Nada,
que si no fuera por mi blog, ahí andarían todos, tomando el sol en las playas
previo rebozado en crema solar factor 50, bañándose en el mar, poniéndose
ciegos a gambas a la plancha y paellas con arena, echándose la siesta a la
sombra de los pinos, cenando en terrazas de chiringuitos veraniegos, y
escuchando reggaetón a todas horas, desconectados del universo mundo, sin haberse
percatado de que hemos entrado en una nueva era geológica, el llamado por
muchos científicos período Antropoceno. Menos mal que me ocupo yo de
ilustrarles un poquito y generarles curiosidad sobre materias varias.
Para
empezar, los geólogos más ancianos, conservadores por definición y totalmente
alérgicos a la innovación, sostienen que estamos todavía en el Holoceno, último período de la Era Cuaternaria, teoría
que seguramente siguen Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Almeida y otros
personajes similares (no incluyo aquí a la señora Díaz Ayuso, un auténtico
portento, que seguramente no sabe ni que existe una cosa llamada Geología). Pero
la comunidad científica ha acuñado el término Antropoceno desde comienzos del presente siglo, e incluso es
bastante unánime en situar su inicio en torno a 1950, cuando las primeras
pruebas nucleares tras las bombas de Hiroshima liberaron plutonio a la
atmósfera, un producto creado por el ser humano a partir del uranio, que empezó
a depositarse en las capas más superficiales de la Tierra y los fondos
marinos.
Ya
saben ustedes por mi post anterior que ahora es posible analizar las distintas
capas de polvo posado y solidificado, datando con precisión la época en que se
depositó. Pues en unos cuantos millones de años, la humanidad, si no se ha ido
al carajo, o en su defecto alguna civilización posterior que nos suceda en el
dominio de la Tierra
y alcance nuestro nivel científico, podrá verificar que, en las capas
posteriores a 1950 hasta nuestros días, se detecta plutonio, gracias a sus
locos antecesores que inventaron y utilizaron una cosa muy peligrosa llamada energía
nuclear. Por cierto, si no consideran este tipo de energía como un peligro, les
recomiendo que vean la mini serie de HBO Chernobyl:
es acojonante. En cinco episodios de una hora cada uno, te cuenta exactamente
lo que sucedió en ese accidente terrorífico.
En
realidad, yo me empecé a interesar por este tema después de escuchar en Lyon a
este señor cuya foto tienen a la izquierda. Se llama Michel Lussault y es
catedrático de Geografía en la
Universidad de Lyon, de la que ha sido decano. Y fue el
encargado de impartir la keynote lecture, la conferencia estelar del European Metropolitan Authorities Forum 2019,
celebrado en junio, en el que yo participé en representación de la ciudad de
Madrid. Su conferencia me pareció magnífica, la seguí fascinado y tomé un montón
de notas. Lo que pasa es que no he encontrado el momento de contarles esto en
el blog hasta que hemos entrado en este período de pleno verano en el que me he
propuesto aderezarles su ocio con temas como este, para que puedan presumir de enterados luego por
la noche, a la hora del cubata.
El tipo se había preparado una
charla muy bien estructurada, en la que para cada apartado desarrollaba cuatro
conceptos (no sé si le fascina el número 4, o es una casualidad). Por ejemplo,
empezó diciendo que en este momento, mientras ustedes están en la playa y yo
aquí sufriendo el calor extremo de este año, en el mundo que conocemos están
sucediendo cuatro fenómenos decisivos, que él califica de auténticas
mutaciones:
1.- La urbanización de la Tierra.
Algunas cifras. A comienzos del Siglo XX, la población que vivía en ciudades
era de 220 millones de personas. A comienzos del XXI es de 2.800 millones. Se
ha multiplicado por 12,7. En cambio, la población total ha pasado de 1.700
millones a 6.100 millones. Se ha multiplicado por 3,5. La cosa está bien clara.
En 2008, la población urbana superó el 50% de la total. Y sigue creciendo. En
2030, todas las regiones mundiales
tendrán más población urbana que rural. Y en 2050, la población urbana
alcanzará el 70% de los 9.600 millones de personas que se prevé que existan por
entonces.
2.- La globalización de la
economía. No hay mucho que hablar de esto. Es un proceso que comenzó a
partir del momento en que los avances tecnológicos abrieron la posibilidad de
hacer operaciones financieras en tiempo real. Podemos decir que esta es una
mutación completada: ahora mismo un bróker australiano estornuda en la Bolsa de
Sídney y al instante un inversor en Wall Street dice ¡Jesús!
3.- La digitalización de nuestras
vidas. También es algo evidente. Cuando en 2013 la película de ciencia
ficción Her mostraba a toda la gente por la calle enfrascada en sus móviles sin
mirar a nadie, todos pensamos ¡qué locura! Seis años después vemos eso cada día. Yo por las mañanas miro antes de salir el Google Maps, para saber
cuál es mi mejor ruta en coche, teniendo en cuenta los accidentes, los atascos
y las obras. Y varias veces al día consulto las noticias a ver si ha pasado
algo. Pronto tendremos robots capaces de cocinarte un entrecotte poco hecho con
chimichurri de tomillo y romero, y servírtelo a la mesa.
4.- La antropización del planeta.
La influencia del hombre sobre la Tierra es ya la principal causa de
modificación de los ecosistemas terrestres, incluyendo el cambio climático, la
desertización, la extinción de especies, la modificación genética de los
vegetales para suministrar alimento a todos los humanos, o la automatización de
la agricultura y la ganadería. El hombre puede ya provocar lluvia, cultivar
tomates en edificios en Groenlandia o fabricar comida sintética tan apetitosa
como la natural.
Todo esto está ya en marcha y son las características propias de este periódo que algunos han dado en llamar el Antropoceno (la foto es de Hong Kong). Yo le añadiría una quinta: la velocidad, la forma en que todos esos procesos se están acelerando. Lussault indicaba que este proceso está generando una serie de efectos desagradables en las ciudades, que han de ajustarse si no queremos irnos todos a la puta mierda colectiva. Y otra vez, citaba los cuatro riesgos principales.
1.- La fragmentación urbana.
Aquí se incluye tanto la polarización social, como la territorial. El urbanismo
debe ser un instrumento de reequilibrio. Debemos construir ciudades inclusivas
en las que el espacio libre se use para pasear, desplazarse y socializar. Pero
si se crea una brecha entre los más ricos y el resto, los más ricos tienden a
aislarse en fortalezas acorazadas (y los no tan ricos, en manzanas cerradas con
espacios interiores seguros, con piscina y puerta única con portero que no deja
salir a los niños al exterior inseguro). Lo mismo sucede entre barrios. Y la
marginación crea ciudadanos de segunda, lo que en el Reino Unido llaman
categorías subalternas.
2.- La vulnerabilidad
medioambiental de las ciudades. Tenemos que estar preparados para calores
extremos, terremotos, inundaciones, tormentas y huracanes. Hasta un simple
apagón de luz es una especie de tragedia, se te estropea la comida en la
nevera, no ves ni hostia, se te va el WiFi y te sientes una especie de
minusválido.
3.-La emigración. En unos
años, las ciudades han de ser capaces de acoger y dar vivienda a unos 7.000
millones de personas, de los 10.000 millones totales. Y no vale meterlos en
chabolas o en guetos. Si no se planifica este fenómeno global, habrá revueltas
y violencia.
4.- El reto de la gobernanza
participativa. Cuando todo el mundo tiene un móvil con el que te graba
cometiendo cualquier tropelía y, al instante, en todos los rincones del planeta están viendo la
grabación en red, ya no va a ser posible gobernar de manera autoritaria y
ocultista. Es necesario encontrar fórmulas de participación de las personas,
los grupos y los barrios, creando una ciudadanía eficiente, informada y
concienciada, que participe de manera activa desde los primeros momentos de
cualquier proceso.
Estos eran los grandes retos para
Michel Lussault. De acuerdo con ello, recomendaba una nueva actitud para los
urbanistas, tendente a crear una especie de Smart City sui géneris, basada en
cuatro principios fundamentales, que solamente les enuncio: la inclusión social
y el cuidado del medioambiente, el compromiso de los ciudadanos y todos los agentes
que operan en la ciudad, el control cuidadoso de los recursos y un diseño
urbano renovado y adaptado a estos nuevos parámetros.
En síntesis, hemos de desechar la
idea de que la Humanidad está afrontando un imprevisto momentáneo en su
trayectoria, para el que de una forma o de otra se encontrará una salida, como
siempre ha sucedido hasta ahora. Por el contrario, los expertos nos dicen que hemos entrado
ya en el Antropoceno y que ese concepto designa en realidad un cambio de
paradigma: la Humanidad, nuestra propia especie, es tan poderosa y activa que
es ya la principal fuerza en la transformación de nuestro planeta. Una teoría
que está muy bien, pero que, en mi opinión, no debería descartar las desigualdades
regionales, las tensiones geoestratégicas, las guerras comerciales (y las reales) y otros temas de los que ya les
hablaré otro día. Las teorías de Michel Lussault no podrían explicar cosas como
la situación en la Franja de Gaza, el Brexit o la imposibilidad de formar
gobierno en la España actual. Pero constituyen una aproximación teórica al mundo actual
y al futuro, que conviene conocer.
Les dejo de propina un vídeo cortito de divulgación, en donde se explica en términos sencillos el Antropoceno. Lo promociona la inmobiliaria Acciona que, como todas, empieza a concienciarse sobre lo que viene. Lo pueden ver mientras siguen con el cubata. Sean felices y sigan con su veraneo.
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