¡Hola! ¡Ya estoy aquí! ¿Hay
alguien en casa? Me dicen las cifras de la página de gestión del blog que aquí
no entra ni el Tato, debe de ser la cuesta de enero. Cierto que llevo una
semana sin cargar nuevos textos, pero tienen a su disposición casi 700 posts en
los que recrearse con mi prosa inigualable. Bueno, resumiré las excusas: Reinventing
Cities, un artículo sobre el Plan de Barrios en Remodelación, para un libro que
está preparando mi histórico profesor Carlos Sambricio y que he entregado esta
mañana con la hora pegada al culo; más Billar de Letras que ha decidido cambiar la
hora del turno de fin de mes a las 5 de la tarde, una hora inviable para mí en los
últimos tiempos, lo que me ha obligado a cambiarme al grupo de principio de mes
y leerme el último libro en tiempo record, más la tercera temporada de The
Wire, más correr, nadar y lo que no les cuento. Mi batalla continúa, como ven.
Vamos por partes, dijo Jack el Destripador.
Metí unos días en la nevera mis últimos veinte posts y el único que dijo haberse dado cuenta es el bueno de
Mariano que, por cierto, sale como personaje episódico en el libro Avión Club de Carlos Santos, como no
podría ser de otra manera tratándose de un texto que cuenta todo sobre los años
80 en Madrid. No se pueden concebir los 80 aquí sin Mariano. Carlos Santos había publicado ya un libro llamado 333
historias sobre la transición, donde radiografiaba los 70 en la capital,
los años épicos de la lucha política y la llegada de la Democracia. Los 80 fueron, según él,
los años líricos del disfrute de la libertad recién ganada, del desmadre y la
alegría y las noches interminables de bar en bar. En una entrevista con motivo
de su nuevo libro le preguntan si tiene pensado hacer otro sobre los 90 y dice
que ni de coña, que esa fue la década en la que todo se jodió y que él no puede
escribir sobre algo tan deprimente.
Bueno, Mariano me mandó un
mensaje: Milu, tu blog está bloqueado, no se pueden abrir los últimos posts,
deben de haber vuelto los rusos. No eran esta vez los rusos sino los italianos, jodidos
maccheronni di merda. Desde hace unos meses, cada dos días me replican los últimos
20 textos y mandan cada uno a tres o cuatro lectores, de modo que tengo
una incidencia de 60 u 80 entradas simultáneas desde Italia, algo que no me
gusta. Lo del otro día fue una prueba: metí en el congelador los últimos 50
textos, a ver qué pasaba. Y lo que pasó fue que, con regularidad suiza, entraron 60 espaguetis a
ver los veinte anteriores. Era un ensayo, pero ya les aviso de que a mediados
de la semana que viene voy a meter el blog entero en el congelador unos días, a
ver si logro desconectar esa fastidiosa anomalía. No se alarmen, es sencillo
y seguro.
Lo haré coincidir con un viaje de
trabajo que me va a llevar a París los días 17 y 18, para el asunto Reinventing
Cities, que tengo pendiente explicarles con más detalle, un tema que me tiene bastante absorbido y volcado en el trabajo, circunstancia que está en el origen
de mi baja frecuencia bloguera, porque ya saben que este foro nació a comienzos
del Trienio Negro de Mrs Bottle, cuando mi peripecia municipal me obligaba a
cumplir un horario absurdo sin tener tarea o competencia con que llenar tantas
horas, disfunción que sólo admite dos soluciones: tocarse las pelotas a dos manos,
o diversificar el chiringuito, con ideas como la de crear un blog. Mi nueva
implicación laboral me deja ahora menos espacio para escribir, pero siempre encontraré hueco para cultivar este foro que tanto nos divierte a unos cuantos.
Lo de Billar de Letras es un
proceso similar al de mi fenecido taller de conversación inglesa y con idéntico
origen. Ronaldo tiene un niño pequeño, algo no muy compatible con actividades
de noctívago. Este curso ya nos adelantó la hora de las 20.00 a las 19.30. En Navidad preguntó
si nos importaba pasarlo a las cinco de la tarde. Todos los del grupo estuvieron de acuerdo, menos yo. Yo a las cinco estoy liado la mayor parte de los días. Así
que me han pasado al primer turno y he debido leerme El Último Encuentro, de Sandor Marai, prácticamente en un fin de
semana. Por cierto, era un libro que ya me había leído hace unos diez años y
del que he disfrutado mucho en esta segunda lectura. Si no lo conocen, es muy
recomendable. Tal vez no sepan que Sandor Marai se suicidó disparándose en la
cabeza con una pistola que se acababa de comprar expresamente para eso en San
Diego, donde vivía. Algo no muy singular, salvo por el detalle de que tenía 89
años. Hay que tener mucho cuajo para matarse a esa edad.
En el libro de Carlos Sambricio (también sobre los 80, pero en el mundo del urbanismo) participan
no menos de cincuenta colegas de carrera, se lo aclaro para que no piensen
que a mí me llaman mucho los arquitectos para estas cosas, aunque tampoco es la primera
vez que colaboro en libros colectivos de urbanismo. El tema lo elegí yo y para escribirlo me he basado en mi serie de cuatro posts sobre la lucha contra el chabolismo
en Madrid. Ya había al menos dos textos encargados sobre el asunto, pero le
dije que mi punto de vista no era estrictamente arquitectónico, sino más
cercano al reportaje periodístico, como recordaran los que leyeron la serie. He
debido resumirlo para ceñirme a las 1.800 palabras que me permitían como
máximo. Y adaptarlo a un contexto más serio. Por ejemplo, donde decía: antes
del derribo de la chabola entraba un pollo gritando ¿hay alguien aquí?, para
asegurarse de que no hubiera otra familia escondida en un altillo o en un armario, he
debido poner: antes del derribo, un inspector entraba a comprobar que la
vivienda estuviera vacía. Ya ven en qué ha consistido mi trabajo.
Por lo demás, ha sido escribir yo que el invierno estaba todo el rato viniendo sin llegar del todo, como en Juego de Tronos, y caernos un frío polar como ya no recordábamos. El mundo sigue girando y, cosas de los nuevos tiempos, a mí ya me ha descargado un amigo el libro Fire and Fury, en el que se desvela cómo es realmente Donald Trump, aunque ya nos lo figurábamos. La publicación de sus vergüenzas ha desatado la furia del tipo hasta extremos insoportables, esperemos que no le dé por apretar el botón nuclear para fulminar al gordo norcoreano. La revelación que más gracia me ha hecho ha sido su veto a John Bolton, el político cuya imagen tienen a la izquierda y al que todos le recomendaban para consejero de seguridad. Trump lo descartó gritando: ¡¡un tipo con ese bigote no puede formar parte de mi equipo!! Me congratula saber que yo no sería nunca admitido en el equipo de este señor.
Por lo demás, ha sido escribir yo que el invierno estaba todo el rato viniendo sin llegar del todo, como en Juego de Tronos, y caernos un frío polar como ya no recordábamos. El mundo sigue girando y, cosas de los nuevos tiempos, a mí ya me ha descargado un amigo el libro Fire and Fury, en el que se desvela cómo es realmente Donald Trump, aunque ya nos lo figurábamos. La publicación de sus vergüenzas ha desatado la furia del tipo hasta extremos insoportables, esperemos que no le dé por apretar el botón nuclear para fulminar al gordo norcoreano. La revelación que más gracia me ha hecho ha sido su veto a John Bolton, el político cuya imagen tienen a la izquierda y al que todos le recomendaban para consejero de seguridad. Trump lo descartó gritando: ¡¡un tipo con ese bigote no puede formar parte de mi equipo!! Me congratula saber que yo no sería nunca admitido en el equipo de este señor.
Pero, a través de Facebook, me ha llegado una foto cojonuda de Trump, que les pongo abajo. No sé si es un
montaje de Photoshop, creo que no, pero no he podido identificar dónde fue
tomada la imagen. Al final de alguna cumbre del G-20 o el G-tropecientos, los
políticos, que son como niños, posan para hacerse la foto típica. Es sencillo,
sólo hay que cruzar los brazos delante del abdomen para darle la mano derecha al vecino de la izquierda y la mano izquierda al vecino de la derecha, formando así una bonita guirnalda de presidentes. El chino a la izquierda de la foto lo ha
entendido de puta madre, lo mismo que el de la derecha, que parece ser Ollanta
Humala, antiguo presidente de Perú. Todos lo han entendido, menos el patoso de
siempre, que le da al chino la mano equivocada y parece estar pensando: algo está fallando aquí y no sé lo que es.
Es una foto que da la verdadera dimensión del personaje, en línea con lo que se cuenta en Fire and Fury.
El mundo sigue girando, el astuto
Artur se ha quitado de en medio, pero el esperpento catalán nos va a dar
todavía muchos motivos para la hilaridad. Pensábamos haberlo visto todo con ridículos como el del señor Rajoy preguntándole por carta a Puigdemont: Oiga, ¿usted
ha declarado la independencia o no la ha declarado? ¿Qué coño ha dicho?
Aclárese de una vez, Carles, que así no podemos estar, mire usté. Pues con la inminente investidura por Skype lo vamos a superar. Mientras tanto, Madrid sigue
creciendo y cobrando relevancia internacional. Ayer se informaba que la IATA ha elegido a nuestra ciudad para localizar aquí el primer centro operativo mundial de control del tráfico aéreo. Ya he dicho muchas
veces que soy feliz de vivir en esta ciudad y trabajar para su marca, con
programas como Reinventing Cities. Les dejo con un vídeo que espero les guste.
Juego de Tronos en Madrid. Al final no es más que un anuncio de la inmobiliaria Realia, pero es
muy vistoso. La batalla nunca termina. Como siempre, pónganlo en pantalla grande. Buen finde.
¡Qué video tan bonito!
ResponderEliminarA mí me parece precioso, una muestra de lo que puede hacer el arte digital. Porque esos mecanismos de relojería no son de verdad, sino que son virtuales, obviamente. No hay límites en el videoarte, ya lo vimos en las películas de dibujos animados a partir de El Rey León.
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