entre lo antiguo y lo nuevo. Para que vean la virguería que me
han hecho, les voy a mostrar una serie de fotos. En la primera, pueden ver la
prueba que me hicieron. Ya saben que se trata de dar un enfoscado de cemento y
luego darle apariencia de ladrillo, mediante un dibujo hecho con barras y
plantillas.
Les dimos el OK y empezaron a picar en las zonas en donde había grietas o desperfectos. Uno de los paños se les vino abajo (en este punto llegué a dudar de si lo que decía el rumano podía ser cierto, pero ya no pasó en ninguna otra parte de la pared). Aquí pueden ver el resultado del paño reconstruido, una maravilla.
Lo siguiente era pintar toda la pared con una pintura que unificara lo nuevo con lo viejo. Aquí una primera prueba, pasándole un simple rodillo.
Entonces les dijimos de rebajar un punto el tono ladrillo y unificar con un pincel todas las separaciones entre los falsos ladrillos, antes de pasar el rodillo. Hicieron dos pruebas para decidir el tono de esas separaciones.
Elegí un gris intermedio entre los dos de la prueba y aquí tienen la primera fase, la de pintar esas ranuras con el color elegido.
Hecho esto, se pasa el rodillo con cuidado, se repasan los detalles y se le da una última mano de pintura hidrofugante incolora. El resultado lo tienen abajo.
En fin, que esto no lo hace El Rumano Sedicente ni en dos meses y menos con esa calidad. Si yo no les cuento el proceso, seguro que ustedes se hubieran creído que era ladrillo de verdad. Yo mismo salgo a la terraza y me lo llego a creer. Pero las obras no han terminado. Esto es solo la parte que me va a pagar la Comunidad de Propietarios. A finales de este mes vendrán a instalarme los nuevos toldos, y en septiembre acometeremos la parte de decoración vegetal, en la que me van a asesorar dos floristas gays del barrio que son amigos míos y tienen un gusto exquisito. Y después de la terraza seguiré con el resto del piso. Hasta ahora no pasaba mucho tiempo en casa, pero, una vez que deje el Ayuntamiento (no sé cuándo, pero antes o después sucederá) tengo que tener el nido en condiciones. Que pasen un buen finde.
Ya sólo te falta poner en tuiter las fotos del muro de fake-ladrillos para estar hecho un Trump a base de muros y fakes.
ResponderEliminarFelicidades por haber aprobado los exámenes de tus asignaturas más importantes en esta convocatoria. No importa que te queden los triglicéridos y el helicobácter para septiembre, eso está chupao, aunque por alguien cercano sé que el coctel de antibióticos que hay que tomar no es banal. Un abrazo.
Gracias por los consejos. Lo del fake wall como solución para el muro de Trump es genial, tal vez construya un post alrededor de esa idea.
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